Unidad 7-
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Seminario de Posgrado:
“Escrituras de guerra: retóricas de gloria, del silencio y del dolor”
Dra. Cristina Featherston Haugh, Dra. María Inés Saravia, Dr. Pablo Martínez Astorino.
Octubre de 2014
Unidad 2-
- Homero (¿s. VIII- VII a.C.?), Ilíada (cantos III, IV, VI, IX y XXII).
Unidad 3-
- Sófocles (496-406 a.C.), Áyax, Filoctetes y Electra.
Unidad 4-
- Virgilio (70-19 a.C.), Eneida (cantos II, VII, VIII y XII).
Unidad 5-
- Ovidio (43 a.C- 17 d.C.), Metamorfosis (XII, 210-458)
“La batalla de Lápitas y Centauros”
210“Había desposado a Hipódame el hijo del audaz Ixíon,
y a los feroces hijos de la nube, puestas por orden las mesas,
había ordenado recostarse, de árboles cubierta, en una gruta.
Los próceres hemonios asistían, asistíamos también nos,
y festivo con su confuso gentío resonaba el real.
215He aquí que cantan a Himeneo y de fuego los atrios humean,
y ceñida llega la doncella de las madres y las nueras por la caterva,
muy insigne de hermosura. Feliz llamamos de esa
esposa a Pirítoo, el cual presagio casi malogramos.
Pues a ti, de los salvajes el más salvaje, de los centauros,
220Éurito, cuanto por el vino tu pecho, tanto por la doncella vista
arde, y la ebriedad, geminada por la libido, en ti reina.
En seguida, volcándose, turban los convites las mesas,
y es raptada, de su pelo tomado por la fuerza la nueva casada.
Éurito a Hipódame, otros, la que cada uno aprobaban
225o podían, rapta, y, la de una tomada, era de la ciudad la imagen.
De gritos femeninos suena la casa: más rápido todos
nos levantamos y el primero: “¿Qué vesania”, Teseo,
“Éurito, a ti te impulsa”, dice, “a que tú en vida mía provoques
a Pirítoo y violes a dos, ignorante, en uno?”
230Y no tal el magnánimo en vano había remembrado con su boca:
aparta a los que le acosan y la raptada de aquellos delirantes arrebata.
Él nada en contra –pues tampoco defender con palabras
tales acciones puede–, sino que del defensor la cara con protervas
manos persigue y su generoso pecho golpea.
235Era el caso que había junto, de sus figuras prominentes áspera,
una antigua cratera, que, vasta ella, más vasto él mismo,
la sostiene el Egida y la lanza contra su cara a él opuesta.
Borbotones de sangre él, a la vez que cerebro y vino,
por la herida y la boca vomitando, de espaldas en la húmeda arena
240convulsiona. Arden los hermanos bimembres
por el asesinato y a porfía todos con una sola boca: “Las armas, las armas”, dicen.
Los vinos les daban ánimos y a lo primero de la lucha copas
lanzadas vuelan y los frágiles jarros y las curvadas escudillas,
cosas para los festines un día, entonces para las guerras y los asesinatos aptas.
245El primero el Ofiónida Ámico los penetrales de sus dones
no temió expoliar, y él el primero del santuario
arrebató, de luces denso, coruscantes, un candelabro,
y, levantado éste alto, como el que los cándidos cuellos de un toro
por romper se esfuerza con la sacrificial segur,
250lo estrelló en la frente del Lápita Celadonte y sus huesos
derramados dejó, no reconocible, en su rostro.
Le saltaron los ojos y, dispersos los huesos de la cara,
echada fue atrás su nariz y fijada quedó en mitad del paladar.
A él, con un pie arrancado de una mesa de arce, el de Pela
255lo tendió en tierra, Pelates, hundido en su pecho su mentón,
y con negra sangre mezclados escupiendo él sus dientes,
de tal herida geminada lo envió del Tártaro a las sombras.
“Cercano como apostado estaba contemplando los altares humosos
con su rostro terrible: “¿Por qué no”, dice, “hemos de hacer uso de ellos?”,
260y con sus fuegos Grineo levanta la ingente ara,
y del tropel de los Lápitas lo arroja en la mitad
y aplasta a dos, a Bróteas y a Orío. De Orío
su madre era Mícale, la cual, que había abajado encantándola
muchas veces, constaba, los cuernos de la reluctante luna.
265“No impune quedarás, no bien de un arma se me dé provisión”,
había dicho Exadio, y de un arma tiene a la traza, los que
en un alto pino estuvieran, los cuernos de un votivo ciervo.
Clavado queda de ahí Grineo con una doble rama en sus ojos,
y se le extraen los globos, de los cuales parte en los cuernos prendida queda,
270parte prendida fluye a su barba y con coagulada sangre cuelga.
He aquí que arrebata flameante Reto de la mitad de las aras
la brasa de un ciruelo, y desde la parte derecha de Caraxo
sus sienes quebranta, protegidas por su rubio cabello.
Arrebatados por la rapaz –como mies árida– llama
275ardieron sus pelos y en la herida la sangre quemada,
terrible su chirrido, un sonido dio, como dar el hierro
al fuego rojeciente frecuentemente suele, al que con su tenaza curvada
cuando su obrero lo saca, en las cubas lo hunde: mas él
rechina y en la agitada onda sumergido silba.
280Herido él de sus erizados cabellos el ávido fuego sacude,
y hacia sus hombros un umbral de la tierra arrancado
levanta, carga de un carro, el cual, que no llegue a lanzar contra el enemigo
su mismo peso hace. A un aliado también la mole de roca
aplastó, que en un espacio estaba más cercano, a Cometes.
285Sus goces no retiene Reto: “Así, yo lo suplico”, dice,
“el resto de esta multitud, de los cuarteles tuyos, sea fuerte”,
y con el medio quemado tronco renueva repetidamente la herida,
y tres y cuatro veces con un grave golpe las junturas de su cabeza
rompe y se asentaron sus huesos, líquido, en su cerebro.
290Vencedor hacia Evagro y Córito y Drías pasa.
De los cuales, cuando cubierto en sus mejillas con su primer bozo
sucumbió Córito: “De un muchacho derribado qué gloria
nacido para ti ha”, Evagro dice, y decir más Reto
no consiente y, feroz, en la abierta boca del que hablaba
295sepultó de ese hombre, y a través de su boca en su pecho, rutilantes, esas llamas.
A ti también, salvaje Drías, alrededor de tu cabeza blandiendo el fuego
te persigue, pero no contra ti también consiguió el mismo
resultado: a él que de su asidua matanza por el éxito se congratulaba,
por donde unida está al hombro la cerviz, con una estaca le clavas, al fuego tostada.
300Gimió hondo, y de su duro hueso la estaca apenas se arrancó
Reto y él mismo de su sangre empapado huye.
Huye también Orneo y Licabante y herido en su hombro
derecho Medón y con Pisénor Taumante,
y el que poco antes en el certamen de los pies había vencido a todos,
305Mérmero –encajada entonces una herida más lento iba–,
y Folo y Melaneo y Abante, el azote de los jabalíes,
y el que a los suyos en vano de la guerra había disuadido, el augur
Ástilo. Él además, al que temía las heridas, a Neso:
“No huyas. Para los hercúleos”, dice, “arcos reservado serás.”
310Mas no Eurínomo, y Lícidas, y Areo e Ímbreo
escaparon a la muerte, a los cuales todos la diestra de Drías
abatió, a él enfrentados. De frente tu también, aunque
tus espaldas a la huida habías dado, tu herida, Creneo, llevaste,
pues grave un hierro, al volver la mirada, entre los dos ojos
315por donde la nariz a lo más bajo se une, encajas.
“En ese tan gran bramido por todas sin fin sus venas yacía
dormido y sin despabilarse Afidas,
y en su languideciente mano una copa mezclada sostenía,
derramado en las vellosas pieles de una osa del Osa.
320Al cual de lejos cuando lo vio sin levantar en vano ningunas armas,
mete en su correa los dedos y: “Para ser mezclados”, dijo
Forbas, “con Estige esos vinos beberás, y sin detenerse en más
contra el joven blandió una jabalina y el herrado
fresno en el cuello, como al acaso yacía boca arriba, le entró.
325Su muerte careció de dolor y de su garganta plena fluyó
a los divanes y a las mismas copas, negra, la sangre.
Vi yo a Petreo intentando levantar de la tierra,
llena de bellotas, una encina, a la cual, mientras con sus abrazos la rodea
y sacude aquí y allá y su vacilante robustez agita,
330la láncea de Pirítoo, introducida en las costillas de Petreo,
su pecho reluctante junto con las dura robustez dejó fijado.
De Pirítoo por la virtud que Lico había caído contaban,
de Pirítoo por la virtud Cromis, pero ambos menor
título a su vencedor que Dictis y Hélope dieron,
335clavado Hélope en una jabalina que transitables sus sienes hizo,
y lanzada desde la derecha hasta la oreja izquierda penetró,
Dictis, resbalándose desde la bicéfala cima de un monte,
mientras huye temblando del que le acosa, de Ixíon al hijo,
cae de cabeza, y con el peso de su cuerpo un olmo
340ingente rompió y de sus ijares lo vistió roto.
Vengador llega Alfareo, y una roca del monte arrancada
lanzar intenta. Al que lo intentaba con un tronco de encina
asalta el Egida y de su codo los ingentes huesos
rompe y no más allá de entregar ese cuerpo inútil a la muerte
345u ocasión tiene o se preocupa, y a la espalda del alto Biénor
salta, no acostumbrada a portar a nadie sino a sí mismo,
y le opuso la rodilla a sus costillas y reteniéndole
con la izquierda la cabellera, su rostro y su amenazante boca
con un tronco nudoso, y sus muy duras sienes, le rompió.
350Con ese tronco a Nedimno y al alanceador Licopes
tumba, y protegido en su pecho por su abundante barba
a Hípaso y de lo más alto de los bosques prominente a Rifeo,
y a Tereo, quien en los hemonios montes los osos que cogía
llevar a su casa vivos e indignados solía.
355No soportó que disfrutara Teseo de los éxitos
de la batalla más allá Demoleonte: con su sólido matorral
arrancar un añoso pino con gran esfuerzo intenta,
lo cual, puesto que no pudo, previamente roto lo arroja a su enemigo;
pero lejos del arma que le venía Teseo se retiró,
360por la admonición de Palas: que se le creyera así él mismo quería.
No, aun así, el árbol inerte cayó, pues del alto Crántor
separó del cuello el pecho y el hombro izquierdo:
armero aquel de tu padre había sido, Aquiles,
a quien de los dólopes el soberano, en la guerra superado, Amíntor,
365al Eácida había dado, de la paz, prenda y garantía.
A él, desde lejos cuando por una horrible herida desmembrado Peleo
lo vio: “mas tus ofrendas fúnebres, de los jóvenes el más grato, Crántor,
recibe”, dice y con vigoroso brazo contra Demoleonte
de fresno lanzó, de su mente también con las fuerzas, un asta,
370que de su costado el armazón antes rompió, y luego en sus huesos prendida quedó
temblando: saca él con su mano sin su cúspide el leño
–éste también apenas le obedece–: la cúspide en el pulmón retenida queda.
El mismo dolor fuerzas a su ánimo daba: enfermo contra el enemigo
se levanta y con sus pies de caballo al hombre cocea.
375Recibe él los golpes resonantes en la gálea y el escudo
y defiende sus hombros y ante sí tendidas sostiene sus armas,
y a través de las axilas con un solo golpe sus dos pechos perfora.
Antes, aun así, a la muerte había entregado a Flegreo e Hiles,
desde lejos, a Ifínoo con cercano Marte, y a Clanis.
380Se añade a ellos Dórilas, que las sienes cubiertas llevaba
de la piel de un lobo, y a guisa de salvaje arma los prestantes
cuernos zambos de unos bueyes, enrojecidos del mucho crúor.
A éste yo, pues fuerzas mi ánimo me daba: “Contempla”, dije,
“cuánto ceden a nuestro hierro tus cuernos”,
385y una jabalina blandí, la cual, como evitar no pudiera,
opuso su diestra a la que había de sufrir esas heridas, su frente.
Fijada quedó con su frente su mano. Se produce un griterío, mas a aquél,
prendido, y por su acerba herida vencido Peleo
–pues apostado estaba el más cercano– bajo su mitad le hiere a espada el vientre.
390Se abalanzó, y por la tierra, feroz, sus vísceras arrastró,
y arrastradas las pisó, y pisadas las rompió, y en ellas
sus patas también impidió, y sobre su vientre inane cayó.
Y no a ti al luchar, Cílaro, tu hermosura te redimió,
si es que a la naturaleza esa hermosura le concedemos.
395Su barba era incipiente, de esa barba el color áureo, áureo
desde los hombros su pelo pendía hasta la mitad de sus espaldillas.
Agradable en su cara el vigor; su cuello y hombros y manos
y pecho a las alabadas esculturas de los artistas próximos,
y por doquiera que hombre es; ni tampoco la del caballo imperfecta y peor
400bajo aquel hombre la hermosura: dale cuello y cabeza
y de Cástor digno será: así su espalda montable, así son
sus pechos excelsos de sus toros. Todo que la pez negra más negro,
cándida la cola, en cambio. Su color es también, de las piernas, blanco.
Muchas a él lo pretendieron de su raza, pero una sola
405se lo llevó, Hilónome, que la cual ninguna más hermosa mujer entre
los mediofieras habitó en los altos bosques.
Ella con sus ternuras y amándole, y que le amaba confesando,
a Cílaro sola tiene, de su ornato también, cuanto en esos
miembros existir puede, que sea su pelo por el peine liso,
410que ora de rosmarino, ora de viola o rosa
se rodee, alguna vez que canecientes lirios lleve,
y dos veces al día, bajados del vértice del pagáseo bosque,
en sus manantiales su rostro lave, dos veces en su caudal su cuerpo moje,
y que no, salvo las que le honren, de selectas fieras,
415o a su hombro o a su costado izquierdo tienda pieles.
Parejo amor hay en ellos: vagan en los montes a una,
grutas a la vez alcanzan. Y también entonces de los Lápitas a los techos
habían entrado a la par, a la vez esas fieras guerras hacían.
El autor en duda está: una jabalina de la parte izquierda
420llega, y más abajo que al cuello el pecho sostiene,
Cílare, te clavó. Su corazón, de esa pequeña herida alcanzado,
junto con su cuerpo entero después que el arma fue sacada se enfrió.
En seguida Hilónome recibe murientes sus miembros
e imponiéndole la mano la herida le calienta y su boca a la boca
425le acerca y su aliento que escapa impedir intenta.
Cuando lo ve extinguido, tras decirle cosas que el griterío a mis oídos
vedó llegar, sobre el arma que dentro de él prendida estaba
se echó, y muriendo se abrazó a su marido.
“Ante mis ojos está también aquel que, de a seis, ató
430entre sí con entrelazados nudos de leones unas pieles,
Feócomes, protegiéndose a la vez al hombre y al caballo,
el cual, un tronco lanzando que apenas un par de yuntas moverían,
a Téctalo el Olénida desde el extremo de su cabeza lo rompió.
[Roto quedó el contorno más ancho de su cabeza, y a través de su boca
435y a través de sus huecas narices, por los ojos y las orejas, el cerebro
blando le fluye, como cuajada por un mimbre de encina
la leche suele, o como el líquido en un ralo cedazo por su peso
mana, y se exprime espesa por los densos agujeros.]
Mas yo, mientras se dispone él de sus armas a desnudar al yacente,
440–sabe esto tu padre–, mi espada en las profundas ijadas
del que le expoliaba hundí. Ctonio también y Teléboas
por la espada nuestra yacen: una rama el primero ahorquillada
llevaba, éste una jabalina. Con esa jabalina a mí heridas me hizo.
Sus señales ves. Se distingue todavía vieja la cicatriz de ahí.
445En ese entonces debió a mí enviárseme a tomar Pérgamo;
entonces podía del gran Héctor, si no superar,
detener sus armas con las mías. Pero en aquel tiempo ninguno,
o un niño, Héctor era. Ahora a mí me traiciona mi edad.
Para qué de Périfas, el vencedor del geminado Pireto,
450de Ámpix para qué contarte, quien del cuadrupedante Equeclo
clavó de frente en su cara un cornejo sin cúspide.
Una tranca hundiéndole el Peletronio Macareo en el pecho
tumbó a Erigdupo. Recuerdo también que unos venablos se escondieron
en la ingle de Cimelo por las manos de Neso lanzados.
455Y no has de creer que sólo cantaba el porvenir
el Ampicida Mopso. Con Mopso de lanzador el biforme
Hodites sucumbió y en vano intentó hablar:
a su mentón la lengua y el mentón a su garganta clavado.
Unidad 6-
- Nicolás Maquiavelo (1469-1527), El arte de la guerra.
- William Shakespeare (1564-1616), Enrique V, Troilo y Crésida.
Unidad 7-
- Thomas Hardy (1840-1928), “Channel Firing”
That night your great guns, unawares,
Shook all our coffins as we lay,
And broke the chancel window-squares,
We thought it was the Judgment-day
And sat upright. While drearisome
Arose the howl of wakened hounds:
The mouse let fall the altar-crumb,
The worms drew back into the mounds,
The glebe cow drooled. Till God called, “No;
It’s gunnery practice out at sea
Just as before you went below;
The world is as it used to be:
“All nations striving strong to make
Red war yet redder. Mad as hatters
They do no more for Christés sake
Than you who are helpless in such matters.
“That this is not the judgment-hour
For some of them’s a blessed thing,
For if it were they’d have to scour
Hell’s floor for so much threatening....
“Ha, ha. It will be warmer when
I blow the trumpet (if indeed
I ever do; for you are men,
And rest eternal sorely need).”
So down we lay again. “I wonder,
Will the world ever saner be,”
Said one, “than when He sent us under
In our indifferent century!”
And many a skeleton shook his head.
“Instead of preaching forty year,”
My neighbour Parson Thirdly said,
“I wish I had stuck to pipes and beer.”
Again the guns disturbed the hour,
Roaring their readiness to avenge,
As far inland as Stourton Tower,
And Camelot, and starlit Stonehenge.[1]
“Conducto de fuego”
Esa noche, vuestras magníficas armas, inadvertidamente
sacudieron todos nuestros ataúdes mientras nos tumbábamos.
Y rompieron los cuadrados de las ventanas del coro.
Pensamos que era el día del juicio final.
Y nos sentamos erguidos. Mientras muy triste
surgió el aullido de los despiertos sabuesos.
El ratón dejó caer migajas en el altar,
El gusano retrocedió a los montículos.
La vaca de gleba babeó. Hasta Dios lloró, “No
es la práctica de artillería hacia el mar.
Al igual que antes de estar tan abajo.
El mundo es como solía ser”.
“Todas las naciones luchando con fuerza para hacer
la guerra roja aún más roja. Locos como los sombrereros.
Ellos no hacen más por el amor de Cristo
que tú, aquellos quienes son inútiles en tales asuntos.”
“Esa no es la hora del juicio
Para algunos de ellos es una bendición,
por si fuera que tuvieran que recorrer
el suelo del infierno por tanto amenazar.
“Ja, ja. Será más caliente cuando
toque la trompeta (si así es
que alguna vez lo hago), para ti son hombres,
Y el eterno descanso tanto necesitan”.
Así que nos ponemos de nuevo hacia abajo. “me pregunto,
¿Será el mundo alguna vez más sano?”
Dijo uno, “que cuando él nos envió abajo
en nuestro siglo indiferente”.
Y muchos esqueletos negaron con sus cabezas.
“en lugar de rogar cuarenta años,”
Mi vecino Parson dijo en tercer lugar,
“desearía haberme pegado a cañerías y cerveza.”
De nuevo las armas al tiempo molestaron,
Rugiendo su disposición a la venganza,
Tan lejos tierra adentro como la torre Stourton
Y Camelot, y Stonehenge iluminado por las estrellas.
- William Butler Yeats (1865-1939), “The Second Coming”
Turning and turning in the widening gyre
The falcon cannot hear the falconer;
Things fall apart; the centre cannot hold;
Mere anarchy is loosed upon the world,
The blood-dimmed tide is loosed, and everywhere
The ceremony of innocence is drowned;
The best lack all conviction, while the worst
Are full of passionate intensity.
Surely some revelation is at hand;
Surely the Second Coming is at hand.
The Second Coming! Hardly are those words out
When a vast image out of Spiritus Mundi
Troubles my sight: a waste of desert sand;
A shape with lion body and the head of a man,
A gaze blank and pitiless as the sun,
Is moving its slow thighs, while all about it
Wind shadows of the indignant desert birds.
The darkness drops again but now I know
That twenty centuries of stony sleep
Were vexed to nightmare by a rocking cradle,
And what rough beast, its hour come round at last,
Slouches towards Bethlehem to be born?[2]
“La Segunda Venida”
Girando y girando en el creciente círculo
El halcón no puede oír al halconero;
Todo se deshace; el centro no puede sostenerse;
Mera anarquía es desatada sobre el mundo,
La oscurecida marea de sangre es desatada, y en todas partes
La ceremonia de la inocencia es ahogada;
Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores
Están llenos de apasionada intensidad.
Seguramente alguna revelación está cerca;
Seguramente la Segunda Venida está cerca.
¡La Segunda Venida! Apenas pronunciadas esas palabras
Cuando una vasta imagen del Spiritus Mundi
Inquietó mi vista: en algún lugar en las arenas del desierto
Una forma con cuerpo de león y cabeza de hombre,
Una mirada vacía y despiadada como el sol,
Mueve sus pausados muslos, mientras por doquier
Circundan las sombras de las indignadas aves del desierto.
La oscuridad cae de nuevo; pero ahora sé
Que veinte siglos de un pétreo sueño
Fueron contrariados hasta la pesadilla por el mecer de una cuna,
¿Y qué tosca bestia, cuya hora llega al final,
Cabizbaja camina hacia Belén para nacer?
“El Segundo Advenimiento”
Dando vueltas y vueltas en la espiral creciente
no puede ya el halcón oír al halconero;
todo se desmorona; el centro cede;
a anarquía se abate sobre el mundo,
se suelta la marea de la sangre, y por doquier
se anega el ritual de la inocencia;
los mejores no tienen convicción, y los peores
rebosan de febril intensidad.
Una revelación se aproxima;
se aproxima el Segundo Advenimiento.
¡El Segundo Advenimiento! Lo digo,
y ya una vasta imagen del Spiritus Mundi
turba mi vista; allá en las arenas del desierto
una figura con cuerpo de león y cabeza de hombre,
una mirada en blanco y despiadada como el sol,
mueve sus lentos muslos, y en rededor planean
sombras de airadas aves del desierto.
Cae la oscuridad de nuevo, mas ahora sé
que a veinte siglos de obstinado sueño
los meció una pesadilla en su cuna,
¿y qué escabrosa bestia, llegada al fin su hora,
se arrastra hasta Belén para nacer? (trad. de Rivero Taravillo)
“La Segunda Venida”
En vueltas y más vueltas por dilatada espira
el halcón ya no puede oír al halconero;
desperdígase todo; el centro ya no centra;
cunde escueta anarquía sobre la tierra entera,
surge la marejada sanguífera, y ahógase
dondequiera el ritual de la inocencia;
los mejores no tienen convicción,
pero sobra intensiva pasión a los peores.
Una revelación, sin duda, nos aguarda;
sin duda se prepara la Segunda Venida.
¡La Segunda Venida! No bien digo tal frase
cuando una vasta imagen del Spiritus Mundi
me turba la visión: en arenas desérticas
la forma de un león con cabeza de hombre
y cruel mirada fija como el mirar del sol
mueve sus lentos muslos, mientras aves del yermo
alredor enmadejan sus sombras indignadas.
Recae la tiniebla, mas ahora lo sé:
estas veinte centurias de sueño congelado
una oscilante cuna las volvió pesadilla,
y al filo de su hora, ¿qué bosquejada bestia
hacia Belén se arrastra para nacer al fin?
“La Segunda Venida”
Dando vueltas y vueltas en el giro creciente
El halcón no puede oír al halconero;
Las cosas se desparraman; el centro no las puede contener;
La mera anarquía está desatada en el mundo,
La marea teñida de sangre está desatada y en todas partes
La ceremonia de la inocencia es ahogada;
Los mejores carecen de toda convicción, en tanto que los peores
Están repletos de apasionada intensidad.
Sin duda, alguna revelación está próxima;
Sin duda, la Segunda Venida está próxima.
¡La Segunda Venida! Apenas pronunciadas estas palabras
Una vasta imagen del “Spiritus Mundi”
Confunde mi vista: en algún lugar, entre las arenas del desierto,
Una forma con cuerpo de león y cabeza humana,
Una visión vacía e implacable
Mueve sus lentos muslos mientras en torno tuyo
Tiemblan las sombras de las rabiosas aves del desierto.
La oscuridad cae nuevamente; pero ahora sé
Que veinte siglos de sueño pétreo
Fueron afligidos hasta la pesadilla por una cuna,
¿Y qué bestia encrespada, llegada al fin su hora,
Se encamina hacia Belén para nacer?
(trad. de E. L. Revol; en: Poesía inglesa contemporánea, Ediciones Librería Fausto, Buenos Aires, 1974)
- Ivor Gurney (1890-1937), “Strange Service”
Little did I dream, England, that you bore me
Under the Cotswold Rills beside the water meadows
To do you dreadful service, here, beyond your borders
And your enfolding seas.
I was a dreamer ever, and bound to your dear service
Meditating deep, I thought on your secret beauty,
As through a child's face one may see the clear spirit
Miraculously shining.
Your hills not only hills, but friends of mine and kindly
Your tiny knolls and orchards hidden beside the river
Muddy and strongly flowing, with shy and tiny streamlets
Safe in its bosom.
Now these are memories only, and your skies and rushy
sky-pools
Fragile mirrors easily broken by moving airs;
But deep in my heart for ever goes on your daily being
And uses consecrate.
Think on me too, O Mother, who wrest my soul to serve
you
In strange and fearful ways beyond your encircling waters;
None but you can know my heart, its tears and sacrifice,
None, but you, repay.
- Ivor Gurney (1890-1937), “The Mangel Bury”
It was after war; Edward Thomas had fallen at Arras –
I was walking by Gloucester musing on such things
As fill his verse with goodness; it was February; the long house
Straw-thatched of the mangels stretched two wide wings;
And looked as part of the earth heaped up by dead soldiers
In the most fitting place – along the hedge's yet-bare lines.
West spring breathed there early, that none foreign divines.
Across the flat country the rattling of the cart sounded;
Heavy of wood, jingling of iron; as he neared me I waited
For the chance perhaps of heaving at those great rounded
Ruddy or orange things – and right to be rolled and hefted
By a body like mine, soldier still, and clean from water.
Silent he assented; till the cart was drifted
High with those creatures, so right in size and matter.
We threw with our bodies swinging, blood in my ears singing;
His was the thick-set sort of farmer, but well-built –
Perhaps, long before, his blood's name ruled all,
Watched all things for his own. If my luck had so willed
Many questions of lordship I had heard him tell – old
Names, rumours. But my pain to more moving called
And him to some barn business far in the fifteen acre field.
- Wilfred Owen (1893-1918), “Smile, Smile, Smile”
Head to limp head, the sunk-eyed wounded scanned
Yesterday's Mail; the casualties (typed small)
And (large) Vast Booty from our Latest Haul.
Also, they read of Cheap Homes, not yet planned;
For, said the paper, "When this war is done
The men's first instinct will be making homes.
Meanwhile their foremost need is aerodromes,
It being certain war has just begun.
Peace would do wrong to our undying dead, --
The sons we offered might regret they died
If we got nothing lasting in their stead.
We must be solidly indemnified.
Though all be worthy Victory which all bought,
We rulers sitting in this ancient spot
Would wrong our very selves if we forgot
The greatest glory will be theirs who fought,
Who kept this nation in integrity."
Nation? -- The half-limbed readers did not chafe
But smiled at one another curiously
Like secret men who know their secret safe.
This is the thing they know and never speak,
That England one by one had fled to France
(Not many elsewhere now save under France).
Pictures of these broad smiles appear each week,
And people in whose voice real feeling rings
Say: How they smile! They're happy now, poor things.
(23rd. September, 1918)
“Sonría, sonría, sonría”
Cabeza junto a flácida cabeza, los heridos de ojos hundidos escrutaban
el Mail de ayer, las bajas (en tipografía pequeña)
y (en grande) Vasto Botín de Nuestra Última Redada.
También leían sobre Casas Baratas, aun no planificadas.
Porque –decía el diario- “Cuando haya acabado esta guerra
el primer instinto del hombre será hacer casas.
Pero ahora son los aeródromos la necesidad más notoria
supuesto que esta guerra apenas comienza.
La paz les haría un agravio a nuestros inmortales muertos…
Los hijos que ofrecimos podrían lamentar haber muerto
si no hacemos nada perdurable en lugar de ellos.
Debemos ser indemnizados con largueza
pero más que todo vale la Victoria que todos consiguieron.
Nosotros, los gobernantes, que permanecemos en esta antigua tierra
nos agraviaríamos a nosotros mismos si en el olvido diéramos
con la inconmensurable gloria de quienes combatieron,
de los que conservaron a la Nación en su integridad”.
¿Nación?- No se enfadaron los lectores mutilados
sino que se sonrieron el uno al otro con curiosidad
como hombres secretos que saben seguro su secreto.
(Esto es lo único que saben y lo que nunca hablan,
que Inglaterra se ha ido, uno tras otro, a Francia;
no hay muchos en ninguna parte ahora, sino debajo de Francia).
Cada semana aparecen las fotos de estas anchas sonrisas
y aquellos en quienes resuena un real sentimiento
dicen: ¡Cómo sonríen! ¡Qué felices están, los infelices!
23 de septiembre de 1918
(trad. de Miguel Ángel Montezanti)
- Wilfred Owen (1893-1918), “Strange Meeting”
It seemed that out of battle I escaped
Down some profound dull tunnel, long since scooped
Through granites which titanic wars had groined.
Yet also there encumbered sleepers groaned,
Too fast in thought or death to be bestirred.
Then, as I probed them, one sprang up, and stared
With piteous recognition in fixed eyes,
Lifting distressful hands, as if to bless.
And by his smile, I knew that sullen hall,—
By his dead smile I knew we stood in Hell.
With a thousand fears that vision's face was grained;
Yet no blood reached there from the upper ground,
And no guns thumped, or down the flues made moan.
“Strange friend,” I said, “here is no cause to mourn.”
“None,” said that other, “save the undone years,
The hopelessness. Whatever hope is yours,
Was my life also; I went hunting wild
After the wildest beauty in the world,
Which lies not calm in eyes, or braided hair,
But mocks the steady running of the hour,
And if it grieves, grieves richlier than here.
For by my glee might many men have laughed,
And of my weeping something had been left,
Which must die now. I mean the truth untold,
The pity of war, the pity war distilled.
Now men will go content with what we spoiled.
Or, discontent, boil bloody, and be spilled.
They will be swift with swiftness of the tigress.
None will break ranks, though nations trek from progress.
Courage was mine, and I had mystery;
Wisdom was mine, and I had mastery:
To miss the march of this retreating world
Into vain citadels that are not walled.
Then, when much blood had clogged their chariot-wheels,
I would go up and wash them from sweet wells,
Even with truths that lie too deep for taint.
I would have poured my spirit without stint
But not through wounds; not on the cess of war.
Foreheads of men have bled where no wounds were.
“I am the enemy you killed, my friend.
I knew you in this dark: for so you frowned
Yesterday through me as you jabbed and killed.
I parried; but my hands were loath and cold.
Let us sleep now. . . .”
“Extraño encuentro”
Imaginaba haber salido del combate
por un profundo túnel, excavado hace tiempo
en la roca por mano de titanes.
Pero también allí gemían, apiñados
durmientes, cuyo sueño temía importunar.
Luego, al hablarle, uno se puso en pie: miraba
hacia mí fijamente, con ojos compasivos
y una mano que alzaba como en gesto de dádiva.
Por su sonrisa conocí aquel hosco lugar,
en su mueca de muerte supe que era el Infierno.
Un enorme dolor afligía a aquel rostro
pero no había sangre que filtrara la tierra,
ni estruendo de rifles, ni gemido de obuses.
«Extraño amigo-dije-aquí no hay nada que llorar».
«Nada-respondió él-salvo el tiempo abolido
y la desesperanza. Cualquiera que fue tuya
fue también mía un día: busqué sin freno alguno
la hermosura mayor que en el mundo cupiera
y no está en unos ojos serenos, ni unas trenzas,
sino en algo que burla la huida de las horas
y no sana su herida nada que sea del mundo.
Porque por mi alegría han reído los hombres
y de mi oscuro llanto algo ha sobrevivido
y debe ahora morir: la verdad nunca dicha,
la pena de la guerra. Ahora a muchos hombres
contentará lo que nosotros malgastamos
o, tal vez, descontentos, lo verterán en vano.
Pasarán con la urgencia atroz de una tigresa.
Nadie romperá filas, aunque se retroceda.
Busqué siempre el dolor, pero encontré el misterio.
Busqué siempre el saber, pero encontré el dominio:
perder el paso de este mundo en retirada
a vanas fortalezas carentes de murallas.
Luego, cuando en la sangre se atascaran
los tanques,
lavaría las ruedas con un agua muy dulce,
incluso con verdades demasiado profundas,
y daría a mi espíritu rienda suelta, sin freno
y sin herir a nadie, terminada la guerra.
Hay hombres que han sangrado sin tener
ni una herida.
«Yo soy, amigo mío, aquel al que mataste.
Te conocí en lo oscuro, pues tenías el gesto
con el que ayer hundiste en mí tu bayoneta.
Intenté, sí, esquivarla, pero estaban heladas
y dormidas mis manos. Durmamos, pues, ahora...»
(trad. de Gabriel Insausti, en: Wilfred Owen, Poemas de guerra. Edición bilingüe, Acantilado, Barcelona, 2011)
“Extraño encuentro”
Pareció que yo escapaba de la batalla
por un profundo, obtuso túnel, mucho tiempo atrás cavado
a través de granitos que abovedaron guerras titánicas
y sin embargo allí gemía gente que dormía apilada;
demasiado firmes en el pensamiento o en la muerte para ser perturbados.
Entonces, al tantearlos, saltó uno, y observaba
con piadoso escrutinio en sus ojos clavados.
Como para bendecir alzaba manos angustiadas.
Por su sonrisa recordé esa sala lóbrega,
por su sonrisa muerta supe que estábamos en el Infierno.
La visión de esa cara estaba graneada con mil sufrimientos.
Sin embargo, no llegaba a ese lugar sangre desde el suelo
ni tableteaban las armas ni gemían los morteros.
“Extraño amigo”, dije, “aquí no hay razón para el lamento”.
“Ninguna”, dijo el otro, “salvo los años deshechos,
la desesperanza. Cualquiera sea la esperanza de que seas dueño
también lo fue mi vida. Yo me lancé, violento, a la caza,
de la belleza más agreste que hubiera bajo el cielo
que no yace en los ojos mansos ni el pelo trenzado
sino que se burla del paso firme del tiempo
y si se lamenta, más rico que aquí es su lamento.
Pues podrían haberse reído muchos hombres por mi alegría
y de mi llanto algo había quedado todavía
que debe morir ahora. Hablo de la verdad no dicha:
la lástima de la guerra, la lástima que la guerra destiló.
Ahora pueden irse contentos los hombres con lo que hemos mancillado
o bien, descontentos, hervir sangrientos y derramarse.
Irán rápidos, con la rapidez de la tigra,
nadie romperá filas, aunque las naciones tomen otra vía,
no la del progreso. Mío fue el coraje y yo tuve el misterio,
mía fue la prudencia, y yo fui diestro
en esquivar la marcha de este mundo en retroceso
hacia alcázares no amurallados, hueros.
Entonces, cuando mucha sangre haya atascado las ruedas de los carros
yo me levantaré a lavarla en los manantiales gratos.
Incluso con verdades que estaban demasiado hondas para el engaño
volcaría mi espíritu sin resguardo
pero no por las llagas ni la letrina de la guerra.
Han sangrado las frentes de los hombres donde no había desgarro.
Soy el enemigo, amigo, que has matado.
Te conocí en esta oscuridad porque así ayer mostrabas
el ceño cuando, a través de mí, has punzado y matado”.
Le repliqué, pero mis manos estaban reacias y frías.
“Ahora durmamos…”
(trad. de Miguel Ángel Montezanti)
- Wilfred Owen (1893-1918), “Miners”
HERE was a whispering in my hearth,
A sigh of the coal,
Grown wistful of a former earth
It might recall.
I listened for a tale of leaves
And smothered ferns,
Frond-forests, and the low sly lives
Before the fawns.
My fire might show steam-phantoms simmer
From Time's old cauldron,
Before the birds made nests in summer,
Or men had children.
But the coals were murmuring of their mine,
And moans down there
Of boys that slept wry sleep, and men
Writhing for air.
I saw white bones in the cinder-shard,
Bones without number.
For many hearts with coal are charred,
And few remember.
I thought of all that worked dark pits
Of war, and died
Digging the rock where Death reputes
Peace lies indeed:
Comforted years will sit soft-chaired,
In rooms of amber,
The years will stretch their hands, well-cheered
By our life's ember;
The centuries will burn rich loads
With which we groaned,
Whose warmth shall lull their dreaming lids,
While songs are crooned;
But they will not dream of us poor lads
Lost in the ground
- Wilfred Owen (1893-1918), “Dulce et decorum est”
Bent double, like old beggars under sacks,
Knock-kneed, coughing like hags, we cursed through sludge,
Till on the haunting flares we turned our backs,
And towards our distant rest began to trudge.
Men marched asleep. Many had lost their boots,
But limped on, blood-shod. All went lame; all blind;
Drunk with fatigue; deaf even to the hoots
Of gas-shells dropping softly behind.
Gas! GAS! Quick, boys!—An ecstasy of fumbling
Fitting the clumsy helmets just in time,
But someone still was yelling out and stumbling
And flound’ring like a man in fire or lime.—
Dim through the misty panes and thick green light,
As under a green sea, I saw him drowning.
In all my dreams before my helpless sight,
He plunges at me, guttering, choking, drowning.
If in some smothering dreams, you too could pace
Behind the wagon that we flung him in,
And watch the white eyes writhing in his face,
His hanging face, like a devil’s sick of sin;
If you could hear, at every jolt, the blood
Come gargling from the froth-corrupted lungs,
Obscene as cancer, bitter as the cud
Of vile, incurable sores on innocent tongues,—
My friend, you would not tell with such high zest
To children ardent for some desperate glory,
The old Lie: Dulce et decorum est
Pro patria mori.
“Dulce et decorum est”[3]
Doblados en dos como mendigos bajo carga
patituertos, tosiendo como brujas, maldecimos el cieno
hasta que a las chispas acechantes dimos la espalda
y fuimos arrastrándonos hasta el remoto puesto.
Los hombres van dormidos. Muchos marchan sin botas
pero siguen, cojeando, con calzados de sangre
todos marchamos rengos, borrachos de fatiga
todos ciegos y sordos, incluso a las bocinas
de las bombas de gas que atrás suaves nos caen.
¡Gas! ¡Rápido! ¡Gas! ¡Vamos! Éxtasis de tanteo
calzar cascos grotescos, hacerlo justo a tiempo
pero alguno aún estaba gritando y tropezaba
cinchaba como un hombre en la cal o en el fuego…
Lo vi ahogarse como en un verde mar
opaco entre la bruma y una luz verde, opaca.
En mis sueños se arroja bajo mi vista inerme
y lo veo goteando, asfixiándose, ahogándose.
Si en un sueño asfixiante tú también te llegaras
detrás del carro donde lo arrojamos;
vieras sus ojos blancos torcérsele en la cara
la cabeza colgando, como de un condenado;
si pudieras oír en el zangoloteo
la sangre gorgotear desde el pulmón cargado
de espumarajos agrios
como un bolo de viles, irreparables llagas
en inocentes lenguas, mi amigo, no dirías
a chicos que por gloria arden desesperados
la Mentira de antaño: Dulce et decorum est
Pro patria mori.
(trad. de Miguel Ángel Montezanti)
“Dulce et decorum est”
Torcidos, como viejos mendigos bajo sus hatos,
renqueando, tosiendo como brujas, maldecíamos a través del lodo,
hasta que donde alumbraban las luces de las bengalas nos dimos la vuelta
y hacia nuestra lejana posición empezamos a caminar afanosamente.
Los hombres marchaban dormidos. Muchos habían perdido sus botas
Pero abrumados avanzaban sobre zapatos de sangre. Todos cojos, todos ciegos;
Borrachos de fatiga, sordos incluso al silbido de las balas
Que los cansados cañones de calibre 5.9 disparaban detrás de nosotros.
“¡Gas, gas! ¡Rápido, muchachos!”; un éxtasis de desconcierto,
Poniéndonos los toscos cascos justo a tiempo;
Pero alguien aún estaba gritando y tropezando
Y ardía retorciéndose, como ahogándose en cal viva…
Borroso, a través de los empañados cristales de la máscara y de la tenue luz verde,
Como en un mar verde le vi ahogarse.
En todas mis pesadillas, ante mi impotente mirada,
Se desploma boqueando, agonizando, asfixiándose.
Si en algún sofocante sueño tú también puedes caminar
Tras la carreta en la que lo pusimos,
Y mirar sus blancos ojos moviéndose
En su desmayada cara, como un endemoniado.
Si pudieses escuchar a cada traqueteo
El gorgoteo de la sangre saliendo de sus destrozados pulmones,
Repugnante como el cáncer, nauseabundo como el vómito
De horrorosas, incurables llagas en lenguas inocentes,
Amigo mío, no volverías a decir con ese alto idealismo
A los ardientes jóvenes sedientos de gloria
La vieja mentira: “Dulce et decorum est pro patria mori”.
“Dulce et decorum est”
Doblados como viejos mendigos bajo bolsas,
Chocando las rodillas y tosiendo como viejas, maldecimos a través del lodo
Hasta darle la espalda a las condenadas bengalas
Y empezar a arrastrarnos a un descanso remoto.
Los hombres marchaban dormidos. Muchos ya sin botas
Cojeaban calzados de sangre. Todos patéticos, ciegos todos,
Ebrios de cansancio, sordos incluso a los silbidos
De proyectiles decepcionados que caían más atrás.
¡Gas! ¡Gas! ¡De prisa, chicos! En un éxtasis de torpeza
Nos calamos torpes cascos justo a tiempo;
Pero alguno seguía pidiendo ayuda a gritos tropezando
Indeciso como un hombre ardiendo en llamas o cal viva.
Borroso tras los vidrios empañados y a través de aquella verde luz espesa,
Como hundido en un mar verde, lo vi ahogarse.
En todos mis sueños, ante mi vista indefensa,
Se abalanza sobre mí, se atraganta, se ahoga, se apaga.
Si en algún sueño asfixiante también pudieras seguir a pie
La carreta donde lo arrojamos
Y ver cómo retorcía los blancos ojos en la cara,
Una cara colgante, como un diablo harto del pecado;
Si pudieras oír, a cada tumbo, la sangre
Vomitada por pulmones de espuma corrompidos,
Obsceno como el cáncer, amargo como pus
De viles llagas incurables en lenguas inocentes,–
Amigo mío, no contarías con tanto entusiasmo
A los niños que arden ansiosos de gloria
Esa vieja mentira: Dulce et decorum est
Pro patria mori.
(trad. de Nicolás González Varela)
- Wilfred Owen (1893-1918), “Mental Cases”
Who are these? Why sit they here in twilight?
Wherefore rock they, purgatorial shadows,
Drooping tongues from jaws that slob their relish,
Baring teeth that leer like skulls' teeth wicked?
Stroke on stroke of pain, - but what slow panic, (5)
Gouged these chasms round their fretted sockets?
Ever from their hair and through their hands' palms
Misery swelters. Surely we have perished
Sleeping, and walk hell; but who these hellish?
- These are men whose minds the Dead have ravished. (10)
Memory fingers in their hair of murders,
Multitudinous murders they once witnessed.
Wading sloughs of flesh these helpless wander,
Treading blood from lungs that had loved laughter.
Always they must see these things and hear them, (15)
Batter of guns and shatter of flying muscles,
Carnage incomparable, and human squander
Rucked too thick for these men's extrication.
Therefore still their eyeballs shrink tormented
Back into their brains, because on their sense (20)
Sunlight seems a blood-smear; night comes blood-black;
Dawn breaks open like a wound that bleeds afresh.
- Thus their heads wear this hilarious, hideous,
Awful falseness of set-smiling corpses.
- Thus their hands are plucking at each other; (25)
Picking at the rope-knouts of their scourging;
Snatching after us who smote them, brother,
Pawing us who dealt them war and madness
“Casos mentales”
¿Quiénes son estos? ¿Por qué están sentados aquí, crepusculares?
¿En razón de qué se bambolean, sombras del purgatorio,
Las lenguas colgantes de mandíbulas que babean su gula,
Desnudando dientes malignos como los de inicuas calaveras?
Golpe tras golpe de dolor; pero, ¿qué lento pánico
Cavó estos abismos alrededor de sus cuencas roídas?
Siempre de su pelo y a través de las palmas de sus manos
Suda la miseria. Sin duda hemos muerto
Mientras dormíamos y recorremos el infierno; pero, ¿quiénes son estas criaturas
infernales?
-Estos son hombres cuyas mentes los Muertos han ultrajado.
La memoria acaricia crímenes, en sus cabelleras.
Innúmeros crímenes que alguna vez presenciaron.
Chapoteando por pantanos de carne van errando estos inválidos,
Pisoteando sangre de pulmones que amaron la risa.
Siempre tendrán que ver estas cosas y que oírlas,
Descargas de artillería y músculos que vuelan en pedazos,
Matanza incomparable y despilfarro humano
Demasiado grabados para que estos hombres puedan liberarse.
Por esto sus ojos aún retroceden atormentados
A sus cerebros, pues en su sentir
La luz del sol resulta una mancha de sangre; la noche llega tinta en sangre;
La aurora se abre como una herida que vuelve a sangrar;
Y así sus caras muestran esta atroz jovialidad,
La espantosa falsedad de los cadáveres sonrientes.
Y así sus manos se tironean,
Tirando de las cuerdas de los látigos de su tormento;
Tratando de agarrarnos a nosotros, que los deshicimos, hermano,
Palpándonos a nosotros, que les repartimos guerra y locura.
(trad. de E. L. Revol; en: Poesía inglesa contemporánea, Ediciones Librería Fausto, Buenos Aires, 1974)
Sobre la poesía de Owen en general:
(estudio realizado por Miguel Montezanti, Cristina Featherston, Amanda Zamuner Y Sandra Datko)
- Isaac Rosenberg (1890-1918), “Break of the Day in the Trenches”
The darkness crumbles away.
It is the same old druid Time as ever,
Only a live thing leaps my hand,
A queer sardonic rat,
As I pull the parapet’s poppy
To stick behind my ear.
Droll rat, they would shoot you if they knew
Your cosmopolitan sympathies.
Now you have touched this English hand
You will do the same to a German
Soon, no doubt, if it be your pleasure
To cross the sleeping green between.
It seems you inwardly grin as you pass
Strong eyes, fine limbs, haughty athletes,
Less chanced than you for life,
Bonds to the whims of murder,
Sprawled in the bowels of the earth,
The torn fields of France.
What do you see in our eyes
At the shrieking iron and flame
Hurled through still heavens?
What quaver—what heart aghast?
Poppies whose roots are in man’s veins
Drop, and are ever dropping;
But mine in my ear is safe—
Just a little white with the dust.
“Amanecer en las trincheras”
Las tinieblas se derrumban a lo lejos.
Como siempre el Tiempo es el mismo viejo druida
Solo una cosa viva dando brincos en mi mano:
una extraña rata sardónica
al arrancar amapolas de los parapetos
para prenderlas detrás de mi oreja
Rata festiva, ellos te dispararan si se enteran
De tus simpatías cosmopolitas.
Ahora tocaste estas manos inglesas
Pronto sin lugar a dudas harás lo mismo a un alemán
Pues te es placentero atravesar el durmiente verde en medio
del cual parece burlarse tu imprudencia a medida que pasa.
Mirada firme, refinados miembros; arrogante atleta
Qué pequeña oportunidad para tu vida
Ligada a los caprichos del asesinato,
Engendrado en los intestinos de la tierra de
Los rasgados campos de Francia.
¿Qué es lo que ves en nuestros ojos,
En el chillido del hierro y la llama
Lanzada a través de los cielos?
¿Qué vibración - qué corazón horrorizado?
Amapolas cuyas raíces están en las venas del hombre
Goteando y aun gotearán;
Pero la mía esta ilesa en mi oreja-
Casi un poco blanca entre el polvo.
(trad. de Raúl Racedo)
- Siegfried Sassoon (1886-1967), “The Kiss”
To these I turn, in these I trust;
Brother Lead and Sister Steel.
To his blind power I make appeal;
I guard her beauty clean from rust.
He spins and burns and loves the air,
And splits a skull to win my praise;
But up the nobly marching days
She glitters naked, cold and fair.
Sweet Sister, grant your soldier this;
That in good fury he may feel
The body where he sets his heel
Quail from your downward darting kiss.
- Siegfried Sassoon (1886-1967), “A Soldier’s declaration”
"I AM making this statement as an act of willful defiance of military authority, because I believe that the war is being deliberately prolonged by those who have the power to end it.
I am a soldier, convinced that I am acting on behalf of soldiers. I believe that this war, upon which I entered as a war of defense and liberation, has now become a war of aggression and conquest. I believe that the purposes for which I and my fellow-soldiers entered upon this war should have been so clearly stated as to have made it impossible to change them, and that, had this been done, the objects which actuated us would now be attainable by negotiation.,
I have seen and endured the sufferings of the troops, and I can no longer be a party to prolong these sufferings for ends which I believe to be evil and unjust.
I am not protesting against the conduct of the war, but against the political errors and insincerities for which the fighting men are being sacrificed.
On behalf of those who are suffering now I make this protest against the deception which is being practiced on them; also I believe that I may help to destroy the callous complacence with which the majority of those at home regard the continuance of agonies which they do not share, and which they have not sufficient imagination to realize."
(July 1917)
“Una declaración del soldado”
“Estoy haciendo esta declaración como un acto de desafío intencional a la autoridad militar, porque creo que la guerra está siendo deliberadamente prolongada por aquellos que tienen el poder de terminarla.
Soy un soldado, convencido de actuar de parte de los soldados. Creo que esta guerra, en la cual entré interpretándola como una guerra de defensa y liberación, se ha convertido en una guerra de agresión y conquista. Creo que los objetivos por los cuales yo y mis camaradas habíamos entrado en esta guerra deberían haber sido tan claramente declarados que hubiera hecho imposible cambiarlos, y que, como esto ha ocurrido, los objetivos que nos obligaron a actuar ahora deberían ser alcanzados por la negociación.
He visto y he aguantado el sufrimiento de las tropas, y no puedo por más tiempo ser partidario de prolongar estos sufrimientos para unos fines que creo son malos e injustos. No protesto contra la dirección de la guerra, pero sí contra los errores políticos y la falta de sinceridad con los combatientes que están siendo sacrificados. De parte de los que sufren hago esta protesta contra el engaño de que están siendo víctimas; también creo que puedo ayudar a destruir la complacencia insensible con la cual la mayoría de aquellos que en casa apoyan la continuación de las agonías que no conocen, y que ellos no tienen la imaginación suficiente de advertir.”[4]
Unidad 8-
- Virginia Woolf (1882-1941), El cuarto de Jacob, La señora Dalloway.
Unidad 9-
- Keith Douglas (1920-1944), “Simplify Me When I’m Dead”
Remember me when I am dead
and simplify me when I'm dead.
As the processes of earth
strip off the colour of the skin:
take the brown hair and blue eye
and leave me simpler than at birth,
when hairless I came howling in
as the moon entered the cold sky.
Of my skeleton perhaps,
so stripped, a learned man will say
"He was of such a type and intelligence," no more.
Thus when in a year collapse
particular memories, you may
deduce, from the long pain I bore
the opinions I held, who was my foe
and what I left, even my appearance
but incidents will be no guide.
Time's wrong-way telescope will show
a minute man ten years hence
and by distance simplified.
Through that lens see if I seem
substance or nothing: of the world
deserving mention or charitable oblivion,
not by momentary spleen
or love into decision hurled,
leisurely arrive at an opinion.
Remember me when I am dead
and simplify me when I'm dead.
“Simplifíquenme cuando haya muerto”
Recuérdenme cuando haya muerto
y simplifíquenme cuando haya muerto.
Como los procesos de la tierra
despojan del color y de la piel,
se llevan el pelo castaño y los ojos azules
y me dejarán más simple que en la hora del nacimiento,
cuando sin pelos llegué aullando
mientras la luna aparecía en el frío firmamento.
Acaso de mi esqueleto,
ya tan despojado, un docto dirá:
“Era de tal tipo y de tal inteligencia”, y nada más.
Así, cuando en un año se derrumben
recuerdos específicos, podrán
deducir, del largo dolor que soporté
las opiniones que sustentaba, quién fue mi enemigo
y lo que dejé, hasta mi apariencia
pero los incidentes no servirán de guía.
El telescopio invertido del tiempo mostrará
un hombre diminuto dentro de diez años
y por la distancia simplificado.
A través de ese lente observen si parezco
sustancia o nada: merecedor
de renombre en el mundo o de un piojoso olvido,
sin dejarse arrastrar por momentáneo enojo
o por el amor a una decisión,
llegando sin prisa a una opinión.
Recuérdenme cuando haya muerto
y simplifíquenme cuando haya muerto.
(trad. de E. L. Revol; en: Poesía inglesa contemporánea, Ediciones Librería Fausto, Buenos Aires, 1974)
- Keith Douglas (1920-1944), “Dead Men”
Tonight the moon inveigles them
to love: they infer from her gaze
her tacit encouragement.
Tonight the white dresses and the jasmin scent
in the streets. I in another place
see the white dresses glimmer like moths. Come
to the west, out of that trance, my heart-
here the same hours have illumined
sleepers who are condemned or reprieved
and those whom their ambitions have deceived;
the dead men, whom the wind
powders till they are like dolls: they tonight
rest in the sanitary earth perhaps
or where they died, no one has found them
or in their shallow graves the wild dog
discovered and exhumed a face or a leg
for food: the human virtue round them
is a vapour tasteless to a dog’s chops.
All that is good of them, the dog consumes.
You would not know, now the mind’s flame is gone,
more than the dog knows: you would forget
but that you see your own mind burning yet
and till you stifle in the ground will go on
burning the economical coal of your dreams.
Then leave the dead in the earth, an organism
not capable of resurrection, like mines,
less durable than the metal of a gun,
a casual meal for a dog, nothing but the bone
so soon. But tonight no lovers see the lines
of the moon’s face as the lines of cynicism.
And the wise man is the lover
who in his planetary love revolves
without the traction of reason or time’s control
and the wild dog finding meat in a hole
is a philosopher. The prudent mind resolves
on the lover’s or the dog’s attitude for ever.
- Elizabeth Bowen (1899-1973), “The Happy Autumn Fields” (en The Demon Lover and Other Stories, 1945).
- Agatha Christie (1890-1976), ¿N o M?
- Evelyn Waugh (1903-1966), Regreso a Brideshed.
- Graham Greene (1904-1991), El décimo hombre.
- William Golding (1911-1993), El señor de las moscas.
- Graham Swift (n. 1949), Últimos tragos.
- Giuseppe Berto (1914-1978), Guerra en camisa negra.
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[1] "Channel Firing" is Thomas Hardy's way of saying that war is pointless. They've been around forever, but what has truly been accomplished by it? The narrator is a dead person awoke from its eternal sleep in its grave by cannons going off out at sea to practice firing just before WWI. At first the narrator believes it is God's Judgment Day. Then Hardy states that the mouse and the worm got scared by the roaring, but the glebe cow, or cow at a church used for keeping the grass short, just drools as if if understands too well what is going on thus the guns going off is expected. Then God tells the narrator that it is not Judgment Day, and that the noises are from gunnery practice at sea. He says the world is just like it used to be. God also tells the dead that those involved in the war don't do anything more than the dead people in their graves as far as forwarding his purposes. He says that most of the living are lucky it isn't Judgment Day because they'd all being sweeping the floors of Hell for their threats of War. Then one of the dead asks themselves if the world will ever understand what it's meant for, or if it will always be as confusing as when that dead person was alive. Another one of the dead persons is a preacher who says he wished he would've just smoked and drank instead of preaching. The final stanza mentions avenging, or getting revenge for, three things: 1) Stourton Tower, 2) Camelot, and 3) Stonehenge. 1) Sourton Tower is a tower where Alfred the Great resisted the invasion of the Danes 2) Camelot is the kingdom in the legend of King Arthur and his Knights of the Round Table, which means it shows how violence and war have become so ingrained into people lives that they've become part of fantasies and legends 3) Stonehenge, at the time this poem was written, April, 1914, was a great world mystery, and at the time wasknown to have been build by an ancient people. The essence of the poem is a criticism of War and of the endless human desire to have war and violence. Harding points out that though it occurs time and time again, and though it is incredibly devastation, people are too crazy to stop, and would always continue to make war though it displeases and doesn't honor God(s).
[2] The Second Coming was written in 1919 in the aftermath of the first World War. The above version of the poem is as it was published in the edition of Michael Robartes and the Dancer dated 1920 (there are numerous other versions of the poem). The preface and notes in the book contain some philosphy attributed to Robartes. This printing of the poem has a page break between lines 17 and 18 making the stanza division unclear. Following the two most similar drafts given in the Parkinson and Brannen edited edition of the manuscripts, I have put a stanza break there. (Interestingly, both of those drafts have thirty centuries instead of twenty.) The earlier drafts also have references to the French and Irish Revolutions as well as to Germany and Russia. Several of the lines in the version above differ from those found in subsequent versions. In listing it as one of the hundred most anthologized poems in the English language, the text given by Harmon (1998) has changes including: line 13 (": somewhere in sands of the desert"), line 17 ("Reel" instead of "Wind"), and no break between the second and third stanza.
[3] “Dulce et decorum est pro patria mori” (Es dulce y honorable morir por la patria). Horacio, Carmina 3, 2, 13.
[4] Leída antes de la Cámara de los Comunes el 30 de julio de 1917; impresa en Londres el 31 de julio de 1917 (primer día de la Tercera Batalla de Ypres, Passchendaele).
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