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Erich Mar?a Remarque

Sin novedad en el frente

Erich Mar?a Remarque

Sin novedad en el frente

C?rculo de Lectores

T?tulo del original alem?n, Im Westen nichts Neues Traducci?n, Manuel Serrat ? Erich M. Remarque, 1929 Dep?sito legal B. 34863-68 Compuesto en Garamond 10 impreso y encuadernado por Printer, industria gr?fica sa Mol?ns de Rey Barcelona Printed in Spain

?NDICE

?NDICE......................................................................................................................................................... 1 EL AUTOR Y SU OBRA ...............................................................................................................................2 Cap?tulo primero ..........................................................................................................................................4 Cap?tulo segundo........................................................................................................................................14 Cap?tulo tercero .........................................................................................................................................22 Cap?tulo cuarto...........................................................................................................................................30 Cap?tulo quinto...........................................................................................................................................42 Cap?tulo sexto.............................................................................................................................................54 Cap?tulo s?ptimo.........................................................................................................................................74 Cap?tulo octavo ..........................................................................................................................................99 Cap?tulo noveno .......................................................................................................................................105 Cap?tulo diez ............................................................................................................................................120 Cap?tulo once ...........................................................................................................................................139 Cap?tulo doce ...........................................................................................................................................150

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Erich Mar?a Remarque

Sin novedad en el frente

EL AUTOR Y SU OBRA

En Osnabruck, del estado de la Baja Sajonia, Alemania, naci? el 22 de junio de 1898 Erich Mar?a Remarque, autor de la famosa novela Sin novedad en el frente. Sus padres, de ascendencia francesa, fueron Peter Maria y Annie Remarque. El futuro escritor curs? sus estudios, primero, en el Instituto y en el Seminario de su ciudad natal, y, luego, en la Universidad de Munster. Contrajo matrimonio con Ilse Jutta Zambona, de la que se divorci? a?os despu?s. El 25 de febrero de 1958, por segunda vez, se casaba con la actriz cinematogr?fica Paulette Goddard. Mucho antes de esto, empero, Remarque hab?a adquirido ya celebridad como escritor. Obligado a abandonar sus estudios cuando s?lo contaba dieciocho a?os de edad y hac?a dos que hab?a empezado la Primera Guerra Mundial, fue incorporado al ej?rcito y mandado al frente de batalla, donde luch? hasta el t?rmino de la contienda. Por consiguiente, nuestro autor, en 1918, al ser desmovilizado, ten?a veinte a?os y era uno de los tantos j?venes de la generaci?n que, como ?l mismo escribi?, ?hab?a sido destruida por la guerra, no obstante haber escapado de la metralla?. Aunque cabe a?adir que ?l result? herido gravemente en un combate y devuelto al frente una vez curado. Ya en la vida civil intent? in?tilmente abrirse camino como organista en la capilla de un asilo, luego como profesor de m?sica, maestro de primera ense?anza, empleado de comercio y m?s tarde busc? mejor fortuna al trasladarse a la Costa Azul francesa. De nuevo en Alemania, se dedica a la publicidad, a la cr?tica teatral y a escribir art?culos para algunos peri?dicos, hasta acabar como cronista de la revista Sport im Bild. Tampoco logra en tales menesteres ni siquiera una situaci?n m?s o menos estable. Sin embargo, de estas ?ltimas experiencias, sobre todo de sus cr?nicas deportivas, ha adquirido un estilo literario ?gil, conciso y objetivamente sugestivo. En plena consciencia de ello, cree llegado el momento de escribir el libro que ya hab?a considerado necesario publicar cuando debi? permanecer d?as y noches en las trincheras, obligado a luchar y a matar por los campos de batalla. Sin rodeos estil?sticos ni huecos evasivos, del modo m?s directo y ver?dico, quiere dar a conocer el testimonio recogido en aquella hecatombe, junto a sus camaradas, que son los que, en realidad, hicieron la guerra y desde entonces se sienten angustiados por el m?s cruel de los desenga?os; explicar toda la miseria y el horror que acompa?aron constantemente al combatiente y precedieron la agon?a de los que quedaron sepultados bajo tierra. S?lo en Alemania, al final de la contienda, la cifra de muertos lleg? a m?s de ocho millones. Imperiosa se hace en ?l la necesidad de escribir el libro proyectado, ahora que crece en su ?nimo una espantosa aversi?n ante las manifestaciones de desaforado nacionalismo y los desfiles, premilitares que de nuevo se imponen al pueblo alem?n. Frente a esta tempestuosa amenaza no quiere esperar m?s para proclamar, a trav?s del simple dietario de un combatiente --?l u otro cualquiera--, c?mo la guerra de 1914-1918 no hab?a tenido otro fin que el de degradar al hombre y ahogar con l?grimas y sangre los m?s preciosos ideales de cultura y civilizaci?n. Mucho m?s por el temor que se hubiese perdido la memoria de todo ello y, est?pidamente, la humanidad reincidiera en la misma locura; temor que, desgraciadamente, hab?a de resultar prof?tico con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y que a Alemania le costar?a ahora otros treinta y ocho millones m?s de muertos. As? es como Remarque se lanz? a escribir

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Sin novedad en el frente

Sin novedad en el frente (con el t?tulo original de Im Westen Nichts Neues). Empez? public?ndose, en 1929, en forma de follet?n en la Wossische Zeitung, con la condici?n por parte del director de que ning?n suscriptor protestara. El autor acept?. A cada cap?tulo que aparec?a, mayor era el n?mero de lectores de la revista. Cierto que hubo algunas protestas, pero fueron much?simas m?s las muestras de entusiasmo con que era recibida la obra, sobre todo por la desmitificaci?n de los heroicismos b?licos que representaba frente al violento renacer de los fanatismos guerreros en Alemania. Terminada la narraci?n en el peri?dico, se edit? en volumen aparte, cuyos ejemplares se agotaron en pocos d?as. Igual sucedi? con las sucesivas reimpresiones. En un a?o y medio se vendieron m?s de un mill?n de ejemplares. Traducida, en seguida, a veinticinco idiomas distintos, obtuvo una tirada mundial de cuatro millones de ejemplares, agotados asimismo acto seguido. Desde entonces, sigue siendo uno de los libros m?s le?dos en todo el mundo. Que recordemos en este momento, se han hecho de Sin novedad en el frente dos pel?culas, una coproducci?n franco-alemana y otra americana, ?sta dirigida por Lewis Milstone y teniendo como principales int?rpretes a Lew Ayres y Louis Wolheim. Por tanto, Remarque pas? s?bitamente del anonimato a la celebridad mundial. Sin embargo, los c?rculos pol?ticos y militares adictos al nazismo reaccionaron con irritaci?n y lograron que la lectura de la obra fuese prohibida en muchos sectores de la poblaci?n alemana. Hasta que, con la subida al poder de Hitler, Remarque tuviera que exiliarse en el extranjero, fuera despose?do en 1933 de su nacionalidad alemana y quemado p?blicamente su libro. Refugiado, primero, en Par?s, el escritor se fue, luego, a Suiza, donde permaneci? unos a?os. Despu?s se traslad? a Estados Unidos, cuyo pa?s le concedi? la nacionalidad en 1939. No es hasta 1948 cuando regresa a Europa para instalarse definitivamente en Suiza, residiendo en la actualidad en su ?Villa B?cklin?, Porto Ronco, en Locarno. Desde su primer libro, lleva publicadas, sucesivamente, otras muy notables novelas, muchas de ellas de inmediato ?xito internacional: Retorno, en 1931; Tres camaradas, 1937; Flotsam, 1941; Arco de Triunfo, 1946; Chispa de vida, 1951; Tiempo para querer, tiempo para morir, 1954; El obelisco negro, 1957; Para el Para?so no hay favoritos, 1961, y Noche en Lisboa, 1964.

E.P.

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Sin novedad en el frente

CAP?TULO PRIMERO

Nos encontramos en la retaguardia, a nueve kil?metros del frente. Ayer nos relevaron. Ahora tenemos el est?mago lleno de jud?as con carne de buey, estamos saciados y satisfechos. Incluso han sobrado para esta noche y cada uno de nosotros ha podido llenar su fiambrera para la cena. Adem?s hay doble raci?n de salchicha y de pan. Esto va bien. Hac?a mucho tiempo que no se hab?a presentado un caso como ?ste; el furriel, con su cara roja como un tomate, viene en persona a ofrecernos la comida. Llama con una se?a a todos los que pasan y les sirve una buena raci?n. Casi est? desesperado pues no sabe c?mo vaciar de rancho su caldera. Tjaden y M?ller han encontrado un par de baldes y se los han hecho llenar hasta los topes, como reserva. Tjaden lo hace por gula, M?ller por precauci?n. Nadie puede explicarse d?nde diablos mete Tjaden tanta comida. El sigue, como siempre, m?s seco que un arenque prensado.

Pero lo mejor es que tambi?n hemos tenido doble raci?n de tabaco. Diez cigarros, veinte cigarrillos y dos pastillas para mascar, a cada uno. Es una cantidad muy razonable. He cambiado mis pastillas por los cigarrillos de Katczinsky, con lo que ahora tengo cuarenta. Suficientes para un d?a.

Si he de decir la verdad, no nos estaban destinadas tantas provisiones. Los prusianos no son tan espl?ndidos. Todo lo debemos a un simple error.

Hace quince d?as que nos hicieron ir a la primera l?nea, a relevar. Nuestro sector estaba bastante en calma y, por esto, el furriel recibi? para el d?a de nuestra vuelta la cantidad habitual de provisiones, y hab?a preparado lo necesario para los ciento cincuenta hombres de nuestra compa??a. Pero, sin embargo, el ?ltimo d?a precisamente, con gran sorpresa por nuestra parte, la artiller?a pesada inglesa hizo de las suyas sin parar, ametrallando sin descanso nuestra posici?n, y caus?ndonos tantas bajas que s?lo regresamos ochenta hombres.

Volvimos por la noche y nos acostamos en seguida para poder, por fin, descabezar un buen sue?o; Kat tiene raz?n; al fin y al cabo no ser?a tan desagradable la guerra si pudi?semos dormir un poco m?s. En primera l?nea casi no nos es posible y los turnos de quince d?as se hacen muy largos.

Era ya mediod?a cuando los primeros de nosotros salimos, agachados, de las barracas. Media hora m?s tarde cada uno hab?a cogido ya la fiambrera y nos api??bamos en torno de su majestad la manduca que, por cierto, desped?a un olor fuerte y apetitoso. Delante, como es natural, estaban los m?s hambrientos: Albert, el m?s peque?o y tambi?n el que tiene las ideas m?s claras de todos nosotros, cosa que, por cierto, s?lo le ha permitido llegar, con mucho esfuerzo, a soldado de primera; M?ller, que todav?a arrastra por todas partes sus libros de texto y sue?a en unos ut?picos ex?menes

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Sin novedad en el frente

(incluso en medio de un bombardeo se abstrae pensando en sus teoremas de f?sica); Leer, que lleva una enorme barba y siente una gran predilecci?n por las mujeres de los prost?bulos para oficiales, jura y vuelve a jurar, refiri?ndose a ellas que, por orden de la Comandancia General, est?n obligadas a llevar camisas de seda y que, para los clientes que sobrepasen el grado de capit?n, deben tomar antes un ba?o. El cuarto soy yo, Pablo Ba?mer. Los cuatro tenemos diecinueve a?os, los cuatro hemos salido de la misma clase para ir a la guerra.

Inmediatamente detr?s de nosotros est?n situados nuestros amigos. Tjaden, un cerrajero delgad?simo que tiene nuestra misma edad, el mayor goloso de la compa??a. Se sienta a comer seco como un esp?rrago y se levanta m?s hinchado que una pulga pre?ada; Haie Westhus, de la misma edad, un minero que puede, con toda facilidad, meter un pan de munici?n en su pu?o y cerr?ndolo preguntaros: ??Sabes lo que tengo aqu? dentro??; Detering, un campesino que s?lo piensa en su alquer?a y en su mujer; finalmente, Estanislao Katczinsky, el jefe de nuestro grupo, p?caro, tenaz, desprendido, con cuarenta a?os, cara terrosa, los hombros ca?dos y un magn?fico olfato para oler el peligro, la buena comida y los escondrijos m?s seguros.

Nuestro grupo formaba en cabeza de la gran serpiente que se enroscaba delante del rancho y comenz?bamos a impacientarnos porque el furriel segu?a quieto como un mu?eco, esperando. Por fin, Katczinsky le grit?:

-- ?Vamos, Enrique, abre de una vez tu caldera!; todos sabemos que las jud?as est?n listas.

?l, sin embargo, movi? la cabeza con aburrimiento: --Cuando est?is todos aqu?... Tjaden, insinu? con malicia: --Ya estamos todos. El furriel se hac?a el sueco. -- ?Eso quisierais! ?D?nde est?n los dem?s? -- ?No ser?s t? quien los harte hoy! Ambulancia y fosa com?n... El hombre vacil? como si le hubieran golpeado en la cabeza: -- ?Y yo que he cocinado para ciento cincuenta hombres! Kropp le dio un empuj?n. --Bueno, s?rvenos la comida de una vez. ?Empieza, que ya es hora! S?bitamente una idea luminosa cruz? por el cerebro de Tjaden. Su cara puntiaguda, de rata, empez? a aclararse, se le contrajeron los ojos de malicia, y, tembl?ndole las mejillas, se acerc? al furriel tanto como le fue posible: -- ?Pero, hijo m?o!..., o sea que has recibido tambi?n pan para ciento cincuenta hombres, ?no es cierto? El cabo, desconcertado todav?a, movi? la cabeza afirmativamente. Tjaden le cogi? por la guerrera.

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