Las campañas del Bajío y del Norte; el reconocimiento



Las campañas del Bajío y del Norte; el reconocimiento

Norteamericano a Carranza y la campaña de Sonora.

A pesar de las evidencias mostradas, todavía en la actualidad subsiste como uno de los temas más constantes y polémicos del debate histórico, la responsabilidad personal de los dos principales dirigentes de la revolución (Villa y Carranza) así como la causa subyacente de la lucha que siguió. Pues mientras unos Historiadores piensan que Carranza no estaba dispuesto a renunciar, otros aseguran que Villa tampoco lo estaba, y por tanto atribuyen la responsabilidad de la subsecuente guerra civil a uno o a otro.

Para el Maestro Katz “El problema que mayores polémicas ha suscitado es el tema de las clases. El conflicto de clases a que la mayoría de los autores se refieren tiene que ver con la cuestión de la reforma agraria”[1], quien también asegura que “Los orígenes personales de un dirigente no se reflejan necesariamente en sus puntos de vista sociales y económicos”[2], tal vez tratando de recusar el origen porfirista y reyista de Carranza, como terrateniente, Presidente Municipal de Cuatro Ciénegas, Diputado local, Senador y Gobernador durante al antiguo régimen; o el de Maytorena, reyista confeso y terrateniente; o “el oscuro pasado” de Villa; y el “no menos sombrío” de Zapata, como ex empleado de Ignacio de la Llave, yerno de Porfirio Díaz, pues en efecto, lo verdaderamente importante es el papel que desempañaron cada uno de ellos durante el episodio que va de 1910 a 1917, y desde luego que en último análisis, se debe destacar que quién desempeñó el papel determinante fueron los Estados Unidos de Norteamérica.

Así tenemos que mientras los constitucionalistas disponían de abundancia de armas y municiones, los pertrechos para los villistas tienen que pasar como cuentagotas “por Cobb, el cancerbero de la aduana estadounidenses en El Paso”. Cobb fue nombrado

“por el coronel House. Abogado de El Paso, era aliado político de John Henry Kirby, activista del Partido Demócrata Texano e inversionista en México, que había aventurado 140 000 dólares para mantener a flote el House Bank de Houston…Cobb era también aliado de los inversionistas en México del occidente de Texas y de Nuevo México. Antivillista, Cobb diligentemente contribuyó a que se cumplieran las disposiciones antivillistas de las aduana estadounidenses. Con la venia de Bryan, secretario de Estado, los constitucionalistas podían comprar cargamentos de armas y alijarlos en Tampico. Mientras, Bryan había negado a Somerfeld el permiso de exportar armas en favor de los villistas. Sommerfeld, representante villista en Washington, D. C., descubrió que Bryan permitía en secreto los envíos de armas a los carrancistas, mientras que los copaba a los villistas. De la Garza, principal agente comprador para la División del Norte en El Paso, hacía adquisiciones con los limitados fondos de sus cuentas y luego trataba de pasarlas por la frontera, ante las narices de Cobb.”[3]

Obregón, que había sido reforzado para la ofensiva contra la División del Norte, todavía le trajeron de Veracruz a Tula armas y municiones, y su ejército fue engrosado con tropas de los infidentes Joaquín Amaro y Alfredo Elizondo de Michoacán, mientras “Los estadounidenses contribuyeron a facilitar el reclutamiento de unas 9 000 tropas del ralo ejército obregonista, cuya fuerza principal tenía menos de 20 000 elementos cuando derrotó a la División del Norte en la primavera de 1915”[4], dato que confirma Obregón: “El efectivo de tropas con que yo contaba haciendo la defensa de la ciudad de México ascendía a nueve mil hombres de las tres armas...con sólo trece cañones, y sumamente limitados en cuanto a parque, por las dificultades con que la Primera Jefatura tropezaba para obtenerlos en Estados Unidos (sic)” y según él “Los atacantes (zapatistas) por su parte, sumaban alrededor de veinte mil hombres...para la campaña del Sur, teniendo su base de operaciones en Cuernavaca”[5]

Cuando los zapatistas se dejaron ver nuevamente en la ciudad de México, “el pueblo los recibió con entusiastas vivas mientras las campanas de los templos de la capital, repicaban una estruendosa bienvenida.”[6]

Villa, francamente desanimado por la inactividad tanto de la Convención como del Ejército Libertador del Sur, propuso que la Convención saliera de la ciudad de México, “porque las fuerzas enemigas pueden atacarla por uno y otro lado” y aunque era el primero en reconocer el “patriotismo, lealtad y buenas intenciones del Ejército Libertador”, consideraba que su falta de organización y disciplina “reducían considerablemente sus triunfos”, a la vez informaba que sus fuerzas habían capturado los campos carboníferos de Coahuila; y se dirigían a Tampico y a los campos petroleros “en dos ofensivas gemelas desde Monterrey y Ciudad Valles”[7]

Obregón comenta que según él entre los zapatistas, calculados de entre veinte a veinticinco mil hombres, “se notaba falta de unidad de mando, por la poca armonía que seguían siempre los asaltantes en sus ataques, pues se daban casos de que generalizaban un asalto por el oriente, sobre la escuela de tiro precisamente cuando emprendían la fuga los que horas antes habían atacado por Santa Fe”[8]

Antes de salir de la ciudad de México, Obregón explicaba que aquella “se podía considerar en estado de sitio, logrando nosotros conservar solamente la comunicación con Veracruz...única que contábamos para recibir pertrechos que nos enviaba la primera Jefatura”[9], lo que confirma la idea de que de haber contado solamente con sus propias fuerzas, los carrancistas hubieran sido derrotados en toda la línea por la Convención, quienes en ese momento controlaban gran parte de la meseta central de México, desde el Istmo de Tehuantepec hasta la frontera estadounidenses, pero no pudieron aplastar a las fuerzas constitucionalistas acantonadas en Guaymas, Mazatlán, Manzanillo, Acapulco, Salina Cruz, Naco, Matamoros, Tampico, Veracruz y Campeche, en donde los carrancistas

“recibían pertrechos de Estados Unidos entre finales de 1914 y comienzos del 1915, a través de buques estadounidenses, mientras que la frontera permanecía cerrada a envíos por tierra a los villistas…Las fuerzas de Elías Calles en Naco recibieron refuerzos, además de pertrechos, de parte de los norteamericanos. Las armas pasaban a través de la frontera en Manzanillo (¿? del A.); mientras, los constitucionalistas, apoyados en Manzanillo, contraatacaron con devastadores efectos sobre los villistas. Las reparaciones de los faros de Manzanillo, Acapulco, Mazatlán y Tampico, permitieron la entrega nocturna, que no fue advertida por los villistas”[10]

No de otra forma puede entenderse que si bien la columna villista, que obligó a las divisiones de Murguía y Diéguez a abandonar la Capital de Jalisco, atacándolas en la Cuesta de Sayula el día 18 de febrero, “causándoles un serio descalabro, viéndose en la necesidad de replegarse a Tuxpan y Colima en espera del parque que les enviaba el primer Jefe para que reanudaran la ofensiva”[11], en donde lo que debe afirmarse es que esperaban el abastecimiento que el ejército norteamericano les proporcionaría en Colima, pues el primer jefe ninguna capacidad tenía para hacerlo, y naturalmente, cuando “por fin, en los primeros días del mes de marzo, recibían los Generales Diéguez y Murguía el tan ansiado elemento de guerra…sin pérdida de tiempo reanudaron las operaciones en el Occidente”[12]

Para Katz los ejércitos carrancistas derrotados, el de Diéguez en el occidente y el de Villarreal y Herrera en el este, “estaban golpeados, pero no destruidos ni desmoralizados. Un gran flujo de armas y dinero les ayudó a reponer sus pérdidas y reconstruir su moral.”[13], pues Murguía y Diéguez, “con asombrosa actividad, tomaron la ofensiva derrotando a los villistas en la Barrancas de Atenquique, Teocatitlán y riberas del río Tapalcatepec, durante los días 21, 22 y 23 de marzo, y continuaron la persecución del enemigo hasta la Cuesta de Sayula.”[14]

El 26 de marzo, Obregón recibió un mensaje de Calles, “en que me comunicaba que cuatrocientos hombres al mando del general Juan G. Cabral habían desertado pasándose a nuestras filas”[15], entre quienes se encontraba el capitán Lázaro Cárdenas del Río.

Toda la estrategia diseñada para Obregón se concretaba en mantener las comunicaciones con Veracruz para recibir el armamento que provenía de los EU, ordenándole a Maycotte “enviar una columna…a apoderarse de la Plaza de Pachuca, con el objeto de tener cubierto el flanco derecho, en su próximo avance al Norte, y, al mismo tiempo, para establecer, como después se verá, la línea de comunicaciones entre el Puerto de Veracruz y el Cuartel General de la columna”[16] y aunque “Villa contaba con la red ferroviaria del Norte y del Centro de la República, teniendo comunicadas entre sí todas las plazas que estaban en su poder, lo que le facilitaba movilizar, en un tiempo relativamente corto, todos los elementos de que podía disponer, a un lugar deseado”[17], el Puerto de Veracruz era de un valor incomparable de acuerdo a la geopolítica norteamericana diseñada desde abril de 1914 con motivo del derrocamiento del huertismo.

Antes de las batallas de Celaya, Obregón urgía la entrega de hombres, armas y municiones desde el Puerto, “México D. F., febrero 4 de1915. Señor V. Carranza, Veracruz, Ver..- Si para el 20 del actual contamos con cinco mil armas, podría ser nuevamente ocupada esta plaza…Álvaro Obregón”, a lo que Carranza contestaba inicuamente “Veracruz, febrero 5 de 1915…para el 20 no podemos tener cantidad de armas que usted indica, pero para esa fecha, tal vez sea posible reunir algunas fuerzas y armar otras para conservar la Capital…El día 3 salieron de Nueva York dos mil carabinas y más de un millón de cartuchos siete milímetros, y parque 30 .30…V. Carranza”[18]

En una, catalogada por Cervantes como MUY IMPORTANTE CARTA DE VILLA A ZAPATA, fechada el 18 de marzo de 1915, aquel hace una relación pormenorizada de la arrolladora campaña que venía ejecutando, en donde lo sorprendente sería desentrañar las causas por las cuales apenas menos de un mes después, Villa es rechazado en Celaya.

La carta de mención habla de que la traición de Gutiérrez lo sorprendió cuando iba de camino para la capital de la República y acababa de llegar a Lagos. Posteriormente el 17 de enero en Querétaro, “tuve la fortuna de desarmar a la Brigada de Alfredo Elizondo, fuerte en más de 1,600 hombres, para lo cual no tuve más ayuda que la de unos 50 hombres de mi escolta.” De que la necesidad de reorganizar a sus fuerzas lo hizo retroceder a Aguascalientes. “Allí mismo organicé inmediatamente una fuerte columna que puse al mando del General Tomás Urbina, quien en un plazo muy breve se apoderó de la plaza de San Luis Potosí y posteriormente ha hecho una muy brillante campaña derrotando al enemigo en Vanegas, Laguna Seca, Matehuala y Ciudad del Maíz”

Villa habla de la columna “Chao”, que había derrotado a los carrancistas en Valles y en Las Palmas, de que había enviado avanzadas al Ebano, “acabándole de comunicar que el enemigo se retira hacia Tampico.” Por el Norte despachó la columna del General Ángeles, fuerte en más de diez mil hombres, que triunfó en Ramos Arizpe, apoderándose de las plazas de Saltillo, Monterrey, Monclova, Allende, Piedras Negras y algunos puntos de menor importancia”

También de que los gutierristas derrotados en San Luis Potosí pudieron rehacerse y marchar sobre Dolores Hidalgo, en donde sufrieron una batalla “por el General Estrada” a quien en ese momento tenía “con una fuerza de más de cinco mil hombres en Querétaro, impidiendo que las fuerzas de Obregón avancen al Norte o que se vayan a internar en la Huasteca para dirigirse a Tampico.” Por su parte Villa, siguió avanzando a Guadalajara, “que tomé sin resistencia el 13 de febrero...lograron reunirse en Sayula y organizar allí un ejército de 12,000 hombres...después de un combate encarnizado, logré hacerles más de dos mil muertos, muchos prisioneros y quitarles siete trenes, provisiones, armamento y otros muchos elementos” y en donde refiere que su “mayor satisfacción hubiera sido continuar sobre ellos hasta apoderarme de Colima y del puerto de Manzanillo, obligando al enemigo a que se embarcara o se rindiera, pero desgraciadamente supe que la campaña de Nuevo León no rendía todos los resultados apetecidos, y me vi. obligado a movilizarme al Norte”, organizando antes una columna de más de ocho mil hombres, “para que al mando del General Fierro vayan al Sur con órdenes estrictas de apoderarse del puerto de Manzanillo” así como una fuerza de más de 4,000 hombres, “para que hicieran la campaña de Michoacán. Esta columna ha derrotado al enemigo en Zacapú, Uruapan, Zamora y otros puntos. Ya se apoderaron de Morelia a más de la mayor parte del estado”

Así mismo relata que en Tepic “ha hecho muy buena campaña el buen amigo General Buelna y sólo espera recibir municiones, de que andamos algo limitados, para atacar el puerto de Mazatlán”, y de que en Sonora el General Cabral, “quien había organizado una columna de cinco mil hombres de Lucio Blanco, estuvo a punto de traicionarnos, pero todas sus fuerzas lo abandonaron y se pusieron a las órdenes del Gobernador Maytorena” De que en Durango “han hecho muy bonita campaña los generales Petronilo Hernández y Severino Ceniceros, derrotando por varias ocasiones a las fuerzas de Arrieta”

Villa evaluaba “podemos dar como completamente nuestros los Estados de Sonora, Chihuahua, Coahuila, Durango, Zacatecas, San Luis, Aguascalientes, Guanajuato, Jalisco y Territorio de Tepic. También la mayor parte de los Estados de Nuevo León, Sinaloa, Colima, Michoacán y Querétaro” así como explica a Zapata que fracasó una compra concertada “de 40 millones de cartuchos, que ha contratado 17 millones que todavía no empiezan a entregarle” y que por eso le ha sido imposible, “no por egoísmo, enviarle los elementos que desearía”, para terminar reprochándole “Tengo noticias que Obregón ha hecho salir de la ciudad de México a todas sus fuerzas. Espero...que harán todo lo posible para seguir hostilizando al enemigo que nunca debió salir de la ciudad de México”[19]

Mientras tanto, en un incidente que prueba la nula capacidad de Carranza frente al imperio, dictando disposiciones que contradecían la política norteamericana, se presentó en el Puerto de Progreso, en donde se hallaba un cargamento de henequén valuado en dos millones de pesos, y a fín “de evitar la salida de tan valiosa fibra…el Primer Jefe dictó un Decreto mediante el cual cerraba al tráfico internacional, el Puerto de Progreso.” A los pocos días ancló, en aguas del Puerto, el transporte Progreso, de la marina nacional, cuya unidad estaba bajo el mando del Comandante Arturo P. Lapham, ex marino huertista que se puso a las órdenes de Carranza desde los tratados de Teoloyucan “En la mañana del 28 de febrero (1915) se aproximó un bote con mercancías a uno de los costados del barco…(que) chocó intencionalmente con el casco del transporte e hizo explosión un barril de dinamita…‘El Progreso’ quedó severamente dañado...yéndose a pique…quince murieron…el resto de la tripulación…se embarcó en el vapor mercante americano ‘Morro Castle’ que, casualmente, estaba en la bahía en el momento de la voladura.”[20]

Según Barragán, los henequeneros hicieron valer sus influencias en Washington “hasta conseguir que el Departamento de Estado enviara una nota ‘ultimatum’ al Primer Jefe, por conducto del representante especial Mr. Silliman, exigiendo la inmediata apertura del Puerto de Progreso…amenazando al señor Carranza, con detener un cargamento que llegaría a Veracruz dentro de seis horas y que consistía en dos millones de cartuchos y cinco mil rifles para la Primera Jefatura”[21], como correspondía, Carranza ordenó la reapertura al tráfico del Puerto de Progreso, pues ninguna facultad disfrutaba para oponerse a las órdenes del Coloso.

Amaya confirma que el país se encontraba bloqueado, incluso que la armada norteamericana no hizo sino retirarse, si acaso, unas cuantas millas del Puerto de Veracruz en diciembre de 1914, pues comenta que “Wilson...dispuso el 8 de marzo que los acorazados Georgia y Washington salieran de su base naval de Guantánamo, Cuba, para reforzar a las unidades navales norteamericanas estacionadas frente a Veracruz”[22], estando por llegar el ‘Morro Castle’, el mismo que había de salvar “casualmente” a la tripulación del ‘Progreso’, que traía “un cargamento de armas y municiones para los constitucionalistas, y fue detenido por órdenes del gobierno de Washington hasta que se solucionara el problema del bloqueo de Progreso...cinco mil fusiles y dos millones de pertrechos...hubieran significado la derrota del Ejército de Operaciones que comandaba Obregón, y un triunfo seguro del convencionismo”[23]

Mientras tanto en el bajío, Villa reconviene a Zapata a través de Roque González Garza, encareciéndole “la urgencia de recordar a usted que se excite a las tropas de su mando, para que hostilicen y ataquen con energía la retaguardia de las tropas de Obregón que ocupan Querétaro, así como para que les corte, por todos los medios, su línea de comunicaciones con Veracruz”[24]

Según Cervantes, parafraseando a Martín Luis Guzmán, el arte bélico de Obregón consistía, básicamente,

“en atraer con maña al enemigo, en hacerlo atacar, en hacerlo perder valentía y vigor, para dominarlo o acabarlo después echándosele encima cuando la superioridad material y moral excluyera el peligro de la derrota. Acaso Obregón no acometiera nunca ninguna de las brillantes hazañas que ya entonces hacían famoso a Villa: le faltaban la audacia y el genio; carecía de la inspiración irresistible del minuto, que anima por anticipado posibilidades que apenas pueden creerse y las realiza de súbito. Acaso tampoco aprendiera jamás a maniobrar, en el sentido en que esto se entiende en el verdadero arte de la guerra, como lo entendía Felipe Ángeles (citando a Martín Luis Guzmán)”[25]

Barragán sugiere que cuando Villa se enteró de la derrota de sus tropas en las Barrancas de Atenquique y del avance sobre Guadalajara de las columnas de los Generales Diéguez y Murguía, “no tuvo más preocupación que aniquilar, de preferencia y personalmente, a estos contingentes constitucionalistas. Para tal fin, concentró, en Irapuato, un numeroso ejército de treinta y dos mil soldados, que dividió en dos columnas: una integrada por veinte mil soldados que, bajo sus órdenes, marchó hacia Jalisco el día 7 de abril, el mismo día en que se librara el primer combate de Celaya, y la otra, fuerte en doce mil hombres, la destinó a batir el ejército del General Obregón que ocupaba la Ciudad de Celaya”[26], pero Villa nos aclara “...propalé la noticia de estarme disponiendo a salir hacia Jalisco, dizque para aniquilar otra vez a Murguía y Diéguez, no hacia Celaya, adonde mandaría una parte de mis tropas. Ese hincapié le hice a Obregón para desconcertarlo y acrecer la sorpresa del ataque que le preparaba”[27], aunque el sorprendido fue él.

Villa sabía que a Diéguez y a Murguía les favorecía, conforme se acercaban al fin de su retirada, que era Manzanillo, “el que ya estuviera allí un barco que les traía varios cañones, con fuerte provisión de granadas, y que tres o cuatro semanas después...les llegara otro barco con no sé cuantos millones de cartuchos, que Venustiano Carranza les mandaba desde Salina Cruz...(Fierro) en la mañana del 23, desbaratados ya sus ataques, no pudo afrontar los del enemigo”[28]

Para enfrentar a Obregón en Celaya, pesaban en el ánimo de Villa solamente las cuestiones tácticas, sobrecogedoras, pero totalmente subjetivas “tomé la referida decisión, aunque sin desconocer el alto número de las fuerzas enemigas, que pasaba de doce mil, ni el bajo número de las mías, que apenas llegara a ocho mil”, pues según él “Si por obra de la escasez de mis elementos no salgo a la lucha con Obregón, sino que me retiro de delante de él, o me acojo a lo que se llama la defensiva, abrigándome en esta plaza, se mermará el prestigio de mis tropas a los ojos del enemigo y padecerá mi nombre a los ojos de ellas.” Es decir, no existía un planteamiento estratégico, integral, práctico, pues si bien, como lo hemos referido, buscó llegar a Manzanillo sin conseguirlo, tampoco consideró en su momento que el punto neurálgico se encontraba en Veracruz, aunque para esas fechas ya se había extendido a Salina Cruz, Acapulco, Mazatlán, Guaymas, Naco y Tampico.

“¿Cuándo, señor, desde nuestro primer ataque y toma de Torreón en septiembre de 1913, hemos dejado nosotros que el enemigo se fatigue buscándonos en nuestro terreno? ¿Cuándo no he salido yo a la lucha con él, quitándole sus plazas, y quebrantándolo con mi empuje o desbaratándolo? ¿Qué quedará de mis hombres al descubrir mis hombres que Obregón me paraliza o me sobrecoge? ¿Qué quedará de mis hombres al descubrir Obregón que no nos sentimos bastantes para echárnosle encima y derrotarlo? Tenemos enemigo que nos resiste en el Noreste, y en el Noroeste, y en Occidente, y en Oriente, y en el Centro, y en el Sur; se mueven intrigas en Washington para cerrar el camino de mis aprovisionamientos; está en sus territorios Emiliano Zapata como amilanado y sin acción frente a la línea de comunicaciones por donde Obregón recibe los grandes auxilios de Carranza; están en Jalisco Rodolfo Fierro y Pablo Séañez sin reposo frente a la pelea que les dan Diéguez y Murguía; está en Sonora José María Maytorena sin poder vencer a Plutarco Elías Calles, que se ampara en los conflictos de la línea fronteriza; están en el Norte Felipe Ángeles y mi compadre Tomás Urbina, y José Rodríguez y Severino Ceniceros, y Rosalío Hernández, Máximo García, Orestes Pereyra trabados, todos ellos, en la lucha contra Pablo González, Emiliano Nafarrete, Maclovio Herrera, Luis Caballero, Jacinto B. Treviño y César López de Lara ¿Y dejaré yo también que Obregón me paralice, por más que él traiga doce mil hombres, y quince cañones, y cien ametralladoras, y sepa que mis efectivos son inferiores a nueve mil? ¿Consentiré así que Venustiano Carranza crezca por todos lados? No pude aniquilar a Murguía y Diéguez por acudir a la campaña del Noreste, según los propósitos de Felipe Ángeles; no pude consumar luego la dicha campaña por necesitarse ahora mi presencia en estas comarcas para detener el avance de Obregón ¿Cual es entonces mi deber? Echarme encima de Obregón y desbaratarlo, mas que sean pocos mis elementos, y muchos los suyos, pues siendo él el principal de todos esos enemigos, el logro de un gran triunfo de mis fuerzas sobre las suyas me levantará y me fortificará, y me conservará en mi prestigio, y quitará las sombras sobre mis relaciones internacionales, que empiezan a entebrecerse...descubrí por correos, que Obregón estaba en vísperas de acrecentar sus fuerzas, y que le estaban llegando trenes desde Veracruz, por la vía de Pachuca y Tula, y que conforme más esperara yo, más fuerte se pondría él, no quise aguardar ni siquiera la llegada de un vagón de parque, que me anunciaban desde Ciudad Juárez, ni la columna de José l. Prieto, y José Ruiz, y César Felipe Moya y Pablo López a quienes ordené traerme ayuda desde Michoacán ”[29]

Al momento en que por fín Villa parece desentrañar el fondo de la conflicto, se extravía en el diagnóstico, pues su hermano Hipólito le había confiado “que nuestros agentes y demás comisionados no descansaban en sus agencias, antes tenían ya compradas y pagadas municiones en muy fuerte cantidad, pero que había embarazos para pasarlas a territorio de México, por no sernos tan favorable como antes el gobierno de Washington (Sic)”[30], lo que quiere decir que el gobierno de los Estados Unidos “le fue favorable” a Villa cuando se trató de combatir a Huerta, y que una vez que Villa decide enfrentar a Carranza, los estadounidenses se vuelcan con todo en contra de quién pretende desquiciar sus proyectos, que se observa nítidamente eran los de colocar a Carranza en la silla presidencial, de acuerdo con las palabras que Wilson dirigió a Sir William Tyrrel “el Gobierno de los Estados Unidos no pretende simplemente expulsar a Huerta del poder sino ejercer toda la influencia que pueda con el fin de asegurar en México un mejor Gobierno, bajo el cual todos los contratos, negocios y concesiones se encuentren más seguros de lo que han estado.”[31]

Ante estas revelaciones, resulta ocioso que Cervantes nos aclare “que ambos contendientes (Villa y Obregón) contaban con iguales efectivos”, o que la diferencia era que las fuerzas de Obregón “se mantuvieron atrincheradas, mientras que los villistas acometían a pecho abierto.”, toda vez que es sabido “que ‘hombre atrincherado vale por tres’”[32], ya que el quid se encontraba en el auspicio que EU le brindaba a los carrancistas.

Es sintomático que el mismo día en que iniciaron los combates de la primera batalla de Celaya, 6 de abril de 1915, Carranza le daba instrucciones a Obregón de que abandonara la empresa “Con pena me he impuesto de sus mensajes cifrados de hoy de la difícil situación en que se encuentra. Si le es posible retroceda usted sobre la vía hasta donde lo encuentren refuerzos que le mandaré…hay bastantes fuerzas y organizaremos más que pondré a las órdenes de usted…V. Carranza”, mientras Cándido Aguilar se ocupaba afanosamente del envío “de nuevas tropas a cubrir la línea que estaba bajo la protección de Millán. También se preparó un convoy para la conducción de cartuchos que, afortunadamente, llegarían al día siguiente a Veracruz y que remitía, desde Galveston, el señor Juan T. Burns, Cónsul de la Revolución en dicha ciudad, pues en los Almacenes de la Primera Jefatura, no existía un solo cartucho.”[33]

Según Mason Hart, las batallas de Celaya, León y Aguascalientes, que tuvieron lugar entre abril y junio de 1915,

“decidieron la Revolución. Obregón Salido usó mallas de alambre de púas complicadas y caras, nidos de ametralladoras con campos de fuego cruzado que dirigió contra las cargas de caballería de la División del Norte, así como fuego indirecto de artillería pero con armas muy superiores a la mezcolanza villista de armas modernas con cañones de bronce. La táctica obregonista, aprendida en los éxitos alemanes de 1914 y 1915, señala no el genio militar del neófito Obregón Salido, sino la presencia de asesores extranjeros; además del hecho de que su ejército había sido equipado anteriormente por asesores militares en Veracruz…La inteligencia militar estadounidenses describía a Obregón Salido como un ‘ex pequeño agricultor y tendero con educación general, sin entrenamiento militar técnico’ El apoyo estadounidenses fue indispensable en la victoria de los constitucionalistas. Cuando se recibió en Veracruz la noticia de su triunfo en Celaya, John R. Silliman el enviado especial del presidente Wilson ante los carrancistas, alardeó ante el cónsul alemán: ‘hemos tomado León, hemos derrotado a Villa y pronto ocuparemos la ciudad de México.”[34]

Para la segunda batalla de Celaya, del 13 al 15 de abril, Carranza recibió una nueva y más numerosa remesa del gobierno norteamericano que le hacían telegrafiar a Obregón desde “Faros, Veracruz, abril 14 de 1915. General Álvaro Obregón. Celaya Gto.- Dentro de dos horas saldrá tren con parque…V. Carranza”[35], y para el día siguiente, abril 15 de 1915, nuevamente le comunica “General Álvaro Obregón.- Ahora en la mañana salió el tren que le anuncié a usted anoche. Estoy preparando tropas que vayan a reforzar a usted.- V. Carranza”[36], y aunque la información que proporcionaba Carranza era incorrecta (hay que recordar su inoperancia como militar), no deja de llamar la atención el reconocimiento a que sus informes provenían de los mismos Estados Unidos: “Faros, Veracruz, abril 15 de 1915. General Avaro Obregón, Celaya Gto.- De Estados Unidos viene la noticia de que ocho mil zapatistas atacarán a usted por la retaguardia en ésa…V. Carranza”[37], o en este otro telegrama en que reconviene a Coss de enviarle elementos a Obregón, toda vez que “Sé por nuestros agentes en los Estados Unidos, que Villa está reconcentrando las fuerzas que tiene por todas partes…Creo que con tres mil hombres bastarán para decidir los combates de Celaya…V. Carranza Faros, Veracruz, abril 15 de 1915”[38]

Obregón confiesa que su ejército era exiguo acorde a la empresa que se avecinaba en el Bajío “El total de las fuerzas con que hice mi avance al centro de la República, a contar desde mi salida de Querétaro, era de once mil hombres”[39], y todavía Maycotte, “en el combate de Guaje y retirada a Celaya, tuvo alrededor de 800 bajas, entre muertos, prisioneros, heridos y dispersos...entre muertos y heridos, de los demás cuerpos, nuestras bajas hacían un total de mil quinientas, diez horas después de empezar el combate.”[40], por si fuera poco, incluso a las 11 de la noche del 6 de abril “Habremos tenido dos mil bajas...”[41], y ya para la segunda batalla de Celaya, impresionantemente reforzado comenta que “...nuestro efectivo ascendía a 15,000 hombres, siendo 7,000 de infantería, inclusive el personal y sostén de artillería y 8,000 de caballería. De los infantes serían alrededor de 4,000 veteranos, y, el resto, reclutados recientemente, siendo una gran parte de ellos obreros”[42], lo que nos descubre que se trataba de un enfrentamiento desigual, por tratarse de un ejército sustentado por una potencia.

Obregón fue aconsejado en el sentido de replegarse para retardar el siguiente encuentro, “mientras recibía un refuerzo de 6,000 soldados, así como de municiones, así como para dar tiempo, entre tanto, a que las columnas de los generales Diéguez y Murguía se aproximasen a Irapuato”[43], aún así “se estima en 20,000 hombres el efectivo de cada uno de los combatientes”[44]

Obregón se dio tiempo para llevar a cabo un procedimiento calificado por Cervantes como “vil e infame”, al apartar de las tropas “más de 300 jefes y oficiales (con mentiras) se les condujo a un corral de chivas, rodeado de cercas de piedra y ¡Ahí se les acribilló con ametralladoras!”[45]

Ahora bien, las noticias que publicaron los dos partidos atribuyéndose la victoria fueron “extravagantemente contradictorias. El 9 de abril, el encabezado del New York Times decía: ‘Los villistas derrotados, informa Carranza’ Y el Primer Jefe anuncio que ‘Obregón persigue al ejército que huye’. Obregón afirmó que Villa había perdido tres mil hombres entre muertos, heridos y prisioneros, e insistió en que sus bajas eran solamente de unos quinientos hombres. En cambio, Carothers, que estaba en Irapuato, sostenía que la lucha no fue más que una ‘escaramuza’ en la que los carrancistas se vieron obligados a retirarse hacia Querétaro”[46]

Quirk, quien confunde la fortuna con la fechoría, asegura “La fortuna sonrió a los constitucionalistas pues llegó a Veracruz en embarque de un millón de cartuchos a tiempo para ser usados en Celaya”, yendo más allá, al hacerse eco de una afirmación que no tiene ningún sustento ni geográfico ni cronológico, asegura que Obregón “Había aprendido de la guerra europea (Sic) algo que evidentemente no había aprendido Villa: que los ataques en masa no podrían triunfar contra las trincheras, las ametralladoras y el alambre de púas...La infantería estaba al mando de Benjamín Hill y la artillería a cargo de un oficial alemán: Maximiliano Kloss”[47], pues no nos informa la fuente militar de donde abrevó Obregón.

El análisis de la batalla y sus resultados posteriores, prueban que Villa no fue derrotado en Celaya, pues todavía en las batallas de León y de Aguascalientes enfrentó con iguales o mayores posibilidades de éxito a los carrancistas, inclusive se afirma que después del 13 de abril “Villa se retiró con sus huestes vencidas y mermadas a Aguascalientes, donde, infatigable gallo de pelea, se propuso acumular nuevos elementos de combate”[48], por lo que militarmente se puede decir que lo de Celaya fue un rechazo, pero no una victoria carrancista, pero la historiografía, como lo hemos venido documentando, discurre por el camino de las consideraciones políticas para afirmar que efectivamente fue en Celaya donde Villa cavó su tumba.

Carranza, tan dado a los festejos y las frases ampulosas “hizo uso de la palabra…asegurando que con la brillante jornada de Celaya…se había consolidado el imperio de la igualdad social del País”[49], sin que tengamos noticia de cuando fue que se comenzó y mucho menos de cuanto tiempo duró la aludida “igualdad social”.

Para Amaya, Villa, “según la versión más cara a los relatores del bando villista no tenía municiones; sus cañones estaban inutilizados en su mayor parte, las granadas eran defectuosas o poco efectivas, y los soldados entraban al combate con sólo dieciocho cartuchos por toda dotación.” Tales carencias de la División del Norte resultan, para el autor, difíciles de explicar,

“porque Villa conservaba intactas sus comunicaciones con la frontera de Ciudad Juárez, por donde entraban al territorio nacional torrentes de material bélico procedente de los Estados Unidos, que eran pagados a alto precio con el ganado y el algodón decomisado en los territorios bajo su dominio. Muy diferente era la situación de Obregón, que sólo podía surtirse con las remesas que le enviaba el primer Jefe desde Veracruz, a más de 600 kilómetros de distancia y por una vía férrea amagada en toda su longitud por los zapatistas y las partidas villistas que operaban a la retaguardia del Ejército de Operaciones”[50]

Desde luego que parte del relato de Amaya, el que se refiere a las ventajas para el abastecimiento villista por sobre el obregonista, también forma parte de las ideas erróneas que tan comúnmente se han difundido, toda vez que la mayor parte de los estudiosos coincide en que la situación se presentó exactamente al revés: Mientras a Villa se le dificultaba enormemente el tráfico de armas y municiones, Carranza podía disponer de ellas y hasta de hombres en abundancia, gracias a la ruindad norteamericana.

Para Quirk, el secretario de Estado, Bryan, “comprendió en seguida la importancia que tenía Celaya para la política exterior americana. El 18 de abril hizo en Washington una declaración a la prensa indicando que el ‘fracaso de Villa...casi ha convencido a los funcionarios de esta administración de que para salvar la situación se puede contar con los hombres en quienes se habían depositado las esperanzas para la pacificación de México (New York Times, 20 abril de 1915, 1:4)”[51] En lo sucesivo, asegura Quirk, “no hubo probabilidad de que los Estados Unidos apoyaran a Villa o de que reconocieran a la Convención como el gobierno de facto de México.”[52]

En Celaya lo que hubo fue un rechazo, un triunfo hubiera significado el aniquilamiento o la dispersión del ejército villista, y las posteriores batallas, igual de cruentas, en León y posteriormente en Aguascalientes, nos muestran a un poderoso ejército convencionista que estuvo a punto de vencer al “constitucionalista” con todo y el respaldo norteamericano. El relato de Juan Barragán y del mismo Obregón así lo demuestran.

Para el caso de la batalla de León, los villistas habían tomado posiciones en las cercanías de la ciudad de León, “con abundantes provisiones de guerra y de boca”, mientras Obregón se posesionaba de las haciendas de Trinidad, El Resplandor y Santa Ana del Conde, y a su estilo “esperó el ataque siguiendo su táctica predilecta de pelear al contragolpe”. Barragán confirma que para esta batalla, Villa llevó a cabo una rapidísima concentración de soldados “consiguió…reunir en la plaza de León…un ejército de treinta y cinco mil hombres”[53]

El día 22 de mayo se inició el combate, que a poco se generalizó en toda la línea. “Villa lanzó carga tras carga de sus poderosas caballerías.” Unos cinco mil soldados villistas lograron rebasar por el flanco izquierdo las posiciones “constitucionalistas”, causando graves daños y destruyendo vías férreas y telégrafos.

Posteriormente en Aguascalientes, el 10 de julio, que para Amaya se trató de un enfrentamiento forzado para Obregón, provocado “por la falta de municiones, de bastimentos y de combustible para sus locomotoras”[54], la defensa villista presentó un combate que a punto estuvo de generarle un triunfo.

Para una mayor comprensión del momento histórico, es necesario considerar los movimientos que se realizaban en otras partes del país, por ejemplo, en el noreste los villistas durante setenta y dos días amagaron la fortificación del El Ebano, amago que tuvo que abandonar a finales de mayo, “puesto que se vio en la necesidad de retirar ocho mil soldados, con el objeto de que lo reforzaran en el Bajío”[55], esta plaza se vio enormemente robustecida con los refuerzos en hombres, armas y municiones que le llegaron a los carrancistas de Tampico y Veracruz, que como se ve, daban para todo.

Tomás Urbina le relata a Villa que los carrancistas al mando de Pablo González y Jacinto B. Treviño, tienen cañones muy bien dispuestos; tienen ametralladoras; tienen muy largas trincheras, protegidas con zanjas y alambradas. “De noche embarazan mis movimientos con las luces de sus reflectores; de día descubren la situación de mis tropas con el vuelo de sus aeroplanos”, lamentándose de no contar mas que con sus fuerzas, pues las de Chao, “a usted lo ayudan; ni con las fuerzas de José Rodríguez, que andan sobre la línea de Matamoros; ni con las fuerzas de Rosalío Hernández, que avanzan sobre la línea de Laredo; ni con las fuerzas de Severino Ceniceros, y de Máximo García, y de Orestes Pereyra, que van sobre la línea de Ciudad Victoria; ni con las fuerzas de Rodolfo Fierro y Pablo Séañez, que sostiene la línea de Guadalajara.”[56] Los villistas no contaban con las ventajas de surtirse de hombres, municiones y armas que sí tenían los carrancistas.

Tan disímil era la guerra, que los villistas que operaban en el estado de Nuevo León y que ocupaban Monterrey, cuando intentaron apoderarse de Matamoros, plaza que defendía Emiliano P. Navarrete “Unos días antes del combate, recibió el General Navarrete un cargamento de cien ametralladoras y dos millones de cartuchos para ser enviados al Puerto de Veracruz, por la Barra de Bagdad, en la desembocadura del Río Bravo; pero al tener noticia del avance del enemigo aprovechó tan valiosos elementos de guerra para defender la plaza.”[57]

Mientras en el noroeste del país, las tropas de los Generales Ramón F. Iturbe y Juan Carrasco que operaban en Sinaloa y Tepic, con hombres, armas y municiones que le llegaban a Mazatlán, “se anotaron otro triunfo al derrotar a los villistas en la Muralla”[58]

Por su parte Rosalío Hernández y Orestes Pereyra se hallaban próximos a la población de Hermanas, en su avance sobre Piedras Negras, Coahuila, en que su columna se componía de tres mil soldados, que resultaba dos veces mayor que el de la columna del ahora carrancista Maclovio Herrera, el cual fue atacado el 2 de marzo en Sabinas y en Agujita, replegándolo hasta Allende, plaza que a los pocos días se vio obligado a abandonar ante la imposibilidad de resistir el empuje de la columna villista que avanzaba sobre Piedras Negras.

Herrera efectuó un rodeo con la intención de atacar Piedras Negras, plaza que acababan de tomar las fuerzas de Rosalío Hernández. En la Hacienda de San Carlos, sufrió “un terrible ‘albazo’ la madrugada del día 17 que destroza la guarnición de Sabinas”. Herrera logró retirarse rumbo al Estado de Nuevo León, pero de Monterrey había salido una columna de dos mil hombres, a cuyo frente marchaban los Generales Orestes Pereyra y Pedro Bracamontes, con la intención de tomar Nuevo Laredo, cinco días más tarde Maclovio Herrera pierde la vida, dirigiéndole un mensaje a Carranza desde Estados Unidos un Melquíades García, del Consulado de México en Laredo, Texas, y al comunicársele a su padre, José de la Luz Herrera, éste, “que se encontraba en Salina Cruz, le solicitó a Carranza el envío de dos mil rifles y parque en más de trescientas cajas para seguir la campaña de Sonora”[59], correspondencia que confirma la existencia de un bloqueo militar que le permitía a los Estados Unidos mover armas y hombres a lo largo de las costas mexicanas del Pacífico.

Desde Jalisco, las columnas de Murguía (de seis mil soldados) y de Diéguez (cinco mil) fueron igualmente fortificadas por el corredor del Pacífico, teniendo como base el Puerto de Manzanillo, que al sumarse al Ejército obregonista en el Bajío, éste “quedó integrado por treinta mil soldados.”[60] Aún así, los combates iniciales le fueron enteramente favorables al villismo, pues Maycotte recibiendo órdenes de atacar el día 29 partiendo de Sotelo, estableciéndose el ataque sobre estación Trinidad, llegando hasta unos seis kilómetros de León, “un fuerte contingente, como de seis mil villistas, emprendió la batalla obligando a Obregón a retirarse...Derrotadas las fuerzas de Maycotte, tuvieron que retirarse hasta Silao”[61], acción en la que por cierto Obregón perdió la calidad de invicto.

Todavía el 30 de abril una fuerte columna villista atacó a Murguía en las inmediaciones de la Hacienda la Sandía, envolviéndolo y derrotándolo hasta que pudo retirarse todo desorganizado hasta Romita.”[62], pero todo era inútil, pues las fuerzas perdidas eran rápidamente repuestas desde Veracruz.

El 8 de mayo de 1915, cuando los generales Diéguez y González “iniciaron su movimiento sobre el cerro de La Capilla, la hacienda de Otates y otras posiciones de aquel rumbo” se encontraron con un grupo de villistas “que cargaron furiosamente, en número abrumador, sobre nuestras caballerías obligándolas a hacer una rápida retirada” y mientras que el resto de la caballería del general Castro, que habían salido de La Loza, “con toda oportunidad, auxiliaban al general Alejo González, que se batía en retirada, contra un enemigo cuatro veces mayor, logrando, con este auxilio, rechazar a los villistas hasta la hacienda de Otates, en su retirada, el general González.”[63]

Lo que quiere decir que un ejército de voluntarios, con todas las desventajas imaginables, enfrentando a una potencia militar que utilizaba mexicanos para desarrollar su táctica guerrera, aún se dio tiempo para propinarle varios descalabros, lo cual desde luego era absolutamente insuficiente para ganar una guerra que resolviera los grandes problemas nacionales, que aún hoy, siguen mortificando a la nación mexicana.

Mientras seguían llegando elementos de guerra al Bajío por tren, “con un millón de cartuchos y fondos, que conducía el Coronel Mariano Rivas y que había arribado a Tula el día 10”, otro, “también con pertrechos…a cargo del Coronel Navarro, que salió de Veracruz el día 11, tuvo que detenerse varios días en Apizaco porque una fuerte columna zapatista atacó y tomó Ometusco”[64], lo que hizo a Obregón contemplar las posibilidades de una derrota, por lo que se dispuso a emplear la cabeza de playa ubicada en Manzanillo, ordenando la movilización de las fuerzas al mando del general “Juan José Ríos...con objeto de este jefe abriera una vigorosa campaña...y de este modo tener controladas nuestras vías de comunicación hasta el puerto de Manzanillo, el que en caso extremo, podría ser nuestra base auxiliar de aprovisionamiento, si los zapatistas llegaban a lograr éxito completo, en sus esfuerzos por incomunicarnos permanentemente por Veracruz”[65], posibilidad detectada en el Puerto por los servicios de inteligencia militar “Faros…mayo 11 de 1915. Señor General Álvaro Obregón….en vista de la situación, creo conveniente hacer por Manzanillo el envío de parque y fondos”[66]

Según Obregón, la lentitud de su avance “tenía por objeto inducir al enemigo a reconcentrar en León su artillería e infanterías...y ver si lográbamos hacerlo presentar una batalla formal y decisiva en aquel terreno”[67], pero sus oficiales consideraban que la táctica defensiva de Obregón “empezaba a sembrar el pesimismo entre los principales jefes del ejército, quienes se daban cuenta del ningún provecho que se obtenía de la pérdida constante, de hombres y material de guerra en acciones que deliberadamente provocaba el enemigo.”[68] Obregón por su parte consideraba que todos los jefes (Hill, Diéguez y Castro) “estuvieron siempre dispuestos a secundar mi plan general, consistente en agotar lo más posible al enemigo en sus continuos ataques sobre nuestras posiciones, y tomar la ofensiva cuando se tuviera la seguridad de un éxito completo...el enemigo hacía ascender su efectivo en León...a un número aproximado de 35,000 hombres, con 24 piezas de artillería.”[69]

Villa decidió entonces enviar una columna para hostigar la retaguardia de Obregón “enviada desde San Luis Potosí, por la vía del Nacional, ocupó la plaza de Dolores Hidalgo”[70] por lo que Murguía y Castro, en Nápoles y Silao “al no poder resistir el empuje, se replegaron a Santa Ana”[71]

Obregón recibió informes de que un tren que iba hacia el sur, a cargo del coronel Nicolás Díaz Velarde, había descarrilado en estación Aragón, al sur de San Juan del Río, “y que dicho jefe comunicaba que, a corta distancia de aquel punto, se encontraba importante núcleo enemigo.” Momentos después recibió otro mensaje, suscrito por el inspector de telégrafo F. L. Bravo “informándome haber llegado al kilómetro 107, y encontrado un puente dinamitado, y la vía del ferrocarril destruida en un tramo de cinco a seis kilómetros, en cuya extensión había sido quemada toda la postería del telégrafo y destrozados los hilos por una columna zapatista, cuyo número se hacía ascender a un mil quinientos hombres”[72]

Obregón confiesa que su situación era muy comprometida, “por estar completamente sitiados por un enemigo de indiscutible superioridad numérica, siendo dueños solamente de una llanura en que no había más elementos que los que habíamos logrado acumular del Sur, antes de ser cortada nuestra retaguardia”[73]

Con Obregón seriamente comprometido y asediado en León, tras el accidente en que perdió un brazo, el 2 de junio de 1915 Wilson dirigió una áspera nota en que amenazaba con la intervención militar “La nota de Wilson fue rechazada con frialdad tanto por Carranza como por Zapata...Soto y Gama...atacó duramente a Wilson llamándolo agente de Wall Street (citando a Quirk, La Revolución... pp 280-81). Villa, en cambio, recibió con agrado la nota y declaró su buena disposición a negociar con Carranza (Citando a Cervantes p 504 ¿?)...acababa de sufrir otra dolorosa derrota y su ejército comenzaba a dispersarse (¿?)”[74], pero consultando a Cervantes nos encontramos con que para él, la nota de Wilson es del 1º de junio de 1915, en que la Prensa Asociada transcribe declaraciones del Presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson, haciendo un llamamiento a los “liders” de todas las facciones “para que procuren...el alivio del País, y les previene que de si dentro de muy poco tiempo no se unen...los Estados Unidos se verán en el caso de decidir cuales medios deberán emplear para ayudar (Sic) a México” [75]

Como respuesta a la nota de Wilson, con fecha 2 de junio, entrometiéndose en algo que no le correspondía, González Garza se dirige a todos los jefes revolucionarios solicitándoles el “envío de delegados de Villa, Zapata y Carranza, para que elijan en México un Presidente provisional con dos Ministros de cada facción y los tres restantes en representación de la población civil...’todo para unirnos espontáneamente sin esperar que una fuerza superior nos obligue a hacerlo, quizás con mengua de nuestro decoro…’...Zapata contesta diciendo que no debe preocuparse por pequeñeces...(Wilson).”[76] González Garza actúa sin ningún acuerdo al respecto por parte de la Convención a la que decía servir, menoscabando seriamente la soberanía nacional, pues su respuesta debió haber sido de un completo rechazo a las amenazas de intervención norteamericanas.

La nota de Wilson vista aisladamente, no es sino otra prueba del desmedido injerencismo norteamericano, pero comprendida en el contexto que se vivía en ese momento de la guerra, muestra la desesperación norteamericana por la poca efectividad de Obregón.

En su parte sustancial la nota dice así:

“México no está, aparentemente, más cerca de una solución de sus trágicas perturbaciones de lo que estaba cuando estalló la Revolución...México se está muriendo de hambre y carece de gobierno. En estas circunstancias, el pueblo y el Gobierno de los Estados Unidos no pueden permanecer indiferentes sin hacer nada para ayudar (Sic) a su vecino...Por tanto ya es tiempo de que el Gobierno de los Estados Unidos declare francamente la política que en estas extraordinarias circunstancias le obliga a adoptar su deber. Necesita...dar su activo apoyo moral a algún hombre o grupo de hombres, si alguno se puede encontrar, que pueda congregar y obtener el apoyo de México...si no pueden unirse las facciones guerreras del País...si no pueden arreglar sus diferencias...este Gobierno se verá forzado a decidir qué medios deberán ser empleados por los Estados Unidos para ayudar a México a salvarse y servir a su pueblo- Junio 2 de 1915-Woodrow Wilson”[77]

De acuerdo con Amaya, quien también da la fecha del 2 de junio, el texto de Wilson es el siguiente:

“Es tiempo, por lo tanto, de que el Gobierno de los Estados Unidos declare francamente la política que en estas extraordinarias circunstancias ha llegado a ser su deber adoptar. Debe hacer desde luego, lo que hasta aquí no ha hecho o no ha estado en libertad de hacer: prestar activamente su apoyo moral al hombre o grupo de hombres, si acaso puede encontrarlos, que puedan atraerse al sufrido pueblo de México, esforzándose por hacer a un lado, si no pueden unirlas, a las facciones contendientes del país; volver a la Constitución de la República...y establecer en la Ciudad de México un Gobierno que las grandes potencias del mundo puedan reconocer y con el que puedan tratar; un gobierno con el cual el programa de la Revolución sea un hecho y no solo una promesa.”

Para Amaya, Otilio Montaño “no creía en la intervención, pero si los Estados Unidos ‘por un impulso de ambición’ intentaban destruir las libertades mexicanas, el deber de los revolucionarios era ‘defender nuestra soberanía y nuestro decoro’...(para) Villa...‘había sido una circunstancia desafortunada’ la disensión surgida entre las filas revolucionarias...ella se debió a ‘la ambición de ciertos hombres’...Carranza era incapaz de reprimir los abusos de jefes constitucionalistas indisciplinados, y con su falta de tacto provocado graves tensiones con países extranjeros.”[78]

Carranza no hizo referencia directa a la nota de Wilson, lanzando un Manifiesto para el consumo de los funcionarios norteamericanos, quienes eran los dueños del fiel y de la balanza. En él, atribuía a una vieja táctica de la reacción la defección villista, y en pleno devaneo aseguraba que “el constitucionalismo ya dominaba 20 de los 27 estados de la Federación; era obedecido por más de trece millones de habitantes...controlaba todos los puertos marítimos excepto Guaymas...hacía un llamado a los disidentes para que se sometieran a su gobierno y evitaran mayor efusión de sangre a la nación mexicana”[79], siendo en primer lugar que el hecho de imponer autoridades para 20 estados no le otorgaba ningún dominio de estos, además de que Carranza era propenso a nombrar autoridades aunque no existiera nadie en el Estado que las reconociera; en segundo lugar, la pregunta que surge de inmediato es que cuando Carranza no dominaba ningún Estado a principios de 1915 y se encontraba recluido en Veracruz, ¿es que era Villa quién merecía tal reconocimiento? Si la respuesta es afirmativa entonces ¿por qué desde antes insistía en llamarse primer jefe?; en tercer lugar, el hecho de que la armada norteamericana se encontrara bloqueando los puertos del país no significaba que Carranza controlara alguno; por último, por el tono en que está redactado el Manifiesto, no puede pensarse que su destinatario fuera el pueblo de México, y entonces surge la duda ¿por qué esperarse hasta que Wilson amenaza con la intervención que Carranza se decide por darle todo tipo de garantías a los extranjeros, a los terratenientes y en general a las clases propietarias?

Sin embargo, habría que considerar que Carranza, sabedor de que sus aparentes éxitos en realidad lo eran del gobierno norteamericano, se mostró temeroso de que la nota de Wilson implicara reconocer a otro que no fuera él, quejándose de la falta de comprensión de las naciones extranjeras, “especialmente los Estados Unidos”, anunciándoles, en vista de lo anterior, que todo su programa se reducía a “1° Proporcionar a los residentes extranjeros todas las garantías a que tenían derecho...y concederles indemnizaciones por los daños que les hubiese causado la Revolución...asumía la responsabilidad de las obligaciones financieras legítimas...2° Restablecimiento de la paz y el orden ‘dentro de la ley’...3° Observación estricta de las Leyes de Reforma...4° No habría confiscaciones para la solución del problema agrario...5° Respeto a toda propiedad legítimamente adquirida que no constituya un privilegio ni un monopolio. 6° Ampliación de la educación popular. Se permitiría el establecimiento de escuelas privadas.”[80]

Programa ad hoc para el consumo estadounidense y que hace preguntarse al mismo Amaya “Visto ese programa, cabría preguntar ‘¿para eso se había hecho una Revolución?’. Porque a decir verdad un programa menos radical ni el mismo Limantour se hubiera atrevido a proponer”[81] y era verdad, pues aparte de negar a su Plan de Guadalupe, a sus reformas del 6 y 7 de enero de 1915, y sus consabidos alardes a favor de la Revolución Social, que quedaron en simples artificios, nos aclara, sin necesidad, pues sus actos lo denunciaban, que no habría confiscaciones y que se respetaría la propiedad “legítimamente” adquirida por porfiristas y extranjeros.

Francisco Lagos Chazado “arrojaba sobre Carranza la culpa de todos los males que afligían al país...soslayaba la médula de la nota wilsoniana viendo sólo una ‘insinuación amistosa’”[82]

Al amenazar con la intervención directa para imponer al Presidente de México, Wilson se nos revela descarnadamente como un injerencista impenitente, pues nadie le había otorgado el grado de juez en los asuntos internos de otras naciones, pero en el caso de nuestro país había ido mucho más allá al convertirse en juez y verdugo desde el ascenso de Huerta, por lo que lo más sensato sería considerar la amenaza de intervención directa como un acto de debilidad, ya que el inmenso abasto de hombres, armas y municiones proporcionados a Obregón, González, Iturbe y Calles, no le rendía los resultados apetecidos.

Precisamente el 1° de junio las tropas villistas habían atacado en todo el frente “desde las tres de la mañana y durante seis horas” las bases obregonistas “Este ataque tenía por objeto disimular la marcha de Villa con la caballería rumbo a Silao...A las nueve y media de la mañana...se dieron la voz y los toques de alarma, pues el General Villa con ocho o diez mil caballos atacó intempestivamente desde Silao hasta Nápoles...de esta última población, el General Maycotte con escasas fuerzas y heridos huyó hacia Irapuato...Murguía y Castro insistían ante Obregón (Reunidos en Trinidad) en tomar la ofensiva, pues ya les faltaban forrajes y hasta víveres y agua proveniente de El Resplandor, que había sido ocupado por los villistas”[83]

La táctica villista consistía en golpear a la retaguardia carrancista estacionada en Trinidad, para obligarlos a retirarse rumbo a León, en donde los esperaría el grueso de las fuerzas villistas, y aunque Ángeles consideraba el frente estacionado en León como muy débil, Villa se decidió por ocasionarle el mayor número de bajas a Obregón, obligándolo a combatir bajo otras condiciones, menos seguras para el sonorense: en Aguascalientes.

Para Federico Cervantes “El triunfo de Villa fue completo...En ‘El Paso Morning’ del 3 de junio...Robert Dorman, fotógrafo del ‘Chicago Tribune’ a su llegada a El Paso...declaró: ‘Villa perdió como 3,000 hombres y Obregón probablemente más. Villa tuvo como ochocientos muertos y 2,200 heridos...yo estuve en la batalla durante la 18 horas de lucha y días después y vi a casi todos los heridos y muertos.”[84]

Villa ingenuamente, envía una carta a Carranza en donde, analizando la nota de Wilson, llega a la conclusión de que “En concepto nuestro la declaración envuelve dos peligros...Primero: que el Partido de los ‘Científicos’, con otra denominación cualquiera, volverá a entronizarse con el apoyo americano; segundo, que en el caso de que el pueblo no siguiera a esta agrupación, el Gobierno americano recurrirá a una intervención armada...sin reconocer derecho alguno del Gobierno americano para intervenir en nuestros asuntos, creemos que debemos buscar los medios para que el Partido Constitucionalista se vuelva a unir (10 de junio de 1915)”[85]

Ese mismo día, 1° de junio, Obregón había marchado a Santa Ana, en que según él ya había resuelto la hora y forma en que debería efectuarse el asalto sobre las fortificaciones villistas, cuando descubrió “una columna que se aproximaba a paso veloz, era la artillería villista.” Obregón ordenó a los generales Murguía y Castro que hicieran salir violentamente toda la caballería e impedimentas que había en las cuadras de la finca, cuyo número pasaba de mil elementos, mientras Diéguez se dirigía a Trinidad “faltaban unos veinticinco metros para llegar a las trincheras, cuando, en los momentos en que atravesábamos un pequeño patio situado entre ellas y el casco de la hacienda, sentimos entre nosotros la súbita explosión de una granada...entonces pude ver que me faltaba el brazo derecho”[86], convirtiéndose así en el “Manco de Santa Ana”, pero con el objeto de no ser obligadamente relacionado con el dictador Antonio López de Santa Ana, de infausta memoria, se disfrazó como el “Manco de Celaya”.

Entonces ocurrió un hecho a todas luces inexplicable desde el punto de vista militar, tomando en cuenta que la situación del carrancismo era desesperada, misma de lo que da cuenta la junta convocada por Benjamín Hill el día 4 de junio, a la que concurrieron Diéguez, Castro, Hill, Murguía, y Serrano, en donde Hill pintó “la difícil situación en que nos encontrábamos: Sin General en Jefe, sin municiones y las tropas muy desmoralizadas. Proponía que nos retiráramos a Irapuato, para reorganizarnos y recibir elementos de guerra por Guadalajara. Diéguez era de la opinión de Hill. Castro nada decía…” (según Barragán, Murguía opinó “Es la peor tontería dar media vuelta. Una retirada…revelará nuestra impotencia.”)[87], y de la nada, como por encanto, al día siguiente, 5 de junio, Benjamín Hill se hizo cargo del mando lanzándose a la contraofensiva “combinada en una maniobra que sorprendió a los atacantes villistas.”[88] Iniciándose el movimiento de ofensiva, “haciéndose, desde luego, arrollador el avance de nuestras fuerzas”[89]

Todavía en el parte de novedades que rinde Obregón se descubre otra incongruencia, “Trinidad, Gto. Junio 5 de 1915…Hónrome comunicar a usted que esta tarde se ha consumado EL MAS IMPORTANTE TRIUNFO DE NUESTRAS ARMAS CONTRA LOS TRAIDORES (subrayado por Barragán) Villa y Ángeles…Álvaro Obregón”[90], negando en los hechos que Celaya hubiera sido el más importante triunfo de sus armas.

El apoyo estadounidenses fue indispensable en la victoria de los constitucionalistas. “Cuando se recibió en Veracruz la noticia de su triunfo en Celaya, John R. Silliman el enviado especial del presidente Wilson ante los carrancistas, alardeó ante el cónsul alemán: ‘hemos tomado León, hemos derrotado a Villa y pronto ocuparemos la ciudad de México”[91]

Sin desearlo, Cervantes parece descubrirnos que lo que ocurrió en León fue una organizada retirada villista “pues mucha gente villista y hasta varias piezas de artillería estuvieron retirándose por el barrio de Coesillo...rumbo a Lagos...las derrotadas fuerzas villistas lograron escapar con sus trenes...El general Barragán afirma...que Obregón contaba con treinta mil hombres. Recibió durante los combates de León hasta cinco remesas (Cinco millones) de cartuchos y armas”[92], aunque incorrectamente para Cervantes en León existió una derrota más, pero si el ejército villista no fue perseguido hasta su aniquilación o dispersión, tampoco se puede hablar de ella, requiriéndose en todo caso un análisis más profundo de la situación. .

Después de las batallas de Celaya, y en plena batalla de León, sintiéndose Carranza más seguro, hizo que el General Pablo González con una columna “de diez mil hombres, emprendiera su campaña sobre la ciudad de México” La ciudad de México fue evacuada el 10 de junio y “para el día 14 eran ocupados por los carrancistas los pueblos de Xochimilco, Contreras, Ajusco y Tepexpan”[93]

Ajenos a los acontecimientos medulares que ocurrían en la demás parte del país, a la Convención reunida en la ciudad de México, llegaron telegramas que reflejaban un total desconocimiento de la situación que prevalecía en el frente de batalla, solicitando la inclusión del ciudadano común y corriente en sus debates ante la displicencia que en muchas ocasiones mostraba ésta. Otros, tratando de aprovechar el momento, convocando a una reconciliación imposible, la cual, además, González Garza ya había iniciado por su cuenta.

En el primer caso tenemos este fechado en julio 7 de 1915 )...junio 26/915) dirigido a los “CC: Secretarios de la Soberana Convención Revolucionaria” y titulado “Iniciativa sobre la participación de los ciudadanos civiles en la obra de reconstrucción nacional”, que inicia diciendo

“Parece que ha llegado el momento decisivo y trascendental en que cada uno de los ciudadanos debe tomar parte dentro de las discusiones que se celebran en la Convención. Desde que se creó la Convención solo han tenido cabida en ella, los ciudadanos armados con jefatura de fuerzas, o los representantes de aquellos. Inauguradas las sesiones de la Convención, la Nación estuvo expectante de los frutos que ansiosamente se anhelaban de los hombres que se enfrentaron con la última dictadura, hasta derribarla. Pero desgraciadamente los días y los meses han pasado y dentro de la Convención más se agitan las pasiones y las ideas turbulentas, que el espíritu patriótico, y el afán de cumplir con promesas solemnemente prodigadas. En suma, la Convención no ha respondido debidamente a las esperanzas que todo el pueblo tenía depositadas en ella...No es necesario hacer un gran esfuerzo para llegar a comprender que de la confusión y el caos dominantes en la Convención, no puede surgir el edificio suficientemente fuerte que sirva de abrigo al porvenir de toda la nación...En la Convención no solo deben tener cabida los revolucionarios. En ella deben también discutir los ciudadanos civiles, porque ellos también forman parte del pueblo que se ha pretendido libertar, de ese pueblo que está palpando que la enfermedad de muchos revolucionarios es producida por su ineptitud y por sus ambiciones, de ese pueblo que se siente oprimido de la misma manera o quizá peor todavía que bajo el imperio del peor de las dictaduras militares. Pido que a la Convención se de ENTRADA A TODOS LOS HOMBRES DE BUENA FE...Háganse a un lado la obstrucción y la animosidad contra el elemento civil, a quien se tacha de pasivo y de reaccionario; invítese a todos los ciudadanos civiles que dentro de un sistema de elección popular, tengan cabida en el seno de la Convención...que se aprieten los palcos que se llenen las galerías...impelidos por un solo sentimiento: la reconstrucción nacional. México, 26 de junio de 1915. ¿Ayanso? San Martín (rúbrica)”[94]

El otro fechado en Junio 26, dirigido a la “Soberana Convención nacional (¿?)”, dice en su parte sustancial

“con motivo de la retirada de las fuerzas carrancistas después del fracaso de sus ataques contra las fuerzas de la Convención...debe aprovecharse esta ventaja sobre el enemigo para ofrecerle de nuevo la unión de todos los elementos revolucionarios...Es un acto de nobleza y de sacrificio en bien de la Patria buscar la conciliación, antes que pensar en exterminar al enemigo...en los actuales momentos en que estamos amenazados por una Nación Poderosa...por irreconciliables que sean los carrancistas, no han de querer asumir la responsabilidad de que por ellos venga el Extranjero a acabar de aniquilar a nuestro país Reforma, Libertad, Justicia y Ley. México, Junio 26 de 1915. Manuel A. Martínez”[95]

Lo que significa por un lado que eran tan confusas las posiciones de villistas y zapatistas, que la gente común suponía que era posible un acuerdo a esas alturas con el carrancismo, pero que muestra qué tan ajenos estaban a la situación real que no imaginaban que Carranza nunca renunciaría a su posición de privilegio.

Volviendo a la campaña del Bajío, podemos afirmar que los villistas no fueron derrotados en Celaya ni en León, pues la historiografía recupera el recuento de una serie de enfrentamientos posteriores a ambas batallas, que nos hablan de una situación muy distinta a la tan difundida de que Villa perdió en Celaya y que prácticamente fue rematado en León, entre aquellas podemos mencionar que “La noche del 28 de junio arribó el divisionario Diéguez a Lagos…cuando a las doce y media de la madrugada los atacó la columna villista…compuesta de cuatro mil hombres, bajo las órdenes de los Generales Rodolfo Fierro, Canuto Reyes, José Ruiz y César Moya”[96], pues viendo Villa que la línea de comunicaciones ferroviarias desde Veracruz había seguido alimentando a las tropas de Obregón sin que los zapatistas lograran romperla, ordenó que los Generales Rodolfo Fierro y Canuto Reyes, “con una columna de 4,000 dragones”, marcharan de Aguascalientes al Sur para cortar esa tan perjudicial línea de comunicaciones. “Fierro ocupó León sin combatir para seguir después al Sur destruyendo grandes tramos de la vía férrea y ocupando sucesivamente Irapuato, Silao, Salamanca, Celaya, Querétaro, San Juan del Río y Nopala para llegar a Tula donde aniquiló a la guarnición de 1,500 hombres...En México, el general Pablo González grandemente alarmado, evacuó la Capital para situarse en Ometusco”[97]

Obregón, propenso, junto con sus jefes, a fantasear con respecto a supuestos triunfos, relata que el 29 de junio 1915 desde Lagos de Moreno Jal., Sebastián Allende, jefe del Estado Mayor del general Diéguez, “me informaba que en la madrugada, habían sido atacadas por sorpresa nuestras fuerzas en Lagos, por una columna enemiga, al mando de los generales reaccionarios Canuto Reyes, Rodolfo Fierros (sic), José Ruiz y Cesáreo Moya en número aproximado de 3,000 hombres...habiendo los nuestros logrado rechazarlos...a pesar de haber sido sorprendidos por un enemigo superior en número.”[98]

Decimos que fantaseaban porque no de otra manera se entiende el siguiente relato que nos proporciona el mismo Obregón, respecto a la situación comprometida en que se encontraba a principios de julio de 1915, después de sus presuntos éxitos. Obregón expone que “Al amanecer del día 3 (de julio de 1915) estábamos completamente incomunicados con el Sur, y el enemigo avanzaba y tomaba León, sin resistencia, destruyendo completamente las vía férrea y telegráfica, según noticias que llegaron a mi Cuartel General”[99], y el 7 de julio 1915 “Por el camino que seguimos (de Lagos hacia Aguascalientes), a la derecha, sobre el valle donde empiezan los llanos, y a nuestra izquierda, desde la orilla del camino...que se prolonga por el cerro (de San Bartolo)...hasta terminar el cerro del Gallo, estaba tendida una cadena de tiradores, también de caballería (ambos villistas N. del A.)...Esta línea medía no menos de 7 kilómetros”[100], aseveraciones que por lo menos nos muestran una imagen muy distinta a la de un ejército que salió victorioso en Celaya y León.

Para el tercer día de combate, Obregón recibía un correo del general Castro, en que le informaba que una fuerte columna enemiga lo atacaba con toda energía, “pidiéndome refuerzos de infanterías para proteger con ellas su retirada...línea del Norte, donde también era ya atacada con todo vigor la caballería del general Murguía, generalizándose a poco el combate en toda nuestra línea de fuego.” Comenzaron a incorporarse la caballería del general Castro, después de haber sufrido un serio descalabro, “debido a que el terreno...por ser muy accidentado, lo puso en condiciones difíciles para la defensa, y aún más para la retirada” Su línea de retaguardia “fue también vigorosamente atacada”[101]

Para Obregón, Villa, probablemente, “se dio cuenta de la ruta que intentábamos seguir y, por lo tanto, comprendió la necesidad de contrarrestar nuestro movimiento, para impedir que nos colocáramos a su retaguardia, y moralizado por los éxitos obtenidos en los combates parciales que se libraron durante el día, resolvió mover, esa misma noche, el resto de sus caballerías y su artillería, para librar, en aquel terreno, el combate que decidiría la suerte de Aguascalientes, y de los restos del villismo, alentado también por las grandes ventajas que le ofrecía el terreno”[102], por lo que Obregón: juzgando “que ya no era remoto un descalabro, dada nuestra escasez de parque...dirigí al general Diéguez una comunicación...en la que describía nuestra situación, y le encargaba tomar medidas convenientes.”[103]

Para Cervantes “Villa se había atrincherado en una posición bien protegida, pero alentado por los primeros combates victoriosos, olvidó toda precaución incidiendo en una agresión que, alejándolo de sus trincheras, rodeó las fuerzas del General Obregón, pero con ello dispersaba, debilitándolos, sus propios elementos”[104]

La evolución obregonista sobre Aguascalientes, al igual que en León, se dio de manera inesperada, según el propio relato del sonorense “Todas nuestras infanterías habían logrado atravesar la barranca, y el avance se continuaba en un frente de 25 kilómetros (Sic), aproximadamente.”[105]

Barragán opta por una explicación escueta “resuelto el avance sobre Aguascalientes, el día 6 de julio se movió de Encarnación Díaz el Ejército de Operaciones…El servicio de espionaje…informó al Comandante en Jefe de los magníficos atrincheramientos del enemigo, en las inmediaciones de Aguascalientes, construidos por el lado sur de la plaza, lo que hizo concebir al General Obregón, el plan de asaltar la Ciudad por el Norte…El día diez se emprendió el asalto”[106] y a las “12 m (Sic), del día 10 de julio, hizo nuestro ejército su entrada triunfal en la ciudad de Aguascalientes...Se capturaron a los villistas: ocho trenes, cuatro millones de cartuchos de diferentes calibres, nueve cañones, veintidós ametralladoras, cuatro mil fusiles, y diversidad de elementos que contenían los trenes”[107]

Por lo menos estos exposiciones nos confirman en la idea de que Villa no fue derrotado ni en Celaya ni en León, manteniéndose la duda con respecto a cual fue el factor que decidió las batallas de León y Aguascalientes, pues no resulta verosímil, para el observador imparcial, que un ejército desmoralizado, sin bastimentos, que sufre derrota tras derrota, se levante de la nada para salir airoso. La única hipótesis probable es que un poder superior, los Estados Unidos de Norteamérica, hayan decidido poner en juego su enorme potencial para entregarle en bandeja al carrancismo ambas poblaciones, recordando los casos evidentes ocurridos en las plazas de Tampico, Veracruz y Nogales.

Resulta inexplicable que Cervantes, quién casi al final de su obra reconoce la intervención directa de los Estados Unidos, sobre todo para la campaña de Sonora, no se detenga a considerar que este elemento fundamental, es quién resuelve las batallas descritas, ya que por lo menos en el relato de Obregón, que reproducimos líneas arriba, se deja entrever notoriamente que cuando el sonorense se dirige a Diéguez, le hace el hincapié de que tome las medidas “convenientes”, y de acuerdo a los datos aportados, éstas ‘medidas convenientes’ no podrían sobrevenir de otro que del Coloso del Norte.

Posteriormente, para Cervantes, “Con mermadas huestes emprendió (Villa) una retirada general hacia Zacatecas, para seguir posteriormente a Torreón y regresar a Chihuahua...el 4 de septiembre fue tomada Saltillo, después de rudo doble combate en La Angostura. Torreón y Lerdo fueron ocupados el 28 de septiembre y Durango el 4 de noviembre. Monterrey y Guadalajara también serían pronto ocupadas por fuerzas carrancistas”[108], dando por supuesto que Villa salió derrotado del centro del país, sin valorar que todavía el ejército convencionista volvería a tomar Durango y luego se retiraría a Chihuahua.

Desde una posición inmejorable, insistimos, gracias a un poder externo, Obregón determina encaminar su acción “a controlar las comunicaciones a San Luis Potosí, y de allí a Tampico para establecer, por aquel puerto, nuestra base, que sería por allí más corta y segura, a la vez que para ponerme en contacto con el Cuartel General de Ejército del Noreste, que a cargo del C. General Jacinto B. Treviño, se encontraba en Monterrey”[109], lo que corrobora que la estrategia norteamericana, de expulsar de Tampico con su Armada a Victoriano Huerta para entregárselo al carrancismo en mayo de 1914, formaba parte de una maquinación de largo aliento.

Aun numerosas fuerzas zapatistas “comandadas por Zapata en persona atacaron las del general Coss en Magdalena, cerca de Texcoco; para, después de siete horas de combate, tener que retirarse.” Lo mismo ocurrió en Santa Clara, Villa de Guadalupe, Peralvillo y el Río del Consulado, Tlalnepantla y Atzcapotzalco. “finalmente el Ejército de Oriente (Pablo González) ocupó la capital de la República el 2 de agosto de 1915.”[110]

“Dirección General de Correos SECCION DE PERSONAL MESA 1º...Con fecha 8 del actual, se presentó en esta Dirección de mi cargo el Inspector del Servicio postal, C. José Anaya, rindiéndome el siguiente informe..que el día 30 del mes retropróximo, entre 2 y 3 de la tarde, una avanzada como de 50 hombres armados, de los llamados “Juchitecos”, amparados con bandera blanca, penetraron al corazón de la Ciudad, siendo rechazados por las fuerzas de la División del Norte...El mismo día 2, como a las diez de la mañana comenzaron a desfilar las fuerzas enemigas...al frente de ellas el General Francisco Robelo...Al hacer su entrada las fuerzas de Carranza, lo hicieron de una manera ordenada...la recepción que se les hizo fue de unos cuantos traidores y veletas que les arrojaron flores al pasar...sobre la circulación solamente para los billetes emitidos en Veracruz...’Dos Caras’ y del Gobierno Provisional’...el general Gutiérrez de Lara...lanzando después un manifiesto ensalzando al general Carranza de una manera cunmiante (Sic) pues lo comparaba nada menos que con el Benemérito de las Américas C. Benito Juárez...A mi juicio, en la Capital, habrá una guarnición de no menos de 18 a 20,000 hombres bien armados y equipados, consistiendo su armamento en carabinas 30-30 enteramente nuevas con suficiente parque. Debo advertir a Ud. que la mayoría de estos soldados, son jóvenes, que según mis informes, han sido tomados de ‘leva’ así como obreros de las fábricas que han sido clausuradas por orden de su llamado ‘Primer Jefe’, en los estados de Puebla, Veracruz y Tlaxcala...notándose también entre las mencionadas fuerzas, algún escaso número de filibusteros...Las fuerzas ya mencionadas han estado vendiendo en el patio del Ferrocarril Mexicano semillas de procedencia extranjera, las cuales semillas son de muy mala calidad, pero que con lo cual se ha querido alhagar (Sic) al pueblo...Reforma, Libertad, Justicia y Ley. Toluca, agosto 9 de 1915. El Director general Fco. Velásquez (Rúbrica)”[111]

Cuajimalpa fue tomada por los carrancistas, pero “inmediatamente se recuperó con grandes pérdidas para los disidentes...en estos momentos, acabo de recibir mensaje del señor General Manuel Gómez, que se dirige de Ixtlahuaca, participándome que el general Rodolfo L. Fierro tomó las plazas de Acámbaro y Morelia...Toluca, Méx., agosto 5 de 1915. El E. Del poder Ejecutivo F. Lagos”[112]

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[1] Katz p 444

[2] Katz p Villa 445

[3] Hart p 426

[4] Hart p 438

[5] Obregón p 274

[6] Quirk p 161

[7] Quirk p 173 Carta de Villa a González Garza de fecha 22 de marzo de 1915

[8] Obregón p 269

[9] Obregón p 265

[10] Hart p 411

[11] Barragán Tomo II p 218; Obregón p 280; Cervantes p 398

[12] Barragán Tomo II p 221

[13] Katz T II p 65

[14] Barragán Tomo II p 221

[15] Obregón p 297

[16] Barragán Tomo II p 230

[17] Obregón Ibídem p 295

[18] Barragán Tomo II p 230-231

[19] Cervantes pp 407-410

[20] Barragán Tomo II p 247

[21] Barragán Tomo II p 251

[22] Amaya p 404

[23] Loc. Cit.

[24] Cervantes p 415

[25] Cervantes pp 422-423

[26] Barragán Tomo II p 224

[27] Guzmán pp 562-564

[28] Guzmán p 556

[29] Guzmán pp 562-564

[30] Guzmán p 562

[31] Fabela Carranza, Wilson…pp 10-11

[32] Cervantes p 423

[33] Barragán Tomo II p 273

[34] Hart p 427 citando los documentos que se encuentran en WFB BLAC

[35] Barragán Tomo II p 289

[36] Barragán Tomo II p 290

[37] Barragán Tomo II p 290

[38] Barragán Tomo II p 290

[39] Obregón p 319

[40] Obregón p 322

[41] Obregón p 323

[42] Obregón p 327

[43] Cervantes p 428

[44] Cervantes p 436

[45] Cervantes p 437; En Barragán sólo sumaban 120 Barragán Tomo II p 297

[46] Quirk p 179

[47] Quirk p 180

[48] Cervantes Ibídem p 437

[49] Barragán Tomo II pp 298-297

[50] Amaya pp 279-284

[51] Quirk p 182

[52] Quirk p 182

[53] Barragán Tomo II p 324

[54] Amaya pp 279-284

[55] Barragán Tomo II p 302- 307

[56] Guzmán pp 573-574

[57] Barragán Tomo II p 309

[58] Barragán Tomo II p 311

[59] Barragán Tomo II pp 312-319

[60] Barragán Tomo II pp 325-326

[61] Cervantes p 454

[62] Cervantes p 454;Barragán p 327

[63] Obregón p 343

[64] Barragán Tomo II p 332

[65] Obregón p 344

[66] Barragán Tomo II p 332

[67] Obregón p 344

[68] Barragán Tomo II p 341

[69] Obregón p 364

[70] Barragán Tomo II p 336

[71] Barragán Tomo II p 343

[72] Obregón p 360

[73] Obregón p 369

[74] Katz p 341

[75] Cervantes Ibídem pp 444-446; AGN Convención C 7, exp 9, f 10

[76] Loc. Cit.

[77] Loc. Cit.

[78] Amaya 408-414

[79] Loc. Cit.

[80] Loc. Cit.

[81] Loc. Cit.

[82] Loc. Cit.

[83] Cervantes pp 458-459

[84] Cervantes p 460

[85] Cervantes pp 446-447

[86] Obregón: pp 370-372; Barragán Tomo II p 345

[87] Barragán Tomo II p 346

[88] Barragán Tomo II p 324 .

[89] Obregón p 373; Barragán Tomo II p 346

[90] Barragán Tomo II p 346

[91] Hart p 427 citando los documentos que se encuentran en WFB BLAC

[92] Cervantes pp 464-466

[93] Cervantes p 448

[94] Convención, C 7, exp 9, f 105-108

[95] AGN Convención c 7, exp 9, f 109

[96] Barragán Tomo II p 376

[97] Cervantes p 466; Barragán Tomo II p 390

[98] Obregón p 391

[99] Obregón p 393

[100] Obregón p 397

[101] Obregón pp 400-401

[102] Loc. Cit.

[103] Obregón pp 403-407

[104] Cervantes p 469

[105] Obregón p 405

[106] Barragán Tomo II p 393

[107] Obregón p 407; Dos mil fusiles según Barragán, Barragán Tomo II p 394

[108] Cervantes p 472

[109] Obregón pp 412-413

[110] Cervantes p 467; Barragán Tomo II p 391

[111] AGN Convención C 8, exp 8, fs 8-9

[112] Agosto 5/915 AGN C 8, exp. 8, fs 5-6

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