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[Pages:217]LAS GLORIAS DE MAR?A

San Alfonso Mar?a de Ligorio

S?PLICA DEL AUTOR A JES?S Y A MAR?A

Amado Redentor y Se?or m?o Jesucristo, yo indigno siervo tuyo, sabiendo el placer que te proporciona quien trata de glorificar a tu Madre sant?sima, a la que tanto amas y tanto deseas ver amada y honrada por todos, he pensado publicar este libro m?o que habla de sus glorias.

Y pues con tanto af?n tomas la gloria de esta Madre, a nadie m?s digno que a ti puedo dedicarlo. Te lo dedico y encomiendo. Recibe este mi peque?o obsequio, muestra del amor que te tengo a ti y a esta tu amada Madre. Prot?gelo haciendo llover luces de confianza y llamaradas de amor por esta Virgen inmaculada sobre aquellos que lo lean, ya que a ella la has constituido esperanza y refugio de todos los redimidos. Y en premio de este humilde trabajo, conc?deme, te ruego, tanto amor a Mar?a cuanto he deseado encender en los corazones de quienes lo leyeren.

Y ahora me dirijo a ti, dulc?sima Se?ora y Madre m?a Mar?a. Bien sabes que despu?s de Jes?s, en ti tengo puesta toda mi esperanza de mi eterna salvaci?n; porque reconozco que todas las gracias de que Dios me ha colmado, como mi conversi?n, mi vocaci?n a dejar el mundo y todas las dem?s gracias las he recibido de Dios por tu medio. Y sabes que yo, por verte amada de todos como lo mereces y por darte muestras de gratitud por tantos beneficios como me has otorgado, he procurado predicar siempre e inculcar a todos, en p?blico y en privado, tu dulce y saludable devoci?n.

Yo espero seguir as? hasta el ?ltimo instante de mi vida; pero mi avanzada edad y mi quebrantada salud me dicen que voy acerc?ndome al fin de mi peregrinaci?n y a mi entrada en la eternidad. Por esto he pensado, antes de morir, dejar al mundo mi libro, a fin de que prosiga en lugar m?o predic?ndote y animando a otros a publicar tus glorias y el gran amor que usas con tus devotos.

Espero, amada Reina m?a, que este sencillo obsequio, aunque bien poca cosa para lo que t? mereces, sea agradable a tu agradecido coraz?n, porque todo ?l es ofrenda de amor. Extiende sobre ?l tu mano, con la que me has librado del mundo y del infierno, ac?ptalo y prot?gelo como propiedad tuya.

Aspiro a que me recompenses por este humilde obsequio as?: que yo te ame de hoy en adelante cada d?a mejor y que cada uno de los que tengan esta obra en sus manos quede inflamado en tu amor, se acreciente en ellos el deseo de amarte y de verte amada de todos y se dediquen con todo fervor a predicar y promover cuanto m?s puedan tus alabanzas y la confianza en tu poderos?sima intercesi?n. As? lo espero, as? sea.

Tu amant?simo, aunque indigno siervo, Alfonso de Ligorio del Sant?simo Redentor

MANIFIESTO DEL AUTOR

Por si alguno creyera demasiado avanzada alguna proposici?n escrita en este libro, declaro haberla dicho y entendido en el sentido que le da la Santa Iglesia

Cat?lica y la sana Teolog?a. Por ejemplo, al llamar a Mar?a "Mediadora", mi intenci?n ha sido llamarla tan s?lo MEDIADORA DE GRACIA, a diferencia de Jesucristo, que es el primero y ?nico mediador de justicia. Llamando a Mar?a "Omnipotente" (como, por lo dem?s, la han llamado san Juan Damasceno, san Pedro Damiano, san Buenaventura, Cosme de Jerusal?n y otros), he pretendido llamarla as? en cuanto que ella, como Madre de Dios, obtiene de ?l cuanto le pide en beneficio de sus devotos, puesto que ni de ?ste ni de ning?n atributo divino puede ser capaz una pura criatura como lo es Mar?a. Llamando, en fin, a Mar?a nuestra "Esperanza", entiendo llamarla tal porque todas las gracias (como entiende san Bernardo) pasan por sus manos.

ADVERTENCIAS AL LECTOR

A fin de no exponer mi obra a ninguna censura de cr?ticos harto exigentes, he juzgado oportuno esclarecer una proposici?n que, al parecer, pudiera considerarse atrevida o demasiado oscura. Algunas m?s hubiera podido aqu? anotar; pero si por ventura no pasan inadvertidas a tu penetraci?n amable lector, te ruego pienses que han sido dichas y escritas por m? en el sentido que las explica la verdadera y s?lida Teolog?a, las entiende la Santa Iglesia Cat?lica Romana, de la cual me declaro hijo obediente.

Hablando en la Introducci?n de la doctrina que se expone en el cap?tulo V de esta obra, he dicho que Dios quiere que todas las gracias nos vengan por medio de Mar?a. Verdad muy consoladora, tanto para las almas que aman tiernamente a Mar?a como para los pecadores que desean convertirse. No se crea que esta doctrina es contraria a la sana Teolog?a, porque el padre de ella, san Agust?n, dice, como sentencia universal, que Mar?a cooper? con su caridad al nacimiento espiritual de todos los miembros de la Iglesia: "Madre ciertamente espiritual. no de nuestra cabeza, que es Cristo, de la cual m?s bien ella ha nacido espiritualmente: porque todos los que en ?l creen, entre los cuales se encuentra, con verdad son llamados hijos del esposo; sino plenamente Madre de sus miembros que somos nosotros, porque cooper? con su amor a que nacieran los fieles en la Iglesia, los que son miembros de su cabeza". Y un c?lebre autor, nada sospechoso de exageraciones ni inclinado a caer en falsas devociones, a?ade: "Habiendo propiamente formado nuestro Se?or en el Calvario su santa Iglesia, es claro que la Virgen Santa ha cooperado de una manera excelente y singular a esta formaci?n. Y de la misma manera puede tambi?n decirse que si Mar?a dio a luz sin dolor a Jesucristo, cabeza de la Iglesia, no sin gran dolor engendr? del cuerpo mismo, del cual Cristo es la cabeza. As? es como en el Calvario comenz? Mar?a a ser de modo particular Madre de toda la Iglesia".

En una palabra, el Dios sant?simo, para glorificar a la Madre del Redentor, ha determinado y dispuesto con gran caridad interponga sus plegarias a favor de todos aquellos por los que su divino Hijo ha pagado y ofrecido el sobreabundante precio de su sangre preciosa, en el cual ?nicamente est? nuestra salvaci?n, vida y resurrecci?n.

Fundado en esta doctrina y cuanto concuerda con ella, he intentado explicar mis proposiciones (Parte I., c.5), las cuales, los santos, en coloquios llenos de amor por Mar?a y en sus fervorosas predicaciones, no han tenido ninguna dificultad en confirmar. Por lo que un santo padre, conforme al c?lebre Vicente Contenson, ha escrito: "En Cristo est? la plenitud de la gracia como en la cabeza de la que fluye; en Mar?a, como en el cuello que la transmite". Y esto lo confirma claramente el ang?lico maestro santo Tom?s diciendo: "Por tres razones se dice que la bienaventurada Virgen est? llena de gracia... La tercera por cuanto por ella se difunde a todos los

hombres. Gran cosa es que cada santo posea tanta gracia que sobrara para la salvaci?n de muchos, pero para tener tanta gracia que bastara para la salvaci?n de todos los hombres del mundo, esto es lo sumo; y esto se da en Cristo y en la bienaventurada Virgen, pues en cualquier peligro se puede obtener la salvaci?n con la ayuda de esta Virgen gloriosa. Por eso se dice que ella en el Cantar de los cantares: `Mil escudos'. Es decir, auxilios contra los peligros `penden de ella'. De igual manera, en todas las obras virtuosas la puedes tener de ayudadora, que por eso ella dice (Eclo 24): `En m? toda esperanza de vida y de virtud'".

INTRODUCCI?N

Querido lector y hermano m?o en Mar?a: la devoci?n que me ha movido a escribir este libro y ahora te mueve a ti a leerlo, nos hacen hijos afortunados de esta buena Madre; si acaso oyes que me he fatigado en vano componi?ndolo habiendo ya tantos y tan celebrados que tratan del mismo asunto, responde, te lo ruego, con las palabras que dej? escritas el abad Franc?n en la biblioteca de los Padres: que alabar a Mar?a es una fuente tan abundante que cuanto m?s se saca de ella tanto m?s se llena, y cuanto m?s se llena tanto m?s se difunde. Viene a decir que esta Virgen bienaventurada es tan grande y sublime, que por m?s alabanzas que se le hagan, muchas m?s le quedan por recibir. De tal manera que, al decir de san Agust?n, no bastan para alabarla como se merece las lenguas de todos los hombres, aunque todos sus miembros se convirtieran en lenguas.

He le?do innumerables libros, grandes y peque?os, que tratan de las glorias de Mar?a; pero considerando que ?stos eran o raros o voluminosos, y no seg?n mi prop?sito, he procurado recoger brevemente en este libro, de entre los autores que han llegado a mis manos, las sentencias m?s selectas y sustanciosas de los santos padres y te?logos. De este modo los devotos, c?modamente y sin grandes gastos, podr?n inflamarse en el amor a Mar?a con su lectura. En especial he procurado ofrecer materiales a los sacerdotes para promover con sus predicaciones la devoci?n hacia nuestra Madre.

Acostumbran los amantes hablar con frecuencia de las personas que aman y alabarlas para cautivar para el objeto de su amor la estima y las alabanzas de los dem?s. Muy escaso debe ser el amor de quienes se vanaglorian de amar a Mar?a, pero despu?s no piensan demasiado en hablar de ella y hacerla amar de los dem?s. No act?an as? los verdaderos amantes de nuestra Se?ora. Ellos quieren alabarla sobre todo y verla muy amada por todos. Por eso, siempre que pueden, en p?blico y en privado, tratan de encender en el coraz?n de todas aquellas benditas llamas de amor a su amada Reina, en las que se sienten inflamados.

Para que cada uno se persuada de cu?nto importa para su bien y el de los pueblos promover la devoci?n a Mar?a, ayudar? escuchar lo que dicen los doctores. Dice san Buenaventura que quienes se afanan en propagar las glorias de Mar?a tienen asegurado el para?so. Y lo confirma Ricardo de San Lorenzo al decir que honrar a esta Reina de los ?ngeles es conquistar la vida eterna. Porque nuestra Se?ora, la m?s agradecida, a?ade el mismo, se empe?ar? en honrar en la otra vida al que en esta vida no dej? de honrarla. ?Qui?n no conoce la promesa de Mar?a en favor de los que se dedican a hacerla conocer y amar? La santa Iglesia le hace decir en la fiesta de la Inmaculada Concepci?n: "Los que me esclarecen, obtendr?n la vida eterna" (Eclo 24, 31). "Regoc?jate, alma m?a ?dec?a san Buenaventura, que tanto se esforz? en pregonar las alabanzas de Mar?a?; salta de gozo y al?grate con ella, porque son muchos los bienes preparados para los que la ensalzan". Y puesto que las sagradas Escrituras, a?ad?a, alaban a Mar?a, procuremos siempre celebrar a esta divina Madre con el coraz?n y con la lengua para que al fin nos lleve al reino de

los bienaventurados. Se lee en las revelaciones de santa Br?gida que, acostumbrando el obispo

B. Emigdio a comenzar sus predicaciones con alabanzas a Mar?a, se le apareci? la Virgen a la santa y le dijo: Hazle saber a ese prelado que comienza sus predicaciones alab?ndome, que yo quiero ser para ?l una madre, tendr? una santa muerte y yo presentar? su alma al Se?or. Y, en efecto, aquel santo muri? rezando y con una paz celestial. A otro religioso dominico, que terminaba sus predicaciones hablando de Mar?a, se le apareci? en la hora de la muerte, lo defendi? del demonio, lo reconfort? y llev? consigo su alma al para?so. El piadoso Tom?s de Kempis presentaba a Mar?a recomendando a su Hijo a quienes pregonan sus alabanzas, y diciendo as?: "Hijo, api?date del alma de quien te am? a ti y a m? me alab?".

Por lo que mira al provecho de los fieles, dice san Anselmo que habiendo sido el sacrosanto seno de Mar?a el camino del Se?or para salvar a los pecadores, no puede ser que al o?r las predicaciones sobre Mar?a no se conviertan y se salven los pecadores. Y si es verdadera la sentencia, como yo por verdadera la tengo y lo probar? en el cap?tulo V, que todas las gracias se dispensan s?lo por manos de Mar?a y que todos los que se salvan s?lo se salvan por mediaci?n de esta divina Madre, se ha de concluir necesariamente que de predicar a Mar?a y confiar en su intercesi?n depende la salvaci?n de todos. As? santific? a Italia san Bernardino de Siena; as? convirti? provincias santo Domingo; as? san Luis Beltr?n en todas sus predicaciones no dejaba de exhortar a la devoci?n a Mar?a; y as? tantos y tantos.

El P. S??eri el joven, c?lebre misionero, en todas sus misiones predicaba sobre la devoci?n a Mar?a, y a ?sta la llamaba su predicaci?n predilecta. Y nosotros (los redentoristas) en nuestras misiones, en que tenemos por regla inviolable el no dejar nunca el serm?n de la Se?ora, podemos atestiguar con toda verdad que ninguna predicaci?n produce tanto provecho y compunci?n en los pueblos como ?sta de la misericordia de Mar?a. Digo "de la misericordia de Mar?a" porque, como dice san Bernardo: "Alabamos su humildad, admiramos su virginidad, pero a los indigentes les sabe m?s dulce su misericordia: a la misericordia nos abrazamos con amor, la recordamos con frecuencia y m?s a menudo la invocamos".

Por eso dejo para otros describir los grandes privilegios de Mar?a, que yo, sobre todo, voy a hablar de su gran compasi?n y de su poderosa intercesi?n. Para eso he recogido durante a?os y con mucho trabajo cuanto he podido de lo que los santos padres y otros c?lebres escritores han dicho de la misericordia y del poder de Mar?a. Y ya que en la excelente oraci?n de la Salve Regina, aprobada por la santa Iglesia y que manda rezar a los cl?rigos la mayor parte del a?o, se encuentran descritas maravillosamente la misericordia y el poder de la Virgen sant?sima, me he propuesto exponer en varios cap?tulos esta devot?sima oraci?n. He cre?do adem?s hacer algo muy agradable a los devotos de Mar?a, a?adi?ndole lecturas o discursos sobre las fiestas principales y sobre las virtudes de esta divina Madre. Y a?adiendo al final las pr?cticas de devoci?n m?s frecuentes usadas por sus devotos y aprobadas por la Iglesia.

Piadoso lector, si como lo espero, es de tu agrado esta mi obrita, te ruego me encomiendes a la Virgen santa para que me d? una gran confianza en su protecci?n. Pide para m? esta gracia, que yo pedir? para ti tambi?n, quien quiera que seas que me hagas esta caridad, las mismas gracias.

Dichoso el que se aferra con amor y confianza a estas dos ?ncoras de salvaci?n, quiero decir a Jes?s y a Mar?a; ciertamente que no se perder?.

Digamos, pues, de coraz?n juntos, lector m?o, con el devoto Alonso Rodr?guez: "Jes?s y Mar?a, mis dulc?simos amores, por vosotros padezca, por vosotros muera; que sea todo vuestro y nada m?o". Amemos a Jes?s y a Mar?a y hag?monos santos, que no hay mayor dicha que podamos esperar y obtener de Dios.

Adi?s, hasta que nos veamos en el para?so a los pies de nuestra Madre y de su Hijo, alab?ndolos, agradeci?ndoles y am?ndoles juntos, cara a cara, por toda la eternidad. Am?n.

ORACI?N A LA VIRGEN PARA ALCANZAR UNA BUENA MUERTE

Mar?a, dulce refugio de los pecadores, cuando mi alma est? para dejar este mundo, Madre m?a, por el dolor que sentiste asistiendo a vuestro Hijo que mor?a en la cruz, as?steme tambi?n con tu misericordia. Arroja lejos de m? a los enemigos infernales y ven a recibir mi alma y presentarla al Juez eterno. No me abandones, Reina m?a. T?, despu?s de Jes?s, has de ser quien me reconforte en aquel trance. Ruega a tu amado Hijo que me conceda, por su bondad, morir abrazado a sus pies y entregar mi alma dentro de sus santas llagas, diciendo: Jes?s y Mar?a, os doy el coraz?n y el alma m?a.

PRIMERA PARTE

SOBRE LA "SALVE REGINA"

? EXPLICACI?N Y COMENTARIO DE LA ORACI?N "SALVE REGINA"

? MAR?A CONSIGUE PARA SUS DEVOTOS ABUNDANCIA DE DONES Y FAVORES.

Cap?tulo I

MAR?A, NUESTRA MADRE Y REINA

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia

I

Nuestra confianza en Mar?a ha de ser grande, por ser ella la Madre de la misericordia

1. Mar?a es Reina con su Hijo Jes?s

Habiendo sido exaltada la Virgen Mar?a como Madre del Rey de reyes, con toda raz?n la santa Iglesia la honra y quiere que sea honrada por todos por el t?tulo glorioso de reina. Si el Hijo es Rey, dice san Atanasio, con toda raz?n la Madre debe

tenerse por Reina y llamarse Reina y Se?ora. Desde que Mar?a, a?ade san Bernardino se Siena, dio su consentimiento aceptando ser Madre del Verbo eterno, desde ese instante mereci? ser la reina del mundo y de todas las criaturas. Si la carne de Mar?a, reflexiona san Arnoldo abad, no fue distinta de la de Jes?s, ?c?mo puede estar la madre separada del reinado de su hijo? Por lo que debe pensarse que la gloria del reinado no s?lo es com?n entre la Madre y el Hijo, sino que es la misma.

Y si Jes?s es rey del universo, reina tambi?n lo es Mar?a. De modo que, dice san Bernardino de Siena, cuantas son las criaturas que sirven a Dios, tantas son las que deben servir a Mar?a, ya que los ?ngeles, los hombres y todas las cosas del cielo y de la tierra, estando sujetas al dominio de Dios, est?n tambi?n sometidas al dominio de la Virgen. Por eso el abad Gu?rrico, contemplando a la Madre de Dios, le habla as?: "Prosigue, Mar?a, prosigue segura con los bienes de tu Hijo, gobierna con toda confianza como reina, madre del rey y su esposa". Sigue pues, oh Mar?a, disponiendo a tu voluntad de los bienes de tu Hijo, pues al ser madre y esposa del rey del mundo, se te debe como reina el imperio sobre todas las criaturas.

2. Mar?a es Reina de misericordia

As? que Mar?a es Reina; pero no olvidemos, para nuestro com?n consuelo, que es una reina toda dulzura y clemencia e inclinada a hacernos bien a los necesitados. Por eso la santa Iglesia quiere que la saludemos y la llamemos en esta oraci?n Reina de misericordia. El mismo nombre de reina, conforme a san Alberto Magno, significa piedad y providencia hacia los pobres; a diferencia del nombre de emperatriz, que expresa m?s bien severidad y rigor. La excelencia del rey y de la reina consiste en aliviar a los miserables, dice S?neca. As? como los tiranos, al mandar, tienen como objetivo su propio provecho, los reyes, en cambio, deben tener por finalidad el bien de sus vasallos. De ah? que en la consagraci?n de los reyes se ungen sus cabezas con aceite, s?mbolo de misericordia, para demostrar que ellos, al reinar, deben tener ante todo pensamientos de piedad y beneficencia hacia sus vasallos.

El rey debe ante todo dedicarse a las obras de misericordia, pero no de modo que dejan de usar la justicia contra los criminales cuando es debido. No obra as? Mar?a, que aunque reina no lo es de justicia, preocupada del castigo de los malhechores, sino reina de la misericordia, atenta ?nicamente a la piedad y al perd?n de los pecadores. Por eso la Iglesia quiere que la llamemos expresamente reina de la misericordia.

Reflexionando el gran canciller de Par?s Juan Gerson las palabras de David: "Dos cosas he o?do: que Dios tiene el poder y que tuya es, Se?or, la misericordia" (Sal 61, 12), dice que fund?ndose el reino de Dios en la justicia y en la misericordia, el Se?or lo ha dividido: el reino de la justicia se lo ha reservado para ?l, y el reino de la misericordia se lo ha cedido a Mar?a, mandando que todas las misericordias que se otorgan a los hombres pasen por las manos de Mar?a y se distribuyan seg?n su voluntad. Santo Tom?s lo confirma en el pr?logo a las Ep?stolas can?nicas diciendo que la sant?sima Virgen, desde que concibi? en su seno al Verbo de Dios y le dio a luz, obtuvo la mitad del reino de Dios al ser constituida reina de la misericordia, quedando para Jesucristo el reino de la justicia.

El eterno Padre constituy? a Jesucristo rey de justicia y por eso lo hizo juez universal del mundo. As? lo cant? el profeta: "Se?or, da tu juicio al rey y tu justicia al hijo de reyes" (Sal 71, 2). Esto tambi?n lo comenta un docto int?rprete, y dice: Se?or, t? has dado a tu Hijo la justicia porque la misericordia la diste a la madre del rey. San Buenaventura, parafraseando tambi?n ese pasaje, dice: "Da, Se?or, tu juicio al rey y tu misericordia a la madre de ?l". As?, de modo semejante al arzobispo

de Praga, Ernesto, dice que el eterno Padre ha dado al Hijo el oficio de juzgar y castigar, y a la Madre el oficio de compadecer y aliviar a los miserables. As? predijo el mismo profeta David que Dios mismo, por as? decirlo, consagr? a Mar?a como reina de la misericordia ungi?ndola con ?leo de alegr?a: "Dios te ungi? con ?leo de alegr?a" (Sal 44, 8). A fin de que todos los miserables hijos de Ad?n se alegraran pensando tener en el cielo a esta gran reina llena de unci?n de misericordia y de piedad para con todos nosotros, como dice san Buenaventura: "Mar?a est? llena de unci?n de misericordia y de ?leo de piedad, por eso Dios la ungi? con ?leo de alegr?a".

3. Mar?a, figurada en la reina Esther

San Alberto Magno, muy a prop?sito, presenta a la reina Esther como figura de la reina Mar?a. Se lee en el libro de Esther, cap?tulo 4, que reinando Asuero sali? un decreto que ordenaba matar a todos los jud?os. Entonces, Mardoqueo, que era uno de los condenados, confi? su salvaci?n a Esther, pidi?ndole que intercediera con el rey para obtener la revocaci?n de su sentencia. Al principio, Esther rehus? cumplir ese encargo temiendo el grav?simo enojo de Asuero. Pero Mardoqueo le reconvino y le mand? decir que no pensara en salvarse ella sola, pues el Se?or la hab?a colocado en el trono para lograr la salvaci?n de todos los jud?os: "No te imagines que por estar en la casa del rey te vas a librar t? sola entre todos los jud?os, porque si te empe?as en callar en esta ocasi?n, por otra parte vendr? el socorro de la liberaci?n de los jud?os" (Est 4, 13). As? dijo Mardoqueo a la reina Esther, y as? podemos decir ahora nosotros, pobres pecadores, a nuestra reina Mar?a, si por un imposible rehusara impetrarnos de Dios la liberaci?n del castigo que justamente merecemos: no pienses, Se?ora, que Dios te ha exaltado como reina del mundo s?lo para pensar en tu bien, sino para que desde la cumbre de tu grandeza puedas compadecerte m?s de nosotros miserables y socorrernos mejor.

Asuero, cuando vio a Esther en su presencia, le pregunt? con cari?o: "?Qu? deseas pedir, reina Esther?, pues te ser? concedido. Aunque fuera la mitad de mi reino, se cumplir?" (Est 7, 2). A lo que la reina respondi?: "Si he hallado gracia a tus ojos, ?oh rey!, y si al rey le place, conc?deme la vida ?este es mi deseo- y la de mi pueblo ??sta es mi petici?n" (Est 7, 3). Y Asuero la atendi? al instante ordenando que se revocase la sentencia.

Ahora bien, si Asuero otorg? a Esther, porque la amaba, la salvaci?n de los jud?os, ?c?mo Dios podr? dejar de escuchar a Mar?a, am?ndola inmensamente, cuando ella le ruega por los pobres pecadores? Ella le dice: "Si he encontrado gracia ante tus ojos, rey m?o..." Pero bien sabe la Madre de Dios que ella es la bendita, la bienaventurada, la ?nica que entre todos los hombres ha encontrado la gracia que ellos hab?an perdido. Bien sabe que ella es la amada de su Se?or, querida m?s que todos los santos y ?ngeles juntos. Ella es la que le dice: "Dame mi pueblo por el que te ruego". Si tanto me amas, le dice, ot?rgame, Se?or, la conversi?n de estos pecadores por los que te suplico. ?Ser? posible que Dios no la oiga? ?Qui?n desconoce la fuerza que le hacen a Dios las plegarias de Mar?a? "La ley de la clemencia gobierna su lengua" (Pr 31, 26). Es ley establecida por el Se?or que se use de misericordia con aquellos por los que ruega Mar?a.

4. Mar?a se vuelca con los m?s necesitados

Pregunta san Bernardo: ?Por qu? la Iglesia llama a Mar?a reina de misericordia? Y responde: "Porque ella abre los caminos insondables de la misericordia de Dios a quien quiere, cuando quiere y como quiere, porque no hay pecador, por enormes que sean sus pecados, que se pierda si Mar?a lo protege".

Pero ?podremos temer que Mar?a se desde?e de interceder por alg?n pecador al verlo demasiado cargado de pecados? ?O nos asustar?, tal vez, la majestad y santidad de esta gran reina? No, dice san Gregorio; cuanto m?s elevada y santa es ella, tanto m?s es dulce y piadosa con los pecadores que quieren enmendarse y a ella acuden". Los reyes y reinas, con la majestad que ostentan, infunden terror y hacen que sus vasallos teman aparecer en su presencia. Pero dice san Bernardo: ?Qu? temor pueden tener los miserables de acercarse a esta reina de misericordia si ella no tiene nada que aterrorice ni nada de severo para quien va en su busca, sino que se manifiesta toda dulzura y cortes?a? ?Por qu? ha de temer la humana fragilidad acercarse a Mar?a? En ella no hay nada de austero ni terrible. Es todo suavidad ofreciendo a todos leche y lana". Mar?a no s?lo otorga dones, sino que ella misma nos ofrece a todos la leche de la misericordia para animarnos a tener suma confianza y la lana de su protecci?n para embriagarnos contra los rayos de la divina justicia.

Narra Suetonio que el emperador Tito no acertaba a negar ninguna gracia a quien se la ped?a; y aunque a veces promet?a m?s de lo que pod?a otorgar, respond?a a quien se lo daba a entender que el pr?ncipe no pod?a despedir descontento a ninguno de los que admit?a a su presencia. As? dec?a Tito; pero o ment?a o faltaba a la promesa. Mas nuestra reina no puede mentir y puede obtener cuanto quiera para sus devotos. Tiene un coraz?n tan piadoso y benigno, que no puede sufrir el dejar descontento a quien le ruega. "Es tan benigna ?dice Luis Blosio- que no deja que nadie se marche triste". Pero ?c?mo puedes, oh Mar?a ?le pregunta san Bernardo-, negarte a socorrer a los miserables cuando eres la reina de la misericordia? ?Y qui?nes son los s?bditos de la misericordia sino los miserables? T? eres la reina de la misericordia, y yo, el m?s miserable pecador, soy el primero de tus vasallos. Por tanto reina sobre nosotros, oh reina de la misericordia". T? eres la reina de la misericordia y yo el pecador m?s miserable de todos; por tanto, si yo soy el principal de tus s?bditos, t? debes tener m?s cuidado de m? que de todos los dem?s. Ten piedad de nosotros, reina de la misericordia, y procura nuestra salvaci?n.

Y no nos digas, Virgen santa, parece decirle Jorge de Nicomedia, que no puedes ayudarnos por culpa de la multitud de nuestros pecados, porque tienes tal poder y piedad que excede a todas las culpas imaginables. Nada resiste a tu poder, pues tu gloria el Creador la estima como propia, pues eres su madre. Y el Hijo, gozando con tu gloria, como pag?ndose una deuda, da cumplimiento a todas tus peticiones. Quiere decir que si bien Mar?a tiene una deuda infinita con su Hijo por haberla elegido como su madre, sin embargo, no puede negarse que tambi?n el Hijo est? sumamente agradecido a esta Madre por haberle dado el ser humano; por lo cual Jes?s, como por recompensar cuanto debe a Mar?a, gozando con su gloria, la honra especialmente escuchando siempre todas su plegarias.

5. A Mar?a hemos de recurrir

Cu?nta debe ser nuestra confianza en esta Reina sabiendo lo poderosa que es ante Dios, y tan rica y llena de misericordia que no hay nadie en la tierra que no participe y disfrute de la bondad y de los favores de Mar?a. As? lo revel? la Virgen Mar?a a santa Br?gida: "Yo soy ?le dijo la reina del cielo y madre de la misericordiala alegr?a de los justos y la puerta para introducir los pecadores a Dios. No hay en la tierra pecador tan desventurado que se vea privado de la misericordia m?a. Porque si otra gracia por m? no obtuviera, recibe al menos la de ser menos tentado de los demonios de lo que ser?a de otra manera. No hay ninguno tan alejado de Dios, a no ser que del todo estuviese maldito ?se entiende con la final reprobaci?n de los condenados-; ninguno que, si me invocare, no vuelva a Dios y alcance la

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