Weber State University



SPAN 3610 Lectura para el día 31 de agosto

Chang-Rodríguez, Raquel, and Filer, Malva E., eds., Voces de Hispanoamérica. Antología literaria. Canada: Thomson-Heinle, 2004.

La literatura náhuatl

“No acabarán mis flores”

No acabarán mis flores,

no cesarán mis cantos.

Yo cantor los elevo,

se reparten, se esparcen.

Aún cuando las flores

se marchitan y amarillecen,

serán llevadas allá

al interior de la casa

del ave de plumas de oro.

Poema atribuido a Nezahualcoyotl. Traducido por Miguel León-Portilla. De Cantares Mexicanos, en Miguel León Portilla, ed., Literatura del México antiguo.

“Yo lo pregunto”

Yo Netzahualcoyotl lo pregunto

¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?

No para siempre en la tierra:

sólo un poco aquí.

Aunque sea de jade se quiebra,

aunque sea de oro se rompe,

aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.

No para siempre en la tierra:

sólo un poco aquí.

Poema atribuido a Nezahualcoyotl. Traducido por Miguel León-Portilla. De Cantares Mexicanos, en Miguel León Portilla, ed., Literatura del México antiguo.

“Después de la derrota”

Y todo esto pasó con nosotros.

Nosotros lo vimos,

nosotros lo admiramos.

Con esta lamentosa y triste suerte

nos vimos angustiados.

En los caminos yacen dardos rotos,

los cabellos están esparcidos.

Destechadas están las casas,

Gusanos pululan por calles y plazas,

y en las paredes están salpicados los sesos.

Rojas están las aguas, están como tenidas,

y cuando las bebimos,

es como si bebiéramos agua de salitre.

 

Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe,

y era nuestra herencia una red de agujeros.

Con los escudos fue su resguardo,

pero ni con escudos puede ser sostenida su soledad.

Hemos comido palos de colorín,

hemos masticado grama salitrosa,

piedras de adobe, lagartijas,

ratones, tierra en polvo, gusanos…

Comimos la carne apenas,

sobre el fuego estaba puesta.

Cuando estaba cocida la carne,

de allí la arrebataban,

en el fuego mismo, la comían.

 

Se nos puso precio.

Precio del joven, del sacerdote,

del niño y de la doncella.

Basta: de un pobre era el precio

sólo dos puñados de maíz,

sólo diez tortas de mosco;

sólo era nuestro precio

veinte tortas de grama salitrosa.

 

Oro, jades, mantas ricas,

plumajes de quetzal,

todo eso que es precioso.

en nada fue estimado…

Traducido por Ángel María Garibay. De Anónimo de Tlatelolco (1528), en Birgitta Leander, ed., Flor y canto.

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