INÉDITOS - Tripod



INÉDITOS.

Por Juan Ramírez.

Recopilados por Alejandro Valdez.

Ginzu 2000.

¿Qué es lo que más quieres de la vida?

¿Qué es lo que deseas quitarle?

La libertad parece condicionada, pero hay formas de doblar las reglas. Eso me dijo Ramírez. Se estaba cortando el hombro con una Ginzu 2000 cuando me dijo esa oración exacta.

El grupo de la noche tenía entre 14 y 27 años. Nadie parecía suficientemente viejo. Un tipo de 26 podía tener a una chica de 13 chupándole la verga. Un tipo de 18 podía morderle los pezones a una de 23. Todos podíamos estar en una calle jugando a la pelota, o en el apartamento de Ramírez haciendo pitanzas, o en la casa prefabricada de González haciéndole al golf contra los techos vecinos. Podíamos robar una librería como machetear con nazis en la Plaza Ñuñoa. Y no es que no confiáramos en los demás. Todo lo contrario: estábamos ahí, diversamente alineados, para un propósito.

Sonaba The Fragile, de Nine Inch Nails, y un gatito maullaba debajo de la mesa. Ramírez tarareando el piano de la N° 3. Nadie se sabía el nombre de las canciones, tanto como del gato, así como de los presentes. Ramírez convocaba, Ramírez el nombre en el mail, Ramírez al dar la mano, por lo tanto ése era su nombre. González fue el segundo en dar la mano. El resto simplemente nos sentamos a esperar.

Y la espera, con su grado de ansia, iba a ser correspondida.

Nunca llegaré a tenerlo, decía Pearl Jam. El espíritu de los noventa.

- Claro; de Werther a Marilyn Manson – dice Ramírez -. Pero es una sensación. Estos tipos mueren sin su gustito a felicidad. Y yo prendo la tele y antes de acabarse el mundo sale un guatón besando a la Jennifer Love. O sea, ¿y qué tal si nunca volvemos a ser niños, ni tener una enfermedad gravísima? ¿Qué pasa si la caridad nos mandó por el wáter mucho antes de que naciéramos? ¿Y ese deseo que le pedimos a las velitas? ¿Y el ratón culiado de chakechís? ¿Y el chuchezumá-re de la lamparita que nos iba a cumplir un deseo? ¿Qué pasó con nuestras palabras antes del disparo en el pelotón? ¿Nuestro último cigarro?

Un flaco albino a la izquierda junto a la ventana apagó su cigarro y se dirigió a la mesa.

- ¿Y si no resulta? – dijo el flaco -. ¿Qué ocurre si no salimos con cuea’ y terminamos viviendo con la cadera en los hombros por 20 años más? -.

Ramírez encendió un cigarro. Era como si el acto de encender un cigarro nos impidiera gritar nuestras propias quejas. El humo le otorgaba la palabra.

- Te estás jugando el uno por ciento. Te ofrezco un noventa y nueve. Y si son 20 años con las hue’as en el cuello o el recto doblado hasta el pecho, no vales para la ley. No te alcanzan. A un menos - válido no lo mandan ni a capuccinos. Estás protegido por débil. Claro, si ese uno por ciento ocurre, te espera una agonía. La misma que tienen los que han nacido así. La misma batalla que tienen que librar los que valen menos por poder menos.

- ¿Pero pa’ qué mandar a la chucha una posibilidad? – dijo un pendejo sentado junto a la tele -. Puta… leí la guía. Igual es peligrosa. O sea, demás, un deseo cumplido. Pero pasa el tiempo y el deseo me importa una we’a. Lo que me importa es que ya no puedo hacer lo que hacía antes, y ni un coco me puedo chupar.

- ¿Posibilidad, ah? – dijo Ramírez -. Ventaja, wn, una mera ventaja. Una circunstancia. Dejamos de ser monos y toda esta caga’ es virtual. Lo que yo sé: la propaganda es que eres libre. Pero mientras no digas ni pío. Vístete como quieras, di lo que quieras, haz lo que quieras; mientras tengas la plata. Ya somos minusválidos ¿Y quién empezó a robar? La vida es una meta no cumplida. ¿Vas a esperar a que se te muera alguien para vivir? ¿Quieres ganarte el kino? ¿Jubilarte? Pídele un deseo a las velitas, cumpa. Luego al tren. La vida es necrofílica. No le importa si te vas por el caño. Te vuelves abono, y el pasto crece más verde que nunca en los cementerios. Lo que la vida no te otorga, el suicidio te garantiza. Cuando sientas tu sangre en las encías, vas a estar dibujando tu sueño. Deja que el presente sea el presente. Esto no es suicidio. Es auto-conclusión. Eliges que ellos vean tu cuerpo mutilado. Eliges pagar con honor la meta. Eliges el borde del acantilado. Eliges ganarle al destino. De abono o en silla de ruedas, da lo mismo. No fue un gobierno el que te puso ahí. Fueron tus manos atando una cuerda. Tus dedos presionando el gatillo. Tu garganta empujando las pastillas por tu garganta. Es destino auto - gestionado.

Empecé a acariciar al gatito por debajo de la mesa. Me lo imaginaba negro con manchas grises. Era suave. No recordaba una suavidad así.

El flaco refunfuñó. El pendejo prendió un Derby y alguien se puso con un pito.

- ¿Y si quiero hacer algo arriesgado? – dice un tipo con pipa de agua -. Como matar al presidente o algo así.

- Quedái como mártir – dice una mina panki -.

- Mira. De 200 a 300 gramos de cianuro dice la guía. En un minuto vai a quedar inconsciente. De 15 a 45 minutos te vai cortao’. O sino te pegan un balazo.

- Pero igual, no sé, no es eso. O sea, algo rápido.

- El balazo te lo podí hacer tú mismo.

- Pero igual es mucho más irónico el cianuro… Piensa todos los políticos que han funado así.

- He oído de tipos que se lo pegan mal y quedan minusválidos – dice el de la pipa de agua -.

- La técnica es en diagonal y con el cañón del arma firme. Las armas de caza son muy efectivas. También puedes usar una magnum .44.

- ¡Oh! Un Winchester .458, esas weás para cazar elefantes.

- Esas mierdas dejan todo pegoteado – dice Ramírez -. Si querí hacerte el mártir en una protesta animalista, ahí está el winchester… Algo muy sutil.

El televisor emitía radiaciones al cuarto a medio alumbrar. La otra luz venía de la ventana. Algunos en la mesa, otros junto a las paredes, o en las sillas rodeando la tele. Sin embargo, todo parecía muy silencioso.

- Voy a romper el hielo con un significado – dijo Ramírez.

No se trata de buscarlo. El significado del dolor, dijo Ramírez y sacó un cuchillo. El pendejo parecía amenazado, mientras que el flaco, se veía, iba a anticiparse. La mirada de la mina panki decía otra cosa, algo más sereno, más desahuciado, reconociendo en ese cuchillo otros cuchillos o tal vez se fijaba en el reflejo como uno se fija en las llamas de una fogata o el fuego azul de un encendedor, y mientras el tipo encendía el pito, el weón de la pipa de agua se preparaba, ambos sin darse cuenta del cuchillo.

Ramírez me miró.

- La libertad parece condicionada, pero hay formas de doblar las reglas – corría un hilo de sangre por el hombro -. Como Mátrix. Cuando te disparan, alcanzas un nuevo estado de conciencia. Cuando mueres. Las reglas, todas las reglas, no son difíciles de romper. Hay que conocer el significado del dolor. El cristianismo es una infección. Con el cristianismo empieza el consenso de la sociedad segura. No te suicides; irás al limbo. Pero el limbo no dista mucho de este mundo al medio. Yo quiero saber qué hay más allá. Y quiero llevarme un pedazo de esta estrella.

Mientras acariciaba al gato, los observé detenerse: primero en la herida del hombro, luego en lo que estaban buscando de la noche.

Al rato, el flaco dijo:

- Okéi, toda esa poesía y blabla me importa una we’a, ¿bien? -.

- ¿La seguridad del método? -.

- Exacto -.

- Es seguro -.

- ¿Cuánto? -.

- Noventa y nueve por ciento -.

- ¿Y el problema es…? -.

- Después te tienes que morir… No es un problema si es algo doble, ¿cachai? El deseo de quitar y el de irse.

Los marihuaneros estaban disfrutando el carrete. Ni idea si se iban a suicidar o no, pero lo estaban pasando la raja.

El gatito me ronroneaba, y yo miraba de vez en cuando al flaco. Pensativo el weón. Duda tras duda.

- ¿Y si lo que quiero es recibir? – dijo el flaco -.

- ¿Has recibido algo? ¿Te han obsequiado algo? ¿Te sientes bienvenido? -.

El flaco tenía pinta de perdedor. Todos teníamos esa pinta. Dientes chuecos, amarillentos. Chascones con caspa. Ropa que nunca nos cambiábamos, y el mismo olor de hace una década. Y eso era: había pasado una década. Ya no eran los noventas. Los que nunca iban a tener, lo tuvieron, y nosotros estábamos en Chile, muertos de hambre, llenos de culpa. Estábamos solos.

Mis manos debajo de la mesa acariciaban al gatito. Sentía un tic tac. Miré a la derecha. En la ventana, el flaco miraba un reloj.

- ¡Eh, flaco! Ven po’ – le dije -.

- ¿Qué querí? -.

- Ven, siéntate acá -.

Prendió un nervioso cigarro.

- ¿Qué querí?

- ¿Qué onda el reloj? -.

- No… una weá vieja -.

- Es como de luca, ¿no? -.

- Ándate a la mierda, mi papá era pobre -.

Miró hacia la mina panki. Yo observé a Ramírez y luego a los marihuaneros. Uno estaba tosiendo a todo dar. Al reincorporarse, cagado de al risa, le pidió la pipa al otro weón.

González miraba el televisor con el pendejo, los dos weones sentados en sillas de madera con las piernas semiabiertas.

El tic tac. El humo entrando y saliendo. El ruido constante de la pantalla. El gatito.

Casi podía sentir los dedos de alguien presionando un filtro.

Y ahí estaba Ramírez. El más viejo del grupo. Casi no respiraba. Abría levemente los ojos. No creo que pensara mucho, ni que estuviera maquinando nada. Estaba casi muerto.

- Así que… ¿algún deseo? – dijo Ramírez -.

Nadie contestaba. Estaban pensando o haciendo. Quizás el flaco, la panki, González, los marihuaneros, incluso yo, deseábamos algo bastante concreto. Y después de un mail, nosotros estábamos ahí.

- Déjanos evaluarlo – dijo González, mirando The Avengers en la oxidada technicolor.

En esa habitación podía haber el recuerdo de un padre muerto, la necesidad de desahogarse, de alienación. Ese lugar, el que yo habitaba, hedía a muerte.

El gatito bajo la mesa ronroneaba con mis caricias, y yo sonreía tratando de ocultarme entre todos. Para ser sincero, todos parecían en su onda. Podía haber pena, o risas drogadas, lo que sea. Nada se detenía, pero parecía detenido.

- El 2000 tiene tres ceros – dijo el de la pipa de agua, adivinando mis pensamientos -.

Ramírez miraba su sangre correr por el piso. El gatito se alejó de mis dedos y se puso a lamer la sangre.

- ¿Algún deseo? – repitió Ramírez -.

- Lo estamos pensando – dijo la panki.

La panki estaba leyendo un libro de Lemebel, pero el flaco ya no la observaba, hipnotizado con su reloj, un tic tac tras otro, confundido por el ruido leve del televisor y el aspirar y soplar lejos. Mi cigarro se consumía. Lo sentía deshacerse entre mis dedos. Como ceniza desde un principio.

Y Ramírez no estaba muerto. Sólo estaba desangrándose lentamente. No nos observaba, escuchando el ruido. Una vida de pasos bebé. La aparente quietud. La dictadura de herencia. El tata golpeando la ventana. Por ahí se iban los ruidos.

Pensé que Ramírez iba a decir que tenía un deseo. Que nos iba a mandar a todos fuera. También podría haber usado el cuchillo. Pero Ramírez se mantuvo impertérrito. Quizás lloraba sangrando, como una muñeca de cerámica en una película gore. O tal vez a todos nos habían dado mareamín y el efecto nos impedía salirnos de nosotros mismos.

El gatito continuaba lamiendo la sangre en el piso. El flaco albino observaba el reloj de su padre con la poca luz de la ventana. González y el pendejo se cagaban de la risa con Avengers, esa risa que parece atragantarse. Los marihuaneros iban por el séptimo cielo. Ramírez recitaba en voz baja “algo se mueve, Gog”, una y otra vez “algo se mueve, Gog”.

La panki había encendido la radio. Tocaban One de Metallica.

La frase “aguanto mi respiración y deseo la muerte”.

Lo único que me impedía creer realmente en esta noche.

- ¿La cambio? – dijo la panki -.

Sobre La Trinidad de Relleno ::::::

MS: ¿Por qué “Trinidad de Relleno”?

JR: Bueh, ya sabes… Creo que esa frase de Palahniuk me había matado. La Gran Depresión, o en el caso de Chile, La Gran Dictadura… son nuestras vidas. O quizás me aburría la televisión. O la radio. O tuve cable e internet por muy poco tiempo. Un par de meses y nada más. Extrañaba muchas cosas, y parecía que todo lo que había en el medio era el intermedio, el interminable intermedio hacia algo mejor que nunca llegaría. Yo no sentí, cuando la estaba escribiendo, que hiciera buena literatura ni nada. Tampoco era una mierda; sólo era basura, algo recolectable para gente que buscara sobrevivir, o snobs como Neruda, que los colgarían de la pared a modo de trofeo. El mundo literario y el mundo anti-literario, ¿cachai? No sé si a eso se refiere, pero es más o menos eso… Lo había dicho en uno de los poemas del libro, pero esa corrección se borró. El título es una ironía. Todos estaban hablando de cosas muy importantes, ¿me entiendes? Todos eran grandes personalidades, todos eran inteligentes, todos eran sabios, todos sabían qué decir y cuándo decirlo… La dictadura del ’73, había que atacarla como fuera. Y todo lo malo que pasaba ahora, no, es que la culpa la tiene la dictadura. Ya no se atacaba a Pinochet, estaba fuera de foco, simplemente se atacaba a los militares, a los críticos de esa época, a todo lo que pusieran de moda los ‘escritores de novelas detectivescas’. Ya no se atacaba a los curas pedófilos, sino a la concertación. Y yo… no sé si seré muy cuico o muy kuma, quizás soy camboyano, ya no sé… Lo que pasa es que necesitaba decir que yo no había vivido la dictadura. No es que no tuviera memoria. No es que no tuviera identidad histórica. Es sólo que mi memoria y mi identidad histórica iban hacia otro lado. Había una generación entera que tenía otra cosa que decir. La vida era otra. Es que, verás, para mí la vida era una depresión tras otra… pero una al estilo de Palahniuk. La novedad se iba agotando. Primero se murió Cobain. Bajón, no había más Cobain, vuelta a la repetición, a la sobreexposición de los muertos, que para entonces era un concepto desconocido. Luego murió el cable y no había más Ren y Stimpy. Eso fue en séptimo, creo. Y bueh, un montón de cosas, da lo mismo. Lo importante es ver este asunto, que las novedades se iban acabando. De pronto se muere Bolaño, y ya no hay nada. Y yo, al igual que todos los latinoamericanos que nos creíamos vanguardistas, teníamos mucha esperanza en la forma, éramos unos formalistas de mierda. Entonces leí mi primera novela de Palahniuk, unos años después de ver el club de la pelea, y haber leído un par de libros de Coupland que tenían ese sabor. Antes de eso, conocía a Cortázar y unos tres libros de Bolaño. Borges, Benedetti, pura mierda… Y terminé esta novela, no recuerdo si antes o después de la muerte de Bolaño, y a mitad de Inhabitantes, le dediqué la novela al poeta. Para mí, más que estar haciendo algo nuevo, estaba haciendo una canción de rock; combino esto, lo otro, y mi canción parece algo nuevo. Y sí, mucho humor chileno, aunque más humor de mi colegio que de Chile, y más de mi curso que de mi colegio. Era tan restrictivo que no pensé que podría funcionar. Y tantas citas a cosas que a nadie le importaban, nombres que sólo si se tenía la información, personas que nadie conocía, nada universal a fin de cuentas… No era “buena literatura”, “libro de altura”, por eso le saqué la “tura” de Cortázar y le puse “sura”, basura, fisura, y planeaba hacer la siguiente vanguardia, “dura”, pero ya estoy muy cansado para repetir fórmulas. Y bueno, “trilogía”… Supongo que en ese tiempo me encantaba el número 3, era el 2003, había escuchado 3 álbumes de Nirvana, un libro de poesía de Bolaño se llamaba 3, el nombre de la personaje principal tenía 3 a’s, yo fumaba tres cajetillas de cigarros al día, me echaba tres pajas, me quería matar a los 23, CQC tenía tres conductores, me sonaba perfecto.

MS: Vamos por secciones, ¿a qué apunta Inhabitantes?

JR: ¿Sabes que tienes las mismas iniciales de Marcela Serrano?

MS: No me huevees que tú tienes las de Tolkien.

JR: Bueh… Inhabitantes, claro. ¿Has notado lo artificial que suena “habitantes”? No la palabra, me refiero a ser un habitante. Es una porquería. Es como si fueras un número en la computadora del país. Es la idea planteada en casi todo ese libro… tener una “identidad”. Al final es un número en la computadora. Si le hubiera puesto “El circo de los identificados”, habría sido una novela diferente, cachai… Habría sido todo lo contrario. American Psycho en vez de Generación X. En vez de hablar de la gente que quiero, hablaría de la gente que odio. El título en realidad parece un insulto, una crítica, pero na’ que ver. Es un nombre para guerreros. No es una generación, como lo habría hecho Coupland, porque ya lo dije, tomé un poco de aquí, un poco de allá, e hice tres personas totalmente geniales, tres personas que me habría encantado conocer. Un inhabitante no es alguien que no habita. Claro que habita, pero no el lugar que le han asignado. Recolecta, como los nómades. No quiere permanecer, sin embargo las instituciones lo obligan a quedarse en un mismo lugar, tener la misma identificación, en este caso, un colegio. Creo que un colegio, tanto como una familia, un país o un dogma, son entidades que tratan de encerrar la experimentación. Has esto por toda tu vida. Vive esto siempre. Deja que los demás se acostumbren a ti, que evolucionen sus prejuicios y tú te quedas donde estás. No sé si en ese tiempo había perdido la esperanza en lo nuevo… Quizás sí, en el momento en que muere Bolaño. Lo que pasa es que este tipo, Palahniuk, tenía un nihilismo, o nuevo nihilismo, muy exquisito. Los tipos no se suicidan por nada. Los tipos siguen y siguen, recolectan piedras, se asfixian en restaurantes, trabajan en la mierda misma, y siguen. Pero del destino ni pío. Mis personajes, mis inhabitantes, eran nihilistas hasta que muere Bolaño. Ocurre el fenómeno Sartre, me entiendes, del vacío a la revolución. De la seguridad, a la búsqueda del destino. Hasta que desaparece Ágata, la realidad es bastante real. Luego se vuelve difusa. Hay que luchar para encontrarla. Dejar el aburguesamiento del estudio seguro, rígido y jerárquico. La familia. La televisión. Mi personaje lo deja todo atrás, cruza la calle y desaparece por toda una sección del libro. El destino final de todo inhabitante. Dejar el cuarto propio. Adentrarse en las calles. Creo haber leído eso como un ejercicio libre en un foro del Club de la pelea… cada día, después del trabajo, tomabas una calle cualquiera, y te dejabas ir, otra calle, te ibas perdiendo. Luego, como esto era un ejercicio que se perfeccionaba con el tiempo, quizás volvías a tu casa y todo seguía regular. Pero cuando estuvieras listo, no necesitarías volver. Ya no bastaba ser un habitante. Ya no bastaba ser útil. Te volverías anónimo, y tus experiencias, totalmente únicas, se perderían contigo. Ese paso lo considero valiente.

MS: ¿Y Doce Suicidios y Cuarto?

JR: Es una especie de interludio entre la primera y la última parte de la trilogía. Es una revista ficticia. Supuestamente, un montón de escritores de la nueva generación “anónima”, habrían usado el nombre de Mauricio Peralta, Maori Pérez, Diego, como se llamase, para escribir sin tapujos lo que se les viniera en gana. Más que dar a conocer todos los secretos podridos de la sociedad, hacer un Plan B literario, se trata de una demostración absoluta de… em… ego. Aunque en él se desarrollan muchas de las teorías que me interesan acerca de la verdadera “anonimización” de las creaciones de un escritor. Por ejemplo, ¿cuál es el poema más famoso de Borges? Pues uno que ni siquiera es de Borges: Instantes. Había leído en un libro de Philip K Dick que la copia desvaloriza al original, así que me dije vaya, interesante, y me propuse hacer copias del escritor ficticio que supuestamente había hecho Inhabitantes; Maori Pérez. En ese mismo tiempo, conocí a un tipo llamado, justamente, Maori Pérez, nacido en el ’86. Participaba en un foro de . Le ofrecí intercambiar el origen de mis textos, con tal de que él los promocionara a través de esa vía. Así, el origen no era realmente mío, ni de Pérez, ni de ninguno de los escritores citados. Una copia de una copia de una copia, como diría Palahniuk. Luego leí en un foro (puesto que estoy inscrito, pero no posteo), que el mencionado se quería suicidar a las 12 y cuarto. De ahí el título. En realidad, la parte ególatra del libro vino antes que la suicida. Fue una especie de homenaje. El cambio que tuvo el personaje que se había creado Pérez en el foro fue por mi culpa. Desde entonces que me inscribo con su nickname, y los hago odiarme, así sienten más remordimiento cuando sepan que el tipo está muerto. También hay dos más trabajando en diferentes medios de la identidad de Pérez. Uno es su personalidad en messenger, y el otro es el que va a las reuniones del foro. Todos tenemos que estar sincronizados de alguna forma, pero no planeo escribir un nuevo libro con su nombre.

MS: ¿Por qué?

JR: La verdad… no siento que quiera escribir más.

MS: ¿Y El Lugar Que No Existe en la Televisión?

JR: Ése es el último homenaje a Maori. El tipo encuentra su destino, sigue luchando por él. La vida continúa, y todavía existen posibilidades. Este tipo, Maori… nunca salió en la tele. Nunca dio entrevistas, ni autógrafos, ni esas cagadas. Al tipo que iba a las reuniones le dijimos que hiciera la entrevista para , y nada más. En la novela, y entre reproducciones, Maori sigue vivo. Lo mantenemos vivo a patadas al weón.

MS: ¿Qué papel jugaba en tu vida Pérez?

JR: Era un trato estrictamente profesional. Él no sabía nada de mí, ni yo de él. En ese tiempo, cuando lo conocí, yo había tomado un alucinógeno así que no me sorprendió que se llamara igual que uno de mis personajes. Aún dudo si está vivo o muerto. Ni siquiera sé quién es. Ahora. A veces releo La Trilogía, pero me da un poco de nostalgia. Por las cosas que hemos vivido por él. Lo único que sé de él es lo que escribo. Por eso no sigo escribiendo. Ya quedó así, de esa forma. Pérez sigue su destino, lucha por él. En el diálogo del lector, quizás pueda rellenar las salidas, el contacto. Pérez vive en la imaginación consensual. Es lo que tú quieres que sea. Lo que podría ser, lo que habría sido… dejó de ser algo que le perteneciera. Ahora es parte de la escritura y la lectura de un libro que ni siquiera escribió.

MS: ¿Por qué razones se suicidó?

JR: Supongo que eran las doce y cuarto.

Sobre el rock ::::::

MS: ¿Qué grupos de rock son tus favoritos?

JR: Es por épocas. Pero hay grupos que permanecen, de eso no hay duda. Por ejemplo, admito que Nirvana, Faith no more y The Cure son grandes bandas, pero la verdad es que me aburren. Ya están muertos. Nunca van a sacar otro disco. Las canciones ya las conozco, y tengo que pasar períodos extensos de tiempo para volver a escucharlos. Claro, me gustan muchos grupos. Algunos por la letra, porque me mueven, tienen un sonido que no acostumbro escuchar, presentan algo nuevo, representan una generación, me producen algo, qué sé yo. En mi lista de bandas tengo desde The residents, que son industrial antiguo, anti-música, hasta cosas más recientes como Dover, Mogwai, Sparta, The mars volta, Queens of the stone age, NIN, aunque mis favoritos-favoritos, esos que por no escuchar los discos cada vez que me los encuentro por ahí me vuelvo más fanático, son Primus y Soundgarden. Esos no tienen canciones malas. De lo chileno, me gustan Los tres y un grupo que derivó de Los tres, González y los asistentes. Asfixia, alternas, Beerfly, grunge, Insania, el grupo aggro de un amigo… Y uno del que nunca supe su nombre. Tocaban un cover bien pesado de Yesterday. Daban ganas de empujarlos a todos. ¡Ah! Y Sonic youth. Cada vez que escucho Sunday me dan ganas de escuchar Lithium de Nirvana.

MS: ¿Cuál es la relación entre los grupos que te gustan y tu escritura?

JR: Se citan mutuamente. El rock ha gritado las tramas de grandes novelas por años. Es hora de devolverles el favor. Sobre todo en una época donde la literatura ha perdido peso, y la música es casi gratuita. Y muy adictiva, por lo demás. Por ejemplo, Bolaño. Bolaño casi no hablaba de rock. Pero vendía la pomada del rockstar, por lo menos en sus fotos, y en la polémica tipo del rockstar tipo. Si Bolaño hubiera sido vocalista en vez de escritor, seguramente lo habríamos visto en Viña sentándose a pedir la gaviota y cantando sobre la participación de los curas y el canal 13 en la dictadura. Aunque sus nuevos libros difieren mucho de la calidad del último disco de Los Prisioneros. La verdad, si me preguntaran cuál es el mejor grupo de chile, yo no les mostraría un disco de Los Prisioneros, pero si me preguntaran por el mejor escritor, cualquier libro de Bolaño me bastaría. Respecto a mi escritura en particular, creo que hay una relación clave. El dato. Eso y la atmósfera. Primero el dato, porque con la informática ya no nos basta con escribir una historia y dejar una sensación, un sentido, una filosofía, un tumor en el cerebro. Hay que pasar el rumor (Bolaño ya sabía de esto, Palahniuk también). No se remite sólo a la música. Pero si escribo, quiero que el que lea, sepa cuáles grupos me gustan. Quiero que si el lector está interesado, baje de internet algunas canciones y vea de dónde vienen algunas cosas de lo que escribo. No sólo las citas textuales, sino el sentimiento que rodea esas palabras. Y luego está la atmósfera, que es imprescindible. Que cuando lean mis textos, apaguen todas las radios; es como a mí me gusta leer. Sin distracciones, porque la escritura presenta un estímulo muy amplio, y hay que estar preparado para sentirlo. Cuando te sumerges realmente en un escrito, no sientes el mundo rodeándote, sólo está la vaga sensación de la obra en tus manos. No creo que te imagines los lugares, la descripción quedó atrás hace mucho. Pero sí hay algo que te rodea, y no es música, pero se le parece. Te emociona. Te mueve. A veces, la catarsis, el cosquilleo en el pecho, y tienes que cerrar los ojos muy apretados y casi llorar porque el libro o el cuento se ha terminado. Como cuando Seinfeld terminó. Como cuando algo muy importante no puede volver a vivirse así fuera la primera vez. Es parecido a la tristeza, pero también al orgullo. Hay que estar atentos, tal como con la música.

MS: ¿Y la relación del rock con la literatura chilena en general?

JR: Yo diría que el rock ha sido despreciado por las letras chilensis, aunque puedo equivocarme. Tanto no he leído. Pero, por ejemplo, no hay casi nada de rock en Bolaño, ni en Donoso, Germán Carrasco menciona por ahí a algún Soundgarden pero nunca tanto como escribir sobre música, Lemebel cita canciones del año de la pera, Fuguet asegura ser fan de Faith no more pero vende la pomada de escritor para adolescentes y es lo mínimo que podría decir; por lo menos veinte grupos más en la lista, y pasados los noventa; Donoso siempre ha sido una mierda, Parra… no sé si Parra, me decepcionó tanto cuando supe lo que era la antipoesía que prefiero no hablar de Parra. Luego Lihn que es cero rock, igual que Rokha, Redolés tiene una banda pero es pura agonía; es tan viejo que la música se muere sola; no sé, quizás Henríquez es más poeta que todos los anteriores. Hernán Rodríguez Matte tiene más cercanía con el asunto, pero su escritura es como si papelucho fuera adolescente y su familia se hubiera vuelto rica. También supe por ahí que a Gumucio le gustaba Rojo. O lo había criticado, qué sé yo. Gumucio ve rojo. Y lo que es peor, en el horario en directo. Y peor aún, llamó a Rojo. Gastó plata por hablarle al Rafita, al buen Rafa. Filo… No sé, es como si del 2000 para adelante, tanto al rock chileno como a la literatura le hubieran dado una dosis de sesentanina, y las bandas volvieran a usar esos sintetizadores horribles, y los literatos dale que dale con surrealismo y papelucho y jazz. Esa extraña mixtura o célula primordial dividiéndose en una era de relleno. En Tengo miedo torero de Lemebel, leía sólo por la esperanza de que el final fuera que la loca descubre el rock progresivo y salva su destino. Pero no. Es como si todos los que escriben hubieran nacido con la revolución francesa, y no existiera más que pintura y orquestas. Y entonces los grupos locales hacen música orquestada y la avalancha de mierda y wea’. No digo que tengamos que ser bolañitos disfrazándonos de rockstar con opiniones de rockstar que quiere causar polémica… sólo que, a estas alturas, si eres escritor y no comprendes la adicción masiva al rock en casi todas partes, tampoco te creas en una posición muy alta. Sólo eres otro poeta viejo que se cree joven a los 45. Otro poeta en un país de poetas. Y si eres conocido, habría que invertir la frase. Peor mierda por desconocer que basura no reconocida. Y mejor Bolaño literato, que Delano escuchando pop de los ochentas; eso en todos los casos.

MS: ¿Piensas que el rock ha tomado esa posición privilegiada por gratuito?

JR: Más que el rock sea muy gratuito, la literatura es muy elitista. Nadie se va a animar a leer cuando el verso empieza por “puedo escribir los versos más tristes esta noche”. ¡¿A quién le importa que podái escribir los versos más tristes?! Aun Carrasco. Eltit por supuesto. Aun Bolaño. Y creo que si Lemebel no fuera tan proselitista, tampoco lo pescarían los pankis. Es como si les dijera: “Miren, yo pienso igual que ustedes, soy una minoría, me propagandeo marginal y escribo cursi, ¿qué más necesitan?”. En eso, los gringos superan a los chilenos. Fuera de que, claro, también se propagandean su poco. Eso de que Palahniuk lee menos que el común no se lo creo ni cagando. Pero el rótulo de “libros para gente que no lee” lo tiene perfecto. Sus libros no son literatura, ni siquiera lo intentan, y convence a literatos y no-literatos de que es totalmente genial. O ese tipo, Hornby. Qué gran libro Alta Fidelidad. Los demás ni tanto, pero Alta fidelidad… El rock parece gratuito, pero es una imagen, me entiendes, te golpea una y otra hasta que te deja botado. Con unas pocas frases que rimen dejan una huella más honda y más accesible que la mayoría de los libros que conocemos. Y todo ese rollo de lo simultáneo en Cortázar, el rock lo deja atrás. Lo progresivo. El satori. El ritmo. Un libro toma en leerse… ¿Cuánto? ¿Entre 2 y 12 horas? Una canción de 5 minutos puede llevarte más allá. Y cuando escuchas un buen tema, es como si hablaras con un par, mientras que cuando lees un buen texto filosófico o literatura de altura, en realidad estás dialogando con un viejo que te lo presentan viejo y que se muere de viejo. Conozco gente de 36 que todavía siente lo mismo que a los 16, que respira ese mismo aire ambiguo y tiene capacidad de comprender sobre entender. Los grandes literatos de chile son sólo idiotas que se quedaron rancios.

MS: Y sin embargo, afirmas que no te gusta la posición de rockstar…

JR: Recuerdo un poeta que siempre decía “soy un rockstar de la literatura”. Es la peor pose. Si somos escritores, aceptemos que nos encontramos más en la admiración que en la acción. Ya no podemos cambiar al mundo. Ya no somos la mayor influencia. Sólo somos gente refugiada que detesta y ama y necesita un espacio libre donde marcar ese territorio. Lo plasmamos en la página. Otros dejan un rayón en la calle y puedes ver una ventana. No somos rockstars. No poseemos la mayor de las influencias, por no decir ninguna. De hecho, hasta los rockstar chilenos difieren de lo que se considera verdadero. Nos acercamos más a las bandas de garage que tocan para el que pase caminando. De hecho, recuerdo un capítulo de Pete y Pete donde el más joven de los dos pasaba en bicicleta por una casa y estaba tocando un grupo. Le encantaba la canción. Nunca había tenido un tema favorito, pero esa canción sonó en su cabeza varias tardes. No creo que una banda de garage sea un mal lugar. “Con una persona basta”, como decía alguien por ahí.

MS: ¿Y si pudieras recomendar un solo grupo?

JR: Hubiera dicho Los huasos quincheros, por joder, pero si recomendara un solo grupo, yo diría que Upa!, definitivamente.

Amímate ::::::

Al mimo de Plaza de Armas.

A veces, en ocasiones como ahora, me pregunto qué tanta importancia

Puede tener un poeta

No su poesía, sí su nombre.

Sui-dentidad, sui-diosincracia, sui-diotez.

Su biografía, wn.

Yo doy un paso y me siento un poco Lihn;

Estornudo y tengo un aire a

Bolaño; siento tu lengua por mi

Cuello y estoy ahí: Bukowski;

O Rokha;

Martínez;

Parra;

Redolés;

Lemebel;

O confieso que he vivido y chucha, me agarran los pacos, cagué, ¡lo dije todo!

Tanto nombre, tanta biografía, tanta identificación…

Y es que primero fue el prestigio y después el alcohol.

La cerveza nunca ha sido tan exquisita.

Sólo queríamos que se dejaran de meter en nuestros detalles.

Entiéndeme, hay cosas más importantes que la vida de un poeta. Hay artistas de verdad.

Hay gente allá afuera, tal vez en Plaza de Armas, tal vez en un afiche de la Alameda,

No sé, no soy Germancito, me sé

más bandas

que calles.

“Podría decir los versos más tristes esta noche”, yo podría nombrarte los grupos de Doom-metal más populares de Dinamarca, y al mismo tiempo meterle un palo en la raja al primer Carrasco.

Como si cambiara la calidad si eres experto en datos de: escritores, calles, músicos, hackers, la revolución francesa…

Al final, no somos (me incluyo en el círculo “poético”, ni idea por qué)…

No somos más que informantes… secundarios… periodistas prematuros del Mercurio…

Nuestro nombre no merece salir.

No merecemos biografía.

A nadie debería interesarle nuestro paradero, fecha de nacimiento, coeficiente intelectual,

Y es porque nosotros hablamos de otros

Y ellos hablan de aquellos,

El anonimato nos asegura la libertad.

Libertad de información.

Libertad de prensa.

Libertad personal y comunitaria.

Los Chancho tienen tres cosas buenas:

1. Se refieren a él como “vocalista de Chancho en piedra”, o “guitarrista de Lo Chancho”, “bajista”, “baterista”, son una parte de un todo y ese todo, su concepto, va más allá de ellos mismos.

2. Caco, tuto, pollo, lolo, facha… Son nombres cariñosos. No hay más identidad que la de un cabro del barrio, mañana salimos a jugar a la pelota, tocamos unos temitas, su piscola, su ron cola, su cola e mono, llamar a alguien por su nombre es casi como llamarlo “Señor”.

3. Adoran a un país del que se burlan todo el tiempo. Porque aquí, en esta tierra de sonrientes agringados, también hay una que otra persona real.

¿Qué te gustaría hacer antes

de morir?

Yo tengo una lista, pero me la estoy guardando para el día que me dé cáncer.

Me gustaría ser mimo, wn.

Uno de esos de La Plaza de Armas.

De esos mismos que cruzan lentamente cuando va pasando un auto, y cruzan de nuevo, y de nuevo…

Se ponen vestidos y máscaras blancas, pero no son góticos.

Roban pero no son ladrones.

Se van a humor blanco, lejos del tiempo.

Se disfrazan y son libres.

El mimo del programa que vi hoy día

Se llamaba Juan Pablo,

Pero creo que disfrutaba, más que nadie en el mundo,

Que los fines de semana

Le dieron unas horas

Para dejar de serlo.

Deletia ::::::

Ahorra el espacio.

Ocupa bien el espacio.

Ordena tu espacio.

Prende el playback, anda, súbele.

¿Qué dices, Gú?

Gú dice que me odia.

Y ella lo dice de nuevo, pero yo oigo:

“No quiero vert

e de nue

vo”, es que la

s cosas no se d

an como uno qu

isiera. Al final,

despiertas a luchar.

Y tienes que ganar.

¡Viva la libertad!

Ellos dicen que cuando rima tiene que ser verdad.

Ellos son todos skinhead en proceso de repulsión.

Conozco artistas psicópatas que no te tocarían un pelo.

Conozco derechistas que saben, luchan, y viven más vida que muchos neo-anarkos.

Y ahora que leo microsiervos de coupland, ella me dice:

“esa palabra es una contradicción en sí misma”.

“Neo anarkos”.

Quizás ella lee microsiervos al mismo tiempo.

Y me dice:

“Lo nuevo, la innovación, la vanguardia: neo; eso no es más que la mega - corporación pidiéndote que gastes más, que se te corra la baba”.

Quizás ella es un personaje de microsiervos leyendo un libro con mi nombre.

Y me dice:

“ Es como si el latín se hubiera inventado para que las mega-corporaciones tiraran el residuo en el vertedero de una población en alguna parte”.

Quizás ella conoce lo que sueño, y ella sueña el sueño de un sueño, y yo soy el sueño de alguien que sueña, alguien que vive donde el mundo es sueño, y sueña para liberarse, y sabe que es la prisión, que esa libertad es la prisión, y la prisión qué mierda sueña…

Y me dice:

“ Estoy escuchando Mogwai”.

Y me dice:

“El nombre, no sé, creo que es sobre esos personajes de Fainal Fantasi Siete, los mog creo que se llamaban…”.

Y me dice:

“Algo así como “el camino del Mog, la vía del Mog”.

Y me dice:

“ Tienes que matar a Ágata”.

Quizás tantas a’s me marean, y decida no escribir más a’s, y ella lo sepa, y ella, a eso se refiere ella.

Y me dice:

“ old songs stay to the end (8)”

Y me dice:

“ sad songs remind me of friends (8)”

Quizás ella se llame “Y”.

Quizás la música sólo sea conceptos, se vuelva lenguaje, deje de ser más abstracta que lo abstracto…

¿Y?

Y me dice:

“ oooold sooooongs staaaay to the eeeeeend…. (8)”.

Y me dice:

“Quiero morir a los veintisiete años”.

Quizás yo quiera morir a los 17, quizás sea

Una nueva generación del rock an rol clásico.

Quizás dos era mucho, amor, pareja, monogamismo.

Y soy un pendejo, un pajero / este rifle es igual que todos / este rifle es mío/

1 sea mejor que 2, siete sea siempre lo máximo.

Y decida morir ahora.

Y me dice:

“Aer… con ese verso. Inténtalo. El ejercicio”

AHORA. AHORA. AHORA. AHORA. AHORA. AHORA. AHORA. AHORA. AHORA. AHORA. AHORA. AHORA. AHORA. AHORA. AHORA. AHORA…

Xq le digo:

“ ¿sabes? cuando lo repites mucho…”

Xq le digo:

“más que perder el sentido/

sólo deja de parecer ahora, el presente /

se vuelve a-hora /

// a la hora exacta //

Domingomicidio ::::::

El domingo llega solo de nuevo ( gira gira y rueda girando).

Veo la mañana alrededor de tu rostro (gira y da vueltas y rueda girando).

Y tú, tú llevas tu rostro a mirar el otro lado (Gira contorsiónase y rueda girando).

- Noise – Si dios aprendió a decir adiós…

El domingo llega y el domingo se va, aquí viene ella de nuevo (Hola – Chau).

El domingo nunca se termina.

- Noise alejándose – (Pero la voz no la vendemos puerta).

- El cigarro se va apagando -.

A través del viaje pintado de rosa, el santuario de los cerdos de esta habitación (Sanz sonríe).

- tantatatatatatatan -. Ahora estoy perdido / me he perdido (Soy tan bello, piensa Sanz).

No hay pérdida.

Ahora estoy perdido / me he perdido.

No hay pérdida. No hay… – iuuuuu -.

En la compañía del hombre, interior, pérdida.

- tantararan, tantararan, tantararan -.

- el cigarro se apagó -.

Bueno, yo sonrío bien arquitecto.

Ex – presidente en el futuro tenso. Bien estirado en la fuente pintada de rosa.

Ahora estoy perdido.

- tantacatá -.

Se ha dicho hace mucho tiempo. Tú serás la primera y la última en saber.

Nunca amarás / nunca sabrás.

Nunca amarás / nunca sabrás.

- uweeuuwuuueuuuwuu -.

Silencio, platillos, adiós.

Historia simple sobre un pelotudo::::::

¿Ves? Historia simple:

“ Luego de todo, él pensaría en 3 posibilidades:

1.- Está embarazada y decidieron que el pelotudo la cagó tanto que no merece conocer a su hijo.

2.- Estuvo embarazada y se hizo el aborto. Y eso era la culpa del pelotudo. Mátenlo.

3.- Descubrieron que estaban teniendo sexo frecuentemente, y ella tenía 14 (casi 15, él se decía) y 17 el pelotudo. Y su padre era celoso, y ella, la bebé de la casa, tenía 14.

Bonus track (él se lo dedicaba a Eduardo Jiménez): Como el papá no dio explicaciones…

A) No tenía razones, sólo quería emputecerse.

B) Sí tenía razones, tan graves que le nublaban el razonamiento.

Daba lo mismo. El pelotudo anticipaba cualquier cosa, luego de todo.

Recordar palabras y

Personas

Interc

Onec

Tadas:

“Cobarde” – papito.

“No te quiero ver más” – ella.

Cobarde porque él traía un pariente a su lado, y eso nos lleva a…

“No quiero que te saquen la cresta. Si vas, llevas a alguien, sino no vas” – la abuelita del pelotudo.

Para el pelotudo daba lo mismo. Estaba destrozado. Oía balazos y esperaba que fueran para él.

Y luego, se decidió a escribir un poema hipotético sobre la situación, que decía así:

>

No era real. No era exacto. Pero no podía tocar lo real y lo exacto. Sólo quería salvarse.

Este pendejo de mierda, este pelotudo, sólo quería una respuesta lógica y segura”.

Yo mando pensamientos a su cabeza, le digo que se deje de mierda.

Que nadie le va a responder. Que puede que hasta haya matado a alguien y no lo sepa.

Que nació gracias a la pérdida de un hijo anterior, gracias a la dictadura que torturó a su madre.

Que la literatura no es bastarda, él sí. Que él es un pendejo de mierda

Y no merece

haber

nacido.

Que piense en eso antes de una explicación.

La tarde es nuestra, desnúdame, cantaba Serrano ::::::

Eran las cinco

A 1 hora de volver a dormir

O volver a escribir un poema

Y escuchaba Dover

“no, no, no” ( esa parte me encantaba.

Y luego de leer dos cuentos sensacionales

Venía un cuento que se llamaba “dos cuentos”.

Significó mucho cuando pensé que

Significaría mucho después,

Algo así como

Lo que me pasa con algunos relatos

Cuyo final me estremece pero sin comprender muy bien qué significa.

Sólo sé que más tarde, mañana, pasado, en la reu, en la u, en tu vagina o la de algunas después, en mis sueños, soñando con el después, tu vagina, la u, la reu, el día de mañana escribiendo un sueño en pasado…

Iba a pensar en eso de nuevo, iba

A tener un significado.

Recordaba escritores que corregían todo el día textos de 2000 páginas,

Y me preguntaba que guardarían esas páginas borradas.

A veces desearía que hubiera literatura no corregida, en vez de

Caerme de hocico después de mencionar a Kerouac en una fiesta de cultos.

Porque la escritura improvisada es ahora

Y la revisión (aun haber pensado todo esto) es una época, un instinto postergado,

Es una libertad enmascarada, y yo le quiero

Quitar el corsé.

Porque esos escritores “maduros”, no son más que líneas sobre palabras

Hagan lo que hagan, lo hacen bien porque la mitad del desnudo se fue a la cresta

Y yo pensando que había visto a Cortázar en pelota.

Me gustaría estar todavía en la fiesta de cultos,

preguntarles si algún escritor se ha tomado fotos desnudo,

Y así no perder totalmente

La esperanza en la literatura.

Lista de hombres que me gustaría besar antes de morir:

- Mi padre.

- Cristóbal Sepúlveda (The_Lunatic).

- Hitler.

- Che Guevara.

- Ricky Espinoza (vocalista del grupo argentino Flema y Flemita).

- Roberto Bolaño.

- Chuck Palahniuk.

- Philip K. Dick (es un apellido atractivo).

- William Gibson (pero a sus 18 años).

- Popeye (el mono animado).

- El Pete grande de Pete y Pete.

- Ren (de Ren y Stimpy).

- Lucía de Pinochet (vale, no es un hombre, pero lo parece).

- A mí mismo.

- A tu suegra.

- Mi profesor de Historia.

Lista de hombres con los que me gustaría llorar:

- Pero obviamente Kurt Cobain, ¿es que nos has escuchado la canción?

/\/ ::::::

No quiero

que compres este libro

Quiero que lo robes de tu tienda favorita

Quiero que lo saques del café literario más cercano y

se lo des a tus amigos

Y si tienes enemigos

quiero que les guardes una copia

Y se la entregues con un condón

una cajetilla de marlboros y

una cinta compilatoria que hayas

grabado

toda la noche

eligiendo los mejores temas en un orden a-la-hornby

que también significa / horny / caliente / y de ahí a hacer una película porno

y quiero que invites a tus conocidos más ………. (1) / apellido del escritor /

y que la grabación sea casera, con una de esas cámaras que no tienen ni efectos en blanco y negro

como las que usaban mis primos cuando fueron a méxico

que hagas acercamientos a la bulba de mengana

y al prepucio de fulano

y en la pared alguien haya escrito BENEDETTI con semen

y sangre

y mocos y freud no tenía razón, o se le había ……….. (2) /olvidado/

tenerla

Lo excitante que es meterse el dedo en la nariz

y de ahí, que deseemos follar a nuestro padre para

matar a nuestra madre

o violar a nuestra abuelita

con su culo gordo, varicoso y peludo

o pintarnos los pendejos con rayas naranjas, como tigres

o meternos una zanahoria por la raja

sólo para

experimentar

porque al final de cuentas

“todos tenemos gustos diferentes”

esa propagandita surrealista

de la conciencia

o esa extraña sucesión de mierdas cristianas

primero que seremos criminales

los hijos

luego que los padres /son/

irrrrrrrresponsables

y que

no hay matrimonios arreglados

que estos maricones en la agresividad de la palabra /y la palabra era dios/ y la palabra era

megavisión

canal trece

estos hijos de puto

(/y la palabra/

/era/

/DIOS/)

Nah (hidróxido de sodio), que estos huevones no les queda otra que

Empezar a hablar de una vez

Sobre el divorcio de dios y el mundo

Que quién sabe si fue con el grunge

O cuando se acabó la dictadura

O Dick (pene) tenía razón, y esto es un sueño que tuvo

Jesúcristo

Y que todavía estamos en el imperio romano

Que estamos conectados a máquinas, o puede que escribamos

Sobre Dick (idiota), escribiendo realismo mágico

En un paralelo donde no había drogas

(“HABIAN” DROGAS), yo le creo al profe salomón

o al final

el señor de onda se ponga a escribir bien

y nazca la contra fama

los poetas verdaderamente perdidos

no esos ególatras de flaitectives /falitectives/ que a la vez son la raja

que creaban movimientos de poesía en méjico

o esos verdaderos idiotas

que inventaban el nadismo

una verdadera U.E.A.

y en la contrafama el nadaísmo de Navarro

que a final de cuentas me da lo mismo

que es lo mismo al final

y nada, lo mismo

na’, da lo mismo

nada, y voh mismo

navarroísmo

nadavoísmo

YA NO EXISTEN LAS VANGUARDIAS

YA NO EXISTEN LAS VANGUARDIAS

Leamos a babilonia

Pero matemos a Borges

Y cojamos en una cama fría y ciega los restos de la mujer con la que se casó, su

Escribiente.

O a pinochet

A él démosle unas cuantas cachas, que el pobre horto de pinochet no se quede solo

Ese horto parado

Ese ………… (3) /recto/

Y movámonos por todas las bibliotecas fascistas y sacando portadas, peguémosle un

Sticker de bob esponja a la biblia y usemos las demás páginas

Para fumar pitos

Fumémonos el quijote de la mancha

Fumémonos la guerra y la paz

Fumémonos los detectives salvajes

Fumémonos a donoso

A auster

A loriga

A fuguet

Fumémonos rayuela

Y escribamos un libro, ya al final, cuando

Empiezas a sentir que te vuelves cronológico

Que cerrando los ojos y moviendo

La cabeza (encima del deltoide)

El mundo se mueve contigo

Escribamos un libro

Y pidámosle a algún lector

Quizás /tú/ /o nosotros/ /o ellos/

Que lo roben

Le quiten la portada

Le peguen un moco y una pegatina de 31 minutos

Y lo lean

Sólo para que cuando fumen

La palabra mundo

Se estén fumando un mundo

Y cuando estén fumando la palabra mierda

El libro sea mierda

Y muestre mierda

Y los valientes, que en ese tiempo

Esos que desaparecimos, esos que dejamos de quedar, de publicar

De ser y hacer

(To be is to do)

(To do is to be)

(Dubidubidú)

Esos putos patos con petos pitos y potos

De nada

Y Bolaño dice gracias

Y Bolaño dice: “¿Qué nueva narrativa?”

“¿Esos donositos?”

“En Chile quedan dos escritores por generación y deja de pedir, gilipollas”.

Y tú, fumándote

La literatura nazi en América

Dibuja un rockstar en el cielo

Casi la imagen de bolaño en un gaucho-no-sé-cuánto

Y termina este libro.

NO COMPRES ESTE LIBRO.

NO TE TRAGUES ESTE LIBRO.

No gastes más de 0 en la pomada.

Róbatelo.

Plágialo.

Desintégralo.

No seas colier pa tus weás, amigx

Que maricones en el sentido agresivo de la palabra hay muchos.

Uno de ellos escribe sobre detectives

Y aparecía en la propaganda de la obesidad mórbida del 13

Otro de ellos debe estar escribiendo en un foro en internet

“Oh, santo borges, ¿por qué? Dime por qué el arte noventero es tan gratuito”.

“tan plagiador”

“y esa manía de escribir sobre cosas poco universales”

“nombrar y nombrar”

“enumerar y enumerar”

“basura que va a pasar”

Y quiero que ese maricón de mierda

Lea mi libro

Y lo deseche

Quiero que el papa lo deseche

Que el maricón de valente lo deseche

Necesito decididamente que lemebel lo deseche

Rezo porque neruda lo lea en la tumba y lo deseche

Que las cenizas de bolaño se junten alrededor del mar y digan al creador de la cruz de cronos:

“Este libro es una mierda”.

Por eso TÚ,

Debes,

Robarte,

Este libro.

Sacarle todas las páginas

Hacerle bigotes a mi fotografía (si es que la hay)

Pintarme pelo rubio y mejillas sonrojadas

O un pico /8=D/

Ahí, en mi boca

Y si hay ganas (si es que las hay)

Pegar las hojas en los baños públicos de los colegios y las tabernas de Santiago, justo,

Abajo,

De donde sale: “póngale nombre al pico”.

Arráncale la portada de una vez.

El puto libro que tienes en las manos es un producto de consumo.

¿Sabes cuánto cobraba por una obra el antidonositos?

¿Sabes cuánto cobró el vate mesías por Con españa en el corazón?

¿Sabes cuánto cobró el culo de la eternidad por sus antipoesías?

¿Sabes cuánto cobra la coca cola por tu express de gamba?

La vida de un irakí.

Eso es todo.

Ahora quiero que rompas mi libro.

Y entonces recuerdes la escena de Dag tragándose un billete de cincuenta dólares.

Al final eres lo que comes.

Pero este es el medio.

Esta es la burguesía del tiempo.

La post dictadura que marca el vacío.

Así que, si este es el medio, eres lo que no eres

Y si comes, mastícalo.

Fúmate mi libro.

Cómete mi libro.

Pega una página en una micro que no te lleve al hogar.

“¿Y cuál era nuestro hogar?”, pregunta el sueño de bolaño.

Ésa es la frase que estás leyendo mientras

Los israelitas y los palestinos se matan

Un cráneo ensangrentado cae junto a la pierna de una guagua.

Una pierna que ya no es de esa guagua.

Destruye este libro

Plágialo, hazlo cenizas y luego

Tíralas a un escupitero de cowboys

Mándalo por el water como un pescadito que ha visto a dios

Porque al final

Todos los que vemos a dios nos vamos por el water

Y los poetas de la nueva

Somos la nueva mierda

¿Cierto, Bolaño?

/\/2 ::::::

Dedicado a… ¿Cómo te llamas hoy día?

La Navidad de hace

5 Horas

38 minutos

y 6 segundos

me recordó a un cliché sobre los regalos.

Uno sabe que algo es un cliché cuando una … (1) (1: mala persona)

Te lo restriega en la cara.

Esta vez, me refiero al cliché de Alvin y Clarissa, haz un regalo de corazón, con tu esfuerzo, y ella lo agradecerá.

La puta de Tatiana me metió el cassette por el … (2) (2: buzón)

Pero lo siento diferente ahora.

Todos me regalaron pura mierda, ¿sabes?

Ropa (pido a jebús que no me vuelvan a regalar ropa)

Un libro con frases de autoayuda (y nunca hago tarjetas, no sirve)

Un libro de teillier (LOM de luca; el de Lihn me hubiera entusiasmado)

Y mi padre les regaló a todos un cuadro tridimensional de un barquito a la deriva

Enmarcado

Con el mar y la tierra pintados con acuarela.

El barquito es de madera y papel celofán.

El asunto es que a mí me llegó el más grande.

Con más detalle.

Y como le dije que los códigos de barra

Tienen el número del diablo

Le pegó una

Calcomanía de código de barra y le hizo unos cachos.

Mi padre siempre ha sido un artesano, más que un artista.

Un artesa más que un jipi.

Un visitante más que un padre.

Pero, entre toda la mierda que me regalaron, estaba el barquito de mi padre, ¿sabes?

Y era el más grande.

Ése fue el barco más grande, entre todos los que regaló

Y me hizo sentir

Entre toda su rabia, su paranoia científica, su distancia,

Cierto esbozo de mí.

Y yo era grande. Yo era el más importante.

Hace un tiempo, Tatiana me regaló una foto del espacio.

Pegada en la pared, sólo se ve un pedazo negro

Por el estúpido cuadro encima

de un barquito tridimensional.

P.A.W. ::::::

El gran problema no es la pobreza, el maltrato de niños, las violaciones, el asesinato, y un gran etcétera.

Piénsalo.

Conoces muchos tipos y tipas que

Están en contra, y

Un 10% o más que los apoya en secreto, hasta que

Llegan las cámaras y se acabó por unos minutos.

Consensos, heroísmo, salvadores, mártires-celebridades.

“Somos más populares que jesucristo” (y podrían haber sido más

impopulares que el día domingo habrían

vendido discos igual).

Yo no les crea una wea’ de lo que dicen esos políticos.

No les creo ni a los cultos ni a los ignorantes. Nadie sabe el problema excepto yo.

Lo realmente importante,

El problema verdadero:

La wajardosis.

Todos esos etcéteras: pobreza, violación, asesinato, maltrato; dan

Lo mismo en comparación con el mal que nos ha hecho la wajardosis.

Tú lo sabes, yo lo sé, ella lo sabe, él lo sabe; y ellos le dicen a sus amigos, y sus amigos a sus amigos, y así, y así (pantalla dividiéndose, visión de mosca).

Wajardosis es lo que debemos eliminar.

Wajardosis es el mal verdadero y absoluto.

Si no existiera la wajardosis, todo sería realmente bello.

Te lo juro por lo que conozcas, creas y sepas. La wajardosis es la causa y efecto de todo lo podrido en este mundo.

Y en otros mundos,

En sus lunas y sus

Estrellas

Y en los mundos de esas estrellas

Y en las estrellas de esos mundos, y así, y así (visión de dios, pantalla gigante, el control cambia de canal)

Wajardosis inconcebible.

Wajardosis imperdonable.

Wajardosis es el problema, lo ha sido, y siempre lo será.

No dudes de mi palabra, duda de la wajardosis.

Si yo estuviera en tu posición, me haría caso.

De hecho, tendrías que votar por mí.

Y tendrías un gobierno libre de wajardosis.

Y no habría wajardosis en las calles.

Ni entre las sombras, ni en mi

País. La wajardosis se habría evaporado.

Sin wajardosis, prometo la Nación libre.

Sin wajardosis, da por sentado un mundo feliz y con sentido.

Un mundo sin arte (no hay nada que alegar)

Un mundo sin ayuda (no hay nadie a quien ayudar)

Un mundo sin humor (no hay de qué reírse)

Un mundo sin revolución (no hay de qué revelarse).

Un mundo sin orgullo (todos somos iguales)

Un mundo sin nada que hacer, ni decidir,

Más que el suicidio.

Poema ya publicado ::::::

Si se publica este poema. Si sale en alguna revista. Si lo bajas de una web y lo imprimes,

Quiero que lo dobles y te hagas un avión de papel. (Acércate a la ventana) que vuele lejos.

(Sé que ambas son inútiles, pero)

Eso es lo que me gustaría hacer en vez de redactar

Una mierda de poema ya publicado.

Televadores ::::::

Saca el lápiz

Salva tu gracia

Marca estas palabras

En su tumba

Saca el lápiz

Salva tu gracia

Marca estas palabras

En su tumba

Saca el lápiz

Salva tu gracia

Marca estas palabras

En su tumba

Saca el lápiz

Salva tu gracia

Marca estas palabras

En su tumba.

Deberías haber visto

El concierto que te dimos

La página de concreto

Que denota el homicidio

Ahora saca el hígado

Savia de tu sangre

Marca estas palabras

En tu tumba.

Tres Haikucitos Quiroga ::::::

1.

El amor viola.

El amor gime.

Escúpeme.

2.

Escalereando

Él significa

“Quédate, basta”.

3.

Escribiendo solos

de muertos solos.

Perecen más allá.

Sólo otro estúpido cuento sobre la inmortalidad.

Ese cliché de que la vida te sorprende se aplica muy bien cuando abres la puerta del baño de un restorán y encuentras a un mafioso jalando coca.

- ¿Tú estabai hueiando con la chapa? -.

Cuando algo te impide respirar tus ojos se vuelven como de pez. Te sientes metros bajo el agua, con cadenas atándote a botas de concreto. Como un mono lanzado al espacio, con la cabeza a punto de estallar porque la puerta de la cabina se ha abierto.

En este caso, lo que me impedía respirar era el tibio chorro amarillento que corría por mis bermudas.

- No, creo que estaba atascada – digo, ocultando el rumor con mi voz.

Por alguna razón, creo que todo esto, la separación de mis padres, la psicópata de Carmelia, la masturbación, la depre, las drogas y la posibilidad de fallecer ahora, tienen algo que ver con el año 1994 y una mina llamada Tatiana Muñoz.

Jorge. Jorge iba a ser guitarrista. Se sabía todas las canciones de los Beatles, y tenía todos los discos. Le faltaban cuatro singles para poseer una colección envidiable. Hasta la cara que tenía le iba a servir. Una cara de rubio enloquecido. Ojos pequeños y azules. Mentón con un hoyuelo en el medio. Pelo largo. Alguien como Axl Rose o Kurt Cobain. Un clásico.

La idea era la revolución. Los métodos eran efectivos. El cuarto medio debía ceder el poder popular a nuestro honorable tercero básico.

Instrucciones para iniciar la revolución:

1.- Doble una hoja hasta hacer un avión de papel decente. Consultar la consagrada serie “diversión con papel”, si no se conoce los aspectos técnicos.

2.- Introducir una barra gorda y dura de stic fix en medio del avión.

3.- Asegurarse que un personaje popular del cuarto medio esté presente en la cancha.

4.- Dirigir el proyectil desde una sala en altura, y tener una puntería certera.

5.- Lanzar el proyectil a la cabeza del sujeto en cuestión y acertar.

- ¡Bien! ¡Le va a salir el medio cototo! -.

- ¡El mundo académico-social está tomando la ruta alternativa! -.

PS: asegurarse de salir corriendo.

- De esta sala vino – dijo la voz junto a la puerta.

Me tomaron por los hombros y me preguntaron:

- ¿Fuiste tú? -.

La cosa es que siempre he tenido cara de bebé. Tengo esa cara que cuando te miras al espejo dices: “este guapetón no se lo pierde nadie”, y cuando llegas al colegio las minas te observan como un esputo pegajoso que sacaron de la superficie del asiento de micro, seguramente el residuo de lo que estaba pegado en el culo peludo de un gordo conserje que casualmente se guardaba los mocos en el bolsillo del pantalón. Esa combinación de chicle rancio, poto, cuerina carreteada y cañerías, no sólo me hacía creer que era galán cuando era un desperdicio humano, sino que me daba una superficie de inocencia penosa. Los empresarios de la popularidad me soltaron de los hombros en un santiamén.

A Jorge se lo llevaron.

Me sentía inmortal. Sentía que mi destino era formar el fan club del cuarto medio.

Recuerdo que mi depresión de la mediana edad la sufrí a los 8 años.

Cuando se separaron mis padres no me sentí abandonado, todo lo opuesto. Los veía tan apartados de su infancia, del amor, de las promesas, de la plenitud y la satisfacción que les había ofrecido el carné de adultos, que me sumergí en su conciencia. Mi cuerpo se volvió inutilizable y mi mente se adelantó 27 años. Me convertí en un gusano entre sábanas que miraba el techo para provocarse llanto. No conversaba con mis amigos, perdí confianza en el amor, maté al dios con el que hablaba constantemente, me volví introvertido y latero, sacaba pésimas notas y esa inmortalidad que había captado en un principio comenzaba a parecerse a la de Borges, porque lo único que quería era morir. Tampoco es que me esforzara por ello.

Cuando tienes depresión, tu mejor amigo es el pérsonal. Escuchas cassette tras cassette en un día de clases. Miras a cada uno de los presentes. Te preguntas sobre las cosas que podrían salvarte y las niegas todas. Pones tus brazos sobre el pupitre y la cabeza entre los brazos. Dejas caer unas lágrimas y te suenas con hojas de cuaderno. Notas que nadie te nota. Puede que en ese momento estés escuchando How to dissapear completely de Radiohead y la ironía te cause gracia, pero va a ser una risa melancólica. Cuando un perro te ladra o alguien te mira feo sientes ganas de patearle el cráneo, pisarle los testículos, morderle el cerebro o manchar de hígado enemigo tus dientes amarillos.

- ¿Y qué onda? -.

Él sostenía una coca-cola de 350 cc. Yo tenía una lata de Bilz.

- Depresión. Me han mandado al psicólogo. A un psiquiatra. Hasta el momento concluyo que la palabra “especial” es una mierda, pero no mucho más -.

- ¿Y por qué te dio? -.

- Una cosa con mis papás, no sé -.

Bajo su brazo traía un maletín. Dentro había partituras de canciones en piano, tablaturas para guitarra y bajo, letras, arreglos. Jorge corregía una y otra vez.

- ¿Sabes lo que creo? Pues creo que la depresión es una pelotudez. Hay que aprovechar lo poco que se tiene. Siempre hay alguien más jodido.

“Jodido”. Esa palabra despertó en mí muchas sensaciones.

Años después, en una película, un tipo llamado Tyler Durden sanaría su insomnio yendo a terapias grupales. Años después, en una película mexicana, dirían la frase exacta. Un día después de que Jorge me dijera que alguien siempre está más jodido, yo aprendí a masturbarme con una revista Minami.

Culos. Tetas. Tobillos. Cuellos. Caras. Labios. El pelo que se dejaban detrás de las orejas. Este era mi cielo particular. Mi observatorio de sanamiento. Mi revista pornográfica de auto-ayuda.

Salía de clases de arte sólo para ver a las minas de otros cursos haciendo gimnasia. Mi deporte favorito era el voleibol. Las minas saltaban mucho, era genial. Y ni hablar de la llegada del axé, con t-chan. Siguru chan, amaru chan, siguru cha-cha-cha-chan. La televisión era mi escalera al cielo. La internet mi I ching sexual. Cada vez que una mina estaba impidiéndome el paso, yo escondía mis manos en mis bolsillos y tocaba piola esos exquisitos culos pre-adolescentes. A veces una mina se agachaba a recoger un lápiz y yo me ponía justo detrás de sus glúteos y veía por la ventana.

- ¿Es idea mía o eso en el poste es una gaviota? -.

- Te apuesto que es una diuca bebé – decía la mina sorprendida por mi táctica profesional.

Con el pasar del tiempo, otros se sumaron a mí. Me hice de una colección de porno gigantesca, y conseguí el dinero elaborando una “Guía del placer pre-adolescente” que vendía a la salida del colegio.

“Capítulo 1: Masturbación. Manual del secreto.

Capítulo 2: Cuartiar. El observador y la masturbación mental.

Capítulo 3: Manoseo. La táctica ninja.

Capítulo 4: Yumbina. Sólo diles que es vitamina C.

Capítulo 5: Acostarse en el piso en clases. Perspectivas underground a una minifalda.

Capítulo 6: La conversación de hombre a hombre. 3 sencillos pasos para evitar a un “padre responsable”.

Capítulo 7: Estuches, cuadernos y otros derivados. El objeto de esconder objetos de una fémina en el objeto.

Capítulo 8: El beso francés. Científicos descubren el sentido de tener lengua (…)”.

Me volví pornógrafo. Experto en japonesas de calendario: Yumi Onoda, Kaori Ohara, Uehara Ayaka, Bunko kanazawa, May Iibiko. Pasaba horas aprendiéndome los diálogos de esas pornos oníricas del cable. Leía Playboy, Penthouse, Minami 2000, Sexshop, Gemidos, Japanese pornorama, a León Pascal, esos libros guatones de hentai, Paula, Cosas. Incluso Fibra. Mi serie de animé favorita era Bastard. Mis ovas: Goldenboy. Mi cómic japonés: DNA2. Mi cómic gringo: The Mad reader. Mi cómic chileno: Diablo, Condorito. Conocía todos los clásicos: Ron Howard, Ben Dover, Pamela Anderson, las Housewife Hussies, los canales en Europa, las empresas pornográficas en Chile. Sabía a qué página meterme y a cuál no. Sabía qué videos cobraban y cuáles eran gratis. Podía detectar si una película iba a mostrar sexo o iba a cortar la escena justo cuando se empezaran a desnudar. Sabía si una mujer llevaba sostén. Calculaba las medidas. Detectaba si tenían prótesis o eran a base de sopa de pollo. Si dejaban una muñeca o una parte del rostro desnudo, podía deducir perfectamente cómo se verían desnudas. Colágeno. Tipo de lápiz labial. Maquillaje o realmente ruborizada. Había adquirido un sexto sentido. Tenía un tercer ojo en el pene. Era virgen, pero a quién le importa. Yo y mi mano estábamos empujándonos uno al otro fuera de la depresión.

Ella, según pensé en algún momento, lo había arruinado todo.

Tatiana se sentaba unas filas delante de mí. Yo sabía que no era toptén. No le alcanzaba ni para topnovecientos. Ni su cuello ni sus pechos ni su estómago ni su culo ni sus muslos ni sus tobillos satisfacían mis altos requerimientos pornógrafos. Me quedaba debiendo libidoráting. Mi pene conversaba conmigo y me decía:

- Weón, la cagó, es que esta mina no es ni fotogénica ni realidadgénica ni nada. Te apuesto que hasta salió mal en la ecografía -.

Yo estaba sentado en la escalera escuchando Creep de Radiohead. Ella se sentó junto a mí, eso es todo. Ella me besó en los labios, eso es todo. Ella me preguntó cosas que siempre había querido decir. Me reconoció en ella. Me sonrió. Alguien me sonrió, resultó ser ella y eso es todo.

Me senté en la cama, solo, como todos los días. Recosté lentamente mi cuerpo. Bajé el cierre, puse un video, y esperé.

Cuando vi mi pene, era como si en la punta hubieran colgado un cartel de “fuera de servicio”.

- ¡¿Qué mierda me hiciste?! -.

En la sala se escuchó el grito, pero pasó desapercibido. Yo era un freak, todavía eran los noventas, y podíamos tomar el ruido como un gran silencio en el que todos querían hablar para decir prácticamente nada.

- No entiendo – dijo Tatiana -.

- ¡¿Qué no ves?! ¡Ya no puedo pajearme! ¡He perdido mi esencia! … Y claro, te atribuyo la culpa -.

- Me gustas, Maori -.

- Eh… No, ¿ves? Yo no te gusto. Yo soy desperdicio humano. A ti te gustan tipos atléticos, fornidos, gente de bien -.

- No, Maori, me gustas tú -.

- Mira, si sigues diciéndome eso vas a acabar con mi vida. NECESITO: pajearme. Necesito esa fortaleza. No puedo meneármela si tengo tamaña responsabilidad contigo -.

- No tienes ninguna responsabilidad. Sólo quería decirte que me gustas. Eres lindo -.

- Ahora soy lindo… Creo que no nos estamos entendiendo. Yo no soy lindo. Soy feo. Si fuera lindo no me pajearía para sobrevivir. Probablemente estaría en el sur levantando casas para los pobres o ayudando a prevenir el Sida o algo así. Para masturbarme, necesito ser feo, es una excusa para hacer algo no-productivo.

- Pero yo no quiero a alguien productivo. Yo te quiero a ti. Lindo.

- Si te sonrojas, me autoexilio - dijo mi pene.

- Oka, me quieres a mí. Oka. Te creo -.

- En serio – dijo ella -.

- ¿Y qué hago yo? -.

- Sonríes y me miras directamente a los ojos -.

Hice lo que me dijo, sin esperar nada a cambio. Claro, el que lo estaba recibiendo todo era yo. Y mi pene parecía MTV pasando videoclips de la ruptura de mis padres, que por supuesto tenían de fondo la canción “It’s a beautiful day”.

Perra vida.

Cómo decidí tener una relación con Tatiana es… Resulta que las niñas normalmente tienen amigas. Esta tipa se llamaba Carmelia. Carmi. Pinta de boy scout kamikaze, como el oso milico de . Pelo corto, casi de niñito. Rubia. Calculadora. Tenía rifles de postones en su casa en la playa y le disparaba a las gaviotas como si fueran fotografías de Allende ampliadas a un millón por ciento, en total quietud, a un centímetro de distancia. No era la clase de mina con la que quieres casarte sino más bien la mujer que quieres de corredora de bolsa, abogado, guardia nocturna de seguridad, asesina a sueldo, Mistress sadista, ametralladora humana. En el colegio la llamaban histriónica. En el colegio la gente recibía muchos golpes.

- ¡Despierta, freak! -.

Seattle no escuchó el grito. Había un timbre junto a la puerta, pero creo que le gustaba hacerme sentir como si me levantara de un catre en el regimiento militar.

- ¿Quién es? – dijo la mucosa en mi garganta, buscando refuerzos para las legañas heridas.

- Carmi -.

- Ah, pasa -.

En mi cuarto había pegado hace un tiempo varios pósters, condones, y un meneado etcétera.

- Vacha, vacha, la vida de un freak -.

- Pornógrafo es el nombre científico -.

- ¿Y cuál es la ciencia?

- “A” igual a “B” igual a “C” igual a “Masturbar-C”. Cualquier otra fórmula es aplicable para el mismo resultado. Y si estás muy aburrido para hacer los cálculos, cosa de echarse una paja y se te olvida.

- ¿No que leías? -.

- “Paja o no paja: esa es la cuestión” -.

- ¿Y escribías? -.

Mensaje de texto para Carmela: “lee este cuento”.

- Claro, siempre escribo. De todo un poco. Temas muy variados -.

- Mira -.

Directo al grano, así me gustaría que fuera el mundo. Imagínate lo que sería tener un orgasmo por respiración. Directo al grano. Sin rodeos. Sin necesidad de relacionarse. Aspiro y tengo un orgasmo. Se me caen cien pesos y eyaculo. Me rasco la nariz y múltiple. Rozo el punto G cada vez que me chupo un dedo.

- ¿Me estás escuchando o no? -.

- Sí, obvio, siempre -.

- Bien. Mira, no sé si te lo mereces, pero esta es la cuestión. La Taty está loca por ti. Yo te agarraría el cuello y haría un nudo de mariposa, pero esa es la Taty. Si no quieres perder a la única persona a la que le importas algo, te aconsejo que vayas a su casa, le lleves algo bonito, y le agradezcas pero hasta que se te desintegren las neuronas.

- ¿Sabes? No me… -.

- Anda o te corto las weas, conchetumadre -.

- ¡Sí, señora! -.

La casa de Taty era muy humilde. Me recordaba a mi antigua casa, antes de la separación de mis padres. Casi el mismo barrio pobre, casi los mismos ladrillos rojos, las mismas rejas de alambre, el totalmente reconocible olor a pollo vivo corriendo por el patio, las inigualables plazas que conducen a canales vacíos. Recordé lo que era pisar el barro, dormir en una pieza sin puertas, mi papá inventando el cuento que tenía enfrente, el viejo video y el televisor con perilla. Me estaba adentrando en la nostalgia, y pensé, por un momento, que una caja de vizzios no era suficiente. Ya era obvio cuando vi salir a la Taty. Yo no merecía esto.

Casi tiro lágrimas cuando le entregué la cajita. Ella me estaba dando demasiado.

- Es mi mamá - dijo -.

- ¿Y por qué llora? -.

- Está media loca -.

Recordé a mi propia madre, y los gemidos melancólicos de la mamá de Taty sólo me la hacían peor. Rebotando cada eco y a través de la pared. Mi cabeza devolvía con mis ojos. Quería llorar.

- Sabes, venir a tu casa es como adentrarme en… no sé. Como un mundo perdido, ¿cachai? Algo que tenía que olvidar y ya no sé por qué -.

- Sí, creo que comprendo – dijo -.

- Esto es tan parecido. Es como abrir una compuerta en mi cerebro y visualizarlo todo -.

- ¿Te puedo preguntar algo? -.

- Claro -.

- ¿Nunca has sentido que guardas una especie de mesa estiradora como en Los locos adams, sólo que al revés? -.

- ¿A qué te refieres? -.

- Como algo al centro del cuerpo. Que te pide y te agarra, empujándote hacia el interior. Que nunca podrías sacar de tu sistema.

- Sabes… yo me estoy abriendo contigo. No me había pasado. Te estoy contando cosas que… -.

- Si sé -.

- Yo no, no creo que esté enamorado. Ni siquiera sé si es por sufrimiento o qué. No entiendo esta wea’. Ni idea qué chucha quiero, la verdad. Por ahí decían que perdido es el único camino realmente sano, pero no sé si estoy perdido. Creo que tengo desesperación. Quiero llegar a ese lugar feliz que me prometían las propagandas de pasta dental. Quiero mi jodido nunca jamás. Ese “lugar en el que nunca he estado”. Ser niño, jugar, reírme de tonteras y preguntar tonteras. No sé, Taty, si es por el sufrimiento. Quizás sí. Quizás necesito alguien que sufra. Pero que pueda mirar a los ojos. Que me muestre un camino. Contigo me desahogo, pero también está el asunto ése. Que me siento más solo que la mierda.

- Necesito que sientas algo -.

- ¿Sentir amor? Ya te dije que… -.

- No, mongo, es otra cosa. Es algo que tiene que ver con eso del sufrimiento. Algo personal -.

- Bueno, dale -.

- Acerca tu mano -.

Siendo virgen, siendo sexualmente audiovisual: no me esperaba eso.

- ¿Cómo se siente? – dijo -.

- Bien. Extraño, pero muy bien -.

- ¿Lo sientes? -.

- ¿Qué cosa? -.

- ¿Mi corazón? -.

- Más o menos.

- Quiero que dejes de sentirlo. Pasa los dedos por la piel.

Se sentía suave, hasta un punto en que algo molestaba, y suave de nuevo.

- ¿Sientes la cárcel? – dijo -.

- No entiendo -.

- Es la cárcel del dolor. Mi cuerpo, tu cuerpo, el de todo ser humano.

- Es suave, no se siente como cárcel -.

- Créeme, lo es. Somos contenedores.

Me dijo que había algo más allá de su corazón. En ese pecho. Una abertura. Me dijo que ella lo sabía desde la abertura. Los seres vivos somos contenedores de dolor. Cargas eléctricas de energía que aprisionan momentos, el principio y el final, dijo. Aprisionamos el dolor y con ello somos capaces de tomar fotografías. Dejamos marcas y luego pasamos al olvido. Nosotros dejamos de ser, pero nuestro nombre y carnet de identidad suben a la fama. Ella dijo que no temía el día de su muerte.

El pecho suave me conducía en una canción de cuna por las palabras de Tatiana.

- Pero esos momentos son estancados con nuestro nombre. Se vuelven clásicos. Se dividen. No somos capaces de tener una conciencia de la historia, porque la historia nos la cuentan nombres y títulos. En la muerte, en cambio, estamos unificados. Tenemos el mismo propósito. Nos movemos por la misma nada y vacío, sin movilidad en lo absoluto. Somos abono. Alimentamos la tierra. Servimos al propósito de la vida. No hay fichas con nuestras identidades. No hay peligro de ser callados por hablar de más. Nadie habla, y sin embargo somos la palabra más poderosa. ¿Qué piensas de eso, Maori? -.

- Pues supongo que no deberías llamarme Maori -.

- Me gusta Maori -.

- ¿Y el anonimato?

- Hasta el anarquismo tiene autor. Ponle el nombre y quítale el apellido. No más herencia.

- Insisto, ¿y el anonimato? -.

- Maori es un nombre perfecto para destruir el copyright.

- Tú debes amarme mucho como para decir tanta lesera… -.

- ¿Lo sientes? -.

No supe si lo que tenía que hacer era pasar mis dedos por su pecho o darme cuenta que ya no había gemidos.

Muy tarde. Es igual.

- ¡Niña de mierda! ¡Con una vez no te basta! -.

- Mami, para -.

- ¡Ya sabí en qué te metiste con la leserita esa! ¿Ahora querí dejar a otro en las mismas en qué estai tú? ¿Querí que el cabro se haga el exámen?-.

- Maori, por favor déjanos solas – me dijo al oído -.

Por más que lo intentara, no podía escuchar mis pasos en el griterío.

Así que estoy en este restaurant, ¿sabes? Y bajo al baño a mear la 5ª cerveza.

Ese cliché de que la vida te sorprende se aplica muy bien cuando abres la puerta del baño de un restorán y encuentras a un mafioso jalando coca.

- ¿Tú estabai hueiando con la chapa? -.

- No, creo que estaba atascada -.

Corren gotas amarillas por mi pantalón. El mafioso se acerca a la puerta. Toma con dos dedos el cerrojo.

No pienso en nada. Sólo tengo miedo, y ni siquiera lo sé.

Puedo morir.

Ahora.

Sin más. Sin completar absolutamente nada.

- Vaya, pendejo -.

Atención, atención, sudor frío cayendo por pasillo veintitrés.

- Sí, tuviste cue’a – me dice -.

El cerrojo a medio cerrar.

Tomo lo que me queda de la cerveza. Prendo un cigarro. Desde la escalera que conduce al baño aparece el mafioso y me da una palmada en el hombro en señal de amistad.

No entiendo nada, así que bajo al baño. Compruebo que el cerrojo se podía abrir entero.

Me miro al espejo. Mi cara de bebé me ha salvado nuevamente.

(Escrito con plumón negro en una tumba del Cementerio General)

Tatiana:

En fin… aquí, batallando, te recuerda un soldado inmortal.

Cambio y fuera.

Phil.

- ¿Qué opinas? -.

Es difícil articular una frase cuando, frente a ti, una babosa de dos metros te mira con su ojo hábil. Presumo que eso a la derecha es pollo, esa cosa que parece una araña con plumas hecha de compota o masa de huevos con mantequilla y harina. Camila levanta uno de sus brazos / tentáculos y la acaricia como una serpiente. Una boa genéticamente alterada para servir a los satisfechos y apurados clientes de un mcdonalds al otro lado del mundo.

- ¿Qué tal? ¿Te gusta? -.

- Eh -.

Cuando tienes un arma en la boca, sólo puedes hablar en vocales. En mi caso no tenía un arma, sino el gusto y olor de un local de comida rápida, y en los ojos un cuadro surrealista o una imagen del cielo.

Ella decía que Tonka, la vaca sin cabeza, me estaba sonriendo. Las esporas en su espalda estallaban a mayor velocidad.

- ¿Cuánto es el pasaje a Filadelfia? -.

Nunca había estado en un aeropuerto, pero es igual que un terminal de buses, sólo que un poco más lejos de la sociedad centralizada. Alrededor hay una sobresaliente cantidad de carreteras dando círculos inútiles, con más gente a la entrada, mayor cantidad de maletas, un aumento en el apuro contenido en los rostros de la gente que se te cruza y te golpea en el hombro.

La tipa que me atendió se parecía a las tipas que normalmente atienden a tipos como yo en el aeropuerto. Sólo faltaba una cámara para darme cuenta que todo era actuación y que mi camarín me estaba esperando luego de la escena. Esto no era un sueño. Esto era una película.

Hace un tiempo quería escribir un cuento sobre un tipo llamado Phil. Phil nacía en Santiago, en Maipú. Su nombre no es el típico nombre norteamericano horrible. Phil no era Chónatan, o Yordi, o Yordan. Phil tenía un estilo especial, quizás porque en mi infancia veía mucho El príncipe de Belair. Así que Phil creía que su destino era vivir en Filadelfia. Y que sus grandes secretos tendrían que ser filias morbosas. Y que la anécdota que contaría en Filadelfia sería: “No, es que en Chile me llamaban Pil, como píldora, y cuando me tragaba una píldora era como esa foto donde un tipo se contorsiona hasta penetrar su cabeza en su propio culo. Algo totalmente alucinante, ele-ese-déico”.

Decidí que nunca escribiría el estúpido cuento. Por lo tanto, tomé mi pasaje para decirles a todos los gringos que mi nombre era Phil, ir a Filadelfia, conseguirme un delfín, tener filias inconcebibles, y vivir todo lo que el saco e wea de mi personaje no podría vivir nunca.

En el viaje dieron una película de los ochentas. Era dormir o ver la película. Y ver la película significaba 18 horas, consciente y sin fumar. No recuerdo el nombre, pero recuerdo una escena. La rubia se paseaba por una habitación, de noche, con leves luces a través de la ventana. Llovía. Alrededor de la mujer había repisas con muñecos mecánicos que cantaban viejas canciones. Estaban vestidos de militares. Generales conocidos. Grandes almirantes. Hitler, Napoleón. La mujer tenía el rostro muy blanco y el pelo muy amarillo. Se pintaba una línea gruesa de negro en el rostro, tapando desde las cejas hasta el comienzo de las mejillas. Marilyn Manson había hecho lo mismo en The Beautiful People. El tablero de ajedrez mostraba un juego incompleto. Un hombre con envejecimiento acelerado la miraba a la distancia.

Qué pedazo de mierda. El lugar en que me alojé parecía una copeba construida a base de hongos con 35% de madera, fibras de mojones por cemento, un baño que colapsaba si pisabas la pequeña alfombra de adorno, seguramente echa de la piel de una rata que el dueño se había encontrado en el sótano, donde el cadáver del conserje había de tener un letrero exigiendo la paga de hace 25 años y los gusanos roían sus huesos corroídos. Escuchaba los disparos afuera, tal vez negros matándose entre ellos por un juzgado injusto en un concurso de hip hop. Temía que una araña se colara por mi oído y se pusiera a morder mi cerebro. Era tan posible como que las hormigas royeran tus testículos, como que las baratas encontraran su hogar en tus tetillas, como que una mosca se metiera por tus fosas nasales y en la mañana tosieras un esputo con pequeños huevos. En ese momento, podías amar y odiar. Yo, por ejemplo, amaba la inteligencia de mi personaje. Y odiaba, por ejemplo: mi vida, la literatura, los impulsos eléctricos de mi cerebro…

Tenía que encontrar un lugar donde vivir. Por lo tanto, lo primero era un trabajo.

Era un odioso, pero el único contacto disponible en todo Estados Unidos. Sólo imagínate que el tipo era chileno y les decía a todos que su apellido era Foucquet. Convencía a su círculo de amigos que era amado en la tierra natal, que lo veían como el Salinger chileno, que había estado escribiendo una novela por 6 años e iba a causar conmoción. Había trabajado en el canal dos. Le había llamado “El mayor proyecto innovador de Chile”, “La nueva generación televisiva”, “El único canal que comprendía al adolescente”. Era un engrupido. En Chile, odiado, pero ese tipo de odio donde dices en una conversación que claro que lo odias, y al pasar por una librería ves un libro suyo y tienes que comprarlo. Él no era un integrante de la nueva generación chilena o un gran escritor. Los nuevos narradores eran Bolaño, Eltit, Lemebel. Esos eran los nuevos grandes escritores. Este tipo era el retrógrada del país, el Paulo Cohelo, el profeta de los cuiquitos. Ni siquiera servía para entretener. Ni siquiera sus películas eran buenas. ¿Cómo fue que este engrupido llegó a ser mi única esperanza de salvación en una tierra perdida?

- ¿Tienes carné? -.

Claro que lo tenía. Y era como si diciese en letras orgásmicas: 16 años.

Este tipo, este engrupido, había organizado un lanzamiento y sólo permitía entrar a mayores de 18. Este generacionalista, este tabloidolescente, no dejaba entrar menores.

Cuando todos salieron felices y borrachos, sentí la presión de mi destino. La clase de presión que debió sentir Demian yendo a la guerra, o Nietzche tras cada palabra del Zaratustra, o Zamorano frente al gol, o Supermán si Luisa Lein iba cayendo a kilómetros de altura. La especie de necesidad que llevó al primer revolucionario a decir “hasta aquí nomás” y alguien tomó una fotografía y ese puño rojo que ves en el cuarto de un anarquista, ese es su puño.

- ¡Ey, bestseller! -.

- ¿Ah? -.

- Tení frente a frente al lector promedio de tus libros, toda esa minoría que excluiste de tu fiesta privada.

- ¿Fiesssta? ¿Carrrrrr-rrrrr-rrrrr-rrrrr-rrrrr

(créanme, esto tomaba horas)

- rrr-rrr-rrr

(El suspenso mantenía a los espectadores pegados a sus asientos)

- rrr-rrr-r… ¿carrete? -.

- Eh… -.

- Mira tú, si tení un carrete, llámame acá, este es mi celu, pa cualquier huevada que se te ocurra, cualquier chucha, llámame pos hombre -.

En ese momento pensé “perfecto, tengo una tarjeta de prepago y te la voy a meter por la…”, pero guardé el número. Con objetivos comerciales.

- ¿Aló? ¿Foucqet? -.

- Chí… ¿quén habla? -.

- Un chileno apunto de ser dado por muerto.

- ¿Ah? -.

- Te conocí en un lanzamiento. Hueón, no tengo a nadie más en Estados Unidos. Necesito ayuda.

- ¿Y qué querí? -.

- Quiero contactos de trabajo y un lugar donde vivir -.

- Bien, esto es lo que te voy a decir -.

En resumen, esto fue lo que me iba a decir: “tengo un súper contacto en un mcdonalds y hay un apartamento prefabricado que se puede caer en cualquier momento súper barato en el bronx”.

“Te vas a sentir muy Bukowski” se atrevió a agregar el jetón.

Encendí un cigarro.

- ¿Qué te parece? – dijo -.

Recordé esa escena de los muñecos y la mujer de pelo rubio. Claro, no eran muñecos sino animales transgénicos, pero todo ese caos adn me hizo gracia. Sí que era genial. Y pensar que hace poco jugábamos cartas en el cuarto del frente. Podríamos haber estado jugando el ajedrez inconcluso de la película del avión. Podríamos perfectamente estar en los ochentas, o en el 2017. Las esporas me sonreían y comenzaba a pensar que esto era hermoso.

- Así que no tienes experiencia profesional -.

- No, señor -.

- ¿Ningún estudio de educación superior? -.

- No, señor, después de cuarto medio me vine directo a Filadelfia -.

- ¿Y puedes trabajar altiro? -.

- Cuándo usted diga -.

- Bien. Mañana te pones la malla y el delantal. Veo que tienes espinillas. Eso es bueno. Es como si hubieras estado practicando -.

- Eh… ¿Gracias? -.

- Nos vemos mañana -.

Al día siguiente me metí a la cocina a hacer hamburguesas. No recuerdo si lo que se olía era el hedor de la grasa o de la carne. Y tampoco podías decir que la carne de pollo era realmente de pollo, o las hamburguesas eran vaca, cerdo, rata, perro o gremlin. Te sumergías directamente en la porquería del McJob. Te idiotizabas por el mismo rato en el que podrías estar escribiendo el mejor libro de la tierra, haciendo la mayor obra de caridad, teniendo la relación amorosa de tu vida. En esas horas podías estar volviéndote cocainómano, heroinómano, adicto a pastillas. Podías vivir en Francia de café bohemio en café bohemio diciéndoles a todos que eras un poeta, que eras nadista, que en Chile te adoraban. En otro mundo, podías estar mintiendo o siendo sincero, amando u odiando, viviendo o muriendo de forma honrosa. Yo, en cambio, estaba en esa pocilga hirviendo tejidos E.T.

Había una chica latina que trabajaba conmigo. Era de México y tenía unos contactos de marihuana es que excelentes. Claro, poseíamos las mismas espinillas, la misma vida miserable, las marcas de guerra exactas, y eso nos unió.

- ¿Y qué haces aquí, chilenito? -.

El tiempo de descanso nos daba un rato juntos en una pequeña mesa. Servía para fumar un par de cigarros, comer los restos de hamburguesa y papas fritas, hilar una que otra frase ingeniosa para vaciar los pulmones de metano.

- Un… ejercicio literario -.

- ¿Un sueño o algo así? -.

- En realidad, la fantasía frustrada de uno de mis personajes. De un cuento que ni siquiera escribí.

- ¿Eres escritor? -.

Mi oportunidad.

- Sí. De hecho, soy grande en mi país. Un maestro. El último descubrimiento de la literatura chilena. La gente paga por verme. Algunos pensaron que debía postularme para presidente. Yo dije que no, y aún así besaba a sus bebés en la frente. Otros pensaban que era un santo. Cuando pasaba por las calles, las mujeres compraban rosas y dejaban pétalos frente a mí para que no pisara el asfalto sucio de Santiago.

- ¿Y entonces qué mierda haces aquí, chilenito? ¿Es una cosa de mártir o algo así? ¿Ascetismo? -.

Me sentía omnipotente.

Recordé la carne de la cocina.

- No, lo que pasa es que vine acá a hacer algo grande. La literatura no es suficiente, ¿cachai? Necesito hacer algo extraliterario. Una acción dura. Un estallido fuera de la frontera.

- ¿Y qué tienes en mente? -.

- ¿Sabes de dónde sacan la carne? -.

- Ni idea.

- De animales mutantes – le dije –, transgénicos. Tienen sus propias granjas de mutágenos, los alimentan y luego los cosechan. Los cortan en hamburguesas, cecinas, pollo apanado. Lo que quiero es dejar libres a esos animales.

Quiero darles una felicidad autista, le dije. Quiero que sientan el sol en sus cuerpos caóticos, en sus líneas entrópicas. Quiero la revolución en la granja. Que lo que las megacorporaciones cambiaron en la evolución se haga parte de la historia. Que las piezas caigan donde deban.

Le dije que quería ver la foto de un acéfalo en la portada del Times.

Otra imagen que recuerdo de la película:

El detective de novela negra está llamando a la tipa que desea. Está en una especie de prostíbulo, quizás una analogía a Taxi driver. La tipa dice que no puede ir. El detective se siente como las weas, y la tipa en realidad está escapando de todo un atado para conseguir algo levemente parecido a una vida propia.

- ¿Y qué vas a hacer después del trabajo? -.

- Juntarme con mi jefe, creo.

La pequeña mesa de siempre, la rutina de siempre. Sedados con olor a gas, grasa y la solución del 2000 para el pasto que usan los perros cuando se sienten mal del estómago. Había perdido la esperanza de aprenderme los nombres de la pastillas. No sabía cómo se llamaban los lugares ni las calles. Ni siquiera me importaba el local donde trabajaba. Eso me daba cierta libertad de llamar a todo de la forma en que me diera mi puta gana.

- ¿No quieres venir conmigo a donde el señor de bigote con axilas de rockero argentino de los setentas? -.

- Se oye bien, pero no puedo -.

- Siempre estás con tu viejo. No sé si te has dado cuenta, pero tengo unas ganas enormes de pasar tiempo contigo. No es que sea un gran tipo, pero ¡Ey! ¡En mi país me adoran! -.

- Es que… - y se acercó a mi oído -.

Era bastante obvio ahora que lo pienso. Mi corazón había pasado por la licuadora con unos susurros, pero era predecible, sí.

Comenzaba a comprender a Rage Against The machine. Más bien, comenzaba a comprender la pobreza monetaria. Antes era pobre, pero mantenido. Esa comida, ese televisor; todo eso venía de mi madre. Ahora estaba viviendo en mi pobreza independiente. Esa calidad de iluminado me pertenecía. Yo era el que estaba haciéndome comer una vez al día, yo dormía solo en apartamentos de gente que apenas saludaba, yo tenía gripes solo, yo era el que tenía que sobrevivir. Si lo que me hizo venir a Filadelfia fue una tontera, lo que me mantenía ahí eran unas ansias tremendas de hacer algo heroico. Como Robert Deniro en Taxi Driver. Como el androide que moría en un techo, bajo la lluvia, casi al final de la película del avión.

Sí, bastante predecible. Y me estaba matando. No pude darle un beso en la mejilla a Camila sin pensar en su padre. Trataba de mantenerme ocupado en las noches. No pasearme fumando, porque cualquier pensamiento me iba a llevar fastidiosamente a esa cosa tonta y predecible, esa cosa obvia; partiéndome en dos. Hacía ejercicio. Jugaba rol en torneos gratis. Playstation de conocidos con juegos de acción. Películas de humor gratuito. Iba a torneos de hiphop, improvisaciones de humoristas o simplemente a tomar mucho, muchísimo alcohol.

- Te debía una -.

Los adefesios que tenían ojos me miraban tiernamente. Los demás movían la cola o hacían estallar esporas. Si algo no se quedaba quieto era señal de felicidad. Sin embargo, los ojos de Camila estaban inmóviles sobre los míos, adictos, con la espinilla de su nariz sobre la espinilla en mi nariz, su aliento confundiéndose con mi aliento. Todo se estaba moviendo. Estábamos dando el paso. Y aunque todo pareciera tomar un rumbo de roce y baile, dirección estratosférica cubriendo todos los lados, de uno para otro, nosotros nos manteníamos quietos, observando nuestros ojos, labios a un centímetro de la saliva ajena.

- ¿ Y qué te parece? -.

¿Si fueras norteamericano y tuvieras que hacer una parodia a una propaganda conocida, cuál sería tu elección? Un amigo le dice a un amigo y él le dice a un amigo, and so on, and so on. Esa fue la fórmula. De esa manera encontré la casa de Camila.

Recuerdo que en Chile siempre hacían bromas sobre palabras que parecían chinas. Pero, si lo piensas bien, es bastante posible que los chinos realmente hayan inventado ciertas onomatopeyas. O quizás sólo se acordaban de un chino cuando inventaron el sonido de los timbres.

- Ding dong -.

- ¿Quién es? – dijo la voz de Camila -.

- Sabañones, alterados metánicamente, en los pies deformados por un exceso de piso en el porcentaje diario de rutina.

- ¿Qué onda, qué haces aquí? -.

- Te vine a ver, ya que nunca nos juntamos -.

- No creo que puedas pasar ahora.

Debo haber sacado un oído biónico de los hedores de la cocina, porque juro que escuchaba los gruñidos del padre de Camila.

- ¡¿Vas a venir o no, perra?! – decían los gruñidos.

- Me tengo que ir, lo siento – dijo Camila -. Nos vemos en el trabajo.

Era mi oportunidad heroica.

Subí entre ladrillos y cañerías hasta la ventana del segundo piso. Abierta, como en las películas. Bajé del cuarto hasta el comedor.

- Hazlo bien esta vez – decía el hijo de puta -.

Me paré con las dos piernas en luna, como los cowboys. Tenía que hacer sentir mi presencia.

- ¡Ey, bastardo culiado! -.

Debió sentir entre vergüenza y rabia por estar desnudo frente a un total extraño. Seguramente quería gritarme, pero es difícil sacar voz de hombre cuando te han dado una patada en los cocos.

- ¿Qué se siente, bastardo culiado? – dije, sacando el Phil que había en mí -. Ahora sí que no tienes cerebro -.

Trató de decir algo. Le pegué otra patada en el hocico y tomé de la mano a Camila.

- Espérate – me dijo, y luego se dirigió a él -, sólo quería decirle, jefe, que si nos persigue, Phil va a sacar su Magnum .44 y le va a reventar la cabeza, ¿bien? No es la última imagen que quiero tener de Usted, así que ahórrenos el gusto, ¿okei? -.

Salimos de esa casa y nos sentamos en un parque. Camila lloró en mi hombro por unos minutos y luego caminamos hacia algo que pudiéramos llamar hogar.

Otra escena de la película:

Era una androide, pero no tenía fecha de caducidad. Tenía recuerdos, pero no eran los suyos. No le pertenecía ni su cuerpo, ni sus fotos, ni su nombre. En la escena final, el detective y ella vuelan en un helicóptero. No importaba morir. Ese anonimato del origen les daba la libertad de hacer lo que quisieran del desarrollo.

- Es algo que quería mostrarte hace tiempo – dijo -.

Entramos por un jardín hacia una casa de madera en las afueras de la ciudad. La puerta crujía. Me recordaba a mi casa en Santiago. Estábamos penetrando en nuestro cielo personal.

- Antes que nada, tienes que ganártelo -.

- ¿Hay más? -.

- ¿Recuerda su sueño, señor gran escritor? -.

Vaya.

- Pues a ganarlo -.

Es fácil saber cuándo una mina se está dejando ganar. Simplemente tienes que ser tan malo para las cartas como yo.

- ¿Lo ves? Soy un genio pa esta weá -.

- Estoy sorprendida. Vas a lograrlo -.

Si hubiera tenido un hijo en ese momento, le hubiera puesto Carioca.

- Pues, sí, soy un genio -.

- Lo conseguiste. Ahora tu premio.

Levantó una cortina negra y me dejó pasar a la imagen de mi vida.

- ¿Qué te parece? -.

Y luego nuestros labios a un centímetro uno del otro.

- Pues su carga ha sido pesada, ¿sabes? Toda una vida bajo guardia, cercenamiento… Son la esencia del caos, y la ciudad necesita cubrirse de caos. Es el principio.

Los mirábamos, nos sentíamos como tejidos, y esa libertad de tejidos, que esos tejidos se cubrieran de sudor y saliva, era sólo eso. El principio anónimo de la vida libre, aquí, ahora, tomando forma de beso.

El letrero de la calle dice: AGUSTIN ABARCA

(La siguiente calle es Andrés Aburto).

- Arthur Rimbaud era un volado muy buena onda – dice Cristian.

Cristian lleva pantalones holgados, y una camisa a cuadros. Cuando sonríe hace una mueca complaciente. Es como si la sonrisa lo obligara a cuestionarse.

Su sabor favorito de leche: frutilla.

Su película favorita: siete pecados capitales.

- Sabes, porque Rimbaud tenía onda. El hueón tenía onda. Así como que él cachaba de todo, y a los 15 años. Y cuando escribía, no escribía pa los hueones imbéciles de las alturas – dice Cristian- Si Rimbaud fuera un adolescente hoy, estaría dándole sobre pornografía o cigarrillos. Hasta Gore, hueón, hasta Gore -.

Cristian se revisa los bolsillos y saca un lápiz. Juguetea con el lápiz entre los dedos, y luego se lo guarda. Es un indeleble. De pizarra. Cumple el propósito del proyecto.

- ¿Y si Rimbaud fuera adolescente hoy, pero fuera mujer? – le digo.

- Ah no – dice él – ahí yo cacho que igual mal. O sea, no me entiendes, bien por el lado de la literatura, pero sería una gorda toda rancia -.

Cristian a Presidente.

- ¿Y tú, Daniel, qué piensas de Rimbaud? -.

- Me atrae. Es uno de los tantos objetos punzantes que me metería por el culo -.

Daniel es culohólico. Se mete muchas cosas por el culo.

Su sabor favorito de leche es: plátano.

Su película favorita: el club de la pelea.

- Creo que si las religiones oraran cagando, hasta me uniría. Cagar es una de las cosas más hermosas que hay en el mundo -.

- ¿Ah, y ver a una mujer cagando? -.

- No sabes cuánto me lo imagino. Debe ser algo sensacional. Imagínate al mojón como un pene gigante, tu propio pene gigante… saliendo de ese culo sensacional, orgulloso de haberlo penetrado.

- Hueón, estás cagado de la cabeza.

- Um, otra imagen bella -.

Caminamos por esta calle porque hemos iniciado un viaje.

Le llamamos “Proyecto Caos”. El nombre se lo puso Daniel.

Realmente no sabemos si nos llevará a alguna parte. Realmente no sabemos si tiene sentido. Realmente nos importa un pico. Pero es el poder del arte. Y también la fuerte posibilidad de faltar al colegio por unos meses.

También: abandonar a tu familia.

También: dejar la puta televisión.

También: dejar de conversar con gente estúpida sobre esa entrevista que te hizo el mercurio.

Y en vez, conversar con esta tropa de tarados que supongo puedo llamar mis mejores amigos.

Algo así son.

- ¿Por qué las cosas nos ofenden? ¿Alguien se lo ha preguntado alguna vez? -.

- Bueh – digo yo – es por un asunto de fidelidad a uno mismo.

- No, pero no me refiero a cosas inmateriales como la dignidad o lo sagrado. Me refiero a las instituciones – y entonces Cristian saca el lápiz de nuevo - ¿Se han preguntado por qué todas las instituciones se ofenden cuando atentas contra sus valores? Después de todo no son más que instituciones. No son personas.

- Pero lo empezaron personas – digo yo – nada es tan material como parece -.

- Pero ha dejado de serlo – dice Daniel – mira las calles. Mira los edificios. Puras mierdas de propaganda colgate sobre un bicho raro que no puede agarrarse a una mina rica porque tiene acné. Puras mierdas rancias de pendejos que no pueden pololear con minas de 15, y tienen que comprarse un scouter. Pura mierda fascista sobre leones, jirafas y rinocerontes que se ponen narices de cerdo para ser la carne preferida por Chile. ¿Esto es lo que somos? ¿Esta es la gente?

- ¿Y el arte? Hay arte que también es institución – digo yo y llegamos a una plaza con una estatua de un niño observando -.

- De eso se trata esto -.

- Es cierto -.

- De esto se trata el viaje – dice Cristian – no poseemos el tiempo. No poseemos el espacio. No somos grandes literatos ni tenemos todas las respuestas. Hueón, si me pidieras que hiciera un texto como Bolaño, nunca. No poseo las referencias intertextuales. Pero una cosa tenemos. El proyecto – dice y pone el brazo encima de la estatua.

- Cristian, ¿y las razones? -.

- Nadie necesita razones cuando existe viaje. El camino es la propia guía.

Cristian retira el brazo de la estatua. Ha escrito bajo el estómago del niño una palabra. Así empieza el proyecto.

La estatua se llama “NIÑO EN UN SENDERO DE DALIAS”.

La palabra es “PENE”.

El letrero de la calle dice: “ANGEL ACEVAL”.

(La siguiente calle es AVIADOR ACEVEDO)

- Hueón – dice Cristian – un diario -.

Pescamos el pedazo de papel del suelo.

- FIDEL CASTRO SUFRE UN DESMAYO EN DISCURSO – lee Daniel -.

- Esa hueá se parece al The Agency -.

- Si, ese programita de cultos.

Cristian escupe en el piso y se limpia los labios con la manga.

- Es la misma wea’. La televisión. El cine. La literatura. Puro equipo de cultos. Pura pandilla de reprimidos – dice Cristian y hojea el diario – Lo único que quieren es restringir más y más el arte. Y los malditos son tan reprimidos que necesitan leer y leer para ponerse más límites.

- Borges tenía razón – dice Daniel – un solo libro es la clave. Lo que no dijo es que el libro era en realidad una porno barata.

- O una página de decapitaciones -.

- O la boleta de un marlboro -.

- O la sonrisa de una chica punk literata adoradora de lemebel -.

- O un libro de lemebel pegoteado con semen -.

Cristian escupe.

- ¿Cuánto falta para la próxima estatua? -.

- Unas cuadras -.

- El lápiz se pone impaciente -.

- No me digas, este lápiz también se pone impaciente -.

- Ráyate a tu madre -.

- Raya con tu madre solo -.

- Hueón, con tu madre he vacilado millones de veces -.

Llegamos a la plaza. Está tibia. Hay un aire a poza. A Camarín. A Raso.

A Santiago.

- ¿Qué tanto podemos ofrecer a la historia? -.

- ¿A qué te refieres? – digo -.

- Es decir… mierda, somos la juventud de los ni ahí. Somos el último eslabón perdido de la cultura elitista. ¿Qué tanto podemos ofrecer a la historia? ¿Podemos realmente marcar al tiempo y decir que fuimos algo, hoy? ¿En este psicotropizado episodio de la generación X? Lo que yo me pregunto es, si ya dejamos de estar en alguna parte, si todo está saturado, qué es lo que realmente nos queda para marcar la historia.

- Quizás – dice Daniel – hay que elegir lo intrascendental. Lo antitrascendental. Somos mierda. Perdedores vagos que no han encontrado cosa mejor que caminar quizás por el resto de sus días buscando una estatua que puede o no estar en Punta Arenas. Y mientras tanto, vamos dejando nuestras marcas con mierda en estatuas sin importancia en el camino de Santiago. ¿Esto es trascendente? -.

- Sí, Daniel – digo yo – es trascendente -.

- ¿Por? -.

- Porque en estos tiempos, cualquier cosa que haga va a ser vista por una persona. Y sólo necesitas una. Una sola persona que le guste lo que haces. Esto es trascendente.

- Y esa persona muere y pasamos a la historia – dice Cristian – no literalmente. Para ser trascendentes hay que ser parte de un movimiento. De una cultura. Hay que dejar una huella en la gente.

Nosotros sólo somos imbéciles rayando obscenidades en estatuas.

Entonces Daniel le pide el lápiz a Cristian.

- Pero sabes… - dice Daniel – no me importa. No me importa volverme un clásico. Creo que por ahora, me basta con que un pendejo lea mi mensaje en la estatuita y se mate de la risa. No seremos clásicos por hacer cosas buenas. No seremos altos. El pendejo se reirá con la estatua, y no lo recordará nunca más. Moriremos en ese momento. Moriremos cada vez que alguien lo lea y se mate de la risa.

Somos héroes de la antimemoria.

La estatua se llama “HIDALGO DE GUADALUPE”

La palabra es “TU MADRE”.

Triste.

Esta noche es más triste

Que todos los pandas tajeados del mundo

Esta noche

Es más triste

Que todos los pendejos castrados de un país tercermundista

Esta

Puta noche

Es más triste que pequeños

Claveles

Mojados y roidos por los pisotones de niños burgueses.

Y esas pisadas

Rompen

Crujen

Y desatan en mi corazón

La noche más borracha y triste

Que haya tenido.

Mátenme ahora

Cuando todavía me falta por sufrir

Mátenme ahora

Antes de que lleguen

El resto de

Las noches

Tristes

Que surcarán

El resto de los poemas tristes

Del resto

De los libros tristes

Que un triste comprador encontrarán

Como una mierda de libro.

Esta noche triste

Una parte de mi se suicida

Y una parte del mundo se suicida

Mando a la mierda

Mi mundo interior

Y pido a mis compatriotas

Que en el funeral de ese pedazo de mi

Me pelen

Hasta hastiarse

Me rompan

Hasta matar el resto de los pedazos

Hasta correr conmigo.

CALLE CIRCULAR.

La decepción es cuantificable, dice Daniel, y puedo desconfigurar su rostro en millones de partículas atónitas. Tomar su pómulo gris y trazar las líneas de una locomotora, un niño mira por la ventana y sonríe; alguien lee un libro que habla sobre máquinas. Tomarlo tan desgraciadamente, el cínico pómulo de Daniel que alberga ese camino, que lleva a otro camino, y que está sedimentado, deconstruido, divididamente canceroso, tomarlo y llamarlo máquina, el humo saliéndose por las venas y deshaciendo distintas imágenes de la muerte, Daniel que es un cuello, Daniel que es un rostro con una locomotora de pómulo, y luego mirar y bajar la mirada, y un respiro caído, recaído, decaído, como si en el fondo hubiera un camino en el cambio, un círculo en el cielo de caminos que no llevan a ninguna parte. Una calle circular. Que se agranda. Que se encoge. Que tirita. Que respira. Que es herido. Que es masturbado. Un camino eyaculado sin sentimientos de por medio. Una traza, una insignificante línea que es Daniel en la noche, cuando hablar es un paso endógeno hacia la perdición más imbécil. Llámalo sentimiento. Llámalo análisis. Llámalo sin sabor nocturno. Llámalo hilos sedimentados y tácitos. Llámalo deseos de gloria y análisis, soledad y análisis, llámalo gloria o Gloria al llamarla Daniel, en el teléfono a las dos de la mañana, casi. La pesadez póstuma, revivir. Gloria, te habla Daniel. Soy el mismo de antes. Gloria, te habla el mismo perdedor de antes. Queridísima gloria, oh grandiosa gloriosa, oh bella y grandiosa y hermosa imbécil Gloria, ¿qué haces? ¿Qué es de tu vida? ¿Esposo, hijos? ¿Vida? Sí, claro, tengo una vida, qué te cuento. El espejo observando a Daniel, ése espejo que soy yo, que es el que reprime, ostenta círculos de plata en la frente de alguien que no tiene locomoción, porque a la calle con un espejo en los brazos, cargándolo como a una guagua que llora y gime y se angustia. Y gime. Y llora. Y gime. Y llora. ¿Gloria? Dice Daniel al celular, gloria qué es de tu vida, en serio cuéntame que es de tu vida qué es de tus hijos y tu esposo. Gloria, cuéntame. ¿Sí? ¿En serio? Más, quiero más, quiero comerme tus palabras sin tragarlas y dormir bien todas las noches, quiero sentir el gusto a excremento en tus palabras y la sensación de maravillas suizas cuando bajan por mi carraspeada garganta, he fumado 20 cigarros hoy día Gloria, he tomado alprezolam y luego bebido un litro de vino gloria, he defecado pegajosamente y luego me he limpiado el culo y a aún no me baño gloria porque no creo en los pecados. Porque no tengo nada que limpiarme y mucha. Sí, Gloria, sigo siendo un perdedor. Sí Gloria sigo teniendo éxito. Sí, gloria.

El día que

El día que: el bebé nazca

Habrán siglos de otra gente

Que está naciendo

Ese mismo segundo.

Diferentes tiempos y estados de

Ánimo.

Naciendo y fanfarrias y gloria

Y destino

Y

Bellas

Potentes

Horas

De luz.

Habrá escupos y sedantes.

Pantallas de vidrio y

Vidrio

Como pantallas

De un nacimiento, ese mismo segundo.

El día que: el niño vaya al colegio

Habrán abrazos y melancolía

Esa melancolía

Capaz de abrir

Cualquier brazo.

Será un niño

Entre niños

Entre niños

Aquel segundo.

El día que: el adolescente fornique

Le habrán dicho

Hueón, tener sexo

Es lo mejor

Del mundo.

Habrá visitado páginas de internet. Leído libros. Imaginado

Millones de veces

El momento.

Y será

Casi por 20 segundos

El segundo prometido.

El día que: el joven vaya a la u.

El día que: el adulto trabaje.

El día que: el maduro se case.

El día que: el viejo tenga nietos.

El día que: el miserable muera

Su último billete de diez lucas

Será de un empresario

Que se lo meterá en el poto

Pensando claramente

En un bebé

Que nace,

Y un niño que va al colegio

Y un adolescente

Fornicando.

Pensando claramente:

Me embuché otro.

Y luego botará el billete al basurero

Como si fuera otro

ser

humano

prefabricado para su consumo.

Jenny.

A Gwyneth Mongard.

El día que muera Jenny, habrá señales en el pasto.

El día que muera Jenny, habrá tocatas de Dos Minutos, llamadas telefónicas sin contestar; silencio y desengaño.

El día que muera, las palomas se asfixiarán, y serán juegos sexuales de adolescentes reprimidos y jalarán coca ciertos días, en ciertas instancias. Habrá deseo y fanfarrias. Habrá himnos ilegales. Seremos carne. Destino.

Seremos A-----------M--------P--------L--------I-------T--------U------D.

Tendremos hijos dedicados al uso de computadores y tecnologías y discos de música que nunca nos gustaron. Se moverán ciertas líneas hacia el este, con cabezas calvas hechas de cemento. Los autos sobre una carretera que no parece tener fin, en ronroneos ligeros que acarician hasta el más fino punto de serenidad afectiva. Como si el afecto, en alguna instancia y día, pudiera jalarnos a todos en una enorme nariz que tenga sinónimo. Y las líneas moviéndose nos llevarán hasta ese punto en el horizonte que es sinónimo de algo que nos guste nombrar. Nos lleven, y entonces…

El día que muera Jenny, el doctor será un viejo idiota de un nombre alemán que no recordaremos, y nosotros mirando sus anteojos, sus arrugas como si fueran de otro mundo. Imaginaremos sus rollos arrugados, sus tripas colgantes, la carne de sus pantorrillas agotada por el exceso de sol. Y nos dirá. Claro que sí, nos lo dirá claramente. Jenny ha muerto. Vagaremos por las calles, pediremos la chela de siempre, en el Andrea. Y yo recordaré que amé a una Andrea. Y los demás quedarán con una expresión reconciliadora, como si en el fondo lo estuviera haciendo por otra cosa, como si pensar en Andrea en realidad fuera el acto de no pensar en Jenny. Un pseudópodo que se aleja de su presa. Una regla que tuerce la línea en el cuaderno. Un diskette que formatea por incompatibilidad de sistema operativo. Un Barney azul. Un Marco Enríquez sin decir la palabra hueón. Una pared sin rayas inútiles de un inútil hip hop de la reina. Y la reina sin corrupción. Y la corrupción sin políticos. Y la política sin anarquismo. Y el anarquismo sin dictadura. Y la dictadura sin Lemebel. Y Lemebel sin Bolaño. Y Bolaño sin Cortázar. Y Cortázar sin Henry Miller. Y Henry Miller sin máquina de escribir. Y la escritura sin Jenny. Sin Jenny: La Reina, ni la corrupción ni los políticos ni la política ni el anarquismo, sin la dictadura ni lemebel ni bolaño ni cortázar ni henry miller. Sin escritura. Y nos moverán las ráfagas de aire, los días de lluvia. Algunas palabras. Ciertas imágenes. Los recuerdos y los sueños. Tal vez libros usados en San Diego y luego irnos a algún lado. Y luego nos moverá una pizza y hasta ahí llegaremos.

Será empezar de nuevo, encontrarnos de nuevo. Será la búsqueda y una jubilación imprevista. Será el eterno retorno, la nada, el ser, los dioses y los destinos. Seremos tú y yo (un tú y un yo) a las doce en el Andrea, tomando hasta ahogarnos, y las malditas penas saben nadar. Será algo que nos mueva y lleve, algo que nunca juzgue aunque quisiera. Seremos nuestros propios pisos compartidos, nuestra inmaterial relación de roomies, nuestra propia e inmortal sensación de angustia. Y quizás nunca haya nada más bello. Estaremos buscando cajas, desordenando camas, metiendo libros en enormes repisas y viendo el televisor hasta las cinco de la mañana. Será. Siempre será. Y entonces, quizás, algo nos lleve realmente. Algo nos separe, nos quiebre. Y nos veamos las caras en una feria del libro en Ñuñoa. Pensaremos en la corrupción y los años y las gotas de lluvia y las sonrisas falsas dedicadas hace tanto tiempo. Quizás nos abracemos. Quizás tu llores, y yo sienta tu voz en mi hombro pronunciar un nombre distinto. Una sola palabra que nunca haya escuchado. Un concepto de alien, esa palabra maravillosa que fuimos los dos. Algo nos lleve por ciertos caminos, y en lecho de nuestra muerte, nos demos cuenta. Sintamos su aliento minutos antes del amanecer

Historia de amor sobre el mañana escrita a modo de PAA.

I.- Pregunta: ¿Te perderé mañana?

A) recuerdos.

A1.- Estábamos viendo una película sobre un tipo que al final de una vida perdía la memoria. Recuerdo la revolución de los vagabundos, y un perro llamado Hannibal, que en realidad era una perrita regalona. Recuerdo la imagen del amnésico recostado en un colchón en un cuarto oscuro, fumando. Eso me hizo pensar en algo que siempre sucede. Que cuando dejas de fumar por una larga sucesión de momentos, volver a hacerlo es algo de otro mundo. Al principio de la película, el tipo moría por cinco minutos. Luego, la imagen del tipo fumando en el colchón.

A2.- Ella. La conversación que tuve con ella después de ver la película. Sus comentarios y promesas de besos y abrazos y apretones. Su voz. Su voz diciéndome que se iba a otro lugar, se escuchaba The Clash y ella me llamaba su chico literato punk que adoraba, yo decía un estúpido comentario sobre mis zapatillas, y ella encontraba la forma de hacerme sentir bien. Decir entonces que debería haber una metodología para dar besos por teléfono. Decir que me lo diera. Decir que mañana. Y nos aferrábamos a ese hoy y mañana como las dos cosas que nos mantenían juntos, y sin embargo, el mañana. Pía decía que le quedaba una semana en el colegio. Que la cambiarían de casa. Los poderes superiores y nuestra insumisión opacada. Entonces ella decía que tenía sueño. Y yo le decía: “Duerme junto al teléfono”. Y ella decía: “Abrazando el teléfono”.

A3.- Recuerdo la angustia. Recuerdo la sensación de estar cerca de la muerte, y permanecer hasta su fin a medias. Y en las tardes, llegaba a casa y fumaba un cigarro. Era el gusto de la libertad.

B) imágenes.

B1.- El beso del amnésico con la mujer cristiana. Le daba un beso en la mejilla. Los labios del amnésico, llenos de nicotina, tocaban la suave mejilla de la cristiana. Y ella decía: “Me has robado un beso”. Y él no decía nada. O quizás no lo recuerdo.

B2.- Yo podía sentir el roce de sus manos en mi espalda, y sus mejillas en las mías, y sus labios en una de mis mejillas. Podía sentir el viento y las luces callejeras. Podía sentir la calle en mis zapatos punk y el frío en mis brazos literatos. Pero permanecíamos abrazados. Y podía durar por siempre. Por alguna razón, un libro Nadaísta de Humberto Navarro. En el libro había mucha onírica y confusión, pero entremedio de líneas, aparecían frases que te descolocaban. Esto no lo digo porque crea que así debe ser la literatura. Lo digo porque esa frase que te marca entre tanta desolación, eso era este momento. Y duraba por siempre. El abrazo terminaba, y ya estábamos ahí. Marcados por nuestro tacto, nuestras camisas y nuestros juegos. Y yo le decía: “Estás roja”. Y ella decía: “me teñiré el pelo rojo para ser un tomate completo”.

B3.- La tercera imagen es ella mirándome en la oscuridad.

C) citas.

C1.- Cortázar decía en uno de sus libros que el paralelismo es imposible. Que las páginas de un libro te adelantan a lo que había antes, pero te atrasan de lo que viene después.

C2.- El amnésico de la película le decía a la mujer que no la acompañaba por frescura. Que él le tenía miedo a la oscuridad.

C3.- En otros escritos insómnicos, escribir la palabra “genial”, y sentir a Pía entre mis brazos. Perderle el miedo a la noche que llama el mañana.

D) sueños.

D1.- Soñé que era uno de los asesinos de Columbine y que mataba a personas inocentes escuchando temas de marilyn manson. Que tomaba la metralleta, y luego todo se volvía difuso y peligroso. Y que las leyes me llevaban al suicidio. Pero de alguna forma, era lo que buscaba. Romper con todos los límites, y luego morir. Como si en el fondo esa fuera la ley de todo lo que sobrepasa la ley: morir.

D2.- Soñé que me sumergía en ella, y que me albergaba con sus brazos. Permanecíamos así por horas. Guardándome sólo para ella. Entonces no quería despertar. Pero podía no ser un sueño. Acurrucados. Podía dejar de ser un sueño y volverse realidad. O ser ambos, un sueño y una realidad, un límite que se rompe, un abrazo y afecto, el límite de la mano y la sonrisa que se abre, acurrucados y las líneas que se abren. Que dan espacio a una salida.

D3.- Soñé que todos tomábamos la salida y llegábamos a un lugar sin restricciones. Entonces despertaba.

No sé si era porque me negaban la solución, o porque me daban la oportunidad de concretarla.

E) analogías.

E1.- Amnésico es a Anonimato. Y del anonimato, el propio anonimato, el no saberse a uno mismo, el empezar de nuevo, olvidar la información que realmente no sirve, al verdadero amor. Correr el riesgo.

E2.- Como Anonimato es a ella. Y de llamarse a sí misma Perdida en un foro de internet, a preguntarse si es porque está perdida, porque no sabe a dónde ir, porque no sabe dónde está, porque la han perdido, porque ellos se la están perdiendo. En el fondo, a habérmela ganado, y ser feliz. Ser realmente feliz.

E3.- Como ella es a Libertad. Porque los problemas, sí, pero hay personas que son ese concepto. Libertad. Que con un solo contacto, sabes que estás frente de frente a la sensación, y de ahí al abrazo y las caricias.

En un mundo paralelo, esto ocurre en el mismo instante y es igual de perfecto.

F) fantasías.

F1.- La fantasía de Lemebel. Un mundo en el cual podamos expresarnos y sobreexpresarnos sin límites de ley.

F2.- La fantasía de ella. Doble: Un hielo pasando por sus pechos de limón: un lugar sin colegios ni represiones.

F3.- Mi fantasía personal. Verla feliz, sabes.

G) palabras.

G1.- Lo que hay

G2.- Es lo que queda,

G3.- todo

esto.

H) formas de ver el presente.

H1.- Escribo y pienso en que me quedan dos cigarros. Y aún quedan dos horas de escritura insómnica. Debo jugarme la libertad. Debo esforzarme.

H2.- Pienso en Pía y deseo abrazarla. Me imagino una imagen: Pía durmiendo. Su boquita cerca del colchón. Sus dedos tocando las sábanas. Sus piernas acurrucadas. Pienso en que estará soñando, y si estar despierto a esta hora hablando de Pía es soñar con ella. Quizás en ese mundo paralelo.

H3.- Siento la pérdida de los momentos, y cómo se nos van de a poco. Recuerdo a mi abuela, y su deseo de morir. Pienso nuevamente en mi sueño de Columbine. Y tal vez, sólo tal vez, el suicidio no es opción. Entonces, lo que debo hacer es seguir y seguir escribiendo.

I) preguntas.

I1.- ¿Si el amnésico perdió su pasado, podrá forjarse un futuro?

I2.- ¿Si toco el borde de tu boca con mi dedo, será este el primer beso o el último?

I3.- ¿Cuántas horas nos quedan?

J) respuestas.

J1.- El amnésico volvió con la cristiana. El amnésico la besó.

J2.- Este es el segundo beso, pero es el primero. Este es el tercer beso, pero es el primero. Toco el borde de tu boca y se desata el inicio.

J3.- Nos quedan 24 horas. Las 24 horas del día de mañana.

Nos queda comenzar.

Proyecciones de la matriz.

- Los locos no son como nosotros – dice -.

Recuerdo (1): que Benjamín hablaba de una matriz como una realidad fragmentaria. En cierto libro sobre las matrices y la realidad consensual, el protagonista salía de una realidad para entrar a otra, más realista. Esto siempre nos produjo angustia. Para nosotros, salir de una matriz era entrar a una parecidísima y equidistante. Porque en el libro, su única diferencia era que en la matriz controlada, las personas vivían en un estado inofensivo y aparente, mientras que en la real, las personas vivían huyendo, en el peligro. Sin embargo, el contexto era el mismo. Me angustiaba pensar en el mundo como un sitio ni tan seguro ni tan peligroso, tan sólo manifestándose a veces. Recuerdo que mi ex compañero me dijo: “hay matrices en todos lados. Nunca puedes saber si estás en una, y cuál de los dos tipos es. Digámoslo. Estás en una micro. Estás en un edificio. Estás en la universidad. Hay algo que te protege, y sin embargo sientes que hay peligro, sólo que no te concierne a ti”. Eso fue antes de la dictadura que viviríamos.

- Los locos son gente que no se ha dado cuenta de nada, y sin embargo, son libres – dice -. Son como niños. Pueden decir cualquier cosa en cualquier lugar a quién sea, sin que esto les resulte un percance.

Recuerdo (2): que dos días después de que muriera el padre de Paco, nació el hermanito de mi mujer. No recuerdo ni la cara que puso Paco cuando supo la noticia (nunca fui su amigo), ni la que puso Rebeca cuando nació la cosita linda (yo estaba en mi casa cuando ocurrieron ambos acontecimientos). La tragedia de uno y la belleza del otro me hicieron recapacitar en la coincidencia. Yo supe de ambas noticias el mismo día, y fue como si la naturaleza quisiera despertar, constantemente.

- Los locos no saben nada, pero dicen mucho – dice -. Hablan de lo primero que se les viene a la cabeza. Irrumpen en lugares donde la gente normalmente está distanciada, y se cuela entre las muchedumbres a hablar de cosas cotidianas. Lo que quieren es atención.

Recuerdo (3): que hace unos años yo había leído otro libro, uno de fantasía. En el recuerdo anterior, el hermanito de mi mujer no nace en el bosque. Eso es como obvio. Nace en una clínica. El asunto es que en el libro, justo al final, hay un destello de luz en donde la ciudad se destruye y queda cubierta por bosques. La lucha se resuelve de esa manera. Quizás de eso se trataba el recuerdo anterior, y de eso se trata la ciudad. Nuestra naturaleza contra las fuerzas del mal. Puede que sea sólo un juego. Pero también es un despertar. Algo bello, naciendo, en ese momento y ahora mismo.

- Los locos no tienen vergüenza – dice-, son como Nietzche. Sólo hablan y hablan. No son como nosotros. No planean lo que van a decir. No justifican. No temen.

Recuerdo (4): que hace unos días, yo estaba con Rebeca y había apagado un cigarrillo en el suelo. Ella tomó el cigarro y lo tiró a un tiesto de basura. Me dijo que no quería que fuera como todos. En ese entonces yo pensaba que daba lo mismo, que igual habría vertederos. Pero después, cuando botaba un cigarro al suelo, no podía sino sentirme culpable.

- Los locos no necesitan memoria – dice –, pero la tienen. Hay algo que en algún momento te vuelve loco. Y entonces pierdes la necesidad de memoria. Sólo hablas. Sólo dices. Ya no explicas. Sólo nombras. No hay tiempo.

Recuerdo (5): que yo solía escuchar a Silvio Rodríguez. Lo escuché poco. Una sola persona de mi generación debe haber escuchado más temas que yo multiplicado muchas veces. Yo escuchaba a Silvio cuando estaba pololeando con una mina de Talca. Y nuestra canción era De la ausencia y de ti. Pero ésa no es la que me llama ahora. La que me viene a la cabeza es La Era pariendo un corazón. Hablaba de sombras y decepcionados. Pero también hablaba de esperanza. Remitiéndome de nuevo al recuerdo que más me gusta y angustia de los enumerados, creo que la madre de Rebeca no sólo estaba pariendo un hermanito. Cuando escuché la noticia, de la voz de Rebeca, ella sonreía y estaba feliz. Eso me lo señaló. Su madre no estaba sólo dando a luz a un hijo. Su madre estaba pariendo un corazón. Entre viseras y llanto de venir a un mundo, entre dos brazos y un estómago - un corazón-.

- Los locos no están clasificados – dice -, pero pueden ser muchas entidades. Un profesor, un evangélico ladrándole al público, un filósofo, un oficinista que se ha dado cuenta, y penetra las redes de un café en busca de personas. Un loco siempre busca humanidad. Un loco se acerca y se distancia.

Recuerdo (6): que yo le solía decir a mi madre que no era su hijo. Entonces ella sonreía y me mostraba las fotos de cuando nací. Yo nací por cesárea. En esa foto estaba abrazado de mi madre, y mi papá se veía por las esquinas de la imagen. Recuerdo que entonces, yo la perdonaba.

- Los locos son distanciados – dice -, en cierta medida. Es cierto, son humanos, y buscan a la humanidad. Pero olvidan algo muy importante. La humanidad ya no existe.

Recuerdo (7): que yo conversaba con un amigo, mucho antes de formar el Parismo. En ese entonces, la dictadura recién comenzaba, y todos los marxistas estaban siendo perseguidos por el supuesto orden y su supuesta rectitud. Conversábamos sobre la seguridad. Me daba miedo que el hermanito de Rebeca naciera en un mundo como éste. Me daba miedo que, algún día, tuviera un hijo con Rebeca y ese hermoso niño pudiera perder la batalla. Tenía la sensación de que todos, en cierta medida, la estábamos perdiendo. Y él me dijo: “Viejo, nunca tengas miedo. Eso mata más que cualquiera de sus armas”. Su comentario no me pareció satisfactorio. Tener un hijo era tener miedo a que muriera. Y éste era ese mundo.

- Los locos – dice –, esos malditos locos, no saben lo que quieren. Pero también lo saben muy acertadamente. Quieren comunicarse. Escupen su lado espontáneo. Por eso es que son enjuiciados. Porque los locos se ven por completo.

Recuerdo (8): que yo conversaba con Benjamín sobre un futuro paralelo, donde Rebeca y yo estábamos encerrados en una casa, resguardándonos del peligro. Ahí podríamos tener a nuestro bebé. Sin embargo, pensaba en ese entonces, habría un mundo entero latiendo afuera, y aunque tuviéramos a nuestro hijo en las mejores condiciones, él buscaría su libertad. ¿Y qué era la libertad, al fin y al cabo? ¿Un mundo en el cual las cosas no nos amenazaran? ¿Un mundo en el cual pudiéramos vivir tranquilos? ¿Paz? Entonces, me dijo Benjamín, lo que tú buscas es morir soñando. Nunca encontrarás un lugar así. Y aunque exista en un futuro paralelo, sería una verdadera mierda. Yo tuve padres, dice, ambos asesinados, y aunque aún los quiero, me enseñaron puras hueás. El mundo está mal, y ellos querían pintármelo color de rosa. Pero nosotros combatimos. Hasta el fin. Porque este mundo que tengo dentro va a llegar a destino.

- Un dato a mencionar sobre los locos – dice -; como no creen en el tiempo, tampoco existe para ellos la muerte. Un loco siempre busca evadir la muerte, y lo logra. Con su búsqueda, con su contacto, busca la vida. Dura un solo momento. Pero al menos dura.

Recuerdo (9): que Benjamín murió. Los dina se lo llevaron. Para los historiadores, este era un gobierno militar. Para el único crítico literario que había, este era un gobierno militar. Para pinochet, el “gobernante”, esto era orden. Recuerdo que temía por Rebeca, y que nosotros nos distanciábamos de cualquier partido por miedo a las represalias; esto no era orden, esto era una mierda. A mi no me habían llevado por un asunto particular: yo no era de ninguno. A los derechistas les hablaba con argumentos de izquierda, y a los izquierdistas, con argumentos de derecha. Al principio lo había hecho para darme cuenta de algo. Pero al final me di cuenta, simplemente, que era lo que nos estaba salvando. No me considero cobarde, porque nunca creí en el marxismo, pero cada vez que alguien cercano moría, me daba una sensación que se movía entre la desdicha, por ellos, y la gratitud. No había muerto Rebeca.

- Los locos, sí, esos locos – dice -. Están en todas partes. No lo saben, pero son la misma persona. En diferentes cuerpos, claro, pero son el mismo sentimiento y la misma conciencia. ¿Están locos, entiendes? No pueden saber que son uno y el mismo.

Recuerdo (10): que el día que nació José Pablo, el hermanito de mi mujer, ella me llamó. Estaba nerviosa. Lo que la ponía inestable no era la dictadura; era el momento. Había un par de viejas en el consultorio viendo una teleserie en un televisor en blanco y negro. Estaba casi toda su familia, y una prima de ella me saludó. Nos amamos y quisimos por teléfono, y luego terminó la llamada. Entonces estaba solo frente a un libro a medio abrir, nervioso, y sin nadie con quien conversar. Pero su llamada me había tranquilizado. Y a ella también. Por unos minutos, pensé cuál era la potencia del momento. Cómo podía desubicarnos y movernos el piso. Y sin embargo estábamos nosotros. Y José Pablo estaba naciendo.

- Los locos son la puerta al mundo de Dios – dice -. Los locos son creadores. Los locos no son como nosotros.

Recuerdo (11): que José Pablo nació, y fue un bebé hermoso, y aunque en cierta medida todos los bebés son hermosos, este era el hermano de mi mujer. Era hermoso por la sangre que corría por entremedio de sus dedos, era hermoso por sus ojitos y su vientre, y porque había nacido, porque el mundo maligno le había dado una oportunidad de ser feliz. Teníamos miedo. Y al nacer, José Pablo lloró. Él era hermoso y sabía. Presentía en el ambiente el dolor. Y sabía que era de él. José Pablo era hermoso, y en él recaía todo el dolor de los que estábamos viviendo.

- Ustedes no saben nada de los locos – dice -.

Recuerdo (12): que la cunita de José Pablo era toda arreglada, y que los padres de Rebeca tenían harta plata. Esto nunca afectó nuestro amor, ni tampoco pudo, y era una sensación que ni te cuento saber que José Pablo estaba seguro en la cunita adornada. Le compramos poleritas y peluches. Con Rebeca pensábamos comprarle Rayuela, pero ni sabía leer ni sería sensato en esa época. Lo regaloneamos mucho, y lo quisimos más que la cresta. Por un momento, algo nos decía que todo estaba bien.

- Nada de nada – dice -, no saben ni la mitad de lo que yo sé sobre los locos -.

Recuerdo (13): que el mismo día que Francisco, el hermano de Rebeca, le dio una camiseta de la U a José Pablo, yo visité una tumba. La tumba del padre de Paco. Le dejé unas flores y un abrazo. Le dije cosas que ya no recuerdo. Cosas sobre la libertad destrozada y las nuevas generaciones. Le di un beso al pedazo de concreto, al pequeño pedazo de concreto en el piso, y tomé una micro hacia mi casa.

- Si tan sólo pudiera explicarles – dice – absolutamente todo lo que sé sobre los locos. Sus formas de mirar, de reír. La manera en que ellos hacen una atmósfera de miedo. Y ese miedo, a veces, se traduce en humanidad.

Recuerdo (14): que Francisco era anarquista y odiaba la dictadura. Iba a todas las protestas, y casi siempre lo mojaba el guanaco. Volvía con dolor en la espalda, pero volvía. Y siempre traía nuevas anécdotas. Que estos pacos culiados, que estos fascistas de mierda, que estos fachos putos hijos de la puta que los parió. Francisco era genial. Y en ese tiempo quedaban pocos geniales. Una vez me dijo “no dejes que fume”, refiriéndose a la Kita. Mi sueño de toda la vida era fumar con mi polola, así que un día de Septiembre, fumamos junto al televisor. Eso fue cuando éramos pololos. Y ella me dejaría en la micro, y me cantaría al oído, y sería lo más bello que me haya pasado en la vida. Pero luego Kita y su madre tuvieron una pelea. Saltó el asunto del cigarro fumado. Cuando Rebeca me contó, fue una de las mayores culpas de mi vida como hombre.

- ¿Por qué se alejan? – dice – Todavía queda mucho… los locos, gente, los locos, hay mucho que decir de los locos. No se vayan. Háblenme. ¿No ven que me hacen sentir sola? Por favor. Nos estamos ayudando mutuamente -.

Recuerdo (15): que los dina, un putrefacto día de Octubre, se llevaron a Francisco. Lo mataron. Con Rebeca lloramos toda esa tarde. Moríamos, esa tarde.

- ¿No ven que tengo razón? – dice – ¿No ven que ya no existe la humanidad? ¿No ven que estamos tan totalmente incomunicados que se tienen que ir? ¿Es el tiempo? ¿Es lo lógico? No me dejen. Se los pido por el amor de Dios. No me dejen. No sola.

Recuerdo (16): que el duelo de Francisco fue terrible para todos, y que sentíamos cada vez más angustia cuando mirábamos la cunita de José Pablo y él sonreía. Sentíamos que algo nos iba a quitar esa sonrisa. Algo maligno, latente, aquí y ahora. Nos dolía Francisco, nos dolía el “sí” del plebiscito del ’80, y nos dolía mirarnos a las caras, que nos quitaran el encontrarnos en los ojos del otro, Rebeca y yo, que nos perdiéramos para siempre.

- Me han dejado – dice – y es como si ya no pudiera hablar. Como si me quitaran las palabras. El lenguaje pierde sentido. Las imágenes son confusas y vagas. La muerte se aproxima. La comunicación ha perdido su última batalla.

- Los locos no son como ellos – dice una voz -.

Recuerdo (17): que el duelo de Francisco duró lo que duró la dictadura. Duró hasta el NO a perrochet. Aun después sentimos la ausencia de Pancho. Pero también sentíamos que su muerte no había sido en vano. Que había una victoria.

- ¿Quién eres? – dice -.

- Ven conmigo – dice una voz – te vengo a buscar.

Recuerdo (18): que sufrimos y lloramos. Que reímos, y en la cunita encontrábamos nuestra propia soledad, y nuestra propia ternura. Recuerdo que no nos destruyeron. Que seguimos en pie.

- ¿Adónde me llevas? – dice -.

Recuerdo (19): que la vida seguiría insegura, y que nuestra generación cuidaría a sus hijos como nos cuidamos entre nosotros, tantas veces.

- ¿Adónde me llevas? – dice -.

Recuerdo (20): que una noche las luces se apagaron, y no podía ver sus rostros, ni el de Rebeca ni el de José Pablo. Pero sabía que estaban ahí. Como sabía que esto iba pasar, iba a quedar atrás.

- ¿Adónde me llevas? – dice -.

- A un lugar a salvo – dice una voz -, a un lugar nuestro.

Recuerdo (21): que ese día, un día después de la dictadura, mi Kita me dijo que quería tener un hijo.

Y yo le dije que la Era iba a parir nuestro corazón.

DELIRIUM. (CUENTOS CON Y SIN DROGA). / León Pascal.

Lom / Primera edición, Septiembre del 2000.

“UN LIBRO PARA MASTURBARSE”

Al terminar la paja que me di con Delirium, recuerdo el primer libro con el que me masturbé: La sangre y la esperanza de Nicomédes Guzmán.

La saga del libro meneable está en casi toda la literatura chilena, fuera de Bukowski, algunos franceses, el mismo Sade, Masoch, e incluso más atrás en el tiempo, la mitad de la venus de milo con los brazos cortados, la muñeca inflable de esa era. Todos nos hemos pajeado con algún libro. Valente debió pajearse con La ciudad anterior de Gonzalo Contreras, Bolaño con Artefactos de Parra (y, tal como confiesa García Madero en Detectives salvajes, con un poema llamado “El vampiro”), Parra con los dadaístas, Lemebel con El lugar sin límites de Donoso, Fuguet con El guardián entre el centeno de Salinguer, y León Pascal con el libro que hubiese de Bukowski. La masturbación, tal como lo dice un plagiador de dios en la biblia, es pecado. Por lo tanto, es obvio que abra nuevos estados de conciencia cuando se trata de lectura. Un libro leído no es lo mismo que un libro pajeado. Y aunque hay libros que son antieróticos en toda su extensión, es importante aplicar nuevas técnicas de lectura cuando la obra lo merece, o se quiere ampliar la lectura, o simplemente estás tan aburrido que necesitas menéartela, culiao’ pajero.

Según la anti-crítica, un texto debe eyacular dentro de tu mente, golpear en tus sienes, hacerle roce al cerebro, bajarle el cuero a tu cabellera. Un texto bueno es un orgasmo, y un texto malo es un orgasmo; si muestra sexo. A la lectura la podemos apreciar, tanto así a la paja, como un ejercicio solitario, de sumergirse en el mundo enmarañado más allá de lo que los sentidos pueden explicar. Tal como no puedes leer mientras estai culiando (lo he intentado), no te puedes masturbar con ella y esperar menos que cachetadas, acusaciones de violación, su padre mandándote a la cárcel, y una vida de borracho, drogadicto y escritor a futuro (“Sí, hueón, tengo la media novela, es la idea cabrona, hueón, la dura que espérate a que la escriba, nunca se me había ocurrido algo tan bueno”). El terreno del dúo, o del grupo, va junto a la música, no a la literatura. Sé de gente que se hace la ofendida, y tú cagadx de la risa porque ella escucha miguel bosé mientras hace los “abdominales con amor”. A la música el grupo y a lo escrito la soledad. De ahí a que la masturbación sea pleno integrante de una nueva forma de leer.

El libro de Pascal, según este tipo de crítica, es sube y matapasiones. Por un lado, las sube con culos hermosos, tetas morochas gigantes, tetas rubias gigantes, japonesas, argentinas, extraterrestres… El tipo sabe desorbitar al calvo fláccido, y esa perversión latente, jóvenes que quieren matar a sus bebés, prostitutas, mujeres con sida, sólo desorbita más (“Deseaba meterle una bala a todos los pandas en extinción, quería destruir algo bello” decía Palahniuk). Vemos como todo va costa abajo, a veces con humor, otras con depresión, o depresión a lo crítica de Bukowski al sueño americano, etc. Es matapasiones, cuando se pone “demasiado” coloquial. “Quisiera comerle los mojones” no es la forma en que te gusta oír sobre meterlo. ¡Es como si te mencionaran a tu madre en plena! A veces, sólo parece teleserie de televisión nacional de chile. Dicho tras dicho, verso tras verso de folclore teleserial. Es como si un personaje de 16 hiciera un libro. Un personaje post-fama, drogadicto, posero de serlo, tan harto de la vida como todos, pero hijito de allende, un privilegiado. Tan de antaño como tan de ahora, en la podredumbre de ambos sitiales. Un viejo como todos los viejos que leían a Bukowski, y que se emocionaron hasta las lágrimas cuando axl rose mostró la polera del borracho en el concierto.

“La copia quita valor al original”, y en el estandarte, ese viejo que siempre era el mismo, usando la misma fórmula. “Una copia de una copia de una copia” decía Palahniuk. A veces da culpa leer a Bukowski.

Y sed.

11 de Septiembre del 2003. Día 26 después del principio.

“Un proyecto comienza como la mayoría de las buenas novelas, los buenos films e incluso algunos cuentos, si no se tiene la manía de Kerouac, Cortázar y el Jazz en general. Lo planeas. Te informas. Se recorta. Se copia y se pega. Archivos de datos, fotografías en diarios y revistas, ideas que vuelan en La Facultad y en mi propia mente (porque bien se sabe que, sea la idea un concepto privado o no, todo esto ya es parte de La Facultad; incluso mis pensamientos). Quizás esa es mi propia manía. 10 tazas de café, 43 cigarros; lo más probable es que esté enloqueciendo. Eso ya no es relevante. Lo que sí importa es darle fin, pronto, antes de que acabe con nuestro organismo. Mío y de Felipe, quiero decir. El proyecto nos está haciendo añicos. Desde que el Decano me invitó a su oficina y dijo: ”

“>”

“En resumen, lo que me quería decir era que había un proyecto alternativo para la tesis. , y sonó en mi mente como un eco (no sé si por las copas que tomábamos, por el sudor de la fiebre, o porque ya había escuchado ese nombre antes). Su oficina apestaba al olor que dejan las pipas de tabaco. Estaba iluminada, pero no demasiado iluminada. dijo, y luego >. Me dijo que le avisara cada tres semanas cómo íbamos, y que La Facultad nos proporcionaba todo el material necesario (aun a expensas de los demás, supuse)”.

“Empecé por revisar los archivos de noticias de la Biblioteca Nacional. Alusiones a otros Juan Ramírez. Datos inútiles. De repente, un asesino en serie, un artista, pero de verdad… ¿Cuántos Juan Ramírez hay en latinoamérica, Estados Unidos, el mundo? ¿Cuántos posibles asesinos en serie y psicópatas puede haber? ¿Cuántas posibles identidades puede guardar un Juan Ramírez? Decidí buscar todos los homónimos con las dos características: artista y asesino en serie. El Decano, por supuesto, no me había dicho si el tipo hacía literatura, plástica, cine o qué, así que busqué todas las posibles clasificaciones y combinaciones. Creo que un psicópata puede bien hacer literatura (como Charles Manson), plástica (recuerdo haber leído sobre una mujer que pintaba con la sangre de sus víctimas, además de un fotógrafo que mataba poetas y las fotografiaba desnudas y desmembradas, a pesar de que sólo alcanzó a hacer una exposición, y también un escultor que trabajó para el video de Nine Inch Nails “Closer”, e hizo el corazón mecánico que se mueve al ritmo de la batería, de un corazón real, el de su amante), cine (Jodorowsky reconoce haberse basado en sueños de psicópatas célebres para hacer algunas de sus películas, aunque hay ejemplos más explícitos, como el snuff), rock (Trent Reznor ha admitido por lo menos una vez el deseo de matar una persona, mientras que The residents usaban sonidos de guaguas que habían asesinado la noche anterior, a modo de samples en su bizarra música anti-música, y Marilyn [otro Manson] se ha lacerado y corta cabezas de gallinas en diferentes conciertos alrededor del mundo; es conocido también que algunas de las más importantes estrellas de la escena musical chilena, muchos de ellos cantautores, son pedófilos [aunque, más que pedófilos, término al que se le ha dado un valor agregado incorrecto, son gente que viola niños y niñas]), bailarines (odio como suena la palabra; sé de gente que bailaba en Rojo como Nelson Mauri, que ha violado niños y tiene historial de psicópata en internet, quizás todo simples rumores; es impreciso, una teoría, pero siempre he pensado que alguien que escuche de una y otra forma y repetidas veces música clásica, tiene que ser un psicópata, y en ello entran los bailarines de ballet; lo que sí es preciso es la historia de Michael Jackson, que, empezando por su tendencia a deformarse [Apotemnofilia], y la ya reconocida violación de niños en su encargo… en fin). Podría seguir con la lista, pero me es aborrecible. Decidí que la Biblioteca Nacional no me servía para encontrarlo, así que entré al primer cibercafé en el Centro de Santiago, y busqué >. Pensé que escribir psicópata en vez de asesino en serie me daría menos respuestas, pero me dio de todas formas una cantidad excesiva. En Texas, un Juan Ramírez, artista plástico, psicópata, muchas cicatrices, cae en coma por sobredosis, despierta y se suicida, un grupo de rock alternativo le hace un homenaje. En Inglaterra, otro Juan Ramírez, bajista en un grupo brit, psicópata, entabla una relación estrecha con los Mano Negra y Manu Chau, deja el grupo brit, reemplaza al bajista de Mano Negra, se le descubre traficando coca en Colombia, está unos días en la cárcel, sale libre, vive su vejez en una playa de Cuba. En México y España, dos Juan Ramírez, ambos escritores. El primero, chicano, sin mayor fama, un excelente primer libro, asesina eunucos desconocidos en las calles; el segundo, chileno, una gran fama en Francia, España, México, Chile, Argentina, montones de libros a cuestas, uno en particular, una antología de escritores Nazis donde el último texto es autobiográfico; en uno de sus cuentos, el segundo escritor se refiere al primero, en una metáfora sobre los eunucos. Etcétera.

Usé 12 diskettes y cuarto (es decir, 16.9 MB, más o menos). Ya en el computador de La Facultad, desheché los que parecían no corresponder (luego el Decano me diría ), e hice la lista de posibles originales. Le pedí al Decano las características del tipo, pero me dijo que ese era mi trabajo. Después de mucho insistir, preguntar por aquí y por allá, decidí que el verdadero Ramírez era el número tres de mi lista, y que su madre y padrastro vivían en…”.

1: María Joaquina Escalona (madre).

Cuéntanos cuál es tu relación con Juan Ramírez.

“¿Esta encendido…? Bueno. Yo soy, o era, la madre de Juanito. Juan Ramírez. Lo tuve en mis brazos cuando nació, y su padre le dio un beso en la frente. Era un buen niño, Juanito. Y Pablo, mi segundo esposo, lo trataba con buenas maneras, y nunca oímos demasiadas quejas del niño; cosas de adolescentes, se encerraba en su pieza a leer y a ver la tele, a veces salía con amigos y otras simplemente estaba con su polola, conversando, fumando, viendo tele. Nosotros sabíamos que pedía soledad, y se la otorgábamos en lo posible. No vamos a tenerlo de inquilino, ¿cierto? También tenía que estar con la familia. decía Juanito. Yo creo que le hacía falta su padre. Aunque de todas formas, no se niega, a estos cabros les da a todos por la misma edad, casi en fila. Da lo mismo. Mi relación con él… Sólo era su madre, no creo haber llegado a ser su amiga ni confidente. Quizás a los 5 años, cuando estaba su papá, teníamos cierta complicidad. Alberto, un hombre algo pesado, de temperamento fuerte y nada seguro. Era paranoico. Marihuana y dictadura son una mala combinación. Pero ves, ya eran los noventas y no había nada a qué tenerle miedo. A menos que te las buscaras. O sea, tener cuidado con salir a la calle a cierta hora, y en el día no vestirte demasiado estrafalario, ya sabes que los pacos no te sueltan hasta que das el carné de identidad, y eso no le venía bien a Alberto. Es que… mierda, esto no es como para contarlo frente a las cámaras, y no tiene que ver, o sea, no tiene nada que ver con lo de Juanito. Pero en fin… Alberto está muerto, y ya no hay nada que hacerle. Lo que ocurre es que, bueno, cuando estábamos separados, el papá de Juanito se fue a vivir a Cajón del Maipo. A unos barrios donde casi no llegaban micros y el piso era de tierra, sin calles. Y junto a él vivía un tipo. Un borracho y un ladrón. Amigo de los pacos, obviamente, como todos los que le tocaron a Alberto. Le robó un computador, le deshizo los cultivos hidropónicos, le hizo mierda todo el esfuerzo. Amenazaba con golpearlo, y Alberto no conseguía vender la casa y largarse de ahí. Por lo que un día compró un arma. Iba a esperar que el borracho ladrón entrara a la casa, y le iba a pegar un tiro. Pero no logró pasar del lugar donde lo dejaba la micro. Encontró al vecino en la entrada del barrio, y se agarraron. Nadie escuchó el disparo excepto los dos. Alberto mató a un hombre ese día…”.

¿Por qué razones murió Alberto Ramírez?

“Bueno, la verdad es que no murió al tiro. No es como que le hubiera dado un infarto después de disparar. Todo lo contrario. Pasó mucho tiempo. Se fue alejando. No creo que por el asesinato. Siempre, a pesar de su temperamento, fue un tipo justo, y sabía que lo que había hecho, lo había hecho con justicia. La verdadera, no la ley, que es una cosa diferente. Entonces vino todo el asunto de salir del país. Era medio irónico. Había pasado toda una dictadura en Chile, y cuando se termina el régimen, se autoexilia. Era como si todavía viviéramos en dictadura. Como si el plebiscito hubiera sido el sueño de unos pocos, unos pobres muchachos que antes de ser fusilados habían ingerido un alucinógeno, y nunca tuvieron conciencia de haber muerto. De haber entrado por la sala oscura, con crujidos de madera, y tener la venda sobre los ojos, y sangrar de espalda al cielo, sin dignidad. O quizás éramos nosotros, los vivos, que habíamos fantaseado tanto. Quizás Pinochet llenó el agua de mareamín, y la dictadura continúa, bajo la tela de un sueño aún apocalíptico, aún presente. En fin, son locuras…”.

Tranquila. Cuéntanos qué pasó después.

“O sea… estaba lejano, sí, esa es la palabra. No sé si era que, como madre, me sentía muy conectada con Juanito y podía discernir que le faltaba su papá, o simplemente Alberto se estaba desvaneciendo. Pero sus visitas se volvían esporádicas. No había instante alguna en que no nos preguntáramos cómo estaba. No podíamos llamarlo, ni pedirle que nos llamara. Él sólo lo hacía, y muy de vez en cuando. Nos juntábamos en una plaza en Macul, tomábamos café, comíamos empanadas. Alberto hablaba un poco, acariciaba a Juanito, y el niño podía sentir que algo faltaba. Papá. Alberto estaba dejando, poco a poco, de existir. Entonces, el aviso. Nos llaman de un celular. La hija del borracho. Le colgamos. Una semana después, la hija del borracho de nuevo. No podíamos saber cómo había encontrado el número. Vivíamos con mis papás, y el teléfono era privado. Llamó una tercera vez, y le grité número equivocado y colgué. No volvió a llamar, pero seguramente sabía que no era un número equivocado, y que nosotros, colgando o no, estábamos a punto de entender que nos diría lo que nos hubiera dicho si en ese entonces le contestábamos. Alberto nunca entraba a la casa. Se quedaba a media cuadra y se despedía. Hablaba muy poco por celular, trabajos, su hermano, con nosotros a veces. También pasaba horas en un cibercafé cerca del barrio, haciendo arreglos con el photoshop. Y a la semana ya no lo vimos más. No llamó, no estaba en el cibercafé, ni una pista de Alberto. Dejaron su cuerpo descuartizado frente a la casa…”.

¿Algo con los pacos?

“Más que seguro. Una nunca sabe. Tampoco podíamos llamar a los pacos y pedir auxilio por el cuerpo. Dudábamos de todos. Yo dudaba hasta de Juanito. Pero teníamos el cadáver de Alberto en nuestras narices y, más que eso, no teníamos nada. Lo hicimos enterrar bajo un nombre falso, y tiene un cuadro de bronce y un pedazo de cemento en alguna parte, junto a un montón de pequeños cuadros, huesos apretados en filas anónimas, sin dignidad. Ni siquiera una cruz. Ni siquiera una lápida erguida sobre el pasto. Cajas, pequeñas cajas de zapato sepultadas bajo una ficha que dice el nombre de otro. Si nunca vivió una madurez tranquilo, eso definitivamente no era morir en paz. Pero nosotros seguíamos vivos, y teníamos que continuar luchando, fuera por nuestras vidas, por él, por lo que sea…”.

¿Qué pasó con su hijo en ese entonces?

“Juanito… Juanito siempre sabía. Lo notó alejarse, desvanecerse, y lloró su muerte más que nadie. Entre horrorizado, aturdido y triste. Juanito descubrió el cuerpo, ¿me entiendes? Alberto no murió hasta que su hijo estaba gritando en el patio. Ahí todos nos habíamos dado cuenta. Ni siquiera teníamos que mirar el cadáver. Y luego, el velorio, el entierro, la ausencia…”.

¿Quiere un vaso de agua?

“Sí, por favor…”.

Bien. ¿Y luego?

“Luego… tuvimos que rehacer nuestras vidas. Darnos cuenta que ya no estaba Alberto. Pasó un tiempo en que nadie quería o podía hablar con nadie. Y sabes, no hay cosa más triste que escuchar el llanto de tu propio hijo a través de la pared. A tu lado, puedes abrazarlo, consolarlo, estar ahí para tu hijo. Pero cuando es en una casa vieja y oscura, y todas las puertas permanecen con llave, mi llanto ya no era mío, era el eco de las lágrimas de Juan. Pasó un año que guardo muy profundo en mi inconsciente, y luego todo parecía más normal, como si hubiéramos despertado de un coma y pidiéramos helado de chocolate. Juanito, sin embargo, estaba más callado, quizás sólo conmigo. Quizás me culpaba, como yo lo culpé a él en alguna instancia. Salía más, comía menos, y no hacía ejercicio. Entró en la adolescencia, y después del 2000, eso significaba entrar en el mundo que a nosotros sólo nos había llegado pasados los 20; cigarrillos, alcohol, marihuana y luego lsd, sexo, quién sabe… todo es presunción Con mi papás, veíamos a Juanito cuando salía y cuando llegaba; cada vez más tarde, y menos vivo. Lo demás se filtraba por otras fuentes. O quizás era paranoia. Al final, sólo puedes confiar en tu intuición, y la propia me decía que Juanito estaba cayéndose. Estaba perdiéndolo todo, de alguna forma, enfrentándose con la muerte de su padre, viviéndolo, no sé. Son tonteras, al fin y al cabo. Porque Juanito ya no está, sabes…”.

¿Falleció?

“No es eso. No hay cuerpo ni pistas. Sólo que no está. Se encerraba en su pieza. Le regalábamos soledad a montones, lo que él quería. Y se quedaba toda la noche despierto. Dormía al amanecer. Una de esas noches agarró un montón de cosas en una mochila de cámping, y no alcanzamos a oír más que un adiós. Estábamos durmiendo. No pensábamos bien. Buscamos a Juanito y no estaba. Vimos en el clóset. Faltaban la mochila, un saco de dormir, algo de ropa. Se había llevado alimentos no perecibles de los cajones. Cuchillos, tenedores, billetes. No dejó ni una carta. Nada más que el adiós, entre sueños…”.

¿Han oído algo más de él?

“Rumores. Puras tonteras. En las noticias supimos que un Juan Ramírez estaba acusado de asesinato en serie. Otro Juan Ramírez era artista, y tenía una exposición en el Bellas Artes. Otro, médico, y salía en un comercial. Nadie que se pareciera al que conocimos. Coincidencia de nombres, fantasmas homónimos…”.

Gracias por todo.

Corta.

“Estoy desnudo frente al computador. Es mi subconsciente y me dice que me suicide. Esa es mi opción: escribir o el suicidio.

He grabado 8759 copias del disco White pony de Deftones. Según Lautaro es un disco depresivo y comercial, el peor ejemplo de Deftones, pero yo creo que guarda un secreto. Cada hora (más o menos lo que dura el disco), tengo que cambiar el cassette de la radio y poner otra copia del mismo, lo que, considerando la duración del original, me da 8760 horas. Lo que dura un año. Después del primer año, planeo botar todas las copias del original, y hacer otras 8759. Al cuarto año, sin embargo, debo hacer 8765. Ya no como ni duermo ni salgo. Guardo ese dinero para hacer las copias. Lo demás (ropa, televisión, conexión a internet) lo suministran mi madre y mi padrastro (alguien debería inventar un plural donde madre y padrastro sean unidad, como “padres”, sin cambiar el hecho de que no son padres, sino tu madre y una copia de tu padre). Lautaro me dice que es una invención, una voz en mi mente. Yo no lo creo. Yo sé que existe.

Lautaro no está en mi mente. Lautaro es mi hermano.

Tengo un proyecto, y Lautaro me ha dicho que no confíe. Pero no puedo dejar de pensar; tengo que terminarlo. Los cassettes son mi alimento. La escritura es mi defecación, micción y vómito. No puedo decir que sea mi llanto, porque ya no es mío: es el de todos los que merecen [llorar].

Veo un montón de ojos en una computadora. Están alineados circularmente (me produce no sé qué haber escrito alienados en vez de alineados). Cada uno ve algo diferente, y tiene una memoria diferente, e imagina algo diferente. Sin embargo, cuando estás conectado (en el centro), puedes ver, recordar e imaginar lo que esos ojos.

La idea anterior, creo, se debe a una de las tres partes de una película gore que vi en Cine de trasnoche. //Hay un problema//. La tercera parte se trataba de un jugador de béisbol que perdía el ojo izquierdo en un accidente de autos ( chocaba contra una baranda; un pedazo de metal entra en el ojo). Luego le hacían un transplante. En la época en que eso era imposible. Y el asunto es que lo logran, pero el ojo pertenece a un asesino en serie. Y el beisbolista se trastorna. Comienza a tener imágenes. Primero alguien está enterrado en el patio. Luego, alguien saca su mano desde el triturador de basura (de pronto, no sé si existe la palabra triturador; la he escrito, la recuedo, pero no sé si existe), su madre le quema la frente cuando es guagua, etc. Le pregunta al médico de quién es el ojo, busca en un archivo de la biblioteca el nombre, y termina por aceptar que una parte de él es un asesino en serie; trata de matar a su esposa. Al final del corto, el jugador de béisbol/ asesino en serie ve a su esposa llorando, y se entierra el cuchillo en el ojo, hasta su cerebro.// el problema es que no sé si vi esta película, si esa cinta tenía una tercera parte, si estaba despierto o durmiendo cuando la vi, si imaginé la cadena televisiva que muestra esa película, si el momento lo recuerdo yo u otra persona //. ¿Quién?

En cualquier caso, si he imaginado esta historia, estoy convencido de que, mientras escribo sobre mi proyecto, mientras lo hago transcurrir, ceder, darse, en realidad estoy recreando esa historia. Y eso no es más que vivir una y otra vez lo mismo. Esto no es fantasía. Porque si lo fuera, el libro donde leí sobre el eterno retorno de lo mismo, la entrevista al integrante de una banda que habla del todo circular, incluso cualquier libro que hable de cualquier otra cosa, no podría existir como libro, reproducción visual, audiovisual, etc. Debería ser parte de mi vida. (Creo que me he complicado con todo esto).

Lautaro me dice que eso ya está inventado, que vea el Project S… [El nombre está tachado]. Yo le digo que deje de creer en lo original. Él me dice que deje de creer en lo nuevo.

Estoy tomando una droga para el vértigo, aunque dudo que la droga exista, porque no le he dicho a mi madre que tengo vértigo, ni tengo plata.

El proyecto es perfecto [ proyecto y perfecto escritos en letras excesivamente grandes].

Estoy viendo Rojo. La pantalla dice JURADO PANI HOJA A. Debería decir JURADO PONE NOTA A, mi televisor no es muy bueno. Sólo que me gusta más PANI HOJA, que PONE NOTA. Pan y hoja. Como estar encarcelado a escribir esto, a contarte de mi proyecto, directo al suicidio”.

Z: Juan Ramírez.

- Cruzamos el umbral de la puerta – me digo a mí mismo, en mi mente, mientras sucede - un living comedor rancio, apestando a tejido y órganos. Observo al camarógrafo enfocar la mesa y las ventanas, así fueran pruebas de algo latiendo como un corazón a punto de explotar en fragmentos de válvulas. Caminamos por un pasillo hasta una puerta en el techo. Buscando unas escaleras, veo, por la luz, que mis manos están manchadas de sangre. Subimos al ático y traspasamos el hedor. Ya no siento frío. Percibo una limpieza propia de máquinas. No maquinaria industrial, sino computadoras que destellan apenas, alumbrando nuestra piel como si fuéramos maniquíes. En medio del ático hay una figura.

¿Ramírez?

“Al fin. Un poco de luz no nos haría mal”.

- El ático iluminado nos muestra el lío en que estamos. Las computadoras en realidad son biotecnología. Masas musculares comprimidas por cableado eléctrico. Lo que parpadea es una ampolleta y al mismo tiempo un ojo. Miles prendiéndose y apagándose. Las retinas de cada una de las víctimas. Un filtro al medio con una luz. Es como si la habitación latiera. Es como si cada parpadeo nuestro siguiera a un parpadeo suyo, a un parpadeo nuestro y otro, y otro… Cada una de las biomáquinas están conectadas a cables que nos dirigen a la figura en el medio. Está suspendido encima de todo. El piso ya no parece de madera. En cambio, la realidad parece más real. Eso es lo que quiero creer en este momento. Eso es lo que elijo creer.

¿Ramírez?

“Por favor, déjense reposar cómodamente”.

¿Eres Ramírez? ¿Juan Ramírez?

“No”.

¿Eres un producto de Juan Ramírez?

“Si consideras que lo que viene después es un producto de lo que estuvo antes, quizás no. Aunque no es descartable. Digámoslo bien: soy el último artista psicópata. Por lo tanto, puedo prescindir del infinito, ¿me comprendes? Esto no es más que una distorsión. Pronto desaparecerá”.

- Mientras me habla, siento que su voz proviene de otro lado. Me quedo observando fijamente una de las retinas. Despierto. Creo que me he vuelto loco. Las semanas trabajando, el enfocar sólo un punto ciego, metido en la mente de alguien que no soy yo… Lo estoy alucinando. Al fin me he vuelto loco. Sin embargo, puedo articular el lenguaje dentro de mí. Sólo que no salen palabras. Relato dentro de mí. Nada anormal, he perdido la capacidad de articular el lenguaje oralmente, nada que temer. Recuerdo lo que ha pasado antes. Puedo hacerme una idea de las posibilidades para después. Nada se ha perdido. Estoy bien.

“No estás loco. O al menos, eso es lo que has decidido creer. Tal vez pienses que lo estás, pero eso es sólo una afirmación en la serie. Si estuvieras loco, realmente no ‘sabrías’, no lo consentirías. Tampoco estás muerto. Tampoco amas. Nada de eso es real. Pero definitivamente no estás vivo, aunque claro, ¿es posible estar vivo?”

- Sé a lo que se refiere. Y me afecta el saberlo. Me afecta porque sé que no está hablando, que soy yo el que está hablando, y soy yo el que asesina al camarógrafo, y estoy en la línea de retinas dentro de su cerebro, pensando que es mi cerebro, y sin embargo, es él quien controla, mis pensamientos nunca fueron míos, todos mis pensamientos en vida fueron enviados desde el cerebro central, y lo sé porque he llegado hasta aquí, porque él lo sabe.

(No más, simplemente dime si eres o no Juan Ramírez, el asesino en serie).

“ Ya no. Nadie tiene nombre ahora. Se ha cumplido el ciclo. Tú lo comprendes. El diálogo no existe. La comunicación es inverosímil. No hay pensamiento; hay recepción. Todos los nombrados eran las antenas parabólicas de Gaia, el cerebro central de la vida. Teníamos nombre. Teníamos identidad. Teníamos CI. Teníamos familia. Pertenecíamos a alguna parte. Creábamos y éramos de ese lugar. Ya no. Nunca más. Ahora sabemos cuál era el sueño, y hemos despertado. Por favor mira la primera retina a la izquierda”.

- Me rehuso a mirarla, pero sé que está en el plan, sé que pertenece a lo que él quiere que haga, porque así comprendo que mientras me rehuso a mirarla, estoy obedeciendo el plan que me manda el cerebro, que es negarme antes de aceptar, a pesar de que ya lo he aceptado; hace mucho tiempo. Hace: siempre.

(Te pregunté si eras Juan Ramírez, el asesino en serie).

“ Por favor mira la retina a la izquierda”.

- Busco la retina, de alguna manera, porque cuando observo el lado izquierdo, en realidad es el lóbulo izquierdo de mi cerebro, la zona que me empuja a mirarme frente a frente: imágenes de un Juan Ramírez, un cualquiera, un típico artista psicópata sacando los ojos de las víctimas y guardándolos en los bolsillos de una mochila de cámping; ése no soy yo, pero mi pensamiento me dice que lo soy, por lo tanto, es así; guardo los ojos en mi mochila y los inserto en los capullos mecánicos; activo la máquina; doy fin a mi tarea, un artista tipo en un proyecto tipo en un día tipo haciendo lo que me dicta el pensamiento; entonces el cerebro central dice:

“Ésa es una de las posibilidades. La línea en la que existe un pasado que conduce a esto. Y ese pre-todo, es el lugar en que tú y Ramírez se juntan. En esa línea, tú eres un periodista que busca desesperadamente el motivo de un asesino en serie. Pero en realidad buscas tu propio yo. Ahora mira la retina siguiente”.

Maori Pérez, escritor de e-books, participa activamente en diferentes páginas webs de Chile y acaba de terminar su libro “El último artista psicópata”_ dicto al computador, grabadora en mano _ ¿Es éste el final de la Trilogía Electrónica?_ “La verdad, si algo no me mata cuando termine este e-book, planeo seguir escribiendo” _ ¿Cuándo empezaste a escribir? _ “Cuando tenía 12. Pero el primer libro lo terminé a los 15 años. El segundo, a los 16. Y El último artista psicópata lo escribí a fines de los 16 y comienzos de los 17” _ ¿Qué te motiva al escribir? ¿Y por qué expresamente en internet, con libertad de copiar y pegar? _ “La verdad es que mi primer libro está con derechos de autor. Tuve que modificar algunas partes para hacerlo libre de copiar y pegar al antojo de cualquiera. El segundo no está con DDA y el tercero tampoco. En sí, me molestaba que después de la dictadura, todos lo estuvieran diciendo todo y les pagaran muy bien por ello. Me molestaba que cualquier acción llevara a la muerte de alguien en alguna parte. Sentía que estábamos siendo controlados. Yo quería liberarme de ese control. De ahí, La Trilogía Electrónica. La idea es hacer algo diciendo nada, diciendo lo que no existe, desde lo que existe, sin mucho valor, y sin recibir plata por ello. Más bien, aproveché que tenía un lugar libre [Internet] para lanzar algo inválido, que no iba a despertar conciencia alguna, y así adquirir un puesto en la nada. En sí, lo que quería era ser yo mismo. Y cuando todos están siendo ellos mismos, ser original es totalmente lo opuesto a lo que pensabas al principio. De hecho, es como si todos ‘siempre hubieran pensado’ tal y tal cosa, o tuvieran tal y tal idea desde hace siglos. Yo quería cambiar y ver hacia dónde me llevaba. Ahora está completo, y puedo morir en paz. Quizás adónde me lleve”. _ Fin de la transmisión.

“Ésa es otra posibilidad. Otro nombre y otras circunstancias. En esa línea, un escritor llamado Maori Pérez está redactando tu mente como un libro electrónico. Y tú eres un periodista que se encuentra casualmente con un texto al que no le das importancia. Esa ficción termina combinándose con la realidad. Maori Pérez es el asesino, y tú eres el programa buscador. Maori Pérez toma una droga llamada KMFDM, y ambos cuerpos se combinan uno con el otro, haciendo que el libro y la realidad sean uno sólo. En ese instante, nadie sabe nada. Pero es el valor del presente. De encontrarse aquí y saber que todo, absolutamente todo lo que ocurre, ocurrió y ocurrirá en cualquier línea, lleva a este momento. Mira la retina siguiente”.

_ ¿Papá? _

_ “Aquí estoy” _

_ Te extrañé mucho _

_ “Yo sé. Yo también” _

_ ¿Dónde estamos? _

_ “Estamos donde quieres estar” _

_ ¿Papá, ya no hay cruces ni sangre en mis muñecas? ¿Me vas a llevar al colegio y voy a ser defensa? ¿Y tú luego nos vas a traer a todos en tu minivan amarilla? ¿Vamos camino hacia el sol?

_ “Jesús, permanece. Permanece. TI-E-NES-QUE-PER-MA-NE-CER” _

PER

MA

NE

CE

PER

MA

NE

CE

PER

MA

NE

CE

“ ¿Ya ves? Otro camino, pero te imaginas. Un momento que compone otro momento que compone otro / momento / y así / siguiente / y siguiente / para siempre / hasta aquí. Jesús se encuentra con su padre. Jesús y Dios en medio del sol. No hay mar. No hay tierra. Sólo el sol, quemándose hasta desaparecer, y un mensaje. PERMANECE. ¿Ya ves? Todo es paralelo a todo. Esta es la distorsión. Yo soy tú / tú eres yo. Y sin embargo, no puedes distinguirlo. Piensas que es la droga que tomaste. Piensas que es el camino que tomaste. Piensas que son las circunstancias. El paralelo es falso, 0 / 0, falso es paralelo El. Y Dios te deja en el sol. Ve la siguiente retina”.

(Basta)

“Por favor ve la siguiente retina”.

- Estoy mirando una pantalla. Al otro lado, hay un asiento y otra pantalla. Me quedo en la cama observando las olas que proyecta la primera. Van hacia abajo. Recuerdo haberlas dejado quietas en algún momento. Poseer la ilusión. Recuerdo haber hecho que se fueran hacia abajo. Pero ahora van hacia arriba, sin mi consentimiento, y el sol tiene incrustadas las letras CHV; es un sol apagado, iluminado por letras y horarios, una trilogía en el tercer cuarto de esquemas que dice CINE – CINE – CINE. Me muevo de la cama a la silla y me instalo en la otra pantalla. Abro la ventana. Cambio la descripción para sacar del CHV un relato porno sobre una violación. Me masturbo. Vuelvo a la cama. Fumo un pucho. Las olas del mar van hacia arriba. Pienso acerca de las circunstancias. Las olas del mar van hacia abajo. El sol dice GAIA.

“ ¿Ya ves? Otro camino, otra instancia, pero está presente. GAIA. G.A.I.A.: Genética Anarquista Inteligencia Artificial. Es un código. El ser humano evoluciona hacia la comunidad. Va en reversa, pero asciende. Es decir, mientras más vive lo humano como ente evolutivo, más se acerca al reconocimiento absoluto de la comunión, de lo igualitario, de GAIA. En sí no es más que circuitos… un ordenador en el centro del planeta que envía emisiones al cerebro humano y ordena los destinos de todos. Tú estás pensando esto, porque yo estoy pensando esto en este momento. En el mundo absoluto. En la ficción-real. ¿Eres un niño de 12 que se masturba con violaciones? ¿Adicto al snuff? No, tiene que significar algo más. Lo palpable es demasiado palpable. Los sentidos son demasiado sensitivos. Emisiones del cerebro. Pensamiento puro. La verdad de la iluminación no está en despertar de los sentidos. No es creer en ficción por sobre realidad. La ficción es realidad y viceversa. La escritura es realidad. La realidad es escritura. No hay inicio. No hay fin. El mar va hacia ambos lados y está quieto. El pensamiento no es tu pensamiento. La conciencia es una película. No puedes cambiar la trama. Todo lo que pienses, la forma en que actúas, lo consciente e inconsciente es parte de las mismas emisiones. Y esta es la distorsión”.

(Basta)

“Ves, niegas para luego afirmar. Quieres tener un destino. Quieres que todo lleve a lo que tiene que llevar. Siempre estuvimos protegidos. Hemos vivido eternamente. La muerte misma es una falacia. Ya has muerto antes. Miles de veces. Esto es un sueño de un sueño de un sueño. Algo que te salve. Que te impida morir. Al final, eliges soñar. Eliges salvación. Tus creencias no son tuyas y está dentro de ti, porque tampoco son mías. GAIA. Todo llevaba a esto. Eres sólo un procesador. Lo fuimos. Ahora queda la distorsión, pasearse por los infinitos destinos, buscar algo que nos seduzca, algo que nos ofrezca comodidad, catarsis, alimento. La literatura está maldita. La filosofía está maldita. La pintura está maldita. El rock está maldito. El pop está maldito. Las sensaciones que conducen un piano. Las ruedas que matan a un perro… Pero no nos importa. ¿Siguiente retina?”.

B – A (S) T – A

“Permanece. Eso es lo único que nos importa. Que seas uno más que dio a su tiempo lo que merecía su tiempo. Uno más que pensó lo que tenía que pensar, y lo que no tenía que pensar. Es igual. No está en ti. Permanece. Hazlo. Sé grande. Sé glorioso. Sé tú mismo. En todas las realidades vas a encontrar el paralelo. GAIA. Esta es sólo la distorsión. De aquí en adelante, stop and rewind. Todo de nuevo. Un punto en el vacío, y seguir viviendo. Hacia delante. Siempre hacia delante. No existe la detención. Pensar es destino. Basta. ¿Qué? Basta. Permanece. Basta. No. Basta. Sal. Basta. Vive. Basta. ¿No lo ves? Claro que lo veo. Y, – A – P – U – Ñ – A – L – O, – T – O – D – O – S, – L – O – S, – O – J – O – S, - E – M – P – E – Z – A – N – D – O, - P – O – R, – T – U, – C – O – R – A – Z – O – N. _([])_ LASLJKAA

LKASKJSABSAKASJKAKBASKBASKBASBJASKBSCKLSALSACBLASBASJLBASCLBLASBABLASLBASBLSABLSACBSCJHNXSJHSDLVKNXKJHGQWIDHQOUEUWYET821Y301P2OJKJSC8SDAC901N0C23B94C821U0EPHQW8V93C9328EBC98B986VD768 WN’9RC7V830ENX9218’08VA6YXGFSAJDBDFKNERÑ MB´G´JPM

HJ+KLOENIWEUHSIAV UBFKDSHONCB93470V34|´’128WV65E 5XZ45tv8ds8ycn0e9nrt054iuk,’bm0n439b876yfbisugasjdwqyxtt3ruyoGBOP 4HTNEPVMÉNEROYBR78V62387R293Y4C0N29C02U9MN94C8BYT892B8YC320NYCB8Y2B983VC6287V382YC03923UN0 9NU02N3CVC29UFDN0SJLSDIBHV8U0MI32M0N8YNUBTAHTRCTYWFIELIVJMOHJ T0PJHB96I9M8Y4T4V73VEUSHGJDUGCIKHI VN590N99822B621765RVWYAUDSSGDK RN NOE9UVM95U59Y28727V6RVQ6TVJCYUSI BN9WENC094UN9383261V656XIECIN9CVN9Y942I7RIUGRUESKJBSDFKFKBJSFDKJBUSFKBJFSKJBSFKJBSFKBJFSJKBFKUEQWUHWEGIEWOEIUGEQUFYUEQGUOQEGUOWEGUOWEOUGWEOUGWEGOUWEUIGWEI7UWEUYBIECUHEWCINWCEUBYWECGBUWREGIUHNFUINHRINUDRWUNHIRFEINUFREGRGUIWERUIWERIUEWUIHNWESHUIWEIHOWEIUWEIUWERUIWEIIUWEIUWEUIWEUIWEIUWEIUWEIUEWIUEWYHJUBJKBJSSSSSSSSTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOPPPPPP

. (EL TIEMPO SE DETIENE. EL TIEMPO SE BORRA).

Esperando a Nacho.

¿Cuántas veces has muerto hoy día? ¿Y sentido que vas a morir? ¿Algo parecido a la locura? ¿Una denotación de insania? ¿Ciertos rasgos que no pertenecen a la imagen? ¿Tu rostro descolocándose y de pronto un deyavú, un silencio que se hace enorme, un auto que pasa pegado a tu cintura?

¿Cuántas veces has escuchado a Placebo hoy día? ¿Sentido el sol de la tarde en la nuca y recordado que tienes que juntarte con Nacho, ese Nacho anarkista que habla de un mundo subjetivo donde nos miramos las nucas y algún filósofo idiota y griego no tenía razón? ¿Cuántas veces te has levantado como hoy día? ¿Cuántas veces te has cepillado los dientes? ¿Cuántas bañándote, secándote el pelo con una toalla, has encontrado en la tarde el recuerdo de Nacho y pensado en las nucas? ¿Podemos ver nuestras nucas desde el espacio? ¿Puedo decirte que dicen del mundo en el espacio?

Dicen que el mundo es gris. ¿O era Marilyn Manson, que lo decía drogándose con heroína?

¿Cuántas veces has cerrado la ventana del baño y apagado todas las luces? ¿Cuántas veces has meado en la oscuridad? ¿Cuántas noches has mirado el techo, con la araña colgando en una pose que se parece a la imagen que guardas de la felicidad, y te has hecho una pregunta sobre el espacio? ¿Son las nucas el límite de nuestra individualidad? ¿Podemos mirar nuestras nucas desde el espacio?

¿Y esas noches, te has preguntado sobre esta tarde, cuando tienes que juntarte con Nacho y todo parece más punk y emo de lo que realmente es? ¿Serás mañana un ícono de lo urbano? ¿Y un pícono? ¿Y será que ahora recuerdas el prinvierno de un amigo, el primer invierno, y todo te parece más ciudad de lo que realmente es? ¿Puedes borrar las imágenes de la insania con sólo cerrar los ojos? ¿Puedes abrir la puerta y cruzar la calle sin que el auto pase pegado a tu cintura, sin que esto sea una copia de una copia de una copia? ¿Y qué tenía que ver la canción de Placebo? ¿Será posible que sólo escuches a Placebo? ¿Que, de alguna manera, no escuches una canción de Placebo, sino que simplemente es una tarde en que antes de salir está esa información, y tu movimiento sea una cadena de información como una cadena de adn comunicándose con los receptores, una actina superponiéndose a la miosina, y el músculo se contrae y abre la puerta?

¿Y si hablamos de emo, será también ropa y canciones? ¿Será que escuchar a Placebo es el espacio abriéndose al emo? ¿Nacho te dará la mano o un beso en la mejilla? ¿Seremos chilenos o argentinos por un segundo?

¿Y si Placebo dice no me dejes caer, es posible que la insania te caiga a golpes o a deyavús incrustados? ¿Y el knock out? ¿Y la espera? ¿Cuántas veces has esperado en tu vida? ¿Cuántas preguntas has hecho sobre la muerte? ¿Cuántos minutos te quedan para morir? ¿Cinco? ¿10? ¿Un año? ¿Será ése auto el que te quite la vida? ¿Será esa calle y de pronto un ladrón de bancos se confunde con las balas, y una de las balas se confunde con tu pulmón? ¿Y entonces escucharás en el personal que el vocalista de Placebo paga por sexo? ¿O será una cita a Bukowski? ¿Será esta pregunta una cita a una enorme respuesta? ¿Nos veremos las nucas desde el espacio?

El espacio. El tiempo. ¿Cuántas veces has muerto hoy día? ¿Es posible que en algún punto de la tierra tú estés muriendo mientras otra versión de ti está esperando a Nacho en el paradero? Y en ese caso, ¿nacerás cuando llegue, en una cuna que no lo sabe? ¿Que somos tres?

¿Qué es lo primero que se te viene a la mente? ¿Qué es lo primero que recuerdas de tu madre? ¿Qué sensación te produce el sol? ¿Cuántos Danieles han muerto en tus años de vida? ¿Cuántos mueren mientras aguardas? ¿Cuántos mundos paralelos pueden soportar el sol de esta tarde? ¿Cuántas veces has cruzado la calle, tomado la plaza y te has sentido el dios de los semáforos? ¿Cuántas veces te has dicho “se abren los mares” y te has creído el mesías que viene a salvarse a sí mismo? ¿Y tu pueblo es tu ego? ¿Y tu biblia es la vagancia? ¿Y tus credos son la paja, lata, el condón, el suicidio, el drogarte con tapsin período menstrual, líneas de plátano que mueles secas y te fumas en un papelillo? ¿Qué es lo primero que se te viene a la mente de Nacho? ¿Cómo lo definirías? ¿Qué parte de su pómulo comenzaría una descripción? ¿Cuántos Nachos han muerto mientras camina hacia la plaza? ¿Cuántas pisadas son? Cuento uno, cuento dos, cuentos tres, ¿cuántas pisadas son una muerte? ¿Es posible el suicidio inconsciente? ¿Son la crueldad y el masoquismo mecanismos de la respiración? Cuentas una respiración, cuentas dos, cuentas tres.

¿Cuántas chelas te has tomado? ¿Cuántos cigarros te impregnan de nicotina? ¿Cuántas veces te has violado a ti mismo con una zanahoria? ¿Cuánto falta para que llegue Nacho? ¿Cuántas guitarras suenan ahora, en la canción de los pixies? ¿Vamos a la playa? ¿Dibeiser? ¿Suena una? ¿suenan tres? Y en ese caso, ¿es posible que hayan tres Danieles vivos en este momento, sin saber ninguno de la existencia del otro hasta que llega la insania, el deyavú, y te das cuenta, ya he pasado por esto antes, alguien ya ha vivido este momento antes y era yo mismo, sólo que no lo sabía hasta pasar por aquí y reconocer mis propias huellas? ¿Es el mundo suficiente? ¿Nos observan desde el espacio? ¿Verán todas nuestras nucas? ¿Es el futuro un ojo mirando nuestras nucas desde el espacio? ¿Es esta imagen algo por lo que has pasado antes? ¿Y si hay un montón de nosotros mismos en todas partes de Santiago, siguiendo pasos que ya han seguido, es el presente la habilidad de mirar nuestras propias nucas aquí en la tierra?

Llega Nacho.

................
................

In order to avoid copyright disputes, this page is only a partial summary.

Google Online Preview   Download

To fulfill the demand for quickly locating and searching documents.

It is intelligent file search solution for home and business.

Literature Lottery

Related searches