La conquista - Universidad Autónoma Metropolitana



MÉXICO-TENOCHTITLAN

Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA

Arturo Lomas Maldonado

Profesor Investigador

Universidad Autónoma Metropolitana

“Los relatos en nahuatl nos dicen que la Toltecáyotl abarcaba los mejores logros del ser humano en sociedad: artes y urbanismo, escritura, calendario, centros de educación, saber acerca de la divinidad, conocimiento de las edades del mundo, orígenes y destinos del hombre”

Miguel León Portilla

La historia del mundo ha reivindicado a Grecia, la India, China, pero cuando se trata del continente americano, éste es simplemente denostado y calumniado. La tarea de nosotros es la de consultar las fuentes y analizar el período a la luz de la metodología moderna, abordando el proceso histórico mediante el análisis y la crítica de las fuentes. Analizar y confrontar las fuentes es lo que nos da material para recuperar el punto álgido de la transición entre el mundo antiguo y el México colonial, y es precisamente la conquista la que determina los aspectos fundamentales de la población, la economía, la cultura y la ciencia. Lo que tenemos en cambio es la suplantación de una cultura por la occidental, en donde los términos “indio”, “indígena”, “prehispánico”, “mundo hispano” o “Latinoamérica” nos excluyen, pues seguimos hablando de “lo español” o de “lo portugués”. La historiografía de la época es justificatoria del saqueo y la expoliación, en donde lo que cuenta no son los personajes como Cristóbal Colón, Pizarro o Hernán Cortés, sino en que el prototipo de la conquista que es Cortés, aprendiendo todo lo que Colón pudo suministrarle, es quien lleva a cabo la civilización de la rapiña y conoce todos los resortes para la destrucción de las culturas autóctonas. A pesar de las reiteradas peticiones de que  los conquistadores no se acerquen a Tenochtitlan, los españoles continúan su marcha, porque saben que ese es el núcleo central a destruir. Y a pesar de llenarlos de oro, joyas y plumajes, los conquistadores se muestran insaciables, confundiendo la cortesía con la cobardía. Los españoles no sólo destruyeron una sociedad sino una cultura, con su enorme caudal de conocimientos en biología, botánica, historia, medicina. Podemos notar muy fácilmente que en el México antiguo no existen fronteras entre sus habitantes, en donde las comunidades conviven dentro de una amplia socialización, pues en cualquier lugar es posible encontrar las construcciones monumentales, la práctica del temazcal, la astronomía con su calendario, el juego de pelota, la matemática y la medicina, en donde Xochicalco es el centro de las ciencias en general y la confluencia de todas las culturas. Es preciso recordar que recuperando lo susceptible de ser recuperado, vamos a enriquecer nuestra concepción del mundo para construir nuestro presente y labrar nuestro futuro.

La destrucción que llevaron a cabo los españoles nos ha impedido conocer tanto la forma en que ocurrió la conquista, como la en que vivían nuestros ancestros, ya que sólo sabemos de esa época por las crónicas elaboradas por los mismos españoles, las cuales en su mayor parte son falseadas y llenas de exageraciones.

Para los conquistadores, la sociedad antigua estaba plagada de hombres salvajes que practicaban sacrificios humanos, en que existía un supuesto imperio (de tan sólo 13 kilómetros cuadrados), nos hablan de tributos, reyes, emperadores y príncipes, de su idolatría, así como de ser guerreros, sin tomar en cuenta que tanto ellos, como los especialistas posteriores y aún los más recientes, muestran su asombro ante una cultura cuyo esplendor resulta innegable.

“No podemos seguir creyendo en todo lo que se ha aceptado. Aquí ni hubo reyes, ni imperios, ni sacrificios humanos y mucho menos dioses. Todos estos conceptos han sido impuestos de acuerdo a un criterio occidental que nada tiene que ver con nuestra realidad histórica”[1]

En relación a las fuentes, Hernán Cortés, Bernal Díaz y Sahagún a la vez que cronistas, fueron conquistadores, y algunos de los cronistas subsecuentes (Fray Diego Durán, Clavijero, Motolinia, Torquemada) elaboraron sus relatos en fechas posteriores a la conquista, guiándose por los trabajos de los tres primeros, en donde, aparte de que ya se había trastocado todo el orden Mexica, para hacerlo del tipo español, la mayor parte de sus informantes eran autóctonos convertidos al catolicismo.

En cuanto a la fundación de México-Tenochtitlan, se ha creado un mito afirmándose que una serpiente fue devorada por el águila, para lo cual debemos aplicar la crítica de las fuentes, y resulta que la fuente de primera mano que ha sido utilizada es la Crónica Mexicayotl de Fernando Alvarado Tezozómoc, que fue escrita en el idioma Nahuatl y traducida posteriormente al español. Ahí podemos notar que en ningún momento se menciona que el águila esté devorando a una serpiente, “en donde ‘luan’ es la conjunción ‘y’; Kouatl, serpiente; ‘l’, posesivo de la tercera persona del singular; Zomoka, es el sonido característico que emiten las serpientes cuando van a atacar o cuando sienten peligro y que ha sido traducido como silbar; ‘Yan’, es una desinencia locutiva, pero no indica un lugar preciso”[2], con estos elementos podemos traducir la oración como: “el lugar donde silba la serpiente”[3]

¿Por qué los frailes agregaron la serpiente al glifo de la fundación? La respuesta nos la da Víctor Linares Itzcuauhtli “En el pensamiento autóctono el águila simboliza al Sol, por lo tanto los frailes, siguiendo su pensamiento cristiano, lo interpretaron de otra manera…Para el pensamiento cristiano el sol representa a Jesús, y la serpiente a Satanás, es por ello que lo que quisieron plasmar los religiosos del siglo XVI era la lucha entre el bien y el mal…Dentro de los primeros frailes en grabar este error se encuentra el dominico fray Diego Durán”.

Uno de los más grandes mitos que crearon los conquistadorea acerca de los pobladores originales, es el de que con algunas excepciones, casi todos esos pueblos, mayas, aztecas, totonacas, “obsesionados por el misterio del devenir y de la muerte, practicaban sacrificios humanos, de enigmática significación”. A esta irreflexiba conclusión se han sumado científicos que hasta una explicación espiritual han pretenido darle.

No se profundiza en que si es lógico pensar que una cultura que ha sorprendido y sorprende cada día por su avanzada civilización y sus enormes conocimientos, practricaba o no, un rito salvaje. Christian Duverger, coincidiendo con otros autores, al estudiar la llamada “economía del sacrificio azteca”, ve en éste un intento de sostener y dinamizar los ciclos vitales, pues según tal versión “la muerte libera un excedente de energía vital”, y supuestamente en el sacrificio ritual, la artificialidad de la muerte provocada es lo que hace posible orientar hacia los dioses esa energía, logrando así que se “transmute la fuga de fuerzas en brote de potencia” (La flor letal 112s), para de este modo la sangre humana ofrecida a los dioses, vitalizaría las fuentes de toda energía, y alimentaría las reservas de fuerza que el sol simboliza, concentra e irradia, razonamiento tan tortuoso como ineficaz, ya que no se detiene a averiguar si los sacrificios existen, sino que partiendo de las falsedades interesadas de los cronistas los da como ciertos, para luego darse a la tarea de pretender darles una explicación místico-astronómica-energética.

En el mencionado Libro Segundo, Sahagún le dedica un espacio enorme a los llamados sacrificios humanos de los mexicas. Los relatos resultan sobrecogedores, pero poseen un defecto de origen, pues aunque como en toda su obra el fraile habla a nombre de terceros, con el objeto de no responsabilizarse de lo dicho, al final del Libro, toma la palabra para exponernos sus propios comentarios, dando a entender que está condenando algo que no le consta, que le contaron.

Eulalia Guzmán nos comenta que “De las creencias, así como de las prácticas se hizo burda mezcolanza de mitos y de dioses…Lo cierto es que de la pluma de Cortés en su carta II, se sabe que durante los ocho meses que vivió frente al recinto sagrado de los teocallis de Tenochtitlan jamás vió un sacrificio humano. Ni tampoco los vió o supo que se hicieran en aquel tiempo, en ninguna parte, desde que pisó tierra en Anáhuac, a mediados de abril de 1519, al 30 de octubre de 1520 en Tepeaca, en que fechó su carta”[4]

En cuanto a la relación de la “Veintena de Tlacaxipehualiztli…o figura simbólica de Xippe” J. Refugio González Hernández nos asegura que Bernardino de Sahagún, trata de describir detalladamente el curso de los diversos cultos rituales que se celebraban en cada uno de los 18 meses, de 20 días cada uno, lo que nos llevaría a la conclusión de que todos los meses de todo el año (a excepción del último) los aztecas olvidaban sus virtudes y se dedicaban a la más cruel e inhumana de las actividades.

“El nombre Tlacaxipehualiztli de la veintena puede indicar la acción de comenzar, porque pehua es empezar; xipehua es la orden: comienza; Tlaca es persona y Tlacaxipehualiztli incluye el comenzar la acción ordenada, quiza en relación al comienzo a las actividades anuales…los datos de las actividades efectuadas en esta veintena nos describen de hecho un cambio anual de las personas encargadas de ciertas funciones de la actividad gubernamental y que por todo lo que se dice refieren un tipo de función policial”[5]

Por lo tanto, es seguro que las personas dedicadas a ella fueran las más numerosas en comparación con otras funciones más particulares “…sacrificadas o sacadas de las actividades productivas comunes por un tiempo, al parecer por un año, ya que al incio de cada uno…en que unos son ‘desollados’, es decir descargados de la investidura de Xipe, en tanto que otros se ‘visten sus pellejos’, es decir, asumen los atuendos propios de esa investidura”[6]

En su larga explicación, Refugio González atrae una carta que se encuentra en el Archivo General de la Nación, en donde el cura del lugar en el año de 1543, solicita permiso a Fray Juan de Zumarraga “para quemar unos 300 o 400 indios, para que por temor ingresaran a la iglesia los demás, ya que con predicación y azotes no los convencía’ (Encicl. de México, t II Tamaulipas)”.

“Así que – nos comenta el autor a que nos venimos refiriendo - lo de distorsionar las informaciones calumniando, aparenta ser solamente una mentirilla piadosa…dado el acelerado aniquilamiento de la población nativa, denunciada entre otras por Bartolomé de las Casas y el propio Motolinía en su mención…ese aniquilamiento se ‘justificaba’ en la identificación de los habitantes del continente como seres sin alma…Motolinía se daba prisa en bautizarla o evangelizarla reconociendo con ello su humanidad es, aunque también una forma de cuidar a la gallina de los huevos de oro para que siga poniendo en beneficio del poder Real frente a los intereses de los particulares a los que no les importa su agotamiento…y hasta llegar a ‘encontrar’ algo sublime, por nosotros inalcanzable e incomprensible, en la motivación de la antropofagia y sacrificios humanos adjuduicaba a la población prehispánica”[7]

Laurent de Séjourné parece darnos la razón cuando se plantea el llamado “enigma de los contrastes inconciliables”, pues según cierta lógica, resulta que quienes se asoman al mundo del México antiguo no pueden menos de quedarse admirados “de lo bueno, horrorizados de lo malo, y finalmente perplejos, al no saber cómo conciliar lo uno y lo otro” y se pregunta “¿Cómo es posible que en medio de tantas atrocidades se produjeran a veces, en los mismos que las realizaban, elevaciones espirituales tan considerables?[8] Para caer en el lugar común de señalar “Es un misterio... Se desvanecería el enigma si tales elevaciones fueran sólo aparentes, pero resulta muy difícil dudar de su veracidad”.

El maestro León Portilla establece que los relatos en nahuatl “nos dicen que la toltecáyotl abarcaba los mejores logros del ser humano en sociedad: artes y urbanismo, escritura, calendario, centros de educación, saber acerca de la divinidad, conocimiento de las edades del mundo, orígenes y destinos del hombre.”[9]

Cortés estaba seguro que sus relatos encontrarìan oídos listos, ya que en los siglos XV y XVI muchas mentiras estuvieron siendo esparcidas en España acerca de muertes rituales realizadas por los Judíos, quienes estuvieron siendo expulsados de la península Ibérica junto con los Moros. “Las mentiras de Cortés fueron tremendamente exitosas. Ellas han permanecido por casi 500 años sin oposición.”

“A lo largo de las narraciones escritas, muchos descubrimientos arqueológicos - esculturas, frescos, murales y pictogramas – han sido declarados por los españoles, indios evangelizados y más tarde por Antropólogos para ser relacionados con el sacrificio humano. Estas imágenes no son en forma alguna prueba de que los humanos fueron sacrificados…Ellos podrían incluso ser imágenes de ejecuciones ordinarias o muertes…en el budismo, cráneos y huesos de piernas son usados para hacer instrumentos musicales utilizados en rituales religiosos, esto no está en forma alguna relacionado con el sacrificio humano”[10]

Esta tendencia se nota de una manera muy clara en los libro de los misioneros, sólo basta tener un espíritu crítico para percatarse de ello: “Aunque en el matar niños y sacrificar sus hijos, los del Pirú se aventajaron a los de México, porque NO HE LEIDO NI ENTIENDO que usasen esto los mexicanos, pero en el número de los hombres que sacrificaban y en EL MODO HORRIBLE con que lo hacían excedieron estos a los del Pirú. Y AUN CUANTAS NACIONES HAY EN EL MUNDO”[11] Este párrafo del padre Acosta denota la falta de objetividad en este autor que es usado como fuente histórica.

Phil Peter Hassler nos dice: “Cortar y abrir la parte del pecho es una tarea relativamente fácil, pero atravesar la caja torácica es casi imposible…Castillo afirmó que los mexicanos sacrificaron unas 60,000 personas en cuatro días, lo que nos daría la espantosa cifra de una persona asesinada cada seis segundos consecutivamente por 96 horas”[12]

El primer informe sobre los supuestos sacrificios humanos proviene de Diego de Velásquez, quien realizó una expedición que bordeó las costas de Yucatán. En su itinerario él describe que en una isla encontraron restos de seres humanos, de inmediato lo asociaron con un sacrificio humano, por lo que le dieron el nombre de “Isla de sacrificios” a la que se encuentra frente al puerto de Veracruz.

Sin embargo, es conveniente establecer que los hombres de Anáhuac no tenían dioses, y lo más sorprendente es que no existe algún término en lengua Nahuatl para designar el concepto de dios. Ocurre lo mismo que para el budismo, en donde buda no es un dios, sino es la suma de virtudes que debe obtener un hombre, quien al coseguirlas alcanza el nombre de “Buda”. Entre los aztecas existían una serie de elementos que estando presentes en la naturaleza, de la cual forma parte el hombre, eran reconocidos en su simbolismo como parte de una filosofía que nada tiene que ver con el pensamiento occidental.

“El llamado ‘dios de la lluvia’, Tlalok, por ejemplo, simbolizaba la fecundidad de la tierra mediante la lluvia, el crecimiento y desarrollo del maíz, el alimento del ser humano, el desarrollo de los bosques, las corrientes de los rios y nuevamente la formación de las nubes.”[13]

Todo hombre sabio era considerado un Quetzalcoatl y era respetado y venerado: era adornado “con flores de la sabiduría”. A Xochicalco se le conocía como el “lugar donde está la casa de las flores”, los egresados de Xochicalco eran sabios y sus conocimientos fueron aplicados para el beneficio de la comunidad.

Domingo Martínez Paredez, filólogo mayista, en su libro Un continente Una cultura, nos dice que Quetzalcoatl filológicamente significa “la blancura solar y las barbas a los rayos solares”. Sin embargo, la falsificación española llegó al extremo de introducir que Quetzalcoatl era un dios y que había anunciado la fatalidad de que habrían de llegar a Anáhuac los hombres blancos y barbados que deberían dominarnos

Se asegura, para mayor abundamiento, por parte de quienes se han dedicado tanto al estudio de la lengua nahuatl como a la comprensión de la cultura de la época, que por ejemplo “Tezkatlipoka representa la memoria, Ketzalkoatl, la sabiduría o inteligencia, y Uitzilopochtli la voluntad”[14], elementos a los que se invocó en su momento para la construcción de la gran ciudad.

Así mismo que “Koatl: serpiente, representa la sabiduría, la inteligencia; Xochitl; Flor, representa por igual al conocimiento, pero cuando éste ya ha florecido; Tzontekomitl: Cabeza, donde se deposita el ego y la importancia personal; Mikiztli: Muerte, es el perpetuo cambio que existe en el universo”[15]”.

Para los pobladores originales el principio generador de todo lo existente no tiene que ver nada con la idea de un dios. De hecho la palabra dios no existe en ninguna lengua autóctona. Antes se pensó que “Teotl” significaba dios, por lo que se ha venido incurriendo en errores: “La palabra ‘Teotl’ significa energía o también ‘apreciado, tino, intenso, maravilloso, magnífico, imprevisto’ como alguna vez ya ha señalado el estudioso del lenguaje nahuatl Víctor Linares Aguirre quien asegura que ‘no existe la palabra ni el concepto, en las lenguas y el pensamiento nativos’…Teotl es muy parecido al Theos griego y al Deus latino. Su uso equivocado desde el siglo XVI se debe al desconocimiento de la antigua lengua mexicana, y a la comodidad de los cronistas, comentaristas y posteriormente de los historiadores, que creyeron encontrar en Teotl el origen divino de los dioses indígenas cuyos nombres que principiaban o terminaban en esa partícula, eran así, elevados a la categoría de divinidades”[16]

Otro ejemplo de tergiversación acerca de esa cultura, es el misterio alrededor del retorno de Quetzalcoatl. Lo primero de todo es que debería estar claro que Quetzalcoatl no se traduce como ‘serpiente emplumada’ “¿Han visto una serpiente con plumas?...Por supuesto que no, ellas no existen. La palabra Ketzalkoatl significa ‘hermosa y venerable serpiente’…’Ketzalli’ la cual significa hermosa y venerable, y ‘koatl’ significa serpiente…En las sociedades tradicionales de Anauak, la serpiente fue considerada como un símbolo de inteligencia y sabiduría.”[17]

El término Quetzalcotl fue un título dado a los hombres y mujeres “quienes habían trascendido su humanidad y alcanzado un íntimo entendimiento de la tierra”[18]

Por su parte el término Coatlicue “falda de serpientes”, es una expresión que representa “la energía viviente la cual cubre la superficie terrestre…Esta es la expresión filosófica de Tonantzin-Koatlikue, la cual ha sido caracterizada malamente como la ‘diosa de la tierra’ por los europeos ignorantes (sic).”[19]

En relación a la llamada “Peregrinación” que según los cronistas llevó a los aztecas a establecerse en Tenochtitlan partiendo de un lugar llamado Aztlán (el lugar de las “siete cuevas”), reproducimos una explicación que sonrojaría a cualquiera que siguiera sosteniendo tal mito sin mayor averguación:

“En alguna vez (Artemio Solis Guzmán) nos comentó una sentencia que su guía Doña Celsa Xolaloko mencionó: ‘Chikomoztok está en ti, y sólo aquel que busque con inteligencia y paciencia lo encontrará’…La palabra Chikomostok significa…Chikome: siete; Oztotl, Cueva, Ko, Lugar, ‘El lugar de las siete cuevas’. Estas siete cuevas representan puntos energéticos que, según la tradición oral, todos los humanos poseemos. Algunos no los desarrollamos, otros sí…La primera cueva que tenemos es el coxis, éste es nuestro contacto con la madre tierra cada vez que nos sentamos…El segundo punto se encuentra en la tercera vértebra, su función es la de mantener el equilibrio…La número tres es el ombligo, nuestro primer contacto con el mundo físico a través de nuestra madre…La cuatro se encuentra ubicada en nuestro pecho, donde se efectúa la combustión…La número cinco está en nuestro cuello donde se localiza la tiroides…La sexta cueva es la glándul pituitaria, en la parte de nuestra frente…El séptimo punto está en la parte que normalmente se nombra mollera y su nombre significa florecimiento”[20]

En relación a las llamadas “Guerras floridas”, el Etnohistoriador estadounidense Frederic Hicks escribe:

“los datos concernientes a las guerras floridas son escasos, pero ciertamente no justifican la generalización de que estas guerras tenían por objeto obtener cautivos para sacrificar…Para el pensamiento de Anauak la guerra florida representó una lucha consigo mismo, para superar egos, vanidades, importancia personal, etc. En esta ‘guerra’ lógicamente tendrás que hacer muchos ‘sacrificios humanos’ debido a que ayunarás, te desprenderás de todas las cosas banales que te ofrece el mundo…(Uitzilopochtli es la voluntad logradora), por eso le darás tu corazón a Uitzilopochtli, esto es, lo harás con mucho amor”[21]

Hassler nos aclara que al tratar este asunto

“falta la profunda crítica de las fuentes en todas estas publicaciones. La crítica de las fuentes es el método básico de la ciencia histórica, fue establecida hace más de 150 años en Alemania...se aceptaban casi sin crítica los testimonios de los conquistadores, de los misioneros españoles, y de los indios cristianizados que discriminaban la religión indígena prehispánica como obra del diablo. Aunque se deberían conocer bien muchas objeciones críticas de antropólogos famosos, como por ejemplo Evans Pritchard...Aún Bernardino de Sahagún no es una excepción, porque él también estaba cautivo de sus prejuicios y de la arrogancia e intolerancia de la iglesia frente a otras religiones”.

“Tampoco el Disco de Oro del cenote de Chichén-Itza y otras imágenes del matar a hombres en relieves o pinturas murales o en los códices y otros deberán tratarse por fuerza del sacrificio humano...De esta manera a veces se interpreta el relieve del Juego de Pelota del Sur en El Tajín (tablero I, noreste). Adicionalmente los sabios no pudieron llegar a un acuerdo sobre la interpretación del grabado. Para unos se trata de una extracción del corazón y para otros de una degollación...la postura de la supuesta víctima no permite ni la extracción del corazón ni la decapitación”[22]

“Los etnohistoriadores americanos Frederic Hicks y Barry L. Isaac han probado con sus críticas de las fuentes que no hay ningún apoyo para estas hipótesis. En las fuentes sobre las ‘guerras floridas’. Frederic Hicks escribe: ‘Según Bernardino de Sahagún y Diego Durán los cautivos fueron sacrificados representando los dioses de los mexicas. Parece que no han notado esta situación curiosa (por no decir absurda) En dichos sacrificios no se da una ofrenda humana a un dios o a un ser sobrenatural, sino que la víctima es el dios mismo representándole. Dándose cuenta que la víctima era un cautivo, respectivamente un enemigo, es como si un criminal hubiera representado a Jesucristo en un misterio cristiano para ser crucificado y matado en maldad.”[23]

El Maestro López Austin por su parte nos expresa: “Decimos, por un lado, que se creía dar con la sangre el sustento a los dioses para sostener la vida así de todo el universo, y por otra afirmamos que los hombres inmolados en la piedra del sacrificio no fueron considerados ya humanos, sino divinos. Las dos afirmaciones son contradictorias o se mataban hombres para alimentar a los dioses o se mataban dioses.”[24]

El Dr. Peter Hassler nos comenta: “Por eso les pregunto a ustedes, estimados mexicanos, si después de 500 años de la adoctrinación española ¿no será ya tiempo de liberarse de los cuentos para niños sobre los sacrificios humanos y el canibalismo que difundían los españoles?”[25]

Como señalábamos, los textos de Cortés, Bernal Díaz del Castillo y fray Bernardino de Sahagún, son considerados las fuentes primigenias no sólo del relato de la conquista, sino del estado que guardaba la situación económica, política y social de los territorios conquistados, de ahí en adelante muchos otros autores basan sus crónicas en ellos y en menor medida, partiendo de su experiencia particular del México ya conquistado y a través de informantes Fray Diego Durán, Clavijero, Torquemada, Fernando Alvarado Tezozómoc, entre otros.

Sin embargo, es de hacer notar que Bernal Díaz confiesa que su trabajo lo realizó a la edad de 84 años, independientemente de que fue publicado 30 años después de su muerte, y que el de fray Bernardino de Sahagún salió publicado en nahuatl en 1555 (34 años después de la conquista llevada a cabo en 1521) pero en nuestro país sólo se conoció, ya en español, hasta después de 1810, ignorándose si este trabajo es copia de la versión en Nahuatl o si se trata de un resumen, por lo que existe un elevado margen de certidumbre para considerar que son las Cartas de Relación de Hernán Cortés el único documento que debe tomarse como fuente primaria, aparte desde luego, de las inscripciones que dejaron los antiguos pobladores en sus construcciones tanto como en algunos contados códices elaborados antes de la conquista, pues es justo decir que la mayoría de estos últimos fueron realizados ya sea por órdenes reales o por autóctonos conversos, con lo cual pierden su calidad de fuente objetiva. Es justo decir que por el contrario, la mayoría de los investigadores desdeña las crónicas de Cortés y Bernal Díaz, apoyándose principalmente en Sahagún, de manera inexplicable.

La obra de Cortés tiene el único fin de granjearse la aquiescencia del rey de España para su obra de conquista, con el consecuente apoyo en pertrechos de guerra y en hombres, pues Cortés lleva a cabo su obra no sólo sin el consentimiento del rey, sino ante su desconocimiento absoluto, lo que desde luego no quiere decir que el monarca no aprobara en todos sus términos la labor de devastación que se estaba llevando a cabo una vez que fue enterado, lo relevante es que quedan en evidencia las falacias empleadas precisamente por uno de los más grandes genocidas confesos que ha tenido la humanidad.

Si nos fijamos bien, la tarea para el esclarecimiento de la verdad histórica de estos sucesos resultaría muy sencilla si adoptamos un método más certero para estudiar el período, así como el dicho de sus cronistas[26].

Tenemos que en el testimonio de Bernal Díaz del Castillo, cuya historia abarca todos los pasajes que se exponen en las Cartas de Relación, los narra en el mismo orden, lo que se puede deber, en primer lugar, a que probablemente tomó por guía de su relato la Historia de Gómara, la que a su vez se apega a las cartas, las cuales Bernal Díaz comenta o rectifica en los puntos que él cree necesario o conveniente.

Con multitud de detalles, Bernal Díaz, hace que sus relatos den la impresión de ser verídicos, como en los casos de las supuestas batallas de Tlaxcala (que es muy difícil que hayan ocurrido), de la matanza de Cholula, de la prisión de Motecuhzoma, Cacamatzin y demás acompañantes; de la muerte de Motecuhzoma, o de la prisión de Cuauhtémoc, de suerte que al revisarlos quedan al desnudo grandes tramos de su Historia Verdadera...

Bernal Díaz trata como un tosco conquistador la matanza de Cholula, sin detenerse en consideraciones de tipo humanista, tal y como corresponde a su categoría, así como la posterior matanza del templo mayor en México, aparentemente ejecutada por Alvarado; pasa en silencio lo que para él no tiene ningún significado práctico, por ejemplo la matanza de los llamados “príncipes”, inclusive la de Motecuhzoma y los otros señores prisioneros en la casa de Axayácatl, así como la felonía que Cortés comete con los de Tecamachalco, Quechóllac y Acatzinco, primero al ofrecerles la paz y luego matándolos cuando los tiene en su poder; o la muerte que dio a 300 señores huaxtecos quemándolos vivos delante de sus hijos.

Con la misma mentalidad y el mismo nivel moral que el resto de los conquistadores que despreciaban por igual a los hombres de América y se atribuyen derechos ilimitados sobre ellos, Bernal confiesa crímenes individuales o colectivos sin darles la menor importancia, de acuerdo enteramente con el punto de vista cristiano, es el caso cuando se refiere al hecho de herrar a la gente en la mejilla con una letra “G” (“de guerra”, según su testimonio) y de su venta en remate, a la vez que “acumula acusaciones contra los pueblos que están conquistando, atribuyéndoles canibalismo, sodomía y barbarie”[27]

Es necesario, para los fines del trabajo, destacar que un documento que complementa magistralmente las obras propuestas (entre muchas otras) es el juicio de residencia abierto contra Cortés en enero de 1529, impreso en México hasta 1852-53, en que aparece un conjunto de 135 declaraciones testimoniales, la mayor parte de conquistadores compañeros de Cortés, quienes en el orden que establece el interrogatorio, van expresando lo que vieron o supieron de la boca de sus compañeros, y en los que multitud de crímenes y engaños, grandes y pequeños, quedan al descubierto.

Es a través de las intervenciones de cada uno de los declarantes, como se va conformando la situación bajo el poder despótico y omnímodo que Cortés tuvo en sus manos como Capitán General y Justicia Mayor, cargos con los que, no de acuerdo a principios morales inexistentes o a valores humanos desestimados, se invistió desde la fundación de la Rica Villa de la Veracruz, en el que se adjudicaba el derecho a ser el primero en el provecho y el único en el mando, aún sobre el monarca español.

En general los conquistadores estaban tan naturalizados con la crueldad y el abuso cometidos contra los nativos americanos, que ni se les ocurría pensar que lo que hacían fuera indebido, aunque se tratara de herrar, esclavizar, atormentar, robar y engañar, ahorcar, o quemar vivos, así se tratara de pequeños o grandes señores, hechos en nada contrarios al cristianismo que decían profesar. La exculpación posterior de Cortés por parte del rey español, confirma la tesis de que la corona se regía indubitablemente por el derecho de conquista, que es el que decide el curso de los acontecimientos, fuera de cualquier otra estimación que se haga.

En relación a la obra de Sahagún, a pesar de la forma tan elemental y pedestre que da a la narración, a lo que se suma la existencia de lagunas entre un hecho y otro, su autor nos pone en conocimiento de algunos asuntos que los otros dos cronistas no mencionan, con relación a hechos decisivos que dejan entrever los horrores de que los mexicanos fueron víctimas; mezcla en su narración, enteramente subjetiva, expresiones mitológicas que dan lugar a una mayor confusión con respecto al drama que vivieron los supuestos narradores, y aunque presenta una imagen más precisa de los sucesos, no deja de estar presente el carácter de la conquista por ejemplo al mostrarnos a un Moctezuma temeroso y hasta cobarde.

La redacción, sucinta pero repetitiva de los hechos en un mismo párrafo, permite descubrir el carácter conquistador de la versión, en donde resulta empalagosa la ingenuidad que le atribuye a sus presuntos narradores, seguramente todos ellos autóctonos conversos y hasta aleccionados. Es digno de consignar que a través de su relato, Sahagún en dos o tres ocasiones habla en primera persona, lo que da lugar a la sospecha de que sus informantes no existen, o que exclusivamente son empleados para darle otra intención a su obra.

Si alguien duda de la categoría de conquistador de Sahagún, bastaría, por el momento, destacar la forma en que narra determinados hechos, por ejemplo en vez de decir que los españoles se llevaban robado aquel tesoro, dice en cambio que los mexicanos se los robaron, en donde o ojos visto, debía decir que estos lo recuperaron.

Debe aclararse acerca de los historiadores frailes y clérigos españoles, que apelando a su conciencia moral, en que aparentan en ciertos momentos condenar algunos de los hechos de la conquista, su misma condición de conquistadores les impide oponerse resueltemente al ultraje español, pues resulta lógico suponer que de haber estado en contra de la conquista, ya sea o que se hubieran retirado silenciosamente de estas tierras o de plano se hubieran comprometido para contribuir con los pobladores originales a deshacerse del fardo de la dominación extranjera, y resulta que no ocurrió ni una cosa ni otra, sino al contrario, muchos de ellos se sumaron al coro de voces que exaltaban el presunto primitivismo local, y se consuelan con decir que por su obra se implantó “la fe de Jesucristo”, que si se miran bien las cosas era éste un objetivo muy secundario de la conquista, por lo tanto el “humanismo” de Bartolomé de las Casas, junto con el de otros, no iba más allá de hacer soportable la dominación, y yendo un poco más lejos, e independientemente de su voluntad, podría decirse que estando de acuerdo con la conquista, lo que buscaban eran formas que la hicieran perdurable[28]

Son las Cartas de Relación de Cortés un portento de sociología, política y economía aplicada, al describir, hasta con minucia, los móviles de la conquista, pero además nos da una lección acerca de cómo surge el poder público en las sociedades bárbaras como la que él representaba, al crear por propia inspiración la Rica Villa de la Veracruz, nombrando alcaldes y regidores, y los escogidos por él a su vez, lo nombran Capitán General y Justicia Mayor, bajo el obvio argumento de que los títulos expedidos por Diego Velásquez eran insuficientes para llevar a cabo su obra.

Existen muchos estudios que niegan la veracidad de algunos hechos narrados por Cortés, como son por ejemplo la batalla contra los tlaxcaltecas (que en Bernal Díaz suman hasta tres); las constantes sumisiones de autóctonos a su paso, la aprehensión de Moctezuma y de los llamados “principales”; su ausencia de la matanza del templo mayor, la aprehensión de Cuauhtémoc y su posterior asesinato.

Pero en donde Cortés nos muestra nuevamente su categoría de conquistador celebérrimo, es cuando nos revela que a la simple sospecha o al rumor, está dispuesto para atacar e incendiar pueblos enteros o matar hombres despiadadamente, ya sea en Cholula o en Tenochtitlan.

En donde Cortés no deja lugar a dudas en su crónica (que no historia) lo mismo que Bernal Díaz, es en lo relativo a sus ansias por encontrar y apropiarse del oro. Oro es lo que buscaba por todas partes, oro es lo que exigía a cada pueblo sometido. Con oro resolvía sus diferendos tanto con los otros conquistadores como con los considerados aliados autóctonos. Con oro compró la permanencia de sus tropas en territorio Mexica. Con oro debilitó a los enviados por Narváez, fue con el oro con lo que terminó por convencer al rey español en su labor de conquista, fue oro lo que inmediatamente reclamó a Cuauhtémoc cuando por fin cayó Tenochtitlan.

En su narración, Cortés expone nítidamente cuales eran las diferencias entre él y Diego Velásquez, pues mientras éste buscaba enriquecerse a través de un intercambio, por supuesto que desigual, de baratijas por el oro de estas tierras. Cortés, más visionario, resolvió establecer un gobierno propio que le permitiera el saqueo permanente del metal amarillo.

Por lo tanto, es explicable que Cortés resuelva que su causa tenía algo de “progresista”, al acusar a los naturales de prácticas contrarias a la fe y a la “civilización”, acusándolos de idólatras, fanáticos y hasta degenerados sexuales, según su dicho, al declarar sodomitas a los naturales, sin tomar en cuenta que tanto él como sus hombres, de acuerdo a sus Cartas, pueden libremente disfrutar de las hijas de los señores “que le son obsequiadas”.

Todo conquistador trata de justificarse para esconder o aminorar la explotación y desmanes que ejercen sobre los pueblos conquistados. Y para esto, la justificación más socorrida es que se trata de gentes inferiores, cuyas costumbres y pensamiento son sometidos a una crítica implacable a la par que inconsistente, desde un punto de vista ético y científico.

Esto existe desde muy antiguo. Aristóteles en su Política, habla de pueblos bárbaros, de pueblos “ésclavos por naturaleza”, cuyo destino no es otro que el de ser conquistados y esclavizados para que trabajen y sirvan a los griegos, “derecho justo” dada su “superioridad racial”. Esta tesis se difunde enormemente y sirve para la expansión de Roma, por lo cual no deben extrañarnos en absoluto los parangones que con los romanos realiza constantemente Bernal Díaz.

Ahora que si bien en los gobiernos conquistadores se observa una tendencia justificatoria de sus actos, en la realidad tal intento, de existir, saldría sobrando y hasta sería un obstáculo para los fines que se persiguen, al grado de que entonces la suerte que corra dicha conquista dependería de cualquier “humanista” que lo denunciara, y hemos sido testigos cómo a través de la historia, las conquistas han pasado por encima de los argumentos más sólidos, aun de los pensadores más racionales, por lo que podemos afirmar que ni las obras de Cortés, Bernal Díaz o Sahagún son justificatorias, sino que son el relato despiadado de su propia obra de destrucción.

El derecho de conquista proviene del derecho romano, y consiste en el derecho que se asignan los gobiernos conquistadores para expandirse, para saquear, para avasallar, asesinar y destruir, y para trastocar su historia. El derecho de conquista no tiene más límite que la voluntad del conquistador.

Si las conquistas romanas fueron un ejemplo de ello, valía la pena también recordar el Imperio de Carlo Magno, en quien sus miras expansionistas no se limitaron a la península Itálica o al territorio de los sajones, lo que le permitió en el año de 778 iniciar una expedición contra el norte de la península Ibérica, dominada por los musulmanes, animado por los cristianos, pues Carlo Magno llegó a la plaza fuerte de Zaragoza tras tomar Pamplona.

La conquista llega a América con la espada de los conquistadores y trás de ella, la conquista pacífica con la cruz de los misioneros. Y aquí la posición cristiana a que venimos aludiendo, se refuerza con la acusación de que los americanos carecen de alma y no pertenecen a la especie humana. El papa, para no amenguar la labor de conquista y evangelización de sus clérigos, tiene que decir que sí tienen alma y que, por tanto, son hombres, gracias a la bula de Pablo III, “Sublimis Deus”, de 1537.

Francisco de Vitoria, uno de los más conspicuos curas que sostienen que es justa causa de guerra la oposición de los bárbaros a la propagación del Evangelio, dijo sobre los naturales que “esos bárbaros distan muy poco de los retrasados mentales”, y que le parecía que no eran idóneos para constituir y administrar una república dentro de los límites humanos y políticos.

Fray Ginés de Sepúlveda, en un Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los indios, nos da un bello ejemplo de lo que son las razones de los conquistadores en América, y no se cansa de buscar motivos para justificar el sometimiento de los autóctonos americanos, para lo cual acumula sobre ellos, junto con la consabida falta de razón, una serie de vicios y defectos. Y para su condena se basa, no sólo en Aristóteles, sino en San Agustín, en Santo Tomás de Aquino y en algunos pasajes bíblicos: “La justa guerra - afirma - es causa de la justa esclavitud, la cual contraída por el derecho de gentes, lleva consigo la pérdida de la libertad y de los bienes.”

A fray Ginés de Sepúlveda los conquistadores del Cabildo de México le regalaron doscientos pesos de oro en minas y siendo un gran negociante llega a amasar una inmensa fortuna que le permitió fundar un mayorazgo, pero aún ahora no nos atrevemos a llamar a las cosas por su nombre y en lugar de conquista o colonización, hablamos con eufemismos como “Descubrimiento” o “Encuentro de dos mundos”.

Los españoles no trajeron ningún progreso a América, pues la actividad económica de la colonia se dirigió, casi exclusivamente, al fomento de la agricultura y a la minería de exportación, y los colonos españoles no hicieron sino ocupar los puestos dirigentes, y los autóctonos fueron obligados a suministrar la mano de obra necesaria, mediante formas de trabajo forzado o como meros asalariados.

El aniquilamiento forma parte esencial del derecho de conquista, pues a través de trabajos demográficos serios se demuestra que de entre unos 50 o 60 millones de habitantes, como mínimo, que poblaban esta región del mundo en 1492, para 1820 eran apenas un poco más de 8 millones. El México central vio disminuida su población de entre 20 a 25 millones a tan sólo un millón y medio en el siglo XVIII.

Isabel la Católica dio manos libres a los aventureros que quiseran conquistar a su costa en dicho continente, con tal de que el territorio conquistado pasara a pertenecer a España y se le diera el quinto del despojo. “Por eso vinieron a América gentes de toda clase cuya conducta para saciar su sed de oro no tuvo freno ni sanción alguna.”[29]

En 1514, justo un año después de promulgarse las Leyes de Burgos, los conquistadores emprenden sus campañas militares contra los americanos apoyándose en el Requerimiento, que no era sino un formulismo legal por el cual se instaba a los mal llamados indios, a someterse al rey de España y al cristianismo; si, como era lógico que sucediese, éstos se negaban, se les aplicaba el “ius belli”, derecho de conquista, por el cual los españoles estaban legitimados para hacerles la guerra, someterlos a servidumbre y despojarles de todos sus bienes. Es preciso señalar que hasta 1526 ni siquiera se les traducía el texto castellano a las lenguas autóctonas.

Para Maquiavelo como para Cortés, el hombre es esencialmente malo, voluble y, en consecuencia, indigno de confianza. La política no puede olvidar nunca este hecho. En las palabras del “Príncipe”, un Estado no se puede gobernar con “padrenuestros”; la vida terrenal se halla gobernada por la fortuna, cruel, injusta e irracional muchas veces; ante ella no cabe confiar en ningún tipo de providencia divina, sino enfrentarse a ella con nuestras mejores armas y los ardides más eficaces, oponer a la fortuna, en suma, la virtud humana; ante esas dos realidades - la maldad humana y la fortuna cruel - no cabe otra opción que un análisis rigurosamente realista de cada situación. Mientras el príncipe actué con realismo y renunciando a cualquier utopía, sería dueño de su destino y capaz de sobreponerse al contexto hostil.

Maquiavelo, que fue tachado de satánico y sus obras prohibidas en casi todos lados, en 1557 fue quemado por la Inquisición en efigie y sus obras proscritas. Su obra no hacía sino reconocer lo que era práctica común en la Europa del siglo XVI y desde la época del Imperio Romano pasando por el de Carlo Magno y de las mismas cruzadas. Cortés nunca ha sido condenado y aún ahora muchos le rinden culto.

Bajo el orden del nuevo mundo, que empezó con el viaje de Colón al “nuevo” mundo en 1492, las grandes potencias pueden gozar de soberanía mientras que para otros simplemente no existe. Por eso, es irónico que el Occidente predique sin cesar acerca de los derechos humanos. Si excluimos las diversas retóricas y la piadosa máscara de moralidad de 500 años, podemos ver que, históricamente, la pérdida de la soberanía estatal significó la esclavitud y la muerte, tanto individual como nacional. Sin la soberanía, los derechos humanos no son sólo ultrajados, sino inexistentes.

Colón no cruzó el océano en 1492 movido por un espíritu de descubrimiento, su única motivación fue sacar provecho. Ambicioso y presuntuoso, insistió en que se le otorgara, como un prerrequisito para cada viaje, un décimo de todos los tesoros que encontrara, un nombramiento como gobernador y virrey del lugar descubierto y un rango en la nobleza española con el título de almirante del Mar Océano. Colón escribió en su diario acerca de la facilidad con que podían esclavizar a los hombres de este continente: “Estas personas ignoran el uso de las armas... bastarían 50 hombres para someterlas y lograr todo lo que se desea”, prédica que fue bien aprendida por Hernán Cortés, como lo veremos más adelante. Entre 1494 Y 1496, Colón se apresuró en llevar la civilización occidental al nuevo mundo: convirtió a los nativos de las islas de Sotavento en esclavos y concubinas.

Para darnos cuenta de la mentalidad de los conquistadores, Sahagún inicia su obra atribuyéndole a mensajes bíblicos la causa de la conquista, y tal como hemos venido sosteniendo, no es extraño que se muestre extremadamente complaciente en su juicio hacia los españoles[30]

Por su parte Bernal Díaz inicia su relato con dos afirmaciones suculentas, la primera aceptando lo que Cortés no reconoce abiertamente, pero que se desprende de sus cartas, o sea, que la conquista la iniciaron sin el conocimiento (ni aprobación) de Carlos V y la segunda, que para ganarse el aprecio y reconocimiento de la iglesia, lo que hacen es a nombre de su religión.[31]

Las afirmaciones que hace Bernal Díaz, están llena de contenido, pues a partir de ella, probablemente nadie podría negar que sea la codicia personal la que mueve a la conquista, en donde los idílicos sueños de un caballero del medioevo quedan expuestos en su cruda franqueza; Lo demás es risible, pues no se puede llamar “descubrir” al hecho de arribar a un continente que ya estaba poblado, además, con formas reconocidas de civilidad, y por lo tanto ya descubierto por estas mismas gentes muchos años antes de su llegada; y lo mismo ocurre al decir “pacificar”, cuando él mismo a través de su obra reconoce que lugar al que llegaban, eran atendidos opíparamente y aposentados apaciblemente. Mejor dicho, si nos atenemos a la crónica, quienes vinieron a convulsionar estas tierras fueron los españoles.

“Cortés fue fundamentalmente lujurioso, codicioso de riquezas y ansioso de poder. Y en torno de estas tres debilidades giraron todas sus acciones en el campo de las relaciones humanas”[32]

“Forzó también a Tecuichpo, esposa de Cuauhtémoc, sacándola del convento franciscano donde se protegía. En cuanto a la segunda, o sea la codicia, dio muestras de ella desde que llegó a España a la Isla Española. Como todos sus compatriotas vino a América a hacerse rico sin trabajar…Cortés tuvo en poco aquello diciendo que quería ir a recoger oro… (Gómara)…Al partir a Cuba en son de rebelde arengó a su gente – dice Gómara – animándole a la empresa…’…ca el corazón me da que tenemos de ganar grandes y ricas tierras, muchas gentes nunca vistas y mayores reynos que los de nuestros reyes…Yo os haré en muy breve espacio de tiempo los más ricos hombres de cuantos jamás acá pensaron…”[33]

Cortés no ocultó nunca sus verdaderas aspiraciones, por lo que sería absurdo intentar encontrar en sus actos alguna razón mística o siquiera idealista, según el mismo Gómara, al hacer Cortés las paces

“con los señores de Tabasco y pedirles inútilmente oro, ‘vió Cortés que no era tierra aquella para españoles, ni le cumplía asentar allí, no habiendo oro ni plata ni otra riqueza’…‘ca padecemos mal de corazón que sólo sana con ello’ (Gómara)…De aquí en adelante, sea que a los pueblos entre de paz o de guerra, pedirá o exigirá oro, y si no se lo dan, saquerá, torturará y quemará para obtenerlo…Para alcanzar los objetivos señalados: mujeres, oro y poder, contó con una tenacidad a toda prueba, falta absoluta de escrúpulos, habilidad extraordinaria para engañar y atrapar; capacidad admirable para conocer las debilidades humanas y los puntos vulnerables de las personas con quien trataba; sangre fría para esperar y decisión y acción rápida para aprovechar la oportunidad, espíritu vengativo y un insitinto de crueldad rayano en el sadismo. Desonocía el agradecimiento y chicamente violaba su palabra. No era religioso sino supersticioso. Por lo mismo, sometía todos sus actos al cálculo de sus intereses; de ese modo, usaba de la crueldad así como de los aparentes actos de generosidad según le convenía; en el primer caso para aterrorizar o para vengarse con ventaja o simplemente por la conveniencia que el hecho significaba. Por lo general en estos actos de crueldad se unían más de un objetivo; por ejemplo, en la matanza de Cholula, amedrentar y robar; en el Templo Mayor de Tenochtitlan, acabar con los jefes, robar, amedrentar; en el hecho de guardar presos a los señores y a sus hijos, tener rehenes que paralizaran a los pueblos; en el saqueo e incendio de los pueblos, etc. Amedrentar, saquear y raptar mujeres. En el segundo caso (su aparente generosidad) la usaba para confiar a la víctima o para asegurarse su ayuda, fingiéndose amigo, y una vez logrado el objeto, destruirlo; por ejemplo, toda su conducta con Francisco de Garay y con su gente”.[34]

Desde el primer contacto que tiene Cortés con los habitantes de este suelo, en San Juan de la Porta, Isla de Cozumel, Santa Cruz, les suelta una admonición agresiva, no sin antes advirtirles engañosamente que “no iban a hacerles daño alguno, sino para amonestar y atraer para que viniesen en conocimiento de nuestra santa fe católica y para que fuesen vasallos de sus majestades y les sirviesen y obedeciesen como lo hacen todos los indios y gente que están pobladas de españoles, vasallos de vuestras reales altezas”[35]

Deciamos que en relación a las batallas en que dice participar Cortés, éste exagera las cifras (40,000 contra tan solo 400 españoles) ya sea para engrandecer sus méritos o porque en realidad se trató de un genocidio, no es entendible de otra forma lo ocurrido.

El verdadero carácter de la conquista queda reflejado en la siguiente idea “Trabajaremos de ver aquella y otras cosas de que tenemos noticia para que de ellas hacer ver a vuestras reales altezas verdadera relación de las riquezas de oro y plata y piedras...A nuestro parecer se debe creer que hay en esta tierra tanto cuanto en aquella donde se dice haber llevado Salomón el oro para el templo”[36]

Lo que sostenemos es que las crónicas tanto de Sahagún, como de Bernal Díaz y Cortés, nos muestran un digno cuadro de las insidias, infamias, calumnias y felonías que cometieron los españoles en su venida a esta tierra, al grado de trastocar las costumbres y las reglas que prevalecían en el México antiguo, pues cuando afirmamos que fueron ellos quienes trajeron la esclavitud, es porque Cortés confiesa haber sometido a pueblos enteros empleando los más bajos procedimientos para, corrompiendo a unos con el poder, atrae con engaños a quien no se quiere someter para hacerlo su prisionero, tal es el caso de Cacamatzin[37]

No es casual el constante parangón que Bernal Díaz hace con las acciones romanas, como el que atribuye a Cortés al ordenar quemar las naves: “Ya no teníamos navíos para ir a Cuba, salvo nuestro pelear y corazones fuertes; y sobre ello dijo otras muchos comparaciones y hechos heroicos de los romanos. Y todos a una le respondimos que haríamos lo que ordenase, que echada estaba la suerte de la buena ventura, como dijo Julio César sobre el Rubicón...pues eran todos nuestros servicios para servir a Dios y a Su Majestad”[38]

Es de destacar que, contrario a lo que argumentan los frailes españoles respecto a que aquí no había orden ni idea, ni industria, ni leyes, sino el atraso más vil, sirvámonos de las versiones de los conquistadores, que tal vez sin desearlo, no dejan de admirar las muestras de la avanzada civilización que encuentran, sobre todo cuando admiran la ciudad de Tenochtitlan.[39]

La crónica de Sahagún, aunque menos despiadada que la de Bernal y Cortés, aparte de introducir la fábula de la llegada de Quetzalcoatl representado en los conquistadores (a quienes Bernal les nombra “Teules”), abunda en ejemplos del pretendido atraso material y cultural de los autóctonos, visión que desde luego entra en contradicción con por lo menos las obras arquitectónicas a que termina haciendo referencia.[40]

Como lo mencionamos, mientras que Cortés reseña que en “Tascalteca...y me habían dicho que los naturales de estas provincias eran sus amigos de ellos y muy capitanes enemigos de Motezuma, y que se querían confederar con ellos porque eran muchos y muy fuerte gente...Los naturales de este Valle me rogaron que no pasase por la tierra de estos sus enemigos, pues que iba a ver a Motezuma...y que en ella sería siempre bien recibido” [41], mientras que Bernal nos refiere hasta tres batallas de tan solo 400 españoles contra 50 mil tlaxcaltecas, en donde los españoles solamente tuvieron 17 bajas, un muerto y dieciséis heridos[42], lo que pone en evidencia que no existió ninguna batalla y si en cambio una verdadera matanza, pues las cifras que nos proporciona Bernal Díaz son igualmente desproporcionadas

Existe una situación muy curiosa que requerimos comentar, y que se refiere a las batallas en que Cortés enfrentó a los naturales, logrando, como es fácil suponer, brillantes victorias plenas de heroísmo, según el parte de novedades en que se convierte su crónica, misma que va acompañada de su consecuente cauda de exgeraciones, en donde, de ser ciertas las cifras que se manjean, sería prueba suficiente de que quienes habitaban estos territorios no eran en absoluto guerreros o por lo menos no eran tan sagaces, intrépidos e inteligentes como se afirmaban los españoles.

Por otro lado, no es muy clara la crónica cuando se trata de ejércitos que se le rinden sin combatir o ejércitos sometidos por la fuerza de las armas, aunque con sobradas razones hay quien se inclina a pensar que esas supuestas batallas no eran sino verdaderos genocidios sobre pueblos inermes.

Por ejemplo, Cortés relata “Otro día torné a salir antes que fuese de día, sin ser sentido de ellos, con los de caballo y cien peones y los indios mis amigos, y les quemé más de diez pueblos, en que hubo pueblos de ellos de más de tres mil casas, y allí pelearon conmigo los del pueblo” con lo que se daría cuerpo a la última hipótesis, pues Cortés confiesa haber tomado por sorpresa a varios pueblos, sin saber si le serían fieles o no, pero en otros casos nos habla de enfrentamientos, en donde “...Y como traíamos la bandera de la cruz, y pugnábamos por nuestra fe y por servicio de nuestra sacra majestad en su muy real ventura, nos dio Dios tanta victoria que les matamos mucha gente, sin que los nuestros recibiesen daño...Otro día siguiente vinieron mensajeros de los señores diciendo que ellos querían ser vasallos de vuestra alteza y mis amigos, y que me rogaban les perdonase el yerro pasado”[43], en donde lo único que queda claro es que tanto en los habitantes muertos de los pueblos tomados en el desamparo, como en los muertos que por “obra de Dios” habían caido bajo sus armas, no se cumpliría el pronunciado propósito evangelizador de la conquista.

Con relación a las batallas que Cortés y Bernal sostienen que presentaron con los de Tlaxcala, Sahagún tiene su propia versión, pues de plano niega que los tlaxcaltecas al mando de Xicotencatl, el joven, se le hayan enfrentado, sino refiere que al ver los destrozos que cometieron los españoles sobre las huestes de Tecoac, los tlaxcaltecas, obedeciendo a Xicotencatl el viejo, se rindieron sin combatir.[44]

La crónica de la matanza de Cholula resulta aleccionadora para los casos que venimos estudiando, pues mientras Cortés y Bernal comentan que los españoles fueron advertidos por los tlaxcaltecas de que se maquinaba hacerlos sus prisioneros para después matarlos, adelantándose a los acontecimientos, los españoles llevaron a cabo un asesinato en masa de enormes proporciones.

Sahagún refiere que la matanza fue provocada por actos de perfidia de los tlaxcaltecas, en que los españoles a su llegada, simplemente cerraron las puertas de la ciudad y se pusieron a disparar y a emplear sus espadas en contra de los naturales, en donde en los tres casos se observa que no se presentó la más mínima resistencia de parte de estos. Lo real es que a pesar de las supuestas advertencias, Cortés insistió en acudir a Cholula, seguramente porque tenía la intención de cometer otro genocidio, y lo que trasciende es que el derecho de conquista les permite asesinar bajo el fútil argumento de la sospecha.

Hasta aquí lo que había que preguntarnos es que si lo ocurrido en Cholula es a lo que muchos especialistas llaman “encuentro de dos mundos” o “encuentro de dos culturas”, pues a pesar de lo tendencioso que pueda parecer el relato de los tres cronistas que venimos estudiando, al releerlos, debería quedar al desnudo el verdadero rostro de la conquista.

Lo que no se comprendería es que si Sahagún, dado su carácter de religioso, conociendo y relatando estos sucesos, no haya elevado una protesta por lo menos ante tales crímenes, pues sería mucho pedirle que abandonara la empresa de la conquista evangelizadora, conociendo de primera mano los excesos de sus coterraneos, pero al no ocurrir ninguno de los dos casos, se comprueba que Sahagún lleva a cabo su obra como un colonizador más, situación que queda de manifiesto al comparar esta parte de la crónica, con la que se refiere a lo abominable que le parecen a Sahagún los llamados “sacrificios humanos”, que comentamos líneas arriba.

Todavía Cortés se da tiempo para reprender a los mexicanos que lo acompañaban, amenazando con llegar a Tenochtitlan a pesar de las peticiones de que no lo intentara:

“Aquellos mensajeros suyos me respondieron...que no sabían nada de aquel concierto...que no podían creer que por consejo y mandato de Motezuma se hiciese...que me rogaban que antes que me determinase de perder su amistad y hacerle la guerra que me informase bien de la verdad y que diese licencia a uno de ellos para ir a le hablar...y trajéronme diez platos de oro y mil y quinientas piezas de ropa...y me dijeron que a Motezuma le había pesado mucho de aquel desconcierto que en Churultecal se quería hacer...y que todavía me rogaba que no curase de ir a su tierra...y que donde quiera que yo estuviese enviase a pedir lo que yo quisiese y que lo enviaría muy cumplidamente. Yo le respondí que la ida a su tierra no se podía excusar porque había de enviar de él y de ella relación a vuestra majestad, que yo creía que lo que él me enviaba a decir; por tanto, que pues yo no había de dejar de llegar a verle, que él lo hubiese por bien y que no se pusiese en otra cosa porque sería mucho daño suyo.”[45]

La crónica de Bernal Díaz no perdona ni el sarcasmo de la duda refieriéndose a la matanza de Cholula: “Que pues como en pago de que venimos a tenerlos por hermanos y decirles lo que Dios Nuestro Señor y el rey manda, nos querían matar y comer nuestras carnes que tenían aparejadas las ollas, con sal y ají y tomates”[46] “Entonces les dijo Cortés que tales traiciones como aquellas, que mandan las leyes reales que no queden sin castigo, y que por su delito que han de morir”[47]

A pesar de todos los requerimientos, Cortés continúa su marcha sobre Tenochtitlan, y lo mismo que Bernal y Cortés, Sahagún termina por confesar las verdaderas causas de la conquista, cuando nos presenta un cuadro desfachatado al momento en que los españoles tienen contacto con el oro de Tenochtitlan.[48]

La matanza del templo mayor igualmente nos muestra las versiones de Cortés y Bernal Díaz, lacónicas y restándole importancia, y la de Sahagún, más cruda y pormenorizada, pero igual que en toda su obra, sin mostrar ningún rechazo a tanta iniquidad.[49]

La siguiente pieza nos confirma notoriamente, que por más recubrimientos ideológicos que se empleen para justificar la conquista y la consecuente cauda de tergiversaciones que de las culturas antiguas hicieron los encargados directos de la obra, la verdad se nos muestra desnuda y sin maquillajes:

“Y desde que el clérigo (enviado por Narváez) y los demás sus compañeros vieron a México ser tan grandísima ciudad, y la riqueza de oro que teníamos, y muchas otras ciudades...y la gran franqueza de Cortés, estaban admirados. Cortés les habló de tal manera, con prometimientos y halagos, y aún les untó (sic) las manos de tejuelos y joyas de oro...que donde venían muy bravosos leones volvieron muy mansos, y se le ofrecieron por servidores, y así como llegaron a Cempoal y dieron relación a su capitán, comenzaron a convocar todo el real de Narváez que se pasaen con nosotros”[50]

Moctezuma fue asesinado porque ya no representaba nada para los conquistadores, a lo que había que sumar el distancimiento que según Bernal y Cortés existió entre ellos, que le hace apuntar al primero “y porque no me lo decíais, por una parte tenía enojo de tenérmelo encubierto, y por otra me holgaba, porque vienen vuestros hermanos para que todos os vayáis a Castilla y no haya más palabras”[51], “¿Qué quiere ya de mi malinche, que yo no deseo vivir ni oirle, pues en tal estado por su causa mi ventura me ha traido?...ver ni oir a él ni a sus falsas palabras ni promesas ni mentiras”[52]

Pero precisamente es Bernal quién descubre a Cortés en su perjurio, cuando le hace decir: “(Cortés) ¿Qué cumplimento he yo de tener con un perro (sic) que se hacía con Narváez secretamente, y ahora veis que de comer no nos dan?”[53]

Por esa razón resultaría irónico creer en que “(A la muerte de Moctezuma) Cortés lloró por él, todos nuestros capitanes y soldados...de que fue tan llorado como si fuese nuestro padre, y no nos hemos de maravillar de ello viendo que tan bueno era”[54]

Lo sobresaliente es que, ante las atrocidades españolas, Sahagún no muestra el horror que en cambio si manifiesta en otros capítulos de su obra, por ejemplo ante los supuestos “sacrificios humanos” atribuidos a los autóctonos, tal es el caso de la llamada por él “EXCLAMACIÓN DEL AUTOR” que adorna su Libro Segundo y que reza:

“No creo que haya corazón tan duro que oyendo una crueldad tan inhumana, y más que bestial y endiablada como la que arriba queda puesta, no se enternezca y mueva a lágrimas y horrro y espanto; y ciertamente es cosa lamentable y horrible ver que nuestra humana naturaleza haya venido a tanta bajeza y oprobio que los padres, por sugestión del demonio, maten y coman a sus hijos sin pensar que en ello hacían ofensa ninguna, más antes compensar que en ello hacían gran servicio a sus dioses. La culpa de esta tan cruel ceguedad, que en estos desdichados niños se ejecutaba, no se debe tanto imputar a la crueldad de los padres, los cuales derramando muchas lágrimas y con gran dolor de sus corazones la ejercitaban, cuando el crudelísimo odio de nuestro enemigo antiquísimo Satanás, el cual con malignísima astucia lo persuadió a tan infernal hazaña. ¡O señor Dios, haced justicia de este cruel enemigo, que tanto mal nos hace y nos desea hacer! ¡Quitadle, señor, todo el poder de empecer!”[55]

Por lo cual se puede suponer que el fraile aplaudía o estaba de acuerdo en los excesos inhumanos, siempre y cuando provinieran de los españoles, pues no de otro modo se entiende que lo que relata en el su Libro II le merezca un fuerte comentario personal, en cambio, en su Libro XII, el asesinato masivo llevado a cabo y confesado por los conquistadores, no vale la pena detenerse a comentarlo, ya no dijéramos a condenarlo, todo lo cual pone además en evidencia que el mito de los “sacrificios humanos” es más un arma ideológica que ningún sustento tiene en la realidad, lo mismo que el carácter del cristianismo al que apela Sahagún.[56]

Cortés, sin abandonar su soberbia y sus malas artes, trata a los autóctonos como “perros”, poniendo una vez más en duda si quienes le llaman “encuentro” a la conquista, habrán puesto sus ojos en la siguiente frase: “porque sería encarnar a aquellos perros de lo que están encarnados, y darles más ánimo y osadía para acometer a los que adelante fueren”[57]

Posteriormente Bernal Díaz nos descubre que fue Cortés quien trajo la esclavitud a estas tierras, pues no de otra forma se entiende que si es que “mando herrar a los esclavos”, se debe presumir que antes no lo eran y mucho menos que estuvieran herrados; y eso de que los esclavizaban por haberle dado “la obediencia” al rey, solamente porque se esté presto a dejarse engañar sería posible creerlo, la referencia dice así: “Porque todos los pueblos de los rededores habían dado la obediencia a Su Majestad acordó Cortés, con los oficiales del rey, que se herrasen las piezas y esclavos que se habían habido para sacar su quinto después que se hubiese sacado el de Su Majestad...apartan el real quinto, y otro para Cortés.”[58]

Pero no conformes con herrar a los convertidos en esclavos, Bernal Díaz hace una descripción atroz de cómo ultrajaron al elemento femenino, conviertiéndolo al vil concubinato, en donde brillan por su ausencia las explicaciones religiosas a estos condenables actos.

Hemos partido del supuesto de que Cortés, mediante el sistema que conocemos como “de la leva”, al ir pasando por los pueblos incrementaba su ejército, pero no podemos dejar de anotar el siguiente comentario de Bernal Díaz, quien sin mengua de su condición de conquistador, aun se atrevió a llamar “aves de rapiña” a los autóctonos que se les unían, pues ateniéndonos al conjunto del relato, pareciera que Bernal está haciendo una descripción, no de los nativos que se sumaban, sino de los mismos conquistadores, veamos:

“y otro pueblo sujeto al mismo Chalco, que se dice Chimahuacán, y allí vinieron más de veinte mil, así de Chalco y Tezcuco y Guaxocingo, y los Tlaxcaltecas y otros pueblos, y vinieron tantos que en todas las entradas que yo había ido después que en la Nueva España entré, nunca tanta gente de guerra de nuestros amigos fueron como ahora en nuestra compañía. Ya he dicho otra vez que iba tanta multitud de ellos a causa de los despojos que habían de haber, y lo más cierto por hartarse de carne humana, si hubiese batallas, porque bien sabía un ejército de una parte a otra y le siguen cuervo y milanos y otras aves de rapiñas que se mantienen de los cuerpos muertos que quedan en el campo, después que se daba muy sangrienta batalla; así he juzgado que nos seguían tantos millares de indios”[59]

El relato de la conquista de Tenochtitlan nos revela acciones muy ilustrativas con respecto al carácter de la lucha, en donde se trata de descubrir tanto lo inicuo de la invasión española, como lo desigual de la batalla en cada episodio que nos narran los cronistas hispanos.

También continúan los actos de sadismo, sin el menor rastro de conmiseración cristiana: “Gilutepeque...llegamos primero que los espías, y murieron algunos, y tomáronse muchas mujeres y muchachos...y yo estuve dos días en este pueblo, creyendo que el señor de él se viniera a dar por vasallo de vuestra majestad, y como nunca vino, cuando partí hice poner fuego al pueblo”[60], aunque a continuación no falta la exposición infamante: “Y como mi motivo sea siempre dar a entender a esta gente que no les queremos hacer mal ni daño por más culpados que sean, especialmente queriendo ellos ser vasallos de vuestra majestad, y es gente de tanta capacidad que todo lo entienden y conocen muy bien”[61], para inmediatamente volver a las andadas: “(en Suchimilco) y recogida la gente, volvimos a la ciudad bien cansados y mandéla quemar toda...dejándola toda quemada y asolada, nos partimos y cierto era mucho para ver, porque tenía muchas casas y torres de sus ídolos de cal y canto”[62]

Sahagún comienza su relato sobre este hecho en forma desacomedida, pues acusa a los de Xochimilco de haber asaltado a los propios mexicas, para más tarde terminar aceptando el genocidio consumado por Cortés.[63]

En cuanto al mito tan socorrido de que los tlaxcaltecas se unieron a Cortés por el resentimiento en contra de un supuesto imperio azteca, la verdad, sin ambages, nos la descubre Bernal Díaz, quien confiesa que Cortés, sórdidamente, quizo atraerse con engaños a Xicontencatl, el joven, mientras ordenaba su muerte. “Xicotenga el Mozo...Cortés...le envió a hacer muchos prometimientos y promesas, que le daría oro y mantas porque volviese...Pedro Alvarado lo supo, rogó mucho por él, y Cortés le dio buena respuesta, y secretamente mandó al alguacil y los de a caballo que no le quedasen con vida...en un pueblo sujeto a Tezcuco le ahorcaron y en esto vino a pagar su traición”[64], posteriormente Cortés “Abrazó a Chichcatecle y a los dos mancebos Xicotengas y a Estesuchel...y les prometió que les daría tierra y vasallos más de los que tenían”[65]

El relato de Sahagún continúa por el mismo camino trazado por su autor, aquí no hay “Exclamaciones del autor”, como en su Libro Segundo cuando abomina de los pretendidos “sacrificios humanos”, ni cuestiona, no digamos los fines de la actitud bárbara de los conquistadores, que vinieron a hacer una guerra que nadie, sino su codicia, les exigió; que se encontraban destruyendo a un pueblo ajeno al suyo; que no tenía ningún prtexto justo ni lógico para llevarla a cabo; sino que ni siquiera les impugnaba los métodos salvajes para asesinar a los dueños originales de esta tierra.[66]

Noventa y tres días duró el sitio sobre la ciudad de México-Tenochtitlan, cuyos habitantes sin agua potable y con enormes dificultades para avenirse el sustento, con armas rudimentarias al extremo, resistieron heróicamente para defender su libertad, su dignidad y su soberanía.

Por estas razones resulta insólito que los españoles, después de haber cometido tantos excesos, se muestren asombrados cuando lo aztecas presumiblemente castigaron con la pena de muerte a los cautivos prisioneros de guerra, asunto sobre lo cual se ha creado toda una fábula, pues de atendiendo a las fuentes, es la única ocasión en que ellos aseguran haber presenciado un “sacrificio humano”, siendo la realidad que en primer lugar, de haber existido, se trató de un ajusticiamiento, no de un sacrificio para ningún dios; además, por el sitio en que se encontraban Alvarado y Bernal Díaz, resulta imposible que hayan podido presenciar la escena que tan puntualmente describen Cortés y Bernal.[67]

En el fragor del combate, los mexicanos les excitaban para que se fueran de su suelo bajo los argumentos que hemos venido sosteniendo: “...y entonces cuando estábamos peleando con ellos nos decían muchas palabras, llamándonos de apocados y que no éramos buenos para cosa ninguna, ni para hacer casas ni maizales, y que no éramos sino para venirles a robar su ciudad, como gente mala que veníamos huyendo de nuestra tierra y de nuestro rey y señor...que veníamos sin licencia de nuestro rey”[68]

Después de consumada la derrota, se presenta la parte culminante de la conquista, y que confirma lo que es su único propósito, la rapiña por el botín a grado tal que los españoles quedan exhibidos hasta por Bernardino de Sahagún quien, sin desearlo, nos ofrece un digno cuadro de los verdaderos fines de la conquista, olvidándose de principios morales o religiosos inexistentes:

“Capítulo XLI 1.- Cuando hubo cesado la guerra se puso a pedirles oro. El que habían dejado abandonado en el canal de los toltecas, cuando salieron y huyeron de México. 2.- Entonces el capitán convoca a los reyes y les dice: - ¿Dónde está el oro que se guardaba en México? Entonces vienen de sacar de una barca todo el oro. Barras de oro, diademas de oro, ajorcas de oro para los brazos, bandas de oro para las piernas, capacetes de oro, discos de oro. Todo lo pusieron delante del capitán. Los españoles vinieron a sacarlo. 3.- Luego dice el capitán: ¿No más ése es el oro que se guardaba en México? Tenéis que presentar aquí todo. Busquen los principales. 8.- - Tenéis que presentar doscientas barras de oro de este tamaño...Y señalaba la medida abriendo una mano contra la otra. 10.- Entonces habla por allá Ahuelítoc, el de Miscoatlailótlac. Dijo: - Oiga por favor el señor, el amo, el capitán: Aun en tiempo de Motecuhzoma, cuando se hacía conquista en alguna región, se ponían en acción unidos mexicanos, tlatelolcas, tepenacas y acolhuas. Todos los de Acolhuacan y todos los de la región de las Chinampas. Todos íbamos juntos, hacíamos la conquista de aquel pueblo, y cuando estaba sometido, luego era el regreso: cada grupo de gente se iba a su propia población. 11.- Y después iban viniendo los habitantes de aquellos pueblos, los conquistados; venían a entregar su tributo, su propia hacienda que tenían que dar acá: jades, oro, plumas de quetzal, y otra clase de piedras preciosas, turquesas, y aves de pluma fina, como el azulejo, el pájaro de cuello rojo, venían a darlo a Motecuhzoma. Todo venía a dar acá, todo de donde quiera que viniera, en conjunto llegaba a Tenochtitlan: todo el tributo y todo el oro.”[69]

Las acusaciones fueron colosales, pues Bernal Díaz consigna que “...los soldados que andaban en los bergantines fueron los mejor librados, y hubieron buen despojo, a causa que podían ir a las casas que estaban en ciertos barrios de la laguna, que sentían habría ropa, oro u otras riquezas...”[70], ya que de acuerdo con Bernal Díaz, todo fue latrocinio, aun entre ellos mismos “porque los capitanes mexicanos y aun Guatemuz dijeron a Cortés, cuando les demandaba el tesoro de Montezuma, que los que andaban en los bergantines habían robado mucha parte de ellos”[71]

En una fase poco estudiada, Bernal Díaz consigna que no había tal abundancia del tesoro, que ni Cortés daba razón de ello, atribuyéndoselo a que era poco el que tenían acumulado los tenochcas, y fuera del que se extravió en el lago en su huída después de que fueron expulsados por los mexicas, no existían las riquezas añoradas. Fue entonces que los cómplices de Cortés comenzaron a desconfiar de él:

“Digamos, de otra materia, que a todos aplacía cómo se recogió todo el oro y la plata y joyas que se hubo en México, y fue muy poco...por manera que los oficiales de la hacienda del rey nuestro señor decían y publicaban que Guatemuz lo tenía escondido y que Cortés holgaba de ello porque no lo diese y haberlo todo para sí; y por estas causas acordaron los oficiales de la Real Hacienda de dar tormento a Guatemuz y al señor de Tacuba...y como le pesó a Cortés y aun a alguno de nosotros que un señor como Guatemuz le atormentasen por codicia del oro...trescientos ochenta mil pesos de oro, que ya lo habían fundido y hecho barras; de ahí sacó el real quinto y otro quinto para Cortés...le quemaron los pies en aceite, y el señor de Tacuba, y lo que confesaron que cuatro días antes que los prendiesen lo echaron en la laguna, así el oro como los tiros y escopetas que nos habían tomado a la postre a Cortés” [72]

Si nos fijamos bien en el texto de Bernal Díaz, no es que se hayan “desvergonzado” los conquistadores acusando a Cortés de estafarles su parte del botín, sino que existían sospechas fundadas de quién además ya dado pruebas de ser un truhán consumado:

“...y se desvergonzaban mucho en decir que Cortés se alzaba con el oro. Y como Cortés estaba en Coyoacán y posaba en unos palacios que tenían blanqueados y encaladas las paredes, donde buenamente se podía escribir en ellas con carbones y con otras tintas, amanecían cada mañana escritos muchos motes, algunos en prosa y otros en metros, algo maliciosos, a manera como mase pasquines; y en unos decían que el sol y la luna y el cielo y estrellas y la mar y la tierra tienen sus cursos, y que si alguna vez sale más de la inclinación para que fueron criados, más de sus medidas, que vuelven a su ser, y que así había de ser la ambición de Cortés en el mandar, y que había de suceder volver a quien primero era; y otros decían que más conquistados nos traía que la conquista que dimos a México, y que no nos nombrásemos conquistadores de la Nueva España, sino conquistados de Hernando Cortés; otros decían que no bastaba tomar buena parte del oro como general, sino parte como rey, sin otros...otros decían ‘¡Oh qué triste la anima mea hasta que todo el oro que tiene tomado Cortés y escondido lo vea!’ Y otros decían que Diego Velásquez gastó su hacienda y que descubrió toda la costa Norte hasta Pánuco, y la vino Cortés a gozar, y se alzó con la tierra y oro; y decían otras cosas de esta manera, y aún decían palabras que no son para poner en esta relación”. [73]

La solución de Cortés ante las acusaciones fundadas, fue enviar a sus compinches a conquistar otras tierras, reservándose para sí las riquezas halladas: “Cortés vio que muchos soldados se desvergonzaban en demandarle más partes y le decían que se lo tomaba todo para sí y lo robaba, y le pedían prestados dineros, acordó de quitar de sobre sí aquel dominio y de enviar a poblar a todas las provincias que le pareció que se convenían que se poblasen”.[74]

Por último Bernal Díaz no pude ocultar su desencanto ante la estafa de que fue objeto por parte de su propio jefe:

“me dicen muchos curiosos lectores que qué es la causa que pues los verdaderos conquistadores que ganamos la Nueva España...por qué no nos quedamos en ella a poblar y nos venimos a otras provincias...que diré ‘En los libros de la renta de Montezuma mirábamos de dónde le traían los tributos del oro y donde había minas y cacao y ropa de mantas...y como veíamos que en los pueblos de la redonda de México no tenían oro, ni minas, ni algodón, sino mucho maíz y magueyales...a esta causa la teníamos por tierra pobre, y nos fuimos a otras tierras a poblar, y todos fuimos muy engañados.”[75]

En relación al supuesto “Impero Azteca” se afirma que desde los comienzos del siglo XV, la cabeza de la gran Confederación nahuatlaca quedó constituida por Tenochtitlan, Tezcoco y Tlacopan, en donde había

“otras confederaciones menores que conservaban relaciones de amistad o de alianza con la del Valle de México, tales como la de Tlaxcala, Huexotzinco, Atlixco, Cuauhquechollan, Cholula y otras. De todas maneras, gracias a esta política, la confederación del valle de México iba unificando los pueblos de Anáhuac en una patria común. Gobierno confederativo .- Por su naturaleza misma, la Confederación del Valle de México descansaba en la autonomía de las tres partes componentes, y el gobierno confederado, en un Consejo de grandes señores de pueblos de los tres Estados, y los tres tlatoanis de las ciudades mencionadas. Estos últimos eran los ejecutores de las resoluciones del Consejo….Los calpullis…Al fundarse la ciudad de Tenochtitlan hacia 1325, se dividió el islote en 4 partes o huey calpullis (grandes calpullis) dentro de los que se acomodaron las 14 parcialidades de los 7 calpullis primitivos, Cada calpulli, por lo mismo, tuvo ya su territorio propio.”[76]

Es necesario señalar que la forma fundamental de propiedad, aceptada por casi todos los estudiosos, era el calpulli, que era la tierra en común. A falta de suficiente tierra firme, su industriosidad les hizo fabricar chinampas para el cultivo, así, cada calpulli tuvo su tierra de cultivo para repartirla entre sus jefes de familia.

En cuanto a la estructura política de la sociedad Mexica, en la Confederación de Anáhuac, los pueblos nativos practicaron el ejercicio del gobierno a través de consejos. Tanto en Perú como en México los asuntos públicos se discutían en una asamblea de representantes y este órgano era el que decidía lo que se había de hacer, encomendando a una persona la ejecución de los acuerdos.

En Anáhuac, con su cultura colectivista de esfuerzo y de servicio, privaba la organización económica por Tequiyotl, oficios u ocupaciones, tomando en cuenta la ocupación por servicios en colectividades autosuficientes. De aquí el carácter particular de sus instituciones.

Entre los dueños originales de estas tierras no existía la propiedad, y por lo tanto ni siquiera el sentido de la propiedad, lo que explica que los antiguos mexicanos se desprendían tan fácilmente de los bienes a la llegada de los conquistadores, quienes vieron en esto una señal de debilidad y atraso.

Los nombres de los veinte barrios son difíciles de determinar, por la confusión que reina en las fuentes, ya que, después de destruir totalmente la ciudad, los invasores pusieron a las calles nombres de santos a profusión sin ton ni son, reservándose además para ellos toda la zona de palacios donde hicieron la famosa traza a modo español, sin mayor consideración que sus particulares ambiciones, destruyendo los monumentos que quedaban, para hacer sus mansiones al estilo decadente español, llamado “colonial”, y amontonaron y rechazaron a la población mexicana, lanzándola a los lodazales y lagunillas de las orillas de la ciudad[77]

La crónica considera que el lugar mas destacado del poder estaba ocupado por el Tlatoani, “quien tenía poder civil, militar y religioso” que además “una de sus misiones era centralizar los tributos de su área de influencia y constituía la autoridad más alta del imperio”[78], pero existen sobradas pruebas de que cada federación se hacía representar por diez personas, de modo que funcionó una Asamblea Nacional denominada Tlahtokan, y en ese supremo consejo de la gran confederación de Anáhuac, cada representante opinaba libremente, y los acuerdos de Tlahtokan le eran encomendados al Tlatoani y al Ziuakoatl. “Los europeos confundieron al Tlahtoani Motekuhzoma, pero no pudieron entender que no era emperador sino Tlahtoani (el que habla porque sabe) que se encargaba de ejecutar los acuerdos del Tlahtokan (lugar donde se habla) y la administración de los acuerdos etaban a cargo del Ziuakoatl (que literalmente significa mujer víbora o mujer sabia)”.[79] “Pasar el bastón de mando”, no significaba entregar el poder a alguien, sino simplemente otorgarle el uso de la palabra, quien al concluir, se lo pasaba al siguiente orador.

Al casi nadie negar que la tierra era propiedad comunal de los pueblos y que cada jefe de Familia cultivaba una parcela que la autoridad le proporcionaba, resulta ocioso hablar de esclavos.

Los baños de vapor (temazcalli) eran indispensables en su vida diaria como parte de la higiene del azteca y fue utilizado para tratar muchas enfermedades.

El médico-empírico (tepatl) tenía un excelente conocimiento de la anatomía humana. Desarrollaron la traumatología (entablillado), utilizaban coagulantes y cicatrizantes para las heridas, y practicaban sangrías con cuchillos de obsidiana y drenaban abscesos. Conocían los antiofídicos (maguey y tabaco).

Los aztecas tenían grandes jardines botánicos y zoológicos de los que obtenían productos para la fabricación de medicamentos, lo cual nos obliga a una reflexión y es que no tenían conocimiento de los trabajos de Dioscórides sobre Herboterapia ya que no estaban influenciados culturalmente por ninguna cultura foránea.

Los pueblos de Ixachilanka (nombre nativo del continente americano que significa “Aquí donde se extiende nuestro rostro”) desarrollaron grandes avances en muchos campos del conocimiento humano al tiempo que Europa vivía una etapa de atraso. “Cuando nosotros examinamos lo que los españoles trajeron, nada bueno o positivo encontramos que no teníamos ya, e incluso mucho mejor”[80]

La educación entre los antiguos pobladores fue otro de los asuntos que dejó perplejos a los europeos cuando llegaron al Nuevo Mundo.

“La primera educación de niños y niñas se recibía en el hogar; a los 7 años se ingresaba al telpuchacalli de su Calpulli; a los 12 aproximádamente se ingresaba al Calmécac o escuela superior…la educación en cualquier grado era práctica y de observación empírica científica; de ejercicios para templar la voluntad y de una prédica y práctica constante de las virtudes como ser humano y como ciudadano. Hay datos suficientes para afirmar que la mujer participaba de los bienes de la educación superior; se cultivaba como tlacuila, como poetisa y como artista; por ejemplo, en el arte plumario y de los mosaicos, en la fabricación del papel, en el hilado, el tejido, la tintorería, etc.”[81]

Los avances en matemáticas, son indiscutibles, la invención del cero, los estudios en geografía, por todo esto y otras razones más, los pueblos autóctonos son considerados científicos, investigadores, artistas (poetas, pintores, escritores.), astrólogos, discípulos de las estrellas, viajeros del espacio, exploradores del infinito y mucho más.

El sistema educativo azteca, evolucionó a partir de dos instituciones: Telpochcalli y Calmecac, según García Blanco, la diferencia entre estas dos instituciones está dada por el nivel de profundización de los conocimientos y no por la procedencia social de los alumnos, como sostiene Weimberg, quién describe a la primera como la destinada al pueblo raso, mientras que la segunda era reservada para la nobleza.

Por otra parte, los aztecas, aunque no conocían la rueda ni tenían animales de tracción, construyeron con gran destreza caminos y puentes, casas, acueductos y grandiosas piramides. No conocían el arado, pues pinchaban la tierra con una especie de lanza, pero hicieron buenos cultivos, aunque reducidos, ingeniándose también para cultivar en chinampas o islas artificiales.

En 1519, antes de la conquista, los objetos que Hernán Cortés envió a Carlos I, de oro, plata, piedras preciosas, plumería, etc., que había recibido de los mayas, de los totonacas y de los obsequios aztecas de Moctezuma, causaron en Europa verdadera impresión. Alberto Durero, que pudo verlos en Flandes en la corte del emperador, escribió en su Diario: “A lo largo de mi vida, nada he visto que regocije tanto mi corazón como estas cosas. Entre ellas he encontrado objetos maravillosamente artísticos...Me siento incapaz de expresar mis sentimientos”[82]

Los pochtecas eran quienes se encargaban del comercio y acudían a las diferentes regiones a intercambiar bienes, pero estos fueron confundidos por los españoles como los cobradores del tributo Azteca, partiendo nuevamente de la falsa idea de que aquí existía un imperio que sometía a los demás pueblos de México. Había que reiterar que no existen pruebas de que aquí hubo esclavitud, mejor dicho, los primeros esclavos que hubo en América fueron los que capturó Cristóbal Colón en las islas del caribe y después se generalizó en las colonias del continente, y lo que probablemente ocurra es que los cronistas nos hablan de los diferentes tipos de esclavos, pero ya para la época colonial.

Con la conquista española no hubo ningún progreso, como no lo hay en ninguno de los imperialismos que conocemos.

La conquista fue una regresión histórica y destruyó enormes fuerzas productivas que aun hoy no nos es posible aquilatar mientras no nos despojemos de la conquista mental llevada a cabo por trescientos años de dominación española.

La conquista española tuvo y ha tenido enormes repercusiones en la vida económica, política y social de nuestro país, a pesar de lo declarado acerca de que obtuvimos nuestra independencia en el año de 1821, pues por ejemplo en el ámbito económico en palabras de Marx, la conquista cortó de tajo las posibilidades de desarrollo ulterior de nuestro país, realidad que todavía hoy padecemos, sin industria, ni ciencia, ni tecnología propia.

Pero de todas, la que tal vez tuvo sus mayores efectos es la que se refiere al hecho del sometimiento mental hacia lo extranjero, pues por ejemplo la historia aun no acaba de comprender en su exacta magnitud el papel de las obras analizadas.

Para nosotros resulta imposible que se nos diga que el relato histórico no tiene color, pues las obras de Bernal Díaz, Cortés y Sahagún tiene claras connotaciones ideológicas.

En el prólogo al texto de Sahagún la casa editorial le dedica un “...y si es permisible que muchas de las naciones que componen el mundo presenten con orgullo su libro, bien puede México con toda legitimidad presentar el suyo por excelencia: el que escribió en el siglo XVI un fraile franciscano para regalo de la cultura universal”.[83]

Por su parte, la casa editorial del libro de Bernal Díaz nos receta que éste “No oculta crueldades y abusos, como tampoco cierta vanagloria de considerar que él y sus compañeros, tuvieron más tarea que los romanos, modelo siempre obligado para parangonarse”[84] pero que además “Se precia de haber salvado el alma de infinitos indios y también su cuerpo de la esclavitud y espera que Dios en su oportunidad lo tendrá en cuenta”[85]

Por su parte se afirma que el connotado historiador Carlos Pereyra “ha escrito ‘es el libro de historia por excelencia’”[86]

Por último, Agustín Yañez, Secretario de Educación Pública que fue, expone que el libro de Bernal Díaz es un “Testimonio henchido de vida, rebosante de ideales y conscupiscencias” e “introducirá al lector en el clima heroico de nuestros orígenes, que ha de ser el clima de nuestra realidad y nuestro destino”[87]

Por su parte Ortega y Medina nos relata en el prólogo de la Historia de la conquista de México de William Presscot, dos bellos ejemplos del impacto de esta obra, en que se alaba el espíritu emprendedor de Cortés, su heroísmo, su voluntad férrea para conquistar. Nos dice Ortega y Medina que un hombre “de presa y empresa, un yanqui pionero...enderezó para su provecho el norte de sus peligros vivir tras una simple lectura...de la Historia de la Conquista de Presscot. La revelación que experimentó el novel lector Edward Ayer fue fulminante: al cumplir treinta años era riquísimo. La historia de Cortés, de un extraordinario y ambicioso hombre de acción, habíale servido de acicate para superar todas las dificultades y para convertirse si no en marqués...cuando menos en millonario: la mejor y más práctica carta de nobleza para la republicana y activa Norteamérica de aquellos y de estos días”[88]

Pero aún va más allá el prestigiado historiador, al afirmar que no es desconocida “...la influencia ejercida por la Historia de la Conquista de México de Presscot entre los jefes y oficiales e incluso soldados rasos de los dos ejércitos invasores norteamericanos (1846-2847). Todos o casi todos ellos junto con el personal del servicio militar de información y los estados mayores respectivos venían inspirados y alentados con este popularísimo vademécum estimulante”[89]

Joel R. Poinssett, el tenebroso predecesor de la CIA, y que traía “una misión importantísima: ensanchar las fronteras de su patria a costa de México, antes de estrechar las relaciones de su patria a costa de México”[90] trazó “Sobre un mapa de América la frontera anhelada” lo que percibió Azcárate que era la idea de “absorberse toda la Provincia de Texas y parte del Reino de León...tomarse la mayor parte de la provincia de Coahuila, la Sonora y California Baja, toda la Alta y el Nuevo México’...(Poinsett era) guiado siempre por Humboldt, cuyo ensayo político trae bajo el brazo, aunque a veces lo reemplaza con la Historia Antigua del Padre Clavijero y también acude a las Cartas de Relación de Hernán Cortés, repasa la Historia de Solis y consulta los escritos del Padre Alzate”.[91]

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[1] Tlahkayotl Kuitlauak “Desenmascarando los mitos de nuestra historia” p 107

[2] Solis Guzmán, Artemio, “Ixachilanka”,Kalpulli Kuitlauak, 9 de octubre de 2003, pp 7-11

[3] Ibídem pp 12-13

[4] Eulalia Guzmán p CXVII

[5] González Hernández, J. Refugio, La gran calumnia de los sacrificos humanos y la antropofagia en el México antiguo, Tunaltik México, enero de 2005, Presentación de la tesis de ingreso como miembro de la academia de Aztecología de la Sociedad Mexicna de Geografía y Estadística, 19 pp, p 12

[6] Ibídem p 13

[7] Ibídem p 17

[8] L. Séjourné, Pensamiento 21.

[9] León Portilla, Miguel, Toltecayotl, aspectos de la cultura nahuatl, FCE, México 1987, 466 pp, pp 18-19

[10] Hassler, Phil Peter, ¿El sacrificio humano entre los Aztecas? Copyright World Press Review Dec. 1992, del Semanario liberal “Die Zeit” de Hamburgo, p 26)

[11] ibídem Chikueyi, p 31

[12] We Hill Rise, p 151-2, citado por Itzitli Kurly Tlapoyaua, “¿Existió el sacrificio humano entre los Mexikah?” p 44

[13] Benjamín Laureano p 126

[14] Xoxouhka, Tonalli “Los sacrificios humanos entre los Mexikas ¿mito o realidad?” Conferencia presentada el día 3 de mayo del 2003 por los Klpultin: Tonalli Xoxouhka y Kuitlauak en el museo comunitario Kuitlauak p 56

[15] “Los sacrificios humanos ¿Mito o realidad?” Parte II, p 66

[16] Nosotros nos elevaremos, reconstruyendo la nación Mexikah, 8 abril del 2003, p 150

[17] Tlapoyaua, Kurly, “Anauak-cosmología Mexicka”, trad. Burac Martínez p p 157

[18] Ibid Tlapoyaua 158

[19] Loc. cit.

[20] II Parte, pp 67-68

[21] Tonalli p 53

[22] Phil Peter p 6

[23] Phil Peter p 10

[24] López Austin, Alfredo, “Sentido Mágico o Religioso de los sacrificios en el México Antiguo”, en Miguel León Portilla, De Teotihuacan a los Aztecas, fuentes e interpretaciones históricas, 2ª edición, México, UNAM, 1995, 587-590, pp, p 587

[25] Hassler, Meter, “Sacrificios humanos entre los Mexicas y otros pueblos indios: ¿realidad o fantasía? En Ce-Acatl, México, Nº 53-54, noviembre-diciembre de 1993, pp 3-9 segunda parte p 8, Tlahkayotl p 108

[26] “y pues que venían a buscar la vida y estaban en tierra donde podrían servir a Dios y a Su Majestad y enriquecer...”, Bernal p 276

[27] Eulalia Guzmán p XXV

[28] Aunque se asegura que el fraile Bartolomé de las Casas se enfrenta en 1550-1551 a la Junta de Valladolid, en los débiles círculos erasmistas, que para no ser reprimidos por la Inquisición expresan su pensamiento con extrema cautela. Su combate se fundamenta, principalmente, en la puesta en práctica del “cristianismo primitivo”. Al final de su vida llega a plantear que se devuelvan a los indios "los bienes robados y que los españoles abandonaran las colonias". Había que aclarar que De las Casas (anterior encomendero) en realidad proponía la renuncia al Imperio colonial pero sustituido por una especie de federación de reinos presidida honoríficamente por el rey de España, en donde sólo los misioneros tendrían derecho a entrar en contacto con los naturales, lo cual desde luego no representaba ninguna solución para los nativos.

[29] Eulalia Guzmán p CXIX

[30] Sahagún, Fray Bernardino de, Historia de las Indias de la Nueva España e Islas de tierra firme, 2 vols., Editorial Nacional, S. A.., vol. II, México 1951, p 225 en León Portilla, Miguel, De Teotihuacan a los Aztecas, fuentes e interpretaciones históricas, lecturas Universitarias, UNAM, México 1983, 611 pp.

[31] Díaz del Castillo, Bernal, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España , Fernández Editores, México 1961, 730 pp, p IV, pp 11-12

[32] Eulalia Guzmán Op. cit. p C

[33] Ibídem p CI

[34] Eulalia Guzmán op. cit. p CIII

[35] Cortés pp 11

[36] Cortés p 20-21

[37] Cortés p 17

[38] Bernal p 110

[39] Cortés p 31

[40] Sahagún pp760-761

[41] Cortés p 36

[42] Bernal p 124-126

[43] Cortés p 38

[44] Sahagún p 769

[45] Cortés p 46

[46] Bernal p 163

[47] Bernal p 164

[48] Sahagún pp 770-771

[49] Sahagún pp 780-782

[50] Bernal pp 248-249

[51] Bernal p 245

[52] Bernal p 290

[53] Bernal p 281

[54] Bernal p 291

[55] Sahagún p 100 capítulo XX, Libro segundo

[56] Bernal p 318

[57] Cortés p 95

[58] Bernal p 326

[59] Bernal p 360

[60] Cortés p 124

[61] Cortés p 124

[62] Cortés p 127

[63] Sahagún pp 796-797.

[64] Bernal p 383

[65] Bernal p 417

[66] Sahagún pp 794-795

[67] Bernal pp 414-415

[68] Bernal p 407-408

[69] Sahagún pp 808-809

[70] Bernal p 443

[71] Bernal p 444

[72] Bernal p 452

[73] Bernal pp 454-455

[74] Bernal p 457

[75] Bernal p 459

[76] Eulalia Guzmán p CIV

[77] Romero Vargas P 17

[78] Rojas, José Luis de, México Tenochtitlan Economía y sociedad en el siglo XVI, FCE, México 1969, 327 pp, p 86

[79] Laureano Luna, Benjamín, “El aporte nativo a los Derechos Humanos”, Tlahtokayotl Kuitlauak, p 114

[80] Peña, Luis R., “México: ¿Una nación de indígenas, mestizos o niños bastardos?”, p 87

[81] Eulalia Guzmán pp CXVI-CXVII

[82] J.L. Martínez, Cortés 187.

[83] Advertencia de los editores Sahagún p IX

[84] Díaz del Castillo, Bernal, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España , Fernández Editores, México 1961, 730 pp, p IV

[85] Bernal p IV

[86] Bernal p VI

[87] Bernal p XIV

[88] Presscot, William H., Historia de la conquista de México, Editorial Porrúa, México 2000, quinta edición, 728 pp, Prólogo de Juan A. Ortega y Medina p XXI[89]

[90] Ibídem, Presscot p XXI-XXII

[91] Poinsett, Joel R., Notas sobre México, Editorial Jus, México 1973, Primera edición 1825, 510 pp, Prólogo de Eduardo Enrique Ríos, México octubre de 1949 P 18

[92] Poinsett pp 20-21

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