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© Maurice Azman

Observatoire des perspectives politiques, UE-ES, Bruxelles, 2015-2017

IBSN 589-254- ES

Portada : El rapto de Europa, Martin de Voos, 1590.

ÍNDICE

I

INTRODUCCIÓN

II

1. ISLAMIZACIÓN DE EUROPA

1. - El trabajo en la sombra de los Hermanos Musulmanes

2. - El modelo político de la Unión Europea en peligro

3. - El sustrato teórico de la violencia integrista

2. LEY O VIOLENCIA

1. - Miedos y seguridad

3. EUROPEIZAR EL ISLAM

1. Ilustración y feminismo, asignaturas pendientes

4. IDENTIDAD Y PASAPORTE

5. SHARIA Y ANACRONISMOS O CÓMO COMPRENDER LAS NOTICIAS

6. DEFENDER LA LIBERTAD DE LA MUJER Y LOS DERECHOS HUMANOS NO ES ISLAMOFOBIA

1. Velo o libertad

7. ESCUELA, ARTES Y CIENCIAS EN PELIGRO

8. LA PALABRA “IDENTIDAD” NO ES DE DERECHAS

9. LAICOS Y CONVERSOS

10. INMIGRACIÓN Y REFUGIADOS

11. DESCRISTIANIZACION DE OCCIDENTE

1. Las vías de la integración y de la desintegración corren paralelas

12. TURQUÍA O LA UNIÓN EUROPEA

1. Aspectos demográficos

2. Diferencias cultural y religiosa

3. Impedimentos políticos.

4. AKP, el partido de las mil caras

13. LA YIHAD CONTRA OCCIDENTE

1. Daesh no es un grupo terrorista

2. El origen del ISIS

3. La financiación del estado islámico

4. Globalización de la yihad

5. El turismo como objetivo militar

14. YIHADISTAS EUROPEOS, LA YIHAD EN CASA

1. The Belgian Connexion o ¿dónde está Molenbeek?

15. LA YIHAD FEMENINA

16. LA YIHAD INFANTIL

17. EL AUGE Y LA AGONÍA DEL ESPEJISMO CALIFAL

18. LA EXPORTACIÓN A EUROPA DE LOS CONFLICTOS DE ORIENTE MEDIO

1. El regreso de los ex-yihadistas a Europa

19. ISLAM Y RECIPROCIDAD

III

CONCLUSIÓN

I

INTRODUCCIÓN

En el Consejo de Lisboa de 1992 se definió a la Unión Europea como la asociación de elementos geográficos, históricos y culturales que contribuyen a forjar su identidad. La UE es un conjunto de países que comparten un acervo común de ideas y valores, basados en la estabilidad de las instituciones garantes de la democracia y el respeto de los derechos humanos. Es decir, Europa no se define tanto por fronteras geográficas como por los valores, y entre ellos los valores morales, lo que explicaría que, en la mente de muchos europeos, Islandia sería más europea que Turquía, la cual tiene sin embargo un 3% de su territorio en el Viejo Continente. Europa es un área cultural civilizacional con un pensamiento humanístico bien definido. Durante los últimos 40 años, el continente ha conocido una ola migratoria imparable de personas cuya religión y cultura no son europeas.  Transcurrido el tiempo, estas comunidades se han replegado en su propia identidad cultural y religiosa. En su interior ha arraigado una minoría belicosa, proselitista e internacionalista que se declara sin complejos enemiga del país de acogida y dispuesta a emplear la violencia terrorista en su interior al servicio de causas políticas extranjeras. Al Qaida, Estado Islámico (Ei, Isis, o Daesh), Boko Haram, son algunos de los nombres que conocemos hoy por su escalada en el ranking del horror. Son organizaciones pseudorreligiosas que, reclamando la vuelta a los orígenes del islam ([1]), del que en realidad no son sino una excrecencia anacrónica, y apoyándose en las peores prácticas del terrorismo yihadista, tratan de implantar un estado de guerra generalizado, sin fronteras ni frentes definidos, una guerra global. Todos estos grupos comparten una divisa común: el odio atávico a Occidente, los países de la Cruz, que se explica por el recuerdo de las cruzadas medievales a Tierra Santa, por supuestos agravios contemporáneos en Palestina - en particular por la creación de un estado judío tras la segunda Guerra Mundial -, por el intervencionismo imperialista estadounidense, por las guerras y por la humillación secular sufrida, por la memoria de la colonización argelina, y por tantas otras razones reales o supuestas. Por supuesto, estos grupos no son el islam, y son minoritarios entre los más de mil quinientos millones de musulmanes en el mundo, pero de la misma manera que la tierra no es el fruto, siendo dos naturalezas diferentes, la primera es la condición necesaria para que la segunda se desarrolle. En palabras de A. Elorza, “el islam no es terrorista, pero existe una línea de interpretación […] que fundamenta el yihadismo. […] La amenaza se encuentra inscrita en el Corán: “Y combatidles hasta que no haya más fitná  y toda la religión sea de Alá” (8.39)([2]).

La Primavera árabe de 2011 despertó la esperanza de cambios populares democráticos en los países musulmanes. Muchas dictaduras cayeron (Túnez, Egipto, Libia) otras se tambalearon (Siria) pero tras la desaparición de sus gobiernos autoritarios la oposición más integrista pescó en aguas revueltas causando la ingobernabilidad de esos países y generando una constelación de grupos armados agrupados en función de las diferentes ramas del islam. En este contexto caótico nace, como un grupo más, un autoproclamado Estado Islámico (Ei, ISIS, o Daesh en el texto, 2014), supranacional y transfronterizo que ha lanzado una llamada a la yihad para implantar y expandir la doctrina islámica más radical basada en la lectura literal de la sharia, cuyos principales textos fundacionales remontan al siglo IX. Su objetivo es la creación de un nuevo califato, a imagen del que existió en la época dorada fundacional. Superando todas las expectativas, ese denominado Estado Islámico ha conseguido implantarse en un extenso territorio y hacer un llamamiento exitoso a una nueva hégira. En paralelo, ha extendido la declaración de guerra contra Occidente y traido el terror mediante atentados suicidas y matanzas masivas.

El debate gira hoy en torno a las consecuencias peligrosas e irreversibles que pueden derivarse de este complicado proceso político. La guerra en Siria y en Irak ha desencadenado una ola migratoria que afecta a millones de personas. La crisis de los refugiados es el resultado del éxodo forzado de cientos de miles de personas que huyen de las guerras interárabes para alcanzar los países de la UE. Su llegada masiva, a la desesperada, sobre todo a partir de septiembre de 2015, a puesto de manifiesto las diferencias de enfoque sobre su acogida y ha abierto una brecha Este-Oeste entre los países miembros de la UE. Para encauzar ese flujo se ha pedido ayuda a Turquía, a cambio de una importante compensación económica, -más de 3.000 millones de euros prometidos por la UE- y política – allanar el proceso negociador de su adhesión a la UE.

La primera de las consecuencias de este proceso en cadena (yihad-hégira-guerra-terrorismo-éxodo) es que la semilla del fundamentalismo religioso musulmán, oscurantista y medieval, se despierte y arraigue en Europa haciendo imposible la convivencia pacífica de culturas, etnias y religiones diferentes.

La segunda es la polarización entre los propios ciudadanos nacionales ante este proceso acelerado por la guerra, una polarización de las ideas y de las actitudes entre los simples ciudadanos, entre filósofos e intelectuales, dentro del movimiento feminista, en el seno de los partidos políticos y entre los propios países de la UE, sembrando divisiones, tensión, y enemistades.

La tercera es la exacerbación de la islamofobia o la violencia antimusulmana, emparejada en el extremo opuesto con el aumento del antisemitismo.

La cuarta es el ascenso electoral de los partidos de extrema derecha, principales beneficiarios políticos de esta situación. La islamización de Europa iniciada con la inmigración de los años sesenta va a aumentar irremediablemente. Gran parte de la opinión pública se muestra preocupada por la inestabilidad demográfica y política que puede crear la llegada masiva de refugiados, y que ha producido la derechización de una parte importante del electorado. Los partidos xenófobos alertan de un paso más en el proceso de islamización a medio plazo, otros temen la llegada de yihadistas infiltrados entre los refugiados. El muy difícil encontrar el equilibrio entre el sentimiento de deber moral ante el drama humano de los inmigrantes por un lado y el sentimiento de realismo y de miedo por otro. Este proceso se replica al otro lado del Atlántico, trayendo la derechización vociferante del Partido Republicano norteamericano en la campaña electoral de 2016. En ella, el candidato Donald Trump, con un discurso antimusulmán e incendiario es aclamado y proclamado candidato a la presidencia. Trump, un peligro para la seguridad del mundo, propone dar un giro de 180 grados en la política exterior, acercándose a Rusia, levantando muros en la frontera para detener la inmigración sudamericana y prohibir la entrada de musulmanes en el país.

La quinta el riesgo de desequilibrar en Europa la balanza entre derechos y libertades civiles y seguridad ciudadana debido a las medidas policiales y leyes antiterroristas que adoptan los Estados para proteger a su población frente a los atentados del terrorismo yihadista. Un atentado en un avión provoca un aumento de los controles en los aeropuertos, un atentado en una estación de ferrocarril exige el aumento de los controles en el transporte ferroviario. El miedo está implantándose, y debemos vivir con él, porque ninguna medida de seguridad impide al cien por cien un atentado.

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La sexta es el peligro de desmembración de la propia UE. La situación combinada del terrorismo yihadista en Europa con la crisis de los refugiados ha provocado el ocaso de uno de los pilares fundadores de la UE, el espacio Schengen, el cual se ha disuelto en un mar de incertidumbres, miedos y egoísmos. La vuelta al soberanismo y al cierre o al control de las fronteras nacionales pone en jaque al espíritu de libre circulación de personas que animó el inicio del proyecto europeo. Por ejemplo, Reino Unido exigió que los inmigrantes, incluso de la UE, pasaran 4 años en el país antes de comenzar a recibir las ayudas sociales, y amenazó con salir de la UE (Brexit), si no se admitía su demanda. El resultado del referéndum, que dio la victoria a los euroescépticos, sorprende a todos en julio de 2016, al dejar de manifiesto el deseo de una mayoría de británicos de alejarse de Europa, en la que ven un peligro para su soberanía.

La séptima es el aumento de la amenaza islamista y los atentados terroristas en Europa, que obligan a los europeos a un cambio de perspectiva, de vida y de costumbre. El terrorismo están en el origen de la declaración del estado de excepción en Francia y de la guerra contra el Estado Islámico, con todas las consecuencias: intervención militar en Siria, aumento del terrorismo en Europa, aumento de las medidas de seguridad, y aumento del miedo de las autoridades ante la locura mortal de unos atentados que son imposibles de evitar y que las lleva a suprimir toda clase de acontecimientos culturales, musicales o deportivos susceptibles de ser considerados un objetivo terrorista por los fanáticos islamistas. El Euro 2016 de fútbol celebrado en Francia, pasó sin percances, pero no así la fiesta nacional del 14 de julio. Ante cada evento público las autoridades deben tomar una decisión que siempre es criticada: deben elegir entre permitirlo, con el riesgo que implica, o suspenderlo, llevados por una prudencia sana pero que en definitiva muestra la aceptación resignada del triunfo del terrorismo. Tras los atentados del Bataclan y los bulevares de París (noviembre 2015), y del camión camicace en Niza (julio 2016) no hubo marchas ciudadanas, prohibidas por motivos de seguridad, lo que viene a añadir más dolor a un país que no puede homenajear a sus víctimas públicamente y le impide hacer el duelo social.

La octava es el peligro de disolución de la identidad cultural europea, cuya base cristiana secular se ha visto zarandeada y debilitada por décadas de secularización y laicismo estatal.

II

1 ISLAMIZACION DE EUROPA

La islamización de Europa es un tema controvertido y el simple hecho de referirse a él desencadena las críticas por parte de ensayistas y políticos de la izquierda, como si el discurso fuera propio exclusivamente de los partidos de extrema derecha. Lo quieren ignorar, fingiendo que no ven en ello nada preocupante. Pero obviar el tema no implica que vaya a resolverse por sí mismo. Es innegable que existe hoy un Islam que ha penetrado en Occidente no tanto como resultado de un proyecto expansionista sino consecuencia de la mundialización, las guerras, la pobreza y las migraciones ([3]). Lógicamente, el ideario socialista es más sensible a la desigualdad social y más proclive a la defensa de las clases desfavorecidas que, en contrapartida, votan tradicionalmente a estos partidos, al menos hasta ahora. Sin embargo es evidente que existe una tensión en Europa debido a la situación creada por un islam que ha derivado en parte hacia un fundamentalismo ortodoxo, y que ha venido a exacerbar el debate entre los partidos.

Este proceso se inició con la ola migratoria que comenzó a llegar a Europa en los años ’60 procedente sobre todo del Magreb y Turquía. En los años ‘70 se permite que los saudíes intervengan en la subvención, organización y las prédicas del islam en Europa, mediante la construcción de mezquitas y en el envío de imanes. En Europa, la verdadera inmigración de mujeres y familias tiene lugar en los años ochenta, lo que explica el rápido ascenso de su demografía.

Es evidente que la llegada de población de religión coránica a Europa ha cambiado la composición demográfica de algunos países como Francia, Holanda, Bélgica, Alemania y Suiza, donde alcanza entre el 7% y el 9% del total. En Austria esta cifra alcanza el 12% en la capital, Viena. Algunos se inquietan y elevan la voz contra este “reemplazo de la población” (Renaud Camus (2010)[4]. Si se analizan las cifras, el fenómeno se dimensiona más objetivamente y se relativiza su amplitud. Una cosa son los porcentajes reales y otra la percepción que la población tiene de la presencia de esta comunidad dada su visibilidad cultural, su particularidad indumentaria y su actitud reivindicativa. Es así como se explican los resultados de recientes encuestas IPSOS  (octubre 2014) donde franceses, belgas e ingleses estimaban a tres veces más que el porcentaje real esta presencia en sus sociedades, -un poco como la diferencia que existe entre los grados bajo cero reales, marcados por el termómetro, y la percepción mayor que la persona tiene del frío.  Las cifras son muy variables, según lo que se quiera defender, y por ello oscilan según las fuentes.

Según Ralph Stehley, Profesor de Historia de las religiones en la Universidad de Estrasburgo, en  2003 había un total de  1,3 mil millones de musulmanes en el mundo, de ellos 15 millones en la UE que contaba con un  total de  466 millones de habitantes [5]. Francia era el país europeo con una mayor población musulmana, unos 4 millones, Alemania 2,5 millones, Reino Unido 1,6 millones, y España 1 millón. Pero en países como Francia (y en Bélgica) la ley prohíbe establecer un censo de la  población por su pertenencia religiosa, por eso a veces los cálculos son discordantes: el hecho objetivo es que se carece de datos precisos sobre la cuestión. En 2008 diferentes estudios y encuestas (Insee e INED) la calculaban en 2,8 millones, pero otros investigadores hablaban de 3,9 millones (Patrick Simon).

En 2009, según un estudio de Pew Forum on Religion and Public Life [6] realizado en 132 países, el número total de musulmanes en el mundo sería de 1,57 mil millones, es decir un 23% de la población mundial, de ellos un 2,4% viven en Europa. En total 38 millones. En Alemania representarían 4 millones (5% del total) de origen turco en su inmensa mayoría (3 millones). En Francia eran unos 3,5 millones (6%). En el Reino Unido, esta comunidad había pasado de 500.000 a 2,4 millones en solo cuatro años según una encuesta de The Times, es decir un aumento diez veces mas rápido que en el resto de la sociedad británica (Office for National Statistics)[7]. 

En Bélgica, en 2007, el 32% de los recién nacidos era de origen musulmán, (lo que se establece a partir del nombre de registro civil). Un informe de 2008 confirmaba que un tercio de la población de Bruselas, es de origen musulmán, y calculaba que para 2030, esta comunidad religiosa sería mayoritaria en la capital de Europa. Según la legislación del país, desde hace 30 años, toda persona que nace en el suelo nacional es ciudadano belga automáticamente. Otro dato probante es que el nombre más utilizado para los recién nacidos inscritos en el censo de Bruselas, adicionando los últimos veinte años (1995 – 2015), ha sido Mohamed para los niños y Sarah para las niñas. En el ránking aparecen también Ayoub y Medhi, (quinto y sexto), y Yasmina e Imane, (cuarto y sexto).

En 2016, este mismo organismo estimaba esta presencia en casi 1,6 mil millones en el mundo. Los estudios más recientes sobre Francia la calculan en 4,7 millones, y podría superar el 10% de la población en 2030. En Europa pasará de 6% a 8%, el mayor aumento se producirá en Reino Unido, Austria, Suecia y Bélgica[8]. En 2016 han llegado a la UE un millón de refugiados huyendo de las guerras o de la pobreza.

Otro dato interesante es que estudios recientes muestran que la comunidad islámica francesa declara un mayor respeto de los ritos religiosos que en el pasado[9]. Así, el número de creyentes que respetan el ayuno del Ramadán que era de 60% en 1989 ha aumentado hasta el 71% en 2011. En los jóvenes hay una evolución más marcada aún. El 90% de los que tienen entre 18-25 años dice respetar el Ramadán. Esta es una juventud más reivindicativa, que busca la visibilidad, defiende el uso del velo islámico y la comida halal en las escuelas. Asistimos al surgimiento de un fuerte sentimiento identitario en las nuevas generaciones que difiere de los valores de la cultura europea histórica. Los más radicales son los  salafistas suníes, apoyados por los países del Golfo Pérsico, que representarían entre 12.000 y 15.000. De ellos, una minoría defendería las ideas yihadistas, unos 2.000. De este grupo provendrían los 700 jóvenes que han ido a la yihad y a las filas del Daesh en Siria. En conclusión, la minoría fanatizada en Francia sería del  0,075 de los musulmanes. Pocos pero letales.

Las cifras de musulmanes en Europa han ido en aumento. Paralelamente el número de católicos que se declaran como tal en Europa, ha descendido en dos años (de 2009 a 2011) de 24% a 23,8% ([10]). Las palabras pronunciadas por Bumedian en 1973 parecen premonitorias. Anunciaba que un día, millones de musulmanes llegarían al hemisferio norte  para conquistarlo: “El vientre de nuestras mujeres nos dará la victoria”, aludiendo a una ola migratoria continua combinada con una demografía elevada. Las palabras de Boumedian fueron reinterpretadas por Gadafi, de Libia: “el islam está conquistando Europa sin espadas ni pistolas ni guerras ni mártires suicidas”. Se refería a la inmigración, como una burla hiriente a la mano tendida por Europa.

Lejos de asimilarse a la cultura de acogida, la evolución de esta comunidad tiende a acentuarse en su identidad cultural y religiosa, lo que es perfectamente lógico a la vez que desintegrador. Un estudio del IFOP (Institut français de l’opinion publique) de septiembre de 2016[11] pone de relieve, en este país donde la elaboración de estadísticas sobre etnia y religión están prohibidas en la práctica, unos resultados que son clarificadores del estado de la cuestión. En la encuesta se deduce que el 5,6% de la población francesa es musulmana, y que otro 1% suplementario tienen al menos un progenitor de esa religión. Los resultados referidos a los marcadores identitarios por excelencia son los siguientes: el consumo de carme halal, que requiere un tipo de sacrificio particular del animal, es la única aceptada por el 70%, el uso del velo es defendido por el 65% de los encuestados y el uso del velo integral por un 25%. Esta defensa del velo no implica sin embargo un empleo equivalente en la vida cotidiana, aunque actualmente una mujer de cada tres declara llevarlo siempre. El dato más preocupante es que el 50% de la juventud de confesión musulmana, entre 15 y 25 años, puede calificarse de “fundamentalista” de “rasgos autoritarios” muy reivindicativos en lo que se refiere a su interpretación del Corán y su crítica al laicismo. El 28% no cree que la religión deba permanecer en la esfera privada y su sistema de valores “se opone claramente a los valores de la República” siendo el islam para ellos “una manera de autoafirmación al margen de la sociedad”, que defiende prácticas opuestas a la ley, como la poligamia o el sacrificio halal.

1.1 El trabajo en la sombra de los Hermanos Musulmanes

La interpretación rigorista de los textos islámicos reaparece a finales de los años setenta de la mano de nuevos “doctores” que dejan de lado la prudencia de la teología tradicional y se apoyan en de la óptica de autores pasados como I. Taymiyya, (s. XIII), del wahabismo (s. XVIII, en Arabia Saudita) y poco después del salafismo (R. Rida, a principios del siglo XX en Egipto). Las subcorrientes en este agitado caudal son muy complejas, contradictorias, tribales, y a veces abiertamente enemigas, pero en todas la virtud religiosa consiste en la vuelta al Islam de los orígenes y a la estricta aplicación de la sharia. En estas corrientes fundamentalistas y puristas que propugnan una lectura literal del Corán en lo religioso y anti-occidentales y anti-modernistas en lo político estriba la enfermedad del islam actual [12].

Una de las puntas de lanza ideológica de la islamización de la sociedad está representada por la organización de los Hermanos Musulmanes, fundada como una sociedad secreta en 1928 en Egipto. Con un discurso panislamista muy ambivalente y adaptable a toda interpretación, están presentes en todos los países europeos. Obsesionados por la lucha contra el estado de Israel y el laicismo árabe, esta nebulosa de brazos hostiles a Occidente de estructura descentralizada y multiforme tiene por objetivo defender y promover el islam y como objetivo final el establecimiento de un Califato. Presentan una estrategia modulable en función de la situación de cada país, a veces promueven una oposición pacífica, otras una oposición armada, otras son colaboradores del régimen, o devienen partido político (como lo fue en Egipto), otras son un simple “movimiento”, o se presentan exclusivamente como asociaciones caritativas. Para muchos especialistas, esta organización doctrinal, que funde en un crisol lo político y lo religioso, prevé una sociedad regida por la sharia, en un estado teocrático, y su implantación en Europa mediante bases de islamización. Desde los años ’80 se esfuerzan por crear un relato islámico que pueda inscribirse en el relato nacional de cada uno de los países donde se implantan para reforzar su influencia frente a otras organizaciones islámicas y convertirse en interlocutores privilegiados con los gobiernos nacionales como representantes “moderados”. Sin embargo, los Hermanos Musulmanes, que hablan del “sacrificio” y defienden la yihad ofensiva –no solo defensiva- nacen en 1928 con el sueño de implantar un Califato algún día, pasaron una “luna de miel” con la Alemania nazi, mostrando admiración por Hitler, el cual no hizo sino aplicar el castigo divino que Alah había prometido a los judíos. La cofradía hace su aparición en Europa en los años ’50 con la creación de la mezquita de Munich. Llegan a Francia en la década de los ’60 extendiendo su red en el ambiente estudiantil y luego con la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia (OUIF), encargada de formar predicadores. Luego se establecen en el Reino Unido y Bélgica, ayudados por la pujanza económica de Arabia Saudí. Pero a partir de la década de los ’80 sus actividades comienzan a despertar las sospechas de la Sécurité de l’Etat francesa, por su ideario antilaicista, antisemita y negacionista. En Rusia está prohibida como organización terrorista desde 2003. Han sido acusados de propagar el fundamentalismo en el Reino Unido (2015), de intentar destruir la civilización occidental desde el interior[13], y de constituir una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos[14].

La cofradía de los Hermanos Musulmanes persigue una islamización -o una reislamización de la sociedad en el caso de los países musulmanes- “desde arriba” basada en la formación de líderes[15]. Este proyecto estratégico islamizador de la sociedad se llama Tamkin. Muy teorizado por los HH.MM, el Tamkin dejó de ser un secreto desde que saltó a la luz en 1992. El término hace alusión a la idea de poder, de dominación suprema, en la esfera política y luego en todas las demás esferas de la vida en sociedad.

Los HH.MM han definido la implantación del Tamkin por etapas: la predicación, las conferencias, los soporte documentales, las publicaciones, la televisión (como Al–Jazeera), etc., que van impregnando la sociedad como una lluvia fina, pero su objetivo no es convencer a todo el mundo, la cofradía solo está interesada por aquellos elementos que presentan un interés particular para sus fines, deben ser gentes cultas, incluso brillantes, buenos oradores, con la capacidad de encarnar el proyecto una vez llegado el momento. La selección se hace entre una élite universitaria cuya función es infiltrarse en los mecanismos del poder, en todas las esferas políticas, científicas, periodísticas, sociales, enseñanza, administración, concejalías de ayuntamientos, ejército y policía, para hacer un trabajo de fondo paciente, ocuparse de los preparativos, que con el tiempo den resultados en la conquista del poder (Sudán, 1989, Egipto 2012)[16]. La herramienta principal de la introducción en la sociedad es la taquiya, el disimulo ante los ojos de los que no son “hermanos”. Este culto del secreto es una forma de hipocresía considerada necesaria y perfectamente legítima en el islam, donde el discurso franco y sincero a veces puede ser considerado una falta de educación o de consideración, de manera que un integrante de la cofradía siempre negará pertenecer a este movimiento. En febrero de 2016 tuvo lugar en la ciudad belga de Charleroi la “Muslim expo”, en la que pronto se hizo patente la sombra de esta organización por la elección de sus invitados, aunque nunca sus organizadores lo admitieron públicamente[17].

Los HH.MM se aprovechan de la beatitud del laicismo europeo que peca de ingenuidad y de incapacidad para evaluar el peligro de este “entrismo” que pretende sustituir la democracia y las leyes constitucionales por la sharia, única fuente legítima de toda legislación. Precisamente, el nieto de Al-Banna, su fundador, el predicador suizo Tarik Ramadan, con un discurso ambigüo prepara -voluntariamente o no, imposible de saber- el terreno de los que reclutan nuevos adeptos. Un personaje con piel de oveja que consolida intelectualmente la cofradía, que es en el fondo una matriz ideológica del yihadismo.

1.2 El modelo político de la Unión Europea en peligro

Pero el peligro es que, según parece deducirse de la Historia, allí donde el islam se implanta nunca deja de extenderse de una manera u otra,  al mismo tiempo que la diversidad de creencias religiosas disminuye o desaparece. Algunos países quieren protegerse, y ponen en práctica el adagio de “más vale prevenir que curar”, como Uganda, con una legislación prohibitiva, o como en Japón, donde los musulmanes apenas alcanza los 100.000 fieles para una población total de 127 millones de habitantes. Lo más curioso es que los japoneses no ven por qué deberían pedir disculpas a los musulmanes por los sentimientos de rechazo que les inspira esa religión.

Aún así, las cifras presentadas como una fotografía de la situación actual parecen indicar que los que agitan la bandera de la “sustitución de la población europea” exageran [18], otros, teniendo en cuenta una visión diacrónica, y a la luz de los factores evolutivos, como el aumento de la inmigración (debido a la pobreza y a las guerras), la política de agrupación familiar, la mayor tasa de natalidad y las naturalizaciones, calculan que Francia será musulmana en 40 años o en cien años, según las diferentes fuentes. Algunos ensayistas franceses, como Eric Zemmour (Le suicide français, 2014) o literatos como Michel Houellebeck (Soumission, 2015) alertan sobre la cuestión, animando el debate en este país. La opinión intelectual se escinde a causa de esta tensión, en particular tras los crímenes de la revista satírica Charlie Hebdo. Librepensadores y filósofos son acusados ahora de favorecer a la derecha, como sucede con Alain Finkielkraut[19].  Enfrente de ellos, otros periodistas tradicionalmente más permeables a discursos de apaciguamiento, proclives a defender ideas de autoculpabilización de Francia y de Occidente, como Edwy Plenel, exdirector de Le Monde, autor de Pour les musulmans (2014), parangonando la obra Pour le juifs de Emile Zola. Donde unos hablan de la patria de los derechos humanos y de la tradición de Europa como tierra de libertad y de acogida,  otros hablan de políticas suicidas, de laxismo y de entrega, tratando de abrir los ojos a una clase política que se obceca en negar la realidad. No se puede pecar de tanta inocencia y dar vía libre a ideologías que contradicen los valores de convivencia y democracia, proclaman.

Una voz autorizada en este debate es la de Gilles Kepel que, en su obra La fracture: chroniques 2015-2016, defiende la idea de que el objetivo del terrorismo es romper la sociedad francesa y llevarla a una guerra civil, un ensayo de laboratorio que podría ser extensivo a otros países de la Unión Europea. En esta guerra habría por un lado un nuevo proletariado compuesto por los hijos y nietos de los inmigrantes de primera generación, con una importante componente de identidad religiosa y cultural, que reacciona ante una supuesta “islamofobia” de la sociedad francesa, presentándose como víctimas de una discriminación injusta.

Este discurso de un islam de autoafirmación, sin complejos y conquistador, prende fácilmente entre la juventud musulmana, y tras él se reconoce la estrategia de los Hermanos Musulmanes. No son pocos los partidos políticos, e intelectuales que caen en la trampa de los extremistas al asumir un sentimiento de culpabilidad postcolonial y juzgan sin severidad este proceso de radicalización[20].

La islamización comienza a escala del barrio, y termina a escala de la ciudad. En ciudades de Europa existía el “barrio turco” o el “barrio árabe”, que con el tiempo se han densificado y extendido a la “banlieue”, luego ha conquistado amplias zonas urbanas. Lo más sorprendente es que, aunque todos coinciden en que el proceso aboca a una islamización progresiva de Europa, unos son considerados progresistas y otros conservadores. Si tomamos el caso de Umberto Eco comprenderemos mejor el porqué de este doble rasero. Para Eco, Europa no se librará de un proceso de fusión de civilizaciones, el cual se produce a través de las migraciones, algo que ya se ha conocido muchas veces la historia, en Europa o en Asia. Es algo “normal”. Esta perspectiva puede aterrorizar a algunos, y a ellos se les tachará de fascistas o islamófobos, sin embargo otros aconsejan adaptarse a la nueva situación y aceptar que un día el duomo de Milán “se haya transformado en un supermercado”, como decía el autor italiano[21]. Esta postura de resignación no es aceptada por los más recalcitrantes a la absorción y disolución de su acervo político y cultural en el crisol uniformizador y excluyente del islam político.

Grandes intelectuales que han sido adulados por la izquierda durante décadas han visto su prestigio ensuciado por expresar sus temores ante la islamización de Europa. De adulados han pasado a ser unos apestados, como en el caso de Giovanni Sartori[22] o de Oriana Fallaci[23]. Anunciaron a principios del 2000 la legitimidad de defenderse ante el Islam político, criticaron el concepto de multiculturalismo, denunciaron la ceguera ingenua del tolerantismo “progre” y expresaron el temor a la implantación, tarde o temprano, de la sharia si se concede el derecho de voto a los inmigrantes de religión musulmana, ya que por sus elevados índices de natalidad acabarían superando al resto y votando a partidos islamistas. Según él, Europa debería tomar el modelo de la green card, la tarjeta de residencia permanente, y concederla a los inmigrantes que llegan a Europa, siendo esta transmisible a los hijos. Sartori vivió cuarenta años en Estados Unidos y nunca tuvo derecho al voto, lo que no le parece un tratamiento antidemocrático

Estos autores señalaron el fracaso de la política de integración como lo prueba hoy el hecho de que muchos de los autores de los atentados en la UE o de los que han engrosado ls filas del Ei son musulmanes de segunda y tercera generación, nacidos en suelo europeo. En el atentado con camión en el puente hacia el Parlamento de Londres que causó 5 muertos (marzo 2017), uno de los integrantes de la célula era un británico de origen pakistaní de 27 años, el otro un italiano de padre marroquí de 22 años. La entrega de la nacionalidad ha sido un error de la política de integración ya que se concede la ciudadanía y los derechos políticos a ciudadanos que no buscan asimilarse, ni siquiera en los insignificantes detalles de las formas sociales.

E. Badinter es una de las que se atreven a defender con voz firme los valores del laicismo a la francesa, sin preocuparse de la critica que pueda acarrearle el empleo de un discurso políticamente incorrecto. “No hay que tener miedo de que te llamen islamófobos... hoy se les cierra la boca a todos aquellos que discuten sobre el Islam denigrándolos al tratarlos de racista o islamófobo. La persona de buena fe no puedes soportar que los otros los consideren xenófobos o antimusulmanes y por eso se callan. Esa acusación lanzada a la cara de alguien lo obliga a callarse e impide cualquier discusión sobre el islam[24].

El diálogo, base de la convivencia, debe establecerse. Pero hay dificultades. ¿Quién representa a esta comunidad? Puesto que no existe ningún tipo de jerarquía religiosa en el islam, para Europa es difícil establecer un diálogo con autoridades equivalentes. Según la tradición, cualquier grupo puede constituirse en comunidad autónoma e independiente, sin depender, ni para su formación ni para su funcionamiento posterior, de ninguna autoridad superior. Se podría decir que hay líderes religiosos, pero no jerarquía. Es así como se explica que cualquier llamada encriptada desde el púlpito de una mezquita encuentre eco entre algunos o muchos fieles, ya se trate de una fatua contra un escritor desde Irán, la creación de un califato desde Samarra en Irak, o una llamada a asesinar judíos cuchillo en mano desde Gaza.

El Papa de Roma representa a los millones de católicos, el Lama a los millones de budistas tibetanos, pero en el islam el número de líderes es incontable, cada uno con sus seguidores, su propia parcela de representatividad, sus interpretaciones de los textos, y su mayor o menor grado de rigorismo. Los millones de musulmanes en Francia no forman una “iglesia” homogénea sino más bien reinos de taifas marroquíes, argelinos, saudíes, somalíes, etc. Para tratar de ordenar los círculos y representar a los fieles del país se creó en 2003 el Consejo francés del Culto musulmán, presidido por el Rector de la Mezquita de París.

Ante el peso creciente de esta comunidad, los partidos políticos han adoptado toda una serie de disposiciones que buscan garantizar la convivencia, pero a costa de hacer concesiones en detrimento de las tradiciones ancestrales y del acervo cultural europeo. Como consecuencia de esa abertura, -que no tiene ningún parangón en los países árabes en lo que se refiere al respeto de otras religiones- los líderes de la opinión pública islámica consideran que existen unos “derechos adquiridos” y, en base a ellos, en los últimos diez años, se asiste a un proceso de islamización de los comportamientos sociales. Esta comunidad es más reivindicativa y reclama derechos con más energía. Las nuevas generaciones de musulmanes franceses reivindican su doble naturaleza con orgullo: “somos franceses, somos musulmanes, somos ciudadanos, exigimos el respeto de nuestras creencias y una adaptación de las normativas tanto a nivel local como a nivel nacional, por ejemplo, más mezquitas, cementerios islámicos, la posibilidad de aplicar el ritual islámico en los mataderos municipales, clases de religión coránica en la escuela, días festivos propios de la comunidad en el calendario laboral, la comida halal en las cantinas escolares, hospitales, prisiones y el Ejército, queremos horarios diferentes para chicos y chicas en las piscinas, llevar el velo en el trabajo incluidos en la Administración pública, en los lugares de atención al público, en los ayuntamientos, en los bancos, etc., llevar el “burquini” en playas y piscinas, tener tribunales islámicos, como ya existen en Canadá y Reino Unido”, etc. La lista no deja de aumentar y viene a marcar un proceso acelerado de separación cada vez más radical entre hombres y mujeres entre los musulmanes europeos.

El estado laico se ha mostrado generoso ante tanta demanda, y el progreso ha sido notable. En Reino Unido, por ejemplo, existen las Sharia courts, o tribunales islámicos, que se ocupan de impartir la justicia islámica en el ámbito doméstico de la comunidad, como en cuestiones de divorcio, la propiedad y la herencia. Sin embargo estos tribunales reproducen evidentemente los defectos del islam tradicional. En los casos de divorcio, al hombre le basta con declamar tres veces “te repudio” para divorciarse de su esposa. A la mujer se le exige el pago de 350 libras. El maltrato machista queda ocultado tras el argumento de que hay que dejar que los esposos. “No hay que preguntar a un hombre por qué razón pega a su mejer, es mejor dejarles que arreglen ese tipo de asuntos entre ellos” dice un “juez”. Y las autoridades británicas, tan igualitarias ellas, cierran los ojos al hecho de que el 99,5% de los jueces son varones.

Para responder a las exigencias de la comunidad musulmana, primero se concede la retirada de la carne de cerdo en las cantinas escolares, y al cabo de un año solamente, se logra el derecho a comer “halal”. Es comprensible que se retiren las máquinas distribuidoras de soda de las escuelas por razones obvias de salud, pero es más difícil comprender la prohibición de embutidos a la hora de la merienda. Son precisamente estas medidas las que soliviantan a parte de la población y favorecen el ascenso de partidos xenófobos. El ciudadano en su razonamiento simple considera que es un error aclimatarse a costumbres que no son las suyas en vez de pedir a los recién llegados que se adapten a la situación de acogida. Los musulmanes solo comen carne de animales degollados, desangrados hasta su muerte, siguiendo un antiguo ritual religioso, el cual no respeta la legislación europea actual, preocupada por el bienestar de los animales. En Dinamarca, Suecia, Suiza, Polonia y Noruega ya se prohibió este ritual afirmando que los derechos de los animales deben anteponerse al rito religioso, sin embargo en 13 estados miembros de la UE, se violenta la ley general en beneficio de la libertad de culto para que la minoría islámica proceda con toda legalidad al sacrificio ritual del cordero sin aturdir previamente al animal para evitarle sufrimiento. Esta paradójica impunidad legal que rige durante la Fiesta del sacrificio (Aïd-Al-Adhaen), cuando la ley es derogada, solivianta a los partidos animalistas tanto como a los votantes conservadores. En Bélgica, la propia Región de Bruselas se hace cargo de organizar mataderos para evitar, por razones de higiene pública, que el sacrificio del animal se realice en el domicilio particular, siendo todos los contribuyentes los que sufragan con sus impuestos, involuntariamente, esos gastos. Se ha temido este año la vuelta de los mataderos clandestinos, “como antiguamente” para satisfacer la demanda de la comunidad musulmana de la capital, calculada en torno a las 300.000 personas[25]. El tolerantismo belga permite un sufrimiento animal por un respeto mal entendido de la tradición islámica que, en países como Indonesia y Jordania, está afortunadamente prohibido.

Otro caso patente de generosidad institucional tiene lugar en Francia (agosto 2016) cuando la Corte Suprema anula el decreto antiburkini que una treintena de ayuntamientos de ciudades costeras habían aplicado con el argumento de que su uso en las playas podría suscitar tensiones y perturbar el orden público en un contexto de fragilidad social tras los atentados de Niza. La provocación evidente que supone el uso -a los pocos días del suceso- de esa prenda en el mismo escenario que un terrorista segó con un camión lanzado a toda velocidad la vida de 85 personas encolerizó a muchos franceses que apoyaban el reglamento municipal. Previamente, otro Tribunal de rango inferior, había declarado que la prohibición era legal y que respetaba los principios de laicidad de la República.

Queda bien patente el problema de fondo: la islamización paulatina de la UE no es anodina sino que está llena de peligros para la cohesión social. Cada exigencia satisfecha se convierte a los ojos de los líderes más reivindicativos en un derecho adquirido e irrenunciable, el cual es muy difícil suprimir o reducir después sin crear estados de tensión comunitaria. La falta de deseo de integración conduce a la polaridad, a la adopción de posturas más radicales y defensivas por parte de la comunidad más secular, la europea. Por eso, muchos europeos se sienten maltratados por una legislación perfilada por el laicismo más estricto pero que paradójicamente parece dispuesta a aceptar sin pestañear otras demandas religiosas, disfrazadas de demanda de libertades individuales, desde el momento que no provengan del mundo católico.

Las encuestas encargadas por organismos públicos y privados llegan a las mismas conclusiones: muchos musulmanes no se adaptan ni se integrarán en el estilo de vida europeo y sin embargo no han sido tenidas en consideración por los partidos políticos para mover un ápice el timón legislativo.

Diríase que ciertos dirigentes son contrarios a desviar el rumbo de la islamización progresiva, tal vez porque ven en esta minoría un fondo de comercio electoral. Por eso, los partidos presentan cada vez con más frecuencia candidatos musulmanes en sus listas electorales para atraerse a estos votantes. Su presencia creciente en los ayuntamientos puede explicar que en un pueblo de los Países Bajos, se denegara una subvención de unos mil euros para una celebración religiosa cristiana y se otorgara una cifra superior para otra celebración musulmana. La elección del musulmán Sadik Khan como alcalde de Londres (mayo 2016) es una prueba de la tolerancia europea, que nunca tendrá una contrapartida en los países islámicos.

Estos ediles municipales, con su historia y su trayectoria, chocan a veces con la cultura política del partido al que pertenecen. Fue el caso en Bélgica de los tres diputados socialistas de origen turco que consiguieron que el pleno del Congreso se abstuviera de guardar un minuto de silencio en recuerdo del millón y medio de víctimas del genocidio armenio en su centenario ([26]), incluso obtuvieron que el presidente no pronunciara la palabra “genocidio”. En Francia este tipo de actitudes son delictivas y castigadas con multas, e incluso penas de prisión, al aplicarse penas al delito del “negacionismo”.

La integración parece imposible a los ojos del propio rey de Marruecos Hassan II, quien declaraba sin medias palabras en un programa de televisión francesa (7sur7, 1983) [27]. Para el Rey, la integración sí es posible entre europeos porque la trama es la misma, “ los movimientos migratorios en la historia europea han sido Este-Oeste”, pero en este caso se trata de otro continente y de otro sentido Norte-Sur, y que hagan lo que hagan, sus conciudadanos marroquíes siempre serán “malos franceses”, “nunca serán franceses al 100%, se lo garantizo”. Lo dice con aplomo y naturalidad, un juicio que los líderes de la UE, guiados por un voluntarismo ingenuo e integrador, prefieren olvidar. Lo que parece una verdad diáfana para el Rey hoy sería tachado de islamofobia si lo dijera un político europeo o un simple ciudadano de la Unión. Sería criticado, tachado de racista, debería pedir disculpas, sería menospreciado y excluido del colectivo de los bienpensantes.

El trabajo de integración es difícil y siempre quedarán flecos sin recortar. En realidad la política adecuada hubiera sido, y nunca es tarde en estas delicadas cuestiones,  favorecer la adhesión de los musulmanes a los valores humanísticos occidentales, para que abracen el credo de la libertad y la igualdad. Pero esto choca con enfoques más puristas: “¿Un islam de Europa?, imposible, solo hay un islam”, dice Erdogan, presidente de Turquía. Los árabes, históricamente muy militantes de su religión política, tienen las ideas claras  y su vanguardia integrista no se cansa de repetir una vieja proclama: “gracias a vuestras leyes democráticas os invadiremos, y gracias a  nuestras leyes islámicas os conquistaremos”, una declaración del teólogo Youssef al-Qaradawi, referente teórico de los Hermanos Musulmanes, en 2002[28]. Esta misma idea la repetirá en otros términos cuando los suizos prohíben por referéndum la construcción de nuevos minaretes en 2009. En su programa de la televisión Al-Jazira “La sharia y la vida”, responde que la conquista se producirá de todas maneras y que todos los seres humanos se encontrarán reunidos un día por la palabra de dios, porque el islam es la religión de todos y su misión es guiar el mundo, tal y como proclamara el fundador al-Banna.

1.3 El sustrato teórico de la violencia integrista

Desde junio de 2014 existe una guerra interreligiosa entre un autoproclamado Estado Islámico[29], y los países árabes limítrofes. Pero esa guerra desborda las fronteras y se vierte en Europa.

La Umma o comunidad de creyentes ([30]) es una nación unida en la fe que desborda las fronteras nacionales. El sentimiento de pertenencia comunitaria es muy alto entre la comunidad musulmana. Existen actualmente 57 Estados miembros de la Organización de la Cooperación Islámica con representación permanente ante Naciones Unidas en Ginebra (Suiza) y Nueva York (EE.UU). Paradójicamente, dentro de esa comunidad, que se manifiesta unida en un solo bloque cuando es visto desde el exterior, conviven facciones  y corrientes muy diferentes según la interpretación que hagan unos u otros de los textos coránicos. Las luchas fratricidas han sido frecuentes y han causado grandes estragos en el interior del islam a lo largo de la Historia, pero es en los últimos treinta años cuando adquiere una nueva dimensión. La falta de una jerarquía en el seno de su iglesia, la cacofonía consecuente y la existencia de miles de hadices, escritos a partir del siglo IX e interpretados a su manera por los compañeros y luego los sucesores de Mahoma, son elementos que no pueden sino añadir confusión entre la Umma, que desborda los confines de los países árabes.

El-Banna, creador en los años treinta de los Hermanos Musulmanes, defendía la idea, hoy triunfante, del restablecimiento de un Califato gobernado por un imán supremo que fuera “la sombra de Dios en la tierra”, el sueño añorado de la unidad islámica en el seno de un único estado: la unificación de toda la Humanidad bajo el credo de Mahoma. De aquel sueño surgió el panarabismo de los años cincuenta y resurge hoy este internacionalismo que anima a los jóvenes brigadistas musulmanes europeos a alistarse en el ejército de Daesh, que se presenta como un nuevo Califato.  Para ellos, todo aquel que se declare enemigo del islam es enemigo de mil millones y medio de creyentes, y debe ser combatido.

Para la inmensa mayoría de la Umma, los yihadistas de hoy, que perpetran sus crímenes bajos los focos de Internet en una puesta en escena macabra y global, traicionan y ensucian el Corán en sus aspectos místicos y espirituales profundos pero, por su lado, los terroristas y su interpretación rigorista y primaria, encuentra en su libro sagrado materia para justificar sus crímenes. Los textos son pretextos. El profeta ha dicho que él reía cuando mataba y también que los enemigos del islam se encontrarían frente a la bandera de la yihad. En la sunna, que el el conjunto de hadices que recogen los actos y palabras de Mahoma, los terroristas encuentran justificación a toda su desenfrenada violencia, y a toda suerte de llamadas al odio interreligioso. Los textos de los hadices pueden considerarse antisemitas, homófonos, misóginos y belicosos. Si se toman al pie de la letra, se justifica el derecho a lo abominable. Se degüella a los infieles, a los homosexuales, a los apóstatas, se lapida a las adúlteras y se viola a las esclavas.  Todo esto que parece inconcebible en el siglo XXI, los ayatolás, talibanes y yihadistas lo han puesto en práctica en diferentes partes del mundo, desde las montañas de Afganistán hasta los desiertos de Mali, ante los ojos aterrados del civilizado ciudadano europeo. Paralelamente, sus ideólogos y propagandistas siembran la Red con vídeos que chorrean odio: cadáveres arrastrados por camionetas, crucifixiones de enemigos, decapitación de rehenes, condenados por “sodomía” lanzados desde lo alto de edificios, etc., en un goteo insoportable e inhumano que parece no encontrar un tope a la atrocidad. La barbarie toca techo en enero de 2015, con el feroz ataque a la redacción del periódico satírico francés Charlie Hebdo, en París, donde ametrallan a los redactores que preparaban la nueva edición.  En su huida, a un gendarme le descerrajan una bala en la cabeza cuando está herido en el suelo. La lista se alarga en los días siguientes con la quema de un piloto jordano encerrado en una jaula (feb. 2015), el degüello de un periodista japonés, y de 21 cristianos coptos egipcios en una playa de Libia (feb. 2105), quema de dos soldados turcos (diciembre 2016). Todo es cuidadosamente filmado y mostrado en Internet. Hay una razón a este exhibicionismo macabro: la ley coránica establece que las penas deben ser ejecutadas en público para que cumplan una función ejemplarizante. Por eso, bajo la dictadura Gadafi, que en cierta época dirigía personalmente la plegaria en la mezquita, los escolares eran llevados a los estadios a presenciar las ejecuciones públicas, que eran por otro lado transmitidas en directo en la televisión. Hoy Youtube se ha convertido en la plaza pública de los yihadistas. Empezó con la degollación del periodista Daniel Pearl y siguió con las de Hervé Gourdel, James Foley y David Haines. Debemos suponer que los yihadistas están muy agradecidos a la tecnología que les permite difundir la ejecución no una sola vez en la plaza pública, como antaño, sino retransmitirla en streaming, al mundo entero, a cualquier hora, a la carta.

“Al simple instinto de supervivencia, algunos lo llaman erróneamente islamofobia”

La supuesta legitimidad de la guerra declarada a Occidente se encuentra en la teología del islam, donde solo existen dos mundos, Dar el-Islam y Dar el-Harb. El primero es la Casa del islam, y el segundo la Casa de la Guerra. Si uno no está incluido en la primera, significa que está en la segunda, por lo que le espera un estado de guerra permanente. La consecuencia es evidente, los enemigos del islam solo gozarán de la deseada paz cuando se hayan convertido, voluntariamente o a la fuerza, a dicha religión. Desde ese punto de vista, un estado que combate a un país musulmán enviando aviones para bombardear sus posiciones en Siria o Irak, combate a toda la nación islámica y se convierte automáticamente en un enemigo que debe sufrir la yihad. El país o sus nacionales quedan sujetos a su justicia y a la ejecución pública, ya se trate de un periodista japonés, inglés o americano, como ha sido el caso. Ese es el dramático destino que aguarda a los prisioneros si los países no ceden a la exigencia de liberar a alguno de los suyos o de pagar un rescate altísimo. El objetivo es sembrar el terror mediante chantajes tan abyectos como inaceptables. Algunos especialistas ven en esta actitud una estrategia de la provocación para forzar la intervención en tierra de tropas occidentales. La visión maniquea no deja lugar para la duda: conmigo  o contra mí. Para los islamistas, Europa y Francia son considerados como enemigos del islam, aunque en absoluto lo sean, como lo vienen demostrando desde hace 60 años con pruebas fehacientes y esfuerzos integradores. De la situación actual puede derivarse un enfrentamiento de gravísimas consecuencias. El Choque de Civilizaciones predicho por Samuel Huntington en 1996 ([31]) se hace cada vez más patente. Existe un peligro grave y la estrategia del avestruz es la menos apropiada.

Lógicamente no toda la comunidad musulmana interpreta literalmente el Corán. No se trata de un problema de los textos, -menos grave en el Corán que en los hadices- sino de interpretaciones de minorías fanatizadas que se apropian de la letra del dogma y la utilizan como un arma de combate, de poder y  de opresión. Tales son las ideas vehiculadas en nuestra sociedad por imanes radicalizados a quienes se les ha dejado predicar el odio en el entorno de las mezquitas de Europa con una dejadez incomprensible durante años. Los musulmanes deben progresar y sobrepasar la lectura primaria de los textos sagrados. El islam debe posicionarse sin dilación en el siglo XXI y abandonar su fanatismo intolerante y medieval. Los consejos dados en el siglo VII para regir la vida del creyente hasta en sus mínimos detalles no tienen razón de ser en el siglo XXI. Muchos son simples consejos higiénicos que pueden justificarse por el deseo de evitar la transmisión de enfermedades infecciosas en aquella época, que podrían explicar por ejemplo la prohibición de tener perros en las casas, o de no comer con la misma mano con la que nos lavamos después de defecar, o la más conocida de no comer cerdo ni la carne de un animal encontrado muerto.  Otras fueron dictadas supuestamente para proteger a las mujeres, sujetas en aquel entonces a todo tipo de abusos, razón por la cual no debían salir solas a la calle, ni montar en camello. Pero ¿qué sentido tiene hoy invocar alguna de estas prohibiciones para que a la mujer no se le permita conducir un coche en Arabia Saudí? Es esta transferencia del pasado al presente, obviando el transcurso de 1.300 años de historia, lo que es incomprensible. Esta obcecación de la casta religiosa a adaptarse al presente no es exclusiva del islam. Existen otros anacronismos insoportables sancionados no por la palabra revelada sino por el Código Civil, por ejemplo la posesión de armas de fuego en Estados Unidos, un derecho constitucional que nace para garantizar el derecho a la autodefensa a finales del siglo XVIII pero que sigue vigente en la mayor democracia del mundo y causa la muerte de unas treinta mil de personas al año, muchos de ellos escolares ([32]).

En la ley islámica, si un pueblo se niega a adoptar la doctrina mahometana, el musulmán puede reducirlos a la esclavitud para pagarse como un botín de guerra. Un informe del Comisariado de los Derechos Humanos señala que Daesh ha raptado, abusado sexualmente o vendido más de 25.000 mujeres y niños.

El ideario yihadista tiene tres líneas de actuación: la limpieza étnica, la limpieza religiosa y las limpieza cultural. La persecución de los cristianos de Mossul, cuando esta ciudad cayó ante la ofensiva del Estado Islámico, fue considerado por Ban Ki-moon, el Secretario General de la ONU, un crimen contra la humanidad (julio 2014)[33]. La población cristiana, implantada en la región desde hace más de 1.000 años había sido conminada a convertirse al Islam o a pagar el impuesto que la sharia obliga a pagar a los no musulmanes. En caso contrario serían degollados. En las paredes de sus casas los islamistas habían pintado la letra “N” para indicar que las propiedades de los Nazarenos habían sido expropiadas. Es difícil no pensar en el pasado reciente europeo y no aplicar el adjetivo de islamo-nazismo a estas acciones. Para Humberto Eco puede hablarse de una nueva forma de nazismo con sus métodos de exterminación y su deseo apocalíptico de dominar el mundo[34].

Algunos meses después, la batalla de la montaña de Sinjar (diciembre 2014) puede hacernos rememorar por su crueldad los sitios históricos de Numancia o Massada, al carecer los sitiados de agua y alimentos. La minoría yazidí, una población kurdófona de religión zoroástrica que se habían refugiado en las montañas desérticas de esta región del noroeste de Irak, sufrió casi el exterminio en diciembre de 2014, un verdadero genocidio planificado. Los sobrevivientes relatan cómo los yihadistas dinamitaban las casas con sus habitantes, mujeres y niños, en el interior. Los islamistas vendían a las mujeres por 150 dólares, y podían mantenerlas enterradas en zulos de 2 m², sin luz ni ventilación. Una ciudad de 300.000 almas quedó desierta en poco tiempo. Daesh, saqueó, masacró, redujo a la esclavitud a muchas mujeres y empujó al éxodo a cientos de miles de personas, a imitación de los desplazamientos de la época estaliniana. Los kurdos de Irak y los kurdos de Turquía, en una alianza peculiar, unieron sus pobres fuerzas para salvarlos con las pocas armas que Francia les procuró, en particular los misiles Milán. Su reconquista supuso la primera derrota importante de Daesh. Al poco se descubren fosas comunes con mujeres y hombres ejecutados, pero también niños[35]. Uno de los pocos sobrevivientes cuenta que ejecutaron a los que no se convertían al Islam, y de nada servían las súplicas de salvar al menos a los niños: según nuestros preceptos religiosos todo aquel que tenga más doce años debe morir, declaraban. Otros eran convertidos a la fuerza y entrenados para cometer atentados, a veces como bombas humanas.

Históricamente la yihad ha servido para saquear, raptar y robar en Sudán y zonas del África subsahariana, antes llamada África negra. En total dos millones de esclavos aún durante el siglo XIX, dos tercios de ellos mujeres para servir en el harem ([36]). En Mali, los islamistas aplican la sharia en las ciudades que controlan (enero 2013). Los ciudadanos contra los que los terroristas aplican la ley islámica tienen la piel negra. Les amputan manos y pies por robar. Es una forma de sembrar el terror entre la población. Los otros, llamados "moros", por el momento no han sufrido lapidaciones o flagelaciones públicas. La cacería era solo contra los negros.

Los musulmanes acusan a Europa de racista pero aquí existen leyes igualitarias y la discriminación está perseguida. Parece que no son capaces de ver como es tratada la población negra del Maghreb, como son tratados los inmigrantes subsaharianos provenientes de Malí o Senegal que llegan a Argelia. La xenofobia es patente. Diríase que existe un principio psíquico por el cual, aquel que se considera víctima por un lado no se percibe nunca como verdugo por el otro.

Hoy, la banda de saqueadores Boko Haram, que significa “la educación occidental es un pecado”, se dedica a la trata de esclavos encubriéndose de una ideología religiosa que no es sino pura política de expansión y de extorsión. Estos esclavistas son los verdugos de sus hermanos de raza, que raptan y venden, siguiendo una tradición islámica que reivindican y  que perdura desde hace catorce siglos. En mayo de 2014 secuestraron en Chivok (Nigeria) a unas doscientas niñas cristianas del internado donde estudiaban para venderlas como esclavas después de haberse visto forzadas a convertirse al islam para salvar sus vidas[37].

Estos alumnos aventajados del Daesh, en cuanto a la brutalidad, controlan el noreste de ese país y ya han causado la muerte de 13.000 personas y el desplazamiento de más de tres millones hasta mediados de 2015. En enero de 2015 este grupo borró prácticamente del mapa los pueblos de Baga y Doron Baga, en Nigeria, y asesinó a cientos de personas, mujeres y niños. También en lo que va de año (2015) han utilizado en tres ocasiones a niñas menores de diez años como bombas humanas para los atentados suicidas ([38]). El último (15 de mayo de 2015) es el que una niña de unos 12 años que detonó su cinturón de explosivos ocultos bajo el hijab en una estación de autobús, en el noreste de Nigeria, causando siete muertos y 31 heridos.

A Boko Haram le ha salido un competidor igualmente sanguinario. Se trata de la milicia islamista somalí Al Sahab, rama de Al Qaida. Su último crimen (abril 2015) es el brutal asesinato de 148 estudiantes en la universidad de Garissa, en Kenia. A los estudiantes se les interrogaba sobre el Corán y aquellos que no sabían responder se les ejecutaba después de obligarles a chapotear simulando nadar en la sangre de las víctimas precedentes. Estos grupos asesinan personas y destruyen la vida, el patrimonio y la cultura: Isis en Nínive y Palmira, Boko Haram en Tombuctú, Al Sahab en Kenia, dedicándose al tráfico ilegal del marfil para financiarse, y poniendo en peligro de extinción al elefante africano.

2 LEY O VIOLENCIA

La violencia, como señala la especialista Anne-Marie Delcambre ([39]), existe en el Corán y  particularmente en los hadices, los textos que relatan la vida del profeta y cuyos principales datan del s. IX. El Corán y los hadices forman la Suna. En la corriente suní, los hadices son más estudiados y respetados que en la corriente chií, donde solo el Corán se considera como la palabra revelada. Históricamente el sunismo siempre estuvo en el poder y persiguió a los chiís por herejes.

En los hadices se recogen las palabras dictadas por Mahoma en Medina. Son un compendio de las tradiciones y normas que deben regir la vida cotidiana del fiel: forma de comer, de tener relaciones sexuales, de orinar, de dormir, etc. y en particular las formas de castigo de la sharia o ley islámica. En ellos, las mujeres, los judíos, los cristianos, los apóstatas y los ateos salen mal parados. Se enumeran los castigos y penas, como los de cortar la mano del ladrón, la flagelación pública, o la pena de muerte para la apostasía. Contra lo que podría esperarse, estos castigos son todavía moneda corriente en países árabes en mayor o menor grado. Hoy (mayo de 2014) se aplica en Arabia Saudí y en Sudán entre otros ([40]).

La pena de muerte es aplicada habitualmente en Irán donde, según Iran Human Rights, se han ejecutado a 530 personas en 2016, en ocasiones con acusaciones tan vagas e insostenibles como la de “extender la corrupción en la tierra”, aunque en realidad puede pensarse que esconden un ataque a la libertad de expresión, como es el caso de la iraní Marjan Dawari, condenada a muerte por haber traducido un libro del grupo religiosos norteamericano Eckankar (marzo 2017). En el Islam, la acusación de “blasfemia contra el profeta” puede acarrear desde pena de cárcel hasta una condena a muerte, como en Pakistan[41] y en Irán[42]. Bajo esa misma acusación se justifica la persecución de los cristianos, como en Nigeria (agosto 2016) donde 8 personas fueron quemadas vivas por “insultos al profeta”[43].

La misoginia de los textos religiosos es bien patente e impregna todo. En ellos se lee que la mayoría de los que están en el infierno son mujeres, y se dan las instrucciones sobre cómo pegar a la esposa, o las prohibiciones a las que está sometida (cr. infra). Jurídicamente la mujer vale la mitad que el hombre. El cuerpo de la mujer es impuro y puede volver impuro un río o un océano. El hombre al que una mujer ha tocado debe volver a hacer sus abluciones porque desata en él sus impulsos sexuales.

El adulterio se castiga con la lapidación. Esta práctica, si bien no existe en los sura del Corán, como se apresuran a decir los imanes cuando quieren responder a las críticas, sí aparece en los hadices. Pero la violencia contra la mujer es intrínseca al Corán. Houria Abdelouahed observa que palabras como misoginia, machismo o sexismo carecen de equivalente en la lengua árabe, como si no existieran en la realidad.[44]

Los terroristas islamistas de Al-Qaeda o de Daesh no han inventado nada, se limitan a reivindicar la ley escrita. Para numerosos autores, el germen del problema del islamismo integrista se encuentra en la religión musulmana. Sus acciones más perversas encuentran justificación en los textos que, supuestamente transmiten las palabras del profeta. En la misma línea se posiciona A. Elorza: “En suma, el islam no es terrorista, pero existe una línea de interpretación, […] que fundamenta el yihadismo. Su prevención es imprescindible”. [45]

El terror perverso de Daesh tiene sus antecedentes en el fanatismo perverso de Al-Qaeda, cuando en 2006 recupera su influencia en las zonas de Irak abandonadas por las tropas norteamericanas, como en Ghazaliya, donde todo estaba prohibido, desde la música hasta el hielo y los cigarros porque decían que no existían en tiempos de Mahoma, y donde por supuesto se secuestraba y se asesinaba igual a chiíes que a suníes y se dinamitaban sus cadáveres[46].

Desde el momento mismo de la muerte de Mahoma el poder se tribalizó, y continúa desde entonces. En los países islámicos el poder lo tiene una u otra corriente religiosa, no son partidos a la usanza europea, son dinastías. El islam no es una religión, sino que se ha convertido en ideología de poder que se mantiene en él mediante el ejercicio despiadado de la violencia, el islamismo es una ideología sin cultura, que ha transformado la religión en ideologia. Cuando la ideología se hace con el poder y lo tribaliza, utiliza la religión como una propiedad, como un patrimonio familiar. Esta violencia, según el ensayista y poeta sirio-libanés Adonís, es intrínseca al Islam y hunde sus raíces en el Corán, que es un texto extremadamente violento. Existen en él 80 versículos sobre la Geheene, el infierno. De 3.000 versículos, el tema del castigo y el suplicio de infieles, impíos o no creyentes ocupa 370 versículos.

Todos los niños deben aprender en la escuela que cualquier texto sagrado está por debajo de las leyes humanas

Los textos coránicos no están adaptados a nuestro tiempo ni a nuestra cultura occidental humanista. En muchos aspectos son simplemente incompatibles. Por eso, para muchos imanes, toda norma que contradiga la sharia debe ser ignoraba o abolida por el creyente. Este precepto obliga igualmente a los musulmanes europeos. Esta contradicción entre ley civil y ley coránica será insoluble si no se establecen con claridad las normas de convivencia elementales que todos deben respetar. Para empezar, todos los niños deben aprender en la escuela que cualquier texto religioso está por debajo de las leyes. Todos los niños escolarizados en Europa, incluidos los niños musulmanes, deben educarse en ese precepto político básico: la  ley de los hombres prevalece. La ley prevalece sobre el credo. Si hay contradicción con la sharia, la sharia debe considerarse ilegal en aquellos pasajes que infrinjan las leyes del Estado. No hay que limitarse a prohibir la escisión del clítoris, maltratar a la esposa o llevar el burka. La renovación debe iniciarse en la escuela para evitar que se produzcan reacciones inadmisibles como las ocurridas en Francia tras los crímenes de Charlie Hebdo en enero de 2015. En efecto, en algunas escuelas los profesores no consiguieron imponer el minuto de silencia en signo de recogimiento y del duelo que recorrió toda Francia en esos días. Hubo un rechazo disidente por parte de estudiantes musulmanes, mayoritarios en muchas escuelas públicas. Pero el hecho no es nuevo, ya se constató en 2001 tras los atentados del 11-S de Nueva York que causaron la muerte de casi 3.000 personas. En los colegios en Francia es frecuente que los adolescentes se levantan del pupitre para criticar las enseñanzas sobre la biología, las ciencias naturales o la historia, porque están en desacuerdo con su fe. Eso es inadmisible.

Jóvenes y adolescentes parecen mas rigoristas que sus padres en esta materia, y muestran una agresividad que no tienen sus mayores. Puede decirse que si no aplauden la ejecución de los periodistas de Charlie Hebdo, al menos “comprenden” a los terroristas. La yihad justifica todos los horrores, y algunos de sus hermanos de fe se muestran comprensivos con ellos desde los países europeos en que viven. Pueden odiar tanto a Occidente que son capaces de defender los actos bárbaros de un criminal de guerra. Y eso a pesar de haber nacido y haber sido educados en los valores de la República, y haber asistido a sus escuelas. La “comprensión” es más explícita cuando se trata del terrorismo de baja intensidad, como amedrentar a mujeres en la calles. En los barrios de mayoría musulmana, es notorio que grupos de jóvenes acosan a otras jóvenes de su comunidad porque van vestidas con ropas “indecentes”. Las asustan, las insultan, y las amenazan, de manera que con el tiempo, la persona, para evitar esas agresiones verbales, prefiere renunciar a su manera de vestir. En Bruselas, niñas de 12 años han sido insultadas y tratadas de putas por llevar una faldita. Esta renuncia es en el fondo una claudicación ante las presiones de los radicales que triunfan al imponer su ley vestimentaria. Con el paso del tiempo el barrio se islamiza, las jóvenes dejan de ponerse zapatos de tacón, pantalones ajustados, o dejan simplemente de salir a la calle si no están acompañadas por un miembro masculino de la familia, como dicta la sharia. El miedo se ha impuesto, pero algunos dirán que en el Corán la mujer es libre de vestirse como quiere.

2.1 Miedos y seguridad

El integrismo islámico ha desbordado los límites de la discusión teológica para abonar el campo de la lucha política. Su progresiva implantación en Europa plantea graves problemas de convivencia, reduce nuestro grado de tolerancia, fomenta la contraviolencia y es la antesala de un déficit democrático al aplicar los Estados una batería de medidas legislativas y policiales para combatirlo. Además, sus efectos son explotados por los partidos populistas antidemocráticos europeos, e igualmente tiñe el de otros partidos que tratan de contrarrestar el empuje de la extrema derecha apropiándose parcialmente de su discurso más efectivo.

Otra de las consecuencias más graves es el peligro que implica para Europa verse arrastrada a una guerra. Recordemos que según la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) cualquier país miembro que sea atacado por otro país, puede solicitar la ayuda de los demás miembros, los cuales están obligados a proporcionársela (fue el caso de Turquía (julio 2015), ante los ataques del Estado Islámico en su frontera). Por todas estas razones es un deber primordial de los Estados encontrar las causas de la radicalización en Europa y luchar contra ella con toda la firmeza de la ley. Los atentados de enero de 2015 en París han provocado reacciones indiscriminadas en Francia contra la comunidad musulmana. La “amalgama”, cuyo peligro  denunciaban los políticos responsables, esto es la identificación errónea del enemigo, no ha podido evitarse.  Los actos terroristas radicalizan la opinión pública, dividen al país, fomentan la agresividad atávica y provocan una violencia defensiva irracional e injustificable. Una de las consecuencias más negativas de la islamización de las sociedades europeas es la ascensión de la extrema derecha y en general de los discursos nacionalistas, populistas y fascistas. Combinada con la crisis económica (el aumento el paro, el vaciado de las arcas públicas incapaces de garantizar los derechos sociales adquiridos por los trabajadores, que se han visto privados de ellos en cuestión de unos pocos años) la presencia de una población alóctona se considera un intruso en el reparto del gasto social. Los partidos de extrema derecha, con un discurso sesgado y populista, explotan el sufrimiento y el miedo prometiendo soluciones autoritarias y xenófobas.

La precariedad se prolonga en la pobreza, y es bien sabido que el diablo baila en el bolsillo vacío. La pobreza es caldo de cultivo de la delincuencia. El aumento de la delincuencia comporta un aumento exponencialmente mayor de la inseguridad. Al final, la violencia en la banlieue, que tiene causas múltiples, tiene para muchos franceses el rostro de la inmigración, a pesar de que muchos de los jóvenes implicados sean musulmanes franceses, es decir no son inmigrantes. El punto álgido se alcanzó en octubre-noviembre de 2005, cuando se inicia una oleada de incendios de coches que se extenderá, a partir de la banlieue parisina, a toda Francia. Durante las tres semanas de revueltas se alcanzó la cifra impresionante de 9.193 coches incendiados[47], obligando al gobierno a declarar el estado de sitio. Este caso de la quema de coches es un fenómeno típicamente francés y se produce con especial virulencia durante la Nochevieja y el 14 de julio, unos motines que forman parte del “folclore” de estos barrios que la prensa llama « sensibles »[48]. En 2016 ardieron 855 coches y en 2017 otros 897 en la noche de la Fiesta Nacional. Unas cifras que no son aireadas por la prensa francesa para evitar una carrera de emulación hacia el récord, año tras año.

Se quiera o no, para detener el paso de la extrema derecha hay que detener el ritmo de la islamización de la UE, que nutre los miedos de ciudadanos que terminan echándose en los brazos del populismo

Esta es la percepción que tiene hoy parte de la población europea, sin distinción de clase social, puesto que ricos, clases medias y clases populares comparten ese sentimiento. Los ciudadanos sobrevalúan la inseguridad y tienen a darle un rostro. Pueden ser los barrios populares, los traficantes de droga, los inmigrantes, los árabes, los negros, los rumanos… y poco importa si las estadísticas policiales lo respaldan o no con cifras. El sentimiento y la emoción remplazan otras consideraciones. La realidad es lo que uno siente, lo que le concierne diariamente, y esa percepción tiene más peso que las palabras tranquilizadoras de los líderes políticos en los telediarios cuya misión es lógicamente mantener la convivencia y la cohesión social.

Ciertos datos vienen a corroborar el sentimiento de inseguridad. En octubre de 2014 aparece un informe de la Asamblea Nacional de Francia con datos sensibles que da cuenta de que el 60% de los prisioneros en las cárceles francesas son musulmanes, para una población del 10% ([49]). Nada mejor para estimular las soflamas extremistas. Dos años más tarde, en julio de 2016 una importante encuesta del IFOP (Instituto Francés de Opinión Pública) pone de manifiesto el aumento del sentimiento de intolerancia de los franceses ante la islamización del país[50]. Los datos ponen de relieve que el 33% de los franceses creen que el islam representa un peligro. El 47% cree que la presencia de la comunidad musulmana en Francia es una amenaza para la identidad del país. El 63% considera que la visibilidad y la influencia de esa religión es demasiado grande.

Suiza fue el primer único país de Europa donde se convocó un referéndum sobre la construcción de nuevos minaretes (2009). Se le acusó inmediatamente de despertar el mito del islam conquistador, de fomentar la xenofobia y el miedo irracional a un supuesto “peligro verde” natalista, expansionista, militante y proselitista. No se trataba solo de debatir el problema de la estética arquitectónica sino el problema de fondo de la integración y de preservar la paz religiosa. En esos años Suiza contaba con un menos del 5% de población musulmana y con solo cuatro minaretes, pero fueron los primeros en tomar en serio la amenaza del integrismo religioso sin por ello prohibir la construcción de mezquitas. Suiza reiteró un papel precursor al lanzar el debate sobre los límites del Islam en el país. También corresponde a este país la prohibición del sacrificio de animales en los mataderos sin ser previamente aturdidos, que remonta a 1893,

En el frágil e inevitable equilibrio entre libertad y seguridad, el terrorismo islamista ha dado alas a la extrema derecha para exacerbar su discurso populista, xenófobo y nacionalista que parece justificarse mejor en esas situaciones. Paralelamente los gobiernos se ven obligados a tomar medidas excepcionales para garantizar la seguridad, reduciendo la libertad de todos un poco. Los ciudadanos, asustados, lo consideran como un mal menor en todas las encuestas. Se acepta las medidas de seguridad cada vez más estrictas en los aeropuertos desde el 2001, tras el atentado a las torres gemelas del World Trade Center, en Nueva York.  El registro de equipajes en los aviones, el escáner corporal, los arcos magnéticos en todas las embajadas del mundo y organismos oficiales, instituciones y estaciones, la presencia policial y militar reforzada en las calles, los registros sin orden judicial, las mayores prerrogativas a los cuerpos de seguridad del Estado, el espionaje masivo de correos, las escuchas telefónicas, la vídeo vigilancia omnipresente, el gps “espía” en los coches, la vigilancia de las cuentas de Internet, las listas negras para viajar al extranjero, las leyes como la Patriot Act (2001), o la ley antiterrorista en Túnez (junio 2015), o las medidas de estado de urgencia, como en Francia, donde sigue en vigor desde noviembre de 2015, son consecuencia de la acción yihadista cuyo fin es precisamente aterrorizar. En esta línea liberticida, que acepta la mayoría de la población según los sondeos, se inscribe el proyecto de ley sobre seguridad que el ministro Valls va a imponer en Francia. Pero ¿quién va a oponerse?, ¿los mismos que cuando hay un atentado mortal acusan a la Policía de no haber hecho bien su trabajo? ¿Si no tienen los medios materiales para la prevención, la investigación, la represión, ni el marco legal para las escuchas o los registros o las detenciones prolongadas cómo pueden llevar a cabo una acción eficaz contra los terroristas? El terrorismo obliga a Europa a gastos suplementarios en época de crisis. Desde enero de 2015, con el peligro islamista más amenazante que nunca, se ha aumentado el nivel de alerta, del 3 al 4 en Bélgica y en Francia, lo que impone sacar a los soldados a la calle para proteger edificios públicos, escuelas judías, Parlamentos, Metro, instituciones, zonas comerciales, espectáculos de masas y edificios simbólicos. Las medidas soliviantan a los defensores de la libertad a ultranza. El Estado se encuentra entre la espada y la pared, porque cuando se produce un ataque terrorista recibe las críticas por todos lados por no haber hecho lo suficiente para proteger a los ciudadanos inocentes. La amenaza del terrorismo islámico ha sacado a la calle a miles de soldados o agentes de seguridad bien pertrechados que patrullan por todas las zonas susceptibles de ser objetivo de ataque, en total 160.000 en Francia (hasta julio 2016), a lo que se añade la demanda creciente de agentes de seguridad privada en aeropuertos y otros lugares.

En Chad, por ejemplo, el presidente Idriss Déby ha equipado a su ejército para luchar eficazmente contra la milicia nigeriana de Boko Haram, sobre la que ha obtenido resultados militares incontestables en su ofensiva de 2015, pero a la vez esta decisión le ha valido tanto la gratitud de Occidente como las críticas de la oposición interna, que le acusan de malgastar el poco dinero del país. El Chad es uno de los más pobres del mundo en el IDH (Índice de desarrollo Humano) pero su gasto militar que sobrepasa al de cualquier otro país del entorno.

Todas las medidas de seguridad contra el islamismo suponen una extraordinaria movilización de medios materiales y humanos en un esfuerzo a veces de dudosa eficacia. Se sabe que el ataque de un lobo solitario, aunque esté fichado por los Servicios de Información, es por definición imprevisible. Todo esa hiperactividad por garantizar una seguridad imposible al cien por cien da seguridad al ciudadano, pero al mismo tiempo lo perturba. A la vez, el estado debe movilizar enormes contingentes de personal y medios materiales. En Francia, tras los atentados de enero en París, se van a contratar a 2.680 agentes  suplementarios en los servicios de Información y Defensa en los próximos tres años, y 60 imanes nuevos van a sumarse a los existentes para las prédicas en las prisiones y prevenir el terrorismo entre los reclusos. Francia va a dedicar 760 millones en la lucha contra el terrorismo, de aquí a 2017 ([51]). Pero en esta época de crisis, muchos se preguntan de qué partida presupuestaria sacará el dinero el Estado. Cuando se sabe que el dispositivo de seguridad contra el terrorismo, llamado Vigie Pirate, cuesta un millón de euros al día, que podrían dedicarse a suplir necesidades más sociales, los ciudadanos tienen razones para lamentarse. En total, en abril, existen en Francia 120.000 policías, gendarmes y militares dedicados a la vigilancia y seguridad de lugares susceptibles de atentado. A las escuelas judías y a las sinagogas se han añadido a partir de abril de 2015, las iglesias católicas. Tras los atentados de París del 13-N, Francia elevó aún esta partida presupuestaria y aumentó el número de soldados en las calles a 10.000 efectivos. El presidente Hollande planteó ante el Congreso hasta la reforma de la Constitución para poder luchar más eficazmente contra el terrorismo. Bélgica declara por su parte que será flexible en cuanto a los objetivos de austeridad presupuestaria, dando la prioridad a las medidas de seguridad por onerosas que estas sean. Tras el terrible atentado de Niza en julio (86 muertos), la operación “Centinela” que había volcado 10.000 militares en las calles, sobre todo en la capital, se prolonga y se despliega por las provincias de todo el país.

Los gobiernos europeos pueden contrarrestar la extensión del brigadismo en su suelo coordinando sus políticas de infiltración y lucha de los terroristas pero evidentemente no pueden detener el yihadismo en Oriente Medio. Este solo podrá desaparecer por la intervención de los propios países árabes. En el pasado, los gobiernos que en los países arabo-musulmanes han servido de dique a la expansión del integrismo son los gobiernos más laicos, pero no por ello menos feroces y tiránicos, como  Bumedian en Argelia, Sadam Husseim en Irak, Muamar Gadafi en Libia, El Asad en Siria, o Mubarak en Egipto. Son gobiernos represores que no se molestaban por las cuestiones de derechos humanos, y tenían las cárceles llenas de opositores. En Libia, Muamar el Gadafi los consideraba una enfermedad del islam, y no le tembló el pulso para dar la orden de masacrar en dos horas, al menos, a 1.700 opositores islamistas recluidos en la prisión de Abu Salim (1996), cuyos restos fueron descubiertos en fosas en 2011, tras la caída del régimen. En Egipto, por ejemplo, los Hermanos Musulmanes son considerados por el actual gobierno de Al Sisi una organización terrorista ([52]) y el expresidentes Morsi ha sido condenado a muerte (2015). La Siria de El Asad combate el Estado Islámico, pero él mismo es uno de los responsables del conflicto y acusado de haber contribuido a su creación y pujanza, en particular al dejarlos salir de las cárceles para debilitar a la oposición moderada. Estos “aliados” para detener la expansión del integrismo islámico no son una buena compañía, no podemos sino sonrojarnos de su aparente eficacia y nos avergüenzan sus métodos. Además, por muy represiva que sea un gobierno, siempre habrá una resistencia organizada dispuesta a que todo salte por los aires, en el sentido literal del término.

Este islamo-fascismo, nihilista y destructor, que ataca no solo a las personas sino que persigue la destrucción de la propia memoria cultural de la humanidad, nunca renunciará a su visión monolítica y primaria del Corán, ni al deseo de aplicar la sharia, que tal y no otro es el ensueño del nuevo Califato. Los países occidentales se enfrentaron a una dramática  e inextricable disyuntiva: ¿intervenir militarmente para derrocar al tirano Asad, o ayudar a los grupos armados de oposición suministrándole armas o apoyo logístico? ¿correr el riesgo de que esas armas terminen en manos del terrorismo yihadista?  Luego, con la escalada de la guerra a partir de agosto de 2014, tras la proclamación de un califato en Irak y Siria y el desenmascaramiento de Daesh como ejército del terror, colgando imágenes ejecuciones masivas y decapitaciones públicas de “infieles” en Internet, ¿qué hacer, puesto que combatirlos a ellos es fortalecer al tirano?. Crímenes de guerra, y genocidio. Más de 220.000 víctimas entre 2011 y 2015, según cifras de la ONU ([53]), y cientos de miles de refugiados. Sin hablar de la intervención francesa contra los yihadistas en Malí, con 3.000 soldados destacados en el país. Y esas guerras implican a los europeos, a los rehenes que están allí y a los nacionales que están aquí en Europa, que son atacados por terroristas que “hacen la yihad desde casa”, inmigrantes o nacionales.

El terror ha entrado en la vida cotidiana de los ciudadanos europeos en 2015. Los atentados no tienen lugar solamente en tierras lejanas, los telediarios anuncian con una regularidad escalofriante los crímenes que se producen en las capitales europeas o contra los turistas extranjeros en las zonas turísticas de los países árabes. Los muertos en la UE se cuentan por centenas[54], París, Bruselas, Estocolmo, Manchester, Londres, son ahora los nuevos escenarios, las víctimas son jóvenes en terrazas, paseantes en el borde de un paseo marítimo, incluso adolescentes que asisten a un concierto de música (Manchester, mayo 2017, 22 muertos), siempre víctimas indiscriminadas. La policía o los servicios de seguridad se ven impotentes ante la violencia, la variedad de los ataques y las armas empleadas. Estos nuevos terroristas “sin formación” han sustituido los explosivos y los kalachnikov por otras armas de destrucción masiva, como camiones de varias toneladas (en Niza por primera vez, un modus operandi reproducido luego en otros atentados en Berlín y Estocolmo), o bombonas de gas (atentado abortado en la Plaza de Notre Dame en París, septiembre 2016), o bien por otras más primitivas y domésticas, como puñales, machetes o martillos. Una especie de Intifada de los cuchillos que hubiera desbordado el Estado de Israel para llegar a Europa, donde se cobra sus víctimas, con un goteo constante en estos años: una pareja de policías asesinados en Magnaville (FR) fuera de servicio, ante los ojos de su hijo de tres años (junio 2016), otros policías atacados en Charleroi (BE), otros en el interior del Museo del Louvre (febrero 2017), dos turistas alemanas asesinadas a cuchilladas en un hotel en Hurgada, en la península del Sinaí (julio 2017), (repetición de un ataque precedente en enero de 2016), apuñalamiento en un supermercado de Hamburgo por un refugiado (julio 2017), etc.

3 EUROPEIZAR EL ISLAM

Los musulmanes de Europa deben elegir sin ambigüedades las leyes de la república y someter a ellas sus creencias religiosas. Pero no todos están de acuerdo en que esto sea posible. Los expertos están divididos. Michel Onfray escribe en su Traité d’athéologie ([55]) que puede existir un islam republicano, es decir francés. En el mismo orden de ideas, Alexandre Adler en su último libro, Rendez-vous avec l'islam cree en la modernidad democrática musulmana. Otros sin embargo, como el moderado François Beyrou, no creen en la posibilidad de un partido demócrata-musulmán, de la misma manera que existen partidos demócrata-cristianos en Europa. Erdogan, el primer ministro turco, parece darle la razón, porque, dice, “Islam no hay más que uno”, dando a entender que no puede conjugarse en variedades ideológicas. El expresidente Sarkozy, por su lado, da su preferencia  a un “islam de Francia” antes que a un “islam en Francia”. Este es el gran dilema, saber si los musulmanes pueden participar en la vida de la republica sin caer en contradicciones con su fe.  Ninguna religión puede creerse por encima de la ley de los hombres. Los cristianos lo han conseguido en su inmensa mayoría, ¿por qué los musulmanes no serían capaces de hacerlo? No estamos en una teocracia, y debemos dar gracias a dios por eso. Las religiones importadas por la inmigración deben quedar en la paz de los hogares y no obtener el derecho de transformar el modelo cultural y los valores políticos del pueblo que los acoge. No es el Estado quien debe adaptarse a las creencias de sus invitados, sino lo contrario. Y no aceptar ese principio es empujar a muchos ciudadano en los brazos de los partidos xenófobos.

“El profeta es sagrado”, “no se toca lo sagrado” dicen los fieles musulmanes, “ellos se lo han buscado”, dicen algunos escolares entrevistados refiriéndose a las víctimas tras los atentados de Charlie Hebdo. “Los caricaturistas habían ido demasiado lejos”. Pero ¿lejos de dónde? Las caricaturas eran conformes a la ley. El diario ya ganó un juicio en el año 2000. Nadie puede acusarles de nada ilegal, si no simplemente de anarquistas, libertarios, groseros, ateos, insolentes, cómicos irreverentes, saltimbanquis, payasos, periodistas, artistas, etc. pero en nuestra sociedad, con los valores y principios que rigen nuestra convivencia, nada de eso merece un castigo, ni la prisión, ni latigazos, ni la muerte. Lo de Charlie Hebdo fue una ejecución ordenada desde el Yemen por Nasser Ben Ali al-Anassi, un dirigente de Al-Qaeda. Fue la aplicación de una sentencia dictada por un “juez” que se atribuye poder de actuación en una jurisdicción que no le corresponde ([56]).

Es raro el país europeo que no tenga sus mártires de la libertad de expresión. Los Países Bajos tuvieron en suyo en la persona de Theo Van Gogh (noviembre de 2004). El provocador cineasta había denunciado en un corto titulado Soumission ([57]) el trato vejatorio que le está reservado a la mujer en el islam. El asesino, un marroquí con pasaporte holandés, le disparó primero y luego lo degolló, dejándole el puñal clavado en el pecho con un mensaje de cinco páginas llamando a la yihad. Su muerte provocó un electrochoque en la tranquila y permisiva sociedad holandesa: uno de los descendientes del pintor universal holandés caía a manos del fanatismo religioso mientras circulaba en bicicleta por las calles de Ámsterdam. Artistas y escritores han pagado con su vida la denuncia o la burla del islam, desde que una fatua condenara a muerte al escritor Shalman Rusdie en 1989, y se acompañara la sentencia con una recompensa de cien mil dólares. Pero no sólo a él, también a sus editores, y a sus traductores se les persiguió. El traductor italiano y el turco fueron objeto de atentados criminales, y el traductor al japonés fue asesinado en 1991. Otro caso es el del caricaturista danés que representó a Mahoma con un cuerpo de perro, un animal impuro en el islam (ver infra). Buscando darle muerte, se produce en Copenhague un nuevo atentado de un supuesto lobo solitario (febrero 2015) durante un debate en una casa de Cultura sobre “Libertad de expresión y blasfemia” al que asistía ese caricaturista, junto al embajador de Francia. Tras asesinar a un periodista y herir a varios policías, el terrorista ataca horas después una sinagoga y abate a una persona de un tiro en la cabeza. El modus operandi es un calco de los atentados de París ocurridos tan solo algunas semanas antes. El primer el objetivo es cercenar la libertad de expresión, el segundo es atacar a los judíos. Desde el atentado de la sinagoga de la rue Copernic en 1980, el primero dirigido contra la comunidad hebrea en París desde la segunda Guerra Mundial, los actos antisemitas se han sucedido hasta hoy. Tales actos tienen consecuencias sobre la decisión de familias enteras de abandonar su lugar de origen. El número de judíos que ha abandonado Francia en el último año (2014) con destino a Israel fue de 7.000, dos veces más que en 2013 ([58]), en parte empujados por esa tenaza persecutoria formada por el extremismo neonazi y el islamo-fascismo, que vuelven a confluir en la Historia. La población judía en Francia es de unos 600.000. En Bélgica, también se expatriaron 250 en ese mismo año, de una comunidad de unos 40.000.

Parte de los musulmanes europeos se repliegan sobre sí mismos fortaleciendo actitudes que van contra los valores de la república. La república debe protegerse y buscar la conversión de los musulmanes a los valores democráticos de libertad, tolerancia y separación de poderes. Esto debe producirse no en un acto individual sino en un acto institucional, con los máximos representantes de esa comunidad, que se comprometería sin equívocos a respetar y a difundir esos valores en su propio seno. El islam del siglo XXI debe actualizarse, superar el oscurantismo y la barbarie, condenar el integrismo y aceptar que la fe debe estar supeditada a una norma superior, a la Ley ciudadana que nos permite convivir en la sociedad occidental y que responde a los principios humanistas de democracia, libertad, igualdad y fraternidad. En reacción a los atentados de Charlie Hebdo en París, ha dicho el alcalde de Ámsterdam: “Si no te gusta la libertad, haz las maletas y vete de aquí”. Se llama Ahmed Aboutaleb, es de origen marroquí, y se dirigía “a los que no quieren adaptarse a los valores de Occidente. “No comprendo a los que dan la espalda a la libertad”. Ninguna religión puede creerse por encima de la ley de los hombres. Cuando la razón se inclina ante la religión estamos en un estado clerical. Pero en Europa no estamos en una teocracia. Las religiones importadas por la inmigración no tienen derecho a transformar nuestro modelo cultural, fraguado con tanto sufrimiento y a costa de tantos errores. Pero el objetivo no debe ser laicizar más a la sociedad, a costa del sacrificio de religiones que ya han hecho su muda, porque eso equivale a imponer el laicismo como una nueva “religión” de Estado. Hay que ser prudentes, porque ese proceso, llevado al extremo, puede conducir a la desculturalización de la historia cristiana occidental, a la amnesia y a la confusión mental.

El islam de Europa debe reformarse para avanzar y facilitar la convivencia. En este camino la escuela pública tiene una tarea inmensa que realizar. Otra parte del esfuerzo vendrá de los representantes de esa comunidad. La mayor dificultad proviene del hecho de que, en el islam, religión, cultura y política forman un bloque indisoluble, un continuum. Los responsables políticos y religiosos tienen que aprender a separarlos, como están separados los pilares de la sociedad europea tras la Ilustración, separación de esferas: la pública y la privada, la religiosa y la política, y en esta última, separación e independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. En Europa no se necesitan fatuas y clérigos, porque tenemos leyes y jueces.

En Europa no se necesitan fatuas y clérigos, porque tenemos leyes y jueces

El islam se presta a la instrumentalización política por parte de los regímenes de los países árabes que lo utilizan como un mecanismo de represión política que puede justificar cualquier atentado a la libertad de opinión. En las últimas décadas, los regímenes islámicos se enquistan cada vez más en los principios coránicos para apaciguar a los religiosos exaltados de su propio campo. En su nombre se censuran miles de páginas Web o miles de libros y se persigue o encarcela a blogueros en países tan dispares como Arabia Saudí, Turquía o Irán, país donde en 2015 se ejecuta a las personas por ser “enemigo de Dios”, una curiosa acusación que esconde la persecución cruenta de los opositores políticos ([59]).

3.1 Ilustración y feminismo, asignaturas pendientes

Para que esta renovación triunfe, el islam, al menos el islam europeo, deberá atravesar al menos dos procesos imprescindibles consecutivos. En primer lugar, una necesaria Ilustración equivalente a la que abrió el paso a la Edad Moderna en Europa en el siglo XVIII, es decir una época de las Luces dominada por la razón y la crítica, y que terminó con el Antiguo Régimen. Solo una revolución equivalente, fundada en una óptica laica del estado, donde los tres poderes guarden su esfera de influencia sin interferencias y libres del yugo religioso, puede conducir a la sociedad musulmana a liberarse de la dictadura de las minorías integristas que tiran de ella hacia las penumbras.

La sociedad islámica europea tiene una tarea histórica que llevar a cabo, los musulmanes europeos deben ser la punta de lanza necesaria para que todo el islam evolucione al siglo XXI, para que se transforme atravesando los escollos del medievalismo oscurantista que aún impregna la ortodoxia. Irshad Manji, autora de Musulmane, mais libre y Abdennour Bidar, autor de Un islam pour notre temps, están en esa línea.

Para garantizar una paz social duradera el objeto no ha de ser islamizar Europa sino europeizar el islam

La segunda etapa, tan esencial como la primera, es la revolución feminista, ya que solo con ella se alcanzará la liberación de la opresión machista que sufre la mujer y la equiparación de derechos con respecto al hombre en el plano legal. Esto parece que debe pasar por la prohibición de aquellos preceptos de la sharia que sean incompatibles con los derechos humanos. Para garantizar una paz social duradera el objeto no es islamizar Europa sino europeizar el islam. Esta religión importa a Europa el machismo y a pesar de ser la segunda o tercera generación este comportamiento no se atenúa. Pérez Agote [60], cuando analiza las diferentes fases de la secularización en España, concluye que «el grado de religiosidad y de práctica religiosas es mayor en la población inmigrante que en la autóctona», lo que significa que en vez de europeizarse, las comunidades se reislamizan. A nadie se le puede pedir que renuncie a su cultura, a su religión, a su idioma, en suma a su identidad. El quid es lograr que dos comunidades, dos tradiciones, dos culturas y dos religiones convivan armoniosamente. Los esfuerzos deben ser repartidos, pero los valores originales del país de acogida deben ser prioritariamente respetados. Si hablamos aquí de dos religiones únicamente no es porque no existan otras, naturalmente, sino porque las fricciones y los conflictos solo se producen con el islam. Esta necesaria europeización del islam es precisamente lo que defienden muchos autores, entre ellos Pascal Bruckner ([61]). Para él, el modo de vida occidental y la libertad de expresión no son negociables. El islam merece su lugar en Europa, sus lugares de culto y sus cementerios, siempre y cuando respete las reglas de la república laica, que no reclame privilegios o excepciones comunitarias, como el horario de piscinas diferenciado por sexos, clases de gimnasia separada para niñas, la implantación del sacrificio ritual islámico en mataderos municipales, comida halal en cantinas escolares, hospitales, ejército, y prisiones, aplicación del calendario festivo islámico en el mundo laboral, uso del velo en el trabajo y toda una serie de demandas que provocan una reacción epidérmica de rechazo entre amplias capas de la población.

4 IDENTIDAD Y PASAPORTE

La identidad es una emoción que no se explica por ningún documento administrativo. La posesión de un pasaporte nacional no conforma ninguna identidad. La identidad es una noción sentimental definida por una historia y una cultura comunes. ¿Un francés puede disculpar o ser “comprensivo” con el asesinato de 14 de sus compatriotas el 7 y 8 de enero de 2015? No, “si te alegras no eres francés”.

En algunos países de la UE, la nacionalidad se adquiere sin necesidad de ser pedida, se adquiere por nacimiento en el territorio nacional. Uno puede ser documentalmente francés y detestar todos los principios morales que definen la sociedad francesa. De igual manera que hay que considerar a las personas según sus actos individuales y no según su religión, habría que considerar su nacionalidad según sus sentimientos y no según su pasaporte.

La idea de nacionalidad hoy responde a conceptos anglosajones basados en el dinero como elemento rector de la vida social. Declaraciones del tipo: “yo vivo en Francia, pago mis impuestos como todo el mundo y soy francés porque tengo el pasaporte” son comprensibles desde ese punto de vista mercantil, pero son exclusivas del siglo XX. Es una frase proveniente de la cultura del librecambio, donde cada cosa tiene un precio y todo se compra y se vende.

Malta, para llenar sus arcas sufrientes por la crisis económica, comenzó en 2014 a vender sus pasaportes por 650.000 euros[62]. Esto es, cualquiera podía “adquirir” la nacionalidad de este país por esa cantidad, lo que le permitía inmediatamente convertirse en un ciudadano de la UE. Es legítimo preguntarse si la nacionalidad es algo que se compra o, por el contrario, es algo que se siente. Podemos suponer que se pueden comprar los documentos pero no los sentimientos. En algunos países, como España, hay que pasar un examen de españolidad concebido para los inmigrantes. En ellos deben responder a preguntas sobre cultura “básica”, alegando la Administración que la nacionalidad conlleva una serie de derechos políticos que solo pueden ser convenientemente ejercidos si se conoce mínimamente el país. Pero este es un procedimiento que encierra paradojas. Un camerunés puede responder a un examen sobre conocimientos básicos de España y aprobar su examen de nacionalidad, porque lo ha estudiado a fondo, a la vez que un español puede ignorar todo sobre la materia, pero sentirla en su ser profundo. Conocimiento no equivale a sentimiento. Imaginemos a un espectador de un partido de fútbol Bélgica - Italia que llegó a Bélgica en los años 60 para trabajar en las minas de carbón de Charleroi procedente del Friuli. Su pasaporte es belga, su corazón italiano. ¿A quién animará este ciudadano? Y nadie se lo reprochará.

La cuestión esencial es: ¿están los musulmanes en su casa en Europa o son unos invitados? Si están en posesión del pasaporte nacional, la respuesta parece obvia. En tanto que ciudadanos tienen todos los derechos políticos, incluso el derecho de cambiar las leyes por procedimientos democráticos. Puesto que la democracia es el poder de las mayorías, y dado que el número de musulmanes está en aumento constante por razones de inmigración y demografía, es solo cuestión de tiempo que las leyes cambien, a no ser que otras cosas no cambian antes y lo impidan. Para la el ritmo de la Historia, cien o doscientos años es un suspiro aunque para el hombre le parezca algo lejano o improbable.

La identidad nacional o regional viene conformada por la historia y por definición es evolutiva, pero guarda en ese transcurso una naturaleza peculiar que la diferencia de otras. Se puede asimilar a los individuos pero no se puede asimilar a los pueblos. Europa puede integrar, digerir a millones de inmigrantes, en realidad los necesita para prosperar. Asimilar es digerir, y la capacidad para ello está en función de su fuerza, su atractivo. Los paises son cautivadores, hipnóticos, una región como Andalucía, con una identidad muy marcada tiene fuerza para flamenquizar todo lo que se le acerca, un poco como el rey Midas que transforma en oro lo que toca. Una identidad implica una adhesión a unos valores, a unos orígenes y a una historia comunes.

Algunos portavoces de la comunidad arabo-musulmana padecen un complejo como el Director del Colectivo contra la islamofobia en Francia que es un ejemplo perfecto de lo que se ha dado en llamar un caballo de Troya, que tiene unos objetivos ocultos, preparar a los jóvenes, con un discurso estimulador de orgullo a la islamización de Francia desde el interior.

Critica al Estado francés por “racista y neocolonial” y no se ruboriza al afirmar que los musulmanes están en Francia porque han nacido en Francia y a partir de ahora también tienen voz para definir en qué consiste la identidad francesa, como cualquier otro francés, porque la identidad no es monolítica, sino evolutiva y sin embargo “algunos les niegan ese derecho cuando en realidad es Islam es una religión francesa, el velo es una prenda femenina francesa y Mohamed es un nombre francés”. Todo dicho sin denunciar la poligamia, que le gustaría ver legalizada.

Declaraciones como esta son la prueba de una victoria y, en sentido estricto, no está muy lejos de la realidad. Podría haber dicho lo mismo para Bélgica, donde Mohamed ha sido el primer nombre de los recién nacidos en el Registro Civil de Bruselas, adicionando los últimos veinte años (1995 – 2015). Esto demuestra que para este mediático representante, los musulmanes ya han conseguido cambiar la naturaleza social, étnica y nacional francesa. Los musulmanes no se han integrado sino que son ellos los que han asimilado a Francia poniéndola a su diapasón. El pasaporte es una llave, la más eficaz para abrir la puerta de la islamización, porque es una herramienta perfectamente legal. Es un regalo. Diríase que hay en Europa una voluntad de autoinmolación por parte de ciertas élites intelectuales y políticas en desfase total con la ciudadanía, donde la izquierda tradicional socialista, o la socialdemócrata, se descompone como mantequilla rancia, a tenor de sus resultados electorales (Reino Unido, España, Francia, Alemania). Paralelamente la derecha y la extrema derecha van ocupando un espacio cada vez mayor, como muestran todas las encuestas en Francia para las elecciones legislativas del 2016 y elecciones pasadas en países de la UE.

5 SHARIA Y ANACRONISMOS O CÓMO COMPRENDER LAS NOTICIAS

El conocimiento de los hadices, donde se recogen las enseñanzas de Mahoma, nos ayuda a comprender informaciones que de otra manera nos parecen surrealistas y de otra época. En realidad no son sino la aplicación de las normas recogidas en la sharia, la ley islámica de tradición oral proveniente del siglo IX. La sharia es la ley de dios y regula las relaciones públicas y privadas de la vida  de los creyentes. Una noticia como la siguiente puede producir perplejidad en el lector: “Parlamentarios iraníes proponen castigar con 74 latigazos a quien tenga un perro. El proyecto de ley establece también que los animales serán enviados al desierto” (6 de noviembre 2014) ([63]). Si buscamos el porqué de tal noticia descubrimos que según un hadiz, el musulmán solo puede tener un perro para cazar o para guardar el rebaño o los campos, en todos los demás casos el animal está proscrito. El perro es un animal maldito, una criatura vil que no debe entrar en el hogar del creyente porque su mal olor aleja a los ángeles. En un hadiz, el profeta ordena matar a todos los perros de Medina. En una ocasión, el ángel Gabriel, el primero de la jerarquía celeste, no acudió a su cita con el profeta, y este no comprendía lo que pasaba hasta que descubrió un cachorro debajo de su cama. (sura 17, 70).

Sin duda los hadices en esta materia fueron escritos para promover la limpieza del hogar y evitar los perros errantes en las ciudades, pero en el siglo XXI esta prohibición, como tantas otras, carece de sentido.

En enero 2015 ha comenzado a aplicarse un castigo de flagelación pública, 1.000 azotes, a un joven en Arabia Saudí  por criticar al Estado en un blog ([64]). La flagelación, una pena que entra en la categoría de las correcciones, no se aplica en una sola vez, sino a lo largo de varios meses.

La crucifixión es otra pena de derecho coránico inflingida hoy por los yihadistas en Siria e Irak. Los documentos son numerosos a lo largo del periodo de ocupación. Daesh crucificó a ocho rebeldes sirios en la plaza mayor de Alepo y tardaron tres días en morir. También crucificó a otro hombre en la provincia de Al Bab, cerca de la frontera con Siria. La víctima pasó ocho horas en la cruz como castigo « por levantar falso testimonio ». [65]La policía religiosa que patrulla las calles de las ciudades sometidas a la ocupación del Ei multa una primera vez a quien fuma, pero a la tercera vez, si reincide se le corta la mano. Los testigos que han huido de ese infierno cuentan que a la entrada de las ciudades se encuentran cuerpos decapitados para aterrorizar a la población para recordarles el rigor con que se aplica la ley islámica.

La decapitación está a la orden del día en el conflicto sirio, así fueron así ejecutados 21 cristianos coptos egipcios en una playa de Libia (16 feb. 2105). Los ríos de sangre son tales que algunos políticos ven en el Corán un salvoconducto para matar, licence to kill, como decía un diputado belga en enero de 2015.

Se han documentado casos de niñas de 13 y 14 años regaladas como esclavas sexuales que fueron asesinadas porque los soldados comenzaron a pelearse por su propiedad. En el Islam, lo que representa una causa de conflicto entre hermanos de religión es fitna, una noción para referirse a rivalidad o división que surge en el seno de la comunidad. Las niñas-esposas eran fitna, causantes de enemistades, por lo que fueron eliminadas.

6 DEFENDER LA LIBERTAD DE LA MUJER Y LOS DERECHOS HUMANOS NO ES ISLAMOFOBIA

Los ejemplos citados muestran el vigor de la sharia en pleno siglo XXI, y los ejemplos que siguen el drama que sufren las mujeres sometidas a esta férrea ley.

Una noticia habla de cómo una mujer iraní de 30 años quedó ciega cuando un pretendiente despechado le arrojó ácido a la cara después de que no le aceptara como esposo.  Ella ha decidido aplicar la ley Talión, -que permite la legislación de Irán- y exige un castigo igual al crimen cometido. Lo más insoportable es que la mujer “sólo” podrá cegarle de un ojo, ya que la ley iraní establece que la mujer vale la mitad que un hombre ([66]).

Todos debemos impulsar los valores de progreso. Es difícil comprender que haya países musulmanes que sigan aplicando la Ley del Talión introducida en un embrionario derecho penal por Hammurabi en el segundo milenio, la cual se relaciona más con la venganza que con la justicia. La justicia humana evoluciona, pero en un estado islámico, empecinado en aplicar la justicia divina, el paso de 3.700 años no parece que signifiquen gran cosa.

Con regularidad vemos otras noticias que hablan de los matrimonios de niñas en países islámicos. El periódico Le Monde, entrevistaba en 2011 a una joven que había sido escogida por Muamar El Gadafi para su harem, cuando tenía nueve años de edad y él 62 ([67]). Estas bodas de niñas pueden tener lugar a partir de los nueve años. No obstante se dice que el islam no permite los matrimonios forzados. En efecto, a partir de los nueve años el padre tiene la obligación de  empezar a buscar marido a su hija, y la novia debe dar su consentimiento: “Dijeron: oh! Mensajero de Allah, ¿en qué consiste su consentimiento?, Y El respondió: en su silencio”. En  otro hadiz se lee: “en cuanto a la virgen, su padre busca su consentimiento, y su consentimiento es su silencio”. En conclusión, la niña consiente si guarda silencio ante el marido que le propone su padre ([68]). Pero es muy difícil imaginar a una niña de 9 años capaz de oponer su libre arbitrio a la voluntad paterna. Si hay países islámicos que lo permiten hoy no es culpa del Corán, sino responsabilidad del Estado, ya sea Libia, Yemen o Pakistán, que sigue aplicando una ley religiosa sin sentido e inmoral en el siglo XXI.

Otro titular sorprendente decía lo siguiente: “En Marruecos no se aprueba una ley para ilegalizar las violaciones de menores” (enero, 2013). El lector comprendía luego que en tierras del Islam la violación no es delito si el violador se casa luego con la víctima. En el Líbano, uno de los países más occidentalizados, el artículo 522 del Código Penal, que trata de violaciones y abusos de adultos o de menores, raptos y matrimonio, recoge este derecho. La víctima corre el riesgo de casarse a la fuerza con su agresor. Es una ley que insulta a la dignidad de las mujeres. En Marruecos se derogó en 2014 tras el triste caso de Amina Filali, en Jordania, estuvo en vigor hasta julio de 2107, pero sigue vigente en Argelia, Barheim, Irak, Kuwait, Libia, etc. Para el tribunal islámico con esta medida, por un lado, la mujer o la niña evitan el deshonor de haber perdido la virginidad y alejarse posibilidad de un matrimonio futuro y por otro la familia está exonerada del deber de venganza. Los lectores europeos se alucinan y se indignan con las noticias que dan cuenta de la violación de una turista que se encuentra, después de denunciar la agresión en la comisaría, acusada y encerrada en prisión por “haber mantenido relaciones sexuales extraconyugales” un pecado castigado severamente en la sharia. La triste solución que han encontrado las asociaciones en esos países es aconsejar a las mujeres violadas que no denuncien.

Otra noticia solo comprensible a la luz de los hadices es cuando el gobierno egipcio de los Hermanos Musulmanes, en el poder tras el derrocamiento de Mubarak (2011), se planteó la legalización de una ley que permitía tener relaciones sexuales con el cadáver de la esposa hasta seis horas después de su muerte, una idea macabra propuesta por un clérigo marroquí, Zamzami Abdul Bari. El hombre dice que, según el Corán, el matrimonio sigue siendo válido aun después de la muerte, por eso el esposo tiene derecho a mantener relaciones sexuales con la muerta. Para un europeo, la idea de que se pudiera discutir ese tema en un Parlamento es tan chocante como increíble, sin embargo fue una noticia aparecida en 2012. A esto, que en Europa se llama necrofilia, en el Corán se conoce como el “coito del adiós” ([69]).

En los países con valores morales europeos, cuando una niña es violada y asesinada se busca al asesino, se le juzga y se le castiga. Por eso, noticias como la siguiente son insoportables: “Tras ser violada por un mulá en una mezquita de una remota zona de Afganistán, una niña de diez años fue acogida por un grupo de mujeres activistas ante la intención de su familia de matarla para « limpiar la vergüenza con sangre » ([70]) (julio de 2014). Es inconcebible que la víctima sea quien recibe el castigo. En Afganistán y Pakistán la propia familia se encarga de aplicarlo. Esto se explica por las tradiciones, a veces incluso preislámicas, que en ningún momento la religión ha sabido impedir.

La mujer musulmana sufre la ley machista -en la cual el violador, solo o en grupo, no tiene por qué preocuparse mucho[71], porque si la mujer lo denuncia, será ella la condenada-, pero aún la sufre menos que la no creyente, la cual es sometida a una violencia feroz, explícita en los textos y que el estado islámico ha recuperado para justificar los actos de violación. En efecto, en los textos parece normal la violación de las esclavas. Basándose en ellos, el Departamento de Prisioneros y Asuntos de la Mujer del Daesh, basándose en un breve pasaje del Corán, publicó una Guía sobre cómo tratar a las mujeres tomadas como esclavas sexuales por la soldadesca yihadista (diciembre de 2014). Ahí se lee la justificación de la violación, de su cautiverio, de las palizas, la lista de precios según la edad, y todas las “FAQ” (preguntas más frecuentes) que se planteaban los yihadistas en los foros de internet y que afectan directamente a las “politeistas, cristianas y judías” hechas prisioneras. Los hombres casados también disfrutan de ese derecho. La mujer es una mercancía que se puede comprar, vender, regalar o heredar[72]. Unas 5.000 niñas, jóvenes o mujeres yazidíes han sufrido esta suerte en la región. Lo mismo ocurre en la zonas controladas por Boko Haram, en Nigeria. El propio líder de la organización Estado Islámico, el autoproclamado “califa” Abu Bakr al Baghdadi, predica con el ejemplo ya que violó repetidamente a la joven cooperante norteamericana Kayla Mueller, la cual pasó 18 meses de cautividad antes de su muerte (2015). Igual trato recibió otra joven yazidí que compartía con ella su cautiverio. Si Al Baghdadi es hecho prisionero un día deberá ser juzgado también por delitos de derecho común, como la violación. A la acusación se añadirán los crímenes contra la humanidad[73], genocidio contra los yazidíes [74] y la destrucción del patrimonio cultural de la humanidad.

En estos países la impunidad es casi total y la justicia apenas sanciona los crímenes de honor “karo-kari”, es decir los ataques con ácido a mujeres, frecuentes en la sociedad rural patriarcal. Más de 3.000 mujeres habrían sido así asesinadas desde 2008 ([75]) por comportamientos considerados indecentes a la luz de la sharia. La situación de indefensión de la mujer es patente en otras dos noticias inauditas. Para luchar contra la violación de recién nacidas, un clérigo saudí propuso en 2013 que los bebés llevaran el burka. En Túnez, una joven fue violada por unos policías que la habían descubierto teniendo relaciones con su novio en el coche, cuando lo denunció, se inició contra ella un proceso por inmoralidad y fue condenada a seis meses de cárcel por un delito de escándalo público. En Turquía, un país que aspiraba a la adhesión a la UE, la pena por violación puede verse reducida si la víctima lleva vaqueros, vuelve tarde a casa o tiene píldoras anticonceptivas en el bolso. En Egipto (octubre 2016) un diputado sugiere que las estudiantes pasen un test de virginidad antes de entrar en la Universidad.

La mujer musulmana es un ciudadano de segundo orden. Para disolver el matrimonio es suficiente con que el hombre pronuncie tres veces la palabra talaq (te repudio) para que el divorcio se produzca instantáneamente, dejando a la mujer desamparada, en la calle y sufriendo el repudio social. En la actualidad (mayo 2107) la India, con 180 millones de musulmanes, contempla la posibilidad de anular esta práctica por ser anticonstitucional, algo que ya se ha hecho en Pakistán y Bangladesh. La cuestión es que debe establecerse jurídicamente que el tema del divorcio no pertenece a la esfera de la religión sino a la de los derechos humanos y de la igualdad de géneros, algo que los británicos no han comprendido, ya que dejan la aplicación de la sharia en estos temas en manos de tribunales islámicos permitidos en Gran Bretaña.

La indefensión de la mujer es total y aceptada, incluso por las mujeres, incapaces de rebelarse. En el siglo XII, Averroes denunciaba el hecho de que la mujer fuera tratada como un animal doméstico, como una planta, que pasaba de la patria potestad del padre al hermano, del hermano al marido, del marido al cuñado si enviuda, y declaraba que la pobreza (hoy hablaríamos del subdesarrollo) de la sociedad se explica por la prohibición que impide a la mujer participar en la vida pública y productiva. La cosificación de la mujer queda acuñada en la sharia, que autoriza su maltrato si no es virtuosa u obediente y contempla la pena de la lapidación pública de las adúlteras. Lo incomprensible es que la ley haya atravesado los siglos y siga aplicándose hoy, algo que en cada ocasión levanta oleadas de peticiones de clemencia por parte de los ciudadanos de todo el mundo. En suma, la situación deplorable de los derechos de la mujer parece una supervivencia anacrónica de los principios misóginos que irrigan la ley coránica, donde la mujer es inferior al hombre, un estatuto que comparte con el no creyente.

La psicoanalista Houria Abdelouahed pone de manifiesto, como otros autores, la violencia intrínseca del Corán, pero al mismo tiempo aporta un dato peculiar e interesante desde el punto de vista del lenguaje, el cual traduce siempre una visión del mundo, y es que las palabras misoginia, machismo, o sexismo, no existen en árabe. Según la autora la estructura psíquica y mental del musulmán es religiosa fundamentalmente y está impregnada de dominación, de poder, y en ella la mujer se encuentra atrapada, sin salida.

Dentro del rigorismo extremo del régimen talibán, que conserva su autoridad en grandes zonas rurales de Afganistán, se llega a la misoginia mas abstrusa ([76]). La mujer es un ente invisible en la esfera pública por eso se exacerba todo lo que la oculta en mayor o menor medida, como el hiyab, el chador, el niqab o el burka, a veces encerrada en una prisión de tela, de pies a cabeza, con guantes para tapar las manos[77]. La imagen de la mujer está prohibida, no se la puede representar en pintura o en foto, en libros, en revistas o en el interior de su propio hogar. Un catálogo de Ikea para Arabia Saudí fue manipulado en 2013 con el borrado de todas las mujeres que aparecían en su versión europea porque vulneraba la legislación misógina de ese país, cuna y baluarte del islam más ortodoxo, el islam wahhabí. El sorprendente borrado de imágenes de mujeres obedece a las severas reglas vigentes en Arabia Saudí, donde las mujeres luchan por derechos básicos como tener un carné de identidad, poder viajar solas o poder conducir un coche y donde está prohibido expresamente, según los preceptos de la sharia, la difusión de imágenes de mujeres con piel al descubierto (foto 1).

[pic]A la derecha, la versión sin mujeres del catálogo de Ikea para Arabia Saudí (2013).

En el islam más estricto, la mujer tiene prohibido trabajar fuera de su casa, y solo puede salir a la calle si va acompañada de  su mahram (guardián, pariente masculino como padre, hermano o marido). La mujer no puede cerrar tratos comerciales, no puede ser tratada por médicos hombres, no puede ir a la escuela, tiene prohibido hablar o tocar a un hombre, tomar un taxi o conducir un vehículo, moto y bicicleta incluidos. La prohibición de compartir los transportes públicos con los hombres sigue vigente, como los afroamericanos en la época del racismo en EEUU. La mujer no pueden lavar la ropa en los ríos, no puede asomarse al balcón, no puede escuchar música o no puede ver películas, se le prohíbe reír en voz alta y llevar tacones que hagan ruido al caminar ([78]).

En Arabia Saudí no pueden abrir una cuenta en un banco, ni ejercer el derecho al voto. Ni viajar al extranjero sin la autorización de un hombre de la familia. Para el largo relato de las  prohibiciones en el islam, refiérase el lector a la obra de Delcambre ([79]). En Irán existe el delito de “propagación de la cultura antiislámica”, cuya aplicación ha llevado a la detención de personas por publicar en Instagram fotos de mujeres sin el velo islámico (mayo 2016).

Desde la llegada de Erdogan a la presidencia de Turquía, eterno candidato a la UE, la condición de la mujer no ha dejado de deteriorarse. Para muchos europeos es chocante leer como el presidente de un país tan importante como este declara sin sonrojo, en 2014, que la igualdad de género, un pilar legislativo de la UE, es contra natura. El país ocupa el puesto 125 de un total de 142 en el ránking de Igualdad de Género del Foro Económico Mundial de 2014. En este mismo índice, entre los 20 últimos países clasificados 18 de ellos son de confesión musulmana[80].

El colmo de la manipulación machista es que todas estas vejaciones, esta inferioridad jurídica, esta invisibilidad social son presentadas como un deseo para “sacralizar” y “proteger” a la mujer. Y para recordarles el precepto siempre habrá fanáticos como aquellos que a principios de los años 90 arrojaban ácido a la cara de las mujeres que se atrevían a salir sin velo a la calle, en Argelia. Hoy la aplicación de castigos corporales, degradantes para la dignidad de la mujer, es lo normal en la provincia indonesia de Aceh, donde los tribunales islámicos aplican la sharia desde 2001 sin que haya ninguna oposición social ni estatal[81].

6.1 Velo o libertad

Lo que un europeo interpreta como una infamia propia de las peores épocas del obscurantismo, desde la óptica de la mujer musulmana europea se asume sin crítica y de buena fe tal situación. Y asistimos en Europa, a una extensión intracomunitaria de muchos preceptos de la sharia, por parte de las sumisas, (la palabra “islam” significa sumisión). La extensión progresiva del velo femenino entre las más jóvenes, cada vez encerrando más el rostro, no es anodina, es una manifestación paradójica del repliegue identitario y del desarrollo de un tipo de islam rebelde, contestatario y orgulloso de serlo. Un signo de hiper identidad. En cierta manera, marcando en el espacio público su sumisión al Islam estas mujeres marcan orgullosamente su menosprecio por los valores europeos. El velo no es una simple indumentaria. Si fuera solo eso no plantearía discusiones en los ayuntamientos ni soliviantaría tanto a amplias capas de los ciudadanos. La sociedad occidental es la más permisiva del mundo con las modas y los atuendos, porque todo lo integra y termina por comercializarlo. En Europa no hay nada más banal que un atuendo: hippies, punks, góticos, cueros o nudistas, se ve de todo. El velo es diferente porque no es un atuendo. El velo es un signo religioso. Es un uniforme, símbolo de la ortodoxia religiosa y del recato exigido por los miembros masculinos de la familia, padres, hermanos o esposo a la mujer.

“En Roma haz como hacen los romanos”

Si nos encontramos en un supermercado, no consideraremos admisible que alguien se pasee desnudo delante de nosotros haciendo sus compras, independientemente de la edad y la belleza del cuerpo, porque ese acto sería considerado una intromisión en nuestra esfera visual, una imposición insoportable, una falta de recato y una falta de buena educación por parte del nudista. Y eso será así, independientemente de nuestra moral privada, ya sea la de un beato, un asiduo de páginas pornográficas o un cliente de prostíbulos. Poco importa. Curiosamente, el nikab puede causar en ciertos lugares, como en la piscina de un hotel por ejemplo, un efecto semejante pero de signo contrario. Es una forma de colonización indumentaria de espacios públicos. Los intentos de organizar en piscinas el día del burkini [82]por parte de colectivos de mujeres musulmanas va en el sentido de introducir festiva pero subrepticiamente, y de forma progresiva, los usos y costumbres de esta religión. Aún es más grave cuando parece un signo de provocación o de desacierto el convocarla en Marsella, en un contexto de tensión, solo unas semanas después del atentado en Niza[83]. Muchos musulmanes no aplican el principio de la cortesía y del respeto elemental que encierra la respuesta de San Ambrosio, obispo de Milán, al futuro San Agustín, que le había preguntado si debía ayunar los sábado como en Milán o el domingo como en Roma. Su respuesta fue: en Roma haz como hacen los romanos.

En las piscinas públicas belgas el niqab está prohibido, aduciéndose problemas de higiene. Pero en el fondo, es difícil encontrar razones para prohibirlo, si no son las emocionales provenientes del subconsciente que asocian esa extensión del niqab a la islamización del propio territorio, y genera una reacción de defensa identitaria de signo contrario. La gente se dice: esto no parece mi barrio, este no parece mi país, me siento un extranjero en mi propia casa,  “esto parece Bruselistán o Ispalándalus”. En Lleida, donde intentó prohibirse el velo integral, la asociación musulmana Watami llevó la normativa hasta el Tribunal Supremo quien consideró que un ayuntamiento no puede limitar el ejercicio de un derecho fundamental de la persona, como es su libertad religiosa y paralizó la normativa [84]. Por consiguiente, al menos en la jurisprudencia española, el velo es una prenda religiosa. Pero, si es un signo religioso, entonces debe quedar consecuentemente proscrito en la escuela, que está regida por el principio del laicismo, igual que han quedado vetados o censurados otros signos religiosos más autóctonos y tradicionales, como el pesebre durante la Navidad en las escuelas y en lugares públicos donde se montaba secularmente..

La cuestión del velo que ha suscitado tantos debates en Francia y Bélgica es compleja y poliédrica, y abarca facetas filosóficas y societales. Elisabeth Badinter se posiciona claramente contra el burka en este artículo de 2009. De acuerdo a su ideario feminista, esta prenda es contraria a la dignidad de la mujer.

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Le Nouvel Observateur, 29 de julio de 2009.

Carta abierta a las mujeres que se visten voluntariamente con el burka

Después de que las más altas autoridades religiosas musulmanas hayan declarado que la vestimenta que cubre la totalidad del cuerpo y de la cara no proviene de un mandamiento religioso sino de la tradición -ya sea la wahabí, en el caso de Arabia Saudí, o la pastuna, para Pakistán y Afganistán ¿vais a continuar cubriendo vuestro rostro? Si continuáis escondiéndolo de la mirada de los demás, no os sorprenda si suscitáis la desconfianza y el miedo en niños y mayores ¿Hasta tal punto somos despreciables e impuros a vuestros ojos como para rechazar todo contacto, toda relación y hasta la complicidad de una sonrisa? En una democracia moderna, en la que se intenta instaurar la transparencia y la igualdad de sexos, venís a espetar que todo eso no es cosa vuestra, que las relaciones con los demás no os importan y que nuestra lucha no es la misma que la vuestra. Me pregunto entonces ¿por qué no volvéis sobre vuestros pasos, a las tierras saudíes o afganas, donde nadie os pedirá que descubráis la cara, donde vuestras hijas, llegado el momento, también serán cubiertas con un velo, donde vuestro marido podrá ejercer la poligamia y repudiaros cuando le apetezca, algo que hace sufrir a tantas mujeres? En realidad, estáis utilizando las libertades democráticas para volverlas en contra de la propia democracia. ¿Lo hacéis por subversión,  por provocación o por ignorancia? Resulta menos escandaloso vuestro rechazo que la bofetada que estáis dando a vuestras hermanas oprimidas, aquellas que arriesgan sus vidas para poder disfrutar de una libertad que vosotras despreciáis. Haced como queráis pero quién sabe si el día de mañana no seríais felices de poder cambiar de parecer. Porque ellas no pueden hacerlo. Pensadlo bien.

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« Desaparición » obra de la artista yemení Bouchra Almutawakel.

Una interpretación del éxito del velo entre las jóvenes lo ven algunos en la radicalización de los jóvenes de la comunidad musulmana. El uso del velo es una respuesta femenina a las exigencias de ortodoxia. En el repertorio de jutbas (oración del viernes) son habituales los temas de la necesaria modestia y recato de la mujer. El imán habla del uso del velo, del noviazgo, de la protección de la mujer por parte del varón, padre, hermano o tío, etc. El sermón ha calado tanto que las mismas jóvenes que hasta ayer utilizaban los vaqueros sin problemas se envuelven hoy en el hiyab. El velo les sirve para adecuarse a los preceptos islámicos, con objeto de que los jóvenes “las miren con respeto”. Por consiguiente, no sería -dicen- tanto una imposición de padres o hermanos sino un gesto voluntario para favorecer el matrimonio endogámico que tiene como consecuencia inmediata el retraso del proceso de integración. Podría hablarse de una claudicación ante una presión social poderosa e insidiosa a la vez, disfrazada de tolerancia: la mujer es libre de llevar o no el velo. Y muchas caen en esta trampa que las aprisiona cotidianamente y las envuelve en una gran tristeza vestimentaria.

Otro aspecto negativo del uso del velo es el precio que deben pagar las mujeres musulmanas a nivel laboral, pues algunas se muestran dispuestas a renunciar a un empleo o ponerlo en peligro antes que descubrirse simplemente la cabeza, sin comprender que no están en un país árabe sino en Europa, donde la cuestión del pudor, que vertebra su uso, es anacrónica, sin olvidar que es también un poco insultante para el resto de la sociedad masculina, porque el hombre europeo es capaz de mirar a una mujer con el respeto debido, sin la concupiscencia que el Corán atribuye a los varones.

El uso del velo se explica originalmente a partir de un texto coránico que insta a las mujeres musulmanas a que se bajen el djilbab sobre la frente, porque ese signo las distinguirá de las esclavas o de otras mujeres de clases inferiores como las no creyentes. Recordemos que el origen literario es una historia que acaece a las mujeres del profeta Mahoma, las cuales habiendo salido de la casa fueron molestadas por unos hombres libidinosos. Estos se disculparon abochornados ante el profeta cuando supieron que no se trataba de esclavas. Y Mahoma prescribió a partir de entonces que las mujeres libres llevasen el velo para distinguirse de las demás. El prestigio del velo se generalizó rápidamente en las clases altas de la sociedad árabe[85]. Todas las tradiciones concuerdan en este origen consuetudinario que da base legal a una institución actual. Pero las autoridades europeas parecen haberlo olvidado y sigue enzarzados en la controversia sobre si el velo es un signo cultural o religioso. En los siglos VIII y IX aparecen el niqab y el burka como prendas específicamente creadas para ocultar el rostro, porque hasta entonces la mujer se cubría la cara simplemente con un chal [86]. La obligatoriedad legal de la reclusión es muy antigua, ya documentada desde el siglo IX en Yemen y en Egipto. La esclava no tiene obligación de llevarlos.

El uso del velo empezó siendo una convención, un signo clasista de separación y de distinción pero hoy en día su uso obligatorio en diferentes países musulmanes lo convierte en un asunto no de costumbres ni tradiciones sino puramente religioso y político, si es que estas esferas pueden delimitarse con un mínimo de nitidez en el Corán. En todo caso, hay países donde la mujer no es libre de renunciar a su uso. Las atletas de Irak, por ejemplo, han debido llevarlo en los JJ.OO de Río 2016. Su imposición arbitraria es un indicio de ortodoxia anacrónica, carente de sentido, a no ser que debamos interpretarlo como que en Arabia, Yemen o Irán haya que seguir distinguiendo a las mujeres libres de las esclavas gracias a esta prenda.

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Equipo de voley femenino de Irán (abajo, en los JJ.OO de Río, 2016)

La cuestión del velo ha sido hábilmente instrumentalizada por los predicadores salafistas y los Hermanos Musulmanes desde la década del 2000, porque han visto en él una marca, una “denominación de origen”, un objeto intocable y han conseguido convertirlo en una bandera del islam político. Hoy, el velo es una causa de tensión social de la que los radicales sacan partido, provocando la propia victimización ante la que clamar “justicia” a grandes voces, escandalizados de la persecución supuesta. Los estudios muestran que la juventud musulmana en Bélgica nunca ha estado tan apegada a sus orígenes como en este momento (2016). Para muchos de ellos la nacionalidad belga es una cuestión de documentación administrativa, pero su corazón se encuentra en su país de origen[87]. El uso del velo aumenta a ojos vista, tanto que algunas escuelas belgas en el Reglamento de régimen interno han prohibido su uso por ser un signo religioso ostentatorio. La respuesta del colectivo musulmán se ha extendido inmediatamente denunciando en los juzgados a dichas escuelas por discriminción e instando a las mujeres a no renunciar al velo. Es decir, la prohibición ha generado una reacción de signo contrario. El resultado es que en aquellas escuelas donde no se legislaba su uso el número de escolares cubiertas viene a aumentar, como muestra de solidaridad comunitaria y gesto de asertividad cultural.

La judicialización del tema ha corrido paralelamente y los tribunales nacionales han dado opiniones a veces contradictorias. Algunos ayuntamientos belgas prohibieron el niqab en 2008 en lugares públicos. La medida fue denunciada por discriminatoria, finalmente llegó hasta el Tribunal de Estrasburgo que ha acabado avalando la prohibición del niqab en Bélgica (julio 2017) porque no afecta el Convenio Europeo de Derechos Humanos, una sentencia que mantiene la jurisprudencia aplicada ya en Francia tres años antes por el mismo tribunal. La prohibición es justificada.

En la Comunidad Valenciana, una instrucción de la Consejería de Educación (julio 2017) establece que las alumnas pueden asistir a clase con el velo (hiyab), al que se otorga una “función simbólica”, individual y social,que forma parte de la identidad religiosa[88]. Un punto de vista contrario al que se tiene en Francia donde se trata de preservar la estricta neutralidad del laicismo estatal en las escuelas y donde los signos religiosos ostentosos están vetados.

Por eso ni la prohibición es una solución ni la autoafirmación tampoco porque una y otra separan a las comunidades entre sí y las enemistan.

Otra razón de esta reclusión “voluntaria” en el velo es que garantiza a la mujer musulmana una total tranquilidad en todo momento. El velo, es una forma de reclusión que les evita ser mal vistas por otras personas de su comunidad o ser insultadas por jóvenes radicalizados que pueden acosarlas en la calle por llevar tacones o un vaquero ceñido. El velo puede considerarse en esos casos como un pasaporte que les permite una cierta libertad de movimientos sin verse acosadas en el metro o en barrios con un “fuerte control social”[89]. Sin duda muchas chicas musulmanas en Europa conocen las dificultades y acosos sexuales que sufren las mujeres musulmanas en sus países y tienen en mente los sucesos lamentables como los de la plaza Tahir durante la Revolución egipcia contra Mubarak ([90]) o los abusos y robos sufridos por mujeres en la Nochevieja de 2015 en Colonia, que conmocionaros a la opinión pública de ese país.

7. ESCUELA, ARTES Y CIENCIAS EN PELIGRO

Allí donde se impone la interpretación literal del Corán los problemas se acrecientan y la libertad peligra, todo se uniformiza, desaparecen la variedad y la creatividad y domina el pensamiento único. En la guerra de Afganistán, en los años ’80, los talibanes destruían las cintas de música formando pilas con ellas y quemándolas o aplastándolas con carros de combate en las plazas de las ciudades conquistadas. Cuando se vio por primera vez en aquellos años, la imagen impactó profundamente. Nos hizo recordar que en el islam rigorista, el que interpreta los hadices al pie de la letra,  la música está total o parcialmente prohibida, según sea la interpretación. La música, los músicos, los instrumentos… todo está prohibido. A aquel que se siente a escuchar a una cantante se le verterá plomo fundido en los oídos el día del Juicio Final. Los talibanes odiaban la música pop, pero no solo. Odiaban toda manifestación de cultura no islámica, como sus acolitos posteriores.

El integrismo odia las Ciencias, las Artes, y la Educación. Los talibanes también cerraban ya las escuelas, que se convirtieron en objetivo habitual de los actos de barbarie en Pakistán, país en donde Malala, una niña de 15 años, fue tiroteada en un autobús por su defensa pública del derecho a estudiar manifestada en su blog desde que tenía 11 años. (foto 3).

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La niña tiroteada en octubre de 2012 fue premio Nobel de la Paz en 2014.

En los últimos años ha habido numerosos ataques contra colegios de niñas. Los grupos islamistas han recriminado la escolarización femenina, y los ataques se repiten con mayor o menor virulencia. Así, al  menos 48 niñas de una escuela del noreste de Afganistán fueron hospitalizadas por envenenamiento (abril de 2013) ([91]); en Pakistán un adolescente murió al enfrentarse a un suicida del grupo islamista Lashkar-e-Jhangvi que iba a atentar contra su instituto, donde había 2.000 alumnos ([92]). El 20 de enero de 2016, 25 universitarios son ejecutados de un tiro en la cabeza en Pakistán. En Nigeria, los  bandidos de Boko Haram, atacan y destruyen las escuelas y raptan a las escolares para convertirlas al Islam o servirse de ellas como esclavas o venderlas.

Después de atacar a los cristianos, a los yezidíes, a las mujeres, a las estatuas, hoy, los yihadistas biocidas continúan la carnicería cultural. Escuelas, ciencias y artes son objetivos escogidos por un integrismo que destruye la vida y todo lo que la ayuda a mejorarse y progresar. Al Qaeda atacaba las Torres Gemelas en 2001, pero antes comenzó la destrucción de los símbolos de otras religiones, los símbolos de la memoria preislámica. La comunidad internacional asiste impotente a la destrucción sistemática despiadada de obras que pertenecen al Patrimonio Cultural de la Humanidad: en marzo de 2001 los monumentales budas de Bamiyan (Afganistán), del siglo VI, tallados en la roca, fueron dinamitados. La filmación se colgó en Internet, sirviendo de precedente a lo que habría de seguir. La lista de ataques hasta octubre de 2015 es muy larga. Llevados por su odio al conocimiento desean acabar con toda traza cultural preislámica, en enero de 2012 fueron destruidas las tumbas de los santones del islam en Tombuctú (Malí), en enero de 2013, se produce la quema de bibliotecas de Tombuctú, con manuscritos del siglo XII. A partir de enero de 2015, tiene lugar la destrucción de las tumbas de algunos profetas del islam en Mosul (Irak), y la quema miles de libros de la Universidad y del Museo de Arte Antiguo, miles de libros irremplazables, manuscritos del siglo XVIII, el teatro de la Universidad, y a iglesia de la Virgen María.

Le siguen los toros alados del arte asirio de Nínive, en Irak , del siglo VI a.C. (febrero, 2015). Pérdidas irreversibles, dada la saña con la que se emplean en su destrucción, mazas y martillos neumáticos. A mediados de mayo, el ejército del Isis toma la ciudad de Palmira en Siria y la UNESCO tiembla ante la idea de ver ese tesoro destruido. A los yihadistas no les ha temblado el pulso a la hora de dinamitarla. Al mismo tiempo decapitaron al que fuera el responsable de conservación del yacimiento, Jaled Assad, un eminente arqueólogo de más de 80 años de edad, y a otros 13 funcionarios. El estupor y la incomprensión es total. El Ei ha declarado la guerra total a la cultura, declarando como todos los fascismos, la creación de un “orden nuevo” que exige la destrucción de todo lo que no sea el periodo dorado del Islam. El arte budista, asirio, persa, griego, cristiano o simplemente preislámico no tiene su hueco en el nuevo orden. Todo el pasado debe ser purificado por la violencia destructora análoga a un autodefé. La destrucción irreversible de Nimrud ha quedado descubierta en toda su dimensión tras su reconquista por las tropas iraquíes (noviembre 2016), los toros alados y el zigurat milenario de esta ciudad asiria cerca de Mosul han sido destruidos y el museo saqueado[93]. Igual suerte ha sufrido el convento de Dair Mar Elia, del siglo VI o la propia mezquita Al-Nuri, de Mosul dinamitada ante la llegada inminente de las tropas gubernamentales en junio de 2017. La mezquita del siglo XII era célebre por su alminar inclinado y había sido el escenario de la proclamación del Estado Islámico en junio de 2014 por Al Bagdadí. Su destrucción causó una gran conmoción en el mundo árabe.

Se había olvidado que el Corán es profundamente iconoclasta, que prohíbe toda representación de Alá, del profeta o siquiera de la figura humana. Dios es el creador de todo lo existente, el hombre no tiene derecho a crear nada porque rivalizaría con él. Todo lo que pudiera hacer sería un ídolo que solo merece la destrucción ya se trate de una obra arquitectónica, pictórica, escultórica, musical o poética. Así esta prohibición del texto sagrado tomada al pie de la letra por los rigoristas barbudos sirve de justificación aún hoy para el saqueo de los museos o el asesinato de caricaturistas (París, enero de 2015).

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Templo de Baal, destruido (agosto 2015). Palmira, Siria.

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Templo de Bêl, destruido. Palmira (agosto 2015) (Siria).

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Arco de triunfo de Palmira, (Siria), dinamitado el 4 de octubre de 2015.

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Conquista de Palmira por los irakíes y vista de los edificios destruidos por los integristas.

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El Ei ha querido aniquilar todo lo preexistente a la revelación coránica, el periodo de la jahiliya, considerado el tiempo del paganismo, de la idolatría, y quemar los escritos considerados impuros por sostener una visión heterodoxa e impía desde el punto de vista del wahabismo rigorista.

El primer acusado por crímenes de guerra, por haber destruido los mausoleos preislámicos de Tombuctú en 2012 se sentó cuatro años después en el banquillo del Tribunal Penal de la Haya, donde ha sido condenado a nueve años. Los mausoleos han sido rehechos, pero tantísimos otros testimonios de la historia han desaparecido para siempre. En tales momentos podemos agradecer al British Museum el expolio efectuado en la región bajo la colonización de la región por Reino Unido, en realidad un gesto que ha salvado de la destrucción a muchas obras de arte, patrimonio universal, de aquel periodo de la historia.

Una sociedad iconoclasta que condena la representación figurada es una losa para las Artes. Artistas, poetas o escritores tienen la vida difícil en los países islámicos donde con frecuencia se les acusa de antirreligiosos o de apóstatas y se censura o silencia su obra. No hay poetas creyentes, el poeta no escucha el texto coránico. Todos los poetas son antirreligios, dice el poeta Adonis.

A otra escala, pero producto del mismo dogma iconoclasta, es la salida al mercado británico de una pavorosa muñeca que carece de rostro y lleva el velo islámico. Su punto fuerte desde el punto de vista comercial, es que respeta la sharia ([94]).

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Parece evidente que una infancia educada en esa óptica produzca personas insensibles a la destrucción de las obras de arte, las cuales supuestamente atentan contra los dictados de su religión, que condena la adoración de imágenes. Es hacer un flaco favor a la cultura pensar que esta historia de muñecas es una elevada manifestación de la tolerancia europea. Al contrario, es una preparación psicológica perversa. Primero desaparece el rostro de la muñeca, luego podrá hacerse lo mismo más fácilmente cuando la niña cuando se convierta en una mujer. La obra « Desaparición » de la artista yemení Bouchra Almutawakel ilustra el proceso.

8. LA PALABRA “IDENTIDAD” NO ES DE DERECHAS

Hoy parece que la palabra identidad es considerada erróneamente un término negativo, propio de la derecha y excluyente. Quien la emplea para tratar de definir un sentimiento legítimo es rápidamente descalificado por los supuestos progresistas, detentores exclusivos de la moral y de la justicia. Quizás estos, en su generoso y bienpensante laicismo,  no son conscientes de lo que está efectivamente en peligro y no comprenden la necesidad de preservar esa identidad. Hacen como que no existe, como que es algo cambiante y que no pasa nada si se transforma en otra cosa, porque la identidad es una realidad evolutiva. Sin embargo, la identidad cultural es la memoria de nuestra sociedad y la base a los principios de convivencia. La identidad no es sinónimo de homogeneidad, y menos aún de homogeneización. Europa se ha mostrado dispuesta en las últimas décadas a todas las renuncias identitarias, mostrándose más que tibia a la hora de acuñar su propia definición. Cuando llegó el momento de hacerlo en el proyecto de Constitución Europea fracasada, renunció (2003). Tendiendo a una uniformización a todos los niveles, institucional, jurídico y económico, la UE ha propuesto un modelo a seguir, abierto. Solo que esa globalización ciertamente igualitaria y positiva en muchos aspectos implica una disolución del propio perfil cultural, lo que es ahora una fuente de esquizofrenias. Puede llegar un momento en que no  sepamos quiénes somos porque habremos olvidado de donde venimos. Europa no es una persona que decide teñirse el pelo un día pero puede volver a recuperar su color original al siguiente. No es tan fácil para la Historia dar pasos atrás. En la enseñanza, hemos sacrificado el conocimiento universal en beneficio de las competencias prácticas. La llamada cultura general solo existe para algunos concursos de televisión. Los escolares no comprenden un capitel gótico ni un cuadro barroco, ignoran el origen y el sentido de capítulos esenciales de nuestro acervo cultural. Todo eso les es ajeno. Su cultura es otra. Su cultura les viene de la calidad de su conexión, de la velocidad del 4G, de su destreza en Internet. Ni imaginan que el mundo del arte, de la literatura, de la música, de la filosofía, etc., está impregnado de pensamiento judeo-cristiano, que ha sido durante siglos la propia médula y el ADN europeo. Olvidar esto por sentimientos de anticlericalismo o de laicismo militante es arriesgarnos a perder de vista nuestra propia naturaleza. Si algunos parecen dispuestos a conservar los elementos identitarios que les unen a un pasado que les es familiar y con el que se siente cómodos y seguros, a otros no parece apenarles su pérdida. A estos últimos se les se considera tolerantes y progresistas. Son evolucionistas en cierto sentido, porque comprenden que no se puede frenar la historia y los cambios históricos. Los otros son los conservadores, los retrógrados, los “católicos”, en sentido despectivo, que creen que la historia no está escrita. Al portal de belén en los lugares públicos los laicos renuncian sin problemas, por lo que en las escuelas públicas de Bélgica, por ejemplo, ha desaparecido por completo en Navidad. Las instituciones de enseñanza belgas felicitan esas fiestas con christmas sin la menor alusión figurativa a la fiesta navideña ni al nacimiento que conmemora. Esa onda se expande insidiosamente a otros ámbitos religiosos. La conocida figura de San Nicolás, que trae regalos a los niños el 5 de diciembre en Bélgica y Holanda sufrió un rudo ataque este año 2015 cuando se la ha criticado por racista. En efecto, el santo va acompañado tradicionalmente por un paje negro. Algunas asociaciones laicas exigían que le père Fouettard, que así se llama el paje, desapareciera de los cortejos o fuera sustituido por un paje blanco. La tiranía de lo políticamente correcto invade el folklore.

Donde el laicismo militante y anticlerical avanza, las sociedades se islamizan. Donde las sociedades se islamizan, las demás religiones desaparecen tarde o temprano

El origen de este movimiento hay que buscarlo diez años atrás. Se lanzó entonces una campaña contra los signos religiosos manifiestos en lugares públicos, en parte para justificar también las restricciones al islam, de manera que desde la ley se vieran tratadas todas las religiones en el mismo pie de igualdad. En esa línea, desde  2004 los signos religiosos “ostentosos” están prohibidos en Francia, lo que lleva a situaciones paradójicas, ya que por esa ley se ha obligado a esconder las cadenitas con cruces sobre el pecho por ser un signo de la religión católica pero incomprensiblemente el velo islámico ha pasado el tamiz, como si no fuera un signo religioso. Es como una madre que castiga a sus hijos que no han hecho nada malo solo para justificar un castigo a la mala acción de un amigo que vino a jugar con ellos. A eso se llama pagar justos por pecadores, o también “tirar al niño con el agua de la bañera”.

Hay quienes denuncian “la pasividad cultural y en la enseñanza ante los contenidos de violencia en las religiones. No disimulemos el hecho de que “islam” significa sumisión y no paz” [95]. Cualquiera comprende que no se puede llegar a la casa de los vecinos que nos ha invitado a cenar y exigirles a los postres, después de haber ganado su amistad, que pinten la cocina de verde porque el blanco no nos gusta. Dar gusto a los radicales, en cualquiera de sus vertientes ideológicas, es fortalecerlos en sus posiciones hiper-identitarias y comunitarias, aunque en realidad es perder el tiempo porque estarán siempre insatisfechos. Este complejo de culpabilidad europeo se explica por una mirada crítica y humanista de un pasado colonial, bélico e imperialista, que nos avergüenza por el sufrimiento causado. Es así como la conquista de América se convierte en un “genocidio” y Napoleón en un “negrero”. Pero enjuiciar a personajes de la Historia con la óptica de la justicia contemporánea es un gesto aberrante. Hoy nadie reivindica la repetición de los métodos del pasado.

La Europa heredera de la Ilustración ha querido sustituir la religión por otra cosa, puesto que eliminarla es una tarea imposible. Ni los peores regímenes lo consiguieron. Hoy, Europa en su obsesión por librase de ese elemento “responsable” de cruentas guerras seculares ha creado otro monstruo. La ruptura con el pasado, es otros términos la poda una raiz llena de savia, fragiliza forzosamente el árbol. No es de buenos jardineros aplicar tratamientos tan severos que pongan en peligro la propia vida del organismo. Es peor el remedio que la enfermedad. En el mejor de los casos, si el árbol es bastante fuerte y sobrevive, nada garantiza que será más hermoso que antes, ni más sano.

Eliminando las huellas visibles del acervo religioso popular se busca eliminar uno de los pilares de la identidad propia para no ofuscar identidades ajenas. El edificio nacional presenta una fisura por donde se infiltran otras corrientes religiosas, básicamente islámicas, basadas en sentimientos de identidad extremadamente arraigados que van suplantando y rellenando los vacíos dejados por el estado laico.

Sea como fuere, el proceso de autoflagelación y desculturalización en Europa está abierto y para muchos ciudadanos es una fuente de incertidumbre porque se preguntan hasta donde llegará. Para frenarlo, en su impotencia, se vuelven hacia los partidos de extrema derecha, los únicos que se declaran abiertamente contra la pérdida identitaria. Este fenómeno es el que explica el auge de los partidos euroescépticos, como el Frente Nacional en Francia, o los Verdaderos Finlandeses entre otros.

Si no sabemos quien somos porque hemos olvidado de donde venimos parece obvio que acabaremos desapareciendo, disueltos ante culturas más asertivas.

Europa está llena de buenas intenciones pero debemos comprender que el perfil bajo y las concesiones a la austriaca[96] o a la belga para evitar la radicalización de su población musulmana no son la solución puesto que los radicales nunca se dan por contentos. No debiéramos disculparnos ante los demás, precisamente porque los integristas se aprovechan de esa debilidad y de ese angelismo para avanzar ellos donde nos desdibujamos nosotros, y así lo proclaman abiertamente. Su estrategia es cristalina.

En las escuelas públicas, los escolares belgas ignoran casi todo de la religión católica. Como consecuencia, los universitarios no conocen el origen ni la significación de expresiones que han acompañado la fraseología occidental durante siglos. La fraseología de origen cultural es una víctima inocente en este frente:  ser un maná caído del cielo, ser el chivo expiatorio, ser el hijo pródigo,  dar una sentencia salomónica, lavarse las manos, pasar por un periodo de vacas flacas, sembrar cizaña, tirar la primera piedra, al César lo que es del César, ver la paja en el ojo ajeno, etc., no significa gran cosa para ellos. En el idioma también se pretende alcanzar la corrección política perfecta, como en la película L’âge des ténèbres (2007), de Denys Arcand, exitosa película canadiense. Uno de los personajes es amonestado en su empresa porque había pronunciado la palabra «negro», la cual había sido suprimida del diccionario por el Gobierno. Hoy casi nos da vergüenza pronunciar la palabra “negro” para describir a una persona, o cuando está incluida en expresiones, porque pueden considerarse ofensivas. Igualmente, en el campo del humor los cómicos se censuran. En el contexto de la fraseología, algunas expresiones caen en desgracia porque ofenden a una u otra comunidad. Hoy está feo decir: Ir hecho un gitano, trabajar como un chino, o haber moros en la costa. Tal vez acabarán desapareciendo de nuestro idioma. En ese caso, ¿qué habremos ganado? La historia no se cambia porque se olvide. La amnesia no modifica las tragedias vividas por los pueblos. El silencio no es aconsejable para el equilibrio mental. Después de haber vivido un drama, los psicólogos aconsejan hablar de él, no guardarlo en el silencio, para hacer el duelo y vencer el traumatismo.

En el mundo de la libertad de expresión, se está produciendo un fenómeno similar. Se evita decir o se cae en la autocensura para evitar la crítica posible de los bienintencionados y bienpensantes. Nos plegamos a la tiranía del eufemismo. Los ejemplos son numerosos. Se quiere modificar la historieta de Tin Tin en el Congo por racista, se sacrifica la obra de Mark Twain en el altar de lo políticamente correcto para sustituir la palabra “nigger”[97]. Está mal visto hacer chistes de uno u otro grupo social, religioso o étnico y se acabarán prohibiendo aquellos que se burlan de negros, gitanos,  judíos, católicos, árabes, mariquitas y cornudos, porque en cada caso habrá un colectivo que representa al grupo que va a considerar que el humor es una ofensa contra ellos. Los chistes de enanos, de gordos, de putas, de pobres, de cojos, de tartamudos, de gangosos, de moros y de curas están en peligro de extinción en el espacio público. Los islamistas han asesinado a gente que han hecho chistes sobre su profeta.

Los espacios de libertad de expresión son imprescindibles y deben ser protegidos. El humor puede parecer cruel a veces pero el verdadero humor nunca encierra una pizca de odio. Sólo en este caso puede ser censurado, prohibido o penado. El odio disfrazado de humor antisemita, por ejemplo del exhumorista francés Dieudonné ha sido prohibido en ocasiones en Francia y Bélgica porque comportamientos así no merecen la cobertura de los derechos fundamentales, como lo es el de la libertad de expresión.

Este proceso censor que abarca un amplio arco semántico dejará heridas en el subconsciente colectivo porque a la larga se verá que ha sido inútil. Se habrá tirado de nuevo al niño con el agua de la bañera. Ni siquiera la persecución comunista pudo soterrar el sentimiento religioso en la URSS o en Cuba. Además, en el caso que nos ocupa, no son medidas eficaces para la convivencia ni la integración de otras comunidades culturales, sociales o religiosas, ni de la musulmana en particular. Los responsables políticos lo aceptan para dar gusto y apaciguar a los  representantes más radicales de esas comunidades. Pero ¿son realmente los más representativos? La mayoría de los fieles del islam no lo demandan.

El éxito de la integración no consiste en que el país integre a los musulmanes adaptándose a sus hábitos religiosos sino que los musulmanes asimilen la cultura y los valores del país que los acoge. No solo la derecha está pidiendo ahora la europeización del islam, como hizo Cameron ante el Parlamente inglés (julio 2015), también aquellos que pertenecieron a los Nuevos Filósofos lo demandan en Francia. ¿La república debe adaptarse a las leyes del islam o el islam a las leyes de  la república? : el modo de vida occidental no es negociable [98]. Cuando se habla del fracaso de la integración, se hace referencia a todo esto sin saberlo. Este es el problema que subyace. Solo la amenaza de unos y el miedo de otros puede explicar que en 2006, en Suiza, fuera imposible montar la obra de Voltaire sobre Mahoma. Ya entonces la libertad de expresión estaba amenazada y se cedió al chantaje. Desde entonces el proceso se ha acentuado. Se ha aceptado la autocensura frente a las amenazas de los islamistas. Nueve años más tarde, los periodistas y caricaturistas del semanario satírico Charlie Hebdo, que desafiaron a los chantajistas, lo pagaron con sus vidas en París. El proceso ha sido rapidísimo e impregna nuestras costumbres y modos de vida más sencillos. La libertad de expresión sufre el acoso en dos frentes: el de lo políticamente correcto y el del integrismo islámico. Aunque a la escala de la vida de una persona los nueve años transcurridos entre ambos sucesos parezcan muchos, para la Historia es un instante. La radicalización ha sido ha sido rapidísima vista desde una perspectiva histórica. La amenaza de entonces se ha convertido en el terrorismo de hoy a la velocidad de la luz.

Han sido necesarios los atentados sangrientos en el suelo europeo, que ha causado cientos de muertos en un año para que comiencen a tomarse medidas severas contra el radicalismo. En Francia, el país con un mayor número de musulmanes en Europa, y el más mortificado por los atentados[99] se han cerrado una veintena de mezquitas, se ha expulsado a imanes conocidos por sus prédicas de odio a los valores occidentales y se vigilará estrechamente sus fuentes de financiación, la cual procede en un 20% de fuentes extrajeras. Para financiar los lugares de culto musulmán en Francia se baraja la idea de imponer una tasa a la comida halal.

9. LAICOS Y CONVERSOS

El laicismo, contrariamente a lo esperado, ha tenido en Europa un efecto desintegrador porque ha funcionado entre los europeos exclusivamente. Los católicos se desentienden de su iglesia, la ignoran, la menosprecian o simplemente la desconocen. El catolicismo en Europa esta en crisis, la fe esta crisis, las iglesias y los seminarios vacíos, la juventud está alejada de la Iglesia desde hace décadas. Por su lado, los europeos musulmanes nunca se han sentido atraídos por las prédicas laicas, como si no fueran con ellos, y han reforzado aún más su sentimiento identitario cementado con la religión. A esto se dio en llamar el repliegue identitario, que es un ensimismamiento religioso y social a la vez. Se ha producido pues un doble fenómeno, por un lado un impulso del fervor religioso islámico y la exitosa mediatización de la yihad y por otro un laicismo tenaz en las élites políticas europeas que hacen la cama al primero. Diferentes estudios del Partido Socialista francés (2006) ponen de manifiesto un descenso del mestizaje debido a que la endogamia se ha reforzado entre los jóvenes de origen magrebí. Si esta tendencia se ha acentuado es porque la población norteafricana ha aumentado considerablemente gracias a la política de reagrupamiento familiar. En las primeras oleadas migratorias solo venían los hombres, con el tiempo, estos han traído a sus familias, por lo tanto las posibilidades de encontrar pareja en el seno de la propia comunidad se multiplican, reduciendo el mestizaje, base de la cohesión social. Por añadidura, el control social interno del mundo islámico, como los matrimonios endogámicos o la exigencia de conversión al islam del cónyuge no musulmán retrasan el proceso de integración.

Vivimos en una Europa avergonzada de sí misma que se ha mostrado incapaz de aludir a su religión en el preámbulo de su Constitución abortada porque los líderes del momento renunciaron a reconocer una verdad histórica: las raíces cristianas de Europa. El haberlo hecho no hubiera significado un besamanos a la Iglesia, ni mucho menos, sino simplemente una justa afirmación de su tradición cultural básica, el humanismo cristiano. No hacerlo equivale a abandonar las raíces en el vertedero de los propios valores. En estas circunstancias es normal que los islamistas la consideren una civilización cansada y en declive, la vieja y enferma Europa, a punto de caramelo para recibir el asalto final. El islam tiene sus “idiotas útiles” entre los laicos europeos, tan bienintencionados como ingenuos.

Las estadísticas de 2006 hablan de un tercio de europeos del norte que se declaran sin religión, frente a un 25% que se declaran practicantes. Al contrario, los musulmanes europeos se declaran practicantes en un 72%. Ello es prueba del contraste entre una sociedad secularizada regida por leyes laicas y otra profundamente imbuida de religiosidad politizada cuyas relaciones sociales están regladas por una religión extremadamente prescriptiva y uniformizadora. Es palpable la oposición de naturalezas entre la postura europea pro multiculturalista por un lado y la afirmación comunitaria autoexcluyente musulmana por otro (esta segunda con complejo de superioridad moral sobre el occidente pecador). En efecto, no es tan inusual como pudiera creerse que un creyente musulmán considere lógico que en países musulmanes las otras religiones estén prohibidas, si no perseguidas, puesto que en su lógica fuera del islam no hay salvación. Por eso es frecuente percibir un sentimiento de hostilidad hacia ciertas iniciativas legislativas, como el matrimonio homosexual, la ley del aborto, o hábitos sociales como el consumo de alcohol, o la concepción liberal de la sexualidad que reina en los países occidentales. La laxitud de esta moral escandaliza a muchos musulmanes y la condenan. En los países musulmanes es penada por la ley (en Siria, tres años). Pero los terroristas islámicos van más lejos y la “castigan”, de manera que persecución de la comunidad LGTB es una misión del Ei, que ejecuta la condena lanzándolos desde lo alto de un edificio, o la convierten en objetivo terrorista, como en el atentado contra el club homosexual Pulse de Orlando (EE.UU, junio 2016), donde según su reivindicación, “un soldado del Califato atacó un club de los adeptos de Lot”.

Cuando la sociedad esta en perpetua transformación y tan rápidamente como la occidental, hasta el punto de perder sus bases de referencia, es lógico que una parte de sus elementos se sientan desorientados y busquen el sentido de su vida en el sentimiento religioso. Allí pueden llegar de buena fe, ingenuamente, y allí pueden caer en un burdo tejido manipulador. Las sectas están llenas de personalidades frágiles que encuentran en la nueva comunidad sostén y guía. De ellos algunos seguirán la vía de la espiritualidad pero otros caerán en las redes de radicalismos de todo tipo, o peor aún de la deshumanización, donde la vida terrenal no cuenta. En el pasado hemos conocido sectas apocalípticas cuyos miembros no dudaban en darse la muerte a la simple orden del líder. Nicolas Henin, periodista francés que estuvo prisionero en Siria durante diez meses, sostiene en su libro[100] la tesis de que los jóvenes se convierten rapidísimamente al yihadismo y caen en él como quien entra en una secta, según una misma hoja de ruta psicológica. No todos los terroristas son de origen musulmán, entre ellos pueden encontrarse jóvenes de origen bretón, o asturiano, como el caso del primer yihadista español (2001), convertidos al Islam a partir de la frecuentación de las mezquitas de barrio. Es curioso comprobar como el 25 % de los yihadistas franceses habían sido católicos. El fenómeno es general, como parece demostrar el hecho de que en el grupo desarticulado por la policía en Barcelona (abril 2015) la mitad eran conversos españoles, entre ellos el cabecilla del grupo. Estos datos desmiente la idea extendida de que el proceso de radicalización se explica por un fracaso de las políticas europeas de integración, este es un error de interpretación evidente, puesto que una gran parte de esos yihadistas son conversos que no han sufrido discriminaciones particulares. Se calcula en 50.000 el número de conversos españoles estos últimos años ([101]).

10. INMIGRACIÓN Y REFUGIADOS

Otra consecuencia dramática de la guerra de Siria es el éxodo de su población. El país está vaciándose y exangüe por una hemorragia incontenible. Como en todos los conflictos, la población civil es la gran sacrificada.

Los bombardeos del presidente sirio Bachar El Asad, los combates entre facciones, y la dictadura del Ei en una gran parte del país, empuja hoy al exilio a cientos de miles de sirios y de iraquíes La guerra de Siria, ha tenido como consecuencia la muerte de 250.000 personas (hasta septiembre de 2015), el desplazamiento de 7 millones de sirios en el interior del país, y el éxodo de 5.5 millones de refugiados según ACNUR (junio de 2017), la mayor parte en los países limítrofes. A ello hay que añadir la muerte de unos 3.200 refugiados o inmigrantes en aguas del Mediterráneo (cifras de ACNUR, octubre de 2015), tratando de llegar a Europa, entre ellos muchos libios, país en un caos completo tras el derrocamiento de Gadafi (2011), que asiste al éxodo a miles de libios que tratan de alcanzar las costas italianas.

La UE por su tradición de respeto de los derechos humanos no puede soportar moralmente esa sangría ni asistir impávida a la tragedia. Intervenir es un deber ineludible y trata de encontrar soluciones a corto plazo acogiendo a muchos de estos refugiados políticos, sin entrar en otras consideraciones. La situación desesperada de estos refugiados ha despertado una enorme ola de solidaridad entre la población europea que ha tomado iniciativas individuales o ciudadanas que complementan las estructuras administrativas puestas en marcha por los estados.

Pero paralelamente, esta crisis humana ha provocado una afluencia masiva de población musulmana que comienza a inquietar a los nacionales de estos países, en particular a los más desfavorecidos que se sienten tratados con desaire y consideran que su gobierno trata mejor a los recién llegados, en cuanto a las ayudas que reciben o se les prometen, que a ellos mismos.

La llegada masiva a Europa comienza en agosto de 2015. El aumento de la corriente migratoria proveniente de Siria, Afganistán, Libia e Irak, a los que se añaden la tradicional del África subsahariana, causa una crisis de enormes proporciones. El aflujo sorprende y desborda a los países de la UE, hasta el punto de dejar en entredicho los acuerdos de Schengen. Cada país trata de encauzar como puede este flujo que pasa a la UE por Grecia e Italia.

Macedonia declara el Estado de urgencia, otros países otros levantan muros y alambradas o cierran las fronteras. “Europa no puede acoger toda la miseria del mundo”, “Europa no es un cajero automático”, dicen sus líderes. Húngaros, checos, eslovacos y rumanos muestran su desacuerdo con la imposición de cuotas de refugiados que trata de imponer Bruselas. Mientras, Suecia se abstiene. Hungría, es quizás el país más hostil a esta llegada de población foránea, y recuerda su historia cuando, en 1526, la derrota en Móhacs ante los otomanos supuso la desaparición del reino magiar hasta el siglo XIX y un golpe crítico a la única potencia que resistía al avance musulmán.

Para redistribuir a estos refugiados, los jefes de Estado de los países miembros se han venido reuniendo en Bruselas desde septiembre de 2015 para encontrar soluciones de acogida, llegando al establecimiento de cupos, o contingentes por país, en función de su demografía sobre todo. Estados Unidos se había mostrado favorable a acoger 10.000 refugiados sirios entre septiembre de 2015 y octubre de 2016, sin embargo los atentados de París (nov. 2015) han llevado a la mitad de los 50 Estados de ese país a rechazarlos por miedo a que hubiera terroristas infiltrados entre ellos. Esta idea de terroristas infiltrados que llegarían a Europa con el flujo de los refugiados fue presentada primero por líderes considerados como xenófobos, por lo que no se les dio mucho crédito al principio, sin embargo, desgraciadamente, el tiempo les dio la razón. El caso de “el sueco” llegado a la isla de Lesbos con los refugiados sirios, que fue recogido luego en Alemania por el belga Salam Abdeslam (septiembre de 2015) y que participó en el atentado del metro de Bruselas en marzo de 2016, no es un caso aislado. Con el tiempo otros políticos han aceptado esta contingencia con fatalismo.

Volviendo a Europa, los miembros de la Unión manifiestan posturas divergentes si no abiertamente contradictorias, de manera que el “espacio Schengen” de libre circulación en Europa ha sufrido el envite: uno de los pilares esenciales de la UE se tambalea, y un país tras otros cierra las fronteras, al menos temporalmente.

Llegan a Europa por Grecia, Macedonia, Hungría, y el destino final de la mayoría es Alemania, Países Bajos (200.000 en 2015), los países nórdicos o Reino Unido. La crisis migratoria sin precedentes obliga a París y Londres a tomar medidas para luchar contra las organizaciones mafiosas que trafican con las personas. Para evitar la afluencia a Bélgica, este país cierra también sus fronteras (enero 2016). Los asaltos y la tensión en la frontera de Calais para pasar al Reino Unido se multiplican. Los campamentos de fortuna de inmigrantes reúnen a miles de personas, como el conocido como “la jungla”, por lo que el estado francés decide finalmente desmantelarlo y diseminar a sus ocupantes por el resto del territorio en octubre de 2016. A estas medidas se suma la erección de un muro de un kilómetro de largo por cuatro de alto prolongado por rejas para evitar el paso de los clandestinos con destino al Reino Unido.

El aflujo migratorio ha dividido a los europeos y resquebraja a la UE, que busca medidas para paliarlo. El espacio Schengen, uno de los pilares de la armonización política de Europa se ha roto. Dinamarca y Polonia han decidido no acoger a más refugiados y 7 de los 26 países de la UE han decidido (octubre 2015) imponer de nuevo sus propios controles de policía en las fronteras o en su defecto construir un muro, como Austria, o sembrar alambradas de espino a lo largo de cientos de kilómetros como Eslovenia o Hungría. La incapacidad del estado griego para gestionar la crisis le ha valido la amenaza de expulsión temporal del espacio Schengen hasta que ponga orden en sus fronteras[102]. El aflujo migratorio unido a la crisis económica que se eterniza es la causa indirecta de la ascensión de los partidos de ultraderecha y euroescépticos, como en Austria, con una campaña polarizada por el tema de la emigración que ha fracturado el país. La llegada de 90.000 inmigrantes ha desatado reacciones de xenofobia potenciados por el paro y la inseguridad[103]. El ascenso del candidato del FPO, Norbert Hofer, que defiende la prohibición del velo y proclama la prioridad de los nacionales, se apoya en el descontento de grandes capas de población que hace unos años no votaban a la extrema derecha. Hoy rozan el 50% de los votos (mayo 2016).

En Hungría, su presidente Janes Ader convocó un referéndum en octubre de 2016 para oponerse al sistema de reubicación de inmigrantes en la UE impuesto por Bruselas, que prevé la acogida de 160.000 personas en dos años respondiendo a la opinión de que sólo los húngaros pueden decidir con quién quieren vivir en Hungría. Otros países están en la misma línea: Polonia, Hungría, Eslovaquia y Chequia.

Sin duda el acontecimiento más grave y de mayores repercusiones políticas, aún imprevisibles por su extensión y ramificaciones en innumerables aspectos de la vida económica europea es el resultado del referéndum británico sobre la permanencia del Reino Unido en la UE. Una de las razones argumentadas por muchos británicos para votar a favor del Brexit, (la salida del Reino Unido de la Unión Europea) tenía sus raíces en la incomprensión de la gente de ver que los refugiados que llegaban al suelo británico tenían desde el primer día mejor protección social que ellos mismos, que sufrían el paro en zonas calamitosas y desindustrializadas desde hace décadas. Otra consecuencia indirecta puede ser la secesión de Escocia, una región que se mostró favorable a la permanencia en dicho referéndum y que ahora se encuentra fuera. En cualquier caso, el resultado ha sido otro país fracturado por la “crisis de los inmigrantes”.

Pero parece imposible detener el flujo de una población que huye del infierno, sea la pobreza o la guerra. Las medidas disuasorias no servirán ante miles de familias que luchan por sobrevivir y proteger a sus hijos. Son conscientes de que al emprender la huída exponen su vida a graves peligros, pero puesto en la balanza, deciden enfrentar los riesgos: “Si me hubiera quedado en Siria ya estaría probablemente muerto. Abandonando el país, tenia un 30% de sobrevivir, quedándome en Siria, mucho menos”.

Hasta octubre de 2015 llegaron a Europa 613.000 refugiados. Pero estas cifras deben relativizarse. En efecto, comparado con otros países es muy poco. Turquía por ejemplo ha acogido hasta ese momento más de 2 millones, y Líbano más de 1 millón, es decir un cuarto de la población total del país, un peso demográfico que puede tener consecuencias para la estabilidad frágil de ese país. Las cifras finales del año 2015 indican un total de 1.100.000 refugiados llegados a Europa. Para detener el aflujo, los líderes de la UE deciden poner los medios financieros sobre la mesa y pagar 3.000 millones a Turquía para que se haga cargo de ellos, esta cantidad inicial se completaría con otros 3.000 millones antes del final de 2018. En una situación económica precaria, Europa paga un dinero que le vendría mejor emplear en otros capítulos de la economía y no de la geoestrategia. Además Turquía no se privará de ampliar sus demandas a otros sectores, en particular a los tratos preferenciales y al allanamiento del camino de su adhesión a la UE. No deja de ser paradójico que la guerra de Siria sea la llave que abra a Turquía la puerta de Occidente. En efecto, para controlar los flujos migratorios como le pide la UE, que consiste en desviar a Turquía los migrantes que desembarquen en las islas griegas, y vigilar las fronteras, Turquía impone como condición la concesión de una visa a sus turistas nacionales que quieran visitar la UE; pero la desconfianza es muy grande en el seno de la UE ante el régimen islamo-conservador de Erdogan. Como proclamó con vehemencia el liberal belga Guy Verhofstadt  en el Parlamento Europeo: "Estamos dando las llaves de Europa al sultán Erdogan”[104]. A finales de noviembre, La UE decide congelar las negociaciones de adhesión de Turquía dada la situación represiva desencadenada por el gobierno tras el fallido golpe de estado (julio 2016) y las declaraciones gubernamentales sobre la posibilidad de reinstaurar la pena capital, algo inaceptable en el club europeo. Dos días más tarde Erdogan amenaza de nuevo con romper el pacto firmado en marzo sobre los refugiados y dejar salir hacia Europa a varios millones de refugiados musulmanes, seguramente una cifra en torno a los 2,5 millones, de los que 2,2 serían sirios. El contrato de los refugiados a permitido que Europa alivie la presión de casi millón de refugiados puesto que en junio de 2017 la ACNUR cifraba en 2,9 millones el número de refugiados en suelo turco.

La acogida de refugiados a la que se habían comprometido diferentes países de la UE no acaba de consolidarse. Por ejemplo España, desde noviembre de 2015 solo ha acogido a 470 refugiados. El pacto migratorio ha tenido poco éxito, razón por la cual la Comisión Europea propone en julio de 2016 una ayuda de 10.000 euros por refugiado reasentado en cada uno de los países, una medida más que es incomprensible para las poblaciones europeas empobrecidas por la crisis económica de 2008.

11. DESCRISTIANIZACIÓN DE ORIENTE

Paralelamente al aumento de la población musulmana en Europa, los cristianos disminuyen en los países árabes. Desde una perspectiva histórica, tras la expansión del islam a partir del siglo VIII, las otras religiones han sido minorizadas paulatinamente. Hoy los cristianos de Oriente están en vías de desaparición ante la falta de reacción de los gobiernos occidentales secularizados que siguen con indiferencia el proceso. Los gobiernos europeos apenas se atreven a levantar la voz por miedo a despertar viejos sentimientos anticoloniales o tensiones diplomáticas. Además apenas se sienten identificados con esas comunidades que manifiestan aún un sentimiento religioso muy profundo. El Papa Francisco ha levantado su voz para denunciar la persecución de estos representantes de la fuente esencial del cristianismo. La persecución religiosa del Estado Islámico, que afecta a católicos y ortodoxos por igual puesto que ambos son “adoradores de la cruz", es tan grave que ha favorecido el encuentro entre el Papa y el Patriarca de Moscu, Kirill, (febrero de 2016), el primer encuentro entre los máximos representantes de estas Iglesias en más de mil años.

Un ejemplo anecdótico es el de los escudos de fútbol. Con el objetivo de invisibilizar las demás religiones, en los países musulmanes no se tolera la exposición pública de los símbolos cristianos por insignificantes que sean, como sucedió con la pequeña cruz que corona el escudo del Real Madrid, el equipo de fútbol español, donde fue eliminada para Abu Dhabi (nov. 2014). Iguales exigencias se hicieron al club de fútbol Barcelona (2007) para que suprimiera la Cruz de San Jordi de su escudo en las camisetas que se venden con gran éxito en los países árabes.

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Escudo del Fútbol Club de Barcelona y su versión para los países árabes.

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Escudo del Real Madrid y su versión para los países árabes.

Es cierto que el islam ha obligado raramente a cambiar de religión bajo la amenaza de la espada, pero la cuestión de la jizya (impuesto exigido a los dihmmis, los no musulmanes “protegidos”, que comprenden los pueblos del libro, es decir los otros monoteístas hijos de Abraham, como judíos y cristianos) y otros tributos, las restricciones y las discriminaciones de hecho, los periodos de fanatismo, las políticas de hostigamiento, etc. han hecho que el número de judíos y de cristianos haya disminuido fuertemente. El dihmmi no puede ir armado, ni montar a caballo, la ropa debe ser de un color particular, no puede casarse con una musulmana, su declaración en un juicio no vale nada frente a la acusación de un musulmán, pero puede profesar discretamente su religión. La situación a lo largo de las épocas y los países a veces se distiende o se tensa. El resultado de la islamización es que el porcentaje de cristianos árabes y cristianos de Oriente ha disminuido sin parar pasando del 80% en los primeros siglos del islam (VIII-IX) al 50% durante los siglos XII y XII. Luego durante el siglo XIX, disminuyó hasta el 20%, y en la actualidad ha quedado reducido a un escaso 5%. Igual puede decirse de otras religiones, en particular la judía. En el s. XVI, en el sultanato de Marruecos vivían muchos judíos. En la misma época, el 42% de la población de Estambul no era musulmana [105]. Aún en el siglo XIX en Persia, los judíos tenían prohibido salir a la calle los días de lluvia porque –se decía- el agua se volvía impura con su contacto. Los judíos han sufrido la persecución en el Magreb. Hoy se calcula que en todo el norte de África quedan solamente unos 4.200 de un total de más de 600.000 en los años cuarenta. Túnez es un buen ejemplo de lo dicho. En los años ’40 había más de 100.000 judíos, pero debido al hostigamiento sufrido, quema de sus propiedades, etc., muchos fueron huyendo al compás de los diferentes conflictos en el mundo árabe, algunos a Israel y la mayoría a Francia. Hoy apenas son poco más de 1.500 estos últimos judíos-árabes concentrados en su inmensa mayoría – unos 1.200 - en una sola ciudad, Yerba, formando la mayor comunidad judía del mundo árabe[106].

Los cristianos son hoy una minoría en los países árabes, oscilando su presencia entre el 10% en Egipto y el 1,2% en Palestina, habiendo desaparecido casi por completo en el Magreb ([107]).

En Palestina e Israel, los árabes cristianos representaban el 25% de la población a principios del siglo pasado, hoy se ha reducido drásticamente hasta un 2%. En el Líbano, el 40% de los cristianos ya ha abandonado el país. En Irak, 400.000 cristianos iraquíes, de un millón, tuvieron que huir del país en los últimos años. En Irak (dic. 2015), hay encarceladas 92 personas simplemente por ser cristianas o conversos. Un predicador ha visto como las cargas de acusación recogen, según una formulación tradicional de la fraseología del Corán, la de “extender la corrupción en la tierra”. Los cristianos son discriminados, oprimidos o perseguidos, con diferente intensidad en algunos de estos países y según la situación histórica. En momentos de conflictos políticos son las víctimas propiciatorias. El yihadismo actual es la última de esas olas letales para los creyentes de otras religiones. Los ataques para obligarles por el terror a abandonar su tierra se multiplican desde el 2010. En Bagdag, 58 personas, la mayoría mujeres y niños cristianos, fueron asesinadas en octubre de 2010 por islamistas de Al-Qaeda que deseaban su exterminio en el país. La lista de atentados contra la comunidad cristiana es cada vez mas larga ([108]). Todos estos sucesos despiadados son señales inequívocas de una declaración de guerra por parte del islamismo, que se inscriben en un proceso planificado a largo plazo y paciente. El clima de amenaza o la guerra empuja al exilio a los cristianos. Ese proceso no se va a detener solo.

La persecución de los cristianos se ha acentuado con las exacciones del Estado islámico. Los 30.000 cristianos asirios en Siria, están sufriendo el acoso sangriento del terrorismo que quema las casas y las iglesias y secuestran a las personas. Los últimos han sido el secuestro de unos 200 cristianos (feb. 2015) por los que se teme por sus vidas, dados los precedentes trágicos conocidos ([109]). El 16 de febrero de 2015, un nuevo vídeo muestra la ejecución de 21 cristianos coptos en una playa de Libia. Otra tragedia que se suma a otra es la espeluznante noticia de que en una barca de emigrantes que atravesaba el Mediterráneo esperando alcanzar las costas de Lampdeusa, una reyerta se saldó con el lanzamiento al mar de doce de ellos: todos los cristianos que viajaban en la barca.

La lista de los ataques contra la comunidad cristiana de Egipto, la más antigua del cristianismo, y la más importante de África, es muy larga. En diciembre de 2016 una bomba mató a 25 cristianos coptos durante una celebración en la catedral copta de El Cairo, en abril de 2017 una bomba explotó en la iglesia de Tanta durante la celebración del Domingo de Ramos (27 muertos). El último atentado data de mayo de 2017 con el ametrallamiento de un autobús que causó 26 muertos cerca del Monasterio de San Samuel. Muchos cristianos coptos plantean abandonar el país por estar la comunidad amenazada al ser acusados de haber apoyado el golpe de estado de Al Sisi contra el presidente islamista Mohame Morsi (julio 2013). En 2017 aún siguen viviendo en este país unos 11 millones de coptos ortodoxos, según el Consejo Mundial de Iglesias[110], un 8% de la población egipcia.

El periodo del “califato” yihadista ha hecho descender dramáticamente las cifras de cristianos en Irak, de un 1,5 ó 2 millones en época de Sadam Hussein, (derrocado en 2003), se ha pasado a unos 350.000 o 400.000 en la actualidad según las fuentes (octubre 2016), sus casas han sido saqueadas, ocupadas por las familias del Daesh[111] y las iglesias destruidas. Los cristianos de la iglesia caldea, cuna del cristianismo en Mesopotamia, siempre carecieron de organizaciones políticas representativas, no son reivindicativos, pero se definen por sus tradiciones, lengua y cultura milenaria. Los cristianos de Irak, que representaban el 10% de la población, se concentraba en la ciudad de Mosul. Cuando esta ciudad fue tomada en junio de 2014 por Daesh, se les propuso, a través del Ministerio de Justicia, las dos posibilidades de la ley coránica: la conversión al Islam, pagar el impuesto especial de “protección” para los paganos, la jizya (yizia), o abandonar la ciudad. En caso de negativa “no les espera más que la espada”. La mayoría de ellos, unos 300.000, eligió el exilio, abandonando sus propiedades, las cuales fueron confiscadas inmediatamente. Los cristianos partieron con sus libros sagrados que testimonian de una presencia milenaria en la región. La soldadesca del Ei saqueó y destruyó las iglesias, y vendió los objetos con algún interés artístico en el mercado internacional del arte según un sistema perfectamente orquestado. Así ocurrió también en Alepo (Siria). Esta población asirio-caldea había llegado a la región huyendo precisamente de otro genocidio que, junto con los armenios, habían sufrido bajo el imperio otomano.

En abril 2015 asistimos a un recrudecimiento en los ataques a los cristianos con la inclusión de las iglesias europeas entre los objetivos de los terroristas. La policía detiene en Francia a un joven argelino que preparaba un atentado con explosivos en una o dos iglesias de Ville-Juive, durante la hora de culto. A los pocos días la policía italiana desarticula una banda de una decena de personas que tenía la intención de atacar en el Vaticano. La orden, en el primer caso, provenía directamente de Siria, y podemos suponer que es el inicio de una cadena que confirmaría que hay una guerra declarada contra la Iglesia. No son solo a los cristianos de Oriente, sino también a los de Occidente, a quienes los islamistas quieren aterrorizar.

Ya sea por razones de hostigamiento larvado, persecución declarada, pasividad occidental u odio terrorista las cifras totales dan la razón a quienes se refieren a esta hemorragia como un etnocidio cultural y demográfico. En 1900 los cristianos representaban una cuarta parte de la población de Oriente Medio, hoy solamente representan el 3,5 %, siete veces menos. Paralelamente a la descristianización de Oriente se produce la islamización de Occidente.

El problema no parece tanto la llamada “islamización” sino la tendencia fundamentalista del islam político que se desarrolla entre los musulmanes europeos, la cual impregna cada vez más a mayores capas de esta comunidad. Un intento de solucionar la cuestión pasa por aceptar un islam europeo, rechazando la idea de un islam en Europa. Son nociones bien diferentes. A la islamización de Europa otros oponen la necesidad de europeizar el islam, es decir inscribirlo definitivamente en la tradición humanística occidental y que se revista de los valores cívicos de los países de acogida en vez de oponerse a ellos o de ignorarlos. Este sería el único proceso posible que garantizara una convivencia abierta, sincera y armoniosa. Pero hay una parte creciente de la opinión pública musulmana que se manifiesta cada vez más abiertamente contra el proceso de integración, primero por lo que implica de renuncia a la propia identidad cultural y segundo porque es ineficaz.  Algunos de los principales dirigentes políticos europeos han admitido que los esfuerzos por aplicar modelos de  asimilación y luego de integración no han sido exitosos. Incluso la canciller alemana, reconocía en 2010 el fracaso del multiculturalismo alemán, igual que Cameron y Sarkozy hicieron por su parte en febrero de 2011. Desde entonces, un nuevo concepto hizo su aparición, el de “interculturalismo”. Por esta noción no hay que entender la coexistencia simple de culturas o religiones en los países de Occidente, que se soportan no sin ciertas tensiones, a veces debido a conflictos exógenos importados a la escena nacional, sino que se trataría de la interacción y los intercambios transversales entre ellas, de igual a igual, sin paternalismos, dentro de un Estado laico que protege el derecho a profesar la propia religión siempre y cuando quede cantonado de la esfera privada. Esto implicaría un cambio profundo del islam europeo ya que en el islam tradicional en países de confesión islámica aparecen fusionados en una sola naturaleza. En ese islam tradicional, los derechos humanos, los derechos de libertad de expresión o la separación de poderes del Estado están objetivamente maltrechos, al primarse valores antiigualitarios en la aplicación de penas, predicar el antisemitismo, o permitir la desigualdad entre hombres y mujeres.

Al fracaso de la asimilación ha sucedido el fracaso de la  integración, constatado como se ha dicho por los más importantes líderes europeos. La comunidad musulmana al victimizarse culpabiliza a Europa, a pesar de los ingentes y sinceros esfuerzos realizados en la UE, comprometida más que cualquier otra, por el respeto escrupuloso de los derechos humanos. Al mismo tiempo, la izquierda se da golpes de pecho sin ser capaz de responsabilizar también, en el grado que les corresponde, a los líderes musulmanes.

Recordemos el símil de una gran familia que ha oído decir que en cierta región cerca de su poblado existe una magnifica playa donde viven gentes libres, bien organizadas y pacíficas. A sí mismos, se llaman « nudistas ». Se ponen en camino. Cuando llegan con sus familias son acogidos con generosidad, les ofrecen trabajo, educación, guarderías, hospitales, tecnología, seguridad, libertad, y un futuro mejor. Pero con el tiempo, empiezan a exigir que los nudistas desaparezcan de la playa  porque no es conforme a su religión, y algunos de ellos recurren al terror para amedrentarlos. ¿Cómo deberían reaccionar los nudistas? Muchos musulmanes se declaran sinceramente franceses, pero no puede aceptarse tal afirmación cuando no aceptan en el fondo ni en la forma sus principios cívicos más esenciales: léase, por ejemplo,  libertad de expresión. Recordemos la frase de los imanes ortodoxos, que en un claro gesto de desobediencia ciudadana declaran: todo lo que contradice la sharia no debe ser respetado.

Los musulmanes, suníes en su gran mayoría, que  han emigrado a Europa o América por razones de pobreza, o persecución ideológica, lógicamente vienen con su cultura. Inexplicablemente, al llegar a estos países pretenden reproducir el esquema de la sociedad que ha dejado atrás, con su religión, impartida por imanes designados y remunerados por países extranjeros, garantes de la ortodoxia, que en ocasiones apenas saben hablar el idioma del país de acogida. En sus prédicas se desarrolla el odio ancestral a Occidente, su intolerancia, su hipercomunitarismo, y reproduce las relaciones sociales con una fuerza que ni siquiera la escuela es capaz de contrarrestar. Estos imanes son controlados por Arabia Saudí, principal proveedor de fondos de los predicadores, asociados a la visión wahabista del islam que propugna una lectura rigorista de los textos. Por supuesto, la inmensa mayoría de los musulmanes europeos se adaptan al sistema político del país, y participan en la vida asociativa, y muchos se incluyen en las listas electorales de los partidos, pero no deja de ser cierto que si estuviera en su mano el poder de legislar extenderían sus hábitos a la esfera pública de una manera no muy diferente a lo que se conoce en Marruecos o Turquía. Parece un proceso psicológico contradictorio que recuerda las impresiones que contó Marilyn en una ocasión: los hombres son incomprensibles, se enamoran de mí por mi manera de ser y cuando están viviendo conmigo hacen todo lo posible para que cambie. Muchos musulmanes actúan igual, llegan atraídos por el modelo cultural, económico y político europeo y cuando participan en él con todos sus derechos ciudadanos y electorales, quieren que el modelo cambie.

11.1 Las vías de la integración y de la desintegración corren paralelas

Quizás la política de la excusa, que justifica todas las exigencias de ensimismamiento religioso de la comunidad musulmana en ciertos barrios -pensamos en el caso belga- haya propiciado el desarrollo de actitudes agresivas o simplemente de repliegue de sus representantes. Se han aceptado discursos destructivos y odiosos en nombre de la sacrosanta libertad de opinión, se han permitido discursos de homofobia, de machismo, de antisemitismo y de anticristianismo, se ha permitido la crítica a los avances legislativos básicos como la contracepción, o la manifestación de cierta “comprensión” del fenómeno terrorista, se han impuesto cambios de nomenclatura de las fiestas más tradicionales como Navidad y Semana Santa, se han aceptado las manipulaciones iconográficas de San Nicolás, así como ciertas adaptaciones horarias o alimentarias en las escuelas, o la renuncia a ciertos contenidos curriculares para “no ofender” a esa comunidad, en fin toda una serie de medidas que, ha pesar de la buena intención, han traído un resultado contrario al buscado, que era la integración de la población musulmana en la vida ciudadana.

En Bélgica se ha llegado a un punto en que el ayuntamiento de Bruselas no se atreve a prohibir el “mercado musulmán” de Molenbeek (agosto 2015) o la Feria Musulmana organizada por los Hermanos Musulmanes en la que se encontraban libros virulentos en árabe contra los homosexuales, o las mujeres sin velo, y vehiculaban ideas antidemocráticas y primitivas. Sin embargo, ciertos medios de comunicación la han presentado como una prueba de buena convivencia, de ejercicio de la ciudadanía y de diálogo interreligioso. ¡Qué ceguera! dicen otros, para quienes las ideas más retrógradas se siguen extendiendo ante la mirada pasiva de las autoridades que lo permiten con el pretexto de evitar revueltas y males mayores. Es profundamente injusto e insoportable que los esfuerzos por la integración de los inmigrantes puedan conducir a la dilución de la identidad cultural europea.

A ningún representante de la comunidad judía que llegó a Europa tras la segunda Guerra Mundial se le hubiera pasado por la cabeza la idea de pedir que en las cantinas de la escuela pública se sirviera comida kosher. Hoy las autoridades políticas de algunos países, para dar gusto a las exigencias de la comunidad musulmana, discuten o aceptan la desaparición del cerdo en los menús escolares, horarios diferenciados para mujeres musulmanas en las piscinas municipales (Lille) o de los chicos y las chicas en las escuelas, la ausencia de las niñas a las clases de educación física, los sacrificios rituales de animales, que van contra la legislación europeas sobre el bienestar de los animales, etc. Al mismo tiempo, relegan al olvido oficial los pesebres cuando llega la Navidad, se rebautizan las vacaciones escolares, que ahora disfrutan los niños sin saber lo que celebran. En Bélgica, las vacaciones de Navidad se llaman “vacaciones de invierno”, y las de Semana Santa,vacaciones de Primavera. En Bruselas, el tradicional “Mercado de Navidad” de la Grand Place ha cambiado el nombre por el de “Placeres del invierno” (Plaisir d’hiver). Es normal el hartazgo de muchos ciudadanos que, tras décadas de esfuerzos casi inútiles, asisten sin comprender a cómo su propia clase política menosprecia sus tradiciones religiosas y reorienta la historia. Es normal la protesta ciudadana. Cosas tan simples como estas favorecen la ascensión de partidos de extrema derecha, que reciben a los descontentos con los brazos abiertos, muchos de los cuales son antiguos votantes socialistas.

Está probado que una inmigración no integrada culturalmente y a la vez decididamente reivindicativa, si no conflictiva, favorece el ascenso de partidos de extrema derecha en periodos de crisis económicas. Estos populismos a su vez fomentarán la islamofobia, la cual a su vez provocará el repliegue identitario y el sentimiento de injusticia entre los musulmanes, que asumirán discursos victimistas, sin ponerse nunca ellos mismos en tela de juicio. Es la pescadilla que se muerde la cola. En este proceso de radicalización recíproca quienes salen peor mal parados son los verdaderos demócratas, cogidos entre dos fuegos.

El aumento de la islamización de Europa, con un aflujo récord en el año 2105, inquietante para unos e inofensivo para otros, pero en cualquier caso continuo, tiene efectos sobre la desintegración de Europa y del espacio Schengen tanto como en la composición de los Parlamentos nacionales.

“El islam en Europa puede terminar con Europa” dicen sus líderes. Los cientos de miles de refugiados han hecho saltar las reglas del espacio Schengen, y están favoreciendo la ascensión del populismo en países que se han considerado siempre como modelos de libertad, tolerancia, justicia y acogida. La islamización traída por las diferentes olas migratorias esta cambiando el arco electoral europeo. Los partidos de extrema derecha han subido en Austria (30%), en Suecia (25%), en Suiza, en los Países Bajos, en Dinamarca, en Francia y en Alemania. Si nos detenemos en estos dos últimos países observamos el ascenso fulgurante del Frente Nacional (FN), que ha pasado del 10,5% en 2007 a 18% en las elecciones presidenciales de 2012 y alcanzado un 28% en las elecciones regionales de diciembre de 2015, tres semanas después solamente del shock producido por los atentados del Bataclán y los bulevares en París. El FN fue de los primeros en insistir en el peligro de la llegada de terroristas infiltrados entre los refugiados. Si ellos tenían los datos, la Seguridad del Estado también los tenía, pero no juzgaron oportuno comunicarlo, seguramente para no asustar a la población europea ni quebrar el gran impulso de solidaridad que la llegada de familias enteras echadas en las cunetas, como en la Segunda Guerra Mundial, había generado. Familias de toda Europa acogían con generosidad a muchos des estos refugiados que las estructuras sociales previstas por los Estados europeos eran incapaces de absorber dada la cifra enorme de estos recién llegados que se dirigían fundamentalmente a Alemania, como quien se dirige a El Dorado. Aquel aviso de los partidos extremistas antiinmigración, fue tomado a la ligera, y ahora ignoramos el número de terroristas infiltrados, pero lo cierto es que sí los hubo. En efecto, las investigaciones policiales pusieron de manifiesto que dos de los autores de los atentados del 13-N habían entrado en Europa con pasaportes falsos de refugiados. El autor del atentado con un camión lanzado contra los transeúntes en el centro de Estocolmo que mató a cuatro personas (abril 2017) era un uzbeko que entró como refugiado en el país.

También las autoridades alemanas acabaron reconociendo la participación de refugiados de Irak, Afganistán y Siria en los abusos, tocamientos, robos y agresiones sexuales a mujeres durante la Nochevieja de 2015 en Colonia, algo que conmocionó a los alemanes. Pero estos hechos no fueron únicos, puesto que se repitieron en otras ciudades de Alemania, Austria, Suiza y Finlandia[112]. Cabe preguntarse si la ocultación deliberada de esa información no era para hacer un favor a la canciller Merkel, que estaba siendo cada vez más criticada por su política de puertas abiertas y para evitar, en paralelo, criminalizar a los refugiados. Sea como fuere, la ola de atentados sufrida por Alemania, a pesar de su política de apertura, ha hecho tambalearse en un año al partido demócrata cristiano en el poder. El autor del atentado contra unos pasajeros en un tren en Baviera (julio 2016) que causó dos heridos graves, era un joven “refugiado” afgano de 17 años, acogido por una familia. En realidad era un soldado del ISIS camuflado esperando una ocasión para atacar. Lo hizo con un hacha y un cuchillo. Parece lógico pensar que habrá algunos terroristas-cuervos más entre los cientos de miles de refugiados provenientes de la zona en guerra y que, a pesar de todo lo hecho, Alemania no deja de ser objetivo de los islamistas. Otro sirio solicitante de asilo explotó con su carga causando tres heridos graves a la puerta de un concierto de música al aire libre que reunía a 2.000 personas en Ansbach, Baviera (julio 2016). Otro sirio, Jabel Albakr, fue detenido en octubre de 2016 por preparar un atentado, posiblemente contra un aeropuerto alemán. Tales hechos han favorecido a los ultraconservadores que pueden entrar en tres parlamentos regionales [113]. Los resultados de las elecciones municipales en Alemania de marzo de 2016, dan el resultado temido: una derrota de Angela Merkel. La crisis de los refugiados ha debilitado a la canciller. Su liderazgo, indiscutible hasta ahora, está siendo cuestionado por su electorado. Es el precio que paga por su poltica de acogida de refugiados. El declive electoral del partido va a proseguir en las elecciones regionales de septiembre de 2016 cuando el nuevo partido anti-inmigración, Alternativa para Alemania (AfD), supera a la CDU. La canciller alemana ha perdido un tercio de su electorado en un año y medio. Es obvio que la política de puertas abiertas de Merkel le ha pasado factura[114] y que la victoria de los partidos populistas europeos, corolario primero del discurso “welcome refugees”- equivale a dejar al lobo al cuidado del redil. Es una consecuencia dramática para Europa, que está entregando los gobiernos a partidos cada vez más extremistas. La canciller reconoció sus errores tardíamente[115], y a partir de septiembre de 2016, pretende replicar en otros países el mismo pacto que se firmó con Turquía para frenar el flujo migratorio, lo que supone un cambio radical de política migratoria, y ahora propugna reorientar a los inmigrantes hacia Egipto o Túnez.

Otra consecuencia muy grave de la que aún se desconocen las repercusiones a largo plazo es la salida del Reino Unido de la UE, tras el resultado del referéndum que arrojó un 52% de británicos contrario a la permanencia en el seno de la UE. Un argumento esgrimido por los partidarios del Brexit fue la oleada de extranjeros en el país, y de las ayudas que reciben en comparación con la escasez de ayuda que les llega a ellos. Corolario de esta disolución de los lazos entre Europa y Reino Unido, será la explosión interna del reino, ya que Escocia e Irlanda del Norte no parecen dispuestos a firmar ese resultado y tal vez demanden la separación.

En un año y medio, desde los atentados de Charlie Hebdo en enero de 2015 hasta el 14 de julio de 2016, con el crimen de Niza, el yihadismo terrorista ha causado 230 muertos y miles de heridos en Francia. Para condenar el primero se reunieron dos millones de personas en las calles de París, la mayor manifestación desde la II Guerra Mundial. Abría el cortejo una fila de 44 jefes de Estado, donde caminaban el líder palestino y el primer Ministro israelí. Pero desde aquellas reacciones de orgullo y duelo nacional que formaban un frente de unidad se ha pasado al abucheo de las principales figuras del Estado que asistían a los entierros de las 90 víctimas en Niza. El terrorismo siembra el horror pero no solo eso, también han sembrado la semilla de la discordia entre las diferentes comunidades religiosas, entre los partidos políticos y la enemistad entre los franceses mismos. Fractura y disgregación.

Puesto que la islamización progresiva de la sociedad fomenta, se admita o no, el extremismo fascista parece obvio que la lucha contra la extrema derecha pasa por detener el proceso de islamización en Europa. En teoría, esto no significa impedir la llegada de inmigrantes o refugiados políticos musulmanes, dado que siempre es posible que estos nuevos invitados se adhieran a los principios rectores de igualdad y libertad. Pero el problema reside, como muestra la experiencia de los últimos 30 años, en que una vez abandonada la asimilación – la anhelada integración es en el fondo un espejismo, por definición inalcanzable, ya anunciado por el rey Hassan II en 1982. La integración no debe significar nunca exigir de alguien que renuncie a su propia naturaleza. Eso es algo inhumano y antinatural. Y la fábula de La rana y el escorpión está ahí para recordárnoslo vívidamente. No, nadie renuncia a sus orígenes ni a su “naturaleza” y la persona siempre sabrá establecer la clara diferencia entre sentimiento y pasaporte. Integrarse es amar, simplemente. Muchos terroristas islámicos que golpean con un odio inusitado en sus propios países son personas perfectamente “integradas” con un trabajo estable, a veces funcionarios en las instituciones municipales, en los ayuntamientos, con un tejido familiar consolidado, con un nivel de estudios medio, felizmente casados, con hijos. Después de cada atentado mortal, los reporteros corren a entrevistar a sus vecinos, los cuales siempre responden con el mismo candor: no me lo puedo creer, era gente tan amable… solo que han terminado cediendo a un discurso de odio, que no proviene de la tierra de acogida, sino de la tierra de exilio. Son personas que por razones muy semejantes odian a Occidente y lo que este representa. Han asimilado unas lecciones de historia tergiversada, manipulada hasta la caricatura que los presenta como eternas víctimas de los cruzados, como soportes del Satán americano, como aliados de Israel -el demonio personificado-, como explotadores de sus riquezas, y como perversos pecadores solo recuperables por el fuego vivificador del islam. Occidente es la causa de sus males y de su perdición. Parecen olvidar que sus países son independientes desde hace muchas décadas y que su política es dictada por sus propios tiranos.

Este discurso tiene poco que ver con el mayor o menor grado de pobreza, de injusticia o de exclusión social como se escucha con frecuencia cuando se analiza superficialmente el problema, o interesadamente, como hace desde años el predicador suizo Tariq Ramadan con su doble discurso victimista y sectario. Algunos ensayistas han subrayado la visión paranoica de los líderes de opinión musulmanes para quienes “todo lo que me pasa de malo es culpa del otro”, una actitud caracterizada por la búsqueda permanente de un culpable exterior. Pero los pensadores, intelectuales, artistas, políticos y asociaciones musulmanas en Europa deberían hoy hacer la propia autocrítica en vez de exculparse. No se oye a ninguna otra comunidad religiosa, taoistas, budistas, o shiks, quejarse de todo. Parece más bien un lamento autocomplaciente que utilizan sus élites políticas y religiosas para fomentar discursos de violencia y de racismo, en particular antisemita.

La inmensa mayoría de judíos que llegaron a Francia en los años 30 se asimilaron perfectamente. Hoy una asimilación como aquella no sería ya posible, pero sí una integración, la cual sería en todo caso mejor que el multiculturalismo que defienden muchos, dice Alain Minc en su última obra ([116]). Los inmigrantes italianos, españoles o portugueses que llegaron a Bélgica, Suiza o Alemania no recibieron ninguna ayuda, y nunca generaron problemas de violencia o vandalismo a pesar del racismo o de la miseria sufrida.

Parece existir un común acuerdo entre líderes de opinión musulmanes para minimizar los importantes esfuerzos integradores de los legisladores, que les conducen hasta modificar las propias leyes para contentar a este grupo confesional. Pero contentar no es integrar. Dar caramelos a un niño no le ayuda a alimentarse correctamente. De todas maneras, por mucha creación de mezquitas y de centros culturales, de medidas de acompañamiento en los barrios, medidas de agrupación familiar, acogida de refugiados, etc., todos los esfuerzos serán tachados de insuficientes por los líderes de la comunidad islámica, siempre descontentos, y no detendrán el zarpazo yihadista, como nos enseña el caso de Alemania.

Hacer creer que la pobreza es el origen de la radicalización es erróneo. Opiniones que sostienen que el terrorismo es la salida a la miseria, como titulaba un articulista del periódico español El País analizando un libro de Mahi Binebine sobre los autores de los atentados de 2003 en Casablanca es hacer el juego y seguir extendiendo una gran mentira de algunos intelectuales musulmanes de posicionamiento muy ambiguo. No se puede escribir ni justificar que el kamicaze, teledirigido desde el extranjero, que acciona los explosivos en un mercado atiborrado o que lanza un camión de tres toneladas sobre una multitud a 80 km por hora en una avenida el día de la fiesta nacional, es una víctima. No se puede escribir que la explotación o la injusticia justifican esos actos. Escribir eso es criminal. La pobreza, incluso extrema nunca puede ser un justificante de ningún terrorismo contra civiles. Al contrario, el terrorismo se sirve de la pobreza para prosperar, por eso la fabrica. Un estado islámico nunca traerá la riqueza a los ciudadanos, ni la felicidad, sino miedo y prisión.

A su vez la existencia del fenómeno terrorista ha otorgado a los regímenes tiránicos una cierta legitimidad para aumentar su represión y su dureza. Es igualmente inadmisible escuchar que Sadam Hussein, Gadafi o El Asad eran tres muros que protegían del terrorismo y echarlos de menos por esa labor.

Algunos intelectuales musulmanes europeos hablan de que en las sociedades islámicas no hay ciudadanos libres sino fieles sometidos al mandato de un poder político tribal disfrazado de instrucción divina. Y se lamentan de que las revoluciones árabes de los últimos cinco años han buscado cambiar de régimen solamente, pero se han equivocado porque deberían perseguir algo más profundo, cambiar la sociedad. No se trata de liberarse de una régimen totalitario, tribal, dinástico y familiar sino librarse de la tiranía de la religión, y dar al César lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios, como reza el Nuevo Testamento de manera transparente. El islam debe tomar ejemplo de esta separación de esferas. Pero no habría que esperar a que eso ocurriera primero en los países árabes para que los musulmanes de Europa rompan el cordón umbilical que les ata al islam oscurantista y medieval. El musulmán europeo debe poder apoyarse en la autoridad religiosa de individuos que interpretan el texto coránico en sentido moderno, ilustrado, algo que es perfectamente posible puesto que todo texto sagrado es polisémico por definición. No se necesitan cien años para hacerlo, hoy que todo puede ir tan rápido.

Una propuesta para progresar en la asimilación de los valores occidentales es la preconizada por la psiquiatra siria Wafa Sultan, para quien los musulmanes deben aprender a escuchar la opinión de los demás y salir de su prisión mental[117]. La libertad de expresión puede ayudarles a reflexionar sobre su religión para mejorarla. El islam es criticable como cualquier otra religión. Para esta  psiquiatra, el islam más que una religión es una ideología política que empuja a la violencia y que se ha impuesto siempre por la fuerza. Para ella se debe separar la parte política de la parte religiosa. Todos los que se atreven a criticar el islam reciben amenazas de muerte. “El islam moderado no existe”, decía ya en 2006. Años más tarde, el Primer Ministro turco Tayyip Erdogan vino a repetir sus palabras: “La expresión islam moderado es fea y ofensiva. El islam moderado no existe. El islam es el islam”.[118]

Más recientemente, escuchamos mensajes del tipo del cheikh Imran Hosein (enero 2015), que si bien podían parecer atípicos, con el tiempo ha quedado de manifiesto que responden a un proyecto político que parece coincidir con el del ISIS ([119]): “Volved a vuestras tierras, allí no se os obligara a renunciar al velo, a cortaros la barba, ¿es tan pequeña la tierra como para no poder encontrar un lugar para un musulmán  de no traicionar los designios de Alah?” Su respuesta es hacer la hégira, es decir volver al país de origen. En realidad, no dice otra cosa de la que proclaman los políticos más populistas y xenófobos de Europa.

Parece aceptado que una inmigración masiva puede ser un disolvente de la sociedad que la recibe. La propia Arabia Saudí discute una ley para expulsar a cinco millones de inmigrantes ilegales que durante décadas han trabajado en el país a los que acusa de haberse multiplicado de forma alarmante, originando poblaciones dentro de sus fronteras que intentan imponer su existencia de forma sigilosa. Y ha llamado a las fuerzas saudíes a realizar campañas de seguridad de manera continua para "limpiar" el reino de estos inmigrantes[120]. Si Europa dijera lo mismo ¿cómo reaccionaria el mundo islámico?

La integración debe ser fomentada activamente formando a los imanes, obligándolos a aprender el idioma, las leyes y las costumbres, y prohibiendo la financiación de las mezquitas por países extranjeros, obligando a los nuevos inmigrantes a seguir circuitos de integración que obstaculicen la radicalización islamista.

Para los representantes del Islam sin embargo estas medidas que tratan de aplicarse en Austria por ejemplo (febrero 2015) y que van a servir de modelo para otros países son un error, porque desde su punto ve vista es ilusorio que Europa puede construir su propio islam. Quizás llevan razón y el voluntarismo europeo es un espejismo irracional nacido solo de la buena voluntad.

12. TURQUÍA O LA UNIÓN EUROPEA

Uno de los mayores retos de la Unión Europea es la integración de un día para otro de casi 80 millones de ciudadanos musulmanes. Al día siguiente de la firma del tratado de adhesión de Turquía a la UE, la población de ese país podría pasar automáticamente a disfrutar del mismo estatuto y de los mismos derechos que cualquier otro ciudadano de un Estado miembro. Podemos pensar que esa inclusión de un país recién llegado, con una cultura política tan diferente, pueda en el futuro ser un peligro para la estabilidad de las instituciones y la convivencia entre sus ciudadanos. Los musulmanes turcos de Europa podrían exigir alto y fuerte, blandiendo la ley en la mano, el respeto de sus leyes religiosas, incluso de aquellas que entran en contradicción con los principios de igualdad y de progreso que caracteriza a esta entidad política. Y las instituciones carecerán entonces de fuerza legal para negárselas. La entrada de Turquía en la UE sería un paso esencial en el proceso islamizador de Europa.

El historial de la “adhesión turca” comienza en 1959, cuando Turquía realizó su primera solicitud a la CEE (Comunidad Económica Europea). Ese primer acuerdo de asociación se firmó en 1963. En 1987, con la vuelta de la democracia, el gobierno solicitó la adhesión plena, pero desde el principio la cuestión de los Derechos Humanos, derechos sindicales, derechos de las minorías, dignidad humana, igualdad del hombre y la mujer, política social, etc. se puso sobre el tapete como un obstáculo. En 1999 (Consejo Europeo de Helsinky) la Comisión comienza a elaborar informes anuales sobre los progresos efectuados en ese ámbito y apoyar las reformas. Aunque en 2002 (Consejo Europeo de Copenhague) se reconocen los esfuerzos realizados se subraya aún su insuficiencia.

Turquía ha hecho muchas reformas, se ha convertido en una potencia regional con una economía pujante, ha esperado pacientemente casi treinta años, pero aún no responde a los criterios de Copenhague (1993). En este periodo, grandes tenores de Europa se han opuesto a la adhesión. Valery Giscard d’Estaing, antiguo presidente de Francia y presidente de la Convención Europea, creía que Turquía “no es un país europeo” y que su adhesión significaría “el fin de Europa”, los demócrata-cristianos alemanes (CDU) tampoco lo aceptaban, justificándolo en la falta de voluntad de integración por parte de la población de origen turco en Alemania, donde, después de tres generaciones, muchos aún no saben hablar alemán. El canciller alemán Helmut Kohl por su parte decía que Turquía formaba parte de Asia y daba su preferencia a un ‘club de países cristianos”. Años después, el presidente francés Jacques Chirac declaró que Turquía tenía su lugar en Europa. Luego su sucesor, Nicolas Sarkozy, nunca ocultó su oposición a esta integración. Instancias de la Iglesia mostraron desde el inicio de este proceso una gran perplejidad y lo calificaban de anti-histórico.

Histórica y culturalmente, Europa y Turquía han compartido pocas cosas, o han sido enemigos seculares. Durante el siglo XVI el imperio otomano se extendía por Grecia, Bulgaria, y Serbia, llegando hasta Budapest, y se enfrentaba a Felipe II por el dominio del Mediterráneo. El recuerdo de la dominación otomana en la Europa del Este y del Mediterráneo hasta el siglo XX, abre aún hoy heridas sin cicatrizar. Aunque Europa sea un conglomerado de países muy diferentes, existe una base cristiana común que se extiende hasta Rusia y define sus raíces, su cultura y su historia, negarlo es un absurdo desde el punto de vista intelectual. Las diferencias, por no hablar de incompatibilidades, con el antiguo imperio otomano o con el actual estado islámico nacionalista, son muchas y profundas.

La UE juega con los diferentes gobiernos turcos a un juego peligroso que consiste en hacerles creer que a cambio de avances en materia de democratización política y de Derechos Humanos podrán un día acceder a las instituciones. A pesar de haber presentado tempranamente su candidatura, Turquía ha visto como era adelantada por toda una serie de países centroeuropeos, como Hungría, República Checa, Polonia, Malta, Chipre, Eslovenia, Eslovaquia, Chipre, Letonia y Lituania, en 2004, y Rumania y Bulgaria en 2007.

Desde un punto de vista del voluntarismo optimista puede oírse que esta adhesión tendría consecuencias muy positivas para el desarrollo, por fin, de las buenas relaciones entre el mundo musulmán y en mundo cristiano. Pero las posibilidades de que fuera esta la evolución de las cosas son al menos tan grandes como de que ocurriera lo contrario. El riesgo es tal que cabe preguntarse cómo los líderes políticos europeos pueden lanzarse en esa aventura suicida. ¿Por qué desear la integración del islam, por moderado que sea en el seno de la Unión? ¿En qué va a mejorar eso las vidas de los ciudadanos europeos? Más bien, la entrada de Turquía en el la UE pondría en peligro el funcionamiento y el equilibrio interno, ya frágil, de una federación de 28 miembros,

Vistas las diferencias, es lógico que la posible adhesión de Turquía despierte recelos o temores de orden cultural, religioso y demográfico.

12.1 Aspectos demográficos

Por su población, Turquía sería uno de los países más poblados de la UE. En enero de 2016, la población de la UE era de 510 millones de habitantes según Eurostat[121] es decir, si Turquía accede mañana a las instituciones comunitarias uno de cada seis “europeos” sería turco, y este país podría contar con más representantes en el Parlamento Europeo que Francia o Alemania, lo que le otorgaría un peso decisional mayor que el de los Estados fundadores, lo que no deja de ser un riesgo evidente en los aspectos geoestratégicos de mayor alcance, como el establecimiento de alianzas por ejemplo.

Con la aplicación de las directivas sobre libre circulación de bienes, personas, servicios y capitales, asistiríamos a un probable aumento de la emigración turca a Europa, donde residen unos 9 millones de turcos (en 2004)[122].

12.2 Diferencias cultural y religiosa

Un 97% del territorio turco pertenece a otro continente, no solo desde un punto de vista estrictamente geográfico, sino que se trata también de un universo cultural muy diferente. Su capital no está en Europa, y el 95% de su población no vive en Europa. Europa se fundamenta en una tradición judeocristiana, y grecolatina, que le dan un basamento cultural coherente que se extiende hasta Rusia y otros confines. Negar estas diferencias es un grave error. Algunos alegan que Islandia está aún más alejada de Europa, sin embargo este país está más “próxima” de Europa por haber sido colonizado por los escandinavos y luego cristianizada a partir del siglo XI.

El segundo país más importante de la UE sería musulmán, de confesión suní, que podría orientarse fácilmente, dada las características geopolíticas de la región, hacia un régimen de mayor rigor islamista. Europa no debe integrar en su seno a un país dirigido por islamistas, por moderados que sean, más aún cuando su presidente declara que no existe un Islam moderado, porque solo hay un Islam, el cual no establece diferencias entre la esfera política y la esfera religiosa. El gobierno sigue subvencionando a los imanes que dan servicio religioso a los turcos que viven en el extranjero, lo que muestra la falta de separación de ambas esferas.

12.3 Impedimentos políticos

Todos los países concuerdan en la dificultad de funcionar actualmente en una Europa de 28 Estados. Las discusiones son difíciles y la firma de acuerdos unánimes es imposible dados los intereses diferentes de cada uno de ellos. Este problema se acentúa cuando algunas regiones, como el caso de Valonia (Bélgica), tienen competencias iguales a las del propio estado en ciertas materias, y pueden bloquear la firma de un tratado, como sucedió en octubre de 2016, cuando después de seis años de discusiones y con todo listo para la firma del Tratado de libre comercio con Canadá (CETA), el gobierno regional valón se negó a rubricarlo, paralizando el funcionamiento de las instituciones.

La entrada de Turquía implicaría un nuevo y conflictivo elemento que vendría a modificar los equilibrios internos de la UE. Difícilmente los países fundadores principales, Francia y Alemania, aceptarán que un país recién llegado tenga tanto peso decisional como ellos.

Debe reforzar un proyecto político y social común y requiere adhesiones que vayan más allá del mercantilismo y del simple contrato aduanero

La Unión Europea no es solo un mercado. No es únicamente un zoco para comprar y vender. Es mucho más que una zona de libre cambio como la conciben los británicos. El análisis de las cifras económicas hechas por expertos en capitalismo que solo ven el interés para las grandes empresas, las multinacionales y los accionarios capitalistas no debe velar nuestros ojos con espejismos de riqueza y desarrollo, con ideas de que solo así la UE puede sobrevivir en un entorno globalizado ante los gigantes China, India, y Estados Unidos. La UE debe ser más que una simple zona de libre cambio, o de lo contrario no será nada. Debe reforzar un proyecto político y social común y requiere adhesiones que vayan más allá del mercantilismo y del simple contrato aduanero. Turquía y la UE pueden firmar esos contratos comerciales y puede darse a Turquía el título de país con trato preferencial, pero integrarla en la UE es un peligro que la UE no debe correr. Recordemos que Turquía ya es miembro de la OCDE, y de la OTAN, y que se pueden reforzar las colaboraciones estratégicas, pero las negociaciones con este país no deben forzosamente desembocar en la adhesión, porque sería un paso instantáneo e irreversible en el proceso de islamización de Europa. Que se reserve a Turquía un partenariado privilegiado, como han defendido Merkel y Sarkozy, en aspectos comerciales energéticos, de transportes y de infraestructuras es lo deseable. En esta óptica, el país ha recibido 6.000 millones de euros de fondos europeos para el desarrollo regional desde 2004 a 2012. Al contrario, la idea de una integración plena asusta al sector agrícola de los países del sur de Europa, que siendo Turquía un país eminentemente agrícola, que cuenta con más agricultores que todo el resto de los países de la Unión, podría aspirar a las ayudas de los Fondos estructurales de la UE en su detrimento.

A pesar de la mejor voluntad del mundo, es evidente que Turquía no comparte todos los valores del acervo común europeo, aunque ha habido indicios de una evolución significativa en ese sentido desde la llegada del AKP al poder (noviembre de 2002): abolición de la pena de muerte, mejoras de las garantías del sistema jurídico, libertad de la prensa, nuevo código penal (2004), etc.

Turquía importaría a Europa toda una serie de contenciosos fronterizos con sirios, iraquíes, armenios, y la cuestión de los derechos de los kurdos, una nación sin Estado de 14 millones de personas. Otro problema latente es la política nacionalista basada en el panturquismo, esto es la creencia de que existe una única nación turca compuesta por los 200 millones de turcófonos que viven en la región y que sobrepasa las fronteras actuales de Turquía. Sin olvidar el conflicto con Chipre, y la ocupación militar turca del norte de la isla, nunca reconocida por la ONU. Mientras que Turquía no reconoce a Chipre. Sin hablar de la delimitación de aguas territoriales con Grecia.

La cuestión del Negacionismo del genocidio armenio, que el gobierno francés y muchos otros países han reconocido, es otra traba a la adhesión. Para los intelectuales defensores de la Memoria Histórica es incomprensible cómo Europa podría abrir su puerta a un país cuyos gobiernos vienen negando desde hace más de un siglo este genocidio (deportaciones y matanzas de masa entre 1915 y 1917) que causó más de un millón de muertos. Sin un examen de la historia es imposible cualquier reconciliación y cooperación. Esta voluntad tenaz de negación de la historia por parte del gobierno turco desde hace un siglo justificará la negativa de Francia, que cuenta con un número importante de población de origen armenio, unas 350.000 personas. La emigración turca mantiene esa versión oficial a pesar de las pruebas históricas que la desmienten. El caso de tres diputados de origen turco en el Congreso de Bélgica es sintomático de este enroque. Una diputada había pedido que se guardara un minuto de silencio en memoria de las víctimas del genocidio armenio con ocasión de su centenario pero los tres diputados se negaron a respetarlo y consiguieron que el Presidente del Congreso no utilizara la palabra “genocidio” antes del minuto de silencio (abril 2015).

La UE debe aceptar que tiene fronteras, que tal palabra no es sinónimo de exclusión sino de cohesión y que éstas deben trazarse por algún sitio. Si mañana Turquía es aceptada con el apoyo de Grecia, pasado mañana pueden llamar a la puerta Croacia, invitada por Austria, y luego sería Ucrania invitada por Polonia, y luego ¿cómo podrá cerrarse la puerta a Serbia y Macedonia, que son más europeos que los turcos por cultura y geografía?

12.3 AKP, el partido de las mil caras

Existe una contradicciones de fondo en los argumentos europeos para acepta a un país como Turquía en su seno. Se ayuda a que el ejército, garante de la neutralidad del estado (pero al mismo tiempo con hábitos dictatoriales y un amplio historial de golpes de estado) abandone todos los resortes del poder para dar las riendas de gobierno a la sociedad civil. Los partidos que emergen de la clandestinidad organizaron por fin elecciones libres que dieron la victoria a los islamistas del AKP, que en la época se presenta como un partido conservador y laico “a la europea”. El AKP supo convertir el islamismo de la sociedad tradicional en la savia de una fuerza de masas. El islam político turco es un movimiento más que un simple partido, muy enraizado en la cultura local.

Para propiciar la adhesión de Turquía la UE exigió al AKP procesos de democratización que acelerasen el retraso acumulado en ese ámbito, que en el fondo eran condiciones impuestas al país para que el ejército se retirara de la vida política y económica. El ejército, que había sido un “rodillo erradicador de la identidad religiosa islámica, al servicio de la conservación del poder por las elites autoproclamadas "laicas"[123], comenzó a aceptar el juego democrático dejando actuar libremente a los islamistas porque no quería perjudicar el futuro del país. Así se avanzó en el terreno de los derechos humanos, abolición de la pena de muerte, prohibición de la tortura, mayor reconocimiento de las minorías, etc. El ejército cumplía sin embargo una misión de barrera del islamismo y era el baluarte de la constitución redactada por los militares en 1982. El proceso de adhesión a Europa implicó un debilitamiento de esta barrera[124] que ha conducido finalmente a que Turquía caiga en manos del islamismo nacionalista de Erdogan. Turquía es un ejemplo de la dificultad de conciliar armoniosamente una sociedad musulmana con un Estado laico. Si Turquía persigue la integración en la UE no es porque reivindique una identidad europea, sino más bien porque aflora en su política un sentimiento de posesión, que es bien distinto del sentimiento de pertenencia. Turquía está poseída por una nostalgia inconfesa de la época en que dominaba el sureste europeo.

Parece confirmarse un hecho que nadie quiere admitir públicamente, y es que un país musulmán con elecciones libres parece condenado a no ser nunca un país laico a la europea, o capaz de crear un partido análogo a los partidos demócrata cristianos europeos. El partido AKP que se presentaba como “laico a la europea” se ha transformado estando en el poder en un partido islámico y su jefe de filas se inviste con prácticas de neosultán. El país que pretendía posicionarse como un modelo de la democracia islámica ha hecho aguas. Parece como si el sistema electoral que en Europa origina democracias en un país islámico conduce a teocracias incompatibles con el acervo europeo, como sucedió con la victoria del FIS (Frente Islámico de Salud) en Argelia (dic. 1991) o de los Hermanos Musulmanes en Egipto (junio 2012). Y aun cuando son desalojados del poder por la fuerza militar, sus ideas y comportamientos ya han triunfado en el pueblo.

Los logros de Kemal Atatürk, líder autócrata y visionario por europeizar Turquía creando un estado laico en los años veinte han sido barridos hoy por la vuelta del islamismo. Los cambios sociales hacia el modelo de las democracias liberales de los primeros años se truncaron poco a poco, pero sin pausas. Su líder nunca escondió no obstante su perfil islámico. En 1999 hablaba de que “Las mezquitas son nuestros cuarteles, las cúpulas nuestras corazas, los minaretes nuestras bayonetas y los creyentes, nuestros soldados”. Una vez en el poder desató la batalla sobre el velo, un indicio significativo del proceso de islamización progresiva del país, que podía desembocar la ilegalización por los tribunales del propio partido en el poder, a lo que Erdogan respondió “enviando al infierno” a sus antagonistas citando el versículo 7.179 del Corán? ¿Por qué emplear los recursos del Estado laico desde la Dirección de Asuntos Religiosos preparando una actualización de los hadices o sentencias de Mahoma si no se está pensando en reintroducir la sharia en la legislación del país?” [125]. Antonio Elorza hablaba ya en 2008 de una islamización larvada anunciada por los representantes de la minoría aleví compuesta por 12 millones de musulmanes heterodoxos, demócratas, liberales y laicos perseguidos por todos los regímenes turcos a lo largo de la historia, cuya represión alcanza su punto culminante en las matanzas de Dersim, donde perecen mas de 13.000 alevíes entre 1936 y 1939. En Europa se han asentado cientos de miles.

Erdogan ha venido dando muchos signos manifiestos de islamización institucional mostrando una voluntad que no es propagandística sino doctrinal y sincera. Turquía se aleja de Europa otro poco con la Ley de Educación aprobada en 2012, tachada por la oposición laica por ser un instrumento de reislamización de las aulas, los niños podrán asistir a las escuelas coránicas a partir de los diez años en lugar de a los quince. En la universidad se establece un examen de acceso de religión.

En gran medida muchas de sus ideas van dirigidas a la mujer, para quien reserva en la sociedad un lugar muy preciso, y no otro: “El Islam ha definido un lugar para la mujer, la maternidad… Hombres y mujeres no son iguales, no podemos pedir a una mujer que haga todos los trabajos que hace el hombre, como hacían los regímenes comunistas”[126] (2014). Este ideario, donde la noción de igualdad entre los sexos a la europea se considera que va contra la naturaleza humana, se traduce en una política natalista que anima a la mujer a tener tres hijos,

Otra muestra preocupante de esta deriva fue la presentación ante el Parlamento (noviembre de 2016) de un texto de ley que contemplaba la anulación de penas para los culpables de agresión sexual contra una menor si aceptan luego casarse con su víctima, tal como reza la ley islámica, una iniciativa que parece pensada para legitimar la violación y favorecer los matrimonios precoces y forzados.[127]

Otra razón de la desconfianza justificada europea proviene de la situación creada por el golpe de estado de 15 de julio de 2016. Cuando el nacionalismo islámico turco representado por Tayyip Erdogan y su partido el AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) ganó las elecciones democráticas del 2002 se apoyó, desde los primeros momentos, en la cofradía del predicador Fetullah Gülen, una organización islamista y tentacular que se había infiltrado a partir de los años 90 en la judicatura y en la policía. Erdogan buscaba así protegerse de las posibles reacciones hostiles del ejército kemalista -y más bien laico- a su triunfo electoral. Los gülenistas “heredaron” los puestos en la administración que dejaron vacantes los laicos, que habían sido purgados y perseguidos con falsas acusaciones de golpismo. Pero el amigo de entonces se convirtió en enemigo: en 2016, sus aspiraciones de lograr el poder se concretaron en un golpe de estado, que fracasó estrepitosamente .

Tras el fallido golpe de estado, la reacción fue tal que la UE comenzó a alarmarse ante la represión desatada por el primer ministro, en particular por la restauración de la pena de muerte que este había sugerido en sus discursos. La purga política contra los golpistas, reales o imaginarios, fue de una escala sin precedentes, unas 15.000 personas fueron detenidas y otras 50.000 destituidas de sus cargos públicos o de sus empleos en cuestión de semanas. Se incluyen aquí no solo a oficiales sino también a simples soldados, profesores, jueces, el cierre de periódicos, y la prohibición de sindicatos. Se sabe que Erdogan disponía previamente de una lista de 2.000 jueces afines a la Hermandad de Gülen, a quien acusó de estar tras el golpe. Intelectuales y escritores han sufrido la misma suerte acusados de “ofensas” al presidente o de terrorismo, y se han cerrado 42 editoriales en un año. Tan masiva fue la represión que para dejar sitio a los nuevos prisioneros políticos e liberó a 38.000 presos de derecho común de las cárceles del país. La represión sobrepasa claramente los límites de los que intervinieron directamente en el pronunciamiento. Con esta operación, el AKP, empeñado en dar carpetazo a la ideología kemalista laica de Turquía, culmina su proyecto de un régimen presidencialista autoritario.

Su menosprecio por las minorías alevíes y kurdas del país, su flirteo con la pena de muerte, y su reciente acercamiento a Rusia (agosto 2016) la aparta aún más de las puertas de la UE, dando nuevas justificaciones a los que se oponen a que un día casi 80 millones de musulmanes formen parte de la Unión Europea. Una Europa que, a falta de coraje de declararse de raíz cristiana, se declara laica, corre el riesgo de ser fagocitada a largo plazo por la religiosidad sin fisuras, practicante y rigorista. Europa no debiera ponerse en peligro con la adhesión de un país donde la islamización de la vida cotidiana es la línea directriz ideológica de su gobierno. Islamización, menosprecio de la mujer, represión política y autoritarismo no son moneda de cambio legítima.

En cualquier caso parece que el flirt con Europa ha terminado, en efecto si en 2005 el 75% de la población turca apoyaban la adhesión, en 2012 llevados por la frustración de una espera interminable, la cifra era solo del 52%.

Hoy por hoy Turquía no es europea, ni simula serlo. A la frustración de 2012 por el frenazo de las negociaciones, sucede el órdago de Erdogan en noviembre de 2016, cuando amenaza con romper el compromiso firmado con la UE para retener el flujo de refugiados provenientes de las zonas en guerra de Siria e Irak. Esto significa que 2,5 millones de musulmanes podrían salir del país y dirigirse en gran parte a Europa. Es la respuesta turca al anuncio hecho unos días antes por la UE de congelar las negociaciones de adhesión debido al déficit democrático, a la posibilidad de restaurar la pena de muerte y al encarcelamiento de 50.000 personas acusadas de apoyar el golpe de estado fallido. El referendum de abril 2017 para cambiar la Constitución confiere a Erdogan un poder autoritario que le garantiza el control político de los jueces. “Proclaman su relato populista y nacionalista a través de la televisión y las redes sociales y acusan a los medios independientes y las ONG de estar a sueldo de otros países. Y así sucesivamente. Los cambios constitucionales propuestos darán inmensos poderes al presidente turco y le permitirán mantenerse en su cargo hasta 2029, pero, en la práctica, ya gobierna como si fuera un sultán[128]. El discurso antieuropeísta se ha hecho muy virulento y es utilizado para compactar la opinión pública bajo una bandera de orgullo nacionalista. La tensión entre Turquía y Europa ha aumentado considerablemente en 2017, cuando el presidente acusa en un mitin populista a los Países Bajos de haber masacrado a más de 8.000 bosnios musulmanes en Sebreniça (julio 1995), cuando el enclave estaba bajo la protección de los cascos azules holandeses, una “falsificación nauseabunda de la Historia” para el Primer Ministro holandés[129].

Días después, el presidente acusaba también a la canciller alemana de “prácticas nazis”, lo que llevó al ministro de Asuntos Exteriores alemán a declarar que nunca su país había estado tan opuesto a la entrada de Turquía en la Unión Europea[130], lo que corroboró Jean-Claude Juncker, Presidente de la Comisión Europea. Erdogan ha cerrado la puerta a su país al menos durante todo el periodo que dure su mandato, lo que no es tan mala noticia para los que consideran que la UE no es el ágora adecuada para que el islamismo turco proclame sus exigencias.

13. LA YIHAD CONTRA OCCIDENTE

13.1 Daesh no es un “grupo terrorista”

La idea de yihad o guerra santa es propia del sunismo, el cual es por esencia conservador. Cuando Bin Laden lanza su llamada a combatir a Occidente (1988) no están definiendo un proyecto revolucionario ni un movimiento de liberación, ni expresa deseo alguno de emancipación de las clases oprimidas o humildes. Osama proviene de la tradición conservadora del islam sunita y la prolonga con su acción en un proyecto de Islam radical global fundamentado en la aplicación estricta y medievalizante de la ley coránica, haciendo tabla rasa de siglos de evolución histórica. Esta yihad se prolonga hoy y, como aquella, no genera un pensamiento político nuevo o moderno sino que es un instrumento de lucha descarnada por el poder. La conquista de un extenso territorio ha dado nuevas alas al yihadismo del Estado Islámico, que puede jactarse de haber materializado en un nuevo califato. Su buena prensa entre muchos creyentes y su éxito entre los jóvenes proviene del hecho de que se presenta como una causa divina, una vuelta a la pureza original de la doctrina, que promete a la vez una utopía imperial y ofrece el espejismo de un horizonte sin fronteras -Dar el-Islam- donde todos son bienvenidos y necesarios.

Con la aparición del Estado islámico en 2014, la opinión pública europea ha visto cómo el peligro del islam radical no quedaba cantonado en Oriente Medio sino que llegaba a sus calles, incluso a sus propias casas. Su objetivo es borrar las fronteras entre países árabes e incluir la ciudad de Jerusalén en el nuevo mapa.

Mediante atentados y a través de Internet, la estrategia de enfrentamiento y amenaza se ha convertido en una guerra declarada a Occidente. Al principio, los políticos y los medios de comunicación interpretaron mal el proceso pensando que se trataba de actos bárbaros llevados a cabo por grupos terroristas, pero es mucho más.

Durante el año 2014 los medios de comunicación y los políticos cometieron un error informativo generalizado al referirse a Daesh como un “grupo terrorista”. Pero Daesh no es un “grupo”, es una multinacional del terrorismo que ha sabido agrupar en un tiempo récord a toda una constelación terrorista islámica, y ha suplantado a Al Qaeda en el liderazgo. Son muchas las organizaciones que les rinden pleitesía. Tiene sus filiales en Túnez, en Somalia (Al Shabab), en Nigeria, o en Mali. Desde 2014 hasta fines de 2016 ha dominado un vasto territorio que se extiende entre Bagdag y Siria. Controla una superficie casi igual a la de Italia y ejerce su tiranía religiosa sobre una población de 10 millones de personas, sometidas a la sharia más oscurantista. Para darnos una idea, basta pensar que la ciudad de Racca, designada como la capital del Ei, y Mosul, son ciudades de un millón y de dos millones de habitantes respectivamente.

La amenaza islamista no tiene precedentes, no es por consiguiente “un grupo” sino un ejército real, que hoy (2015) se estima en 50 mil hombres, que sigue enrolando voluntarios haciendo llamadas en Internet para atraer a los buenos musulmanes de todo el mundo. El autodenominado califato maneja un presupuesto de miles de millones de dólares, con el que pueden mantener durante años, si nada cambia, la guerra contra los países limítrofes y sus acciones en Europa, que serán cada vez más graves. Para el Ei todo el mundo que no piensen como ellos son enemigos, es la materialización anacrónica de un Islam político que data del siglo VIII. Una enajenación mental muy contagiosa a tenor de su éxito entre musulmanes de todo el mundo, donde las matanzas de población civil, en mercados, mezquitas, cementerios o bodas, que causan cientos de muertos (Karrada, Bagdag), parece funcionar al contrario de lo que podría pensarse, como un imán propagandístico entre jóvenes carentes de historial religioso.

13.2 El origen del ISIS

El yihadismo como lo conocemos en su manifestación actual surge con la llamada de Abou Bakr al-Baghdadi para crear un Estado Islámico, del que él mismo se proclaman Califa, añorando la época de expansión de los Omeyas y Abasíes del siglo VIII. Este teólogo de la sharia, de origen irakí, supo atraer a su causa a los antiguos responsables militares suníes de Sadam Hussein, derrocado en 2003, y también a los poderes tribales suníes, ninguneados, marginalizados o humillados torpemente por Nouri Al Maliki, el sucesor de Sadam. Para Hosham Dawod, analista del CNRS, al-Bagdadi intenta identificarse en la apariencia a Omar, el segundo califa, en un calculado diseño. A este fin, los servicios de comunicación de Daesh van a adquirir rápidamente un peso que nunca antes habían tenido en ningún ejército árabe. Sus diseñadores fabrican la imagen del neo-califa que conocemos hoy, con barba, turbante y el color negro símbolo de la familia del profeta Mahoma. Es también el color la bandera del autoproclamado Estado Islámico de Irak y de Levante (EI) en el que se superpone el texto, con una antigua tipografía árabe. Estamos en presencia de un grupo que comprende el impacto de la imagen en jóvenes que han crecido y mamado a la teta de juegos y películas donde la ultraviolencia es el único hilo conductor y su medio de interacción preferido son las redes sociales. Recordemos que el mayor número de tuits que han circulado en la historia de Internet entre la juventud del mundo árabe-musulmán se produce tras el discurso fundacional del Ei en una mezquita de Samarra (junio de 2014).

El ISIS, (por su denominación en inglés, Islamic State of Iraq and Syria) o el Estado Islámico de Irak y del Levante (EIIL), aparece en la opinión pública en junio de 2014, y pronto pasa a ser denominado con el acrónimo “Daesh” por sus enemigos sirios, un término peyorativo asociado a las nociones de daño y discordia. La prensa árabe comenzó a llamarle así porque ni es un estado con fronteras reconocidas internacionalmente ni es considerado “islámico” por otros estados musulmanes al no representar los valores del islam. El Ministro de Exteriores francés, L. Fabius hizo una llamada a la Asamblea Nacional e indirectamente a la prensa de su país en el mismo sentido en septiembre de ese año y fue imitado por el Secretario de Estado norteamericano John Kerry poco después. En efecto, llamarlos “Estado” e “islámico” es un halago inmerecido. En Reino Unido, sin embargo, la BBC se niega a emplear el término “daesh” a pesar de que los diputados pidieron a la cadena que fuera empleado en sus informaciones (julio 2105).

El islamólogo M. Guidère aconseja llamarlo simplemente “organización Al-Baghdadi”, por el nombre de su “califa”. La Agencia France-Presse nunca lo denomina así sino “organización Estado Islámico”, o “grupo Estado Islámico”. En España, la Seguridad del Estado ha optado por referirse a él como Daesh, aunque los medios españoles prefieren hablar de “el autodenominado Estado islámico”. Por consiguiente, la palabra Daesh no es una sigla equivalente a ISIS, ni tampoco es su traducción al árabe, ni los yihadistas la emplean, por supuesto, para firmar sus comunicados. Tiene la ventaja de omitir el adjetivo “islámico” para evitar asociaciones insoportables y exaspera a los terroristas del Daesh que amenazaron en su día con cortar la lengua a todos aquellos que lo usaran. Los diferentes países reprochan a los otros ser los causantes del nacimiento de esta organización terrorista. Unos acusan a El Asad de haber liberado de sus cárceles a los islamistas más radicales, al principio de la guerra en ese país para debilitar a la oposición democrática y moderada.

Rusia acusa a Estados Unidos de haberlo fortalecido con su política exterior de acoso a El Asad, único baluarte real sobre el terreno, un terreno al que Estados Unidos tiene pavor a entrar dada su mala experiencia en la región. En cualquier caso, puede hablarse de que el ISIS es una revancha suní contra la tiranía de la minoría alauí del partido Baas, cercana del chiísmo, que durante décadas ha tenido las riendas del país de manera exclusiva y tiránica, convirtiéndose en un estado torturador de decenas de miles de opositores[131], ha asesinado selectivamente a los opositores del Consejo Nacional de Siria (CNS), calculándose en más de 13.000 los que han perecido en sus cárceles en cuatro años[132]. El Asad creó un monstruo político, un régimen criminal. El horror de la represión saltó a la luz con la deserción de un fotógrafo que trabajó durante dos años para la policía militar y que filtró más de 45.000 imágenes de los cuerpos mutilados en los centros de tortura por los esbirros de El Asad,[133] toda una galería de la ignominia que valdrá como testimonio inapelable de la acusación pública cuando el Tribunal Penal Internacional de la Haya juzgue a ese dictador por crímenes contra la Humanidad. Los documentos son inapelables y difíciles de mirar por la barbarie que muestran. Provienen de dos prisiones de Damasco, y podemos suponer que en las demás cárceles del país el tratamiento que esperaba a los prisioneros era semejante.

Daesh no es un “grupo terrorista”, es una organización política de formación de terroristas que luego son enviados de vuelta a sus países de origen para poner en práctica la lección de muerte aprendida

Los combatientes de esta multinacional terrorista han barrido al ejército de Irak en un tiempo récord, asentándose en un amplio territorio de este país. De nada sirvió la preparación militar dada por los consejeros norteamericanos a esas tropas, que abandonaron armamento pesado en el campo de batalla. El número de soldados es muy difícil de establecer, las cifras bailan de una fuente a otra y cambian de un periodo a otro, oscilando del simple al doble a veces. Como hemos visto, en verano de 2015 los periódicos hablan de 70.000 combatientes, a finales de noviembre el primer ministro inglés Cameron habla de aniquilar a los 30.000 yihadistas del ISIS. Debemos suponer que sus servicios secretos tienen datos fiables. Se trata de un ejército internacional, con miembros provenientes de todos los países árabes, y también de Europa. Al parecer Francia es el punto de partida de 700 de ellos según las cifras que se barajan a finales de noviembre de 2015, un 30% de ellos serían conversos. Bélgica sería el país que proporcionalmente a su población, habría sido la principal cantera. De España salieron 126 (julio 2015).[134]

13.3 La financiación del estado islámico

La principal fuente de ingresos inicial del Daesh fue el pillaje de los bancos de las ciudades conquistadas, que sirvió de capital de partida para avanzar en la empresa expansionista. Luego ha venido la explotación salvaje de los campos petrolíferos mediante cauces de petróleo bruto al aire libre. El petróleo es enviado a la frontera turca en camiones cisterna. Allí son vendidos a un tercio del precio oficial del mercado a pesar del embargo internacional que existe sobre el producto. Pasada la frontera, los mercaderes lo mezclan con el petróleo legal, perdiéndose para siempre la trazabilidad de su origen. Ese petróleo es así blanqueado para el mercado intencional, siendo imposible saber donde termina, aunque se sospecha que llega parcialmente a Europa. Su venta supone hoy un cuarto de los presupuestos del Estado Islámico.

El Ei también ha penetrado en el comercio de la lana, rompiendo los precios del mercado para imponerse rápidamente ante otros productores. Es decir, los yihadistas controlan el 80% de los campos de algodón sirios. Esta producción, como en el caso del petróleo, se vende en el mercado libre, en Siria y Turquía sobre todo.

Otra fuente de ingresos es el impuesto a las importaciones. A pesar de la guerra, el comercio no se detiene. Desde Turquía se siguen exportando productos de todo tipo, como cemento, hierro y animales vivos a la zona controlada por Daesh, donde 10 millones de personas deben alimentarse diariamente. Convoyes de camiones pasan la frontera, y los pagos, que no pueden realizarse mediante transferencia bancaria puesto que están prohibidas, se realizan de mano a mano, en metálico, sin dejar rastro ninguno. El Ei cobra un porcentaje por cada transacción realizada en las oficinas clandestinas de cambio basadas en su territorio. Los transportistas deben pagar los peajes, 250 euros por camión de mercancías de frutas y verduras que transita por su territorio proveniente de Siria o de Jordania con destino a Bagdag (Irak). Esa tasa provoca el aumento de los precios en el destino, encareciendo los alimentos de primera necesidad entre la población. Los transportistas reciben un recibo del pago efectuado, con el tampón del Estado Islámico como prueba de la transacción, porque como en cualquier otro estado existe una burocracia y un Ministro de Economía, un sistema fiscal, un sistema impositivo. Los comerciantes deben pagar una tasa que varía entre 5 y 10 % de la cifra de negocios.

La organización de este pseudoestado impone toda clase de impuestos, de peajes, de procedimientos mafiosos de extorsión, especie de “impuestos revolucionarios” a los comerciantes. El estado actúa como una organización criminal. Además, los 50.000 funcionarios con los que cuenta Mosul, les salen gratis al Daesh, ya que reciben su salario del estado central de Bagdag, la capital de Irak, y son gravados por el Ei hasta el 50%. Nadie por supuesto discute esta punción fiscal, so pena de perder la vida. Cientos de funcionarios han sido asesinados en la ciudad. Las ciudades se organizan según la ley islámica. Los Comités de Salud, a la Robespierre, vigilan su aplicación estricta, la policía local patrulla las calles para hacer respetar la lista de prohibiciones que ensombrece la vida diaria de la población: prohibido fumar, beber alcohol, escuchar música occidental, salir sin velo, afeitarse, etc.

Se calcula que, de los cientos de miles de inmigrantes que han llegado a Europa, un tercio provienen de Siria y Libia. Lo que se conoce menos es que algunas mafias dedicadas a este tráfico de emigrantes son instrumentos de los islamistas para financiarse. Muchos inmigrantes afirman haber pagado al Estado Islámico entre 4.000 y 8.000 dólares para poder pasar a Turquía ([135]).

Con todos estos ingresos, el Ei dispone, según los cálculos de los especialistas (junio de 2015), de un presupuesto anual cercano al PIB de Italia, suficiente para continuar la política de expansión y pagar a sus militares según las tarifas siguientes: 50 € al soldado raso, 50 € por mujer, (pueden tener hasta cuatro según el Corán), 50 € por esclava (la sharia las permite), 35 € por hijo. El Estado recompensa también por acciones militares, por ejemplo, los soldados que participaron en la toma de Mosul recibieron 1.000 dólares. El pago a familias que van a empadronarse al Ei es una forma más de expandir el califato. En julio de 2015 se daban 20.000 € por familia ([136]).

Contrariamente a los talibanes, que fueron incapaces de administrar el estado, Daesh ha conseguido controlar la economía. Hoy por hoy, Daesh es un estado, guste o no. Lo que empezó como una guerra contra la tiranía de El Asad, ha mutado en una guerra del califato contra Occidente. La opinión pública occidental, sin embargo cree que en cuanto se organice la respuesta militar, que implica una intervención, el califato será borrado del mapa en un periquete. Es cierto, pero las avispas dispersas por toda la región seguirán picando letalmente. La yihad no terminará simplemente con la derrota militar del ISIS, y quizás se amplifique en Europa.

Podemos poner esta creencia en paralelo con otras anteriores. El primer Ministro inglés Tony Blair decía que tras el derrocamiento de Gadafi (2011) el mundo iba a ser más seguro. Pero no ha sido así. Hoy el pueblo libio está fragmentado y asistimos a las exacciones de un Estado Islámico, y la yihad se exporta a Europa. La actitud de Europa no debe ser intervenir para derrocar dictadores. Cada vez que se ha hecho las consecuencias a medio plazo han sido funestas. La población civil de esos países es la principal víctima. Quienes empuñan las armas, no son solo los demócratas, también son los radicales que buscan la suplantación del régimen tiránico de El Asad, y frente a unos y otros se sitúan los terroristas que persiguen la implantación de un estado teocrático, que pretenden una vuelta atrás en la Historia de 1.200 años. Los pacíficos son obligados a abandonar el país en un éxodo masivo. En paralelo, Europa no puede, por decencia moral y tradición humanística, apoyar la supervivencia de tales regímenes corruptos, tribales y tiránicos con la inmensa mayoría de su propia población. El dilema es grave. La esperanza de un cambio evolutivo hacia la democracia de tipo occidental se ha esfumado, si es que existió en otro lugar que en el espíritu ingenuo de algunos políticos. Pero aún cuando Daesh sea derrotado militarmente, el problema del terrorismo en Europa no se resolverá porque habrá otros que tomarán el relevo, y siguiendo las leyes no escritas de las organizaciones criminales, serán aún más sanguinarios que sus predecesores.

El islamismo de Daesh es como la plaga de langosta que esquilma cualquier región donde aparece, vacía la región y la empobrece, sin duda porque esa doctrina se implanta mejor entre la pobreza y la ignorancia, corriendo paralela a las estructuras de socorro islámico que funcionan bien y son apreciadas por los más necesitados. En este vivero tejen sus redes, la miseria y la ignorancia son el terreno que mejor garantiza su futuro. En el lago Chad, las barcas tardaban tres días en ir de Chad a Nigeria, ahora, desde que Boko Haram está presente en la zona, la agricultura, la pesca y el comercio están quebrados. Para dominar una zona, llegan en banda, ametrallan, incendian, arrasan y matan a hombres, mujeres o niños. La población presa del pánico inicia el éxodo, abandonando los campos. La región se muere a causa de los desplazamientos forzados y la malnutrición derivada. En ese medio el islam radical se implanta. Según la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU más de 9 millones de personas necesitan ayuda alimentaria en la zona del lago Tchad debido a la presencia y atrocidades cometidas por este grupo terrorista (mayo 2016). A la ruina económica se suma la ruina cultural, las clases medias, educadas, profesiones liberales, con estudios superiores en muchos casos dejan el país. El Camerún acoge a unos 64.000 nigerianos que han abandonado su país huyendo de este grupo. Muchos de ellos no regresaran jamás, provocando un retraso de generaciones en el progreso social.

Daesh es una maldición, por donde pasen dejarán una estela de desolación y desierto. El islamismo se extiende mejor en regiones muy pobres, en regímenes inoperantes, en estados frágiles incapaces de garantizar los mínimos derechos de los ciudadanos en cuestiones de alimentación, saludo o educación, es este un terreno abonado donde las organizaciones caritativas de filiación coránica financiadas por Qatar y Arabia Saudí ejercen su acción, ganándose la gratitud de una población pauperizada. En 2015 asistimos a un proceso en el que estados africanos se autoproclaman “Estados islámicos”, como Gambia (diciembre 2015) para recibir la ayuda al desarrollo de países donde rige un islam salafista y más recientemente la banda Boko Haram, se ha rebautizado como Estado Islámico de África occidental.

Otra gran peligro futuro es el establecimiento del yihadismo en Libia, que ya controla la ciudad de Syte desde junio de 2015. Se calcula entre 3.000 y 5.000 el número de combatientes yihadistas en la región. El “proceso de estabilización de la región” se intensifica a partir de mayo de 2016, y en él participa Italia, por su cercanía con el país norteafricano, que desde estas bases africanas se convierte en un peligro directo para Europa. Por esa razón EEUU y Europa estudian anular el embargo sobre la venta de armas al gobierno libio.

13.4 Globalización de la yihad

El conflicto se ha internacionalizado. Primero fueron los kurdos de Turquía y los kurdos de Irak quienes entraron en la contienda, los únicos que mostraron desde el principio de la guerra una voluntad inquebrantable de combate en el terreno para detener la expansión islamista. En octubre de 2015 Rusia entra en la guerra para bombardear a la oposición en armas contra el presidente El Asad y marginalmente a Daesh. La intervención militar aérea de Rusia coincide con el envío 2.000/4.000 militares iraníes entre consejeros militares y soldados “voluntarios”, (recordemos que Irán es de religión chií) en apoyo al dictador sirio de la minoría alauí, una rama del chiísmo. Esta intervención rusa levantó las iras de Daesh, que logra abatir como represalia un avión de turistas rusos que había despegado de Sharm El Sheikh, en la península del Sinaí, causando 224 víctimas (31 octubre de 2015).

El mes de noviembre la escalada es fulgurante con atentados sangrientos como el del viernes 13 cuando Daesh detona varios coches bomba en una zona controlada por los chiíes de Hezbola en Beyrut, (43 muertos) y prolonga la masacre con la serie de atentados del viernes 13-N de París, (130 muertos). Los franceses descubren aterrorizados que en París pueden ocurrir atentados como los que son habituales en ciudades como Bagdag, Bombay, Damasco, Túnez, Beyrut y Estambul.

A los pocos días, (20 de noviembre) el hotel Radisson de Bamako en Mali es atacado por el grupo Al-Morabitum grupo de bandidos encabezado por el argelino Mokhtar Belmokhtar, filial de Al-Quaeda, (20 muertos). Nuevo atentado en Camerún, reivindicado por Boko Haram (10 muertos). Y el 24 de noviembre un atentado en el centro de Túnez cuyo objetivo era la guardia presidencial (12 muertos). El comienzo del 2016 hay un recrudecimiento de ataques yihadistas:

El 12, en el centro turístico de Estambul, donde mueren 10 turistas alemanes. El 14, en el café Starbuk, en Jakarta, (dos holandeses muertos). El 17, el Hotel Splendid, en la capital de Burkina Faso, (29 muertos de 18 nacionalidades). Los atentados se producen desde Nigeria a Pakistán, de Yemen a Estambul.

14.5 El turismo como objetivo militar

Los atentados terroristas contra los europeos tienen lugar en Europa tanto como en países árabes, donde a veces son el blanco de los yihadistas, que ven en estos atentados una manera de ahuyentar a los turistas del país para debilitar la economía, aumentar la pobreza y pescar mejor en aguas revueltas. Es el caso del ataque al Museo Bardo en Túnez (abril 2015) donde fueron asesinados una veintena de turistas. Desde entonces, el sector, extremadamente fragilizado desde las revueltas de la Primavera árabe, ha vuelto a caer en picado. El golpe de gracia es el atentado unos meses después en un hotel de la cadena española Riu en Susa. En la primera semana del Ramadán, un joven accede a la playa del hotel y durante siete minutos ametralla a los turistas europeos que toman el sol en las tumbonas. Una carnicería abominable que causa 37 muertes. Carecía de antecedentes, pero se había formado en la vecina Libia en el manejo de las armas. Túnez, el único país donde la Primavera árabe ha tenido frutos democráticos, es un objetivo militar de Daesh, que no puede aceptarlo como modelo. Yugular el sector económico más floreciente y empobrecer el país forma parte de la estrategia para soliviantar el descontento social y abonar el terreno a la radicalización. Su cercanía con Libia, fragmentada, tribal y caótica tras la caída de Gadafi, es otro factor de desestabilización del país. Túnez pierde unos 400 millones de euros por las anulaciones de vacaciones en el país debido al miedo generado. El sector del turismo, que ocupa a la décima parte de la población activa, ha sufrido un golpe irreversible. En su lucha contra el terrorismo, Túnez se encuentra ante un dilema. Sus servicios secretos son menos eficaces que los del dictador Ben Alí. Algunos proponen reintegrar a esos elementos, o al menos a los que no estuvieron implicados directamente en la represión, para infiltrar el movimiento. No puede improvisarse un servicio antiterrorista eficaz en seis meses, se necesita personal experimentado.

Hoy, el turista es un objetivo militar de los yihadistas. Se los considera invasores y cruzados, y así se los denomina en la reivindicación de los talibanes del atentado en un hotel en Kabul (12 dic. 2015). El atentado en el barrio de Sultanahmed, el corazón turístico de Estambul, justo un mes después, prolonga la estrategia, causando 10 víctimas mortales, 9 de ellas de nacionalidad alemana. En la misma semana, (enero 2016), se encadenan los atentados suicidas contra los turistas en todo el mundo. Los atentados se suceden en Jakarta (contra un hotel y el café Starbuck), al día siguiente en Uagadugú, en Burkina Faso, (contra el mejor hotel de la capital, el Splendide, y una cafetería de turistas enfrente, donde a la manera del Bataclán ametrallan a los clientes). Otro ataque en Costa de Marfil, semejante al de Susa, contra los turistas en un hotel, que causa 18 muertos (marzo 2016).

Atacar a los turistas tiene una doble finalidad. Se atenta contra los “infieles y sus costumbres obscenas”, y se ataca una de las bases económicas de los países enemigos. Túnez tiene el sector turístico devastado, Egipto se resiente, y Turquía donde el sector turístico supone el 16% del PIB calcula que, tras el atentado en el aeropuerto de Estambul (junio 2016) que causa 41 muertos, va a perder 13.500 millones por el descenso del turismo[137]. Con cada ataque el número de turistas extranjeros disminuye, los gobiernos de algunos países europeos desaconsejan visitar esos países en sus páginas institucionales. Los turistas japoneses y estadounidenses han desertado París tras los atentados del 13 de noviembre de 2015. Esta ciudad ha perdido desde entonces hasta julio de 2016 un 11 % de visitantes. El atentado durante la fiesta nacional francesa (julio 2016) donde un terrorista segó la vida de 85 personas con un camión de tres toneladas lanzado a toda velocidad entre la masa de paseantes de la Promenade des Anglais, viene a aumentar las consecuencias nefastas para el sector. En un año, el número de turistas de la capital francesa ha descendido entre un 10 % y un 15 %, en especial de norteamericanos.

Podemos pensar que el siguiente país en la estrategia del Estado Islámico será Marruecos, donde debemos esperarnos los siguientes atentados. España y su sector turístico estarían también a medio plazo en el punto de mira de la yihad desencadenada. La razón es que Al Andalus fue tierra del islam en época medieval y eso justifica su “reconquista”. La policía española ha detectado una mayor presencia de mensajes de propaganda yihadista en español en Internet en un castellano correcto, que deja presagiar lo peor, como pone de manifiesto la creación de dos canales, uno en español y otro en portugués, creados en la red Telegram, usada habitualmente por los terroristas [138]. El nivel de alarma es en agosto de 2015 de 4 en una escala de 5, punto en el que el atentado terrorista se considera inminente.

La escalada de atentados en número y víctimas no es producto de la casualidad sino la ejecución de un plan de extensión del yihadismo global. Las cifras hablan por sí mismas. Según el Global Terrorism Index publicado por el Institut for Economics and Peace el número de víctimas del terrorismo ha crecido un 80% en 2014, en total más de 32.000 personas, atribuyéndose a Boko Haram y al Daesh la mitad del siniestro balance. Los países más martirizados son Irak (10.000 muertos) y Nigeria (7.500). Aunque los ataques se producen mayoritariamente en los países árabes, Afganistán, Pakistán y Siria, la serie de ataques de París muestran que las capitales europeas ya no están a salvo de la amenaza. El objetivo es global, las personas, la historia, y la memoria de la humanidad, su arquitectura, su literatura, las bibliotecas, los museos, las escuelas,… destruyen la historia y destruyen el futuro puesto que abusan de la infancia, convirtiendo a niños en verdugos inmisericordes. Destruyen a la mujer en sus estados islámicos, la libertad, la alegría, el canto, la música, la inteligencia, la universidad, su cultura, todo queda prohibido. Prohíben el progreso y encadenan a la población a un pasado ominoso. Destruyen la Otredad en un deseo uniformizador del pensamiento, y matan al extranjero, al infiel, al cruzado, en la persona del turista occidental en cualquier parte del mundo donde se encuentre. En ningún sitio está a salvo.

Los atentados yihadistas en Europa fue un error estratégico del Ei ya que provocó la intervención de las potencias occidentales y la consecuente derrota militar del Ei en la parte iraqui, con capital en Mosul.

Los atentados de Sharm El Sheikh, en el Sinaí egipcio, y del Bataclan de París consiguen lo que nadie esperaba, una colaboración militar entre Rusia y Francia, que pide ayuda a sus socios comunitarios para dar una respuesta contundente al yihadismo en Siria, apelando a la Claúsula de Defensa Colectiva de la UE. Los contactos del presidente francés Hollande se intensificaron a la búsqueda de una coalición internacional. El portaviones Charles de Gaulle y el Moscova ruso entran directamente en la contienda, y los aviones franceses y rusos bombardean objetivos militares en torno a la ciudad de Racca, capital del Ei en Siria, a pocas horas de intervalo. Sin embargo la unión de EE.UU con Rusia en un frente común parece utópica, aunque los esfuerzos para ponerse de acuerdo sobre los bombardeos concertados del Frente al-Nusra, la rama siria de Al Qaeda, parecen avanzar (agosto 2016).

La derrota del ISIS se perfila a partir del mes de julio 2016, con los bombardeos de las bases del ISIS en Libia (Sirte) por parte de la aviación de EEUU. Seis meses después, la ciudad caerá tras dos años de haber ondeado la bandera negra de Daesh.

Los ataques aéreos de Rusia primero y el ataque terrestre conjunto de los peshmergas kurdos y del ejército iraqui contra Mosul, iniciados el 17 de octubre de 2016, marcan el ocaso de la dominación territorial de Daesh. Los yihadistas se sirven de la población civil, famélica y aterrorizada, como escudos humanos para protegerse de los bombardeos. La batalla de Mosul termina en junio de 2017, tras ocho meses de lucha, y un lento avance barrio por barrio para desalojar a los francotiradores y evitar los miles de minas sembrados por los soldados del Daesh. En ese momento solo quedan unos 500 soldados determinados a combatir hasta la muerte, que viven enterrados en túneles. La caída es ineluctable, pero aún siguen reteniendo a unos 50.000 civiles, que tratan de huir como pueden.

El ISIS ha perdido en ese momento el 60% de su territorio y se ha empobrecido enormemente, pero a pesar de la derrota el ritmo de los atentados no se detiene, y el número de kamikaces, sobre todo de mujeres, aumenta en Irak, a más de 30 solo en el mes de junio.

Esta derrota no significa que el terrorismo internacional desaparecerá en paralelo. Al contrario, los soldados de un ejército desbaratado funcionarán en células aisladas libremente, de manera incontrolada, como un humo tóxico, como un enjambre de avispas enloquecidas y letales.

14. YIHADISTAS EUROPEOS, LA YIHAD EN CASA

Es una obligación hacer la yihad, dicen los integristas interpretando los textos.  La invención de los conceptos de guerra santa y de martirio del creyente en las tareas de expansión de su fe es un instrumento de manipulación perfecto, un eficaz discurso de adoctrinamiento para fabricar soldados, no solo dispuestos al sacrificio extremo de ofrendar su propia vida sino guerreros que persiguen la muerte como una gloria. La muerte en la yihad es la total garantía para alcanzar, según un hadiz, la anhelada compañía de 70 vírgenes en el paraíso: una morada confortable en el Jardín del Edén, con un palacio construido de perlas. En su interior, setenta patios de rubíes y en cada uno setenta casas de esmeraldas, en cada casa setenta camas, en cada cama setenta colchones de todos los colores y en cada colchón una mujer. Por llegar hasta ahí, el combatiente busca  la Sada, morir por  Alá.  Esta creencia refuerza y  estimula el terrorismo suicida, y a pesar de su ingenuidad ningún imán se atreve a desmentirla. El vendedor de una librería islámica de Bruselas contaba que un mes antes del atentado del 13-N de París, entró un cliente preguntando por algún libro que hablara específicamente del Paraíso. Cuando comenzó a hojearlo el vendedor tuvo la impresión de que esa persona estaba consultando un folleto turístico, como si hubiera entrado en una agencia de viajes y estuviera eligiendo su destino, con playas, palmeras y Huríes.

El yihadismo ha encontrado en el terrorismo los métodos adecuados a sus fines. Para los yihadistas el culpable de todos los males es Occidente, la mayor fuerza maléfica que hay que combatir porque no está en Dar el Islam (la casa del Islam). Su objetivo es convertir a todos al Islam, y destruir las demás religiones, porque ese es su deber moral. Salvarnos, por las buenas o por las malas, o vivir como dihmmi (sometidos) en sus tierras. Hasta ese momento no viviremos tranquilos y la amenaza de sus cuchillos pende sobre nuestra garganta. Así nos lo recuerdan los combatientes una y otra vez en sus tétricos videoclips de propaganda. El yihadismo ha levantado en una década un ejército que se nutre de brigadistas provenientes de toda la nación islámica, también de países europeos, e incluso de jóvenes conversos occidentales, y también cada vez más frecuentemente de mujeres, unas 550 europeas, con objeto de crear un entramado familiar y un tejido social del Estado Islámico. Una vez conquistada la banda territorial que conecta Siria e Irak, el objetivo es consolidarla con una segunda banda poblacional. En junio de 2015, al-Bagdadi hace una llamada a los musulmanes para que vayan a vivir al Califato. Desde entonces la participación de la mujer en la yihad ha ido en aumento. No solo como esposas y madres, sino como soldados. Los atentados cometidos por mujeres, con explosivos pegados al cuerpo, bajo los ropajes, se intensifican hacia 2007. En ese año se contabilizan ocho ataques suicidas en Irak. En 2103 el número se había cuadruplicado. En Europa la primera mujer-bomba perece al inmolarse ante el acoso de la policía en París (nov. 2015) demostrando la escalada del terrorismo en la UE. Esta implicación femenina en la guerra (cr. Infra: la yihad femenina) no deja de ser trágica dado que la víctima más escarnecida en los lugares en que se impone la sharia es precisamente la mujer, como en Racca, donde se han verificado casos de lapidaciones de mujeres acusadas de adulterio.

Los fundamentos democráticos de la UE son ciertamente una bicoca para los extremistas. Para ellos la democracia está llena de fisuras por donde penetrar y debilitar el sistema. Durante varios años se ha permitido en Bélgica, en aras de una libertad de expresión mal entendida, la predicación de imanes improvisados que han destilado un discurso fanatizador. Se han tardado años en acusar y procesar a grupos que demandaba la Sharia for Belgium, un vivero de terroristas que declaraba en sus vídeos: “debéis hacer las maletas porque le Islam a llegado hasta aquí [a Bélgica] para quedarse”. A través de esta organización, cuyo líder Fouad Belkacem era entrevistado en la televisión belga sin ningún problema y allí lanzaba sus soflamas, se enrolaron yihadistas belgas para la guerra santa.

Hay europeos musulmanes que parten a la yihad y otros que se quedan en el país esperando el momento del atentado. A medida que se van produciendo los ataques, parece demostrarse que esos lobos solitarios no son en realidad tan solitarios. Necesita las armas y las municiones, y en consecuencia una estructura que se las proporcione, que le diga dónde están escondidas y cuándo ha de ir a recogerlas. Mantienen contactos y reciben instrucciones sobre dónde deben atacar. Si no son delincuentes curtidos, o vuelven de Siria, el “lobo” necesita también un entrenamiento militar específico sobre el manejo de armas. Es probable que los trenes sean un próximo objetivo.

Los terroristas son como avispas que salen de la colmena y llegan a Europa para picar en solitario, a hacer mal allí donde puedan, y en el grado que puedan. Esta situación no desaparecerá aunque termine la guerra en Siria. El yihadismo exportaba el terrorismo al suelo europeo desde hace una década, pero su brutalidad se ha disparado en 2015, apoyado por una consciente y calculada operación mediática, para transmutarse en “horrorismo” la expresión suprema del terror y del espanto, donde tiene cabida la abominación, el infanticidio, el genocidio, la violencia más absoluta contra el inerme y el inocente absoluto[139]. Europa deberá soportar ese sufrimiento durante una generación.

Los yihadistas europeos tienen perfiles muy diferentes. No hay un “perfil tipo” del islamista radical. Aunque muchos de ellos provienen del entorno de la delincuencia otros son jóvenes de clases medias que han seguido un recorrido escolar absolutamente normal pero que un buen día caen en las redes de las organizaciones en torno a las mezquitas, donde pululan los que se encargan de enrolar para la guerra en Siria. Las mezquitas construidas en Europa, muestra de tolerancia y convivencia por parte de la UE, han sido lugares conocidos de adiestramiento ideológico. En España existe la mayor mezquita de Europa. Sus imanes, enviados por Arabia Saudí, centro del wahabismo más ortodoxo, que asume el yihadismo y es caldo de cultivo del rigorismo islámico, apenas conocían el español. Un juez español ya procesó en el año 2011 a 15 miembros de una llamada Brigada Al-Andalus por labores de captación de yihadistas en ese entorno para enrolarse en el ejército del EIIL (Estado Islámico de Irak y Levante)[140]. El fenómeno no ha decrecido desde entonces, deteniendo la policía española a 47 presuntos yihadistas en 2014, y 157 hasta octubre de 2015, es decir tres veces más. Pero “los servicios de todo el mundo no son suficientes para saber el número exacto de yihadistas que han salido desde España para unirse en Siria a Al Qaeda o al EI. Ni de los que han retornado con la intención de hacer la yihad aquí. "Lo más preocupante es que es imposible conocer el número exacto”[141] [142]

Se estimó en unos 70.000 el número de combatientes en esta yihad global lanzada por el Ei. La mayoría provenientes de Túnez y Marruecos, pero también de antiguas repúblicas soviéticas, o subsaharianos. A pesar de la dificultad para establecer este tipo de estadísticas, TSF habla de unos 30.000 yihadistas en total, la misma cifra que luego cita el Premier inglés, Cameron, ante sus parlamentarios.

En 2013 se calculaba que había 1.700 extranjeros enrolados en el ISIS procedentes de 40 países diferentes, de ellos un cuarto eran saudíes, les seguían los tunecinos y los marroquíes. El número de extranjeros aumentó considerablemente desde mediados de 2014, cuando al-Bagdadi se proclama califa de un vasto territorio entre Siria e Irak.

El último informe de la consultoría política The Soufan Group[143] de Nueva York, constata que el número de yihadistas extranjeros en Siria e Irak se ha multiplicado por más de dos en un año (2015).

El éxito de la llamada a la nueva hégira, que sobrepasa las expectativas del propio Ei, demuestra dos cosas, primera que había una demanda de tal empresa por parte de amplios sectores radicalizados del islam y segunda que responde a un fenómeno global. En efecto, los milicianos provienen de 86 países diferentes (cifras de 2015): de Túnez 6.000, de la UE 5.000, Arabia Saudí 2.500, de Rusia 2.400 (en su gran mayoría de las repúblicas del Cáucaso)[144], de Turquía 2.100, de Jordania 2.000, de Indonesia 700. Los combatientes procedentes de Asia Central ha aumentado vertiginosamente en 2015, unos 2.300 según el instituto Soufan Group. El caso de Kosovo es ilustrativo de los procesos de radicalización islámica controlada por Arabia Saudita. Después de la guerra de Kovoso, (1998-1999) el país quedó arrasado, “necesitábamos ayuda para reconstruirlo y nadie se fijó de donde procedía. Fue entonces cuando empezaron a llegar muchas asociaciones caritativas extranjeras, de Arabia Saudí y los países del Golfo. Cuando las autoridades se dieron cuenta ya no podían tener todo el control…el problema son los imanes que se han formado en países árabes, ya que muchos de ellos no distinguen entre el islam como religión y el islam como política”[145]. De Kosovo, país musulman europeo, partieron 300 voluntarios para la yihad, todos de etnia albanesa. En Bosnia el arraigo del wahabismo es aún más importante.

Por lo que respecta a la UE, el presidente Hollande hablaba en enero de 2014 de un total de 700 voluntarios procedentes de Francia en la yihad ([146]). Hasta 2016 unos 300 suecos habían partido a la yihad en Siria. Hasta marzo de 2016, se habían enrolado 614 belgas. Bélgica es uno de los países que, porcentualmente para su pequeña población, más combatientes ha enviado a ese frente. Hasta mayo de 2016, unas 250 personas procedían de los Países Bajos, 60 de ellas eran mujeres y 70 menores de edad. En Austria esa cifra era de 150 (cifras de 2014), y en España 51, hasta agosto de 2014 ([147]) .

Las últimas cifras de las que disponemos, y que muestran discrepancias con las anteriores, extraídas de diferentes fuentes, son las siguientes: extranjeros alistados en las filas de la yihad 42.900, de ellos 7.700 europeos, franceses 2.100, balcánicos 1.000, alemanes 870, británicos 850, belgas 470, austriacos 300, holandeses 200, españoles 200, y 200 austriacos.

Otro estudio marroquí (noviembre 2016) sin embargo da, de nuevo, cifras diferentes: 47.000 extranjeros, 7.000 europeos, 1.700 franceses, 850 belgas, 760 holandeses, 650 alemanes, 450 españoles (el doble de las cifras dadas por el Ministerio de Interior) y 170 suecos, entre otros[148]. Puede añadirse la cifra de 700 yihadistas ingleses dada por la televisión belga el 22 de marzo de 2017, el día del ataque al puente cerca del Parlamento de Londres, el mismo día, un año después, del atentado al aeropuerto y al metro de Bruselas.

Puede admitirse que de todos estos yihadistas 5.000 serían europeos (2015). De ellos, los que regresan al país de origen pueden a su vez extender la acción del Ei, predicar en la clandestinidad y obedecer las órdenes del exterior, como si se tratara de una marca en franquicia. Estos alumni, formados psicológica y militarmente, van a suponer una amenaza permanente, durante años, en los países europeos. Un ejército silencioso de infiltrados esperando a inocular el veneno del terror.

Los yihadistas europeos no son siempre personas psicológicamente frágiles, influenciables por las prédicas, idealistas engañados, o excluidos sociales, también pueden ser hijos de familias perfectamente integradas, con estudios y un trabajo fijo. La mayoría son de familia de confesión musulmana, otros son conversos.

Otros sí, han comenzado como delincuentes comunes de poca monta, traficantes de droga, descolgados de la sociedad, que ignoran todo del islam, que nunca han pisado una mezquita pero que un buen día descubren, tras una estancia en la cárcel, que esa religión puede dar un sentido a su vida[149]. En su lectura primaria, van a encontrar una justificación divina para canalizar su violencia y su odio contra los infieles y los blasfemos, y subliman su odio en la plegaria. Se convierten en soldados de su fe, los más fervorosos, dispuestos incluso al  sacrificio supremo. Serán los primeros en dar un paso al frente para convertirse en mártires o en los verdugos que degüellan a inocentes arrodillados en la arena del desierto. Son muchos los casos de terroristas con un pasado delictivo, condenados algunos por asalto a mano armada, que encuentran en el islam una justificación a su violencia y resentimiento contra la sociedad europea. Creen que los textos sacralizan los crímenes si se hacen en nombre de Alá contra los infieles, los cruzados, como son denominadas despectivamente las víctimas en los comunicados de reivindicación de los asesinatos masivos.

Esa conversión se parece mucho a una enfermedad mental, una ofuscación semejante al enrolamiento en una secta. Funciona también la atracción del idealismo brigadista y romántico, la idea de defender un ideal común,  una tierra prometida, una restauración de los antiguos esplendores del Califato idealizado. Algunos parten a Siria siguiendo redes bien estructuradas. Algunos yihadistas son antiguos iletrados, que se han vuelto predicadores, otros supuestos ideólogos, otros cineastas de la generación Internet, que obtienen notoriedad con sus películas de propaganda en línea[150]; tienen su página Facebook donde cuelgan frases y fotos o anuncian sus atentados suicidas. Un ejemplo es Rachid Kassim, exrapero que alcanza la notoriedad que no le dio la música al convertirse en el francés decapitador y manipulador, propagandista en Internet. Simplemente mediante mensajes al móvil incita a sus admiradores a pasar al acto, por cualquier medio, por modesto que sea. Este negro personaje inspira una decena de actos terroristas en Francia, como el asesinato de un policía y su mujer, en Magnanville (julio 2016), el atentado de Rouvray (julio 2016) y quizás el atentado fallido de la bombonas de butano en París. Los títulos de sus canciones de 2011 (Je suis un terroriste, Rap Attentat) ya contenían el odio cerval en sus letras: No hay vacuna contra mi odio…, quiero convertirme en mártir…, sí, por la decapitación, me declaro culpable…

Algunos solo tienen 16 años, edad a la que en Francia se puede coger el avión sin permiso parental. Llegan a Turquía, primero a Estambul, luego a la ciudad de Antalia, al sur, y de allí se dirigen hasta Siria en autobús. Allí caen en las sombras de un sistema de pensamiento neonazi, el cual se caracteriza por la idea de regenerar el mundo y castigar de manera ejemplar la perversión de los infieles. Es un proyecto totalitario de exterminación y entran en la cadena de la muerte. Para eso ellos mismo necesitan ser regenerados, léase deshumanizados, mediante una formación de lavado de cerebro desde el momento que llegan a Siria, basada en catequesis obsesivas, oraciones y lecturas sagradas que comienzan a las cuatro de la mañana. Los reclutadores emplean las mismas técnicas que otras sectas religiosas: aislarlos progresivamente de la familia y de los amigos, que asisten impotentes a un cambio repentino del comportamiento, lo que genera una huida del mundo real, al que luego deben volver con una misión divina para destruirlo, y someter, si no exterminar, a todos aquellos que no son los elegidos [151]. Muchos de esos reclutadores son europeos, incluso conversos, porque conocen un idioma extranjero y la problemática e inquietudes de las personas con las que entran en contacto.

Al poco de su llegada, tras una breve formación militar se transforman en guerreros sanguinarios. Les fascina la destrucción. El Daesh los enrola y a veces tienen el honor de ser los verdugos que ejecutan a los rehenes arrodillados y maniatados en la arena del desierto y cuyos vídeos cuelgan en línea, siguiendo una estrategia revolucionaria de la comunicación. Han descubierto que su macabro culto de la muerte y su puesta en escena atraen a miles de personas.

El Ei propone otros atractivos interesantes para estos aprendices del terror. Puede variar de los 1.000 euros al mes, como salario ([152]) hasta la entrega de esclavas, como el caso de un concurso organizado en Siria, donde el Estado Islámico premia con una esclava al ganador de un concurso: quien mejor memorice el Corán obtendrá una cautiva ([153]).

Muchos de estos voluntarios son la carne de cañón de los combates. Algunos de los que sobreviven vuelven a Europa, a sus países de origen. Llegan formados y formateados para sembrar el terror. Los que están fichados por los servicios de seguridad son vigilados o perseguidos por las justicia, enjuiciados, en ocasiones encarcelados o puestos en cuarentena para conocer sus implicaciones con el Daesh, y sus intenciones finales, para descartar que entre ellas no está la de cometer atentados. Pero ese seguimiento llega forzosamente a término un día, a los pocos meses o al cabo de los años. Pero cesa. Y el peligro queda agazapado en Europa. Permanecen discretamente en células durmientes, hasta que deciden atentar, tal vez por su propia iniciativa o en respuesta a una orden venida de un contacto en Siria. Los diferentes países árabes enfrentados a la misma disyuntiva aplican medidas muy represivas y tajantes, así en Marruecos, todo yihadista que vuelve al país tras haber participado en la guerra de Siria es encarcelado, llegando a permanecer en prisión hasta periodos que superan el año. En Túnez, unos 600 yihadistas retornados de los 5.300 salidos del país, están retenidos en su domicilio y vigilados por la policía.

En Francia, el país de la UE más expuesto al terrorismo, existen unos 10.500 musulmanes radicalizados que están fichados con la letra “S” (nov. 2015), algunos con la obligación de presentarse periódicamente a la Policía, algunos otros controlados con brazaletes electrónicos, pero la inmensa mayoría sin embargo vagan libres, siendo el semillero de nuevos terroristas que pasarán tarde o temprano al acto criminal. Esta situación es lo que la derecha cataloga como “cultura del angelismo en el sistema penal”. Sin embargo en un estado de derecho, aplicar a cualquier persona una pena preventivamente sería inconstitucional y contraria a los Derechos Humanos. Encerrar a individuos con la sospecha como única base es inaceptable, declara el Primer Ministro francés, Manuel Vals. El reverso de la medalla es que una parte objetiva de los crímenes cometidos en Francia han sido ejecutados por personas que tenían una ficha “S”. Por esa razón, muchas voces se alzan para exigir la expulsión inmediata del territorio de todos aquellos “radicalizados” fichados por los servicios de seguridad del Estado, o prohibir la entrada al país de los que se enrolaron en el ejército del ISIS y que quieren volver, porque se ignora sus intenciones. Otros piden a Hollande una “retención” de 150 días, especie de cuarentena de precaución y la creación de una NSA a la francesa[154]. ¿Encarcelar por precaución? Parece una medida ineficaz, a no ser que se aplicara masivamente como en los estados totalitarios, algo que repugna a la democracia europea. ¿Encarcelar? ¿pero durante cuánto tiempo? ¿Dejaría de haber atentados? ¿o por el contrario, el sentimiento de injusticia creado exacerbaría la fraternidad comunitaria, la división social entre diferentes religiones, incluso la radicalización y el enrolamiento de nuevos candidatos a la yihad? En España, el número de fichados por radicalización es de 363 personas (agosto 2016) un número muy bajo comparado con los 10.500 franceses. Además de ellos hay 94 detenidos y arrestados de manera preventiva[155].

Otros nunca llegan a salir de Europa, permanecen aquí como lobos solitarios o integrantes de una célula durmiente. En ambos casos, esperando la ocasión, definida por propia iniciativa, o la orden para el ataque terrorista. Son carroñeros que “hacen la yihad en casa”. Sus ataques van en aumento en los últimos años. Estos terroristas improvisados son los que asesinaron a tres niños judíos delante de la puerta de su escuela en Toulouse (2012), asesinan a cuatro visitantes de un museo judío en Bruselas (2014), asesinan a doce personas, la mayoría periodistas y  a cuatro judíos en un supermercado en París (2015), ametrallan una Casa de Cultura y asesinan al guardián de una sinagoga en Copenhague (2015). Los autores, Mohamed Merah, Mehdi Nemmouche, los hermanos Kouachi, y Coulibay, han estado todos en la cárcel, y allí se han radicalizado. Otros son yihadistas fichados por la policía, como el que actuó en el TGV entre París y Amsterdam, un atentado abortado gracias a la valerosa intervención de unos marines que se encontraban por casualidad en el mismo vagón que el terrorista (Arras, agosto 2015). El marroquí tenía una ficha “S” de la policía francesa, elaborada gracias a las informaciones transmitidas por la policía española, puesto que había vivido en este país, pero nunca fue objeto de ningún seguimiento en Francia. Otros están incluso sometidos a vigilancia electrónica, que aprovechan su libertad otorgada por leyes permisivas para degollar fríamente a un sacerdote octogenario en el interior de su iglesia (el padre Hamel, en Saint-Etienne-du-Rouvray (julio 2016). Aeropuertos, trenes, metros, hoteles, fiestas populares, policías e iglesias están entre los objetivos preferidos. En noviembre de 2016 se desarticuló un nuevo comando en Francia que tenía previsto atentar en la sede del famoso 36, Quais des Orfèvres en París, sede de la Policía Judicial, el Mercado de Navidad de Estrasburgo o el parque de atracciones Disneyland París, donde las víctimas serían niños en su mayor parte.

Dado que de estos voluntarios, entre un 20 % y un 30 % vuelven actualmente a sus países de origen, se puede concluir que el fenómeno del terrorismo en Europa está muy lejos de ser resuelto, aun venciendo a Daesh militarmente. Al contrario, su desmantelamiento provocará el repliegue masivo a Europa de estos soldados formados en la guerra y en el terror contra los civiles durante algunos años, alimentados aún más por el deseo de sangre y venganza que conlleva la derrota. Su vuelta constituirá un desafío para la política de seguridad interior y solo podrá reducirse con el reforzamiento de la colaboración de los servicios de inteligencia y de policía entre los Estados europeos. Según cifras del Ministerio del Interior francés (dic. 2015), de las 600 personas que han ido a Siria a luchar, 250 habrían vuelto ya. La mayoría seguramente decepcionadas del horror vivido pero otras representan un peligro potencial de atentado terrorista. Todas son controladas y vigiladas a su regreso, pero ¿durante cuánto tiempo? Las fuerzas de seguridad del Estado no pueden vigilarlas 24 horas al día durante el resto de sus vidas.

La estrategia de los islamistas en las cárceles ha cambiado, ya no ponen la radio a todo volumen a la hora de la plegaria, ni se dejan crecer la barba. Ahora se muestran discretos y no manifiestan ideología, ni entran en discusiones, son moderados siguiendo la estrategia del camuflaje, la taquiya (prudencia o disimulación de la fe). La policía los tiene fichados pero ¿cómo hacer para vigilarlos, si en Francia hay 800, y cada uno necesita entre 10 y 20 hombres para que la vigilancia sea eficaz? ¿Y durante cuánto tiempo hay que mantener las labores de vigilancia, meses, años? Efectivamente, no hay medios materiales, ni tampoco una buena organización en la lucha contra el terrorismo. Tampoco la labor de la policía es valorada, hasta el día en que son los héroes de la nación, como en la manifestación de París, donde se escuchan unánimes gritos de “merci la police!” acompañados de aplausos y ¡bravo! a su paso.

El peligro de la radicalización islamista se ha subestimado en Francia y en Bélgica, particularmente. En Francia existen nada menos que 19 organismos diferentes que se dedican a labores de vigilancia de este entramado. Así queda de manifiesto en el caso de Yassin Salhi, autor del atentado contra una fábrica de gas en Lisère, cerca de Llile (junio 2015), que había estado fichado (una ficha llamada “S”) por su radicalización salafista en 2006. Después de un periodo de vigilancia se había abandonado su seguimiento a falta de actividades sospechosas. Sin embargo, tras un largo paréntesis de normalidad y trato afable, como lo describen algunos de sus vecinos, este hombre, casado y padre de tres hijos, comete en junio un atentado atroz: decapita a su jefe y envía a un amigo en Siria (que se había ido con su mujer “para repoblar el Estado Islámico”, según sus palabras), una selfie con la cabeza del jefe, enmarcada por dos banderas de Daesh.

Para perpetrar sus atrocidades parece que los terroristas se dejan mecer por el efecto de las drogas. Los testigos hablan de una aparente tranquilidad y una sangre fría que hiela el alma cuando disparan ráfagas de kalachnikof contra sus víctimas. El hallazgo de dos toneladas de Captagon, interceptadas por la policía turca en la frontera siria podría ser una prueba de ello. La autopsia del asesino del hotel Riu en Susa (Túnez, junio 2015), que asesinó a 38 turistas en la playa, reveló la presencia de esta droga, estimulante que bloquea la sensación de miedo, fatiga, y empatía con las víctimas, mostrando una mirada vacía y rostros lívidos, como zombis[156].

Igualmente, para evitar ser infiltrados por los servicios de espionaje, cada vez es más frecuente que la célula terrorista esté formada por personas de la misma familia, como hermanos o esposos, donde la confianza es absoluta. Es el caso de los atentados de Boston en abril de 2013, obra de los hermanos Tsarnaez, y de París en enero y luego de noviembre de 2015. Es el caso también de la célula desarticulada en enero 2015 en Verviers, Bélgica, donde había dos hermanos implicados, uno de los cuales murió en el asalto dado por la policía. También en los atentados de París de noviembre de 2015 que causa 130 muertos en las terrazas de cafés se constata la presencia de los hermanos Abdelsam, belgas, residentes en el barrio Bruselas de Molenbeek, tristemente famoso desde entonces. Otra célula yihadista desarticulada en Lieja y Mons (31 de julio 2016) estaba también compuesta por dos hermanos. En el atentado de San Bernardino en Estados Unidos, es de nuevo una joven pareja proveniente de Pakistán el año anterior (Farook Syed y su mujer Tashfeen Malik) quien ametralla a los empleados de los servicios de sanidad durante una comida de Navidad causando 14 víctimas mortales (3 dic. 2015).

14.1 The Belgian Connexion o ¿dónde está Molenbeek?

El hilo de la investigación policial de numerosos ataques terroristas en Europa ha llevado hasta Bélgica, en particular a los barrios de mayor población musulmana de Bruselas, como el de Molenbeek. El caso de este barrio Bruselas debería servir para comprender como se produce el proceso de radicalización de una parte importante de la juventud musulmana. Al filo de los años este barrio llegó a contar con 22 mezquitas, es decir más que muchas ciudades de Marruecos. Desde sus púlpitos los imanes comienzan a culpabilizar a los padres de familia que van a la plegaria con la idea de que no son buenos musulmanes, porque dejan que sus mujeres se vistan a la occidental. Son discursos simplistas pero que calan poco a poco, provocando el efecto buscado en muchos fieles, que terminan por decirse: “es verdad, volvamos a lo esencial de nuestra religión”. La evolución de las costumbres, de los hábitos vestimentarios, la multiplicación de las carnicerías de carne halal, etc. no pasa desapercibida para nadie, ni los vecinos, ni el ayuntamiento ni la policía municipal, pero nadie reacciona. El discurso cada vez más reivindicativo promovido por la predicación wahabita va impregnando las relaciones sociales y se extiende al pensamiento político, grupos de jóvenes que hacen las veces de policía de las buenas costumbres toman el control social del barrio, en las escuelas se escuchan declaraciones antisemitas con frecuencia y se critica abiertamente a los judíos por la guerra entre israelíes y palestinos. El tema se vuelve tan conflictivo que los profesores evitan tratarlo en las clases. El ambiente general de reislamización es irreversible. El tiempo se encargará de convertir este barrio de 100.000 habitantes en un hogar para futuros yihadistas que parten a Siria o refugio de los que vuelven o prestan juramento de fidelidad al Daesh. Uno de los terroristas de París, volvió aquí tras cometer los atentados, y a pesar de ser el hombre más buscado de Europa pudo permanecer escondido durante cuatro meses, (del 13 de noviembre de 2015 hasta el 18 de marzo de 2016), siendo además considerado como un “héroe”, gracias a la ayuda de su círculo de amistades.

Los orígenes del fundamentalismo en Bruselas algunos lo encuentran en las predicaciones de Bassam Ayachi, que proveniente de Francia descubre encantado en este barrio de Bruselas todo el ambiente de una ciudad árabe, allí se instala con su familia y comienza su predicación. Este imán salafista será el fundador del Centre islamique belge (CIB) en los años noventa. Allí predica un islam radical marcadamente antisemita y antioccidental, allí recluta para la yihad de Afganistan y allí casa a Malika el-Aroud (1995), el asesino del comandante afgano Massoud. El Centro estuvo activo hasta 2012 en que fue cerrado por un juez.

La importancia de este barrio se documenta al menos desde el atentado suicida del comandante Massoud en 2001 a mano de los talibanes durante la guerra de Afganistán. Los autores vivían en Bélgica y haciéndose pasar por periodistas, con falsos pasaportes belgas, consiguen llegar hasta el objetivo. Uno de ellos hacer explotar la dinamita de su cintura mientras entrevistaban al carismático héroe afgano. Dos días después tenían lugar los atentados del 11 de septiembre contra las torres del World Trade Center de Nueva York, demostrando una coordinación evidente entre ambos hechos.

Belga es también la primera mujer occidental conversa que perpetró un atentado suicida, Muriel Degauque, que se lanzó contra un convoy norteamericano en Bagdag (2005).

También en los atentados de Atocha de Madrid (11 de marzo de 2004), dos de los terroristas fueron detenidos en Bélgica, adonde habían encontrado refugio, en particular Yusef Belhadj, en febrero de 2005, acusado de autor por inducción y que será excarcelado en 2017.

Otros terroristas (como Amedy Coulibaly (París, enero 2015), y Ayoub El Kahzzani, autor del atentado en el Thalys entre París y Amsterdam, (agosto 2015) se procuran las armas y los coches, o bien utilizan su infraestructura en este país como base de retaguardia, adonde vuelven tras cometer el atentado. Ahí suelen tener familia directa o amigos. Igualmente el comercio de armas es muy activo y bien conocido en los medios de la delincuencia por seguir circulando en él muchas kalashnikov provenientes de la guerra de Yugoslavia.

De este barrio de Molenbeek, que cuenta con una gran cantidad de población de confesión musulmana salen directamente el instigador, Abdelhamid Abaaoud, y tres integrantes del comando suicida que asola París el 13-N, causando 130 muertos y cientos de heridos, en un atentado sin precedentes. Abaaoud, el cabecilla del comando compuesto por ocho personas, era uno de los más conocidos yihadistas europeos en Siria desde que la revista Dabiq, órgano de propaganda de la organización de Al-Bagdadhi, le dedicara un reportaje. La policía belga lo buscaba como organizador de los atentados que debían llevar a cabo los hermanos pertenecientes a una célula islamista desarticulada en Verviers, Bélgica, diez meses antes (enero 2015). Existe de él un vídeo donde se complace en arrastrar con una camioneta un racimo de cadáveres hasta una fosa común. Si el intento de crear un grupo para atacar los lugares públicos en Francia falló entonces, y uno de los hermanos murió enfrentándose a la policía, puede considerarse que el segundo intento, diez meses más tarde en París, fue un éxito para la organización criminal dados los estragos causados y la amplitud de las consecuencias políticas aún por venir. Pero además del principal organizador, había otros belgas implicados en la matanza de París. Se trata de nuevo de dos hermanos, Abdeslam, uno de ellos muerto al accionar su cinturón de explosivos y el otro detenido con posterioridad. En total 5 de los 10 kamicazes de París 13-N provienen de Bélgica, son belgo-marroquíes o han vivido en Bruselas.

También en Bélgica (Amberes) nació el movimiento Sharia4Belgium (2010) para promover la aplicación de la ley islámica en Bélgica, cuyo líder se expresó públicamente durante más de dos años sin ninguna censura lanzando amenazas de destrucción al Estado belga e incitando al odio contra los occidentales. Sus miembros fueron objeto de algún programa informativo, con entrevistas, filmaciones de su vida diaria, en sus casas, etc. Nadie los tomaba en serio cuando su líder declaraba delante del Atomium de Bruselas que dinamitarían ese monumento y que Bélgica sería un día musulmana. No obstante sus prédicas sirvieron para enviar a jóvenes a la yihad siria: en 2014, 10 belgas se iban cada mes a enrolarse en el Isis, una cifra que bajo a la mitad en 2015.

El Ministro del Interior belga declaró esos días que de los 130 belgas que habían regresado a Bélgica procedentes de la guerra de Siria, 85 vivían en Molenbeek. Es precisamente en estos elementos que vuelven formados en las armas donde incuba el peligro de nuevos atentados, al ignorarse sus intenciones y su grado de radicalización.

Las críticas implícitas en los comentarios de los políticos y los medios de comunicación franceses obligaron al Primer Ministro belga Charles Michel a reaccionar y defenderse públicamente. Pero los reproches no solo vienen del exterior. El partido nacionalista NVA ha criticado con virulencia los veinte años de política fracasada llevada a cabo por el partido socialista en el poder en la Región de Bruselas-Capital, incapaz de erradicar esos núcleos de radicalización. Otros sectores de la opinión pública acusan a la política laxista del Partido Socialista de ser la responsable de la situación actual en la que se señala a la capital como centro logístico y organizador de los atentados más sangrientos cometidos en Europa por el radicalismo islamista. Bélgica tiene el triste honor de ser el país que más combatientes ha enviado a las filas del ISIS comparado con su población.

El caso de Molenbeek debería servir para que los responsables políticos reflexionaran sobre las causas de la radicalización, para evitar, después tener que poner en marcha lentos y costosos programas de “desradicalización”, programas “soft” para evitar enviar a la cárcel a muchos yihadistas que han regresado. El caso de Molenbeek puede extenderse a cualquier país de Europa porque el esquema y la problemática de los barrios populares es semejante en todas las grandes urbes.

En Francia el barrio de Trappes es conocido por las mismas razones, por ser un vivero de yihadistas de donde han salido unos 80 con destino a Siria en los últimos años. Si comparamos la cifra con las de otra ciudad como Niza, con 115 combatientes, comprendemos el éxito de la predicación de la guerra santa, ya que en Trappes la población es diez veces menor. En Francia se han levantado voces enérgicas contra el abandono por parte del Estado de sus obligaciones. El juez Marc Trévidic, especialista en la lucha contra la radicalización, denuncia la pasividad del Estado durante los últimos diez años, y le acusa directamente de haber permitido que las ideas radicales prosperasen. Tras la guerra de Irak el magistrado constata un aumento flagrante de la propaganda yihadista en Francia, en las cárceles sobre todo, y después en Internet sin que el Estado haga nada para evitar que alcanzara a todos los hogares y a todas las edades, en particular a los más jóvenes y vulnerables. No es la marginalización social ni la pobreza lo que provoca la radicalización de los jóvenes como demuestra el caso marsellés, sino la predicación en las mezquitas, controladas por radicales islamistas, presentes desde los años noventa, y los posteriores contactos y extensión del fenómeno. El francés Walid Haman y el belga Abaaoud, uno de Trappes y el otro de Molenbeek, confluirán en el mismo atentado terrorista en 2015.

Hoy los yihadistas en Siria son franceses, belgas, ingleses o alemanes, puesto que poseen pasaporte de estos países.  Cuando Francia declara la guerra al Ei tras los atentados del Bataclán, los autores de atentados que puedan producirse a partir de entonces que tienen pasaporte francés o que han nacido en suelo francés deberían en buena lógica ser considerados como traidores  a la patria, pues se han enrolado en el campo del enemigo. Y puesto que se ha declarado la guerra debe aplicárseles la ley castrense prevista en tales casos.

Los yihadistas han usurpado y confiscado la palabra a los musulmanes. Se abrogan la representatividad de la comunidad de “verdaderos musulmanes”. Pero solo el 70% de los musulmanes de Alemania, España, Francia y Países Bajos condenan sus acciones y consideraban que el integrismo islámico representa un problema para ellos. Por otro lado, muchos europeos ven en ellos los a representantes del islam, aunque en realidad lo ensucian. La lucha de Europa no ha de ser contra los musulmanes, sino contra los terroristas. No es una lucha contra la religión sino contra el yihadismo. En esa lucha todos los europeos, sin distinción de creencias, deben estar unidos. Es lo que parece que puede ocurrir a partir de los atentados de París del viernes negro 13-N, tras la activación a petición de Francia de la Cláusula de Defensa Colectiva entre los países miembros de la UE, la cual implica la obligación de ayuda y asistencia mutua.

Obviamente los terroristas islámicos son una ínfima minoría, pero dañina al extremo. Los musulmanes europeos a veces reaccionan ante sus acciones de una manera que podría parecer excesivamente tibia, y que otros interpretan como que “en el fondo se sienten cerca de ellos”. Es cierto que podría esperarse una respuesta más enérgica y sin ambages de su parte. A veces parecen demasiado silenciosos, aunque lo condenen intelectualmente. Sin embargo “la mayoría silenciosa de musulmanes no importa”, como señala con brío Brigitte Gabriel, en su conocida respuesta a una estudiante [157]. Su argumento es que  hay 1,2 mil millones de musulmanes en el mundo. Los fundamentalistas se estiman entre un 15 – 25 %. Es decir, al menos un 75% son gente pacífica, pero esa cifra supone  también que entre 180 y 300 millones de personas tienen por objetivo la destrucción de la cultura occidental. La Historia enseña que la mayoría de los alemanes en los años 30 eran pacíficos, pero el nazismo provoco 60 millones de muertos; la mayoría de los rusos eran pacíficos, pero bajo Stalin se asesinaron a 20 millones de persona; los chinos eran pacíficos pero la mayoría silenciosa no pudo evitar la muerte de 70 millones de personas; los japoneses eran pacíficos pero durante sus acciones militares en Extremo Oriente, durante la segunda Guerra Mundial, causaron la muerte de 12 millones de personas. En Estados Unidos hay 2,3 millones de musulmanes pacíficos, pero bastaron 19 terroristas para poner al país de rodillas el 11-S. Las mayorías silenciosas nunca han sido capaces de detener la barbarie, por eso no hay que contar con ellas.

Los Estados Unidos han sufrido numerosos ataques terroristas: un atentado contra una base militar en Texas causó 13 muertos en 2009; el atentado durante el maratón de Boston de 2013; el atentado contra la base militar de Chattanooga (Tennesse) en julio de 2015, el atentado de san Bernardino que causó 14 muertos (diciembre de 2015); el atentado de la discoteca Pulse, de Orlando (junio de 2016) con 49 muertos, la mayor matanza terrorista en el país desde el ataque de las Torres Gemelas con 3.000 muertos (2001).

En Europa, muchos son los países alcanzados por el terrorismo. El año 2016 marca un salto hacia adelante en la violencia de estos actos. Se producen atentados en Bruselas que causan 32 muertos. Dos bombas estallan en el aeropuerto de Zaventem y otra en estación de metro de Maelbeek, precisamente en el barrio que acoge a las instituciones europeas, elegido como objetivo de los terroristas precisamente por su alto valor simbólico. Unos atentados que reúne muchas de las con características operacionales ya descritas:

-Extensión del terrorismo internacionalista, definido por la colaboración de un comando franco-belga, compuesto por Najim Laachraoui ; Ibrahim El Bakraoui y Mohamed Abrini belgo-marroquí, en el que interviene un “retornado” sueco de origen sirio Osama Krayem, que también había participado en la preparación de los atentados de París y Saint-Denis (nov. 2015).

-Intervención de fratrias:

-Intervención de terroristas que en su vida habían mostrado un interés particular por la religión, y que eran más bien delincuentes como uno de los hemanos al bakraui condenado en 2010 por haber disparado a un policía, o trapicheaban con drogas, ladrones de coches, como el otro hermano al bakraui

-La investigación pone de manifiesto que este comando pretendía en realidad golpear de nuevo en París pero tras la detención de Abdeslam por la policía belga y viéndose cercados por la investigación, ante el miedo de ser delatados por Abdeslam, improvisan los atentados suicidas del metro y del aeropuerto de Bruselas.

-Tras la detención de un superviviente se encontraron 15 kg de peróxido de acetona, un explosivo altamente volátil, muy delicado de manipular porque puede explotar con un cambio de temperatura o un golpe. Este explosivo se utilizó ya en el atentado del metro de Londres (2007) y en los atentados de París (13-N de 2015). En el último las bombas se habían fabricado en el barrio de Schaerbeek, (Bruselas).

A mediados de 2016 aparece un nuevo tipo de terrorista, sin pasado criminal, que no ha pasado por la etapa de formación en Siria. Se trata de personas que sufren un proceso rápido de radicalización y pasan al ataque siguiendo los preceptos del Ei, atacar donde puedan, con las armas que puedan y causar le mayor número posible de víctimas. Con estas características se producen en Francia, el país más martirizado por los terroristas, el asesinato de un policía y de su esposa, degollada, en el propio domicilio de la pareja, ante su hijo de tres años (en Yvelines, cerca de París, junio de 2016). Y el mes siguiente el crimen de masa en Niza, donde un camión de tres toneladas se lanza a toda velocidad sobre los paseantes el día de la Fiesta Nacional francesa causando 83 víctimas (julio 2016). El autor no estaba fichado por la policía ni tenían antecedentes de radicalización.

15. LA YIHAD FEMENINA

Al tiempo que la yihad se globaliza, también se feminiza. Los datos son una evidencia. En este proceso no debemos ver el resultado de la modernización paradójica de la que habla Olivier Roy sino simplemente la elección de una particular estrategia militar. No es que el islam radical otorgue a la mujer un lugar al lado del hombre, y se equipara a él en un proceso de igualitarismo. No estamos presenciando un proceso de valorización sino todo lo contrario, somos los testigos aterrorizados de un proceso de deshumanización del hombre, de la mujer y de la infancia. El estatuto de la yihadista no es el equivalente del que pudieron tener las milicianas durante la Guerra Civil española. Una mujer libre es lo que más detesta un islamista. Es simplemente que, a falta de combatientes, todos los medios y elementos susceptibles de provocar bajas en el enemigo son explotados por la internacional terrorista. Primero son los hombres los llamados al martirio, luego las mujeres, que pasan de su función tradicional de procrear combatientes y poblar el nuevo califato al estatuto de comando suicida, y luego, pasando a otra dimensión en la escalada de la violencia, los niños, convertidos en integrantes de los pelotones de ejecución y las niñas convertidas en eficaces bombas humanas o niñas-esposas.

La adhesión de mujeres a la yihad está en aumento constante. En 2015 representan un 20% de los yihadistas que llegan a Siria, en parte procedentes de los países europeos[158]. Esta proporción es aún mayor en el caso francés: de las 600 personas que han ido a Siria a engrosar las filas del ISIS, 200 son mujeres. Se trata más de adolescentes y mujeres jóvenes que de mujeres adultas propiamente dichas. Una parte de ellas no han tenido ningún contacto previo con el islam antes de una rápida radicalización, que la propia familia no ha sido capaz de percibir. En su gesto de adhesión al califato se adivina una mitificación de su propia actitud proveniente del desconocimiento de la realidad, que se vuelve desilusión y miedo cuando, llegado el momento, sufren las consecuencias de la dominación, cuando se ven, de la noche a la mañana, reducidas a la sumisión más estricta que impone la ley coránica, recluidas junto a otras mujeres o casadas a la fuerza.

La motivación de esta hégira a tierras sirias es variable. Algunas mujeres responden a la llamada de un ideal humanitario, para otras es su manera de luchar contra una dictadura, o la idea de reconstruir antiguas glorias califales. La yihadista está convencida de que abandona una sociedad pecadora que acosa al islam y margina a los musulmanes, una sociedad inmoral que no respeta a la mujer y la instrumentaliza. Emprende su huida de una sociedad sin valores, una sociedad que sufre la falta de moralidad y de autoridad. Tal vez se siente atraída por unos combatientes que representan a sus ojos la fuerza y la virilidad, sin ver el componente de bestialidad que encierran. Para estas jóvenes, ser la esposa, aunque sea la segunda o la tercera, de un héroe significa un elevado honor. Psicológicamente, ISIS aplica los principios de lavado de cerebro propio de las sectas religiosas, aunque a veces también reciben dinero para pagarse el viaje hasta Siria. Una vez en Racca son encerradas junto a otras mujeres, se les confisca el pasaporte y el móvil y se les impide salir. Todo está prohibido para ellas y, “por su seguridad”, quedan aisladas socialmente. Para ganar el derecho a la calle, deben casarse antes.

Entre estas europeas hay deserciones. Algunas vuelven a Europa desencantadas y cuentan como los yihadistas están más interesados por el kalachnikov que por el Corán. Otras permanecen en Siria. Es así como colaboran en la lucha contra Occidente, realizando su función de reposo del guerrero y progenitora en el mejor de los casos, si no, pueden terminar siendo utilizadas simplemente como esclavas sexuales. O como carne de cañón para los atentados suicidas. Hay que recordar que el suicidio está prohibido en los escritos coránicos. Aún así en 1985 el líder espiritual del grupo libanés Hezbolá, el chií Fadlallah, lo “despenalizó” si se trataba de combatientes. En los años ‘90 el grupo Hamas recurre a esa práctica, la cual fue entonces legitimada por Youssef El-Qaradawi, teólogo de los Hermanos Musulmanes, quien declaró que “las operaciones suicidas es el arma que Alá da a los pobres para luchar contra los más fuertes”.

Desde que se perpetró por primera vez por una adolescente libanesa de 16 años, Sana Khyadali, que en 1985 lanza su coche cargado de explosivos contra un convoy militar israelí, el número de atentados suicidas femeninos ha ido en aumento. En todos los conflictos donde los grupos de resistencia musulmanes han estado implicados, se han utilizado mujeres para los atentados. Lo han practicado, por ejemplo, los palestinos (Wafa Idris, fue la primera shaida, enero 2002, en Jerusalén) o los chechenos en Rusia, cuando aparecieron las viudas negras (octubre 2002). No obstante una parte de la comunidad árabe encuentra odiosas y reprobables estas acciones. En el mismo sentido, el líder de d’Al-Qaeda, Ayman Al Zawahiri, se mostró reticente a aceptar la legitimidad de la intervención femenina en el combate.

En 2004 el cheikh Yassine aprueba en una fatua los atentados suicidas cometidos por mujeres teledirigidas por el grupo Hamas, prometiéndoles el Paraíso y la belleza eterna[159].

Obviamente una niña de 10 años no actúa por motivos religiosos o nacionalistas, pero las mayores lo pueden por adoctrinamiento o manipulación, o llevadas por el miedo y las amenazas de convertirse ellas mismas en víctimas si no se prestan al martirio, otras por deseo de venganza, como las viudas negras, otras por la presión social, o por lavar el deshonor que avergüenza a una familia. Por ejemplo En 2009 se publicó una noticia que helaba la sangre, a propósito de una mujer que había ideado una estrategia para reclutar niñas para ataques de este tipo, dado que por su corta edad las niñas no despertaban sospecha alguna. El método diabólico consistía en mandar violar a las niñas para convencerlas después, a ella y a su familia, de que la única manera de lavar su vergüenza era inmolarse en un ataque suicida. También se les puede ofrecer a las familias una compensación económica para vencer las últimas reticencias.

En junio de 2014 el Estado islámico anunciaba la creación de una brigada femenina, al-Khansa. Los talibanes, y el grupo Shebab también lo han hecho después. La horda Boko Haram ha creado una rama femenina en esta secta islamista y utiliza a mujeres como arma de guerra desde el primer atentado femenino cometido en junio de 2014, en el estado de Gombe, Nigeria. La macrabra peculiaridad es que con cierta frecuencia Boko Haram utiliza a niñas y adolescentes, la más joven tenía 7 años (Potiskum, feb. 2015). Las pequeñas son utilizadas para los atentados suicidas en mercados, estaciones de autobús o campos de refugiados porque pasan los puestos de control con más facilidad.

Con frecuencia se trata de dobles atentados, pero el más reciente hubiera sido triple. En efecto, 3 mujeres disfrazadas de refugiadas llegaron a un campo de refugiados donde hay 70 mil personas, la explosión de dos de ellas provoca 58 muertos, la última decide no detonar los explosivos al darse cuenta, por casualidad, que su propia familia estaba allí[160], en el campo de Dikwa (feb.2016).

El impacto psicológico de un atentado causado por mujeres, y más aún por niñas, en Occidente es muy fuerte, pero el mediático lo es igualmente. Perturba la idea de que quien da la vida, siembre la muerte de tantos inocentes.

El terrorismo femenino va en aumento también en Europa. La primera mujer kamikaze europea fue una belga conversa, Muriel Degauque, con un pasado de adicción a la droga, que se casa con un radical musulmán. Ella tiene el triste honor de ocupar un lugar preeminente en el martirologio islamista al suicidarse en un atentado en Bagdag causando cinco víctimas (dic. 2005). La primera mujer que muere en Europa tras accionar el cinturón de explosivos es la prima del belgo-musulmán Abaaoud, el yihadista que organizó los atentados de París en noviembre de 2015. Era una joven que nunca se había interesado por el Corán. La presencia de españolas musulmanas en la yihad se documenta a partir de 2012, siendo en la actualidad un 16% del total según el Real Instituto Elcano (nov. 2015)[161].

Los comandos se organizan siguiendo el patrón habitual de círculos extremadamente restringidos, muy difíciles de infiltrar por tratarse de parejas o personas unidad por vínculos de sangre y comunicándose mediante la red Telegram.

En agosto de 2014 la policía francesa detiene a varias hermanas que planeaban atentar contra judíos en Lyon, disparándoles con metralletas

La misma estructura de comando se pone de manifiesto en el atentado abortado de la rue de la Bucherie, (sept. 2016) a unos cientos de metros de la catedral de Notre Dame de París, un lugar central del turismo parisino, donde se descubre un coche cargado con seis botellas de butano y dos botellas de gasolina. El comando desarticulado casi por casualidad, estaba formado por tres mujeres, dos de ellas eran hermanas, que habían tenido contactos con los integrantes del comando de los atentados de París, y con el asesino del sacerdote degollado en su iglesia de Saint-Etienne-de-Rouvray[162]. La hermanas estaban fichadas con la famosa letra “S” por radicalización.

Podemos considerar a las soeurs (hermanas) como la próxima generación de terroristas en Europa. Estas se caracterizan por una cierta fragilidad psíquica y emocional, son fácilmente manipulables, depresivas, sin gusto por la vida, con una visión utopista, a veces incluso impregnadas de ideas humanitarias, militantes por la libertad de los sirios oprimidos por el régimen de El Asad. Entre ellas hay conversas. Estas jóvenes son presas fáciles de las consignas y de la propaganda califal en Internet, y se fabrican un mundo virtual de contactos en las redes sociales, donde aparecen cubiertas con el velo. En esa red se les convence de hacer la hégira, ir a la zona de combate donde como hemos visto se convierten en esposas de yihadistas franceses, y pueden ser utilizadas a su vez como reclutadoras por internet, porque hablan francés.

16. LA YIHAD INFANTIL

La predicación de los imanes en Europa se dirige también a los niños[163], un objetivo nuevo que pone de manifiesto la estrategia islamista de preparar el futuro una vez que sean vencidos militarmente en Siria. Las cifras de finales de 2015 arrojaban un dato sorprendente, una quinta parte de los que parten a Siria para combatir en la yihad son menores de edad. Son los cachorros del Califato. Solo en Francia, de las 4.000 personas que se han radicalizado, un cuarto son menores de 18 años. Han sido captados a través de Internet, donde el lenguaje visual se adapta a sus códigos de comprensión, los cebos son la representación de un mundo ideal, la lucha contra la injusticia, o la venganza, aprovechan de la revuelta generacional y del malestar y la fragilidad propias de la adolescencia. Los mensajes por Internet de las páginas web, accesibles a cualquiera galvanizan a estos jóvenes con escenas heroicas de ataques y explosiones, desfiles, banderas, rezos y sinfonías. “La comunicación es el 50% de la yihad” dicen los islamistas. La mayoría de las veces la familia no percibe ningún cambio en el comportamiento de estos jóvenes, hasta que un buen día, desaparecen. Una vez atrapados por la red y llegados a Siria, el primer objetivo del reclutador es la desafiliación, el adolescente corta los puentes con los padres y Daesh se convierte en padre, familia y Estado porque es el único que “representa los verdaderos valores”, el lavado de cerebro se intensifica. Estos adolescentes deben ser considerados también víctimas del terrorismo, como todos los niños soldados en el mundo y en todos los conflictos. Deshumanizados, son lo que forman los pelotones de niños terroristas, sicarios robotizados que asesinan ante las cámaras como si estuvieran delante de una consola, sin pestañear, escenificando un espectáculo ante los templos de Palmira que sirve de decorado majestuoso. En un vídeo macabro del Daesh se muestran a niños de diez años seguir lecciones de adoctrinamiento, luego se designan a cinco de ellos para una partida de caza al hombre: un prisionero sirio que deben encontrar y ejecutar por degüello. Los niños aparecen en vídeos con una puesta en escena macabra, ejecutando a prisioneros de un tiro en la nuca, o sosteniendo una cabeza decapitada.

Desde junio de 2015 se sabe que el ISIS ha secuestrado a niños y adolescentes menores de 16 años, en las ciudades iraquíes de Rawan, Ar Rutba, Al-Quaim y Anah, para convertirlos en bombas humanas. Se hablaba entonces de unos 500. En agosto de 2016 la cifra había ascendido a 900 según un informe de la ONU. En enero de 2017 se cifra en 400 el número de menores franceses en Siria. Los niños han sido educados durante estos tres años de tragedia para preparar el post-Daesh; han recibido como misión la de reconstruir el Estado Islámico, y representan su esperanza de rebrotar en otros lugares.

El autor de la matanza fue un niño, 25 de sus víctimas lo eran igualmente

Según otro informe publicado por UNICEF a mediados de 2016, uno de cada cuatro atentados suicidas sufridos en la zona de lago Chad a contar desde 2014 fueron cometidos por niños. Los niños se convierten en verdugos de la propia infancia. Se sabe que a lo largo del año 2015, el Grupo Boko Haram, ha utilizado en tres ocasiones a niñas menores de diez años como bombas humanas para los atentados suicidas. En el último de ellos (15 de mayo de 2015) una niña de unos 12 años detonó su cinturón de explosivos en una estación de autobús, en el noreste de Nigeria, causando siete muertos. Un ejemplo dramático es el del atentado en una fiesta de boda en Turquía, (Gaziantep, agosto 2016) que causó la muerte a medio centenar de personas y causó unos sesenta heridos. El autor de la matanza fue un niño, 25 de sus víctimas lo eran igualmente. Parecen con todo ello querer llevar al extremo las tristes declaraciones de una autoridad religiosa de Palestina « cuanto más joven es el mártir más lo estimo y lo respeto” ([164]).

En el estado islámico las mujeres sirven como vientres para alumbrar futuros soldados. Deben tener el mayor número posible de hijos, deben apoyar a sus maridos en la yihad, y si este cae como un mártir, la mujer es casada de nuevo, dos o tres veces en un año. Las niñas, por su lado, llevan el velo obligatorio a partir de los 9 años, una edad en la que según el islam, ya pueden ser desposadas.

Muchas europeas que marcharon a Siria con sus hijos, o que han dado a luz allí, aceptan que sean instruidos en el islam rigorista desde su más tierna infancia, y que a partir de los 9 años reciban un entrenamiento militar. Luego, a los 13 años, considerada la mayoría de edad en el Corán, son enviados al frente. Desde el punto de vista de la seguridad, el retorno de estos niños,formados para ser los futuros soldados de un califato sin territorio puede suponer un peligro para el país de acogidfa, en ese sentido los servicios secretos holandeses elaboran una lista de niños yihadistas[165]. Lo han declarado los propios terroristas: el relevo de los kamikaces está preparado. El 19 de diciembre un niño de 12 años alemán-iraquí fue detenido por intentar poner una bomba en un mercado de Ludwigshafen (Alemania).

El terrorismo yihadista ha corrompido todo lo que ha tocado, la cultura, la juventud, y la infancia.

17. EL AUGE Y LA AGONÍA DEL ESPEJISMO CALIFAL

El fin del Ramadán de julio de 2015 parece marcar un punto de inflexión, el momento para desatar una ofensiva. En efecto, al día siguiente arrecian los atentados contra objetivos militares en todo el mundo: ataques a fuerzas del ejército en Egipto, en Argel, a una oficina de reclutamiento de marines en Tenessee (EEUU). También los atentados en mercados y lugares públicos son de mayor escala, como en Turquía (20 julio 2015), por lo que el gobierno turco decide intervenir militarmente con aviones para bombardear al otro lado de su frontera (25 julio) y solicita la ayuda de sus aliados en el seno de la OTAN tal como estipulan las reglas de la Alianza. Desde ese momento, el país es acusado por los islamistas de ayudar a los “cruzados” y Daesh llama a la rebelión interna contra Erdogan (20 de agosto). Todo ello coloca al país en el punto de mira de los atentados suicidas. El primero de ellos no se hace esperar, tiene lugar en Ankara (10 octubre 2015), causando el mayor estrago en la historia turca, 102 muertos, durante una manifestación de kurdos.

Era de esperarse una ofensiva en Europa contra instalaciones militares y civiles. Un vídeo carnicero del 23 de julio había amenazado a toda Francia: “los cadáveres inundaran las calles”. Unos meses después, en la base naval de Toulon, en Francia, se abortó atentado (10 nov. 2015), y dos días después se produjeron los brutales crímenes de París, del 13-N que causaron 130 muertos.

En 2016 la estrategia es atacar aeropuertos, hoteles, restaurantes y centros comerciales en ciudades europeas, algo que se pone de manifiesto cuando se desarticula en Bari, Italia, a un grupo que preveía atentar en Italia contra el Coliseo y Reino Unido.

El 13 de noviembre París fue martirizada con el peor ataque terrorista sufrido por Francia a manos del ISIS[166], fueron tres atentados coordinados en el que siete terroristas murieron haciendo explotar sus chalecos de explosivos compuestos de peróxido de acetona. El más grave lugar en una sala de fiestas -el Bataclan- abarrotada durante un concierto rock (90 muertos), cuyos propietarios eran judíos que habían vendido la sala de conciertos dos meses antes del atentado. Uno de los autores era un delincuente habitual condenado en ocho ocasiones y que estaba fichado “S” por radicalización desde el 2010. La investigación condujo inmediatamente a la pista belga, the belge connexion. Los otros ataques tienen lugar en diferentes terrazas al aire libre de los bulevares parisinos y en las cercanías del Estadio de Francia, donde el presidente Hollande asistía al partido internacional Francia – Alemania.

Francia esta k.o., el presidente Hollande declara la guerra al Daesh y prolonga el estado de emergencia que anula algunas libertades individuales. La reacción de su presidente es humana, y recuerda a la respuesta norteamericana tras el ataque del World Trade Center (2001). Pide una coalición aduciendo la Cláusula de Defensa Colectiva entre los países de la UE, la cual implica la obligación de ayuda y asistencia mutua. Una respuesta humana sí, pero no estratégica y no tiene en cuenta la experiencia del pasado, desdeñando que las guerras de Afganistán (2001), de Irak (2003-2011), y de Libia (2011) ninguna de las cuales ha traído los efectos pacificadores previstos.

La crítica de los acontecimientos a toro pasado está al alcance de cualquiera, basta con mirar las consecuencias negativas, pero la toma de decisiones en momentos críticos es muy delicada e implica vacilaciones y contradicciones comprensibles. El presidente francés va a redoblar su intervención militar en Siria, con bombardeos selectivos, para defender, si no vengar, a sus conciudadanos. Tal vez no sea el mejor método. Tras los atentados en la estación de Atocha (2004), España lloró, mostró contención y retiró sus tropas de la escena bélica. Fue una buena decisión en ese momento, bien opuesta a la reacción francesa de hoy. La obligación del gobierno de la nación es proteger a sus compatriotas, pero ¿cómo se hace eso? Hay tres posibilidades: entrar de lleno en la batalla, mirar para otro lado o colaborar según dos principios: la capacidad material y el grado de parentesco con quien demanda ayuda. El dilema parece estar entre ¿salvar el mundo o salvar a tu familia? En realidad esto es una falsa dicotomía porque obviamente una de las dos opciones no es en nada plausible. También, parece lógico pensar que se debe escuchar la opinión de los propios miembros de la familia. Por otro lado, todo aquel que quiere salvar el mundo es tildado de gendarme y de causar efectos colaterales tan graves como la propia guerra, porque estos perviven y se transforman con el tiempo de manera impredecible. Los expertos militares, tanto como los meteorólogos y los inversores de Bolsa son, por mucho que lo pretendan, incapaces de prever el futuro. Por eso equivocan. Pero al mismo tiempo, no tomar ninguna decisión es otra equivocación.

Entrar en guerra convencional contra Daesh no va a disminuir en modo alguno la amenaza global, y su derrota militar, más que probable, no impedirá los zarpazos del terrorismo en Europa. Recordemos que la derrota de los talibanes afganos no supuso la desaparición de Al Qaeda. Tras la guerra, sobrevivirían los dos movimientos y, como ahora, seguirían haciéndose la competencia por liderar el ránking del horror. Por consiguiente, el envío de tropas y la internacionalización del conflicto como pide Francia a sus aliados no parece ser una solución. Con bombardeos exclusivamente no se gana esta guerra porque los combatientes del Ei se ocultan en las ciudades, algunas con un millón de habitantes, como Racca, y se sirven de la población civil como escudos humanos, impidiéndoles huir de la zona de conflicto, y llevándolos al pie de sus instalaciones militares. La guerra ocasionará el aumento del número de refugiados en un primer momento, la vuelta de excombatientes internacionalistas a sus países de origen tras la derrota, la globalización de la yihad por esas avispas mortíferas, el ascenso de los partidos populistas de extrema derecha en Europa, la polarización de opiniones entre los propios ciudadanos nacionales, y contribuirá a incrementar el odio contra los europeos de muchos musulmanes, de aquí y de allí. También la guerra convencional, con el envío de tropas terrestres europeas, fue sabiamente descartada por Europa.

No hay una fórmula infalible, por lo que habrá que contentarse con una gestión prudente, paciente y doliente de la crisis. La solución, a largo plazo, habrá que buscarla en favorecer una coalición de países musulmanes de la región contra el Estado Islámico: Arabia, Turquía e Irán, los únicos con poder de cambiar las cosas si suníes y chiíes pudieran ponerse de acuerdo frente a un enemigo común. Por desgracia, la ejecución de un líder chií en Arabia Saudí (dic. 2015) y la prolongación de la guerra entre suníes y chiíes en Yemen, viene a ensombrecer esa posibilidad.

El final de la guerra, la victoria de El Asad y la disgregación de los milicianos del Ei queda patente en junio de 2107. El conflicto ha durado más de seis años desde que se iniciara la revuelta en Deraa (marzo 2011). A partir de entonces comenzaron las manifestaciones populares contra el régimen que desembocaron en la guerra civil, unas protestas que pueden incluirse en el movimiento de exigencia de libertades que sacudió a la sociedad árabe, bautizado en Occidente como la Primavera árabe. La guerra siria ha causado 320.000 muertos, 11 millones de desplazados y refugiados, una crisis migratoria histórica y la exportación del terrorismo salvaje a Europa, y ha profundizado las divisiones en la comunidad internacional, con Rusia e Irán apoyando al régimen y Estados Unidos, Turquía y los países del Golfo apoyando a la oposición, y todos, en diferente medida, en contra del Daesh. La guerra ha destruido todo, no solo las infraestructuras que siempre se pueden reconstriuir, sino el tejido social que es más difícil de reparar.

18. LA EXPORTACION A EUROPA DE LOS CONFLICTOS DE ORIENTE MEDIO

La creación del estado de Israel (1947), es una espina en la garganta de los países árabes que ha envenenado las relaciones árabe-europeas desde entonces. Pero lo quieran o no los países árabes, Israel está en Palestina para quedarse. No en las condiciones actuales de ocupación y colonización, que deben cambiar, pero nadie los echará al mar. La relación de fuerzas demográficas es apabullante a favor del islam. En el mundo, se estima que el número de musulmanes oscila entre 1.300 y 1.600 millones, según las fuentes, mientras que el número de judíos (nacidos de madre judía) sería de unos 14’2 millones[167].

Los musulmanes traen a la escena pública europea su conflicto con el estado de Israel, exportando su política antiisraelí, a menudo acompañada de antisemitismo, a los foros europeos, o convirtiendo a los judíos europeos en objetivo terrorista. Pero ese no es su lugar. Europa no puede ser el escenario donde se diriman los enfrentamientos de unos y otros. El debate sobre el islam en Europa debe dejar de lado el debate de la guerra árabe-israelí.  Es absurdo que las  relaciones internacionales de un país sean dictadas por el chantaje de grupos terroristas que pretender defender la causa Palestina. Ningún policía, ningún soldado, ni ningún judío de Europa tiene porqué ser el objetivo y la víctima de supuestos defensores de los palestinos oprimidos. Una consecuencia de esta importación del conflicto árabe-israelí es el antisemitismo entre la comunidad musulmana europea. Es insoportable que en las escuelas judías de Francia o Bélgica deba haber soldados o gendarmes para proteger a los escolares.

La idea de que Europa es responsable de la situación actual de la región no se sostiene si se analizan los acontecimientos que tuvieron lugar tras la creación de Israel. Por otra parte, Europa y los Estados Unidos han ayudado con miles de millones de euros a la Autoridad Palestina desde su creación en 1993 para pagar a sus funcionarios, crear infraestructuras y ayudar a la reconstrucción después de cada ofensiva militar israelí. Otra cosa es la torpeza de la diplomacia y de la política exterior belicista de Estados Unidos en la región. Algunos intelectuales de izquierdas, como Michel Onfray, achacan la responsabilidad de la situación actual a la guerra del Golfo, a los efectos desastrosos de la intervención norteamericana del presidente G. Bush en Afganistán y en Irak y a una política exterior occidental pro-israelí en Oriente Medio. Son los mismos argumentos que los argüidos por los países árabes, cuando hablan de imperialismo y humillaciones.

Intervenir o no, esa es la cuestión. Es legítimo preguntárselo cuando tantas veces ha sido peor el remedio que la enfermedad. Se ha ido a la guerra para derrocar a tiranos pensando que es posible implantar la democracia, pero no ha sido así. Tras la “victoria”, se organiza una resistencia tenaz. Su primera manifestación es un terrorismo ciego que no duda en enviar bombas humanas al interior de mezquitas o de mercados inundados de gente. Hoy suníes y chiíes se disputan el dominio de la región encarnizadamente. Irán apoya al grupo Hezbollah en Líbano, al régimen criminal de El Asad en Siria, y a los rebeldes houthis en Yemen, todos ellos chiíes. Hoy nadie parece defender el derecho a la ingerencia humanitaria definido en el pasado por personalidades como Bernard Kouchner. No intervenir en ciertas ocasiones es el equivalente de no ayudar a alguien que está sufriendo o en peligro de muerte, un acto del cual somos testigos pero nos limitamos a ser espectadores pasivos. La historia reciente ha demostrado que no tenemos autoridad, interés o recursos para detener las masacres, aunque las víctimas inocentes se cuenten por cientos de miles o por millones (Camboya (1975-1979), Ruanda (1994). En Derecho, esto es un delito penado, se trata de un delito de omisión de socorro, denegación de asistencia y ayuda.

En las películas del oeste nos sorprendía que al forajido le bastara atravesar con su caballo a galope una línea de frontera para que los perseguidores se parasen en seco, maldiciendo su impotencia para detenerlo. En ese estado carecían de autoridad. Aún hoy sigue siendo así. Europa y EEUU intervienen cuando están en peligro sus intereses o sus ciudadanos, pero no necesariamente para defender los derechos humanos. A nadie se le ocurriría intervenir en México para acabar con el feminicidio y la ley del terror impuesta por las bandas de los carteles, o contra la guerrilla colombiana aunque el número de muertes se contabilizara por decenas de miles. No es la defensa de los valores occidentales o de la vida en general lo que nos mueve.

En el caso reciente de Siria y del dictador El Asad no se quiso intervenir militarmente, ni siquiera cuando las “líneas rojas” delimitadas dialécticamente por el presidente de Estados Unidos fueron atravesadas sin contemplaciones por el dictador sirio. En julio de 2015 las muertes se cifraban en 230.000; los emigrantes que huían del país, en cientos de miles; los que llegaban a Europa, en decenas de miles y los que morían en el Mediterráneo, en miles[168]. Solo podemos concluir que la intervención es nefasta, y que la no intervención lo es igualmente. El coste en vidas humanas es imprevisible, tanto en uno como en otro caso. ¿Cómo elegir entre la peste y el cólera?

18.1 El regreso de los yihadistas a Europa

Con la intervención aérea de Rusia, la determinación de los peshmerga kurdos y del ejército regular iraquí por tierra, la ofensiva final contra Mosul y, por último, la presidencia de Trump en Estados Unidos el sueño del califato toca a su fin (octubre 2016). Muchos yihadistas europeos sobrevivientes volverán a sus países de origen. El 20 % del total (42.900) ya han vuelto, es decir unos 8.580. Si un 10% continúan la lucha en tanto que filiales del ISIS en Europa tendremos 858 autores potenciales de atentados.

La otra gran capital del Ei, Racca, es rodeada por la coalición en marzo de 2017.

Los estados desconocen su grado de implicación en la guerra o en la retaguardia, o en los ataques terroristas fuera de la zona del frente, es decir en la exportación del terror islámico a Europa mediante atentados sangrientos. Este es el siguiente peligro con que los países de la Ue deben hacer frente, la vuelta de personas desequilibradas por dos años de inmersión en la barbarie, algunos se habrán sentido engañados y decepcionados, otros seguirán dispuestos a continuar la lucha por defender su credo. La batería de medidas son diversas según cada Estado miembro, (en Reino Unido, “son culpables hasta que se demuestre lo contrario”). En Francia, 400 retornados están en prisión. La respuesta policial y represiva, aunque esencial para proteger a los ciudadanos, no es suficiente y no puede ser la única, razón por la cual parece estar preparándose una respuesta complementaria de “acogida psicológica”, llamada “desradicalización”, para una posterior reinserción normalizada en la sociedad. Pero aún no se sabe como proceder, según se desprende del foro organizado por en Instituto Elcano en noviembre de 2016 en Madrid.

El gran problema para Europa ha dejado de ser el control de los voluntarios que partían para Siria, ahora el reto es cómo gestionar el retorno de miles de ellos. Parte de la población musulmana que vive en Europa ha quedado inoculada por le virus del espejismo califal nutrido por el odio atávico a Occidente que sigue sin resolver. El yihadismo ha sabido explotar las contradicciones de la sociedad europea, sus debilidades y su tolerantismo, en especial ante los ojos de la juventud. Para muchos especialistas[169] el fenómeno yihadista está lejos de desaparecer tras la derrota del Daesh. De las decenas de yihadistas franceses que fueron voluntarios a la guerra de Bosnia hemos pasado a los 2.000 voluntarios de la actualidad. Quizás el próximo Abu Bakr al-Bagdadi sea un francés, un inglés o un holandés. El yihadismo tiende a establecerse en Francia como un movimiento social que trata de legitimar un discurso intelectual, culpabilizador de los otros, complotista, orgulloso de sí mismo, que se jacta de la superioridad espiritual de su utopía sobre nuestra sociedad moralmente podrida, que se considera con la legitimidad moral de rescatar sus barrios y abrir los ojos de su juventud mediante una reeducación basada en un relato salafista, belicoso y el objetivo final de fracturar la cohesión de nuestro tejido social. « Desde los crímenes de Charlie Hebdo, el 7 de enero de 2015 hasta el asesinato del padre Hamel, el terrorismo islamisma ha causado 239 víctimas mortales en Francia. El objetivo de tales provocaciones es fracturar la sociedad mediante una guerra civil larvada que en nombre de una religión falseada, enfrente a un proletariado de inmigrantes contra las clases medias, que son tachadas de islamofobia por su propaganda[170].

Ante este peligro ascendente hay que encontrar más alternativa a las dos respuestas. La primera, el refuerzo de la seguridad policial, aunque ello implica la debilitación del estado de derecho a la que muchos europeos se adhieren sin aparente preocupación, y en el extremo contrario, la segunda, representada por los métodos ingenuos de una imposible y costosa desradicalización, desadoctrinamiento y reinserción de resultados inciertos, llevada a cabo en el medio carceral. Por ejemplo en Francia, esta “terapia” preventiva y voluntaria, encargada a Dounia Bouzar, ha sido seguida solo por 9 personas desde su instauración en marzo de 2016. Ninguna de ellas la ha terminado, peros gastos se elevan a 100 millones de euros[171] lo que indigna nuevamente a muchos en esos aós de crisis económica.

En ese contexto difícil, as ideas más peregrinas y sorprendentes fluyen para “promover la diversidad” multicultural en Europa”, como la del alcalde de Vilvorde, en Bélgica, que se muestra favorable a que las mujeres policías musulmanas puedan llevar el velo en su trabajo diario, algo en lo que coincide con el presidente turco Erdogan quien, tras el golpe de estado de julio de 2016, ha puesto en vigor esa medida en el país. La idea desconcertante ya se aplica sin embargo en algunos cuerpos policiales del Reino Unido y de Suecia. Por su parte, en Amsterdam y Bruselas estudian esa posibilidad como una prueba más de apertura y tolerancia[172]. Por dar gusto a una minoría se corre el riesgo de ofuscar y escandalizar a la mayoría al derribar de un manotazo la estricta neutralidad religiosa que debe observar los cuerpos de policía y de seguridad del Estado, que no debe ostentarse. Pero otras medidas más coercitivas y eficaces son propugnadas por otras instancias, como la Ministro del Interior de Flandes que exigirá a las mezquitas la presentación de un plan financiero y la firma de un documento de adhesión a la Convención europea de Derechos Humanos (febrero 2017).

Entre los retornados vienen los arrepentidos. Muchos de ellos son desertores del Daesh que tienen miedo a la vuelta porque en gran parte de los casos son recluidos en centros penitenciarios hasta que se aclare su nivel de peligrosidad. Vuelven asqueados de lo que han vivido, y declaran que sus países de origen prefieren que mueran en el frente a que regresen a sus casas[173].

19. ISLAM Y RECIPROCIDAD

La UE es una tierra institucionalmente acogedora seguramente debido a un acervo moral que hunde sus raíces en la religión cristiana. La Unión Europea, que se proclama laica y se aparta de la religión, es cristiana sin ser consciente de ello o a su pesar. El concepto del amor al prójimo está tan impregnado en nuestra cultura que empapa también a su cultura política, como si fuera algo natural. Europa acoge a millones de inmigrantes, pero si miramos fuera de nuestras fronteras observamos que otros países, como Arabia Saudí, Japón, China, no tratan la cuestión de la misma manera. El pueblo musulmán es probablemente el más hospitalario de todos si se considera a las personas individualmente, pero en la balanza política actual los musulmanes son mejor tratados en Europa que los cristianos en tierras del islam. La construcción de mezquitas es la prueba fehaciente. En Francia, por ejemplo, el número de mezquitas pasó de 100 en 1970 a 2.000 en 2010, según declaró el Primer Ministro Fillon en la inauguración de una mezquita en ese año ([174]). En 2009, había 64 mezquitas con minarete. En 2012 ya había censadas 2.449, una cifra donde se incluyen también los llamados “lugares de culto”, más discretos y modestos que las mezquitas. Aproximadamente la mitad estaban ligadas a la  Union des organisations islamiques de France (UOIF, cercana a los Hermanos Musulmanes (2014), y unas 150 se consideran filiales de la doctrina salafista (nov. 2015). Los representantes de la comunidad musulmana en ese país dicen que serían necesarias 4.000, pero sabiendo que las mezquitas son lugares de radicalización sería suicida, en palabras de Caroline Forest, autora de Eloge de la blaphème, aceptar esas exigencias. En España el número de hispanomusulmanes es de unos 720.000. Su Ministro del Interior daba la cifra de 1.264 mezquitas en abril de 2015, de las cuales un centenar serían salafistas, y de ellas, la mitad se ubican en Cataluña. Proporcionalmente, el número de mezquitas es tres veces mayor en España que en Francia (una mezquita cada 570 musulmanes, mientras en Francia la ratio es de una mequita cada 1.919).

Pero todo esto no tiene contrapartida. Por ejemplo en Marruecos, la construcción de iglesias está prohibida de facto, y desde la independencia no se ha levantado un solo templo en el país. Igual ocurría en Argelia. La razón dada por las autoridades es obvia, y no exenta de un cruel cinismo: “No hay bastantes fieles”. En otros países está prohibida la renovación de las iglesias ya existentes, de manera que dejan que el tiempo haga su labor de destrucción. En Turquía, que tanto llamaba a las puertas de la UE, -ahora un poco menos- los asirio-caldeos fueron masacrados a principios del siglo XIX y la comunidad cristiana actual no tiene ni siquiera existencia legal, son apenas tolerados y se les niega el derecho de construir iglesias o incluso restaurar sus lugares de culto existentes. Sin embargo los turcos de Alemania proyectaban construir en 2007 una mezquita cuyos minaretes se elevarían por encima de los pináculos de la monumental catedral de Colonia[175] .

En 2013, en 17 países musulmanes no se toleraba ninguna otra religión y se controlan estrechamente a los no musulmanes. Otros 19 países reconocen teóricamente la libertad religiosa pero no se aplica en la práctica ([176]). En Arabia Saudí está prohibido estrictamente cualquier manifestación pública del cristianismo, sin embargo este país sufraga todo lo que puede la construcción de mezquitas en Europa, que algunos consideran un caballo de Troya, y paga a los imanes que difunden el dogma del islam más retrógrado. Todo ello ocurre ante la indiferencia de la “mayoría silenciosa de musulmanes”, a pesar de que los cristianos son ciudadanos de pleno derecho y originarios del país, precediendo a la arabización, como los coptos egipcios o los cristianos de Siria.

¿No podría esperar o exigir la Unión Europea una cierta reciprocidad para las comunidades cristianas en países árabes? Los representantes de la comunidad musulmana en los países de la Unión Europea deberían incluir estas preocupaciones en sus agendas y servir de mediadores con los países musulmanes para establecer principios de reciprocidad. No es comprensible para los ciudadanos de la UE que un musulmán tenga su mezquita, se vista con el velo, exija comida halal en la cantina escolar, en las cárceles o en el ejército cuando otros ciudadanos con distintas creencias y culturas no pueden ejercer la libertad de ir sin miedo a la iglesia. Reciprocidad sería que los integrantes de la comunidad cristiana de esos países pudieran llevar una llevar una falda corta, tomar un vermú en una terraza o pedir que se sirviera cerdo en los menús escolares. Cuando lo pide un musulmán en Europa lo consideran un derecho, si lo pidiera un cristiano en un país musulmán sería considerado una provocación y la persona recibiría un severo castigo.

El tradicional rechazo al hiyab en las competiciones deportivas está dejándose de lado. En los Juegos Olímpicos de 2012, Arabia Saudí pudo enviar un par de atletas que lo llevaban. La FIFA lo permite desde 2014, y en los JJ.OO de Río (2016) esta prenda triunfa, hasta el punto que la marca deportiva Nike lo pondrá en el mercado con el nombre Hijab Pro en 2018. Es criticable este oportunismo comercial que santifica una prenda tan contraria a la libertad del cuerpo de la atleta. Aprisionadas con una prenda por muy transpirable que sea, no puede considerarse una victoria del feminismo, sino una victoria del islamismo en el proceso de normalización de sus costumbres. Entre los avances de la cortesía interreligiosa, recordemos la ocultación de la desnudez de las esculturas clásicas ante la visita del presidente iraní Roani al atravesar los Museos Capitolinos del Vaticano[177], tratamiento que levantó mucha polémica en el centro de la cristiandad, al considerarse que el respeto de otras culturas no debe implicar la negación de la propia. Durante la misma visita, tampoco se sirvió vino en la cena, para nadie.

III

CONCLUSION

La islamización de Europa, no es anodina y encierra una transformación sustancial. Esta modificación progresiva ha empezado y es patente. Puede ser vista como un proceso a largo plazo a la escala de los individuos pero es rapidísimo a la escala de la Historia. Los enfoques sobre como reaccionar también difieren. Para unos es un proceso normal e inevitable al que no merece la pena poner oposición, para otros implica un peligro de desaparición de la cultura europea. Basándose en la experiencia estos últimos consideran que donde el Islam se implanta todas las demás culturas son primero minorizadas y luego extinguidas según un credo étnico, lingüístico y confesional. Ese credo es la ley islámica, la sharia. Aunque la sharia pueda interpretarse con cierta flexibilidad, y los teólogos pueden hacer lecturas diferentes, más moderadas o más fanatizadas, la ley tiene límites a la libre interpretación, y en ningún caso puede parangonarse a las constituciones europeas en cuanto a su compromiso con la defensa de los derechos humanos. Ahora bien, los líderes religiosos siempre han antepuesto la sharia a la legislación civil, defendiendo que en caso de contradicción la sharia prevalece. Este es el mayor obstáculo para la sana separación de las esferas de la religión y del estado. La ley de los hombres debe emanciparse de la autoridad divina que asienta a las teocracias dictatoriales y debe declarar solemnemente la incompatibilidad entre sharia y derechos humanos en el marco de la UE, e impedir la intrusión taimada de la sharia en las legislaciones nacionales de la UE.

Para la intelectual bangladesí Taslima Nasreen el problema no es el integrismo musulmán sino el islam mismo. “Existen musulmanes moderados, pero no existe un Islam moderado”[178]. La peligrosidad intrínseca de la sharia pudre las relaciones entre la comunidad islámica en Europa y los europeos, al igual que acreciente las tensiones ideológicas entre los europeos mismos, por eso los gobiernos de la UE deben dejar de jugar con la democracia y de forzarla constantemente para que acepte todo en nombre de la convivencia porque esa política sirve a otros intereses que no son los suyos. Los gobiernos deben dejar de fragilizar el armazón cultural europeo y mantener una visión y una perspectiva histórica de preservación. La democracia liberal no puede tragar todo sin sufrir efectos tóxicos. Al igual que hay alimentos nocivos para la salud, y virus mortales para los organismos, existen doctrinas dañinas para la convivencia. Entre ellas destacan los totalitarismos, los populismos, los extremismos, el racismo, los fascismos, los nacionalismos totalitarios, el islamofascismo y el terrorismo.

La democracia liberal es fuerte y quebradiza a la vez. Europa puede soportar mucho peso, pero no puede cargar con todas las cruces de todas las tragedias de todas las injusticias de todos los pecados de toda la historia del mundo y de los humanos. No lo puede hacer porque sería su destrucción y tiene la obligación de preservarse y desprogramar este suicidio que encierra la programada islamización de Europa por las élites religiosas, políticas e intelectuales del Islam, dentro de un programa paciente y discreto. Este proceso iniciado con la emigración económica hacia los años sesenta se ha acentuado en porcentajes variables según los países, llegando en Francia al 8%. Las migraciones actuales por razones de pobreza, guerra o clima se cifran por millones. Una parte llega a Europa. Todos los animales deben adaptarse al entorno para sobrevivir o progresar, a eso se llama evolución. En la naturaleza, la única especie animal que, por razones de climatología, de guerras o de hambre, se ve obligada a emigrar y pretende cambiar el entorno adonde llega, es el hombre. El hombre pretende que sea el entorno el que se adapte a él y no al revés, y puede mediante la fuerza demográfica empobrecerlo o esquilmarlo o, por el contrario, con su inteligencia, mejorarlo y revivificarlo.

El problema o el peligro no es la llegada de inmigrantes, sino su llegada incontrolada y masiva que la UE no pudiera asimilar por concentrarse en un lapso corto de tiempo, como ocurre en situaciones de crisis y de guerra. Los refugiados que huyen de la guerra deben ser acogidos en todas las circunstancias, por supuesto. El problema es el fracaso de su integración en nuestro modelo social y cultural. En algunos países, la clase política se ha mostrado incapaz de aplicar con éxito políticas de inclusión, o de control razonable del número de inmigrantes y se ha visto sorprendidos por fenómenos antagonistas de repliegue identitario. No han sido capaces de diagnosticar procesos de radicalización religiosa y política a los que han respondido siempre con concesiones en nombre de la paz social. Con esa respuesta han fortalecido a una casta religiosa de imanes fanáticos pagados por los petrodólares wahabitas, una ideología rigorista salafista que predica la vuelta del califato, y a una serie de asociaciones ciudadanas diversas que les han sumergido con exigencias identitarias, alimentarías, y vestimentarias teledirigidas por intelectuales presentables. Pero esta misma clase política bienintencionada ha fortalecido, paralelamente, el ascenso de la ideología de extrema derecha. Una derecha que se alimenta y se desarrolla como una tenia en situaciones de crisis económica, de paro y de xenofobia, y que se aprovecha de unos partidos con complejos de culpabilidad que carecen de ímpetu para arrebatarle argumentos a su ideario y neutralizarla. Una parte de los partidos de izquierda sigue prefiriendo creer que un pueblo nuevo, mayoritariamente musulmán, puede fundirse de manera natural en un viejo continente con raíces históricamente antagónicas. Algunos se preguntan si ese humanismo no esconde puro clientelismo electoralista.

El papel de Angela Merkel fue esencial en este tema. En la noche del 4 al 5 de septiembre de 2015 decide no respetar el Acuerdo de Dublín, según el cual un refugiado debe solicitar el asilo en el primer país de la UE que pise, y abre la frontera alemana a los refugiados bloqueados en Hungría, sorprendiendo a sus socios europeos con su exigencia de imponer cuotas obligatorias de refugiados por países en función de su población. Un gesto de humanidad que la honra y a la vez una difícil decisión que la historia podrá tal vez reprocharle.

Cada uno en su casa y dios en la de todos

El problema no es la llegada de los musulmanes a Europa sino la clase política-religiosa de los países musulmanes, que se sirve de la religión para perpetuarse en el poder, mediante la institucionalización de una religión belicosa y expansionista impuesta a toda la sociedad por la fuerza y el miedo, y que forma a un cuerpo de predicadores para diseminarlos por el mundo.

El problema no está en los individuos tomados aisladamente, ni en la fe individual sino en el poder de fascinación, o de sumisión, que ejerce el islam político sobre ellos, el cual se erige amenazante ante cualquier desvío.

El problema  es que el laicismo estatal y la inmigración musulmana han debilitado las referencias culturales de Europa. El laicismo ha sabido domesticar, por fin, el poder político de la iglesia, aliada secular del Estado, pero se muestra incapaz de frenar las exigencias de gran parte de los musulmanes europeos de obtener un trato privilegiado para su religión. El laicismo carece de experiencia en la materia y el tolerantismo del que hace muestra la UE es una brecha por donde penetra el vigor religioso de la religión islámica y sus derivados.

Solo es posible librarse de la progresiva islamización de Europa con la europeización del islam de Europa. Un Islam de Europa, y no un Islam en Europa. Esto quiere decir educar al musulmán para que acepte, como un principio intangible,e que la ley de los hombres pasa por delante de la ley de Dios, que las creencias religiosas, son legítimas, sí, pero en su esfera, como dicen los Evangelios: a Dios lo que es de Dios a César lo que es del César. Pero para que esta reforma sea un paso adelante permanente y eficaz debe ser doctrinal, es decir venir desde el interior del clero o de una minoría ilustrada y modernizada de la comunidad islámica, y ser luego aceptada por los creyentes. Sin embargo este cisma es irrealizable. No se puede dar ese paso sin dejar de ser musulmán, puesto que el creyente no puede sino obedecer la ley coránica, donde el apóstata es condenado a muerte. Como indica el poeta Adonis, los árabes no han hecho nada por cambiar la sociedad, solo son capaces de habla de cambiar de régimen. La solución es imposible: “Puede combatirse una dictadura pero no un régimen religioso que niega al individuo, es necesaria una ruptura radical que libere a la mujer, que funde una sociedad laica, que devuelva al hombre la libertad de creación y de pensamiento"[179].

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[1] La palabra “islam” designa la religión e, igual que budismo, hinduismo, cristianismo o judaísmo, se escribe con minúscula. 

[2] ELORZA, A., Yihadismo y claridad, 



[3] ROY, Olivier. L’Islam mondialisé, Seuil, París, 2002.

[4] RENAUD, Camus, Le Grand Remplacement, éditions David Reinharc, 2011.

[5]

[6]

[7]

[8]

[9] Todos los datos de la encuesta en:

[10]

[11]

[12] MEDDEB, Abdelwahab, La maladie de l’islam, Seuil, París, 2002.

[13] ELLIOT, Andrea, The Man Behind the Anti-Shariah Movement, The New York Tmess, 30 juillet 2011

[14]

[15] KEPEL, Gilles, Le prophète et le pharaon, Paris, Gallimard, Folio histoire, 1984, (reeditado en 2012).

[16] LOUIZI, Mohamed: Le Tamkin, projet stratégique des Frères musulmans

 . M. Louizi es autor de Pourquoi j'ai quitté les Frères musulmans : Retour éclairé vers un islam apolitique , Michalon, 2016.

[17]

[18] Vídeo alarmista sobre el reemplazo de la población. Francia será un país musulmán dentro de 39 años : 

[19] FINKIELKRAUT, Alain,  L’Identité malheureuse, Stock, París, 2013.

[20] KEPEL, Gilles (2016), La fracture : chroniques 2015-2016, Gallimard, Paris. 

[21]

[22] G. SARTORI (2001), La sociedad multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo y extranjeros, Taurus. Madrid.

[23] O. FALLACI (2002), La rabia y el orgullo, La esfera de los libros, Madrid.

[24]

[25]

[26]

[27] Fragmento de la entrevista,

[28] . Otras fuentes, sin embargo, adjudican la conocida frase a un ministro de Organizaciones de Masas argelino, que habría pronunciado en un congreso de la UNFA (Unión Nacional de Mujeres Argelinas), en marzo de 1977.

[29] Las denominaciones Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), Estado Islámico de Irak y Siria (EIIS) son conocidos por sus siglas en inglés: ISIS. La denomincación “Daesh” es peyorativa y utilizada oficialmente por ciertos países (voir infra).

[30] Sobre la idea de nación musulmana, consultar: RÉMI-GIRAUD, S., Les mots de la Nation, Presses Universitaires de Lyon, 1996.

[31] HUNTINGTON, Samuel P. The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, Touchstone Edition, New York, 1997.

[32] De 2000 a 2008, se produjeron más de 270.000 víctimas mortales y más de 600.000 heridos. Le Monde : 

[33]

[34]

[35] ()

[36] AZUMAH, John Alembillah, The Legacy of Arab-Islam in Africa,  Oneworld Publications, 2001

[37] 82 de ellas son liberadas en mayo de 2017.

[38]

[39] Entrevista de A-M Delcambre,

[40]

[41]

[42]

[43]

[44] ADONIS, Violence et islam, Entretiens avec Houria Abdelouahed. Seuil, 2015,

[45] ELORZA, A. Yihadismo y claridad, El País,

[46]

[47]

[48]

[49] LARIVE, Guillaume : 

[50]

[51]

[52]

[53] TVE, Telediario 29/07/2015.

[54] Para una información detallada de la ola de atentados terroristas en el mundo, consulte

[55] ONFRAY, M, Traité d’athéologie : Physique de la métaphysique, Livre de Poche, París, 2006.

[56] Al-Anassi fue ejecutado por un dron estadounidense tres meses más tarde en Yemen.

[57] La película Soumission, T. Van Gogh, puede verse en

[58]

[59]

[60] PÉREZ AGOTE, La nueva pluralidad religiosa, Ministerio de Justicia, Madrid, 2009.

[61] BRUCKNER,  Pascal, 

[62] Le Monde,

[63]

[64]

[65]

[66] ABC (04.03.2009) >Una víctima iraní de maltrato aplicará el ‘ojo por ojo’ al hombre que la cegó con ácido

[67]

[68]  

[69]

[70]

[71] Kaci, Nadia (2011), Laissées pour mortes. Le lynchage des femmes de Hassi Messaoud. J’ai lu. Reportaje de Hassi Messaoud (Argelia) en:

[72]

[73] Como la matanza de Speicher, en Tikrit, donde murieron 1.700 personas (junio, 2015).

[74] Nadia Murad Basee Taha, una joven yazidí habla en la ONU de los horrores de agosto de 2014. (Euronews, sept. 2016).

El diario The Independent estima en 9.000 el número de mujeres yazidíes víctimas del Ei, 3.000 de ellas en condiciones brutales.

[75]AURAT, 

[76] Estas vejaciones son puestas de manifiesto por la RAWA Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán 

[77] DOZY, R.P.A., Dictionnaire detaillé des vêtements chez les arabes, Jean Müller, Amsterdam, 1845.

[78]

[79] DELCAMBRE, Anne-Marie, L’islam des interdits, Desclée de Brouwer, París 2003.

[80] FORO ECONOMICO MUNDIAL

[81]

[82] El burquini es un supuesto traje de baño que cubre todo el cuerpo de la mujer excepto la cara.

[83]

[84] El velo integral es un signo religioso, 



[85] FAHMY, Mansur (2002), La condition de la femme dans l’islam, Ed. Allia, Paris.

[86] Para una historia del velo, DOZY, R.P.A, (1845), Dictionnaire détaillé des noms des vétements chez les arabes, Jean Müller, Amsterdam.

[87]

[88]

[89]

[90] El Cairo, capital árabe del acoso:



Según un informe de la ONU (2013), más del 99% de las mujeres han sido objeto de acoso en este país.

[91] Escolares envenenadas 

[92] Escolar muerto como un héroe:

 

[93] Ver la galería de fotos en

[94] La muñeca sin rostro 

[95] A. Elorza, Yihadismo y claridad, 

[96] En la nueva ley (febrero 2015) los musulmanes dispondrán de un religioso en el ejército, hospitales y prisiones, y comida halal en los comedores escolares, derecho a la matanza halal, y vacaciones en las fiestas religiosas del islam:

[97]

[98] BRUCKNER,  Pascal, 

[99] .

• Lista de atentados terroristas en el mundo (2016)



• Atentados (2017)

• Para consultar los datos globales del terrorismo en el mundo

• Atentados ISIL



[100] HENIN, Nicolas, Jihad academie, Fayard, París, 2015.

[101] Telediario TVE, 10/04/2015.

[102]

[103]

[104]

[105] HITZEL, Frédéric, (2001), L’Empire ottoman au XV-XVIIIe siècles. Guides Belles Lettres des civilizations.

[106]

[107] Conferencia de Mgr. Maroun Lahham, Amman, 15 octobre 2013 :



[108]

[109]

[110]

[111]

[112]

[113]

[114]

[115]“Si fuera posible volvería varios años atrás […] para afrontar mejor esta situación”

[116] MINC, Alain, (2015), Un francais de tant de souches, Grasset, Paris.

[117] SULTAN, Wafa,

 (octubre de 2006).

[118]

[119] Mensaje a los musulmanes de Francia:  (enero de 2015).

[120]

[121]

[122]

[123] Gema Martín Muñoz, Turquía: ¿islamismo laico?

[124]

[125] Antonio ELORZA, Turquía: la fractura,

[126]

[127]

[128] GARTON, TIMOTHY, Solidaridad con la otra Turquía

[129]

[130]

[131]

[132]

[133] LA CAISNE, Garance : Opération César , Stock, 2015.

[134]

[135]

[136]

[137]

[138]

[139] CAVARERO, Adriana , Orrorismo ovvero della violenza sull’inerme, Milano, Feltrinelli Editore, 2007.

[140]

[141]

[142] IRUJO, José María, La brigada siria de los yihadistas ceutíes ²-

[143]

[144] Esta cifra es enmendada por el presidente ruso Putin que habla de 4.500 rusos más 5.000 otros yihadistas de los antiguos estados de la Unión Soviética (serie de entrevistas a Oliver Stone, emitidas en junio 2107 por France 3).

[145]

[146]

[147]

[148]

[149] Diario de un yihadista:

[150] France 2, programa Envoyé special (14, enero, 2015).

[151] BOUZAR, Dounia, (2015), La vie après Daesh, Atelier Ed De L' .

[152] Periódico Abc

[153]

[154]

[155]Memoria de la Fiscalía, publicada en agosto de 2016,

[156]

[157] ACTI for America 

[158] KHOSROKHAVAR, Farhad, (2014), Radicalisations, Maison des sciences de l'homme,.

[159] LAHNAIT, Fatima, "Femmes kamikazes, le jihad au féminin" , Centre français de recherche sur le renseignement (CF2R), in

[160]

[161]

[162]

[163]

[164]

[165]

[166] La noticia en el diario Le Monde,

[167]

[168] Más de 3.100 muertos entre enero y agosto de 2016.

[169]

[170]

[171] TFI, Journal Parlé, 28 julio, 2017.



[172]

[173] Sobre esta problemática humana, ver DANDOIS, T. y TREGAN, F-J, (2016), Daech, parole de déserteurs (Coproduction : Arte Geie, Memento, France, 52 min). Documental emitido por ARTE, el 15 de marzo de 2017).

[174] ,

[175] [pic][176]

[177] FROMAGER, Marc, France de l’Aide à l’Église en détresse (AED), (aed-).

[178]

[179] WARRAQ, Ibn (1999), Pourquoi je ne suis pas musulman, L’age de l’Homme.

[180]

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