Capítulo 5



5._______________________________Evangelismo y Reforma

Los cristianos de los primeros siglos y todos aquellos cristianos conocidos como evangélicos, profesan la religión de Cristo, y no creen ni practican nada que no este contenido en las Sagradas Escrituras y en las buenas nuevas del Evangelio.

Después del primer gran cisma entre la Iglesia del occidente y Oriente se concretó otro cisma, también importante, conocido como de la Reforma del siglo XVI, con el regreso de muchos cristianos católicos a las enseñanzas que Cristo había dejado a sus discípulos en los primeros siglos y a los que se conoce, como reformados o protestantes hasta en la actualidad.

Regresar a las enseñanzas del Evangelio, les significó gozar todos los beneficios espirituales de los cristianos de los primeros tiempos, es decir, el poder de hacer uso de los privilegios de ser verdaderos hijos de Dios y usar los poderes otorgados por Cristo a través del Espíritu Santo.

Entre los múltiples poderes que contamos en el nombre de Jesús, por medio del Espíritu Santo, mencionaré:

a) El poder de atar y desatar que ha sido dado por Cristo a toda su Iglesia.

b) El privilegio del nuevo sacerdocio que ha sido conferido por Cristo a todos sus discípulos, para ofrecer sacrificios espirituales a Dios padre a través del Hijo.

c) El derecho de leer la Biblia Cristo la otorga a cada cristiano indistintamente. Los fieles de la Iglesia Católica, a pesar de dicho derecho no lo ejercen plenamente.

Desde mucho tiempo antes de la Reforma, la Iglesia Católica determinaba quien podía dentro de la Institución leerlas. (58, 1).

En 1153 el canónigo Hugües Fouilloi decía que (simple( lo es quien no puede aprovechar las sutiles enseñanzas de las Escrituras(. Se aclara que decir (simple(, lo es a alguien, que no ha sido ordenado, es decir, a un laico.

Este pensamiento es institucionalizado en el concilio de Tolosa, del año 1299, en el que (se prohibe a los laicos tener libros del Antiguo y Nuevo Testamento(.

Alfonso de Castro (1495-1558) en su contra haereses, dice que los reyes católicos prohibieron bajo severas penas, traducir las Escrituras a las lenguas vulgares.

Una de las cosas que se dicen sobre la permanencia de la reforma, es que esto se debe. como consecuencia de la traducción de la Biblia al alemán que realizó Lutero. Sin esta traducción y su popularización, la Reforma se habría asfixiado por falta de oxigeno vital. Si la Inquisición hubiese podido quemar, tal como lo hizo en España, los ejemplares de la Biblia, que salían de la imprenta de Gutemberg (1397-1468), el movimiento reformista se habría extinguido.

El índice de 1551, prohibía a los españoles tener la Biblia en su propia lengua. El Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517) impidió que Hernando Granada, tradujese la Biblia al Árabe para facilitar la evangelización de los Sarracenos, diciendo: Lo tiempos han cambiado... que ni aún se podía confiar este tesoro a los cristianos viejos, pues en esta edad del mundo, cuando la religión se ha apartado tanto de la pureza que prevalecía en los días de San Pablo, el vulgo se expone a tomar las Escrituras para su destrucción”.

Desiderio Erasmo de Rotterdan (1467-1536) en su para frasis del Evangelio según San Mateo, dice “que son necesarias las traducciones del Evangelio para que lo puedan leer los labradores, los herreros, los albañiles, los tejedores, hasta las prostitutas y los rufianes”.

“¿Qué mal se ve, en que los hombres repitan el Evangelio en su lengua materna, la que ellos entienden: los franceses en francés, los ingleses en inglés, los alemanes en su lengua, los indios en la suya?. A mi me parece mucho más reprobable, o por mejor decir, ridículo, que los ignorantes y las mujeres mascullen en latín sus salmos y su oración dominical, como loros, sin entender lo que dicen”.

No fue hasta 1757, que la congregación del Indice en Roma no concedió permiso para imprimir traducciones de la Biblia en lenguas populares, previa autorización de la Santa Sede. A pesar de esto, no era nada fácil en España, poder adquirir un Nuevo Testamento en lengua Popular.

Roma es una contradicción. el papa León XII es su encíclica ubi prinum publicada el 3 de mayo de 1824, dice a los obispos: “Si las Sagradas Escrituras se publican por todas partes e indistintamente, resultaría más perjuicio que provecho, debido a la temeridad de los hombres.”.

Actualmente, analizando la postura de Roma, encontramos que continua la contradicción en su postura, porque, a pesar de que el artículo 2653 del nuevo catecismo de la Iglesia Católica dice: “La Iglesia recomienda insistentemente a todos sus fieles... la lectura asidua de las Escrituras para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo” (Fil. 3:8), y agrega que para la Iglesia Católica, “en la Sagrada escritura, la iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza (art. 104)”, parece sólo declaraciones, porque si a las evidencias históricas que ya mencionamos vemos más contradicción analizando el alcance del artículo 2653, en la realidad, queda del todo limitado, con lo que dice el artículo 119: “A los exegetas toca aplicar estas normas en su trabajo para ir penetrando y exponiendo el sentido de las Sagradas Escrituras, de modo que con dicho estudio puedan madurar el juicio de la Iglesia. Todo lo dicho sobre la interpretación de las Escrituras queda sometido a juicio de la Iglesia, que recibió de Dios el encargo y el oficio de interpretar la palabra de Dios. San Agustín dice que no creería en el Evangelio, si no me moviera a ello la autoridad de la Iglesia Católica.”

La Iglesia Católica con su magisterio dice ahora a sus fieles: leed la Biblia, pero no la interpretéis, porque para esto la Iglesia ya tiene sus doctores o exegetas.

¿Qué valor tiene, que el catecismo de la Iglesia Católica en el artículo 131 diga: “los fieles han de tener fácil acceso a la Sagrada Escritura”, si a su vez, tiene prohibido interpretarla? Parecería que el Espíritu Santo solo iluminaría a los exegetas católicos y en último término a la opinión del papa, quién es considerado infalible por lo que representa.

Esta limitación interpretativa, desnaturaliza la raíz del sacerdocio de todo creyente, limita totalmente su responsabilidad al anularle sus facultades críticas, convirtiéndoles en un sectario, que sólo reproduce la voz de sus superiores, en el magisterio de la Iglesia.

d) La tarea administrativa de la Iglesia, en los primeros años, era una prerrogativa de todos los creyentes, los cuales elegían, quienes serían los pastores, diáconos, etc.

e) Asimismo, el don del Espíritu Santo “que nos guía a toda verdad” es prometido por Cristo a “todo aquel que lo pidiese a Dios”, siendo nuestro cuerpo, templo del Espíritu de Dios desde el momento de nuestro nacimiento espiritual, antes de ser bautizados.

f) Podemos ir directamente a Cristo, nuestro Salvador, cuando confesamos las faltas o pecados y El nos perdona sin necesidad de un intermediario que lo represente.

g) No repetimos el sacrificio de Cristo en la Eucaristía; como lo hace la Iglesia Católica, aunque lo sea en forma incruenta, porque para nosotros la Santa Cena es un acto “en memoria de El, y todas las veces que lo hacemos, la muerte del señor anunciamos, hasta que venga, al fin de los tiempos”.(59).

h) Jesús, al prometer a “todo aquel que pide el Espíritu Santo”, colocó a todos los cristianos en el mismo nivel jerárquico, “porque somos pueblo de Dios, linaje escogido, real sacerdocio y nación santa”. (60), El quiere que todos, indistintamente, seamos guiados por el Espíritu de Dios.

i) La Iglesia Católica, en varias oportunidades, atendiendo al concepto de que los representantes de Cristo en la tierra, son guiados por el Espíritu Santo, en toda materia de fe y moral, doctrinariamente justificados de actuar bajo la guía del Espíritu Santo, a veces contradiciendo otras resoluciones, nos presenta, al Espíritu como capaz de equivocarse en su accionar. Por ejemplo, Clemente XIV, declara la doctrina de los Jesuitas, “perversa y perjuiciosa”, mientras León XIII, la proclama “sana y sólida”.

Los concilios, no escaparon a estas situaciones de contradicción, también justificados por la guía del Espíritu Santo, presentan; declaraciones contradictorias entre algunos de ellos, condenándose recíprocamente y también contradecirse dentro de un mismo concilio, Por ejemplo, en el Concilio de Trento, que en la sección 13 decretó que el pan se transforma en el cuerpo de Cristo y el vino en su sangre, luego en la sección 21 dice, que el cuerpo y la sangre de Cristo se hallan completos, en el sólo pan (61).

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