Nicholas Negroponte - El mundo digital

EL MUNDO DIGITAL NICHOLAS NEGROPONTE

T?tulo original: Being Digital Traducci?n: Marisa Abdala 1.a edici?n: septiembre 1995 ? 1995 by Nicholas Negroponte ? Ediciones B, S.A., 1995 Bail?n, 84 - 08009 Barcelona (Espa?a) Publicado por acuerdo con Alfred A. Knopf, Inc. Printed in Spain ISBN: 84-406-5925-3 Dep?sito legal: B- 34.035-1995 Impreso por Talleres Gr?ficos ?D?plex, S.A.? Ciudad de Asunci?n, 26-D 08030 Barcelona

Realizaci?n de cubierta: Dami? Mathews/Samuel G?mez

Fotograf?a de cubierta: James Nazz/Image Bank

PR?LOGO

?Multimedia?, ?CD-ROM?, ?autopistas de la informaci?n?, ?sonido digital?, ?fibra ?ptica? o ?televisi?n por cable? son algunas de las novedades que cada d?a resultan m?s presentes (y tal vez inevitables) en nuestra vida.

Para algunos se trata, pr?cticamente, de esoterismo tecnol?gico, de algo incomprensible e ignoto. Para otros se trata de t?rminos que cada d?a son m?s familiares e identifican aspectos parciales de una realidad llamada, seg?n parece, a un esplendoroso futuro.

En cualquier caso, todos los ejemplos citados se incluyen entre algunos de los efectos m?s destacados de las llamadas tecnolog?as de la informaci?n (TI). Unas tecnolog?as que caracterizan ya el final de siglo y la llamada era de la informaci?n con que se abre el nuevo milenio.

En realidad la tecnolog?a (cualquier tecnolog?a), unida a la ciencia, ha producido en los ?ltimos decenios un cambio claramente perceptible en nuestra forma de vivir y de entender la realidad. El desarrollo inexorable de la ciencia nos ha permitido conocer m?s y m?s cosas sobre el mundo que nos rodea, sobre nosotros mismos y sobre las organizaciones sociales que hemos construido. Pero la tecnolog?a nos permite, adem?s, transformar el mundo, nuestras sociedades e incluso a nosotros mismos. Nos acerca al viejo sue?o del fil?sofo.

Es indudable que los efectos ambientales y sociales de lo que algunos han dado en llamar tecnociencia resultan cada vez m?s patentes. Hemos provocado grandes cambios en el mundo que nos rodea y tambi?n en nuestras sociedades. Y, lo que es m?s importante, hemos provocado cambios importantes en nosotros mismos (aunque a menudo se olvide c?mo la tecnolog?a m?dica, por ejemplo, ha alterado hechos tan fundamentales como la esperanza de vida de la especie humana).

Es cierto que, junto a consecuencias incuestionablemente favorables, como el ejemplo citado, se dan otros efectos francamente discutibles: poluci?n, destrucci?n del medio ambiente, agotamiento de recursos, desigualdades de todo tipo y un largo etc?tera que hacen dudar a muchos, y con raz?n, de la bondad de la tecnociencia. Tambi?n es cierto que esos resultados no son simplemente achacables a la ciencia y a la tecnolog?a en s? mismas, sino consecuencia directa de la concreta organizaci?n socioecon?mica dominante en todo el planeta. No es ?ste el lugar adecuado para detenerse en estas consideraciones, pero no conviene olvidar que incluso entidades ?sin ninguna sombra de sospecha? como, por ejemplo, el Club de Roma se preocupan desde hace a?os por los l?mites del crecimiento y, en definitiva, por la posibilidad de sostener el tipo de desarrollo actual. O mejor, el tipo de desarrollo que, al amparo de la ciencia y la tecnolog?a, caracteriza eso que conocemos como el ?primer mundo? y los escasos pa?ses (menos de la quinta parte de la humanidad) que disfrutan de esas novedades.

En realidad, todas las tecnolog?as favorecen en mayor o menor medida un determinado cambio, y la organizaci?n socioecon?mica que las utiliza puede determinar el sentido final de su orientaci?n. Pero la realidad vivida en los ?ltimos

a?os nos permite percibir la gran potencia de cambio de las tecnolog?as de la informaci?n; unas tecnolog?as que, al menos por el momento, no resultan depredadoras de recursos naturales y que, d?a a d?a, son capaces de ofrecer mejores resultados con menores consumos de potencia como consecuencia de la creciente miniaturizaci?n electr?nica.

Hay una explicaci?n casi intuitiva de ese fen?meno. Suelo exponerla a mis estudiantes al hablarles del factor multiplicador de una tecnolog?a. Es un concepto sencillo aunque tal vez poco riguroso, pero muy adecuado para dar a comprender la gran potencia transformadora de las tecnolog?as de la informaci?n: inform?tica y telecomunicaciones.

El factor multiplicador de una tecnolog?a ser?a el n?mero de veces que la tecnolog?a en cuesti?n es capaz de mejorar la funci?n o el objetivo que le ha sido asignado. Veamos un ejemplo: la automoci?n permite pasar de nuestra velocidad de desplazamiento al andar (unos 6 km/h) a, pongamos, unos 90 km/h con un autom?vil en carretera, lo que significa un factor multiplicador de 15 (90 dividido entre 6). El factor es de 150 en el caso de la tecnolog?a aeron?utica, pensando ahora en un avi?n que viaje a 900 km/h.

En realidad, los factores multiplicadores de las tecnolog?as convencionales, pese a su gran potencialidad y capacidad de transformaci?n por todos experimentada, son de valores reducidos y se mantienen en un orden de magnitud limitado.

Las grandes revoluciones tecnol?gicas que han configurado nuestra historia como especie civilizada corresponden tambi?n a tecnolog?as con un factor multiplicador reducido. Se estima un factor del orden de 100 en el caso de la agricultura (10 aportado por el invento del arado que identifica la llamada ?revoluci?n neol?tica?, y un factor adicional de otro 10 por la utilizaci?n, posterior, del abono qu?mico). El factor multiplicador ser?a de 1.000 en el caso de la revoluci?n industrial.

El hecho diferenciador de las modernas tecnolog?as de la informaci?n, y con ello la posible justificaci?n de lo que algunos ya han bautizado como la revoluci?n de las tecnolog?as de la informaci?n, radica en unos factores multiplicadores muy superiores, en realidad del orden del mill?n.

La inform?tica, tecnolog?a automatizada del proceso de datos, permite hacer en millon?simas de segundo los c?lculos y operaciones que, sin inform?tica, exigen tiempos, como m?nimo, del orden del segundo. Su factor multiplicador es, como dec?amos, del orden del mill?n.

Las telecomunicaciones electr?nicas aportan igualmente un factor multiplicador del orden del mill?n, ya que transmiten en millon?simas de segundo (de hecho a velocidades del orden de la velocidad de la luz) lo que, sin esta tecnolog?a de transmisi?n, debe medirse como m?nimo en una escala del orden de los segundos.

Por ello las tecnolog?as de la informaci?n (inform?tica m?s telecomunicaciones) pueden llegar a disponer de un factor multiplicador del orden de un bill?n. Y ello sin contar el efecto sin?rgico de la inevitable conjunci?n de la tecnolog?a inform?tica del proceso de datos y la tecnolog?a paralela de las telecomunicaciones electr?nicas informatizadas.

Y, un detalle de gran importancia para tener en cuenta el impacto real de una tecnolog?a, la gran potencialidad que implica el gran factor multiplicador de las

tecnolog?as de la informaci?n se ha desarrollado en un lapso de tiempo francamente breve.

A?n no han pasado ni siquiera cincuenta a?os desde la presentaci?n p?blica del primer ordenador electr?nico (el ENIAC, presentado el 15 de febrero de 1946), y los cambios que ha experimentado la inform?tica, por ejemplo, han sido francamente significativos tanto en el gran aumento de potencia de proceso como en la sorprendente miniaturizaci?n de los sistemas.

A mediados de los a?os ochenta el brit?nico Tom Forester formulaba de nuevo una comparaci?n ya cl?sica: si la automoci?n hubiera experimentado un desarrollo parecido a la inform?tica, se podr?a disponer de un Rolls-Royce por menos de 300 pesetas y, adem?s, el veh?culo dispondr?a de la potencia de un transatl?ntico como el Queen Elizabeth para ser capaz de recorrer un mill?n de kil?metros (unas 25 vueltas al mundo) con s?lo un litro de gasolina. Todo un sue?o que, en realidad, en el ?mbito de las tecnolog?as de la informaci?n ha sido ya posible.

Si estas cifras les parecen exageradas, consideren que son, por el contrario, muy conservadoras. En realidad, desde que se formul? la comparaci?n han pasado ya unos diez a?os y las tecnolog?as de la informaci?n han seguido evolucionando con los resultados por todos conocidos. O, tal vez, no tan conocidos...

A esa posibilidad responde este libro que pretende mostrar el presente y el previsible futuro que nos aguarda como efecto de la digitalizaci?n inform?tica, que ya ha llegado incluso a nuestros hogares. Entre los muchos aparatos dom?sticos digitalizados, me limitar? a recordar el compact-disc, con el cual escuchamos m?sica digitalizada sorprendidos y maravillados de su gran calidad de reproducci?n. Y no es el ?nico ejemplo. Ni el m?s importante.

Por ello no es de extra?ar que sobre todos esos fen?menos asociados a las tecnolog?as de la informaci?n (digitalizaci?n inform?tica, telecomunicaciones, comunicaci?n entre personas y m?quinas, etc.) se escriba mucho en estos d?as. De los diversos libros sobre el tema aparecidos en Estados Unidos en 1995, pr?cticamente ninguno puede compararse a ?ste.

Su autor, Nicholas Negroponte, a?na de forma poco habitual un gran prestigio cient?fico y una habilidad divulgadora bien probada.

Nicholas Negroponte es uno de los mayores expertos mundiales en multimedia y dirige el Media Lab (Laboratorio de Media) del MIT (Massachusetts Institute of Technology, Instituto Tecnol?gico de Massachusetts), sin ninguna duda el centro pionero en el estudio de la dif?cil y compleja comunicaci?n entre personas y m?quinas. Pero Negroponte ha sido tambi?n fundador de la revista Wired en la que escribe una interesante y amena p?gina mensual.

Por ello la visi?n de Negroponte sobre el presente y el futuro de las tecnolog?as de la informaci?n es a la vez la de un pionero, la de un brillante anticipador de realidades y la de un ameno pedagogo. Su ilustradora visi?n del paso ?de ?tomos a bits?, desarrollada en la primera parte de este libro, es un ejemplo m?s de la capacidad de Negroponte para se?alar el verdadero eje central de los temas. Entre los especialistas se recuerda tambi?n la explicaci?n del autor (conocida como el ?interruptor Negroponte?) para explicar el paso del tel?fono tradicional al tel?fono m?vil inal?mbrico, y su correspondencia con el fen?meno

inverso de una televisi?n que llega por cable en lugar de utilizar las ondas hertzianas. Ejemplos ambos de una capacidad de an?lisis poco com?n.

Toda esa capacidad de percepci?n sobre las tendencias y las realidades de unas tecnolog?as tan propensas al cambio es lo que ha caracterizado la vida profesional de un gran especialista como Negroponte. Y se halla aqu?, en este libro, al servicio de una exposici?n amena y comprensible de los nuevos fen?menos que nos aportan las tecnolog?as de la informaci?n: televisi?n por cable, v?deo a la carta, multimedia, realidad virtual, autopistas de la informaci?n y un largo etc?tera que se da cita en estas p?ginas que alguien ha calificado ya como ?un mapa de carreteras imprescindible para subsistir en la superautopista de la informaci?n?.

Negroponte, como muchos de sus compatriotas, da por sentado que el futuro tecnol?gico que nos aguarda ha de ser el que promueve un sistema econ?mico como el norteamericano. No es inevitable que as? sea, pero s? muy posible. Aunque no hay que olvidar que se est?n alzando ya voces (Edgar Pisani, por ejemplo) que recuerdan que en algunos lugares del planeta (y el ejemplo paradigm?tico es ?frica) las autopistas de la informaci?n pueden llegar antes que las necesarias e imprescindibles tuber?as que transportan el agua potable para evitar o reducir el alcance de las muchas enfermedades infecciosas existentes. Una m?s de las incongruencias de nuestro mundo que sigue, pese a todo, con su gran riqueza en ese tipo de contrastes.

Como ya dec?amos, la tecnociencia (y las tecnolog?as de la informaci?n no son una excepci?n) transforma el mundo que nos rodea, las organizaciones sociales y a nosotros mismos. El sentido de esa transformaci?n sigue abierto y permite la existencia de grupos sociales que se encuentran, en la ya antigua formulaci?n de Umberto Eco, ?apocal?pticos o integrados?, esta vez ante los efectos de las tecnolog?as de la informaci?n.

Pero antes de juzgar y tomar partido en el bando de los apocal?pticos o de los integrados (o crear un nuevo bando intermedio...), conviene comprender las posibilidades reales de una tecnolog?a. Para ello nada mejor que el punto de vista de un integrado creyente que nos cuente las muchas posibilidades que empiezan a ser factibles hoy en Estados Unidos. Es seguro que ser?n factibles ma?ana en pa?ses como Espa?a y, esperemos, puedan serlo tambi?n pasado ma?ana en otros lugares como, por ejemplo, ?frica.

En cualquier caso, prep?rense para un viaje sorprendente y, adem?s, del todo imprescindible para comprender el futuro tecnol?gico que nos espera a la vuelta de la esquina.

MIQUEL BARCEL?

Julio, 1995 Facultad de Inform?tica de Barcelona Universidad Polit?cnica de Catalu?a

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